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12 - Julio - 2019
>>>> Clave de Fa > Fender

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La Fender Telecaster es una guitarra eléctrica de cuerpo macizo mundialmente conocida, llamada "la tabla" en sus comienzos. Se caracteriza por la simplicidad en su diseño y por el sonido que se obtiene de sus dos pastillas de bobinado simple o single coil, que aparecen en la inmensa mayoría de sus modelos.

¿Se enfrenta la guitarra a su extinción?

Aparecieron posteriormente en otras guitarras las de bobinado doble o humbuckers. Dicho sonido se considera especialmente adecuado para la guitarra rítmica, aunque se utiliza igualmente en el soft rock, en el rock de los 60 o en el punk, también muy utilizada en el math rock y la new wave; pero sobre todo es la guitarra eléctrica por excelencia para la música country.

En 1950 Leo Fender creó una guitarra eléctrica de cuerpo macizo llamada Esquire, con el mismo diseño que posteriormente tendría la Telecaster, pero con una sola pastilla simple en la posición del puente. Sin embargo, la Esquire ya incorporaba la cavidad para una pastilla suplementaria. Fender empleaba el mismo cuerpo para ambos modelos.

En 1951, decidió crear una nueva versión de dos pastillas: en un principio se llamaría Broadcaster en honor a las emisoras de radio, por entonces el mayor medio de difusión de la música. Pero por problemas de patente con Gretsch, que comercializaba una batería llamada Broadkaster, en 1952 el nombre fue modificado finalmente por el de Telecaster, esta vez en honor a la cada vez más popular televisión. El cuerpo de la Telecaster se suele construir en fresno. El mástil es de arce o palorrosa y va atornillado al cuerpo de la guitarra, en lugar de ir encolado tal y como se hacía tradicionalmente hasta entonces. Al no existir un diapasón como pieza separada del mástil, no podía llevar inserta un alma de acero que estabilizara éste; en su lugar se incrustó en el envés del mástil una tira de madera.

La intención inicial de este diseño era crear una guitarra de producción relativamente barata, ensamblaje fácil y sencilla a la hora de realizar mejoras o reparaciones. Pero también le presta ciertas cualidades únicas en el timbre. Éste es agudo y pleno en armónicos, con muy buena definición en los acordes, y muy percusivo, algo de lo que se beneficiaron muchos guitarristas de country y pioneros del rock 'n' roll como James Burton, que popularizó la técnica del chicken picking en este instrumento. Su sonido característico viene dado en gran parte por su diseño, el timbre de la madera y las selletas del puente, que puede ser de acero o de latón o una combinación de ambos materiales. Este elemento y la pastilla que lo acompaña salen de fábrica con una pieza a modo de tapa que los guitarristas suelen retirar por considerarlo incómodo y que recibe el mote de «cenicero», lo que da idea de su uso alternativo. El sonido al rasguear se define como «twang», acampanado y rico, y es el modelo preferido por numerosos guitarristas rítmicos. Una buena definición de la Telecaster es: «un tablón, un bate de béisbol, seis cuerdas y los tornillos necesarios para que todo se mantenga unido», lo que da idea de la sencillez de este modelo, lo que unido a su inconfundible sonido la ha convertido en una guitarra mítica. Sin embargo, esta radical ruptura con la tradición de la luthiería clásica le valió en un principio no pocas comparaciones despectivas, desde la de un remo de canoa a la de una pala quitanieves.

A lo largo de su evolución, la Telecaster sólo ha experimentado pequeños cambios en su diseño. Durante la década de los 50 afectó sobre todo a los tintes del acabado y a la sustitución del golpeador original de baquelita negra por otro de plástico blanco en 1954. Un nuevo modelo Custom, en 1958, incorporó también un diapasón de palisandro y aumentó de cinco hasta ocho el número de tornillos que sujetaban el golpeador.

Las pastillas fueron también levemente modificadas a partir de 1954 —a pesar de que las originales tenían una excelente calidad de sonido, y son muy apreciadas por los puristas—, introduciendo unos captores de nivel variable con un sonido más agudo. A finales de los 60 se presentaron dos modelos Thinline o de cuerpo semi macizo, similar en concepto al de la Gibson ES-335. En 1972 se introdujeron los modelos Deluxe con pastillas de bobinado doble o humbuckers, y controles similares a los de una Gibson Les Paul. Clarence White, guitarrista de The Byrds, y Gene Parsons inspiraron el diseño de un mecanismo, el B-bender, que permitía subir la afinación de la segunda cuerda, acercando el timbre de la guitarra al de un lap steel, muy apropiado para el country. Sin embargo, el elemento que más modificaciones ha sufrido a lo largo de la existencia de la Telecaster ha sido el clavijero, protegido por una patente exclusiva de Fender, y cuyo particular diseño sirve de hecho, junto con el estilo y la tipografía del logotipo que en él aparece, para "datar" el instrumento. En especial, los modelos producidos entre 1968 y 1995 se identifican por el conocido como "logo CBS" —característicos por el diseño en negro con una tira dorada, no porque aparezcan las siglas de esa compañía—: En 1965, Leo Fender vendió su empresa a la multinacional Columbia Broadcasting System y, aunque permaneció un tiempo como consultor, la abandonó definitivamente en 1968, fecha en la que la calidad de los instrumentos experimentó un progresivo declive.

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La segunda empresa de luthiers más antigua del mundo, la casa Manuel Rodríguez (la más antigua es Ramírez), se enfrenta a un futuro incierto después de más de un siglo de historia.

El bisabuelo de Manuel Rodríguez III era un gitano que tenía un grupo flamenco ambulante que llegó a actuar para el Zar de Rusia alrededor de 1880. Su hijo, Manuel Rodriguez I, fue quien creó la empresa familiar en 1905 tras trabajar un tiempo para la casa Ramírez (fundada en 1882). En los años cincuenta se mudó a Los Angeles, donde triunfó fabricando guitarras para Hollywood, y en 1973 volvió a España. Andrés Segovia, Eric Clapton, Paco de Lucía, Santana, Sting y muchas otras leyendas de la música han tocado sus guitarras.

Hace tres años, la voluntad de engrandecer la empresa familiar llevó a su responsable actual Manuel Rodríguez III a dar entrada en la misma a un grupo inversor, «siempre bajo la premisa de que sería yo quien continuara ocupándome del diseño, y sobre todo, del control de la calidad de fabricación de las guitarras para que éstas siempre tuvieran nuestro sello inconfundible», explica el luthier. Esta asociación, sin embargo, «no ha funcionado tan bien como todos deseábamos y con el transcurso del tiempo se han venido generando graves discrepancias entre nosotros, hasta el extremo de que la sociedad Guitarras Manuel Rodríguez & Sons S.A. va a desaparecer como tal, siendo absorbida por la sociedad Grupo Sostenible S.A., habiéndose producido además mi total desvinculación de la empresa». Así, Manuel Rodríguez III considera que su negocio familiar «ha sido usurpado», pero desde Grupo Sostenible aseguran que su despido se debe a que «ha realizado actuaciones al margen de la nueva estrategia empresarial», y a su voluntad de mantener «una actitud de ruptura». El conflicto entre ambas partes es muy complejo y tendrá que resolverse en los tribunales, pero según Manuel Rodríguez III hay un telón de fondo que no se puede obviar: el ocaso del mercado de guitarras. «Antes facturábamos cuatro millones de euros y ahora facturamos menos de uno», asegura.

Eric Clapton en 1968.

Lo mismo ocurre en el mercado de guitarras eléctricas. Los ingresos de marcas líderes como Fender o Gibson (tendrá que hacer frente al pago de una deuda total de 375 millones de dólares en los próximos meses, o se podría ver abocada a la quiebra según informa el Nashville Post) caen en picado y la calidad media de los instrumentos no hace más que bajar para abaratar costes e intentar así competir con otras modalidades de entretenimiento. «La guitarra ha dejado de ser algo nuevo y fascinante para los jóvenes» decía Paul McCartney al referirse a los estilos de música que reinan en la actualidad. «Desde que Jimi Hendrix nos voló la cabeza todas las generaciones han tenido algún guitar-hero, pero la actual no», argumenta el ex Beatle. Y es que si hubiera un guitar-hero actual, «ese sería Taylor Swift, la guitarrista más influyente de la década», como ironizaba el resignado CEO de Fender, Andy Mooney, en una reportaje del Washington Post. ¿Cuál fue el último pico de popularidad de la guitarra antes de comenzar su lento declive? Según Dan Auerbach, de los Black Keys, fue en los noventa. «Nirvana era algo enorme y todo el mundo quería una guitarra para ser como ellos. El interés de los chavales tiene mucho que ver con lo que ven en el Top20», afirmaba en una reciente entrevista. Lo mismo piensa un veterano de la escena nacional y gran conocedor de la historia del instrumento como Fernando Pardo (guitarrista de Corizonas, Sex Museum y Los Coronas). «Fue cuando la música electrónica y el hip hop fueron definitivamente aceptados a todos los niveles. La formación clásica del rock de guitarra, bajo y batería empezó a dejar de ser el estándar. Y desde entonces cada nueva revitalización del rock está más lejos de la masa». La relevancia de la guitarra eléctrica también está en declive si atendemos a las listas de éxitos, «porque el rock ha dejado de tener el peso y la influencia que tuvo, y con él la guitarra, su instrumento distintivo», señala Pardo, que cree que «antes de 2020 habrán desaparecido la mayoría de las marcas grandes e intermedias que dominaron el mercado».

¿Cual es el futuro?

El luthier Manuel Rodríguez III ya tiene planes para un nuevo proyecto empresarial, y parece haberse rendido a la evidencia de que «los chavales ya sólo quieren hacer música con ordenadores, que es mucho más fácil que dedicar años a aprender a un instrumento. El mundo digital se lo está cargando todo, por eso llevamos ya varios años en los que el sector no hace más que menguar». Rodríguez cree que la única solución es intentar «acercar las nuevas tecnologías a la guitarra», pero no tiene demasiadas esperanzas depositadas en esa posible transición porque «no hay que dejar de estudiarla, de sacrificar muchas horas para aprender, y eso a la generación del instant joy (“placer inmediato”) no le gusta». «La guitarra es un instrumento bastante complicado de tocar, que necesita mucha dedicación durante muchos años y en estos tiempos ya no compensa dedicarle tanto tiempo al aprendizaje de nada», añade Fernando Pardo. «Ahora todo tiene que ser más inmediato, se busca algo que puedas comprar en internet sentado en el sofá de tu casa, que llegue a casa en dos días, y que al sacar de la caja pueda empezar a sonar bien. Conseguir eso con la guitarra es muy difícil. Eso aleja a las nuevas generaciones de algo que está a mitad de camino entre el arte y el deporte, que necesita que algunos músculos del cuerpo funcionen como los de un gimnasta de élite y exige repeticiones constantes para conseguir un nivel aceptable». El músico madrileño cree además que el género guitarrero por excelencia, el rock, no podrá adaptarse porque está dominado por la cultura retro y la nostalgia. «Las guitarras son ya un producto para adultos que en su momento no pudieron tener una, por eso los modelos más consumidos son los mismos que hace 30 o 40 años, todo se ha estancado y no se mueve. El rock no avanza porque los adultos nos hemos hecho con él, y tiene que ocurrir algo revolucionario o nuestra generación se lo llevará a la tumba. Mientras tanto, todo alrededor sigue su ritmo inexorable». Algunas tiendas de guitarras consultadas, como Leturiaga (abierta en Madrid desde 1964), coinciden con parte del análisis de Pardo. «Los guitarristas profesionales tienen mucho menos dinero ahora que en los noventa, y por eso se venden menos instrumentos de calidad y se abaratan costes»; cuenta uno de sus responsables. «Pero en cuanto a cifras, estamos compensando eso con un mayor número de ventas de guitarras para amateurs. De eso sí que hay más que en los noventa, hay más que nunca». Lamentablemente, esos amateurs suelen abandonar pronto el aprendizaje y por eso sólo se mantiene a flote la venta de guitarras de baja calidad.

Leturiaga, desde 1963.

Al Di Meola, que por supuesto conoce las Manuel Rodríguez dice: «Que una marca como esa esté en riesgo de desaparecer es de esas noticias que dan miedo», se lamenta el virtuoso artista. «Es uno de esos efectos indeseables de la modernidad, que avanza sin preocuparse lo más mínimo por el cuidado del patrimonio cultural, y entiendo que sea imparable, porque es cierto que los jóvenes parecen estar atentos sólo a la música que se crea con ordenadores. Dentro de unos años se arrepentirán, porque esa música jamás tendrá la profundidad emocional que tiene un instrumento tocado por un ser humano, y por tanto llegará un momento en el que deje de interesarles. No creo que los fans del trap sigan escuchándolo cuando tengan cincuenta años».

Menos pesimista es el guitarrista catalán Refree, que opina que «la pulsión creativa está en un momento tremendo» en la juventud. «Hay mucha gente joven con una visión artística muy radical, y a mí me da igual las herramientas que utilicen, la verdad. Lo importante es ver que las generaciones que vienen detrás tienen ideas y saben cómo desarrollarlas. Dicho esto, por supuesto que es una lástima que una institución como Luthier Manuel Rodríguez esté pasando estos apuros. Deseo que consigan remontar». La guitarra flamenca quizá tenga un futuro algo más prometedor con sus jóvenes. Josemi Carmona, que está en permanente contacto con las nuevas generaciones de tocaores, asegura que «el nivel es buenísimo incluso entre los estudiantes más pequeños», y Juan Habichuela Nieto, que tiene varias guitarras Manuel Rodríguez, ve lo mismo a su alrededor. «Cada vez hay más y mejores guitarristas. Veo muchos adolescentes con mucha ilusión y muchas ganas de tocar la guitarra, y no de cualquier manera. De tocarla bien». Quizá el flamenco sea un caso aparte dentro del mercado global de guitarras, pero la presunta usurpación de la casa Manuel Rodríguez les ha encogido el corazón a los dos. «Ojalá las aguas vuelvan a su cauce y los Rodríguez sigan regalándonos ese arte que tienen fabricando guitarras. Mi corazón y mi admiración está con ellos», dice Habichuela. «Me parece una noticia terrible», opina Josemi. «La fabricación de guitarras tiene mucho arte y pasión, tiene que ser una cosa tradicional, artesanal y familiar. No podemos perder eso. Si no fuera guitarrista, lo que más me gustaría ser es guitarrero».

Juan Habichuela, fallecido en 2016.

Los orígenes y evolución de la guitarra y su familia no están demasiado claros, ya que numerosos instrumentos similares eran utilizados en la antigüedad, por lo que es usual seguir la trayectoria de este instrumento a través de las representaciones pictóricas y escultóricas encontradas a lo largo de la historia. Existen evidencias arqueológicas en bajorrelieves encontrados en Alaça Hüyük (norte de la actual Turquía) de que en torno al año 1000 a. C. los hititas y asirios crearon instrumentos de cuerda parecidos a la lira (el instrumento de varias cuerdas más sencillo y antiguo del mundo) pero con el agregado de una caja de resonancia, por lo que serían antecesores de la guitarra. También se han encontrado representaciones en dibujos del antiguo Egipto que se asemejan a la guitarra. Existen varias hipótesis acerca de sus orígenes. Una de ellas le da un origen grecolatino y afirma que es un descendiente de la fidícula. Otra de las más populares considera que la guitarra es un instrumento introducido por los árabes durante la conquista musulmana de la península ibérica y que posteriormente evolucionó en España.

A lo largo de los años derivó en multiples versiones. El laúd, el sitar, la guitarra morisca o las cítaras. En el siglo XVI comienzan a realizarse numerosas composiciones para guitarra. Esta gran producción tiene como centro a España. La primera obra conocida para guitarra de cuatro órdenes aparece en la obra Tres libros de música en cifra para vihuela, publicada en 1546 por Alonso Mudarra en Sevilla. En esa época era habitual confundir los nombres de estos instrumentos, y fue a finales de siglo cuando comenzaron a diferenciarse. La guitarra fue utilizada principalmente como instrumento de acompañamiento y principalmente con la técnica del rasgueado. Iniciado el siglo XVIII Jacob Otto agrega la sexta cuerda a la guitarra y se estandariza la afinación moderna, el cambio más significativo sufrido por este instrumento. A mediados del siglo XIX la historia de la guitarra moderna alcanza un gran apogeo con el español Francisco Tárrega, creador de la escuela moderna y autor del cambio en el uso del posicionamiento de las manos y la manera de pulsar las cuerdas.

A la hora de afinar la guitarra, existen mnemotécnicas que facilitan el recuerdo de qué nota es la que suena al aire en cada cuerda de la guitarra. Tres de ellas son las siguientes frases (comenzando por la cuerda más grave, la sexta):

«Miranda, la reina, solía silbar» (para las cinco cuerdas más graves).

«Mientras Laura regaba, Soledad simplemente miraba» (para las seis cuerdas).

«Mira la restauración solar sin mí» (de igual manera para las seis cuerdas).

Podriamos seguir y seguir, en un mundo en el que las guitarras en todas sus versiones han acompañado a la humanidad a los largo de los años. Aquel zurdo con turbante tocando el sitar en el siglo XVIII jamás imaginó las bellas melodías de los rockeros actuales. O tal vez si.

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