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20 - Junio - 2019
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“Los tutsis no merecen vivir. Hay que matarlos. A las mujeres preñadas hay que cortarlas en pedazos y abrirles el vientre para arrancarles el bebé. Las tumbas están solo a medio llenar”, estos fueron algunos de los mensajes de odio emitidos la noche del 7 de abril de 1994 por la oficial Radio Televisión Libre de las Mil Colinas, de Ruanda.

El detonante ocurrió el día previo cuando dos misiles derribaron en la capital Kigali el avión con el presidente ruandés, el general hutu Juvenal Habyarimana, que gobernaba desde 1973. También murió en el atentado su homólogo de Burundi, Ciprian Ntayamira. La autoría fue atribuida a grupos rebeldes tutsis. El diario oficial Kamarampak, de la etnia hutu, no se quedó atrás y exhortaba una “labor de patria” con el exterminio de los tutsis.

Desde ese día desaparecieron las familias, los amigos, los vecinos. Las calles de Kigali se llenaban de cuerpos mutilados o acribillados de hombres, mujeres, niños, bebés y ancianos. Esa noche fueron asesinados la primera ministra ruandesa Agathe Uwlingiyimana, sus guardias y diez soldados belgas de las fuerzas de seguridad de las Naciones Unidas. La violencia se disparó en el país africano y obligó a la rápida salida de los cascos azules de la ONU.

Los hutus comenzaron una matanza desenfrenada de tutsis que duró cien días y que cobró más de 800.000 vidas. Los medios de comunicación estatales llamaban “cucarachas” a los tutsis, el 14% de la población en 1994. Su diferencia con los hutus radicaba en que tenían unos centímetros más de estatura.

Esta rivalidad étnica comenzó con los colonizadores de Bélgica, quienes identificaron a los habitantes y clasificaron a los tutsis como superiores al resto de etnias en Ruanda y les entregaron el poder hasta que el país se independizó en 1961. En las elecciones los tutsis fueron desplazados de los cargos por la mayoría hutu, que era la clase pobre y menospreciada. El café y el cacao eran las principales fuentes de divisas de Ruanda, pero la inflación y la corrupción mermaron la credibilidad de la administración de los tutsis, quienes ante este descontento comenzaron a emigrar hacia los países vecinos.

En 1972, la masacre de miles de hutus en Burundi provocó el éxodo de cientos de refugiados de esta etnia que llegaron a Ruanda, mientras que los tutsis huyeron a Uganda y crearon en 1988 el Frente Patriótico de Ruanda (FPR). En 1990, este grupo armado lanzó el mayor ataque a Ruanda desde Uganda. Los tutsis que vivían en Ruanda fueron tratados como traidores y cómplices. En agosto de 1993, el presidente Habyarimana y el FPR, encabezado por Paul Kagame, firmaron un acuerdo de paz para aliviar la tensión entre los dos grupos étnicos, pero los extremistas hutus rechazaban el pacto. Las Naciones Unidas fue criticada por la comunidad internacional por no actuar con rapidez para frenar el exterminio ruandés, ya que la mirada de Occidente estaba en la guerra civil en los Balcanes (Europa). En el 2014, el entonces secretario de la ONU, Ban Ki-moon, reconoció en el vigésimo aniversario del genocidio, que las Naciones Unidas “pudieron” y “debieron” haber hecho “mucho más” en Ruanda. El 22 de junio de 1994, el Consejo de Seguridad de la ONU autorizó a Francia enviar una misión humanitaria, denominada Operación Turquesa, que salvó a cientos de civiles en el suroeste de Ruanda. Pero, el conflicto ya se había expandido hasta la República Democrática del Congo y Burundi.

Rwanda: deshumanización y genocidio.

La guerra terminó oficialmente el 15 de julio de ese año, cuando el FPR tomó el control de Kigali. Se estableció un gobierno que estuvo liderado por un presidente hutu, Pasteur Bizimungu, y un vicepresidente tutsi, Kagame (líder del FPR), quien desde el 2000 se mantiene en el poder.

Sobre este genocidio existen películas como Hotel Rwanda (2004), Disparando a perros (2005), Sometimes in April (2005), Flores de Ruanda (2008), 100 Days (2001), Shake Hands with the Devil: The Journey of Roméo Dallaire (2004), El día que Dios se fue de viaje (2009), Los 100 días que no conmovieron al mundo (2009), Los pájaros cantan en Kigali (2017), entre otros. Hasta 2012, casi dos millones de personas fueron juzgadas por los tribunales denominados Gacaca, establecidos en el 2001 por la Comisión de Unidad Nacional y Reconciliación de Ruanda, para castigar este genocidio que marcó la historia del mundo.

Pásate por Intro >> Resumen temático.

Ruanda, cuyo nombre oficial es República de Ruanda (en kiñaruanda, Repubulika y'u Rwanda; en inglés, Republic of Rwanda; en francés, République du Rwanda), es un país de África Oriental sin salida al mar. Limita con Uganda, Burundi, la República Democrática del Congo y Tanzania. Es un pequeño país ubicado en la región de los Grandes Lagos de África; conocido como las "nieblas de África", también por su fauna salvaje, principalmente por sus gorilas de montaña, por sus ciudades típicas y por los parques nacionales y parajes naturales que ofrece su paisaje montañoso. Su terreno fértil y montañoso que le da el título de "Tierra de las mil colinas" (en francés, Pays des Mille Collines) debe soportar las poblaciones más densas del continente africano. Ruanda es un país de rentas bajas, que en la última década está consiguiendo las cotas de crecimiento más altas del continente. Gran parte de la población trabaja en la agricultura, principalmente de subsistencia, pero hay una creciente producción mineral y procesamiento de productos agrícolas. El turismo es actualmente la principal fuente de renta del país, y desde 2008 la minería ha sobrepasado al café y té como principal fuente de productos para exportación. Aunque es recordado aún hoy por las sangrientas guerras que lo azotaron a finales del pasado siglo, Ruanda es, dos décadas más tarde, el país más seguro del continente y el quinto a nivel mundial, según el informe Gallup 2015, el cual mide la sensación de seguridad ciudadana; según el World Economic Forum es igualmente el más seguro del continente y el noveno del mundo. Por otra parte, el Índice de Paz Global, que incluye factores como el nivel de militarización o las relaciones exteriores, coloca a Ruanda en el puesto 103° del mundo, siendo el peor dato la proporción de población encarcelada, aún muy elevado tras los juicios por el genocidio.

En un principio el territorio ruandés estaba habitado por los pigmeos de origen twa, que se dedicaban especialmente a la caza. En el siglo XI, estos recibieron a los hutus, que se establecieron de forma sedentaria y convivieron con ellos en paz. En el siglo XIV llegaron granjeros tutsis a la zona y pasaron a formar parte de una sociedad constituida por twas y hutus. En el siglo XVI los tutsis comienzan una campaña militar contra los hutus y se convierten en señores de la mayoría hutu en algo así como una sociedad de señores feudales con un rey, mwami. A finales del siglo XIX, los alemanes conquistaron el país. Tras la Primera Guerra Mundial la Sociedad de Naciones entregó el territorio a los belgas y tras la Segunda Guerra Mundial la ONU con ayuda belga pasaría a dominar el territorio. Los belgas agudizaron las diferencias de clase señalando a un tutsi con menos de diez vacas como un hutu y consecuentemente imponiéndole trabajos forzados. Hasta 1950 la educación estaba disponible solo para los tutsi.

El rey Mutara III Rudahigwa, que había gobernado durante cerca de tres decenios, murió en 1959 y los tutsi obtuvieron el poder. Esto contribuyó a una serie de rebeliones de los hutu, que demandaban igualdad de derechos, en las cuales decenas de miles de tutsi perecieron. En 1961, con el apoyo de los colonos belgas, la mayoría hutu tomó el control del gobierno, aboliendo la monarquía tutsi y declarando la república de Ruanda. La independencia de Ruanda no fue reconocida internacionalmente hasta el primero de julio de 1962, cuando Ruanda y su vecino Burundi lograron formalmente su independencia. Más de la mitad de los tutsi de Ruanda huyeron del país entre 1959 y 1964. El general Juvenal Habyarimana, de la etnia hutu, tomó el poder en un golpe de estado en 1973 en medio de otro período de conflicto étnico. Habyarimana logró triunfar en la guerra civil y permaneció como presidente; para 1978 promulgó una nueva constitución.

Habyarimana tenía un control absoluto sobre el país. Además de ser presidente del país, dirigía al partido político hegemónico y era el jefe supremo de las fuerzas armadas. Gracias a este control fue reelegido en 1983 y 1988. En octubre de 1990 ruandeses exiliados, opositores al régimen de Habyarimana, organizados en el Frente Patriótico Ruandés (FPR) y su brazo armado, el Ejército Patriótico Ruandés (APR, Armée Patriotique Rwandaise), invadieron el país con el apoyo de Uganda, iniciando una guerra civil para derrocar al régimen. Habyarimana fue flexible e inició una serie de reformas políticas que derivaron en la redacción de una nueva constitución en 1991. Pero desde 1991 el régimen de Habyarimana había incrementado la represión a la población en una guerra de baja intensidad para acabar con la oposición tutsi, utilizando el racismo como eje, e instigando y encubriendo las masacres masivas de dichas poblaciones. Los asesinatos fueron perpetrados por grupos paramilitares (principalmente los Interahamwe e Impuzamugambi, grupos originalmente organizados en el sector juvenil de los partidos políticos hutu). Los paramilitares hutu eran más de 30.000, recibieron entrenamiento militar del ejército ruandés y el apoyo/encubrimiento del régimen de Habyarimana.

En noviembre de 2016 Ruanda anunció que llevaría a cabo los esfuerzos necesarios para "investigar a fondo la responsabilidad de los funcionarios franceses con respecto al genocidio" que tuvo lugar en la década de los noventa. Este alegato enfriaba las ya de por sí tensas relaciones que París y Kigali mantienen desde hace más de dos décadas. El gobierno de Ruanda lanzó nuevas acusaciones que señalaban la participación de Francia durante la planificación y ejecución del genocidio de 1994 contra los tutsis y los hutus moderados, uno de los episodios más violentos de la región de los Grandes Lagos. En cuestión de tres meses alrededor de un millón de personas perdieron la vida a machetazos en el país de las mil colinas. La mala gestión de la crisis por parte de la ONU y de la comunidad internacional fue un escándalo en el que varios países se vieron salpicados, Francia especialmente, además de Estados Unidos, aunque este último jugó bien sus cartas y se convirtió en un buen aliado del actual presidente Paul Kagamé.

El informe que difundió entonces Ruanda es el resultado de una investigación llevada a cabo durante seis meses por el bufete de abogados Cunningham Levy Muse, con sede en Washington DC, utilizando todos los documentos e informes disponibles de manera pública. Las acusaciones de que las autoridades eran conscientes de lo que estaba pasando y, aún así, lo permitieron, no eran nuevas. En sus páginas se documenta que los funcionarios franceses tuvieron pleno conocimiento de la preparación del genocidio y no solo no hicieron nada por evitarlo, sino que armaron a los perpetradores, les apoyaron en la creación y mantenimiento de un gobierno de transición hutu y trataron de evitar que los responsables fueran llevados ante la justicia.

Si bien la muerte del presidente hutu Juvenal Habyarimana después de que su avión fuera derribado desató el genocidio, los analistas mantienen que este se habría producido igualmente. Y varias alegaciones han señalado a Kagamé, entonces general en el Frente Patriótico Ruandés (FPR), como el responsable del atentado. En 2010 la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Navi Pillay, acusaba a las fuerzas militares ruandesas de haber cometido entre 1993 y 2003 "ataques sistemáticos y generalizados que podrían constituir crímenes de genocidio" contra los hutus al este de la República Democrática del Congo.

A través de la Estación de radio "Des Mille Collines", una estación privada, se difundía impunemente la propaganda racista y genocida en contra de los tutsi. La radio en Ruanda tiene un papel central en la comunicación, ante el pobre desarrollo de los periódicos y la escasa penetración de la televisión. La Estación "Des Mille Collines" alentaba en su programación diaria a los hutu a asegurarse de que los niños tutsi también fueran asesinados y a llenar las tumbas cavadas para enterrar a los tutsi. La radio también inició una campaña en contra del FPR y de todos los partidos de oposición. El gobierno de Habyarimana introdujo nuevamente las tarjetas de identidad étnica, usadas por los belgas en los años 30. Estas tarjetas permitieron a los paramilitares elegir fácilmente a sus víctimas. Los paramilitares pronto cerraron carreteras y revisaban a cada persona que pasaba para eliminar a los tutsi. El gobierno creó además listas de personas que deberían ser asesinadas, identificando en ellas a los partidarios de la transición política, a los adversarios políticos, a aquellos involucrados en el movimiento de Derechos Humanos, etc. Incluso algunos hutu proclives a la reforma fueron condenados a muerte. En esas listas se incluía a la totalidad de la población tutsi. En abril de 1992 se integró un gabinete de transición multipartidista para gobernar el país. Las medidas tomadas propiciaron la firma de un acuerdo de paz entre el gobierno de Habyarimana y los rebeldes del FPR en Arusha (Tanzania), en agosto de 1993. Pero, la aplicación de este acuerdo fue retrasada parcialmente por el presidente Juvénal Habyarimana, cuyos aliados extremistas de la Coalición para la defensa de la República (CDR) no aceptaron los términos. El atentado del 6 de abril de 1994 sucedió cuando el avión privado de Habyarimana, un jet Dassault Falcon 50 (regalo del primer ministro francés Jacques Chirac) fue derribado por dos misiles cuando iba a aterrizar en el aeropuerto de Kigali, la capital del país.

En la colisión morían dos presidentes de etnia hutu y países vecinos: el propio Habyarimana, de Ruanda, y Cyprien Ntaryamira, de Burundi, que lo acompañaba en el viaje. Inmediatamente comenzó el Genocidio de Ruanda el cual puede considerarse el más sanguinario de la historia en proporción a su duración. En sólo 100 días (abril-julio) se cometieron más de 800.000 asesinatos, principalmente de personas del grupo Tutsi a manos de grupos Hutu, y un cierto número de Hutu moderados que se oponían al genocidio. Los Tutsi del Frente Patriótico Ruandés decidieron reiniciar su ofensiva, que les permitió hacerse con el control de todo el país a mediados de julio. La respuesta internacional al genocidio era limitada, con grandes poderes reacios a fortalecer la fuerza de paz de la ONU ya sobrecargada. Cuando el FPR tomó el poder, alrededor de dos millones de hutus huyeron a los países vecinos, en particular a Zaire, por temor a represalias. Para ello, Francia, tradicional protectora del régimen hutu de Ruanda ,desplegó fuerzas militares que crearon un corredor humanitario para los que huían del avance tutsi,lo que facilitó la huida al Congo de miles de genocidas incluidos varios de sus líderes. Además el Frente Patriótico Ruandés fue dirigido por un beligerante clave en la Primera y la Segunda Guerra del Congo en Ruanda. Un período de la reconciliación y la justicia comenzó con la creación del Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR) y la reintroducción de Gacaca, un sistema tradicional tribunal popular de aldea. Económicamente, durante la década de 2000, el país prosperó notablemente. El número de turistas y el Índice de Desarrollo Humano crecieron rápidamente. Entre 2006 y 2011 la tasa de pobreza se redujo de un 57 a un 45 por ciento, y las tasas de mortalidad infantil se redujeron de 180 por 1.000 nacidos vivos en 2000 a 111 por 1.000 en 2009. Persistentes esfuerzos de reforma económica y política dieron a Ruanda algunos de los más bajos índices de corrupción en África, hasta el punto que hoy día se considera casi desconocido el soborno. Los ingresos se han duplicado entre 1994 y 2012, pero la electricidad sigue siendo escasa y costosa, y el transporte interno sigue siendo difícil. El estado de derecho y los esfuerzos para eliminar la burocracia han generado un buen entorno para los de negocios, por lo que los periodistas llaman a Ruanda el "Singapur de África".

El gobierno de Ruanda ofrece educación gratuita en las escuelas durante nueve años, seis de primaria y tres de secundaria. El presidente Paul Kagame anunció durante su campaña de reelección en 2010 que pretendía ampliar la educación gratuita para también cubrir los últimos tres años de secundaria. Muchos niños pobres no asisten a clases debido a que tienen que comprar uniformes y materiales escolares. Hay muchas escuelas privadas en el país, siendo que algunas son administradas por la iglesia. Desde 1994 hasta 2009 la educación secundaria se ofrecía en inglés o francés, pero debido al aumento de los lazos con la Comunidad de África Oriental y la Commonwealth ahora solo se utiliza el inglés. La tasa de alfabetización del país, para mayores de 15 años, era del 71% en 2009, siendo en 1991 del 58% y en 1978 del 38%.

Hace un cuarto de siglo mataban al presidente Habyarimana, hutu. Al día siguiente comenzó una masacre de 800 mil personas, casi todos tutsis.

El presidente de Ruanda, Paul Kagame, presidió los actos en recuerdo de las víctimas del genocidio de 1994 en el que fueron masacrados 800.000 tutsis y hutus moderados con la promesa de que “nunca volverá a pasar”. En la ceremonia, Kagamé depositó coronas de flores en el monumento a las víctimas en Kigali, , donde hay enterradas 250.000 personas.

La calidad de salud en Ruanda es baja; uno de cada cinco niños muere antes de cumplir 5 años, principalmente debido a la malaria. Hay una gran escasez de médicos profesionales cualificados, además algunos medicamentos son escasos o no están disponibles. El 87% de la población tiene acceso a los servicios de salud pero sólo hay dos médicos y dos paramédicos por cada 100.000 personas. Otro grave problema de salud que enfrenta Ruanda es el VIH. La epidemia de VIH en el país se ha mantenido con una prevalencia de alrededor del 3% en los últimos siete años.

Ruanda es, oficialmente, un país trilingüe. El kiñaruanda, el inglés y el francés son a fecha de hoy los idiomas oficiales. El kiñaruanda es el idioma del gobierno y el inglés es el medio educativo primario. El suajili, la lengua franca del África del Este, que también se habla mucho en las zonas rurales de Ruanda, podría convertirse en la cuarta lengua oficial; en febrero de 2017 el parlamento aprobó una ley en ese sentido, que aún ha de ser aprobada por el senado y refrendada por el Presidente.

La densidad de población de Ruanda, incluso tras el genocidio, está entre las más altas del África Subsahariana, con 230 hab/km² y un total de población de 11.341.544, según estimaciones del Banco Mundial. La población indígena consiste en tres grupos étnicos. Los hutus, que son mayoría (85%), son granjeros de origen bantú. Los tutsis (14%) son pastores que llegaron a la región en el siglo XV. Hasta 1959 eran la casta dominante de un sistema feudal. Los twa (pigmeos) (1%) se cree que son lo que queda de los primeros habitantes de la región. Muchos ruandeses han emigrado a otros países para buscar mejores condiciones de vida, sobre todo después de la guerra. Francia y la antigua metrópoli, Bélgica, son los dos destinos principales de los ruandeses en el exterior. Más de la mitad de la población está alfabetizada, aunque no más del 5% ha recibido educación secundaria. Durante 1994-95, se reabrieron la mayoría de escuelas primarias y más de la mitad de las escuelas secundarias. La universidad nacional de Butare, a la que acuden más de 7.000 estudiantes, reabrió sus puertas en abril de 1995. La reconstrucción del sistema educativo sigue siendo una prioridad del gobierno de Ruanda. La distribución de las creencias religiosas en Ruanda en 2001 eran de un 56,5% de católicos, un 26% de protestantes, un 11,1% de adventistas, un 4,6% de musulmanes, 0,1% de creencias indígenas y un 1,7% sin religión.

El genocidio de Ruanda, en la mirada de un maestro de la fotografía. El pasado 7 de abril se cumplian 25 años de una matanza que costó la vida a 800.000 personas en diez días. Una serie histórica de fotos del archivo de MSF y de Sebastião Salgado, algunas inéditas en los medios de comunicación, que documenta los esfuerzos por asistir a una población desprotegida en los momentos más críticos del exterminio.

Fueron 100 días de matanzas de tutsis y hutus que dejaron unos 800.000 muertos, entre el 20% y el 40% de su población.

Un largo camino hacia el perdón.

El sistema de transporte en Ruanda se centra principalmente alrededor de la red de carreteras, con caminos pavimentados construidos por obreros chinos entre la capital, Kigali y la mayor parte de otras ciudades del país. Ruanda también está unida por carretera con otros países en África, vía por la que se realizan la mayoría de importaciones y exportaciones del país. Cuenta con un aeropuerto internacional en Kigali, sirviendo una línea nacional y varias internacionales, y también ha limitado el transporte de agua entre los puertos sobre el Lago Kivu. Se han realizado grandes inversiones en la infraestructura de transporte desde el genocidio de 1994, con la ayuda de la Unión Europea, China, Japón y otros. La forma principal de transporte público en el país son los colectivos, con rutas que unen las ciudades principales y servicios locales que sirven a la mayor parte de pueblos a lo largo de las carreteras principales del país. Los servicios de autobús están disponibles a varios destinos en países vecinos. En 2006, los chinos propusieron financiar un estudio para la construcción de un ferrocarril que uniera desde Bujumbura en Burundi, a Kigali en Ruanda e Isaka en Tanzania.

Una de las imágenes icónicas de nuestra era. James Natctwey, 1994 en Ruada, en pleno conflicto tribal entre Hutus y Tutsis. Un hutu torturado en un campo de concentración, logró escapar y sobrevivió.

Tras la victoria militar de julio de 1994, el Frente Patriótico Ruandés organizó una coalición similar a la establecida por Juvénal Habyarimana en 1992, basada en los acuerdos de Arusha. Sin embargo, el partido de Habyarimana fue prohibido. Las organizaciones políticas estuvieron prohibidas hasta 2003. En septiembre de ese año se celebraron elecciones legislativas. Según un informe de la ONU de 2005 que compara la distribución por sexos de los parlamentos de las naciones soberanas, el ruandés es el parlamento más equilibrado, con un 48,8% de mujeres (la media está en el 15,0%).

Ruanda disfruta de tres grandes ecorregiones. El mosaico de selva y sabana de la cuenca del lago Victoria, al este, que alberga grandes mamíferos (hipopótamos y búfalos), reptiles, como cocodrilos, y peces como los conocidos cíclidos. La selva montana de la falla Albertina, al oeste, de selva lluviosa, que ocupa una extensión de 103.900 kilómetros cuadrados que incluyen los lagos Alberto y Tanganica, los montes Virunga, Ruwenzori y parte de los montes Mitumba. Entre los primates destacan el cercopiteco de Hamlyn (Cercopithecus hamlyni), el cercopiteco de L’Hoest (Cercopithecus lhoesti), el chimpancé (Pan troglodytes) y, sobre todo, el gorila de montaña (Gorilla beringei). Y el páramo de los montes Ruwenzori y Virunga, en las zonas más altas del noroeste, pradera de montaña que ocupa 2.700 kilómetros cuadrados en las zonas más altas, por encima de los 3.000 metros, de los montes Ruwenzori y Virunga, entre Ruanda, Uganda y la República Democrática del Congo.

El Parque Nacional de los Volcanes (en francés: Parc National des Volcans); en kiñaruanda, Pariki y’Igihugu y’Ibirunga se encuentra en el noroeste del país africano de Ruanda, y bordea el Parque Nacional Virunga en la República Democrática del Congo y el Parque Nacional del Gorila Mgahinga en Uganda. El parque nacional es conocido como un refugio para los gorilas de montaña. Es el hogar de cinco de los ocho volcanes de la Cordillera de Virunga (Karisimbi, Bisoke, Muhabura, Gahinga y Sabyinyo), que están cubiertas de bosques y de bambú. El parque fue creado por primera vez en 1925, como una pequeña área delimitada por Karisimbi, Visoke y Mikeno, destinado a proteger a los gorilas de los cazadores furtivos. Fue el primer parque nacional que se creó en África y la base de la zoóloga Dian Fossey. Posteriormente, en 1929, los límites del parque se ampliaron en Ruanda y en el Congo Belga, para formar el Parque Nacional Albert, una enorme área de 8.090 kilómetros cuadrados, a cargo de las autoridades coloniales belgas que gobernaban ambas colonias.

4 de agosto de 2005. Parque Nacional de los Volcanes. La madre significa comida, seguridad y transporte.

El presidente de EEUU, Bill Clinton, sostiene que Ruanda es su mayor herida por no haberse anticipado a la masacre. Clinton es muy condescendiente consigo mismo porque hubo señales suficientes de que se preparaba un genocidio. Más grave es la responsabilidad de Francia que apoyaba al gobierno hutu y a sus sectores más radicales. París tenía información privilegiada. Estuvo años enredando con el origen de los misiles que mataron a Habyarimana. Acusó a la guerrilla tutsi, después jugó con la teoría de la conspiración.

A Habyarimana lo mataron los suyos por firmar la paz.

¿Qué hemos aprendido de lo ocurrido en Ruanda? Han pasado 25 años y la respuesta es simple: nada. Ni siquiera consideramos genocidio la limpieza étnica en Bosnia-Herzegovina en los años noventa del siglo pasado, como acaba de sentenciar el Tribunal Penal Internacional de la ex Yugoslavia. Nos hemos olvidado de Darfur y de Sudán del Sur. La matanza de los rohinyá en Birmania alcanzó titulares pero no las conciencias.

Tampoco se habla de Israel y de su apartheid creciente en Cisjordania. Armenia, Camboya, España o la persecución a los judios en la Alemania nazi.

Nota de prensa, Mayo 2021:

Macron admite en Ruanda la “responsabilidad abrumadora” de Francia en el genocidio. París quiere normalizar la relación con Kigali, envenenada por el apoyo francés al régimen que perpetró las matanzas de tutsis y por los silencios posteriores.

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