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10 - Junio - 2019
>>>> Destacado

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Boris Johnson parte con varios cuerpos de ventaja en la carrera de diez candidatos a la sucesión de Theresa May como líder conservadora.

Con el actual titular de la Secretaría de Exteriores, Jeremy Hunt, subiendo enteros y con el secretario de Medio Ambiente, Michael Gove, luchando por mantener vivas sus aspiraciones tras confesar que esnifó cocaína "varias veces" en sus años de periodista. Johnson contó de entrada con el respaldo de 61 diputados 'tories', frente a los 34 de Hunt y Gove, seguidos el del ex ministro del Brexit, Dominic Raab (24), el titular de Interior, Sajid Javid (19), y el de Salud, Matthew Hancock (12). Los otros cuatro aspirantes, entre ellos la ex portavoz del Gobierno ante el Parlamento, Andrea Leadsom, luchan aún por conseguir el mínimo de ocho diputados requeridos para poder participar en la primera "eliminatoria" prevista para el 13 de junio. Los dos más votados participarán al final en las elecciones internas abiertas a los 160.000 militantes conservadores. El nombre del sucesor de May y futuro inquilino de Downing Street se sabrá en el tercera semana de julio, con la soga del 31 de octubre como la nueva fecha del Brexit despuntando en el sombrío horizonte.

"Elegir a Boris Johnson o a cualquier otro partidario del Brexit 'duro' es el camino más directo hacia las elecciones anticipadas", ha advertido de antemano la secretaria de Trabajo y Pensiones Amber Rudd, en el momento de dar su respaldo a su colega Jeremy Hunt, respaldado sobre la marcha por otros dos pesos pesados del gabinete: la secretario de Defensas, Penny Mordaunt, y el secretario de Comercio Internacional, Liam Fox. Hunt fue precisamente el primero en lanzar su candidatura, con la garantía de su experiencia de este último año como secretario de Exteriores, su buena relación con la canciller Angela Merkel y la promesa de convertirse en "un primer ministro que pueda negociar con mejores opciones en su mano". Pese a su implicación en el acuerdo fallido negociado por Theresa May, Jeremy Hunt, 52 años, con su experiencia de empresario previa a la de político, goza de una credibilidad en el sector moderado del partido y ha lanzado un guiño a la dura anticipando que el 'no acuerdo' vuelve a estar sobre la mesa. Sus declaraciones a favor de restringir a la mitad (de 24 a 12 semanas) el tiempo máximo permitido para una aborto legal ha despertado sin embargo cierta inquietud entre sus correligionarias.

Presionado por el sector euroescéptico de su partido, el entonces primer ministro británico, David Cameron, resolvió convocar la consulta el 23 de junio del 2016 para que los británicos decidieran con su voto si deseaban o no abandonar la UE. Cameron necesitaba cohesionar al Partido Conservador ante el avance del euroescepticismo y del populista partido UKIP de Nigel Farage. El 51,9% de los votantes apostaron por el ‘brexit’, frente al 48,1% que votó en contra. Hubo divisiones importantes dentro del país: Inglaterra y Gales apoyaron la marcha de la UE, Escocia e Irlanda del Norte en cambio votaron la permanencia. Ahora, la sucesora que vivió años muy dificiles, Theresa May, entroncada en su voluntad de hacer resperar la voluntad de las votaciones deja el conflicto en el aire. Tres años después, ante el pelotón de fusilamiento de sus propios compañeros conservadores, Theresa May había de recordar el momento en que abrazó con ingenuidad redentora la promesa del Brexit. Cegada por la lealtad a un partido al que dedicó su vida, no entendió que su elección por descarte, cuando ninguno de sus rivales tuvo las agallas de hacerse con las riendas de una formación en proceso de descomposición por la eterna cuestión de Europa, era el primer paso hacia un fracaso inevitable. Y un empeño imposible. La dimisión de May resucita la amenaza de un Brexit salvaje, donde pierde Inglaterra y Europa.

El origen de la edificación que hoy alberga la residencia del primer ministro de Reino Unido podría cifrarse en 1732. Ésta fue entregada por el Rey George II a Robert Walpole en agradecimiento a los servicios prestados. En lugar de quedársela a título privativo, Walpole mencionó que ésta debería de convertirse en residencia del que ocupase el cargo de primer ministro, y así se mantiene en la actualidad.

Downing Street es en realidad la suma de tres espacios que en su día fueron independientes y que juntos suman más de 100 habitaciones. Las tres casas eran una mansión con vistas a St. James Park, una casa adosada y una cabaña o casa rural (cottage). Una vez cedidas por el rey Jorge II se llevó a cabo un proceso de reestructuración integral que jamás se ha culminado, dado que periódicamente debe ser reformada. Por ello, y aunque resulte extraño, la mayoría de primeros ministros que ha habido no han utilizado esta residencia, o no al menos durante la totalidad de su mandato. La residencia privada, donde el primer ministro y su familia viven y a la cual no se puede acceder está ubicada en el tercer piso.

Los euroescépticos se vuelcan en la candidatura de Boris Johnson para salvar el Brexit. El exalcalde de Londres ofrece unir al partido y al país si se hace con el liderazgo conservador. La única persona capaz de derrotar a Boris Johnson sería el propio Boris Johnson. El exalcalde de Londres presentó su campaña para liderar el Partido Conservador, arropado por los principales euroescépticos de la formación. Cualquier duda sobre su imprevisible carácter o su programa político ha quedado aparcada, ante su promesa de que el Reino Unido saldrá de la UE el 31 de octubre, con o sin acuerdo. “Después de tres años de debate y dos fechas de salida aplazadas,debemos abandonar la Unión Europea el próximo 31 de octubre”, anunció Johnson. “Un retraso sería una derrota. Un retraso significa entregar el poder a [Jeremy] Corbyn [el líder del Partido Laborista]. Una nueva patada hacia adelante de la pelota y estaremos muertos”. Era la metáfora para expresar el terror extendido entre todos los diputados conservadores de que el desastre del Brexit puede arrasar por completo el apoyo electoral del partido, en beneficio del ultranacionalista Nigel Farage, y que ese fraccionamiento del voto de derechas sería el trampolín para la victoria de los laboristas en unas elecciones.

Por eso los principales euroescépticos de la formación han decidido obviar las numerosas dudas que sigue levantando la atrabiliaria e imprevista personalidad del exalcalde de Londres y apostar por su liderazgo. “Boris Johnson nos ha convencido de que hará lo correcto. Y sabemos que, como primer ministro, haría las mismas cosas que hizo como alcalde. Porque no se sitúa a la derecha del partido, aunque sea el candidato elegido por el ala derecha. Boris es más bien lo que llamamos un One Nation (Una Nación) tory, y su posición está en la margen izquierda de la organización”, explicó Steve Baker, el número dos del Grupo de Investigaciones Europeas [la organización parlamentaria que agrupa a los euroescépticos]. Baker se ha especializado en disciplinar las filas de sus diputados y asegurar los apoyos.

Su campaña está siendo muy calculada, con apariciones mínimas ante los medios y un intento de transmitir la seriedad y el rigor que no ha tenido en los últimos años. Fue todo un golpe de efecto que la estrella invitada para presentar al candidato fuera Geoffrey Cox, el abogado general del Estado. Este brillante abogado ha sido leal hasta el último minuto a Theresa May, le ha plantado cara en las reuniones internas del Gobierno para explicarle lo que podía y no podía hacer jurídicamente, ha defendido apasionadamente el plan del Brexit de la primera ministra ante un Parlamento hostil, y, sobre todo, tiene la fama de metódico y riguroso de la que Johnson carece. “Son tiempos extraordinarios y necesitamos imaginación política y capacidad de liderazgo, en vez de respuestas burocráticas, para estar a la altura del reto”, ha dicho Cox. Johnson aparece ahora mucho más centrado y decidido a dar la batalla que hace tres años, cuando la puñalada por la espalda de su entonces aliado y hoy rival, el ministro de Medio Ambiente, Michael Gove, le llevó a retirarse de la carrera el mismo día en que tenía previsto lanzar su candidatura. Ayer se presentó como el único capaz de hacer frente a las amenazas que suponen para el Partido Conservador Nigel Farage y Jeremy Corbyn, prometió acabar con las divisiones en el partido y en el país provocadas por el Brexit, y anunció un conservadurismo con preocupaciones sociales y medioambientales. Frente a una prensa que no dejaba de preguntarle por sus errores pasados y sus meteduras de pata, no se salió del guion y recordó constantemente su exitosa etapa al frente de la alcaldía de Londres.

Brexit blando o Brexit duro, esa es la cuestión. El Gobierno de Theresa May se divide entre los partidarios de una salida suave de la Unión Europea y los que apuestan por una ruptura total.

¿Brexit suave? Se trata del plan aprobado por el Gobierno de Theresa May. También se conoce como Brexit suave o, como le llaman sus detractores, BINO (Brexit In Name Only, Brexit sólo de nombre). En definitiva podría definirse como un Brexit sin Brexit. Contempla una zona de libre comercio entre el Reino Unido y la Unión Europea e incluso establece que los ciudadanos del resto de países de la UE pueden continuar viajando libremente al territorio para estudiar o trabajar. May pretende evitar la frontera irlandesa y poner a salvo a la industria británica haciendo que Reino Unido se mantenga dentro de la unión aduanera europea. También dentro del mercado único de productos y bienes agrícolas. Así, Londres se encontraría con la kafkiana situación de que deberá seguir acatando las reglas de la Unión Europea en este sentido, pero ahora sin tener ningún poder de decisión ni poder director en Bruselas. La estrategia aprobada el pasado viernes plantea una especie de área de libre comercio de mercancías que, entre otras cosas, obligaría a Reino Unido a respetar la normativa europea, sin participar en su creación. Esto traspasa claramente las líneas rojas marcadas por el sector euroescéptico del partido. El Brexit blando se entendería por la búsqueda por parte de Londres de un vínculo con la UE similar al que tiene Noruega, que no es miembro de la Unión pero que tiene pleno acceso al mercado único europeo. A cambio, debería contribuir al presupuesto comunitario, permitir a los ciudadanos de la UE vivir y trabajar en el país y asumir una gran parte de la legislación europea. Tras las últimas dimisiones, May insiste en su propuesta. La jefa de Gobierno británico asegura que su plan sienta unas bases de negociación con Bruselas “responsables y creíbles” y que la propuesta para una futura relación comercial con la Unión Europea va en favor del “interés nacional” de Reino Unido.

¿Brexit duro? El Brexit duro, radical o limpio es que abanderan los ministros disidentes y los que todavía quedan dentro del grupo tory, los conocidos como ‘brexiteers’. Apuestan por una ruptura total con Bruselas. Se trataría de sacar al país no sólo de la UE, sino también del mercado común europeo y de la unión aduanera. La relación entre Reino Unido y los 27 Estados miembros restantes sería comparable a la actual de la UE con Canadá. Los ciudadanos europeos deberían solicitar permiso de trabajo para poder vivir y trabajar en el país, con lo que Reino Unido recuperaría el control de las fronteras y controlar la inmigración. En su carta de renuncia, Boris Johnson afirma que con el plan de May el “sueño” del Brexit “se está muriendo, ahogado por unas dudas innecesarias”. Considera que se trata de un “Brexit a medias” que convertiría a Reino Unido en una “colonia” de la UE.

El gran problema de un Brexit blando es que el Reino Unido continuaría dentro la unión aduanera europea, por lo que no podría negociar acuerdos unilaterales con terceros, mientras que si mantuviera la libre circulación de personas dentro de la Unión tendría que seguir aportando fondos, por lo que sería una salida que prácticamente no cambiaría su actual participación con la Unión Europea. La otra posibilidad, la que generaría una mayor volatilidad e incertidumbre sería un Brexit duro, ya se tendrían que negociar nuevos acuerdos sobre todo en materia de circulación de personas y mercancías. Este escenario es el más negativo para las bolsas, y el que más podría empeorar las perspectivas económicas.

Uno de los sectores más perjudicados seria la banca, ya que tendría que enfrentarse a nuevas regulaciones, con la duda sobre lo que ocurriría con el tratamiento de sus empleados no británicos. Sabadell y Santander son los que más exposición tienen en el mercado británico, por lo que en un primer momento serían los más penalizados. Es el caso de Sabadell, que cuenta con su mayor posición fuera de nuestras fronteras en Reino Unido, con el banco comercial TSB. Caso similar es el de Banco Santander, que su filial británica supone más de un 10% de sus resultados anuales. La depreciación de libra unida a nuevas regulaciones podría reducir sus beneficios en términos reales. Por otro lado, todas las empresas españolas que tengan un flujo de exportaciones e importaciones con el Reino Unido se verían gravemente perjudicadas, ya que habría que esperar a un nuevo marco comercial a partir de la salida. Además, muchas de las mercancías podrían empezar a gravarse con aranceles al no participar de mismo acuerdo comercial. Las empresas españolas con mayor exposición al mercado británico son las que mayor volatilidad podrían sufrir en el caso de que se produjera una salida sin acuerdo. Esta situación generaría grandes interrogantes sobre la viabilidad de sus negocios en un país que dejaría de ser miembro de la Unión Europea. Telefónica sigue con gran exposición a Reino Unido a través de su filial O2. A pesar de que ha intentado deshacerse de ella en dos ocasiones, continúa significando una de las mayores posiciones de la compañía de telefonía en Europa. Por último, IAG es el que más podría sufrir, ya que más del 30% de sus ingresos provienen de Gran Bretaña. Un paso atrás en materia de integración económica supone toda una incógnita para la liberta de capitales, libertad de fronteras y regulación aérea. Además del flujo constante de mercancías, el sector inmobiliario también se podría ver perjudicado en España, ya que los británicos tienen un peso muy importante tanto en el turismo hotelero, como en la compra de propiedades en zonas costeras. En España hay cerca de 300.000 británicos registrados, de los cuales 115.000 están en edad de jubilación. Muchos de ellos viven en España con la pensión de su país de origen. Las comunidades más pobladas de británicos son Andalucía, Valencia y las Islas Baleares y Canarias, con una especial concentración en Alicante y Málaga. Desde hace dos años se ha experimentado una ligera reducción de británicos a la espera de la resolución final del Brexit, lo que afectaría al mercado inmobiliario local y al turismo de zona. La incertidumbre sobre cómo sería el tratamiento de los británicos en España en el caso de que hubiera un Brexit duro podría generar la paralización de la inversión británica hasta que se creara un nuevo marco legal. Desde hace varios meses la inversión británica ha disminuido mucho en nuestro país a la espera de la decisión que tome el Parlamento británico. Podría darse el caso de que los ciudadanos británicos necesitaran de visados para viajar a España, o que los que residen aquí pasaran a estar de manera irregular.

¿Que medidas se están barajando en Bruselas en caso de Brexit duro? La UE prolongará las licencias para los transportistas británicos y los conductores de camiones hasta fines de 2019: el intercambio de mercancías en carretera, sobre todo, puede seguir efectuándose en el puerto de Dover. Gran Bretaña debe aceptar esta medida. En estos nueve meses, se negociarán nuevas regulaciones o el transporte de camiones estaría sujeto a acuerdos internacionales. Esto significa que, por ejemplo, pueden limitarse las asignaciones de licencias. La UE también quiere extender parte del acuerdo de tráfico aéreo hasta un año: por ejemplo, las aerolíneas británicas podrán volar desde su base de operaciones a un destino en la UE por el momento, pero no pueden hacer escala. Es posible volar de Londres a París, pero no de Londres a París aterrizando antes en el aeropuerto de Roma. La Comisión de la UE advierte a sus Estados miembros de que, a partir del 30 de marzo del próximo año, se exigirán controles aduaneros, veterinarios y exámenes similares para las exportaciones procedentes de Gran Bretaña como se llevan a cabo con terceros países. Se ampliarán los puntos de control y la dotación de personal, sobre todo, en Francia, Países Bajos y Bélgica, por donde circula gran parte del tráfico de mercancías británico. Además, habrá muchas horas de espera en los puntos fronterizos. Los expertos han calculado que solo un registro de dos minutos en Dover llevaría a más de 40 kilómetros de embotellamiento en la frontera. ¿Que pasa con Irlanda? La Comisión de la UE no se ha pronunciado al respecto. En principio, en el caso de un "brexit” duro, debe haber controles aduaneros y una frontera dura entre Irlanda, miembro de la UE, e Irlanda del Norte, del Reino Unido. Pero Bruselas no quiere hacer comentarios sobre este tema tan controvertido. La Comisión recomienda a los 27 Estados miembros a agilizar, sin obstáculos burocráticos, el derecho a residencia y el acceso a las prestaciones de la seguridad de los ciudadanos británicos. Sin embargo, la competencia jurídica recae en cada uno de los países. Ya hay quejas en Holanda y Francia al respecto. El acceso a la UE para el mercado financiero del Reino Unido, conocido como "passaporting", finaliza el 30 de marzo del próximo año. "Esto será extremadamente perjudicial para la ciudad", afirma la Comisión de la UE. Se hace una excepción con la compensación de derivados. Esta puede continuar durante un año más, principalmente porque los proveedores de servicios financieros europeos no pueden aún asumir el volumen existente.

En total, se trata de 14 medidas de emergencia. Sólo son válidas para la lista de actividades enumeradas. Todos los demás sectores económicos, la cooperación policial y en tema de seguridad con las agencias de inteligencia, el intercambio científico y mucho más no se verán afectados. La UE presupone que el Reino Unido pagará sus deudas, que cumplirá con las obligaciones contractuales que se han ido acumulando hasta ahora. Si fuese necesario, la UE obligaría a Gran Bretaña a hacerlo por la vía judicial.

El caso de Gibraltar es único. Hay referencias explícitas en la Comunicación y en los corrillos de funcionarios y expertos a que lo vale para todo Reino Unido no se aplicará en ningún caso a la Roca. Las razones son dos. La primera, que a partir de abril deja de aplicarse a Reino Unido y por tanto al Peñón el derecho comunitario, primario y secundario. La segunda, que los planes de contingencia son para evitar catástrofes y un perjuicio económico serio a la UE, y nada de eso aplica a Gibraltar. Puede ser un drama para la zona del Campo, pero no para el conjunto de los 27. Así, el territorio, que ayer fue obligado por la Comisión a recuperar hasta 100 millones de euros en impuestos no pagados por empresas beneficiarias de ayudas ilegales en su sistema fiscal, quedaría todavía más aislado, en situación crítica y en algunos temas prácticamente en un limbo a su suerte. Todo pendiente de la buena relación con España para los intercambios mínimos diarios y para el reconocimiento de los derechos de trabajadores y el paso demercancías por tierra. Dado que sin acuerdo, tampoco vale ni el Protocolo establecido ni los cinco memorandos de entendimiento bilaterales ya firmados.

En el peor escenario, los aviones británicos no podrían cruzar el espacio aéreo comunitario ni viceversa. Los bienes y servicios colapsarían las fronteras o las empresas financieras dejarían de poder operar recíprocamente. La situación es tan dantesca que se requieren planes de emergencia para que, en la medida de lo posible, se mitigue todo ese caos.

En 1955, un grupo de políticos y ministros de diversos gobiernos se reunió en Mesina, Sicilia, para hablar del futuro de Europa. El debate se centró en cómo procurar al continente paz y prosperidad en lugar de la guerra y el derramamiento de sangre que habían sembrado el pánico en su suelo dos veces durante la primera mitad del siglo. Las deliberaciones no impresionaron al representante británico, que abandonó la conferencia afirmando: “De aquí no va a salir nada, y si sale, no funcionará. Y si funciona, será un desastre”. Es posible que la anécdota sea apócrifa, pero para muchos socios europeos el comentario resumía la actitud británica hacia la embrionaria Comunidad Económica Europea (CEE), nacida en 1957, y la evolución del proyecto europeo desde entonces. La percepción de gran parte de Europa continental es que, desde 1955 hasta la actualidad, Reino Unido ha sido una grieta escéptica y eurófoba en un continente más unido y progresista. Para los que opinan así, el referéndum convocado por el entonces primer ministro, David Cameron, en Reino Unido, pone en peligro todo el futuro de la Unión Europea, y es una prueba más de que los británicos son, sencillamente, “malos europeos”.

Reino Unido es el único miembro de la Unión Europea que nunca ha sufrido una invasión ni ha sido ocupado. El Partido Liberal Demócrata es el único de los tres principales partidos nacionales de Reino Unido que está, como lo ha estado siempre, decididamente a favor de la pertenencia a la UE. En este caso el problema es que el partido quedó prácticamente aniquilado en las elecciones generales de mayo de 2015. De ser un socio de los conservadores en el gobierno de coalición ha pasado a tener solo ocho escaños de los 650 de la Cámara de los Comunes. Es posible que el partido resucite y que algún día vuelva a ser una fuerza significativa en la política de Reino Unido, pero ese momento no ha llegado todavía, y en la campaña del referéndum apenas se oirá la voz de los liberal-demócratas.

El último referéndum de Reino Unido sobre la cuestión de la pertenencia a la CEE se celebró hace 41 años, en 1975. En esa ocasión, el resultado fue una clara victoria de los partidarios del “sí”, pero esta vez el margen (por ambas partes) será mucho más estrecho. En 1975, los partidos políticos, los sindicatos, los líderes empresariales y la prensa nacional respaldaron el voto a favor de forma mayoritaria. Incluso Thatcher hizo activamente campaña por el ”sí”. Ahora, no es el caso. Las opiniones están mucho más divididas. Desde 1975, Reino Unido es mucho más diverso culturalmente y más cosmopolita que nunca. En ciudades como Leicester, la mayoría de la población es de origen asiático, y Londres es un centro financiero y empresarial mundial con una de las poblaciones más mezcladas del planeta. Sin embargo, irónicamente, la actitud de Reino Unido apenas se ha vuelto más europea.

En Reino Unido el euroescepticismo se había asociado con una élite socialmente conservadora, chovinista y provinciana. Pero los nuevos eurófobos han ampliado y diversificado su base electoral, transformando un viejo y manido debate intelectual en una causa popular. Por razones geográficas, históricas y culturales la relación de Reino Unido con Europa ha sido siempre algo problemática, especialísima en su asimetría. Los británicos han tratado de conciliar su naturaleza insular, su vocación atlántica y la proximidad geográfica con Europa con la preservación de una identidad propia que hiciera compatible la integración con sus socios europeos y el respeto a su soberanía y costumbres políticas.

Con el Parlamento británico completamente embarrado por el Brexit y con los dos principales partidos políticos en una crisis constante, muchos miran al resquebrajamiento de la política en el país cuando otros advierten sobre la otra cara del proceso de salida de Reino Unido de la UE, la más preocupante. No es otra que el estado de la economía británica una vez el país quede fuera del club comunitario. La incertidumbre que se ha generado y, sobre todo, la amenaza de salir abruptamente ha metido el miedo en el cuerpo a decenas de grandes empresas que tienen en suelo británico su sede y que temen que Reino Unido salga sin acuerdo de la UE. El cierre de la fábrica de Honda en la localidad de Swindon, situada en el suroeste de Ingalterra, para el año 2021 ha sido portada en los principales periódicos del país en los últimos días.

No es para menos. El fabricante japonés daba trabajo a 3.500 ciudadanos que ahora se verán en la calle y su clausura es un quebradero de cabeza también para las autoridades ya que esta produce actualmente unos 150.000 coches al año (aproximadamente un 10% del total de la producción de automóviles en el Reino Unido). El presidente de la compañía no lo achaca al brexit, dice que es por «la reestructuración global» de su compañía, pero en las islas británicas todos creen que el futuro incierto al que se aboca el país ha tenido mucho que ver en la decisión. Sobre todo, porque lo llevan viendo desde hace meses, desde que la partida de ajedrez que juegan Londres y Bruselas parece imposible de resolver y la sombra del no acuerdo sobrevuela sobre el proceso. La fuga de empresas que se avecina si todo acaba mal puede ser devastadora para las arcas británicas y el último gran ejemplo de todo ello vino de alguien que pocos se esperaban. James Dyson es, quizá, el espejo en el que muchos emprendedores y empresarios británicos se miran para tratar de llegar a la cima del éxito. Él, ya se encuentra en ella. El fundador de la empresa que lleva su apellido, famosa por sus aspiradoras y secadores de diseño, es el hombre más rico de todo Reino Unido (se calcula que posee una fortuna de 12.000 millones de euros) y, además, es un ferviente «brexiter» que hizo campaña en su día por la salida de Reino Unido de la UE.

Sin embargo, antes de que suceda algo tan esperado por este magnate euroescéptico como es el Brexit, Dyson ha decidido sacar su empresa de Gran Bretaña para llevársela a Singapur. Un golpe que sorprendió y que ha llamado mucho la atención. Aunque quizá la mayor amenaza de todas, y la que más puede afectar económicamente hablando es la de la compañía Airbus. La empresa advirtió que se vería forzada a redireccionar sus futuras inversiones si se produce un brexit abrupto. El gigante aeronáutico europeo dejaría de fabricar sus alas de sus aviones en la isla, donde emplea a 14 mil personas. Este caso es otra ficha más en el dominó de empresas que no quieren jugarse permanecer en el país si esto pasa. Otras temen quedarse sin representación en suelo europeo y por eso muchas están anunciando su intención de trasladar sus sedes fuera de Reino Unido. Tanto la firma japonesa Sony, cuyo destino de su cuartel general será Amsterdam (sin trasladar ni oficinas ni trabajadores) como su principal rival, Panasonic harán lo mismo sobre todo debido a los problemas fiscales potencialmente creados por el Brexit. También otra histórica marca cuyos planes han cambiado por la incertidumbre provocada por el bloque político en Westminster es la histórica empresa de transbordadores de canales P&O. A principios de mes anunciaban que también se suman al carro de los que se marchan del país. A partir de ahora, su flota se volverá a registrar bajo la bandera chipriota. Las primeras que anunciaron su intención de mover su sede y oficina fuera de Reino Unido fueron las principales financieras, que buscan acomodo en Europa para no perder negocio. Dublín dio un golpe de mano en este aspecto con la confirmación por parte de dos gigantes como Barclays o Bank of America de que instalarán su sede europea en la capital irlandesa. También el banco de inversiones JP Morgan espera trasladar más puesto de trabajo intermedios y administrativos allí desde donde pretende realizar la gestión de riesgos y el procesamiento del negocio entre otras actividades.

¿Cual será el escenario dentro de unos años?

Si hay algo que celebrar, después de todo, es que esta decisión se tomará en Reino Unido, cuna del parlamentarismo moderno, meca del liberalismo político. Para Cameron una derrota en el referéndum supondría un final amargo a una carrera política caracterizada por la eterna supervivencia. Pero la casi segura irreversibilidad de esa derrota condenaría a toda una generación de británicos a soñar en pequeño. Hamlet, acto tercero, escena primera: “Ser o no ser, esa es la cuestión”. Hoy la pregunta es: Great Britain or Little England ? Pronto lo sabremos.

«Cuando los nazis sobrevolaron los blancos acantilados de Dover, Gran Bretaña les combatió con valor, sin más compañía que bastantes pilotos de Europa del Este, Canadá, África y el Caribe. Cuando penetramos los secretos de la máquina de codificación Enigma de los nazis no necesitamos más que la ingenuidad británica y que unos espías polacos robaran una de esas maquinas. Estuvimos solos antes. Podemos hacerlo de nuevo ¿no lo creen?» Ésta es la conclusión del libro «La historia del Brexit», recientemente publicado en el Reino Unido en la colección Ladybird. Éste era el nombre de una editorial que publicaba libros educativos para niños, de tapa dura y formato reducido: 11,5 x 18 cms y 56 páginas -un número total de páginas casi inalterable- en las que se alternan una de texto con una de preciosistas ilustraciones de lo narrado en la página opuesta. La editorial nació en 1914 y marcó a generaciones de británicos, explicando los elementos de la vida y la sociedad. Desde la organización en una colmena de abejas hasta el funcionamiento de una fábrica de automóviles. Generaciones y generaciones de británicos, y de admiradores de esa cultura, educaron a sus hijos con esos libros que se daban para lectura en casa, en los ratos de esparcimiento.

«Como a muchos de sus amigos, a Iggy no le interesaba mucho la política federal europea. Él no sabía si votar por la salida o por la permanencia. Él esperaba que hubiese una tercera opción para echar al primer ministro de una patada por la ventana. A él le hubiera encantado apostar por esa opción (…) El primer ministro organizó el referendo porque estaba seguro de que todo el mundo querría que las cosas se quedasen exactamente como estaban. Pero resultó que no todo el mundo estaba disfrutando tanto como el primer ministro. Así que el primer ministro salió corriendo». Como resumen de la historia del Brexit, no está mal. Pero afirmaciones como esa se dan después de explicar que los británicos son los únicos que tienen lo que hay que tener. «Gran Bretaña es una isla orgullosa. Durante siglos estuvimos solos. Ahora volvemos a estarlo. Otros países, como Croacia y España, necesitan ser parte de Europa, porque ellos, claramente, son cobardes. Pero nuestro país es especial y otros países se están poniendo a la cola para conseguir lo que tenemos para ofrecer, ya sea la música de Sting o cualquiera de nuestros quesos. Éste es el futuro».

«Evelyn hace mucha miel. La miel se vende en todo el mundo. La miel británica es muy popular. El Brexit ha facilitado mucho el trabajo de Evelyn. Puede poner lo que quiera a su miel y vendérselo a quienquiera que le plazca. Sin la miel de Evelyn, la economía británica colapsaría». Y la pregunta es si el Brexit permite que Evelyn venda en el mundo entero su miel ¿para qué necesitan los británicos un acuerdo? ¿Por qué no intentan venderla directamente en España, Alemania, Bulgaria, Dinamarca e… Irlanda?

Cientos de miles de británicos tuvieron una infancia marcada por estos libros y miles lo habrán comprado. Un libro que también acusa a amplios sectores británicos, como cuando explica que «Diggory vive en Islington. Es un Parliamentary Private Secretary en el Departamento para la Salida de la Unión Europea. Ha dedicado los dos últimos años a cumplir con la voluntad del pueblo. No es la voluntad de nadie que él conozca, así que no ha hecho mucho por ponerla en práctica. “Alguien lo resolverá” se dice. “Lo hacen habitualmente”». Pero la mayor certeza de que, en contra de lo que dicen los apóstoles del Brexit, nosotros apostamos por la Europa de las libertades, de todas las libertades, es que la editorial que publica este libro que empieza con una diatriba contra España y Croacia y termina con otra contra Alemania, Penguin Random House UK, es propiedad de una casa editorial alemana: Bertelsmann. El libro de marras, en la libreria relacionada de este artículo.

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