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Del sentimiento trágico de la vida en los hombres
y en los pueblos, conocida usualmente como Del sentimiento trágico
de la vida, es uno de los más destacados ensayos filosóficos de
Miguel de Unamuno, fechado al fin «En Salamanca, año de gracia de
1912» y publicado en 1913. Bajo la influencia de Søren Kierkegaard
y de san Ignacio de Loyola, entre otros, quien fuera eximio rector
de la Universidad de Salamanca hace una profunda incursión en la
problemática existencial del hombre contemporáneo. La Santa Sede
llegaría a prohibir a los católicos, veinte años después de la muerte
de su autor, la lectura del libro. Ocurrió en el final del papado
de Pío XII en que, mediante decreto del Santo Oficio de 23 de enero
de 1957, se incluía la obra en el Index librorum prohibitorum junto
con el ensayo La agonía del cristianismo, también de Unamuno.
Las obras de Carlos Fuentes tienen tres elementos
recurrentes: el rescate y la reflexión de la historia; el estudio
del ejercicio y las estructuras del poder y el análisis de la problemática
de la sociedad mexicana en cada época. Siguiendo la tesis de Octavio
Paz en su libro El laberinto de la soledad, Fuentes consideraba
que el mexicano estaba reñido con su pasado y su condición de mestizo
cultural, tanto con su herencia prehispánica como con su herencia
española, y trató este conflicto en muchas de sus obras.
Estos temas ya están presentes en su primera novela,
La región más transparente (1958), en la que hace un inmenso fresco
de la Ciudad de México y de la sociedad mexicana a través de historias
de diferentes personajes que se cruzan entre sí, con el personaje
de Ixca Cienfuegos como nexo conector entre todos ellos y a la vez
representante y encarnación del pasado prehispánico negado y no
asumido. La novela fue un éxito inmediato, pese a algunas críticas
adversas, que le reprocharon su estructura "caótica" y un supuesto
afán extranjerizante, y algunos incluso la ven como la primera del
boom latinoamericano.

La crítica del México posrevolucionario se ahondaría
en La muerte de Artemio Cruz (1962), novela con la que entró a formar
parte definitivamente del boom. Publicada el mismo año que La ciudad
y los perros de Mario Vargas Llosa y un año antes de Rayuela de
Julio Cortázar, la novela narra la agonía de un empresario mexicano
que en su lecho de muerte recuerda su vida y cómo pasó de combatiente
revolucionario a traicionar sus ideas y convertirse en un poderoso
caudillo y finalmente en un corrupto millonario.
Ese mismo año publicó la novela corta Aura, una de
sus obras más leídas y reconocidas. Alejada de la temática histórica
y sociopolítica de la obra anterior, Aura es una historia de corte
fantástico donde un joven estudiante oficia de traductor para una
anciana viuda de un militar, que vive en una vieja y oscura casa
con su nieta Aura, tan fascinante como misteriosa. La novela recobró
notoriedad en años recientes a raíz del intento de censura de Carlos
Abascal, secretario de Trabajo durante el sexenio de Vicente Fox,
que consideraba "pornográficas" algunas escenas de la novela.
Pásate por Intro >> Resumen temático
>> Carlos Fuentes.
Nosotros es una novela distópica rusa escrita por
Yevgueni Zamiatin en 1920 ambientada en una sociedad futura donde
la vigilancia y represión por parte del Estado es total. No fue
publicada en ruso hasta 1988, debido a problemas de censura. Es
una de las primeras obras del subgénero de las distopías e inspiró,
entre otras novelas, 1984 de George Orwell, quien, según el propio
autor británico, había leído a Zamiatin en su traducción francesa,
Nous autres.
Nosotros surge a partir de las vivencias del autor
en la Rusia de antes y de después de la Revolución rusa de 1917.
Había sido encarcelado primero por el régimen zarista, en 1906,
y posteriormente por los bolcheviques en 1922. También recoge las
experiencias de su trabajo como ingeniero naval en Newcastle, en
los astilleros del río Tyne, durante la Primera Guerra Mundial.
Respondiendo a la reseña que Orwell había escrito en 1946 sobre
el libro para la revista Tribune, Gleb Struve, autor de 25 Years
of Soviet Russian Literature (obra citada por Orwell) afirma que
aunque la novela critica claramente el régimen soviético, puede
que también haga referencia al fascismo de Mussolini.

Como la mayoría de los intelectuales rusos de fines
del siglo XIX, Zamiatin tuvo una vida agitada y expuesta al peligro.
Nacido en 1884, cursó estudios de ingeniería naval y en 1913 se
unió a los bolcheviques. Tras su detención, fue enviado a la cárcel
y al destierro en Siberia. Tras conseguir escapar, regresó a San
Petersburgo, donde de nuevo fue apresado y mandado al exilio. De
ese periodo, surgirán dos importantes novelas suyas El provinciano
y En el fin del mundo. En 1917, se produjo la Revolución de Octubre,
y Zamiatin estuvo, al igual que casi todos los escritores jóvenes
rusos, entre sus sostenedores y defensores. En 1918, publicó una
serie de relatos, entre los que destaca La cueva (obra cercana a
El jinete del cubo de Kafka), la cual era considerada en la época
como «la materialización de una pesadilla, la historia de la degradación
y miseria de personas cuyo único objetivo es la obtención de comida
y alimentación».
Hacia 1920, cuando escribió Nosotros, Zamiatin era
ya un autor reconocido. En ese año, la situación económica y cultural
de Rusia tocaba fondo. La guerra civil provocó el cierre de diferentes
espacios de difusión, tales como escuelas, editoriales y universidades,
entre muchos otros. Lo anterior causó que muchos de los escritores
jóvenes se alistaran al Ejército Rojo y los más ancianos emigraron.
No fue sino hasta el fin de la guerra civil cuando se volvió a retomar
la cultura, donde el régimen apoyó campañas de alfabetización y
superación.

Posteriormente, aparecieron innumerables tendencias
literarias, siendo tres las principales: el LEF (acaudillado por
Mayakovski), cuya consigna era barrer el pasado cultural y hacer
del escritor el «escudo y lanza» de la Revolución; el Proletkult,
que era similar al LEF, pero con la diferencia de que la nueva cultura
solo podían engendrarla obreros y campesinos, quienes debían ponerse
al servicio incondicional de la Revolución, y escribir bajo los
intereses de esta; y la de los «Hermanos de Serapión» (que tomaron
su nombre de un personaje de E. T. A. Hoffmann), quienes desde el
inicio apoyaron la Revolución y que pelearon en las filas del Ejército
Rojo. Desde el primer momento reivindicaron su derecho a escribir
con libertad. Esta tendencia se manifestó por la experimentación
formal en la literatura, con rupturas en el lenguaje, sintaxis e
incorporación de los nuevos vocablos precedentes del folclore ruso.
Zamiatin fue mentor de esta tendencia.

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Desde su publicación original en inglés y después
de muchos años, en ruso, Nosotros causó controversias, provocando
una violenta campaña en su contra. Se prohibieron los libros y obras
de teatro del autor. En 1931, tras esta circunstancia, le enviará
una carta a Stalin solicitando el permiso de emigrar de la URSS.
Gracias a su amistad con el entonces patriarca de las letras soviéticas,
Máximo Gorki, se le concedió dicha solicitud en el año 1932.
Nosotros es considerada una de las obras más influyentes
del género de las novelas distópicas. Entre las obras más citadas
más directamente influidas por ella, se encuentra Un mundo feliz
(1932), de Aldous Huxley, y 1984 (1949), de George Orwell. El segundo
autor planteó que Un mundo feliz debía estar, al menos en parte,
inspirada por Nosotros. Sin embargo, Huxley afirmó que su novela
era una reacción a las utopías de H. G. Wells y que lo había escrito
mucho antes de conocer la obra de Zamiatin. Orwell comenzó a escribir
1984 unos meses después de haber leído Nosotros y mencionó que lo
iba a utilizar como modelo para su próxima novela.
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La historia de la literatura rusa, especialmente durante
el período soviético, está íntimamente relacionada con los problemas
ligados a la censura. Algunas de las grandes obras que desafiaban,
abiertamente o no, la doctrina del “realismo socialista”, debieron
publicarse y circular de forma clandestina, mecanismo que se denominó
samizdat. Por ejemplo, la conocida novela Doctor Zhivago, de Borís
Pasternak, y el poema Réquiem, de Anna Ajmátova, circularon de ese
modo. El escritor Serguéi Dovlátov fue uno de los que, al no encontrar
lugar en aquel sistema cerrado y opresor, tuvo que girar hacia este
tipo de publicaciones. Como tantos otros, él veía cómo se truncaban
sus aspiraciones de editar y de ser leído en su patria. El dilema
con el que Dovlátov se enfrenta a lo largo de El oficio y otros
libros es el derecho a escribir sobre los temas que él deseara y
de la manera que deseara.

Este posicionamiento de Dovlátov lo coloca en un lugar
de lucha y discusión con la doctrina oficial y sobre los temas a
escribir. Muchos de los momentos más significativos de este libro
giran en torno a la problemática de la censura y al carácter muchas
veces ilógico de esta. Superar las trabas impuestas por el aparato
de censura estatal resulta casi imposible, porque siempre hay una
razón, por más ridícula que sea, para negar la publicación de un
libro.
Resulta un interesante registro de las vicisitudes,
malos entendidos, rechazos y riesgos que debió vivir Dovlátov para
ser publicado, primero en su patria y luego en Estados Unidos. Sin
embargo, todo esto nos lo cuenta con una escritura cálida, franca
y sencilla. De hecho, muchas veces, la literatura de Dovlátov se
acerca enormemente a lo que podríamos definir como una anécdota
que alguien cuenta en una reunión. No exige interpretaciones, no
hay en ella palabras altisonantes o un léxico fuera de lo común.
La lengua en las obras de Dovlátov es simple, fácil de seguir, aunque
no por ello pobre. Es una literatura pura, libre, propia del autor
y de su generación: la generación de la apatía y de la emigración;
la generación que se organizaba para hacer circular escritos de
forma clandestina porque no serían publicados.
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Peter Winston es un joven periodista estadounidense
que vive con la ilusión intacta de quien tiene toda la vida por
delante, hasta que los azares del destino se conjuran y, en un corto
período de tiempo, no sólo pierde su trabajo en el Chronicle, sino
también a su novia y el favor de su mejor amigo. En un intento de
darle un giro a su existencia, Winston decide alistarse voluntario
en una brigada especial del Ejército británico para luchar contra
la Alemania nazi. Destinado en el norte de Francia, en un punto
de la famosa línea Maginot –una zona guarecida por fortificaciones–,
y atenazado por el tedio y la espera, pues, aunque la guerra se
había declarado, hubo largos meses sin enfrentamientos –período
conocido como drôle de guerre–.

Una lectura satírica prohibida en EE UU.

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El 4 de agosto de 1859, hace justo 165 años, nació el notabilísimo
escritor noruego Knut Hamsun, quien vivió hasta 1952. Hamsun es
reconocido como uno de los grandes autores escandinavos del siglo
XX, siendo galardonado en 1920 con el Premio Nobel de Literatura.
Su obra cumbre fue 'Hambre', escrita en 1890. Con esta novela consiguió
su primer gran éxito, siendo considerada una de las más influyentes
obras de finales del XIX, anticipando lo que sería las grandes novelas
de años posteriores. 'Hambre' es un relato en primera persona, en
donde el personaje ficticio, de nombre desconocido, narra la miseria
en la cual se encuentra sumergido debido a la carencia de un trabajo
estable, sumado a la difícil situación que se vive en la ciudad
de Cristianía del siglo XIX. Otra obra célebre del autor nórdico
es su 'Trilogía del vagabundo', compuesta por sus tres relatos autobiográficos
más destacados: 'Bajo las estrellas del otoño', 'Un vagabundo con
sordina' y 'La última alegría'. Políticamente, su simpatía y apoyo
explícito hacia el régimen nazi y Adolf Hitler hizo que su sobresaliente
obra quedase en la sombra a partir de la II Guerra Mundial. El periodista
y escritor Juan Soto Ivars, uno de los grandes valedores de Hamsun
actualmente en nuestro país, escribe sobre este autor: "Mi escritor
favorito, Knut Hamsun, fue un noruego que terminó siendo nazi. Es
un autor complicado y brutalmente bueno, un raro de la historia
de la literatura. Pues bien, sus traducciones al español también
están subvencionadas por Noruega. Olé por Noruega."

Hamsun no hizo como Céline o Eliade: no se había arrepentido.
Escribió un obituario elogioso para Hitler y lo encerraron en un
asilo. Depresivo y barbudo, perseveró en su error hasta el final
y combatió a quienes intenten compasivamente demostrar que padece
demencia senil.
El pasado Abril, uno de los escritores más reconocidos
de la literatura rusa y universal, Mijaíl Bulgákov, dejó
de poder ser celebrado o recordado en las calles de Kiev, su ciudad
natal, después de que el Instituto Ucraniano para la Memoria Nacional
concluyera que es un símbolo de imperialismo ruso que intenta someter
a Ucrania. Nacido en 1891 en el seno de una familia rusa establecida
en la capital ucraniana, el autor de clásicos prohibidos por las
autoridades soviéticas como ‘El maestro y Margarita’ vivió en Kiev
el convulso período de la guerra civil en el Imperio Ruso, que enfrentó
a los bolcheviques, rusos blancos contrarrevolucionarios y nacionalistas
ucranianos. De inclinaciones conservadoras y siempre escéptico de
la utopía que proponía el comunismo, Bulgákov recreó ese Kiev en
una de sus obras más celebradas, ‘La Guardia Blanca’, que contiene
elementos autobiográficos y se caracteriza por la simpatía con la
que presenta los motivos y el comportamiento de los oficiales blancos
antibolcheviques. Las filias y fobias personales que se manifiestan
en ‘La Guardia Blanca’ y en otros de sus trabajos le granjearon
la hostilidad de las autoridades comunistas soviéticas hasta su
muerte, y vuelven a traer hoy problemas para su legado en el contexto
nuevamente convulso y trágico de la actual invasión militar rusa
de Ucrania.

Pásate por Intro >> Resumen temático.
Cercano a los ideólogos del putinismo, tras analizar
sus elecciones vitales durante ese tiempo y algunas de las obras
que escribió Bulgákov, el Instituto para la Memoria de Ucrania decretó
a finales de marzo que el escritor tenía una visión del mundo definida
por el imperialismo ruso que es comparable a la de “los ideólogos
del putinismo” que justifican “el genocidio en Ucrania”. Este órgano,
creado por las autoridades ucranianas para emitir dictámenes sobre
personalidades susceptibles de ser prohibidas en virtud de la ley
que declara ilegal promover el imperialismo ruso en los espacios
públicos, también recrimina a Bulgákov haber simpatizado con el
Ejército blanco y “aprobar la expansión del comunismo ruso”. Según
el informe del instituto, en la obra del escritor no existe ningún
personaje positivo de etnia ucraniana. Los ucranianos, continúa
el dictamen, son a menudo parodiados y sometidos a escarnio, algo
habitual en muchos productos culturales del Imperio Ruso, donde
la ucraniana y otras minorías nacionales eran vistas como simplonas
y vulgares.

Stalin y su hija Svetlana, 1935.
La decisión del Instituto de la Memoria podría cambiar
en corto plazo la fisonomía de una de las zonas más emblemáticas
de Kiev. A los pies de la iglesia azul pastel barroca de San Andrés
se extiende en curva la cuesta empedrada de Andrivski, que conecta
el vibrante barrio de Podil con el paseo desde el que los kievitas
se asoman a la inmensidad del río Dnipró. Bulgákov vivió en el número
trece de esa calle empinada, en una casa de dos alturas y fachada
amarilla que hoy alberga un museo dedicado a su legado. Una placa
metálica en relieve recuerda al ilustre inquilino. La placa está
manchada con la pintura roja que alguien arrojó para mostrar su
rechazo al prorruso Bulgákov. Justo al lado de la casa podía verse
una estatua de bronce a tamaño natural de Bulgákov con la piernas
y los brazos cruzados. La escultura está tapada con sacos de tierra
que la protegen tanto de los fragmentos de los drones y de misiles
rusos como de los muchos detractores que la guerra le ha granjeado
al escritor en Ucrania.

El monumento a Mikhail Bulgakov, los activistas colocaron
citas de sus obras, que reflejan sentimientos ucranófobos. Junto
con extractos de la novela "La Guardia Blanca", el monumento contiene
"Saquen al chovinista ruso de Kiev", que también tiene un código
QR sobre una petición para la demolición del monumento.
Consciente de que la cancelación de Bulgákov podría
obligarle a echar el cierre, la dirección del museo dedicado al
escritor ha criticado duramente el dictamen del Instituto por sesgado
y poco riguroso. “Seguiremos revelando y explicando el trabajo de
Bulgákov en el contexto ucraniano, trabajando para que se entienda
el significado del destino del autor y de sus personajes para Ucrania,
para el mundo e incluso para Rusia, exponiendo todos los aspectos
positivos y negativos”, ha declarado la dirección del museo. Más
allá de círculos intelectuales, en los que sí surgen debates sobre
la política de desrusificación cultural que está llevando a cabo
Ucrania, la polémica no está teniendo repercusión en la sociedad.
Los ucranianos parecen tener problemas más urgentes que atender
cuando se visten cada día tras otra noche en vela por el ruido de
las sirenas antiaéreas y las explosiones.
Un 24 de mayo, pero de 1940, nacía el poeta y ensayista
Iosif Aleksandrovich Brodsky, quien muchos años después se exiliaría
en Estados Unidos y sería conocido como Joseph Brodsky. Vino al
mundo en la región del actual San Petersburgo en el seno de una
familia judía, en tiempos aciagos como lo fueron los años de la
Segunda Guerra Mundial, cuando Alemania -transgrediendo el acuerdo
Molotov-Ribbentrop-, invadió con doscientas unidades militares una
superficie considerable de la entonces Unión Soviética. El pequeño
Iosif contaba apenas dieciséis meses de vida cuando comenzó el asedio
de Lelingrado, que terminó cuando el futuro poeta ya contaba cuarenta
y dos meses de maduración extrauterina en un entorno de hambre y
desesperanza que por poco fulminaba a sus padres, de por sí pertenecientes
a un grupo social marginado.

El poeta ruso Joseph Brodsky en 1988.
Tras una pubertad y adolesencia de fricciones con
autoridades escolares soviéticas, Iosef desarrolló habilidades como
técnico de mantenimiento de máquinas fresadoras, diseñadas para
la extracción de diversos tipos de viruta de materiales como la
madera y el acero. Más adelante, se empleó como embalsamador en
una prisión que funcionaba en las instalaciones de lo que antes
había sido una destilería de vinos. En sus horarios libres, Iosif
estudiaba por su cuenta polaco y checo, encaprichado por embarcarse
en la traducción de Czeslaw Milosz y John Donne, respectivamente.
A los quince años comenzó a la escritura y publicación
de sus primeros poemas, que circuló en publicaciones clandestinas
que en términos contemporáneos podríamos identificar como ‘fanzines’,
es decir, publicaciones periódicas de factura artesanal, no solo
desamparadas sino vistas con malos ojos por los órganos oficialistas
de la Cultura, como en este caso era la Goskomizdat o Comité Estatal
de Publicaciones.
Iosef Brodsky no era team Goskomizdat. Iosef Brodsky
y sus amigos eran team Samizdat, es decir,team ‘hágalo usted mismo‘,
a mano, sin utilizar los dispositivos mecánicos de imprenta que
los capataces de la cultura oficial han ordenado empadronar para
poder fiscalizar Matrices Ideológicas No Alineadas Para Donde Se
Tienen Que Alinear. ¡Poetas y prosistas del mundo, alineaos! No
sea que os tengamos que alinear por Arkhangelsk.
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Pásate por Intro >> Resumen temático
>> Ucrania/Rusia.
Por cierto que, en teoría, Dmitry Bobyshev, que era
otro joven poeta del cónclave, era también de los escritores Samizdat.
Pero en cuanto se decidió a cortejar a la pintora Marina Basmanova,
quien por aquel entonces se entendía en ternuras con Iosef Brodsky,
la Gozkomizdat localizó a Brodsky y comenzó su fiscalización, que
produjo al menos dos internamientos psiquiátricos, un arresto, un
juicio bastante kafkiano, y su sentencia a un lustro de trabajos
forzados en un centro de adoctrinamiento en los Hielos Eternos de
Arkhangelsk. ¡Las asperezas del amor juvenil!
Algunas circunstancias adversas pueden no parecerlo
tanto cuando se proviene de asperezas peores; esa es tal vez la
única ventaja, la única compensación de tener por todo antecedente
un camino de miserias. Norinskaya es una comunidad rural ártica
que en 2010 ya contaba con 7 habitantes. Fue ahí donde Brodsky fue
remitido a purgar su condena por ser “un parásito social disfrazado
de poeta«, según sentenció un juez que seguramente tenía un alcance
de miras similar a los comités de censura que en este momento operan
en Estados Unidos para expurgar las bibliotecas y listas de bibliográficas
escolares de cualquier libro que escueza la visión mojigata del
mundo que caracteriza al evangelicanismo estadounidense.

Joseph Brodsky, Leningrado, 1964.
En su covacha rústica, sin chimenea ni mayor comodidad
que su aislamiento, Brodsky pudo sumergirse en el estudio del trabajo
poético de W. H. Auden y Robert Frost. Brodsky estudiaba y estudiaba,
mientras que la plana mayor de la intelectualidad soviética, con
las voces notables de Evgeny Evutshenko, Ana Akhmatova y Dmitry
Shostakovich en las notas principales del coro indignado. Así, se
consiguió diluir la condena del joven poeta a 18 meses, tras los
cuales pudo retornar a Leningrado, ya arropado bajo un manto internacional
de celebridad. Buena parte de ese manto se tejió en Estados Unidos,
ese imperio cuyas academias se preocupan tanto por la censura que
se ejerce fuera de su país, en especial a quienes sus Órganos de
Inteligencia identifican como Enemigos de Sus Enemigos.
Siete años permaneció Brodsky en su tierra natal y
cuando casi cae nuevamente en la camisa de fuerza de la psiquiatría
soviética, consiguió trascender la Cortina de Hierro y migrar, con
las gestiones del editor Carl Ray Proffer y el poeta W. H. Auden,
a la Unión Americana, donde se asentó en la ciudad de Ann Arbor,
en Michigan. La «I» de «Iosif» no tardó en consonantizarse a una
africada postalveolar sonora, ni la «f» en americanizarse a una
«ph»‘ : era ahora Joseph Brodsky, el académico sobreviviente a varios
círculos del infierno que había cruzado el Atlántico para impartir
cátedras en las aulas mayores de la Tierra de la Libertad. Finalmente,
todas las piezas del rompecabezas identitario de Joseph se alineaban
bajo signo propicio. Tras recibir el premio Nóbel en 1987, declaraba
en entrevista: «Soy judío, soy un poeta ruso, un ensayista inglés
y, por supuesto, un ciudadano americano».
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En su discurso de recepcion del Premio Nóbel, declaró:
Para alguien reservado a su privacidad, para alguien
que toda su vida ha preferido su condición privada a cualquier rol
de peso social, y que ha llegado lejos en esta preferencia -lejos
de su tierra madre, para decir lo menos, puesto que es mejor ser
un fracaso en democracia que un mártir de la crema y nata en tiranía
-para tal persona, encontrarse súbitamente en esta tribuna es una
experiencia incómoda y retadora».
Joseph Brodsky, 1987.

A pesar de su corta obra, Witold Gombrowicz es uno
de los escritores vanguardistas más importantes del siglo XX y ha
sido comparado con Joyce y Kafka. Corrosivo y tragicómico, siempre
fue crítico con toda forma de identidad colectiva, que veía como
una imposición injusta - aunque inevitable - sobre el individuo
y su libertad. Así, la identidad nacional resultó uno de sus principales
enemigos y atacó satíricamente las tradiciones polacas, la historia
del país y su literatura. Sin embargo, es este mismo conflicto con
sus orígenes lo que constituye el punto de inicio de sus historias,
que a la vez que ineludiblemente modernas permanecen así enraizadas
en la tradición y la historia polacas.
Sus novelas y obras de teatro fueron censuradas en
la Polonia comunista hasta finales de los años 1970; sin embargo,
fueron publicadas en polaco por su amigo Jerzy Giedroyc, quien había
creado en París, en 1950, una editorial llamada Kultura. Ya que
muchos de los libros publicados por Kultura fueron objeto de contrabando
dentro de Polonia, las obras de Gombrowicz llegaron a ser bien conocidas
allí.
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Peter Camenzind, la primera novela de Hermann Hesse,
le sacó del anonimato de las publicaciones en revistas y también
de su empleo de siempre como librero. Pero eso fue mucho después
de que estuviera a punto de suicidarse en su adolescencia. Por el
intento fallido (quería ser poeta a toda costa y sus padres no le
dejaban) le internaron en un seminario del que solo le gustaban
el latín y el griego. Todos estos avatares iniciales configuraron
una personalidad indefinible que se fue desarrollando con el tiempo
en el arte, como si todos esos agujeros del alma los hubiese utilizado
para hacer entrar toda la belleza posible que luego devolvió «esculpida»
en sus libros e incluso en sus pinturas.
Hesse fue un individuo excepcional, un artista sublime
que retrató la naturaleza humana desde la superficie hasta las más
hondas profundidades en las que él mismo se sumergió. Con 15 años
abandonó los estudios y comenzó a trabajar en una librería cuyos
objetos colocaba en las estanterías y en su alma. Era el lobo estepario
de su librería, encerrado entre volúmenes y asomándose entre los
primeros poemas, cuyas primeras compilaciones publicó a los 20 años
hecho un romántico huidizo que soñaba entre tapas y páginas ser
como Goethe o Novalis. Paseante y viajante fue construyéndose por
dentro, siempre en soledad, sin distracciones.

Tenía 24 años cuando escribió Peter Camenzind, de
la que se cumplen 120 años, la consagración después de la
formación autodidacta, única. Después del éxito abandonó la profesión
de librero y se casó. Había pasado a una nueva etapa artística y
personal cuyos tiempos parecían perfectamente diseñados desde su
feliz, sabia y precoz escapada de las ataduras del sistema al que
su familia le abocaba. Encastillado en la libertad, su antinacionalismo
alemán empezó con la Gran Guerra y se extendió entre críticas y
ataques de sus compatriotas por no compartir el fervor masificado,
que alcanzaron su cumbre con la llegada al poder de Hitler. Los
nazis ocultaron y destruyeron su obra y su figura.
Por entonces ya no era alemán sino suizo (desde 1923)
y ya se habían publicado todos sus grandes hitos, desde Demian a
Siddharta o El lobo estepario, por citar los más conocidos: el canto
a la belleza y al arte y a la vida extraordinarios, escrito en medio
de una depresión; la vida del príncipe Siddharta, el Buda ideal,
el libro de una estrella mundial y casi californiana, y la fantasía
y la realidad mágicas de El lobo estepario, reflejo del El Grito
de Munch y de la sociedad interior occidental escrito en los tiempos
extraños junto a su segunda mujer, con la que no llegó a consumar
el matrimonio. Aquello fue una recesión existencial y al mismo tiempo
un nuevo impulso para terminar de conformar al gran hombre, al gran
poeta, al gran escritor henchido y dador de delicadeza que fue el
autor más leído en Estados Unidos en los 60.
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Johannes Angelos (traducida en España con el título
de El ángel sombrío, en alusión al ángel de la muerte). Es la historia
de Juan Angelos, hombre cultivado y de gran sensibilidad que llega
a Constantinopla para participar en su defensa contra los ejércitos
del sultán otomano Mehmed II. Esta narración culmina con la toma
de la ciudad, considerada el fin de la Edad Media (1453). Al reeditarse
la novela e incluir pasajes que fueron censurados en la edición
de 1975, el título de la obra en español se cambió a El sitio de
Constantinopla: la caída del Imperio bizantino.
María Concepción «Concha» Alós Domingo (Castellón,
22 de mayo de 1926 - Barcelona, 1 de agosto de 2011) fue una escritora
española. En 1962, Alós se dio a conocer con la novela Los enanos,
con la que obtuvo el XI premio Planeta, aunque tuvo que renunciar
al premio tras la entrega, ya que había firmado con anterioridad
un contrato con la editorial Plaza y Janés, inicialmente reacia
a publicar la novela, por considerarla subversiva, pero que la acabó
lanzando con gran éxito, una vez demostrado el interés de la competencia.
Al año siguiente, Alós publicó Los cien pájaros y en 1964 volvió
a obtener el premio Planeta con la novela Las hogueras. Su última
novela publicada, El asesino de los sueños, es de 1986. Es la única
persona que ha ganado el premio Planeta en dos ocasiones
Su obra se enmarcó dentro del realismo y del testimonio
social. Trató con un lenguaje directo temas poco habituales en la
literatura española de entonces, como el sexo, la homosexualidad
y la prostitución. Debido a ello, tuvo inconvenientes con la censura
franquista, pese a lo cual varias de sus obras fueron éxitos de
venta en los años 1960 y 1970. Había quedado fuera de los círculos
literarios a mediados de la década de 1980. A finales de la década
de 1990 enfermó de Alzheimer. Sin familiares directos, fue ingresada
en una residencia. Murió en 2011, en el más absoluto anonimato.
Apenas unas líneas en algún periódico y, según pequeñas crónicas
del momento, la presencia de Maria del Mar Bonet y el fotógrafo
Toni Catany en su despedida. Fue enterrada en el cementerio de Castellón
de la Plana. En 2021 la editorial La navaja suiza publicó de nuevo
su libro Los enanos.


La historia de Agustín Gómez Arcos fue sepultada por
el silencio de la España más gris y oscura de la dictadura. Esa
epoca en la que ser un adelantado a tu tiempo estaba condenado.
"La obra de Gómez Arcos representaba todo aquello que el régimen
franquista quería ocultar y apartar. Él era la disidencia, sus novelas
y obras de teatro estaban cargadas de caracter político, radical
y rompedor. Tenía personajes homosexuales, había sexo en su obra
y mujeres que no eran sujetos pasivos", cuenta Laura Hojman, directora
de Un hombre libre, el documental que se ha presentado en el Festival
de Cine Europeo de Sevilla con el que quiere rescatar su figura
del olvido y que compite en la sección oficial. Como tantos otros,
la censura y la represión abocaron a Gómez Arcos al exilio. Una
huida que, para un hombre profundamente enamorado de su país, nunca
hubiese querido emprender. Sin embargo, no fue hasta ese momento,
al otro lado de la frontera, que su obra empezó a ser reconocida
como merecia. Mientras su nombre se borrába de la historia de España,
en Francia publicaba su primera novela, El cordero carnívoro, un
libro rompedor que terminaría por convertirle en uno de los autores
más destacados de la literatura francesa. "Su obra llegó a traducirse
además a más de 12 idiomas, formó parte de los planes de estudio
de los liceos franceses, se llevó al cine, a la ópera... era una
celebridad en Francia, allí llegó a lo más alto", explica Hojman.
Y, ¿qué pasó en España?¿por qué tras el fin de la dictatura su figura
tampoco fue rescatada?

Retomamos a Agustín Gómez Arcos. Pásate por
la tercera página de este monográfico.
"Agustín se adelantó a su tiempo", dice Laura Hojman.
Pero no solo al tiempo más oscuro del franquismo, también a ese
tiempo de aparente modernidad que lo tiñó todo de colores en los
años 80. Como apunta la directora, en esos años, hablar de la memoria
democrática aún dolía; hablar de la homosexualidad aún era arriesgado
en la época de La Movida y el feminismo era todavía un concepto
que incomodaba. "Cuando él vuelve en la Transición, vuelve muy emocionado,
ilusionado, pensando que ahora sí va a ser el momento en el que
él por fin va a poder escribir todo eso que va a poder expresarse,
pero tiene un choque tremendo y le provoca una tristeza profunda
porque de que España está mirando hacia otro lugar", cuenta la cineasta.
Salpidaco por imágenes de archivo, recurros narrativos que exploran
la geografía y la memoria de España y la banda sonora original compuesta
por Elena Córdoba, compositoria y DJ sevillana, más conocida como
Novia Pagana, el documental está plagado de voces y personalidades
de la cultura. Pedro Almodóvar, Paco Bezerra, Marisa Paredes, Alberto
Conejero o Bob Pop van perfilando quién era este aún desconocido
autor, nació en Enix, un pequeño pueblo de Almería que se convirtió
en una de las grandes figuras de la literatura en Francia.
El documental también reivindica el trabajo que, desde
el año 2006, realiza la pequeña editorail Cabaret Voltaire, que
ha traducido y publicado en España algunos de los títulos más destacados
de Gómez Arcos como El cordero carnívoro (1975), Ana no (1977) o
El niño pan (1983). Ediciones que, sobre todo, están calando en
las generaciones más jóvenes. "Me parece un mensaje de esperanza
en estos tiempos que estamos viviendo, son cosas a las que agarrarnos
para seguir pensando que hay un camino, que la memoria no es pasado,
que la memoria es presente y sobre todo la memoria tiene mucho que
ver con el futuro", concluye.


Tras sus obras dedicadas a Antonio Machado (Los días
azules) y a María Lejárraga (nominada a mejor documental en los
Goya 2023), Laura Hojman ahonda ahora en la palabra encendida del
autor almeriense. El documental, producido por Surtsey Films, que
cuenta con la participación de RTVE y tiene previsto que llegue
a los cines a principios del año que viene, es un homenaje a un
hombre que nunca dejó de mirar a su país, a pesar del exilio. "Uno
no se rebela por odio, sino por amor", escribió desde su destierro.
Murió en Fancia, reconocido allí como un prestigiodo escritor, enterrado
en el cementerio de Montmatre.
Centenario de Luis Martín-Santos. El autor de la novela
'Tiempo de silencio' nació el 11 de noviembre de 1924 en Larache
(por entonces un protectorado español).
Junto al cuentista Ignacio Aldecoa, el prosista Juan
Benet, la novelista Carmen Laforet y el gramático Rafael Sánchez-Ferlosio
(descontando, claro, al Nobel de Literatura Camilo José Cela y al
gran Miguel Delibes), Luis Martín-Santos (nacido en Larache, aunque
criado en San Sebastián, el 11 de noviembre de 1924) fue uno de
los escritores más destacados de la mitad del siglo XX español.
Es cierto que, como le sucedió a la barcelonesa Laforet con 'Nada',
Martín-Santos es principalmente conocido y reconocido por una obra,
por una novela: 'Tiempo de silencio', publicada en 1961 por la editorial
Seix Barral; eso sí, con 20 páginas recortadas que no pasaron la
censura hasta el año 1980 en su decimisexta edición.

Para entonces su autor, Luis Martín-Santos, ya estaba
muerto. Y es que el también psiquiatra perdió la vida con tan sólo
39 años en un accidente de automóvil. Más adelante se publicaría
su otra gran novela (aunque inacabada), ya postumamente, 'Tiempo
de destrucción': una continuación de su gran novela, que iba a formar
parte de una trilogía.
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El Gobierno de Milei inicia una caza de brujas contra
escritoras feministas tras tildar sus obras de "pornográficas".
"Degradación e inmoralidad". Con estos términos condenaba
públicamente la vicepresidenta argentina, Victoria Villarruel, la
novela Cometierra, una narración de la reputada escritora contemporánea
Dolores Reyes sobre la violencia de género y la maternidad en América
Latina. Esta opera prima de la relatista argentina ha suscitado
el recelo del Gobierno de ultraderecha encabezado por Javier Milei,
quien ha arremetido duramente contra ella por, según él, pervertir
a las infancias, al representar escenas de encuentros sexuales.
Indignada y escandalizada ante el contenido a su juicio "pornográfico"
de esta obra, Villarruel expresaba recientemente a través de su
cuenta de X (antes Twitter) su voluntad de acabar con la difusión
del libro en los espacios educativos: "Existen límites que nunca
deben pasarse. ¡Dejen de sexualizar a nuestros chicos, saquen de
las aulas a los que promueven estas agendas nefastas y respeten
la inocencia de los niños! ¡¡Con los chicos NO!!".

Norah Hoult, seudónimo de Eleanor Lucy Hoult, nació
en Dublín en 1898. Su madre, una irlandesa católica, y su padre,
un inglés protestante, murieron cuando ella tenía solo nueve años
y creció junto a su hermano en diferentes internados del norte de
Inglaterra. Empezó a escribir como periodista en el Sheffield Daily
Telegraph, la Pearson’s Magazine y el Yorkshire Evening Post. Su
primer libro de relatos, Poor Women!, donde aborda la situación
de las mujeres, se publicó en 1928 después de ser rechazado diecinueve
veces. Obtuvo tal éxito entre los lectores que Hoult se convirtió
en una escritora tan celebrada como polémica por los temas que abordaba:
el matrimonio, el alcoholismo, la prostitución y las diferencias
de clases. Esto hizo que la Junta de Censura de Irlanda prohibiera
hasta diez de sus obras.

El pasado año se cumplieron 40 de su partida.
En 1939 publicó There Were No Windows, inspirada en
la escritora Violet Hunt, que vivía cerca de ella en Londres. Hoult
también vivió en Nueva York antes de instalarse definitivamente
en Irlanda. En 1950 publicó el libro de relatos Boda irlandesa.
Pasó sus últimos años en Greystones, en el condado irlandés de Wicklow,
donde murió en 1984.
Nicola Beauman dice "es un muy buen ejemplo de una
escritora que deja completamente de estar de moda y es olvidada.
Era una escritora absolutamente brillante y conocida en ese momento
de una manera que no lo es ahora”. Beauman, editora de Persephone
Books de Londres, ha revisado el trabajo de Hoult desde su muerte.
En 2005, Persephone Books volvió a publicar su novela There Were
No Windows. El objetivo de los libros de Perséfone es arrojar luz
sobre las escritoras que han sido pasadas por alto en el canon literario
irlandés.

El Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia
es un día feriado inamovible de Argentina que se conmemora cada
24 de marzo. La fecha remite al golpe de Estado del 24 de marzo
de 1976 y busca generar memoria y conciencia colectiva para que
los golpes de Estado y las violaciones de derechos humanos no se
repitan "nunca más" y sus autores sean enjuiciados y castigados.
Como no podría ser de otra manera, estos libros
fueron perseguidos.
Operación Masacre es un libro escrito por Rodolfo
Walsh y publicado por primera vez en 1957, y la primera novela de
no ficción periodística. Se adelantó nueve años a A sangre fría
(In Cold Blood) de Truman Capote, el libro a menudo citado como
iniciador de este género. Basado en las entrevistas con los sobrevivientes,
sus familias y autoridades del gobierno, el libro expone una investigación
detallada y revela una serie de asesinatos de prisioneros el 9 de
junio de 1956, conocidos en la historia como los «fusilamientos
de José León Suárez», cometidos durante la dictadura cívico-militar
autodenominada Revolución Libertadora. Dirigida y guiónada por Jorge
Cedrón y Walsh, fue llevada también al cine, una película bajo el
título homónimo en 1972.

Portada de la primera edición.
Las venas abiertas de América Latina es un libro publicado
en 1971 por el escritor uruguayo Eduardo Galeano. En la obra, el
autor opina de modo global sobre la historia de América Latina desde
la colonización hasta la América Latina contemporánea, argumentando
con crónicas y narraciones el constante saqueo de los recursos naturales
de la región por parte de los imperios coloniales, entre los siglos
XVI y XIX, y los Estados imperialistas, como el Reino Unido y los
Estados Unidos principalmente, desde el siglo XIX en adelante. La
obra recibió mención honorífica del Premio Casa de las Américas.

Del autor de Rayuela, nuestra bibliotecaria nos habla
en la sección de autores. La novela tardó varios años en
ser publicada en España debido a las reticencias del régimen de
Franco. Los censores franquistas, todavía en 1967, recomendaron
suprimir ocho páginas del libro, y este finalmente no vería la luz
hasta siete años después. La obra promulgó el pensamiento
crítico, la libertad individual y la experimentación
artística, todo lo que el regimen argentíno veía
como una amenza.
Cien años de soledad era considerado subversiva
y de izquierdas. El realismo mágico, del que nuestra bibliotecaria
nos habla, se veía como una distracción del orden
racional.
El principito, de Antoine de Saint-Exupéry,
que al igual que Cortazar, se incluye en la selección de
autores, era considerado individualista y con mensajes contrarios
a la educación patriótica y militarista.
“Mi nombre te sonará como el de un fantasma”: Agustín
Gómez Arcos, el genio literario que triunfa 27 años después de su
muerte
En la sociología del gusto suele decirse que los hijos
se llevan muy mal con los padres, pero muy bien con los abuelos.
Es decir, que en ocasiones hace falta un salto de una generación
o dos para que ciertas ideas encuentren eco de nuevo. Algo así le
ha sucedido a Agustín Gómez Arcos (Enix, Almería, 1933-París, 1998),
un secreto a voces de la literatura española, un dramaturgo y novelista
antifranquista, homosexual, apaleado por la censura y exiliado en
París, donde publicó una decena de novelas en francés que causaron
revuelo allí pero apenas tuvieron eco aquí. Cuando murió, en 1998,
muy pocos recordaban su nombre en España y aún menos habían leído
sus obras. Hoy, sin embargo, se ha convertido en el protagonista
de un singular fenómeno editorial de esos que solo se producen por
el entusiasmo de los lectores ante novelas descarnadas, libérrimas,
violentas y sensuales que enlazan con distintas luchas, de la memoria
histórica del franquismo hasta lo queer. “Con Agustín Gómez Arcos
sucede algo bonito, y es que sus lectores somos como una especie
de tribu”, explica la cineasta Laura Hojman. “Cuando empiezas a
leerlo, lo comentas con un amigo. Y de un fan llegas a otro. Es
un descubrimiento”.

La historia de Gómez Arcos la cuentan sus novelas
y sus obras de teatro, creaciones llenas de personajes heridos en
una España casi goyesca, esperpéntica y tenebrista. Tanto unas como
otras las ha rescatado la editorial Cabaret Voltaire, en traducciones
de Adoración Elvira Rodríguez que han agotado varias ediciones de
los títulos más conocidos. Sus libros se leen en clubes de lectura
y se emplean para diagnosticar el presente. No es para menos: es
irresistible teorizar sobre las monjas sádicas de María República
o los torturadores que ejercían su oficio durante el franquismo
(Escena de caza furtiva) en los sótanos del edificio de la Puerta
del Sol donde hoy tiene su despacho la presidencia de la Comunidad
de Madrid. Pero faltaba contar su vida. Y eso es lo que hace Un
hombre libre, el documental que Hojman ha estrenado en cines en
marzo, y que narra su biografía por primera vez. La propia cineasta
forma parte de estos lectores de nueva generación. En 2020 acababa
de estrenar Los días azules, un documental sobre Antonio Machado,
y estaba empezando a trabajar en otro proyecto sobre la escritora
María Lejárraga. Su colaboradora, la periodista María D. Valderrama,
que preparaba una muestra sobre el almeriense para el Instituto
Cervantes de París, le habló de él. “No lo conocía, no había leído
nada. María me puso sobre la pista. Me puse a leer El cordero carnívoro.
Y me explotó la cabeza”
_348x432.51428571429.jpg)
El cordero carnívoro narra, de un modo intenso y provocativo,
la vida de un muchacho desde su nacimiento hasta que cumple 25 años.
Partiendo de la extraña relación entre el protagonista y los seres
que lo rodean, Gómez Arcos desvela, de manera descarnada, los traumas
causados por la guerra civil en una familia de la burguesía andaluza.
Profundas reflexiones sobre las relaciones humanas, la muerte, la
homosexualidad, la libertad, la dictadura, la religión, conforman
esta novela de amor y de odio, magistralmente escrita pero políticamente
incorrecta.

En Un hombre libre están los textos de Gómez Arcos
y las actas de censura de sus obras, leídas por Marisa Paredes.
Hay testimonios de periodistas, escritores y artistas. Pero también
las imágenes personales, el álbum fotográfico íntimo atesorado por
amigos suyos como el actor Antonio Duque, que convivió con Gómez
Arcos en los años sesenta, cuando trataba de abrirse paso en el
teatro madrileño. “En aquellos años Madrid era un lugar gris, oscuro,
lleno de prohibiciones”, recuerda Duque en el documental. “Las películas
se censuraban, todo estaba prohibido. A un homosexual que fuese
con un pantalón de color lo apedreaban. [...] Había bares homosexuales
en los que había que andar con mucho cuidado, porque podían hacer
una redada, y luego había un sitio llamado Bourbon Street, al que
acudía todo el mundo”. En las novelas de Gómez Arcos la esperanza
suele abrirse paso, tal vez porque en su vida ciertos lugares y
personas también tuvieron un efecto salvador. Si en Bourbon Street,
un efímero club de jazz en Diego de León, el escritor pudo experimentar
con su identidad sexual, fue en otro local, el restaurante español
Candelaria, en París, donde comenzó su carrera como novelista. En
este café teatro donde trabajaba como camarero estrenó algunas breves
piezas teatrales que un editor vio, con tanta suerte que decidió
sugerirle escribir prosa en francés. El resultado fue El cordero
carnívoro, una novela de incesto en las tinieblas de la posguerra
que sigue generando adeptos hoy en día. Pedro Almodóvar, que conoció
a Gómez Arcos e incluso convivió con él cuando ambos eran invitados
en casa de un amigo común —”Nos veíamos en casa todos los días y
por las noches salíamos a cenar al Gijón”, relata—, cuenta en el
documental su impacto al leerla.


“Es tan deslumbrante que pensé si habría una posible
adaptación cinematográfica. Pero es demasiado fuerte para llevarla
al cine”. Pero algo quedó. En Dolor y gloria (2019), el trasunto
de Almodóvar interpretado por Antonio Banderas hojea un ejemplar
de esta novela. Para las nuevas generaciones, fue una pista: ahí
había algo. Un nombre, una portada, un título misterioso. Tal vez
un fantasma. Para el dramaturgo Alberto Conejero, Premio Nacional
de Literatura Dramática, Gómez Arcos comenzó siendo eso: un espectro.
“Llegué a él cuando estaba en la escuela de arte dramático”, recuerda
el dramaturgo. “Era un nombre más de una larga lista de autores
españoles. Pude leer Diálogos de la herejía y me fascinó, pero fue
un flechazo que se quedó ahí, porque su obra estaba descatalogada”.
Conejero, que ha indagado en la memoria histórica y en sus silencios
con obras como La piedra oscura (sobre García Lorca) y El mar: visión
de unos niños que no lo han visto nunca (sobre el maestro Antoni
Benaiges, fusilado por falangistas al inicio de la Guerra Civil),
ve en Gómez Arcos “la pervivencia de la violencia, de algo farsesco
propio de Valle-Inclán, y también la dimensión telúrica de García
Lorca. Era su continuación natural”.
Conejero menciona un texto que, aunque no es una novela
ni una pieza teatral, resulta igualmente imprescindible para entender
su vida: la carta que Gómez Arcos escribió a Manuel Fraga en 1966,
en la que explicaba que se veía obligado a irse de España por el
acoso de la censura a sus obras. No era una forma de hablar ni una
exageración. En dos ocasiones el jurado del Premio Lope de Vega,
el más importante de literatura teatral, tuvo que cambiar las actas
del fallo para retirarle el premio que le habían concedido. Sus
obras eran sobresalientes, pero la censura nunca habría permitido
que se estrenaran. “Es una carta que me conmueve mucho”, explica
Conejero. “Como autor teatral padeció una carrera cortocircuitada
que le impidió crecer. Un autor teatral que no estrena sus obras
va muriendo poco a poco, porque los autores aprendemos en el escenario.
Y la censura cercenaba constantemente sus obras”, afirma. Sin embargo,
en sus novelas escritas en francés, ya lejos del yugo franquista,
su estilo se liberó. “Gómez Arcos dice que es un fantasma, pero
esa condición fantasmática le da libertad absoluta. Escribió desde
un margen que con los años se ha hecho muy elocuente”.

Descansa en Montmartre.
Desde hace 15 años la encargada de traducir la obra
de Agustín Gómez Arcos es Adoración Elvira Rodríguez. En 1985 el
autor recibe la condecoración de Caballero de la Orden de las Artes
y las Letras de Francia y en 1995 la vuelve a obtener, esta vez
con el grado de Oficial. Su obra se estudia en los colegios franceses.
Es precisamente ese margen lo que lo hace especialmente
atractivo para los nuevos lectores. En sus novelas hay una sensualidad
violenta que funciona como metáfora de la sed de venganza y represión
que caracterizó a la sociedad de posguerra. No abundan los personajes
homosexuales, pero sí los oprimidos, los marginados, los que se
refugian en una disidencia interior irreprimible. Por ejemplo, la
protagonista de Ana no, una novela de culto en Francia primero y
en España después, la historia de una mujer humilde que cruza España
para llevar un dulce a su hijo, que cumple condena en la otra punta
de la península. Laura Hojman subraya esta dimensión. “En la obra
de Gómez Arcos está el tema del silencio y los silencios que nos
conforman, el tema de todas esas miradas, experiencias, personajes
que han sido expulsados de nuestra historia y de nuestra memoria”.
Conejero coincide con ella: “Estamos necesitados de referentes de
esa tercera España. Cuando Gómez Arcos dice ‘España soy yo’, me
conmueve”. Tal vez por eso la última parte del documental, la más
luminosa, cuenta cómo, décadas después de su muerte por complicaciones
derivadas del sida, Gómez Arcos ha encontrado los lectores que no
tuvo en vida. Hay asignaturas pendientes, especialmente en su teatro,
que ha sido reeditado al completo por Cabaret Voltaire, pero que
sigue sin volver a las tablas.
Pero la decena de novelas que siguen reimprimiéndose
van llenando poco a poco una laguna en la historia de la literatura
española. En Un hombre libre están las voces de Paco Bezerra, Bob
Pop o Fernando Olmeda. También hay una tertulia con autores jóvenes
que, como Jesús Pascual, reivindican su dimensión queer y demuestran
la resurrección literaria de un hombre que, en 1986, se describió
a sí mismo con estas palabras: “Mi nombre, si por casualidad lo
has visto en los periódicos, te sonará como el de un fantasma (…)
Fantasma en mi propio país. Escritor fantasma”.
La Biblioteca pública Francisco Villaespesa se sumó
en 2018 a la conmemoración del 20 aniversario del fallecimiento
en París del novelista y dramaturgo almeriense, agrupando en su
punto de interés lector la obra de este autor nacido en Enix y otros
libros sobre su figura y su creación.
Pásate por la página 3 de este monográfico.
Una tarde habanera de 1965 están Alejo Carpentier
y Guillermo Cabrera Infante frente a un grabado antiguo. Lo examinan.
El grabado cuelga detrás del escritorio de Carpentier, en su oficina
de director de la Imprenta Nacional. Desde ese puesto ha publicado
un montón de clásicos de los cuales alardea, entre ellos un Moby
Dick despojado de sus muchas alusiones religiosas. Cabrera Infante
tiene noticias de esa censura, pero “no ha venido a antagonizar
a Carpentier, sino a visitarlo”. En el grabado hay unos efebos en
una balsa rodeada de tiburones. Son una premonición de balseros,
podría decirse. Carpentier le hace notar a Cabrera Infante que aquello
que se ve al fondo es La Habana. Los dos grandes noveladores de
esa ciudad reconocen en el grabado la silueta del Morro. Alejo Carpentier
acaba de publicar El siglo de las luces, que goza del favor de las
autoridades hasta el punto de que Raúl Castro ha ordenado una edición
para el ejército. Sin embargo, lo regañan por un capítulo de su
próxima novela, centrada en el proceso revolucionario, y terminará
desechando tal proyecto. Cabrera Infante saca sus conclusiones de
ese caso: de quedarse allí estaría expuesto, con muchas más razones
que Carpentier, a la censura revolucionaria. Si regresó a La Habana
fue para el entierro de su madre, ha intentado volver a Europa y
lo han bajado del avión sin ofrecerle razones, por kafkiana burocracia.
La Habana comienza a ser su trampa y comienza a ser la capital literaria
que terminará discutiéndole a Carpentier, por mucho que ahora se
proponga no antagonizar con él. Porque allí, entrampado y luchando
por salir, esbozará la versión definitiva de Tres tristes tigres.

Un año antes ha recibido en Barcelona el Premio Biblioteca
Breve por una versión anterior, con otro título, de esa novela.
Tiene publicado hasta el momento un libro de cuentos y una compilación
de sus reseñas cinematográficas de la revista Carteles. No son simples
reseñas, él ha hecho por la crítica de cine lo que Borges por la
de libros. Ha leído bien a Borges. En La Habana de 1965 comprende
que esa primera novela suya no puede publicarse tal como se la premiaron.
Porque lo que en verdad debe contar no es la clandestinidad revolucionaria
en La Habana, sino la ciudad que ha perdido. No las bombas de unos
comandos, sino las bombas sexuales y cabareteras de la ciudad nocturna.
A lo que habría que agregar la negativa de la censura franquista.
El Ministerio de Información y Turismo ha prohibido al editor Carlos
Barral la publicación de ese libro primigenio, Vista del amanecer
en el trópico. El informe oficial habla de “tendencia marxista esencial
en la intención del autor”. De modo que hay que intentarlo otra
vez, y es ahí donde entran los tigres. Los tigres y la reescritura.
De aquella novela original sobreviven un centenar de páginas y se
escriben unas trescientas nuevas. Paradójicamente, su autor se beneficiará
de las prohibiciones de dos policías del pensamiento, la de Francisco
Franco y la de Fidel Castro. Si escribe Tres tristes tigres tal
como lo conocemos sus lectores es por haber padecido la cerrazón
del régimen revolucionario cubano.
Porque fue censurado un cortometraje producido por
él, clausuraron el suplemento literario que dirigía, le ofrecieron
como salida un puesto diplomático en Bélgica y, al volver para el
entierro de su madre, encuentra que La Habana ha sido clausurada
también. Los habaneros con los que se encuentra son más zombis que
tigres, y él no quiere terminar como ha terminado Carpentier, censor
de Melville y censurado él mismo. Si escribe Tres tristes tigres
es también porque el régimen franquista objeta la glorificación
de la Revolución Cubana de la versión original. Una más benigna
nueva Ley de Prensa e Imprenta, la de 1966, permite insistir ante
la censura. Carlos Barral pide a Cabrera Infante que escriba al
Director General de Información una carta exculpatoria. Cabrera
Infante escribe a su censor: “El libro antiguo era una muestra un
tanto fácil de literatura ‘comprometida’ –compromiso con un tiempo
y una causa y unos hombres, todos pasajeros”. El propio Barral se
ve obligado a despedirse del jefe franquista deseándole larga vida:
“Es gracia que espero alcanzar del recto proceder de V. E. cuya
vida guarde Dios por muchos años”.

Con este nuevo intento la novela rebasa el examen,
no sin recortes. Cortan, en nombre de la moral católica, todas las
tetas que aparecen. Cortan alusiones al mundo militar, a un deicidio
y, muy especialmente, cortan las frases finales del texto. Las pronunciaba
una mujer enloquecida, su monólogo iba a perderse en alusiones al
catolicismo y es ahí mismo donde la tijera del censor suelta su
chasquido, interrumpe a la loca y da a la novela un final memorable.
“Ya no se puede más”, reza la última frase permitida. El funcionario
del Ministerio de Información y Turismo deviene en este punto excelente
editor literario. Años más tarde, reeditada la novela con las incorporaciones
de lo que fuera suprimido, su autor respetará el final creado por
aquel censor. Cabrera Infante llega a recordarlo baudelerianamente:
“¡Ah, mi querido censor! Cuánto me habría gustado conocerlo, usted
que es mi hermano, mi semejante, mi hipócrita lector. Después de
todo, ¡los dos hemos escrito el mismo libro!”. Al final, la presentación
de la novela en Barcelona le vale de coartada para salir de Cuba,
a donde no volverá nunca. Puede ya considerarse un exiliado político,
aunque tendrá la precaución de no reconocerlo en público por el
momento. Pues luego de lidiar con las censuras castrista y franquista,
le toca sortear la censura del progresismo español y latinoamericano.
Ahora que podría considerársele un apóstata, Carlos Barral no muestra
ya el mismo entusiasmo que antes para publicarlo, y tienen que persuadirlo
Juan Goytisolo y Emir Rodríguez Monegal.
Al año siguiente de publicarse la novela, en una entrevista
de Tomás Eloy Martínez publicada en Primera Plana, Cabrera Infante
anuncia su ruptura con el régimen castrista. Barral le responde
con una carta llena de insultos y rompen relaciones. “El sentimiento
de asco es mutuo”, reconoce el novelista, que cita esta advertencia
final de quien fuera su editor: “Comunico esta carta... a la Casa
de las Américas, a los que seguramente extrañaría mi silencio”.
En Barcelona, Barral parece vivir bajo sujeciones no muy distintas
a las de Carpentier allá en La Habana. Tal como afirmara Orwell
y recuerda Cabrera Infante, no hay que vivir en un país totalitario
para dejarse corromper por el totalitarismo. Julio Cortázar rompe
su amistad con él. Vargas Llosa comenta en carta a Carlos Fuentes
que le han producido escalofríos “las indecentes frivolidades contra
la Revolución de nuestro amigo Guillermo”. Del castrismo no se admite
la posibilidad de un exilio. Pocos años después, Juan Benet lamenta
que Solzhenitsyn haya podido salir del gulag. El novelista ruso
visita en 1976 una España sin Franco, aunque aún con franquismo,
y concluye que aquello no puede ser una dictadura. “¿Saben ustedes
lo que es una dictadura?”, suelta en televisión. El, que ha visto
revistas extranjeras en los estanquillos de Madrid y ciudadanos
españoles con libertad de movimiento, cae en el vicio de comparar
dictaduras, cae en la tiranología comparada.

Alejo Carpentier y Julio Cortázar.
Un diario inédito y desconocido del escritor cubano,
premio Cervantes de literatura 1977, que revela sus angustias y
preocupaciones durante el proceso de creación literaria vió
la luz en 2013 en La Habana. La Fundación Alejo Carpentier, encargada
de la custodia de su obra, presentó en La Habana el título Diario,
al cumplirse el 109 aniversario del natalicio del reconocido autor
y periodista.
Ni Solzhenitsyn ni Benet admiten la dictadura que
le correspondiera al otro, aunque si el primero yerra por unas pocas
señales de libertad, el segundo aboga abiertamente por una mayor
represión. “Yo creo firmemente que, mientras existan personas como
Alexandr Solzhenitsin, los campos de concentración subsistirán y
deben subsistir”, admite. “Tal vez deberían estar un poco mejor
guardados, a fin de que personas como Alexandr Solzhenitsin no puedan
salir de ellos”. Benet aconseja más celo a la policía soviética,
Barral rinde cuentas a la policía de Casa de las Américas. Hasta
ver publicada su novela, Cabrera Infante tiene que cuidarse de la
simpatía del progresismo por los carceleros comunistas. Y podría
estar burlándose de ellos, de carceleros y progresistas, en una
sección principal de Tres tristes tigres: “La muerte de Trotsky
referida por varios escritores cubanos, años después –o antes”.
Se trata del más raro artefacto de ese libro, donde José Martí,
José Lezama Lima, Lydia Cabrera, Alejo Carpentier y Nicolás Guillén
narran el asesinato perpetrado por Ramón Mercader. Es, a la vez,
la construcción de un panteón literario nacional y un proceso de
autocanonización. El ha descubierto en la recepcionista de la embajada
cubana en París a la madre de Ramón Mercader, cómplice del asesinato
de Trotski. Caridad Mercader, nacida en Santiago de Cuba y crecida
en Barcelona, es protegida secreta del castrismo. El propio Mercader
terminará su vida en La Habana. En la figura del asesino de Trotski
se entrelazan Cuba y Barcelona, el celo criminal revolucionario
y la simpatía intelectual por los totalitarismos, los insultos que
le dedica Barral y la diligencia que muestra Barral en notificarse
ante los comisarios políticos del castrismo.
No resulta casual que la más extensa de esas parodias
corresponda a Alejo Carpentier. Cabrera Infante debió entender que,
de todos los maestros a homenajear y batir, era Carpentier con quien
tenía que vérselas más particularmente. Admira El acoso y Los pasos
perdidos, pero asegura no haber podido leer El siglo de las luces:
“Me rechazó la misma enumeración exhaustiva que me lanzó a parodiarla.
Sé, sin embargo, que a Alejo lo acosó mi parodia y se vio náufrago
en una balsa literaria, amenazado por un solo tiburón lejos del
Morro”. Volvía al grabado que los dos compartieran en su último
encuentro en La Habana. Hace cincuenta años, Guillermo Cabrera Infante
mostró suma astucia para sortear los embates de tres censuras políticas
y publicar su primera novela. La editorial Seix Barral festeja este
cincuentenario con una edición de Tres tristes tigres que incluye
el historial de las gestiones ante una de esas censuras, la franquista.
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