“Los tutsis no merecen vivir. Hay que matarlos.
A las mujeres preñadas hay que cortarlas en pedazos y abrirles
el vientre para arrancarles el bebé. Las tumbas están solo
a medio llenar”, estos fueron algunos de los mensajes de odio
emitidos la noche del 7 de abril de 1994 por la oficial Radio
Televisión Libre de las Mil Colinas, de Ruanda.
El detonante ocurrió el día previo cuando dos
misiles derribaron en la capital Kigali el avión con el presidente
ruandés, el general hutu Juvenal Habyarimana, que gobernaba
desde 1973. También murió en el atentado su homólogo de Burundi,
Ciprian Ntayamira. La autoría fue atribuida a grupos rebeldes
tutsis. El diario oficial Kamarampak, de la etnia hutu, no
se quedó atrás y exhortaba una “labor de patria” con el exterminio
de los tutsis.
Desde ese día desaparecieron las familias, los
amigos, los vecinos. Las calles de Kigali se llenaban de cuerpos
mutilados o acribillados de hombres, mujeres, niños, bebés
y ancianos. Esa noche fueron asesinados la primera ministra
ruandesa Agathe Uwlingiyimana, sus guardias y diez soldados
belgas de las fuerzas de seguridad de las Naciones Unidas.
La violencia se disparó en el país africano y obligó a la
rápida salida de los cascos azules de la ONU.
Los hutus comenzaron una matanza desenfrenada
de tutsis que duró cien días y que cobró más de 800.000 vidas.
Los medios de comunicación estatales llamaban “cucarachas”
a los tutsis, el 14% de la población en 1994. Su diferencia
con los hutus radicaba en que tenían unos centímetros más
de estatura.
Esta rivalidad étnica comenzó con los colonizadores
de Bélgica, quienes identificaron a los habitantes y clasificaron
a los tutsis como superiores al resto de etnias en Ruanda
y les entregaron el poder hasta que el país se independizó
en 1961. En las elecciones los tutsis fueron desplazados de
los cargos por la mayoría hutu, que era la clase pobre y menospreciada.
El café y el cacao eran las principales fuentes de divisas
de Ruanda, pero la inflación y la corrupción mermaron la credibilidad
de la administración de los tutsis, quienes ante este descontento
comenzaron a emigrar hacia los países vecinos.
En 1972, la masacre de miles de hutus en Burundi
provocó el éxodo de cientos de refugiados de esta etnia que
llegaron a Ruanda, mientras que los tutsis huyeron a Uganda
y crearon en 1988 el Frente Patriótico de Ruanda (FPR). En
1990, este grupo armado lanzó el mayor ataque a Ruanda desde
Uganda. Los tutsis que vivían en Ruanda fueron tratados como
traidores y cómplices. En agosto de 1993, el presidente Habyarimana
y el FPR, encabezado por Paul Kagame, firmaron un acuerdo
de paz para aliviar la tensión entre los dos grupos étnicos,
pero los extremistas hutus rechazaban el pacto. Las Naciones
Unidas fue criticada por la comunidad internacional por no
actuar con rapidez para frenar el exterminio ruandés, ya que
la mirada de Occidente estaba en la guerra civil en los Balcanes
(Europa). En el 2014, el entonces secretario de la ONU, Ban
Ki-moon, reconoció en el vigésimo aniversario del genocidio,
que las Naciones Unidas “pudieron” y “debieron” haber hecho
“mucho más” en Ruanda. El 22 de junio de 1994, el Consejo
de Seguridad de la ONU autorizó a Francia enviar una misión
humanitaria, denominada Operación Turquesa, que salvó a cientos
de civiles en el suroeste de Ruanda. Pero, el conflicto ya
se había expandido hasta la República Democrática del Congo
y Burundi.
Rwanda: deshumanización y genocidio.
La guerra terminó oficialmente el 15 de julio
de ese año, cuando el FPR tomó el control de Kigali. Se estableció
un gobierno que estuvo liderado por un presidente hutu, Pasteur
Bizimungu, y un vicepresidente tutsi, Kagame (líder del FPR),
quien desde el 2000 se mantiene en el poder.
Sobre este genocidio existen películas como
Hotel Rwanda (2004), Disparando a perros (2005), Sometimes
in April (2005), Flores de Ruanda (2008), 100 Days (2001),
Shake Hands with the Devil: The Journey of Roméo Dallaire
(2004), El día que Dios se fue de viaje (2009), Los 100 días
que no conmovieron al mundo (2009), Los pájaros cantan en
Kigali (2017), entre otros. Hasta 2012, casi dos millones
de personas fueron juzgadas por los tribunales denominados
Gacaca, establecidos en el 2001 por la Comisión de Unidad
Nacional y Reconciliación de Ruanda, para castigar este genocidio
que marcó la historia del mundo.
Pásate por Intro >> Resumen temático.
Ruanda, cuyo nombre oficial es República de
Ruanda (en kiñaruanda, Repubulika y'u Rwanda; en inglés, Republic
of Rwanda; en francés, République du Rwanda), es un país de
África Oriental sin salida al mar. Limita con Uganda, Burundi,
la República Democrática del Congo y Tanzania. Es un pequeño
país ubicado en la región de los Grandes Lagos de África;
conocido como las "nieblas de África", también por su fauna
salvaje, principalmente por sus gorilas de montaña, por sus
ciudades típicas y por los parques nacionales y parajes naturales
que ofrece su paisaje montañoso. Su terreno fértil y montañoso
que le da el título de "Tierra de las mil colinas" (en francés,
Pays des Mille Collines) debe soportar las poblaciones más
densas del continente africano. Ruanda es un país de rentas
bajas, que en la última década está consiguiendo las cotas
de crecimiento más altas del continente. Gran parte de la
población trabaja en la agricultura, principalmente de subsistencia,
pero hay una creciente producción mineral y procesamiento
de productos agrícolas. El turismo es actualmente la principal
fuente de renta del país, y desde 2008 la minería ha sobrepasado
al café y té como principal fuente de productos para exportación.
Aunque es recordado aún hoy por las sangrientas guerras que
lo azotaron a finales del pasado siglo, Ruanda es, dos décadas
más tarde, el país más seguro del continente y el quinto a
nivel mundial, según el informe Gallup 2015, el cual mide
la sensación de seguridad ciudadana; según el World Economic
Forum es igualmente el más seguro del continente y el noveno
del mundo. Por otra parte, el Índice de Paz Global, que incluye
factores como el nivel de militarización o las relaciones
exteriores, coloca a Ruanda en el puesto 103° del mundo, siendo
el peor dato la proporción de población encarcelada, aún muy
elevado tras los juicios por el genocidio.
En un principio el territorio ruandés estaba
habitado por los pigmeos de origen twa, que se dedicaban especialmente
a la caza. En el siglo XI, estos recibieron a los hutus, que
se establecieron de forma sedentaria y convivieron con ellos
en paz. En el siglo XIV llegaron granjeros tutsis a la zona
y pasaron a formar parte de una sociedad constituida por twas
y hutus. En el siglo XVI los tutsis comienzan una campaña
militar contra los hutus y se convierten en señores de la
mayoría hutu en algo así como una sociedad de señores feudales
con un rey, mwami. A finales del siglo XIX, los alemanes conquistaron
el país. Tras la Primera Guerra Mundial la Sociedad de Naciones
entregó el territorio a los belgas y tras la Segunda Guerra
Mundial la ONU con ayuda belga pasaría a dominar el territorio.
Los belgas agudizaron las diferencias de clase señalando a
un tutsi con menos de diez vacas como un hutu y consecuentemente
imponiéndole trabajos forzados. Hasta 1950 la educación estaba
disponible solo para los tutsi.
El rey Mutara III Rudahigwa, que había gobernado
durante cerca de tres decenios, murió en 1959 y los tutsi
obtuvieron el poder. Esto contribuyó a una serie de rebeliones
de los hutu, que demandaban igualdad de derechos, en las cuales
decenas de miles de tutsi perecieron. En 1961, con el apoyo
de los colonos belgas, la mayoría hutu tomó el control del
gobierno, aboliendo la monarquía tutsi y declarando la república
de Ruanda. La independencia de Ruanda no fue reconocida internacionalmente
hasta el primero de julio de 1962, cuando Ruanda y su vecino
Burundi lograron formalmente su independencia. Más de la mitad
de los tutsi de Ruanda huyeron del país entre 1959 y 1964.
El general Juvenal Habyarimana, de la etnia hutu, tomó el
poder en un golpe de estado en 1973 en medio de otro período
de conflicto étnico. Habyarimana logró triunfar en la guerra
civil y permaneció como presidente; para 1978 promulgó una
nueva constitución.
Habyarimana tenía un control absoluto sobre
el país. Además de ser presidente del país, dirigía al partido
político hegemónico y era el jefe supremo de las fuerzas armadas.
Gracias a este control fue reelegido en 1983 y 1988. En octubre
de 1990 ruandeses exiliados, opositores al régimen de Habyarimana,
organizados en el Frente Patriótico Ruandés (FPR) y su brazo
armado, el Ejército Patriótico Ruandés (APR, Armée Patriotique
Rwandaise), invadieron el país con el apoyo de Uganda, iniciando
una guerra civil para derrocar al régimen. Habyarimana fue
flexible e inició una serie de reformas políticas que derivaron
en la redacción de una nueva constitución en 1991. Pero desde
1991 el régimen de Habyarimana había incrementado la represión
a la población en una guerra de baja intensidad para acabar
con la oposición tutsi, utilizando el racismo como eje, e
instigando y encubriendo las masacres masivas de dichas poblaciones.
Los asesinatos fueron perpetrados por grupos paramilitares
(principalmente los Interahamwe e Impuzamugambi, grupos originalmente
organizados en el sector juvenil de los partidos políticos
hutu). Los paramilitares hutu eran más de 30.000, recibieron
entrenamiento militar del ejército ruandés y el apoyo/encubrimiento
del régimen de Habyarimana.
En noviembre de 2016 Ruanda anunció que llevaría
a cabo los esfuerzos necesarios para "investigar a fondo
la responsabilidad de los funcionarios franceses con
respecto al genocidio" que tuvo lugar en la década de
los noventa. Este alegato enfriaba las ya de por sí
tensas relaciones que París y Kigali mantienen desde
hace más de dos décadas. El gobierno de Ruanda lanzó
nuevas acusaciones que señalaban la participación de
Francia durante la planificación y ejecución del genocidio
de 1994 contra los tutsis y los hutus moderados, uno
de los episodios más violentos de la región de los Grandes
Lagos. En cuestión de tres meses alrededor de un millón
de personas perdieron la vida a machetazos en el país
de las mil colinas. La mala gestión de la crisis por
parte de la ONU y de la comunidad internacional fue
un escándalo en el que varios países se vieron salpicados,
Francia especialmente, además de Estados Unidos, aunque
este último jugó bien sus cartas y se convirtió en un
buen aliado del actual presidente Paul Kagamé.
El informe que difundió entonces Ruanda es el
resultado de una investigación llevada a cabo durante
seis meses por el bufete de abogados Cunningham Levy
Muse, con sede en Washington DC, utilizando todos los
documentos e informes disponibles de manera pública.
Las acusaciones de que las autoridades eran conscientes
de lo que estaba pasando y, aún así, lo permitieron,
no eran nuevas. En sus páginas se documenta que los
funcionarios franceses tuvieron pleno conocimiento de
la preparación del genocidio y no solo no hicieron nada
por evitarlo, sino que armaron a los perpetradores,
les apoyaron en la creación y mantenimiento de un gobierno
de transición hutu y trataron de evitar que los responsables
fueran llevados ante la justicia.
Si bien la muerte del presidente hutu Juvenal Habyarimana
después de que su avión fuera derribado desató el genocidio,
los analistas mantienen que este se habría producido
igualmente. Y varias alegaciones han señalado a Kagamé,
entonces general en el Frente Patriótico Ruandés (FPR),
como el responsable del atentado. En 2010 la Alta Comisionada
de la ONU para los Derechos Humanos, Navi Pillay, acusaba
a las fuerzas militares ruandesas de haber cometido
entre 1993 y 2003 "ataques sistemáticos y generalizados
que podrían constituir crímenes de genocidio" contra
los hutus al este de la República Democrática del Congo.
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A través de la Estación de radio "Des Mille
Collines", una estación privada, se difundía impunemente la
propaganda racista y genocida en contra de los tutsi. La radio
en Ruanda tiene un papel central en la comunicación, ante
el pobre desarrollo de los periódicos y la escasa penetración
de la televisión. La Estación "Des Mille Collines" alentaba
en su programación diaria a los hutu a asegurarse de que los
niños tutsi también fueran asesinados y a llenar las tumbas
cavadas para enterrar a los tutsi. La radio también inició
una campaña en contra del FPR y de todos los partidos de oposición.
El gobierno de Habyarimana introdujo nuevamente las tarjetas
de identidad étnica, usadas por los belgas en los años 30.
Estas tarjetas permitieron a los paramilitares elegir fácilmente
a sus víctimas. Los paramilitares pronto cerraron carreteras
y revisaban a cada persona que pasaba para eliminar a los
tutsi. El gobierno creó además listas de personas que deberían
ser asesinadas, identificando en ellas a los partidarios de
la transición política, a los adversarios políticos, a aquellos
involucrados en el movimiento de Derechos Humanos, etc. Incluso
algunos hutu proclives a la reforma fueron condenados a muerte.
En esas listas se incluía a la totalidad de la población tutsi.
En abril de 1992 se integró un gabinete de transición multipartidista
para gobernar el país. Las medidas tomadas propiciaron la
firma de un acuerdo de paz entre el gobierno de Habyarimana
y los rebeldes del FPR en Arusha (Tanzania), en agosto de
1993. Pero, la aplicación de este acuerdo fue retrasada parcialmente
por el presidente Juvénal Habyarimana, cuyos aliados extremistas
de la Coalición para la defensa de la República (CDR) no aceptaron
los términos. El atentado del 6 de abril de 1994 sucedió cuando
el avión privado de Habyarimana, un jet Dassault Falcon 50
(regalo del primer ministro francés Jacques Chirac) fue derribado
por dos misiles cuando iba a aterrizar en el aeropuerto de
Kigali, la capital del país.
En la colisión morían dos presidentes de etnia
hutu y países vecinos: el propio Habyarimana, de Ruanda, y
Cyprien Ntaryamira, de Burundi, que lo acompañaba en el viaje.
Inmediatamente comenzó el Genocidio de Ruanda el cual puede
considerarse el más sanguinario de la historia en proporción
a su duración. En sólo 100 días (abril-julio) se cometieron
más de 800.000 asesinatos, principalmente de personas del
grupo Tutsi a manos de grupos Hutu, y un cierto número de
Hutu moderados que se oponían al genocidio. Los Tutsi del
Frente Patriótico Ruandés decidieron reiniciar su ofensiva,
que les permitió hacerse con el control de todo el país a
mediados de julio. La respuesta internacional al genocidio
era limitada, con grandes poderes reacios a fortalecer la
fuerza de paz de la ONU ya sobrecargada. Cuando el FPR tomó
el poder, alrededor de dos millones de hutus huyeron a los
países vecinos, en particular a Zaire, por temor a represalias.
Para ello, Francia, tradicional protectora del régimen hutu
de Ruanda ,desplegó fuerzas militares que crearon un corredor
humanitario para los que huían del avance tutsi,lo que facilitó
la huida al Congo de miles de genocidas incluidos varios de
sus líderes. Además el Frente Patriótico Ruandés fue dirigido
por un beligerante clave en la Primera y la Segunda Guerra
del Congo en Ruanda. Un período de la reconciliación y la
justicia comenzó con la creación del Tribunal Penal Internacional
para Ruanda (TPIR) y la reintroducción de Gacaca, un sistema
tradicional tribunal popular de aldea. Económicamente, durante
la década de 2000, el país prosperó notablemente. El número
de turistas y el Índice de Desarrollo Humano crecieron rápidamente.
Entre 2006 y 2011 la tasa de pobreza se redujo de un 57 a
un 45 por ciento, y las tasas de mortalidad infantil se redujeron
de 180 por 1.000 nacidos vivos en 2000 a 111 por 1.000 en
2009. Persistentes esfuerzos de reforma económica y política
dieron a Ruanda algunos de los más bajos índices de corrupción
en África, hasta el punto que hoy día se considera casi desconocido
el soborno. Los ingresos se han duplicado entre 1994 y 2012,
pero la electricidad sigue siendo escasa y costosa, y el transporte
interno sigue siendo difícil. El estado de derecho y los esfuerzos
para eliminar la burocracia han generado un buen entorno para
los de negocios, por lo que los periodistas llaman a Ruanda
el "Singapur de África".
El gobierno de Ruanda ofrece educación gratuita
en las escuelas durante nueve años, seis de primaria y tres
de secundaria. El presidente Paul Kagame anunció durante su
campaña de reelección en 2010 que pretendía ampliar la educación
gratuita para también cubrir los últimos tres años de secundaria.
Muchos niños pobres no asisten a clases debido a que tienen
que comprar uniformes y materiales escolares. Hay muchas escuelas
privadas en el país, siendo que algunas son administradas
por la iglesia. Desde 1994 hasta 2009 la educación secundaria
se ofrecía en inglés o francés, pero debido al aumento de
los lazos con la Comunidad de África Oriental y la Commonwealth
ahora solo se utiliza el inglés. La tasa de alfabetización
del país, para mayores de 15 años, era del 71% en 2009, siendo
en 1991 del 58% y en 1978 del 38%.
Hace un cuarto de siglo mataban al presidente
Habyarimana, hutu. Al día siguiente comenzó una masacre
de 800 mil personas, casi todos tutsis.
El presidente de Ruanda, Paul Kagame,
presidió los actos en recuerdo de las víctimas del genocidio
de 1994 en el que fueron masacrados 800.000 tutsis y
hutus moderados con la promesa de que “nunca volverá
a pasar”. En la ceremonia, Kagamé depositó coronas
de flores en el monumento a las víctimas en Kigali,
, donde hay enterradas 250.000 personas.
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La calidad de salud en Ruanda es baja; uno de
cada cinco niños muere antes de cumplir 5 años, principalmente
debido a la malaria. Hay una gran escasez de médicos profesionales
cualificados, además algunos medicamentos son escasos o no
están disponibles. El 87% de la población tiene acceso a los
servicios de salud pero sólo hay dos médicos y dos paramédicos
por cada 100.000 personas. Otro grave problema de salud que
enfrenta Ruanda es el VIH. La epidemia de VIH en el país se
ha mantenido con una prevalencia de alrededor del 3% en los
últimos siete años.
Ruanda es, oficialmente, un país trilingüe.
El kiñaruanda, el inglés y el francés son a fecha de hoy los
idiomas oficiales. El kiñaruanda es el idioma del gobierno
y el inglés es el medio educativo primario. El suajili, la
lengua franca del África del Este, que también se habla mucho
en las zonas rurales de Ruanda, podría convertirse en la cuarta
lengua oficial; en febrero de 2017 el parlamento aprobó una
ley en ese sentido, que aún ha de ser aprobada por el senado
y refrendada por el Presidente.
La densidad de población de Ruanda, incluso
tras el genocidio, está entre las más altas del África Subsahariana,
con 230 hab/km² y un total de población de 11.341.544, según
estimaciones del Banco Mundial. La población indígena consiste
en tres grupos étnicos. Los hutus, que son mayoría (85%),
son granjeros de origen bantú. Los tutsis (14%) son pastores
que llegaron a la región en el siglo XV. Hasta 1959 eran la
casta dominante de un sistema feudal. Los twa (pigmeos) (1%)
se cree que son lo que queda de los primeros habitantes de
la región. Muchos ruandeses han emigrado a otros países para
buscar mejores condiciones de vida, sobre todo después de
la guerra. Francia y la antigua metrópoli, Bélgica, son los
dos destinos principales de los ruandeses en el exterior.
Más de la mitad de la población está alfabetizada, aunque
no más del 5% ha recibido educación secundaria. Durante 1994-95,
se reabrieron la mayoría de escuelas primarias y más de la
mitad de las escuelas secundarias. La universidad nacional
de Butare, a la que acuden más de 7.000 estudiantes, reabrió
sus puertas en abril de 1995. La reconstrucción del sistema
educativo sigue siendo una prioridad del gobierno de Ruanda.
La distribución de las creencias religiosas en Ruanda en 2001
eran de un 56,5% de católicos, un 26% de protestantes, un
11,1% de adventistas, un 4,6% de musulmanes, 0,1% de creencias
indígenas y un 1,7% sin religión.
El genocidio de Ruanda, en la mirada de un maestro
de la fotografía. El pasado 7 de abril se cumplian 25
años de una matanza que costó la vida a 800.000 personas
en diez días. Una serie histórica de fotos del archivo
de MSF y de Sebastião Salgado, algunas inéditas en los
medios de comunicación, que documenta los esfuerzos
por asistir a una población desprotegida en los momentos
más críticos del exterminio.
Fueron 100 días de matanzas de tutsis y hutus que dejaron
unos 800.000 muertos, entre el 20% y el 40% de su población.
Un largo camino hacia el perdón.
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El sistema de transporte en Ruanda se centra
principalmente alrededor de la red de carreteras, con caminos
pavimentados construidos por obreros chinos entre la capital,
Kigali y la mayor parte de otras ciudades del país. Ruanda
también está unida por carretera con otros países en África,
vía por la que se realizan la mayoría de importaciones y exportaciones
del país. Cuenta con un aeropuerto internacional en Kigali,
sirviendo una línea nacional y varias internacionales, y también
ha limitado el transporte de agua entre los puertos sobre
el Lago Kivu. Se han realizado grandes inversiones en la infraestructura
de transporte desde el genocidio de 1994, con la ayuda de
la Unión Europea, China, Japón y otros. La forma principal
de transporte público en el país son los colectivos, con rutas
que unen las ciudades principales y servicios locales que
sirven a la mayor parte de pueblos a lo largo de las carreteras
principales del país. Los servicios de autobús están
disponibles a varios destinos en países vecinos. En 2006,
los chinos propusieron financiar un estudio para la construcción
de un ferrocarril que uniera desde Bujumbura en Burundi, a
Kigali en Ruanda e Isaka en Tanzania.
Una de las imágenes icónicas de
nuestra era. James Natctwey, 1994 en Ruada, en pleno conflicto
tribal entre Hutus y Tutsis. Un hutu torturado en un campo
de concentración, logró escapar y sobrevivió.
Tras la victoria militar de julio de 1994, el
Frente Patriótico Ruandés organizó una coalición similar a
la establecida por Juvénal Habyarimana en 1992, basada en
los acuerdos de Arusha. Sin embargo, el partido de Habyarimana
fue prohibido. Las organizaciones políticas estuvieron prohibidas
hasta 2003. En septiembre de ese año se celebraron elecciones
legislativas. Según un informe de la ONU de 2005 que compara
la distribución por sexos de los parlamentos de las naciones
soberanas, el ruandés es el parlamento más equilibrado, con
un 48,8% de mujeres (la media está en el 15,0%).
Ruanda disfruta de tres grandes ecorregiones.
El mosaico de selva y sabana de la cuenca del lago Victoria,
al este, que alberga grandes mamíferos (hipopótamos y búfalos),
reptiles, como cocodrilos, y peces como los conocidos cíclidos.
La selva montana de la falla Albertina, al oeste, de selva
lluviosa, que ocupa una extensión de 103.900 kilómetros cuadrados
que incluyen los lagos Alberto y Tanganica, los montes Virunga,
Ruwenzori y parte de los montes Mitumba. Entre los primates
destacan el cercopiteco de Hamlyn (Cercopithecus hamlyni),
el cercopiteco de L’Hoest (Cercopithecus lhoesti), el chimpancé
(Pan troglodytes) y, sobre todo, el gorila de montaña (Gorilla
beringei). Y el páramo de los montes Ruwenzori y Virunga,
en las zonas más altas del noroeste, pradera de montaña que
ocupa 2.700 kilómetros cuadrados en las zonas más altas, por
encima de los 3.000 metros, de los montes Ruwenzori y Virunga,
entre Ruanda, Uganda y la República Democrática del Congo.
El Parque Nacional de los Volcanes (en francés:
Parc National des Volcans); en kiñaruanda, Pariki y’Igihugu
y’Ibirunga se encuentra en el noroeste del país africano de
Ruanda, y bordea el Parque Nacional Virunga en la República
Democrática del Congo y el Parque Nacional del Gorila Mgahinga
en Uganda. El parque nacional es conocido como un refugio
para los gorilas de montaña. Es el hogar de cinco de los ocho
volcanes de la Cordillera de Virunga (Karisimbi, Bisoke, Muhabura,
Gahinga y Sabyinyo), que están cubiertas de bosques y de bambú.
El parque fue creado por primera vez en 1925, como una pequeña
área delimitada por Karisimbi, Visoke y Mikeno, destinado
a proteger a los gorilas de los cazadores furtivos. Fue el
primer parque nacional que se creó en África y la base de
la zoóloga Dian Fossey. Posteriormente, en 1929, los límites
del parque se ampliaron en Ruanda y en el Congo Belga, para
formar el Parque Nacional Albert, una enorme área de 8.090
kilómetros cuadrados, a cargo de las autoridades coloniales
belgas que gobernaban ambas colonias.
4 de agosto de 2005. Parque Nacional de los
Volcanes. La madre significa comida, seguridad y transporte.
El presidente de EEUU, Bill Clinton, sostiene
que Ruanda es su mayor herida por no haberse anticipado a
la masacre. Clinton es muy condescendiente consigo mismo porque
hubo señales suficientes de que se preparaba un genocidio.
Más grave es la responsabilidad de Francia que apoyaba al
gobierno hutu y a sus sectores más radicales. París tenía
información privilegiada. Estuvo años enredando con el origen
de los misiles que mataron a Habyarimana. Acusó a la guerrilla
tutsi, después jugó con la teoría de la conspiración.
A Habyarimana lo mataron los suyos por firmar
la paz.
¿Qué hemos aprendido de lo ocurrido en Ruanda?
Han pasado 25 años y la respuesta es simple: nada. Ni siquiera
consideramos genocidio la limpieza étnica en Bosnia-Herzegovina
en los años noventa del siglo pasado, como acaba de sentenciar
el Tribunal Penal Internacional de la ex Yugoslavia. Nos hemos
olvidado de Darfur y de Sudán del Sur. La matanza de los rohinyá
en Birmania alcanzó titulares pero no las conciencias.
Tampoco se habla de Israel y de su apartheid
creciente en Cisjordania. Armenia, Camboya, España
o la persecución a los judios en la Alemania nazi.
Nota de prensa, Mayo 2021:
Macron admite en Ruanda la “responsabilidad abrumadora”
de Francia en el genocidio. París quiere normalizar
la relación con Kigali, envenenada por el apoyo francés
al régimen que perpetró las matanzas de tutsis y por
los silencios posteriores.
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