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12
- agosto - 2023 |
Daniel
Berehulak
|
13
- agosto - 2023 |
Imogen
Cunningham
|
19
- agosto - 2023 |
Massimo
Sestini
|
20
- agosto - 2023 |
Luis
Baylón
|
24
- agosto - 2023 |
Gertrude
Käsebier
|
25
- agosto - 2023 |
Alfred
Stieglitz
|
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Robert Frank falleció en 2019.
Pásate por Destacado >> Septiembre 2019.
“Ejercimos una mano dura en América Latina, pero sin
querer entender a la gente a la que estamos impactando”, dijo Scott
Wallace sobre los estadounidenses. El fotógrafo, que vivió en El
Salvador, Nicaragua y Guatemala, agregó: “Hay cierta arrogancia
cultural que debía atenderse”.
Pásate por JyV >> Guerra Civil >>
Centroamérica.
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3
- noviembre - 2023 |
M.
Bourke-White
|
4
- noviembre - 2023 |
W.
Eggleston
|
5
- noviembre - 2023 |
Jacques
Leonard
|
12
- diciembre - 2023 |
Don
Bartletti
|
23
- diciembre - 2023 |
AFAL
2
|
24
- diciembre - 2023 |
Julia
M. Cameron
|
27
- diciembre - 2023 |
Joana
Biarnés
|
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El Grupo f/64 fue una asociación fotográfica
que se fundó en California en 1932 bajo la influencia de Paul
Strand. Ansel Adams, Edward Weston, Imogen Cunningham, Willard
Van Dyke, Henry Swift y Sonya Noskowiak fueron algunos de
sus miembros más destacados.
f/64 promovía la práctica de la fotografía pura,
sin intervenciones, en oposición al pictorialismo. La propuesta
de f64 para la fotografía artística está sintetizada en el
propio nombre del grupo: el diafragma más cerrado de la mayoría
de los objetivos fotográficos de las cámaras de gran formato
que utilizaban los integrantes de este grupo, que da como
resultado una imagen de máxima nitidez.
Influidos por la estética fotográfica de Paul
Strand y las publicaciones finales en la revista Camera Work:
Ansel Adams, Imogen Cunningham, John Paul Edwards, Preston
Holder, Consuelo Kanaga, Alma Lavenson, Sonya Noskowiak, Henry
Swift, Willard Van Dyke, Edward y Brett Weston, -padre e hijo
respectivamente-, expusieron en el MH de Young Memorial Museum
en San Francisco el 15 de noviembre de 1932, aportando un
discurso fotográfico totalmente opuesto a la fotografía pictorialista,
a través de la “straight photography” o fotografía directa.

Imogen Cunningham y «Magnolia Blossom» (1925).
El enfoque nítido que proporciona la gran profundidad
de campo, es la base en la que se fundamenta todo el imaginario
del grupo. La impresión de las imágenes por contacto directo
con el negativo, sin intermediar la ampliadora a la hora de
proyectar el negativo, y el uso de papel brillante en la impresión,
que adapta mejor los contornos de la imagen nítida por encima
del papel mate, será otro de los sistemas destacados de la
f/64.
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28
- diciembre - 2023 |
Vicente
Plana Mur
|
2
- enero - 2024 |
Peter
Magubane
|
3
- enero - 2024 |
Jürgen
Schadeberg
|
7
- enero - 2024 |
Lúa
Ribeira
|
8
- enero - 2024 |
Louis
Stettner
|
12
- enero - 2024 |
Cristina
García Rodero
|
20
- enero - 2024 |
Rosalind
Solomon
|
15
- marzo - 2024 |
Carlos
Rosillo
|
10
- abril - 2024 |
Man
Ray
|
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22
- abril - 2024 |
Pierre
Gonnord
|
23
- abril - 2024 |
Antonio
Pesini
|
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8
- mayo - 2024 |
Mey
Rahola
|
19
- mayo - 2024 |
Joris
Vegter
|
El 24 de mayo de 2000, una emboscada guerrillera
acabó en Sierra Leona con la vida de Miguel Gil Moreno. Perdió
la vida junto a su compañero de profesión, Kurt Schork. Miguel
desarrolló su labor profesional como camarógrafo y corresponsal
de guerra en numerosos frentes de batalla como Bosnia, Kosovo,
Congo, Liberia, Ruanda, Sudán, Chechenia y Sierra Leona. Tras
la muerte de Miguel, al comprobar la enorme repercusión nacional
e internacional que provocó así como el trabajo que Miguel
había realizado en favor de las víctimas de los conflictos
armados, su familia decidió continuar con su labor y legado
de solidaridad, denuncia y compromiso con los que sufren.
Nació así la Fundación que llevaría su nombre “Fundación Miguel
Gil Moreno”. La Fundación Miguel Gil Moreno es una Fundación
Privada sin ánimo de lucro. Se constituye el 14 de marzo de
2002 y se inscribe en el Registro de Fundaciones Privadas
de la Generalitat de Catalunya, con el número 1.632.

“No me imagino a Dios como un asesino emboscado;
le veo más bien como un jardinero dispuesto a cortar la rosa
más bella”, decía Miguel Gil un año antes de su asesinato,
en el funeral de su amigo y compañero Myles Tierney. Cansado
de tomar el autobús número 6 para ir al despacho, se subió
a su moto de trial, y prácticamente con lo puesto, cruzó Europa
hasta llegar a la zona musulmana de Mostar en 1993, en plena
guerra de Bosnia, y empezó a escribir. Hoy, anualmente se
concede el premio Miguel Gil Moreno de Periodismo a aquel
profesional que más comparta la filosofía de Miguel, es decir,
orientación a servir a la sociedad, independencia, generosidad
y que asuma los riesgos necesarios para dar cuenta de las
injusticias y de los actos de solidaridad que se presenten
en el ejercicio de su trabajo.

Empezó a escribir para El Mundo y la Cadena
Ser sin más tecnología que un bolígrafo y algo de papel. Tras
darse cuenta que ser Periodista no era tan sencillo, pasó
dos meses en Madrid documentándose y aprendiendo, para volver
a Mostar y trasladándose después a Sarajevo, lugar donde la
actividad bélica era mucho más dura. La escasez económica
lo convirtió en chófer de periodistas y ONGs en la única ruta
para entrar a Sarajevo, por el monte Igman. En esta etapa
conoció a Nicola, un cámara italiano que le influyó a la hora
de convertirse en camarógrafo. Desde entonces, no dejó de
hacer acto de presencia en los lugares más calientes del mundo,
tales como Bosnia, Kosovo, Congo, Liberia, Ruanda, Sudán,
Chechenia y Sierra Leona. Y entrando a formar parte de aquéllos
que el corresponsal de guerra Paul Marchand llamó brothers,
los que siempre hacían la pregunta extra, se la jugaban, recorrían
un kilómetro más para conseguir la historia. Miguel consiguió
permanecer donde otros no pudieron, y gracias a su mirada,
el mundo pudo ver imágenes de los oprimidos sin voz ni esperanza,
como el acoso que el ejército serbio ejercía sobre los albano-kosovares
en Pristina, o los crudos bombardeos rusos sobre la capital
de Chechenia, Grozny. En 1998 recibió el premio más importante
que se puede conceder a un cámara, el Rory Peck Award, por
el documental de un viaje con el Ejército de Liberación Kosovar
(KLA) bajo el fuego de las balas serbias. Sus imágenes, sus
historias y su propia vida encontraron un trágico final en
mayo de 2000 en Sierra Leona.
El Kurt Schork Memorial Fund se creó en memoria
del periodista estadounidense Kurt Schork. Existe para mantener
al mundo consciente de la deuda que tenemos con los periodistas
valientes que participan en acciones valientes. informar sobre
conflictos, corrupción, injusticia y transgresiones de derechos
humanos. Los premios anuales Kurt Schork de Periodismo Internacional
honran el trabajo de periodistas independientes, reporteros
locales y solucionadores de noticias en países en desarrollo
o naciones en transición, cuyo trabajo a menudo está mal remunerado,
en su mayoría anónimo y frecuentemente plagado de peligros.

Kurt Schork se sintió atraído por el periodismo
en una etapa avanzada de su vida y, a la edad de 43 años,
hizo realidad su sueño de convertirse en corresponsal extranjero.
Durante gran parte de su carrera eligió ser periodista independiente.
Le apasionaba su trabajo y al principio de su carrera periodística
escribió:
“Los informes de guerra son un privilegio. Después
de tres años, la mugre y la sangre del combate, la terrible
lógica del odio étnico ya no son abstracciones para mí. Más
importante aún, todos los días veo la gracia y la dignidad
de la gente corriente que intenta sobrevivir en circunstancias
extraordinarias ”.
Murió a los 92 años la fotógrafa Sara Facio,
una personalidad insoslayable de la cultura argentina. Retrató
a los protagonistas de la escena cultural latinoamericana
y fue la más pujante promotora de un arte que colocó en un
lugar central; con María Elena Walsh formó una pareja de intelectuales
brillantes, cuyo legado protege la flamante fundación que
lleva los nombres de ambas.
La Fundación María Elena Walsh fue establecida
por Sara Facio como un gesto de agradecimiento por el legado
dejado por su entrañable amiga y compañera de toda la vida.
Su principal propósito es conservar y promover la obra literaria
y musical de la destacada artista argentina.

Pásate por La bibliotecaria >>
Autores 1 >> Julio Cortázar.
23
- julio - 2024 |
Lee
Miller
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27
- septiembre - 2024 |
Chas
Gerretsen
|
28
- febrero - 2025 |
Wilhelm
Brasse
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6
- marzo - 2025 |
Danny
Lyon
|

"Cuando la oficina de Magnum London me pidió que fuera
a Miami a fotografiar a Muhammad Ali, respondí que no me interesaban
los deportes. Stephanie dijo: '¿Qué? ¿Te has vuelto loco?'. A día
de hoy, ésta es probablemente mi foto favorita de mi juventud. Tuve
la oportunidad de pasar cuatro días con uno de los estadounidenses
más inspiradores del siglo XX", recuerda Lyon en sus memorias 'This
Is My Life I'm Talking About', Damiani Books, 2024.
Todas las publicaciones se inspiran en el estilo del
Nuevo Periodismo fotográfico, lo que significa que el fotógrafo
se ha sumergido en el tema documentado y es partícipe de él. Es
miembro fundador del grupo editorial Bleak Beauty. Después de ser
aceptado como fotógrafo del Comité Coordinador Estudiantil No Violento
(SNCC), Lyon estuvo presente en casi todos los eventos históricos
más importantes durante el Movimiento por los Derechos Civiles .
A Danny Lyon (Nueva York, 1942) siempre se le ha etiquetado
como un rebelde por buscar respuestas en los márgenes de la sociedad,
no como un simple observador, sino como un participante. Lo cierto
es que, de ascendencia judía, creció oyendo las historias de su
tío Abram, quien tras participar de forma activa en la Revolución
rusa de 1905, huyó a Estados Unidos; también las de su abuelo, a
punto de ser ejecutado por los bolcheviques por vender sus propios
libros de forma secreta; y las de su madre, quien ya exiliada en
Nueva York, fue despedida de su trabajo de costurera por comunista,
sin serlo.

Danny Lyon publica su autobiografía, el elocuente
testimonio de un fotógrafo que redefinió la fotografía documental
involucrándose intensamente en la vida de sus sujetos.

En 2015 se publicó un libro que relata los
dos años que trabajó tomando imágenes de los muertos en las cárceles
de Bashar al Assad. «Soy César. Solía trabajar para el régimen sirio,
era fotógrafo para la policía militar en Damasco. Voy a contarles
cómo era mi trabajo antes de la sublevación y durante los dos primeros
años, pero no puedo revelarlo todo porque tengo miedo que el régimen
pueda reconocerme a través de los detalles. Soy un refugiado en
Europa. Temo que me encuentren y me eliminen, o que se venguen en
mi familia».
Estas escalofriantes palabras pertenecían a
uno de los hombres más buscados entonces por los medios de comunicación
e, imaginamos, que por el régimen de Bashar al Assad (actualmente
vive en Francia bajo protección). Su delito ha sido el de haber
recopilado y sacado de Siria alrededor de 55.000 documentos gráficos
que reflejan las torturas a las que han sido sometidos durante los
últimos años aquellos que se han opuesto al régimen de Al Assad.
Unas imágenes que son difíciles de mirar por su crueldad. Son miles
de cadáveres, con señales de tortura, que durante dos años fotografió.

Su historia ha sido contada por la periodista francesa
Garance Le Caisne , en el libro «Operación César, en el corazón
de la máquina de la muerte siria».
Si bien ya se habló en 2014 del Informe César (fue
presentado al Consejo de Seguridad de la ONU en abril de 2014),
donde se recopilaba toda esa información, no fue hasta pasado ese
tiempo que adquirió más notoriedad, tras la decisión de Francia
de hacer uso de este material -una vez verificado- para llevar a
Al Assad ante la Corte Penal Internacional por crimenes contra la
humanidad. Algo que coincidió con el nuevo giro bélico en
Siria (donde Rusia, pilar de Al Assad, comenzó a bombardear
supuestamente a los yihadistas).

Con palabras pausadas, que llegan directamente al
corazón, y con gran humildad, “César de Siria” reveló su identidad
recientemente y mostró su rostro por primera vez. Narró algunos
detalles sobre cómo logró sacar a escondidas 50.000 fotos de cadáveres
mutilados por la tortura en los centros de detención del régimen
sirio. Las imágenes llegaron al Congreso de Estados Unidos y expusieron
al régimen de Assad ante el mundo en el año 2019. Las aterradoras
escenas descritas por César no solo las presenció, sino que también
las capturó con su cámara durante casi tres años. Cuerpos desgarrados
por la tortura y el hambre, hasta el punto de perder muchos de sus
rasgos.

En su primera entrevista con el canal Al Jazeera de
Qatar, mientras la cámara se eleva para que los sirios vean por
primera vez a esta figura considerada un héroe para ellos, declara:
“Soy el suboficial Farid Al-Madhhan, jefe de la sección de pruebas
forenses de la policía militar en Damasco, conocido como César,
hijo de la Siria libre. Soy de la ciudad de Daraa, cuna de la revolución
siria”.
21
- marzo - 2025 |
Louis
Stettner
|
Una de las imágenes más icónicas de Louis Stettner
es la de "Brooklyn Promenade" (Paseo de Brooklyn), del año 1954,
en la que aparece un hombre sentado en un banco, de espaldas, con
los rascacielos de Nueva York. Una instantánea que, como muchas
otras de sus siete décadas de trayectoria, son muy reconocidas,
pero distan de asociarse con el fotógrafo americano. "Es un fotógrafo
que tiene que dar de sí todavía, puede haber nuevas revisiones de
su obra", explicó Carlos Gollonet, comisario de la exposición "Louis
Stettner. Colecciones Fundación MAPFRE", inaugurada en la sala 2
del Antiguo Instituto de Gijón, y que supone la mayor retrospectiva
de este fotógrafo, con un recorrido para el público a su obra a
través de cerca de 200 imágenes.
"Era muy ambicioso, lo fotografiaba todo", cuenta
Gollonet. "No se adapta al canon de la fotografía ni se encasilla,
se adapta a cada momento", prosigue el comisario de la muestra sobre
el retratista estadounidense, nacido en 1922 y fallecido en 2016.
"Entendía la pintura, su otra pasión, y la fotografía como poemas.
Aparece ese sustrato poético en todas sus obras", indica.

Brooklyn Promenade, 1954.
El recorrido cronológico a su obra parte de sus primeras
instantáneas en Nueva York, a su etapa posterior en París, o sus
años como fotógrafo de combate entre 1943 y 1949. "Entendió la guerra
como una lucha inevitable contra el fascismo. Ese papel le dejó
como herencia una fe en el ser humano que nunca abandonó", refleja
Gollonet, que enfatiza también en el hecho de que su obra "deshacía
cualquier categorización, por eso también hizo más difícil comprenderla".
Louis Stettner nació en Brooklyn, Nueva York , donde
fue uno de cuatro hijos. Su padre era ebanista, y Louis aprendió
el oficio de joven, utilizando el dinero que ganaba para sustentar
su creciente pasión por la fotografía. De niño, le regalaron una
cámara de cajón, y así comenzó su pasión por la fotografía. Su familia
viajaba a Manhattan y visitaba museos, incluido el Museo Metropolitano
de Arte , donde nació su amor por el arte. En 1940, a los 18 años,
Stettner se alistó en el ejército estadounidense y se convirtió
en fotógrafo de combate en Europa para el Cuerpo de Señales. Tras
una breve estancia en Europa, fue enviado a Nueva Guinea, Filipinas
y Japón.
"A los 18 años, me convertí en un artista-soldado,
rodeado de millones de otros estadounidenses que como yo tuvieron
que aprender otro oficio, el de matar y evitar que te mataran",
diría Louis Stettner (Nueva York, 1922-París, 2016) tras servir
durante la Segunda Guerra Mundial, desde 1944, como fotógrafo de
combate en el frente del Pacífico y llegar a Hiroshima tres semanas
después de la detonación de la bomba atómica. "Allí vio cosas terribles
e hizo fotos muy duras, de gente en los hospitales, niños corriendo...
Pero de sus fotos de guerra solo he podido identificar seis que
llevan su nombre detrás, en las que se ven soldados japoneses y
tanques, entre las miles y miles y miles de imágenes que guardan
los archivos del Ejército", contaba su esposa, Janet Stettner. Ella
trabaja para recuperar y visibilizar ese legado inédito de una figura
"importantísima en la historia de la fotografía e incomprensiblemente
poco reconocida, quizá por no estar adscrita a un estilo determinado".

Boulevard de Clichy, París, 1951.
De regreso de la guerra, Stettner se unió a la Photo
League de Nueva York. Visitó París en 1946 y se mudó allí en 1947.
De 1947 a 1949, estudió en el Institut des hautes études cinématographiques
(IDHEC) de París y se licenció en Fotografía y Cine. Viajó entre
Nueva York y París durante casi dos décadas y finalmente se estableció
definitivamente en Saint-Ouen, cerca de París, en 1990. Stettner
continuó regresando frecuentemente a Nueva York. El trabajo profesional
de Stettner en París comenzó capturando la vida en la recuperación
de la posguerra. Capturó la vida cotidiana de sus sujetos. Siguiendo
la tradición de la Photo League, quería investigar los vínculos
que conectan a las personas. En 1947, la misma Photo League le encargó
organizar una exposición de fotógrafos franceses en Nueva York.
Reunió las obras de algunos de los fotógrafos más destacados de
la época, como Doisneau, Brassaï, Boubat, Izis y Ronis.
La muestra fue un gran éxito y fue ampliamente reseñada
en el número anual de US Camera. Stettner había iniciado una serie
de reuniones regulares con Brassaï, quien fue un gran mentor y ejerció
una influencia significativa en su obra. En 1949, Stettner presentó
su primera exposición en el "Salón de los Independientes" de la
Biblioteca Nacional de París. En 1951, su obra se incluyó en la
famosa exposición Subjektive Fotografie en Alemania. Durante la
década de 1950, colaboró como freelance para Time, Life, Fortune
y Du (Alemania). Durante su estancia en París, se reencontró con
Paul Strand, quien también había abandonado Nueva York debido a
la intolerancia política de la era McCarthy. Strand había sido uno
de los fundadores de la Photo League, que sería incluida en la lista
negra y posteriormente prohibida durante esos años. En la década
de 1970, Stettner pasó más tiempo en la ciudad de Nueva York, donde
enseñó en Brooklyn College, Queens College y Cooper Union.

Mantuvo toda su vida una orientación política de izquierdas,
inspirada en Karl Marx, y su compromiso social. Apoyó a los Panteras
Negras, se manifestó contra la guerra de Vietnam y defendió a los
trabajadores: «En medio del ruido, la suciedad, los humos y el riesgo
de accidentes, me parecían personas muy sensibles, de una humanidad
innata y con una maravillosa capacidad de organización y de percepción
de la realidad inmediata", diría. Les fotografió en toda su dignidad,
también en sus viajes por Reino Unido, la URSS o España. Aquí tomó
fotos en Málaga, Torremolinos o Eivissa, donde pasó dos días enteros
en 1956 con dos pescadores, Pepe y Tony, mientras faneaban en el
mar. Esa serie refleja su cercanía a ellos y la fuerza, vigor y
vitalidad durante su trabajo.
Hacia el final de su vida, desde 2013 y hasta su muerte
en 2016, concentró su objetivo en la magia de la naturaleza, especialmente
en los Alpilles, en la Provenza francesa, con visión artística y
jugando con luces y sombras, humanizando el paisaje y mostrando
la belleza y paz de su propio estado mental.
Encontró en Asturias su refugio vital y confesaba
que se sentía incapaz de captar toda la belleza del paisaje asturiano.
Fue uno de los grandes fotógrafos del siglo XX y ahora vive una
segunda vida: está adquiriendo el justo merecimiento público que
su obra merece. Nicolás Muller, el fotógrafo que nació en Hungría
en 1913, nacionalizado español y fallecido en 2000 en su casa en
Andrín (Llanes), protagoniza en estos momentos nada menos que 4
exposiciones diferentes de su obra en Vigo, Cádiz, Córdoba y Madrid.
Las tres primeras están comisariadas por el fotógrafo avilesino
José Ferrero, que junto a la hija de Muller, Ana, también fotógrafa,
se han convertido los grandes valedores de una mirada cargada de
humanidad y compromiso. "Cada uno ve una costa diferente en la obra
de Muller”, apunta Ferrero. “A mucha gente le engancha el valor
documental que tiene: son fotografías de lugares que ahora están
muy cambiados. A mí, aparte de eso, me interesa sobre todo técnicamente.
Muller decía que ser fotógrafo era una gran responsabilidad porque
la cámara era una herramienta muy importante para contar cosas.
Así lo entendió él y así siempre lo hizo: su fotografía es bastante
imparcial ante lo que sucede. No abusa ni del dramatismo ni hace
postalitas, por así decir. Y compone maravillosamente; técnicamente
es magnífico”, añade el comisario de tres de las cuatro exposiciones
dedicadas a Muller.
Las cuatro nuevas vidas de Nicolás Muller: el resurgir
del gran fotógrafo del siglo XX. Deslumbrado por la belleza de Asturias
Córdoba, Cádiz, Vigo y Madrid dedican al mismo tiempo una exposición
con la obra de un artista nacido en Hungría que retrató la España
de los años 60 con una perfección compositiva absoluta y una honda
empatía por los laboriosos protagonistas de sus fotografías.

Considerado como uno de los grandes fotógrafos humanistas,
forma parte de esa excepcional nómina de fotógrafos húngaros sobradamente
conocidos, como André Kertész, László Moholy Nagy, Martin Munkácsi,
Brassaï, Lucien Hervé, Kati Horna o Robert Capa. Fue testigo privilegiado
de una de las épocas más convulsas de la historia reciente europea.
Ferrero, puestos a elegir, no es capaz quedarse con
una serie o imagen concreta de una obra inmensa. La serie de imágenes
tomadas en su Hungría natal reflejan, según Ferrero un dominio extraordinario
de la composición. "Es magnífica. Ahí se nota mucho de la influencia
que puede tener de la Bauhaus. Tiene unas composiciones que parece
posible hacerlas sobre la marcha, como las hacía él. Parece que
están hechas a escuadra de cartabón". No obstante, Ferrero admite
que cada nueva imagen que ve de Muller, le interesa. “El Fondo Nicolás
Muller de la Comunidad de Madrid tienen unos 70.000 negativos y,
en total, unos 80.000 documentos. Más luego, Ana Muller tiene unos
tres mil negativos. Cuando cerró el estudio apareció una cajita
con esos tres mil negativos, que son los que dieron pie a la primera
exposición que hicimos con el Instituto Cervantes (“La mirada comprometida”,
2021) y que el punto de inicio de toda esta recuperación de su obra”.
La bienal de fotografía de Córdoba incluye dentro de su sección
oficial, desde este sábado al 25 de mayo, la exposición “Viento
Norte”, que ya se mostró en el Museo de Bellas Artes de Asturias
en 2021. En aquella ocasión se colgaron 132 imágenes que Muller
tomó en su recorrido por el norte de España, con especial atención
a las que hizo en la Asturias de la década de los 60. En la versión
cordobesa, el viento del norte incorpora unos aires cordobeses con
una decena de imágenes que Muller hizo en esta zona de Andalucía.

Pescadores en Lastres, fotografía de Muller expuesta
en el Museo de Bellas Artes en la exposición "Viento norte".
En Cádiz, el salón Entrepatios de la Diputación Provincial
acoge “La mirada de Muller sobre Vejer”, una exposición que estará
abierta hasta el próximo 25 de abril. Se inauguró el pasado día
19 de marzo. Se muestran 24 fotografías que el artista tomó en una
corta escancia en Vejer. En estos momentos, en 1961, este fotógrafo
nacido en Hungría y que había pasado por Francia, Portugal y Marruecos
huyendo a la II Guerra Mundial, ya estaba instalado y nacionalizado
español. Entonces alterna su trabajo de estudio con numerosos encargos,
como el que le hizo la editorial “Clave”: una serie de doce libros
para dar una visión avanzada de la sociedad española y hacerla atractiva
al turismo. Recorre Muller toda España fotografiando los paisajes,
los monumentos y a sus gentes. Entre los pueblos de Cádiz que visitará
está el característico enclave blanco de Vejer de la Frontera.

Campesino de la Alta Saboya. 1938, Francia.
En Vigo, la exposición “Nicolás Muller en Galicia”
“revisa y recupera” el trabajo realizado durante sus viajes por
Galicia. Son fotografías con una mirada “profundamente humanista
que pone el foco sobre las gentes trabajadoras y la belleza de los
paisajes gallegos”. Hasta el 18 de mayo, el Museo do Mar de Galicia,
en Vigo, muestra esta selección de 50 fotografias de las más de
700 que Muller tomó en sus viajes por Galicia. De ese medio centenar
de imágenes, 34 de ellas nunca habían sido ni expuestas ni publicadas.
Como en el caso de la muestra de Cádiz, Muller estuvo en Galicia
por encargo de la editorial “Clave”. De aquellos 12 libros proyectados
para vender un país moderno, atractivo a turistas e inversiores,
solo se llegaron a hacer la mitad.
Finalmente “Nicolás Muller: belleza y compromiso”,
es el título de la exposición que le dedica la Real Academia de
Bellas Artes de San Fernando de Madrid hasta el próximo 27 de abril,
una muestra comisariada por Publio López Mondéjar y que ofrece una
pequeña muestra representativa de todas las facetas de su obra.

Inspirado por las tradiciones, colores y aforismos
de su país, el fotógrafo Derrick Ofosu Boateng tiene como objetivo
presentar una imagen de África luminosa, vibrante y muy distinta
a como se ha representado históricamente en el mundo occidental.

Tres pescadores caminan de regreso a sus casas en
la zona de Vila de Pesqueiro desde Manacapuru, cien kilómetros río
arriba de Manaos, la capital del estado de Amazonas, en Brasil.
Pisan bancos de arena por dos kilómetros. La temperatura es de 40
grados. El camino que recorren se asemeja a un desierto, aunque
debería ser todo lo contrario. Van por el río Solimões, pero no
por las orillas. Lo hacen por el lecho de un caudal que, en octubre
de 2024, cuando el fotógrafo peruano-mexicano Musuk Nolte (37 años)
tomó la foto que retrata la escena, se encontraba completamente
seco. Nolte acaba de ganar premio un World Press Photo en la categoría
historias, Sudamérica, por su proyecto Sequía en la Amazonia. “Esa
imagen los muestra caminando sobre el lecho de un río que usualmente
navegan”, dice Nolte. Antes de la sequía, el Solimões -que corresponde
en Brasil al tramo del río Amazonas entre la triple frontera Brasil,
Colombia, Perú y la ciudad de Manaos- llegaba hasta la casa de los
pescadores, pero por la falta de lluvias, se había reducido y retirado
dos kilómetros. El nivel del agua disminuía progresivamente. “Entonces
estaban cada vez más lejos”, dice Nolte en una entrevista telefónica
con América Futura. Y agrega: “Tenían que caminar 45 minutos para
llegar a sus casas en una situación difícil de esfuerzo”. El Servicio
Geológico Brasileño indicó, en su momento, que el río sufría bajadas
diarias de 19 centímetros en promedio.

Un hombre tira de una barca por el centro poco profundo
de un río cercano a la comunidad de São Francisco de Marina, incomunicada
debido al bajo nivel de las aguas de los ríos locales.
La foto aérea de esos tres pescadores es su preferida
de la serie premiada. “Para mí es significativa porque muestra las
dimensiones de la escala humana, de lo que representa el humano
en un territorio tan basto”, cuenta. Nolte, quien lleva 18 años
trabajando la fotografía documental en temas de memoria histórica,
cambio climático y comunidades indígenas, mayormente en territorio
peruano, no llegó a la Amazonia brasileña de casualidad. Desde hace
cinco años, trabaja un proyecto sobre los problemas alrededor del
agua. Se llama Geografía del agua y busca retratar el territorio
desde diferentes pisos altitudinales para entenderlo de manera más
amplia, explica. Primero, fue a Iquitos, en Perú, para documentar
la sequía. Pero, “al hablar de la Amazonia, las fronteras geográficas
son absurdas en un contexto más complejo”, sostiene. Con la compañía
de un amigo fotógrafo, aterrizó en Manaos, Brasil. “El lugar más
visiblemente dramático era el más propicio para describir las dimensiones
de la baja de los ríos”, cuenta. El río Amazonas cuenta con 6.400
kilómetros, se origina en los Andes peruanos, pasa en su mayoría
por Brasil y otra parte por Colombia. Antes de llegar, había visto
imágenes y monitorizado la bajada del río. Sin embargo, una vez
en Manaos, se sentía mucha confusión. “Parece un desierto, pero
cuando uno pone contexto de que está en el Amazonas, algo no cuadra
y no encaja en nuestro imaginario”, explica. Y resalta: “Fue distópico.
Parecía estar viviendo un momento de transformación radical del
planeta”.

Elidia Carolina en su casa a la orilla del río Solimões,
en la Amazonía brasileña. Debido a la sequía, la zona que rodea
su hogar parece un desierto.
Nolte estuvo cerca de un mes fotografiando la zona,
gracias a una beca de Bertha Foundation. En ese momento, Manaos
sufría los niveles de agua más bajos desde que se iniciaron registros
en 1902. Más de 480.000 personas se veían afectadas por la sequía,
según la agencia de defensa civil del estado de Amazonas. El río
Solimões, específicamente, registraba la peor sequía, lo que dejó
a los pueblos cercanos sin comida, agua ni transporte. Según Defensa
Civil, la profundidad del río era de apenas tres metros. Quienes
viven en la zona entienden que este lugar es dinámico, que los ríos
se desplazan y cambian, pero la crisis ya afectaba esa “predictibilidad”,
explica Nolte. Allí, el río funciona como una enorme autovía por
donde las personas comercializan, se mueven al trabajo, al hospital
o a las escuelas. Sin agua, los habitantes llegaron a plantearse
si tendrían que dejar sus hogares. “Los afluentes más pequeños eran
intransitables, la gente que hacía servicios de transporte ya no
quería intentar. Si alguien se enfermaba, no podía ser trasladado
a un hospital”, dice.


La Fundación Bertha lucha por un mundo más justo.
Apoyamos a activistas , narradores y abogados que trabajan para
lograr la justicia social y económica y los derechos humanos para
todos.
Según un informe de Unicef publicado en noviembre
de 2024, la sequía en la Amazonía dejó sin comida, agua y educación
a 420.000 niños de Perú, Brasil y Colombia. Además, la cuenca del
río Amazonas -el territorio drenado por el río y sus afluentes que
se distribuye en Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela-
experimentó niveles históricamente bajos en los cuerpos de agua,
afectando el transporte fluvial, el acceso a alimentos, servicios
y medicinas para más de 47 millones de personas, según datos del
Boletín de Sequía en el Oeste de Sudamérica del Centro Internacional
para la Investigación del Fenómeno de El Niño (CIIFEN). Así lo muestra
la primera foto de la serie ganadora del World Press Photo de Nolte.
En ella se ve a un joven que lleva comida a su madre, quien lo espera
en Manacapuru. Para ello, tenía que caminar dos kilómetros por donde
antes navegaba. El fotógrafo describe la escena, a través de otra
imagen aérea en la que se ven los trazos que dejaron los barcos
que intentaban avanzar, como “un territorio que parece que tiene
cicatrices”. También se observan viviendas que antes eran casas
flotantes y estaban encalladas. Después de que Nolte hicera sus
fotografías, las lluvias devolvieron al río su agua. “Ahora, de
hecho, está en momento de inundación”, asegura.

El fotógrafo peruano-mexicano Musuk Nolte.
Pero para él, lo interesante del premio es la proyección
que le da a sus historias, en este caso al impacto del cambio climático.
“Me ha interesado buscar puntos extremos donde uno puede señalar
o evidenciar lo que va a suceder pronto. Algo que ya está sucediendo,
pero que va a suceder cada vez más”, dice. Dentro del proyecto Geografía
del agua, Nolte también ha retratado la crisis del acceso al agua
en Lima, una ciudad costera, durante la pandemia, la sequía en el
Lago Titicaca en la región sur de Puno (3.812 metros sobre el nivel
del mar), las inundaciones en la región amazónica de Ucayali, y
un derrame de petróleo en el mar peruano, un proyecto con el que
también ganó el World Press Photo en 2023. “El agua es lo que conecta
los territorios”, explica. “En el colegio se aprende el ciclo del
agua: que se evapora en el mar, se convierte en hielo en los nevados,
el sol lo derrite y cae por los valles y vuelve al mar. Esa idea
no es algo que en la práctica entendamos del todo, cuando abrimos
el caño y hay agua ahí”.

Fatma Hassona, una fotoperiodista palestina de 25
años, murió junto a su familia tras un bombardeo israelí en el norte
de Gaza. Su historia, capturada en el documental Put Your Soul on
Your Hand and Walk, había sido seleccionada para el Festival de
Cannes un día antes del ataque. Además, la directora, Sepideh Farsi,
confirmó que Hassona, figura central del filme, insistió en permanecer
en Gaza pese a su invitación a Cannes. Su muerte eleva a más de
50 mil los palestinos asesinados por Israel desde octubre de 2023,
según cifras oficiales. Por otro lado, los organizadores de la Asociación
del Cine Independiente para su Difusión Cannes (ACID – Cannes) calificaron
su asesinato como un crimen contra la memoria, pues Hassona documentó
la resistencia gazatí bajo bombardeos. El tráiler del documental,
difundido postmortem, revela su mirada audaz y poética frente a
la guerra. Mientras tanto, el ejército israelí continúa con ataques
indiscriminados, como el de Khan Yunis, que mató a 34 palestinos,
incluidos diez de una misma familia. La ONU acusa a Israel de ejecutar
una campaña sistemática contra civiles y periodistas en Gaza.

Por su parte, Farsi, quien filmó a Hassona como testigo
de la vida gazatí, declaró: “Ella era mis ojos en Gaza; hoy Israel
los cegó”. El documental, ahora legado póstumo, se estrenará en
mayo como acto de denuncia global. Su fotografía y poesía, expuestas,
desafían el olvido que busca la ocupación. Asimismo, organizaciones
de derechos humanos exigen investigar este crimen como parte del
patrón israelí de ataques contra la prensa. Hassona, se ha sumado
a más de 200 periodistas asesinados por fuerzas de la ocupación
desde 2018, según la Federación Internacional de Periodistas.
18
- mayo - 2025 |
Vivian
Maier
|
23
- mayo - 2025 |
Pulitzer
|
Hay premios que se celebran por inercia, y otros que todavía logran
recordarnos por qué existen. Los Pulitzer de Fotografía 2025 pertenecen
al segundo grupo. Este año, los dos galardones más importantes del
fotoperiodismo no han premiado la espectacularidad vacía ni la estética
sin fondo. Han reconocido el valor de estar en el sitio, mirar con
intención y contar con imágenes lo que no siempre se puede escribir.
Uno de esos trabajos capturó un instante que, por segundos, pudo
cambiar la historia política de Estados Unidos: el intento de asesinato
de Donald Trump durante un mitin electoral. El otro retrata una
herida que sigue supurando lejos de los focos: la represión en la
prisión siria de Sednaya, donde el silencio pesa más que los muros.
Ambos tienen algo en común: son trabajos duros, incómodos y profundamente
necesarios. Fotografías que no buscan likes, sino memoria. Doug
Mills y Moises Saman no hacen la misma fotografía, ni trabajan con
el mismo ritmo, pero comparten algo esencial: la capacidad de contar
desde dentro. Y eso, hoy más que nunca, merece ser reconocido.

En la categoría de Breaking News Photography, el premio ha sido
para Doug Mills, fotógrafo de The New York Times y veterano de la
Casa Blanca. Su trabajo fue capturado durante el intento de asesinato
de Donald Trump durante un mitin en Pensilvania en julio de 2024.
La imagen más reproducida es una de esas que se convierten en documento
histórico por derecho propio: muestra una bala pasando a escasos
centímetros de la cabeza del expresidente. Trump, con la mandíbula
apretada y la vista fija. El disparo, congelado en pleno vuelo.
Mills no solo estuvo ahí: supo estar. Con precisión quirúrgica y
los reflejos de alguien que lleva décadas detrás de la cámara, captó
un momento que, por un segundo, pendió entre el caos y la historia.
No es solo una foto de acción. Es una imagen cargada de tensión
política, simbología y riesgo. No hay nada impostado. Solo realidad,
muy bien contada.
El Pulitzer de Feature Photography ha ido a parar a un trabajo
completamente distinto, pero igual de potente. Moises Saman, miembro
de Magnum Photos y colaborador habitual de The New Yorker, ha documentado
con una serie de imágenes en blanco y negro la prisión de Sednaya,
en Siria, y las secuelas de la represión del régimen de Bashar al-Asad.
Aquí no hay balas volando. Hay silencio. Rostros marcados. Paredes
que han oído demasiado. Las fotos de Saman no necesitan explicarse:
la atmósfera lo dice todo. Es un trabajo comprometido, lento, íntimo.
Lejos de los flashes y del ruido, pero con un peso visual que se
queda clavado en la memoria. Fotografías que no solo muestran, sino
que invitan —casi obligan— a mirar con calma lo que normalmente
pasamos por alto.

Moises Samán (Lima, 51 años) ha ganado este mayo dos
premios Pulitzer de fotografía, el galardón más importante del periodismo
mundial.
Mills y Saman no hacen el mismo tipo de fotografía, ni se mueven
en los mismos entornos. Pero sus trabajos tienen algo en común:
la capacidad de contar desde dentro. Ya sea con el obturador apretado
en mitad de un tiroteo o con el encuadre medido en una celda en
ruinas, ambos fotógrafos demuestran que el fotoperiodismo no es
solo cuestión de estar en el sitio. Es cuestión de saber mirar.
En tiempos en los que la imagen parece diluirse entre filtros, likes
y titulares que duran lo que tarda en refrescar la pantalla, premios
como estos —cuando se dan bien— sirven como recordatorio: la fotografía
sigue teniendo peso, sigue contando lo que importa y sigue siendo
una herramienta que, bien usada, no necesita explicación. Solo respeto.
Y eso, este año, ha quedado claro.

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