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03-Agosto-2024

Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos, conocida usualmente como Del sentimiento trágico de la vida, es uno de los más destacados ensayos filosóficos de Miguel de Unamuno, fechado al fin «En Salamanca, año de gracia de 1912» y publicado en 1913. Bajo la influencia de Søren Kierkegaard y de san Ignacio de Loyola, entre otros, quien fuera eximio rector de la Universidad de Salamanca hace una profunda incursión en la problemática existencial del hombre contemporáneo. La Santa Sede llegaría a prohibir a los católicos, veinte años después de la muerte de su autor, la lectura del libro. Ocurrió en el final del papado de Pío XII en que, mediante decreto del Santo Oficio de 23 de enero de 1957, se incluía la obra en el Index librorum prohibitorum junto con el ensayo La agonía del cristianismo, también de Unamuno.

Las obras de Carlos Fuentes tienen tres elementos recurrentes: el rescate y la reflexión de la historia; el estudio del ejercicio y las estructuras del poder y el análisis de la problemática de la sociedad mexicana en cada época. Siguiendo la tesis de Octavio Paz en su libro El laberinto de la soledad, Fuentes consideraba que el mexicano estaba reñido con su pasado y su condición de mestizo cultural, tanto con su herencia prehispánica como con su herencia española, y trató este conflicto en muchas de sus obras.

Estos temas ya están presentes en su primera novela, La región más transparente (1958), en la que hace un inmenso fresco de la Ciudad de México y de la sociedad mexicana a través de historias de diferentes personajes que se cruzan entre sí, con el personaje de Ixca Cienfuegos como nexo conector entre todos ellos y a la vez representante y encarnación del pasado prehispánico negado y no asumido. La novela fue un éxito inmediato, pese a algunas críticas adversas, que le reprocharon su estructura "caótica" y un supuesto afán extranjerizante, y algunos incluso la ven como la primera del boom latinoamericano.

La crítica del México posrevolucionario se ahondaría en La muerte de Artemio Cruz (1962), novela con la que entró a formar parte definitivamente del boom. Publicada el mismo año que La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa y un año antes de Rayuela de Julio Cortázar, la novela narra la agonía de un empresario mexicano que en su lecho de muerte recuerda su vida y cómo pasó de combatiente revolucionario a traicionar sus ideas y convertirse en un poderoso caudillo y finalmente en un corrupto millonario.

Ese mismo año publicó la novela corta Aura, una de sus obras más leídas y reconocidas. Alejada de la temática histórica y sociopolítica de la obra anterior, Aura es una historia de corte fantástico donde un joven estudiante oficia de traductor para una anciana viuda de un militar, que vive en una vieja y oscura casa con su nieta Aura, tan fascinante como misteriosa. La novela recobró notoriedad en años recientes a raíz del intento de censura de Carlos Abascal, secretario de Trabajo durante el sexenio de Vicente Fox, que consideraba "pornográficas" algunas escenas de la novela.

Pásate por Intro >> Resumen temático >> Carlos Fuentes.

Nosotros es una novela distópica rusa escrita por Yevgueni Zamiatin en 1920 ambientada en una sociedad futura donde la vigilancia y represión por parte del Estado es total. No fue publicada en ruso hasta 1988, debido a problemas de censura. Es una de las primeras obras del subgénero de las distopías e inspiró, entre otras novelas, 1984 de George Orwell, quien, según el propio autor británico, había leído a Zamiatin en su traducción francesa, Nous autres.

Nosotros surge a partir de las vivencias del autor en la Rusia de antes y de después de la Revolución rusa de 1917. Había sido encarcelado primero por el régimen zarista, en 1906, y posteriormente por los bolcheviques en 1922. También recoge las experiencias de su trabajo como ingeniero naval en Newcastle, en los astilleros del río Tyne, durante la Primera Guerra Mundial. Respondiendo a la reseña que Orwell había escrito en 1946 sobre el libro para la revista Tribune, Gleb Struve, autor de 25 Years of Soviet Russian Literature (obra citada por Orwell) afirma que aunque la novela critica claramente el régimen soviético, puede que también haga referencia al fascismo de Mussolini.

Como la mayoría de los intelectuales rusos de fines del siglo XIX, Zamiatin tuvo una vida agitada y expuesta al peligro. Nacido en 1884, cursó estudios de ingeniería naval y en 1913 se unió a los bolcheviques. Tras su detención, fue enviado a la cárcel y al destierro en Siberia. Tras conseguir escapar, regresó a San Petersburgo, donde de nuevo fue apresado y mandado al exilio. De ese periodo, surgirán dos importantes novelas suyas El provinciano y En el fin del mundo. En 1917, se produjo la Revolución de Octubre, y Zamiatin estuvo, al igual que casi todos los escritores jóvenes rusos, entre sus sostenedores y defensores. En 1918, publicó una serie de relatos, entre los que destaca La cueva (obra cercana a El jinete del cubo de Kafka), la cual era considerada en la época como «la materialización de una pesadilla, la historia de la degradación y miseria de personas cuyo único objetivo es la obtención de comida y alimentación».

Hacia 1920, cuando escribió Nosotros, Zamiatin era ya un autor reconocido. En ese año, la situación económica y cultural de Rusia tocaba fondo. La guerra civil provocó el cierre de diferentes espacios de difusión, tales como escuelas, editoriales y universidades, entre muchos otros. Lo anterior causó que muchos de los escritores jóvenes se alistaran al Ejército Rojo y los más ancianos emigraron. No fue sino hasta el fin de la guerra civil cuando se volvió a retomar la cultura, donde el régimen apoyó campañas de alfabetización y superación.

Posteriormente, aparecieron innumerables tendencias literarias, siendo tres las principales: el LEF (acaudillado por Mayakovski), cuya consigna era barrer el pasado cultural y hacer del escritor el «escudo y lanza» de la Revolución; el Proletkult, que era similar al LEF, pero con la diferencia de que la nueva cultura solo podían engendrarla obreros y campesinos, quienes debían ponerse al servicio incondicional de la Revolución, y escribir bajo los intereses de esta; y la de los «Hermanos de Serapión» (que tomaron su nombre de un personaje de E. T. A. Hoffmann), quienes desde el inicio apoyaron la Revolución y que pelearon en las filas del Ejército Rojo. Desde el primer momento reivindicaron su derecho a escribir con libertad. Esta tendencia se manifestó por la experimentación formal en la literatura, con rupturas en el lenguaje, sintaxis e incorporación de los nuevos vocablos precedentes del folclore ruso. Zamiatin fue mentor de esta tendencia.

Pásate por Intro >> Resumen temático.

Desde su publicación original en inglés y después de muchos años, en ruso, Nosotros causó controversias, provocando una violenta campaña en su contra. Se prohibieron los libros y obras de teatro del autor. En 1931, tras esta circunstancia, le enviará una carta a Stalin solicitando el permiso de emigrar de la URSS. Gracias a su amistad con el entonces patriarca de las letras soviéticas, Máximo Gorki, se le concedió dicha solicitud en el año 1932.

Nosotros es considerada una de las obras más influyentes del género de las novelas distópicas. Entre las obras más citadas más directamente influidas por ella, se encuentra Un mundo feliz (1932), de Aldous Huxley, y 1984 (1949), de George Orwell. El segundo autor planteó que Un mundo feliz debía estar, al menos en parte, inspirada por Nosotros. Sin embargo, Huxley afirmó que su novela era una reacción a las utopías de H. G. Wells y que lo había escrito mucho antes de conocer la obra de Zamiatin. Orwell comenzó a escribir 1984 unos meses después de haber leído Nosotros y mencionó que lo iba a utilizar como modelo para su próxima novela.

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La historia de la literatura rusa, especialmente durante el período soviético, está íntimamente relacionada con los problemas ligados a la censura. Algunas de las grandes obras que desafiaban, abiertamente o no, la doctrina del “realismo socialista”, debieron publicarse y circular de forma clandestina, mecanismo que se denominó samizdat. Por ejemplo, la conocida novela Doctor Zhivago, de Borís Pasternak, y el poema Réquiem, de Anna Ajmátova, circularon de ese modo. El escritor Serguéi Dovlátov fue uno de los que, al no encontrar lugar en aquel sistema cerrado y opresor, tuvo que girar hacia este tipo de publicaciones. Como tantos otros, él veía cómo se truncaban sus aspiraciones de editar y de ser leído en su patria. El dilema con el que Dovlátov se enfrenta a lo largo de El oficio y otros libros es el derecho a escribir sobre los temas que él deseara y de la manera que deseara.

Este posicionamiento de Dovlátov lo coloca en un lugar de lucha y discusión con la doctrina oficial y sobre los temas a escribir. Muchos de los momentos más significativos de este libro giran en torno a la problemática de la censura y al carácter muchas veces ilógico de esta. Superar las trabas impuestas por el aparato de censura estatal resulta casi imposible, porque siempre hay una razón, por más ridícula que sea, para negar la publicación de un libro.

Resulta un interesante registro de las vicisitudes, malos entendidos, rechazos y riesgos que debió vivir Dovlátov para ser publicado, primero en su patria y luego en Estados Unidos. Sin embargo, todo esto nos lo cuenta con una escritura cálida, franca y sencilla. De hecho, muchas veces, la literatura de Dovlátov se acerca enormemente a lo que podríamos definir como una anécdota que alguien cuenta en una reunión. No exige interpretaciones, no hay en ella palabras altisonantes o un léxico fuera de lo común. La lengua en las obras de Dovlátov es simple, fácil de seguir, aunque no por ello pobre. Es una literatura pura, libre, propia del autor y de su generación: la generación de la apatía y de la emigración; la generación que se organizaba para hacer circular escritos de forma clandestina porque no serían publicados.

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Peter Winston es un joven periodista estadounidense que vive con la ilusión intacta de quien tiene toda la vida por delante, hasta que los azares del destino se conjuran y, en un corto período de tiempo, no sólo pierde su trabajo en el Chronicle, sino también a su novia y el favor de su mejor amigo. En un intento de darle un giro a su existencia, Winston decide alistarse voluntario en una brigada especial del Ejército británico para luchar contra la Alemania nazi. Destinado en el norte de Francia, en un punto de la famosa línea Maginot –una zona guarecida por fortificaciones–, y atenazado por el tedio y la espera, pues, aunque la guerra se había declarado, hubo largos meses sin enfrentamientos –período conocido como drôle de guerre–.

Una lectura satírica prohibida en EE UU.

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El 4 de agosto de 1859, hace justo 165 años, nació el notabilísimo escritor noruego Knut Hamsun, quien vivió hasta 1952. Hamsun es reconocido como uno de los grandes autores escandinavos del siglo XX, siendo galardonado en 1920 con el Premio Nobel de Literatura. Su obra cumbre fue 'Hambre', escrita en 1890. Con esta novela consiguió su primer gran éxito, siendo considerada una de las más influyentes obras de finales del XIX, anticipando lo que sería las grandes novelas de años posteriores. 'Hambre' es un relato en primera persona, en donde el personaje ficticio, de nombre desconocido, narra la miseria en la cual se encuentra sumergido debido a la carencia de un trabajo estable, sumado a la difícil situación que se vive en la ciudad de Cristianía del siglo XIX. Otra obra célebre del autor nórdico es su 'Trilogía del vagabundo', compuesta por sus tres relatos autobiográficos más destacados: 'Bajo las estrellas del otoño', 'Un vagabundo con sordina' y 'La última alegría'. Políticamente, su simpatía y apoyo explícito hacia el régimen nazi y Adolf Hitler hizo que su sobresaliente obra quedase en la sombra a partir de la II Guerra Mundial. El periodista y escritor Juan Soto Ivars, uno de los grandes valedores de Hamsun actualmente en nuestro país, escribe sobre este autor: "Mi escritor favorito, Knut Hamsun, fue un noruego que terminó siendo nazi. Es un autor complicado y brutalmente bueno, un raro de la historia de la literatura. Pues bien, sus traducciones al español también están subvencionadas por Noruega. Olé por Noruega."

Hamsun no hizo como Céline o Eliade: no se había arrepentido. Escribió un obituario elogioso para Hitler y lo encerraron en un asilo. Depresivo y barbudo, perseveró en su error hasta el final y combatió a quienes intenten compasivamente demostrar que padece demencia senil.

El pasado Abril, uno de los escritores más reconocidos de la literatura rusa y universal, Mijaíl Bulgákov, dejó de poder ser celebrado o recordado en las calles de Kiev, su ciudad natal, después de que el Instituto Ucraniano para la Memoria Nacional concluyera que es un símbolo de imperialismo ruso que intenta someter a Ucrania. Nacido en 1891 en el seno de una familia rusa establecida en la capital ucraniana, el autor de clásicos prohibidos por las autoridades soviéticas como ‘El maestro y Margarita’ vivió en Kiev el convulso período de la guerra civil en el Imperio Ruso, que enfrentó a los bolcheviques, rusos blancos contrarrevolucionarios y nacionalistas ucranianos. De inclinaciones conservadoras y siempre escéptico de la utopía que proponía el comunismo, Bulgákov recreó ese Kiev en una de sus obras más celebradas, ‘La Guardia Blanca’, que contiene elementos autobiográficos y se caracteriza por la simpatía con la que presenta los motivos y el comportamiento de los oficiales blancos antibolcheviques. Las filias y fobias personales que se manifiestan en ‘La Guardia Blanca’ y en otros de sus trabajos le granjearon la hostilidad de las autoridades comunistas soviéticas hasta su muerte, y vuelven a traer hoy problemas para su legado en el contexto nuevamente convulso y trágico de la actual invasión militar rusa de Ucrania.

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Cercano a los ideólogos del putinismo, tras analizar sus elecciones vitales durante ese tiempo y algunas de las obras que escribió Bulgákov, el Instituto para la Memoria de Ucrania decretó a finales de marzo que el escritor tenía una visión del mundo definida por el imperialismo ruso que es comparable a la de “los ideólogos del putinismo” que justifican “el genocidio en Ucrania”. Este órgano, creado por las autoridades ucranianas para emitir dictámenes sobre personalidades susceptibles de ser prohibidas en virtud de la ley que declara ilegal promover el imperialismo ruso en los espacios públicos, también recrimina a Bulgákov haber simpatizado con el Ejército blanco y “aprobar la expansión del comunismo ruso”. Según el informe del instituto, en la obra del escritor no existe ningún personaje positivo de etnia ucraniana. Los ucranianos, continúa el dictamen, son a menudo parodiados y sometidos a escarnio, algo habitual en muchos productos culturales del Imperio Ruso, donde la ucraniana y otras minorías nacionales eran vistas como simplonas y vulgares.

Stalin y su hija Svetlana, 1935.

La decisión del Instituto de la Memoria podría cambiar en corto plazo la fisonomía de una de las zonas más emblemáticas de Kiev. A los pies de la iglesia azul pastel barroca de San Andrés se extiende en curva la cuesta empedrada de Andrivski, que conecta el vibrante barrio de Podil con el paseo desde el que los kievitas se asoman a la inmensidad del río Dnipró. Bulgákov vivió en el número trece de esa calle empinada, en una casa de dos alturas y fachada amarilla que hoy alberga un museo dedicado a su legado. Una placa metálica en relieve recuerda al ilustre inquilino. La placa está manchada con la pintura roja que alguien arrojó para mostrar su rechazo al prorruso Bulgákov. Justo al lado de la casa podía verse una estatua de bronce a tamaño natural de Bulgákov con la piernas y los brazos cruzados. La escultura está tapada con sacos de tierra que la protegen tanto de los fragmentos de los drones y de misiles rusos como de los muchos detractores que la guerra le ha granjeado al escritor en Ucrania.

El monumento a Mikhail Bulgakov, los activistas colocaron citas de sus obras, que reflejan sentimientos ucranófobos. Junto con extractos de la novela "La Guardia Blanca", el monumento contiene "Saquen al chovinista ruso de Kiev", que también tiene un código QR sobre una petición para la demolición del monumento.

Consciente de que la cancelación de Bulgákov podría obligarle a echar el cierre, la dirección del museo dedicado al escritor ha criticado duramente el dictamen del Instituto por sesgado y poco riguroso. “Seguiremos revelando y explicando el trabajo de Bulgákov en el contexto ucraniano, trabajando para que se entienda el significado del destino del autor y de sus personajes para Ucrania, para el mundo e incluso para Rusia, exponiendo todos los aspectos positivos y negativos”, ha declarado la dirección del museo. Más allá de círculos intelectuales, en los que sí surgen debates sobre la política de desrusificación cultural que está llevando a cabo Ucrania, la polémica no está teniendo repercusión en la sociedad. Los ucranianos parecen tener problemas más urgentes que atender cuando se visten cada día tras otra noche en vela por el ruido de las sirenas antiaéreas y las explosiones.

Un 24 de mayo, pero de 1940, nacía el poeta y ensayista Iosif Aleksandrovich Brodsky, quien muchos años después se exiliaría en Estados Unidos y sería conocido como Joseph Brodsky. Vino al mundo en la región del actual San Petersburgo en el seno de una familia judía, en tiempos aciagos como lo fueron los años de la Segunda Guerra Mundial, cuando Alemania -transgrediendo el acuerdo Molotov-Ribbentrop-, invadió con doscientas unidades militares una superficie considerable de la entonces Unión Soviética. El pequeño Iosif contaba apenas dieciséis meses de vida cuando comenzó el asedio de Lelingrado, que terminó cuando el futuro poeta ya contaba cuarenta y dos meses de maduración extrauterina en un entorno de hambre y desesperanza que por poco fulminaba a sus padres, de por sí pertenecientes a un grupo social marginado.

El poeta ruso Joseph Brodsky en 1988.

Tras una pubertad y adolesencia de fricciones con autoridades escolares soviéticas, Iosef desarrolló habilidades como técnico de mantenimiento de máquinas fresadoras, diseñadas para la extracción de diversos tipos de viruta de materiales como la madera y el acero. Más adelante, se empleó como embalsamador en una prisión que funcionaba en las instalaciones de lo que antes había sido una destilería de vinos. En sus horarios libres, Iosif estudiaba por su cuenta polaco y checo, encaprichado por embarcarse en la traducción de Czeslaw Milosz y John Donne, respectivamente.

A los quince años comenzó a la escritura y publicación de sus primeros poemas, que circuló en publicaciones clandestinas que en términos contemporáneos podríamos identificar como ‘fanzines’, es decir, publicaciones periódicas de factura artesanal, no solo desamparadas sino vistas con malos ojos por los órganos oficialistas de la Cultura, como en este caso era la Goskomizdat o Comité Estatal de Publicaciones.

Iosef Brodsky no era team Goskomizdat. Iosef Brodsky y sus amigos eran team Samizdat, es decir,team ‘hágalo usted mismo‘, a mano, sin utilizar los dispositivos mecánicos de imprenta que los capataces de la cultura oficial han ordenado empadronar para poder fiscalizar Matrices Ideológicas No Alineadas Para Donde Se Tienen Que Alinear. ¡Poetas y prosistas del mundo, alineaos! No sea que os tengamos que alinear por Arkhangelsk.

Pásate por Intro >> Resumen temático >> Ucrania/Rusia.

Por cierto que, en teoría, Dmitry Bobyshev, que era otro joven poeta del cónclave, era también de los escritores Samizdat. Pero en cuanto se decidió a cortejar a la pintora Marina Basmanova, quien por aquel entonces se entendía en ternuras con Iosef Brodsky, la Gozkomizdat localizó a Brodsky y comenzó su fiscalización, que produjo al menos dos internamientos psiquiátricos, un arresto, un juicio bastante kafkiano, y su sentencia a un lustro de trabajos forzados en un centro de adoctrinamiento en los Hielos Eternos de Arkhangelsk. ¡Las asperezas del amor juvenil!

Algunas circunstancias adversas pueden no parecerlo tanto cuando se proviene de asperezas peores; esa es tal vez la única ventaja, la única compensación de tener por todo antecedente un camino de miserias. Norinskaya es una comunidad rural ártica que en 2010 ya contaba con 7 habitantes. Fue ahí donde Brodsky fue remitido a purgar su condena por ser “un parásito social disfrazado de poeta«, según sentenció un juez que seguramente tenía un alcance de miras similar a los comités de censura que en este momento operan en Estados Unidos para expurgar las bibliotecas y listas de bibliográficas escolares de cualquier libro que escueza la visión mojigata del mundo que caracteriza al evangelicanismo estadounidense.

Joseph Brodsky, Leningrado, 1964.

En su covacha rústica, sin chimenea ni mayor comodidad que su aislamiento, Brodsky pudo sumergirse en el estudio del trabajo poético de W. H. Auden y Robert Frost. Brodsky estudiaba y estudiaba, mientras que la plana mayor de la intelectualidad soviética, con las voces notables de Evgeny Evutshenko, Ana Akhmatova y Dmitry Shostakovich en las notas principales del coro indignado. Así, se consiguió diluir la condena del joven poeta a 18 meses, tras los cuales pudo retornar a Leningrado, ya arropado bajo un manto internacional de celebridad. Buena parte de ese manto se tejió en Estados Unidos, ese imperio cuyas academias se preocupan tanto por la censura que se ejerce fuera de su país, en especial a quienes sus Órganos de Inteligencia identifican como Enemigos de Sus Enemigos.

Siete años permaneció Brodsky en su tierra natal y cuando casi cae nuevamente en la camisa de fuerza de la psiquiatría soviética, consiguió trascender la Cortina de Hierro y migrar, con las gestiones del editor Carl Ray Proffer y el poeta W. H. Auden, a la Unión Americana, donde se asentó en la ciudad de Ann Arbor, en Michigan. La «I» de «Iosif» no tardó en consonantizarse a una africada postalveolar sonora, ni la «f» en americanizarse a una «ph»‘ : era ahora Joseph Brodsky, el académico sobreviviente a varios círculos del infierno que había cruzado el Atlántico para impartir cátedras en las aulas mayores de la Tierra de la Libertad. Finalmente, todas las piezas del rompecabezas identitario de Joseph se alineaban bajo signo propicio. Tras recibir el premio Nóbel en 1987, declaraba en entrevista: «Soy judío, soy un poeta ruso, un ensayista inglés y, por supuesto, un ciudadano americano».

En su discurso de recepcion del Premio Nóbel, declaró:

Para alguien reservado a su privacidad, para alguien que toda su vida ha preferido su condición privada a cualquier rol de peso social, y que ha llegado lejos en esta preferencia -lejos de su tierra madre, para decir lo menos, puesto que es mejor ser un fracaso en democracia que un mártir de la crema y nata en tiranía -para tal persona, encontrarse súbitamente en esta tribuna es una experiencia incómoda y retadora».

Joseph Brodsky, 1987.

A pesar de su corta obra, Witold Gombrowicz es uno de los escritores vanguardistas más importantes del siglo XX y ha sido comparado con Joyce y Kafka. Corrosivo y tragicómico, siempre fue crítico con toda forma de identidad colectiva, que veía como una imposición injusta - aunque inevitable - sobre el individuo y su libertad. Así, la identidad nacional resultó uno de sus principales enemigos y atacó satíricamente las tradiciones polacas, la historia del país y su literatura. Sin embargo, es este mismo conflicto con sus orígenes lo que constituye el punto de inicio de sus historias, que a la vez que ineludiblemente modernas permanecen así enraizadas en la tradición y la historia polacas.

Sus novelas y obras de teatro fueron censuradas en la Polonia comunista hasta finales de los años 1970; sin embargo, fueron publicadas en polaco por su amigo Jerzy Giedroyc, quien había creado en París, en 1950, una editorial llamada Kultura. Ya que muchos de los libros publicados por Kultura fueron objeto de contrabando dentro de Polonia, las obras de Gombrowicz llegaron a ser bien conocidas allí.

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Peter Camenzind, la primera novela de Hermann Hesse, le sacó del anonimato de las publicaciones en revistas y también de su empleo de siempre como librero. Pero eso fue mucho después de que estuviera a punto de suicidarse en su adolescencia. Por el intento fallido (quería ser poeta a toda costa y sus padres no le dejaban) le internaron en un seminario del que solo le gustaban el latín y el griego. Todos estos avatares iniciales configuraron una personalidad indefinible que se fue desarrollando con el tiempo en el arte, como si todos esos agujeros del alma los hubiese utilizado para hacer entrar toda la belleza posible que luego devolvió «esculpida» en sus libros e incluso en sus pinturas.

Hesse fue un individuo excepcional, un artista sublime que retrató la naturaleza humana desde la superficie hasta las más hondas profundidades en las que él mismo se sumergió. Con 15 años abandonó los estudios y comenzó a trabajar en una librería cuyos objetos colocaba en las estanterías y en su alma. Era el lobo estepario de su librería, encerrado entre volúmenes y asomándose entre los primeros poemas, cuyas primeras compilaciones publicó a los 20 años hecho un romántico huidizo que soñaba entre tapas y páginas ser como Goethe o Novalis. Paseante y viajante fue construyéndose por dentro, siempre en soledad, sin distracciones.

Tenía 24 años cuando escribió Peter Camenzind, de la que se cumplen 120 años, la consagración después de la formación autodidacta, única. Después del éxito abandonó la profesión de librero y se casó. Había pasado a una nueva etapa artística y personal cuyos tiempos parecían perfectamente diseñados desde su feliz, sabia y precoz escapada de las ataduras del sistema al que su familia le abocaba. Encastillado en la libertad, su antinacionalismo alemán empezó con la Gran Guerra y se extendió entre críticas y ataques de sus compatriotas por no compartir el fervor masificado, que alcanzaron su cumbre con la llegada al poder de Hitler. Los nazis ocultaron y destruyeron su obra y su figura.

Por entonces ya no era alemán sino suizo (desde 1923) y ya se habían publicado todos sus grandes hitos, desde Demian a Siddharta o El lobo estepario, por citar los más conocidos: el canto a la belleza y al arte y a la vida extraordinarios, escrito en medio de una depresión; la vida del príncipe Siddharta, el Buda ideal, el libro de una estrella mundial y casi californiana, y la fantasía y la realidad mágicas de El lobo estepario, reflejo del El Grito de Munch y de la sociedad interior occidental escrito en los tiempos extraños junto a su segunda mujer, con la que no llegó a consumar el matrimonio. Aquello fue una recesión existencial y al mismo tiempo un nuevo impulso para terminar de conformar al gran hombre, al gran poeta, al gran escritor henchido y dador de delicadeza que fue el autor más leído en Estados Unidos en los 60.

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Johannes Angelos (traducida en España con el título de El ángel sombrío, en alusión al ángel de la muerte). Es la historia de Juan Angelos, hombre cultivado y de gran sensibilidad que llega a Constantinopla para participar en su defensa contra los ejércitos del sultán otomano Mehmed II. Esta narración culmina con la toma de la ciudad, considerada el fin de la Edad Media (1453). Al reeditarse la novela e incluir pasajes que fueron censurados en la edición de 1975, el título de la obra en español se cambió a El sitio de Constantinopla: la caída del Imperio bizantino.

13-Noviembre-2024

María Concepción «Concha» Alós Domingo (Castellón, 22 de mayo de 1926 - Barcelona, 1 de agosto de 2011) fue una escritora española. En 1962, Alós se dio a conocer con la novela Los enanos, con la que obtuvo el XI premio Planeta, aunque tuvo que renunciar al premio tras la entrega, ya que había firmado con anterioridad un contrato con la editorial Plaza y Janés, inicialmente reacia a publicar la novela, por considerarla subversiva, pero que la acabó lanzando con gran éxito, una vez demostrado el interés de la competencia. Al año siguiente, Alós publicó Los cien pájaros y en 1964 volvió a obtener el premio Planeta con la novela Las hogueras. Su última novela publicada, El asesino de los sueños, es de 1986. Es la única persona que ha ganado el premio Planeta en dos ocasiones

Su obra se enmarcó dentro del realismo y del testimonio social. Trató con un lenguaje directo temas poco habituales en la literatura española de entonces, como el sexo, la homosexualidad y la prostitución. Debido a ello, tuvo inconvenientes con la censura franquista, pese a lo cual varias de sus obras fueron éxitos de venta en los años 1960 y 1970. Había quedado fuera de los círculos literarios a mediados de la década de 1980. A finales de la década de 1990 enfermó de Alzheimer. Sin familiares directos, fue ingresada en una residencia. Murió en 2011, en el más absoluto anonimato. Apenas unas líneas en algún periódico y, según pequeñas crónicas del momento, la presencia de Maria del Mar Bonet y el fotógrafo Toni Catany en su despedida. Fue enterrada en el cementerio de Castellón de la Plana. En 2021 la editorial La navaja suiza publicó de nuevo su libro Los enanos.

La historia de Agustín Gómez Arcos fue sepultada por el silencio de la España más gris y oscura de la dictadura. Esa epoca en la que ser un adelantado a tu tiempo estaba condenado. "La obra de Gómez Arcos representaba todo aquello que el régimen franquista quería ocultar y apartar. Él era la disidencia, sus novelas y obras de teatro estaban cargadas de caracter político, radical y rompedor. Tenía personajes homosexuales, había sexo en su obra y mujeres que no eran sujetos pasivos", cuenta Laura Hojman, directora de Un hombre libre, el documental que se ha presentado en el Festival de Cine Europeo de Sevilla con el que quiere rescatar su figura del olvido y que compite en la sección oficial. Como tantos otros, la censura y la represión abocaron a Gómez Arcos al exilio. Una huida que, para un hombre profundamente enamorado de su país, nunca hubiese querido emprender. Sin embargo, no fue hasta ese momento, al otro lado de la frontera, que su obra empezó a ser reconocida como merecia. Mientras su nombre se borrába de la historia de España, en Francia publicaba su primera novela, El cordero carnívoro, un libro rompedor que terminaría por convertirle en uno de los autores más destacados de la literatura francesa. "Su obra llegó a traducirse además a más de 12 idiomas, formó parte de los planes de estudio de los liceos franceses, se llevó al cine, a la ópera... era una celebridad en Francia, allí llegó a lo más alto", explica Hojman. Y, ¿qué pasó en España?¿por qué tras el fin de la dictatura su figura tampoco fue rescatada?

Retomamos a Agustín Gómez Arcos. Pásate por la tercera página de este monográfico.

"Agustín se adelantó a su tiempo", dice Laura Hojman. Pero no solo al tiempo más oscuro del franquismo, también a ese tiempo de aparente modernidad que lo tiñó todo de colores en los años 80. Como apunta la directora, en esos años, hablar de la memoria democrática aún dolía; hablar de la homosexualidad aún era arriesgado en la época de La Movida y el feminismo era todavía un concepto que incomodaba. "Cuando él vuelve en la Transición, vuelve muy emocionado, ilusionado, pensando que ahora sí va a ser el momento en el que él por fin va a poder escribir todo eso que va a poder expresarse, pero tiene un choque tremendo y le provoca una tristeza profunda porque de que España está mirando hacia otro lugar", cuenta la cineasta. Salpidaco por imágenes de archivo, recurros narrativos que exploran la geografía y la memoria de España y la banda sonora original compuesta por Elena Córdoba, compositoria y DJ sevillana, más conocida como Novia Pagana, el documental está plagado de voces y personalidades de la cultura. Pedro Almodóvar, Paco Bezerra, Marisa Paredes, Alberto Conejero o Bob Pop van perfilando quién era este aún desconocido autor, nació en Enix, un pequeño pueblo de Almería que se convirtió en una de las grandes figuras de la literatura en Francia.

El documental también reivindica el trabajo que, desde el año 2006, realiza la pequeña editorail Cabaret Voltaire, que ha traducido y publicado en España algunos de los títulos más destacados de Gómez Arcos como El cordero carnívoro (1975), Ana no (1977) o El niño pan (1983). Ediciones que, sobre todo, están calando en las generaciones más jóvenes. "Me parece un mensaje de esperanza en estos tiempos que estamos viviendo, son cosas a las que agarrarnos para seguir pensando que hay un camino, que la memoria no es pasado, que la memoria es presente y sobre todo la memoria tiene mucho que ver con el futuro", concluye.

Tras sus obras dedicadas a Antonio Machado (Los días azules) y a María Lejárraga (nominada a mejor documental en los Goya 2023), Laura Hojman ahonda ahora en la palabra encendida del autor almeriense. El documental, producido por Surtsey Films, que cuenta con la participación de RTVE y tiene previsto que llegue a los cines a principios del año que viene, es un homenaje a un hombre que nunca dejó de mirar a su país, a pesar del exilio. "Uno no se rebela por odio, sino por amor", escribió desde su destierro. Murió en Fancia, reconocido allí como un prestigiodo escritor, enterrado en el cementerio de Montmatre.

08-Diciembre-2024

Centenario de Luis Martín-Santos. El autor de la novela 'Tiempo de silencio' nació el 11 de noviembre de 1924 en Larache (por entonces un protectorado español).

Junto al cuentista Ignacio Aldecoa, el prosista Juan Benet, la novelista Carmen Laforet y el gramático Rafael Sánchez-Ferlosio (descontando, claro, al Nobel de Literatura Camilo José Cela y al gran Miguel Delibes), Luis Martín-Santos (nacido en Larache, aunque criado en San Sebastián, el 11 de noviembre de 1924) fue uno de los escritores más destacados de la mitad del siglo XX español. Es cierto que, como le sucedió a la barcelonesa Laforet con 'Nada', Martín-Santos es principalmente conocido y reconocido por una obra, por una novela: 'Tiempo de silencio', publicada en 1961 por la editorial Seix Barral; eso sí, con 20 páginas recortadas que no pasaron la censura hasta el año 1980 en su decimisexta edición.

Para entonces su autor, Luis Martín-Santos, ya estaba muerto. Y es que el también psiquiatra perdió la vida con tan sólo 39 años en un accidente de automóvil. Más adelante se publicaría su otra gran novela (aunque inacabada), ya postumamente, 'Tiempo de destrucción': una continuación de su gran novela, que iba a formar parte de una trilogía.

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El Gobierno de Milei inicia una caza de brujas contra escritoras feministas tras tildar sus obras de "pornográficas".

"Degradación e inmoralidad". Con estos términos condenaba públicamente la vicepresidenta argentina, Victoria Villarruel, la novela Cometierra, una narración de la reputada escritora contemporánea Dolores Reyes sobre la violencia de género y la maternidad en América Latina. Esta opera prima de la relatista argentina ha suscitado el recelo del Gobierno de ultraderecha encabezado por Javier Milei, quien ha arremetido duramente contra ella por, según él, pervertir a las infancias, al representar escenas de encuentros sexuales. Indignada y escandalizada ante el contenido a su juicio "pornográfico" de esta obra, Villarruel expresaba recientemente a través de su cuenta de X (antes Twitter) su voluntad de acabar con la difusión del libro en los espacios educativos: "Existen límites que nunca deben pasarse. ¡Dejen de sexualizar a nuestros chicos, saquen de las aulas a los que promueven estas agendas nefastas y respeten la inocencia de los niños! ¡¡Con los chicos NO!!".

08-Enero-2025

Norah Hoult, seudónimo de Eleanor Lucy Hoult, nació en Dublín en 1898. Su madre, una irlandesa católica, y su padre, un inglés protestante, murieron cuando ella tenía solo nueve años y creció junto a su hermano en diferentes internados del norte de Inglaterra. Empezó a escribir como periodista en el Sheffield Daily Telegraph, la Pearson’s Magazine y el Yorkshire Evening Post. Su primer libro de relatos, Poor Women!, donde aborda la situación de las mujeres, se publicó en 1928 después de ser rechazado diecinueve veces. Obtuvo tal éxito entre los lectores que Hoult se convirtió en una escritora tan celebrada como polémica por los temas que abordaba: el matrimonio, el alcoholismo, la prostitución y las diferencias de clases. Esto hizo que la Junta de Censura de Irlanda prohibiera hasta diez de sus obras.

El pasado año se cumplieron 40 de su partida.

En 1939 publicó There Were No Windows, inspirada en la escritora Violet Hunt, que vivía cerca de ella en Londres. Hoult también vivió en Nueva York antes de instalarse definitivamente en Irlanda. En 1950 publicó el libro de relatos Boda irlandesa. Pasó sus últimos años en Greystones, en el condado irlandés de Wicklow, donde murió en 1984.

Nicola Beauman dice "es un muy buen ejemplo de una escritora que deja completamente de estar de moda y es olvidada. Era una escritora absolutamente brillante y conocida en ese momento de una manera que no lo es ahora”. Beauman, editora de Persephone Books de Londres, ha revisado el trabajo de Hoult desde su muerte. En 2005, Persephone Books volvió a publicar su novela There Were No Windows. El objetivo de los libros de Perséfone es arrojar luz sobre las escritoras que han sido pasadas por alto en el canon literario irlandés.

24-Marzo-2025

El Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia es un día feriado inamovible de Argentina que se conmemora cada 24 de marzo. La fecha remite al golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 y busca generar memoria y conciencia colectiva para que los golpes de Estado y las violaciones de derechos humanos no se repitan "nunca más" y sus autores sean enjuiciados y castigados.

Como no podría ser de otra manera, estos libros fueron perseguidos.

Operación Masacre es un libro escrito por Rodolfo Walsh y publicado por primera vez en 1957, y la primera novela de no ficción periodística. Se adelantó nueve años a A sangre fría (In Cold Blood) de Truman Capote, el libro a menudo citado como iniciador de este género. Basado en las entrevistas con los sobrevivientes, sus familias y autoridades del gobierno, el libro expone una investigación detallada y revela una serie de asesinatos de prisioneros el 9 de junio de 1956, conocidos en la historia como los «fusilamientos de José León Suárez», cometidos durante la dictadura cívico-militar autodenominada Revolución Libertadora. Dirigida y guiónada por Jorge Cedrón y Walsh, fue llevada también al cine, una película bajo el título homónimo en 1972.

Portada de la primera edición.

Las venas abiertas de América Latina es un libro publicado en 1971 por el escritor uruguayo Eduardo Galeano. En la obra, el autor opina de modo global sobre la historia de América Latina desde la colonización hasta la América Latina contemporánea, argumentando con crónicas y narraciones el constante saqueo de los recursos naturales de la región por parte de los imperios coloniales, entre los siglos XVI y XIX, y los Estados imperialistas, como el Reino Unido y los Estados Unidos principalmente, desde el siglo XIX en adelante. La obra recibió mención honorífica del Premio Casa de las Américas.

Del autor de Rayuela, nuestra bibliotecaria nos habla en la sección de autores. La novela tardó varios años en ser publicada en España debido a las reticencias del régimen de Franco. Los censores franquistas, todavía en 1967, recomendaron suprimir ocho páginas del libro, y este finalmente no vería la luz hasta siete años después. La obra promulgó el pensamiento crítico, la libertad individual y la experimentación artística, todo lo que el regimen argentíno veía como una amenza.

Cien años de soledad era considerado subversiva y de izquierdas. El realismo mágico, del que nuestra bibliotecaria nos habla, se veía como una distracción del orden racional.

El principito, de Antoine de Saint-Exupéry, que al igual que Cortazar, se incluye en la selección de autores, era considerado individualista y con mensajes contrarios a la educación patriótica y militarista.

19-Abril-2025

“Mi nombre te sonará como el de un fantasma”: Agustín Gómez Arcos, el genio literario que triunfa 27 años después de su muerte

En la sociología del gusto suele decirse que los hijos se llevan muy mal con los padres, pero muy bien con los abuelos. Es decir, que en ocasiones hace falta un salto de una generación o dos para que ciertas ideas encuentren eco de nuevo. Algo así le ha sucedido a Agustín Gómez Arcos (Enix, Almería, 1933-París, 1998), un secreto a voces de la literatura española, un dramaturgo y novelista antifranquista, homosexual, apaleado por la censura y exiliado en París, donde publicó una decena de novelas en francés que causaron revuelo allí pero apenas tuvieron eco aquí. Cuando murió, en 1998, muy pocos recordaban su nombre en España y aún menos habían leído sus obras. Hoy, sin embargo, se ha convertido en el protagonista de un singular fenómeno editorial de esos que solo se producen por el entusiasmo de los lectores ante novelas descarnadas, libérrimas, violentas y sensuales que enlazan con distintas luchas, de la memoria histórica del franquismo hasta lo queer. “Con Agustín Gómez Arcos sucede algo bonito, y es que sus lectores somos como una especie de tribu”, explica la cineasta Laura Hojman. “Cuando empiezas a leerlo, lo comentas con un amigo. Y de un fan llegas a otro. Es un descubrimiento”.

La historia de Gómez Arcos la cuentan sus novelas y sus obras de teatro, creaciones llenas de personajes heridos en una España casi goyesca, esperpéntica y tenebrista. Tanto unas como otras las ha rescatado la editorial Cabaret Voltaire, en traducciones de Adoración Elvira Rodríguez que han agotado varias ediciones de los títulos más conocidos. Sus libros se leen en clubes de lectura y se emplean para diagnosticar el presente. No es para menos: es irresistible teorizar sobre las monjas sádicas de María República o los torturadores que ejercían su oficio durante el franquismo (Escena de caza furtiva) en los sótanos del edificio de la Puerta del Sol donde hoy tiene su despacho la presidencia de la Comunidad de Madrid. Pero faltaba contar su vida. Y eso es lo que hace Un hombre libre, el documental que Hojman ha estrenado en cines en marzo, y que narra su biografía por primera vez. La propia cineasta forma parte de estos lectores de nueva generación. En 2020 acababa de estrenar Los días azules, un documental sobre Antonio Machado, y estaba empezando a trabajar en otro proyecto sobre la escritora María Lejárraga. Su colaboradora, la periodista María D. Valderrama, que preparaba una muestra sobre el almeriense para el Instituto Cervantes de París, le habló de él. “No lo conocía, no había leído nada. María me puso sobre la pista. Me puse a leer El cordero carnívoro. Y me explotó la cabeza”

El cordero carnívoro narra, de un modo intenso y provocativo, la vida de un muchacho desde su nacimiento hasta que cumple 25 años. Partiendo de la extraña relación entre el protagonista y los seres que lo rodean, Gómez Arcos desvela, de manera descarnada, los traumas causados por la guerra civil en una familia de la burguesía andaluza. Profundas reflexiones sobre las relaciones humanas, la muerte, la homosexualidad, la libertad, la dictadura, la religión, conforman esta novela de amor y de odio, magistralmente escrita pero políticamente incorrecta.

En Un hombre libre están los textos de Gómez Arcos y las actas de censura de sus obras, leídas por Marisa Paredes. Hay testimonios de periodistas, escritores y artistas. Pero también las imágenes personales, el álbum fotográfico íntimo atesorado por amigos suyos como el actor Antonio Duque, que convivió con Gómez Arcos en los años sesenta, cuando trataba de abrirse paso en el teatro madrileño. “En aquellos años Madrid era un lugar gris, oscuro, lleno de prohibiciones”, recuerda Duque en el documental. “Las películas se censuraban, todo estaba prohibido. A un homosexual que fuese con un pantalón de color lo apedreaban. [...] Había bares homosexuales en los que había que andar con mucho cuidado, porque podían hacer una redada, y luego había un sitio llamado Bourbon Street, al que acudía todo el mundo”. En las novelas de Gómez Arcos la esperanza suele abrirse paso, tal vez porque en su vida ciertos lugares y personas también tuvieron un efecto salvador. Si en Bourbon Street, un efímero club de jazz en Diego de León, el escritor pudo experimentar con su identidad sexual, fue en otro local, el restaurante español Candelaria, en París, donde comenzó su carrera como novelista. En este café teatro donde trabajaba como camarero estrenó algunas breves piezas teatrales que un editor vio, con tanta suerte que decidió sugerirle escribir prosa en francés. El resultado fue El cordero carnívoro, una novela de incesto en las tinieblas de la posguerra que sigue generando adeptos hoy en día. Pedro Almodóvar, que conoció a Gómez Arcos e incluso convivió con él cuando ambos eran invitados en casa de un amigo común —”Nos veíamos en casa todos los días y por las noches salíamos a cenar al Gijón”, relata—, cuenta en el documental su impacto al leerla.

“Es tan deslumbrante que pensé si habría una posible adaptación cinematográfica. Pero es demasiado fuerte para llevarla al cine”. Pero algo quedó. En Dolor y gloria (2019), el trasunto de Almodóvar interpretado por Antonio Banderas hojea un ejemplar de esta novela. Para las nuevas generaciones, fue una pista: ahí había algo. Un nombre, una portada, un título misterioso. Tal vez un fantasma. Para el dramaturgo Alberto Conejero, Premio Nacional de Literatura Dramática, Gómez Arcos comenzó siendo eso: un espectro. “Llegué a él cuando estaba en la escuela de arte dramático”, recuerda el dramaturgo. “Era un nombre más de una larga lista de autores españoles. Pude leer Diálogos de la herejía y me fascinó, pero fue un flechazo que se quedó ahí, porque su obra estaba descatalogada”. Conejero, que ha indagado en la memoria histórica y en sus silencios con obras como La piedra oscura (sobre García Lorca) y El mar: visión de unos niños que no lo han visto nunca (sobre el maestro Antoni Benaiges, fusilado por falangistas al inicio de la Guerra Civil), ve en Gómez Arcos “la pervivencia de la violencia, de algo farsesco propio de Valle-Inclán, y también la dimensión telúrica de García Lorca. Era su continuación natural”.

Conejero menciona un texto que, aunque no es una novela ni una pieza teatral, resulta igualmente imprescindible para entender su vida: la carta que Gómez Arcos escribió a Manuel Fraga en 1966, en la que explicaba que se veía obligado a irse de España por el acoso de la censura a sus obras. No era una forma de hablar ni una exageración. En dos ocasiones el jurado del Premio Lope de Vega, el más importante de literatura teatral, tuvo que cambiar las actas del fallo para retirarle el premio que le habían concedido. Sus obras eran sobresalientes, pero la censura nunca habría permitido que se estrenaran. “Es una carta que me conmueve mucho”, explica Conejero. “Como autor teatral padeció una carrera cortocircuitada que le impidió crecer. Un autor teatral que no estrena sus obras va muriendo poco a poco, porque los autores aprendemos en el escenario. Y la censura cercenaba constantemente sus obras”, afirma. Sin embargo, en sus novelas escritas en francés, ya lejos del yugo franquista, su estilo se liberó. “Gómez Arcos dice que es un fantasma, pero esa condición fantasmática le da libertad absoluta. Escribió desde un margen que con los años se ha hecho muy elocuente”.

Descansa en Montmartre.

Desde hace 15 años la encargada de traducir la obra de Agustín Gómez Arcos es Adoración Elvira Rodríguez. En 1985 el autor recibe la condecoración de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia y en 1995 la vuelve a obtener, esta vez con el grado de Oficial. Su obra se estudia en los colegios franceses.

Es precisamente ese margen lo que lo hace especialmente atractivo para los nuevos lectores. En sus novelas hay una sensualidad violenta que funciona como metáfora de la sed de venganza y represión que caracterizó a la sociedad de posguerra. No abundan los personajes homosexuales, pero sí los oprimidos, los marginados, los que se refugian en una disidencia interior irreprimible. Por ejemplo, la protagonista de Ana no, una novela de culto en Francia primero y en España después, la historia de una mujer humilde que cruza España para llevar un dulce a su hijo, que cumple condena en la otra punta de la península. Laura Hojman subraya esta dimensión. “En la obra de Gómez Arcos está el tema del silencio y los silencios que nos conforman, el tema de todas esas miradas, experiencias, personajes que han sido expulsados de nuestra historia y de nuestra memoria”. Conejero coincide con ella: “Estamos necesitados de referentes de esa tercera España. Cuando Gómez Arcos dice ‘España soy yo’, me conmueve”. Tal vez por eso la última parte del documental, la más luminosa, cuenta cómo, décadas después de su muerte por complicaciones derivadas del sida, Gómez Arcos ha encontrado los lectores que no tuvo en vida. Hay asignaturas pendientes, especialmente en su teatro, que ha sido reeditado al completo por Cabaret Voltaire, pero que sigue sin volver a las tablas.

Pero la decena de novelas que siguen reimprimiéndose van llenando poco a poco una laguna en la historia de la literatura española. En Un hombre libre están las voces de Paco Bezerra, Bob Pop o Fernando Olmeda. También hay una tertulia con autores jóvenes que, como Jesús Pascual, reivindican su dimensión queer y demuestran la resurrección literaria de un hombre que, en 1986, se describió a sí mismo con estas palabras: “Mi nombre, si por casualidad lo has visto en los periódicos, te sonará como el de un fantasma (…) Fantasma en mi propio país. Escritor fantasma”.

La Biblioteca pública Francisco Villaespesa se sumó en 2018 a la conmemoración del 20 aniversario del fallecimiento en París del novelista y dramaturgo almeriense, agrupando en su punto de interés lector la obra de este autor nacido en Enix y otros libros sobre su figura y su creación.

Pásate por la página 3 de este monográfico.

25-Abril-2025

Una tarde habanera de 1965 están Alejo Carpentier y Guillermo Cabrera Infante frente a un grabado antiguo. Lo examinan. El grabado cuelga detrás del escritorio de Carpentier, en su oficina de director de la Imprenta Nacional. Desde ese puesto ha publicado un montón de clásicos de los cuales alardea, entre ellos un Moby Dick despojado de sus muchas alusiones religiosas. Cabrera Infante tiene noticias de esa censura, pero “no ha venido a antagonizar a Carpentier, sino a visitarlo”. En el grabado hay unos efebos en una balsa rodeada de tiburones. Son una premonición de balseros, podría decirse. Carpentier le hace notar a Cabrera Infante que aquello que se ve al fondo es La Habana. Los dos grandes noveladores de esa ciudad reconocen en el grabado la silueta del Morro. Alejo Carpentier acaba de publicar El siglo de las luces, que goza del favor de las autoridades hasta el punto de que Raúl Castro ha ordenado una edición para el ejército. Sin embargo, lo regañan por un capítulo de su próxima novela, centrada en el proceso revolucionario, y terminará desechando tal proyecto. Cabrera Infante saca sus conclusiones de ese caso: de quedarse allí estaría expuesto, con muchas más razones que Carpentier, a la censura revolucionaria. Si regresó a La Habana fue para el entierro de su madre, ha intentado volver a Europa y lo han bajado del avión sin ofrecerle razones, por kafkiana burocracia. La Habana comienza a ser su trampa y comienza a ser la capital literaria que terminará discutiéndole a Carpentier, por mucho que ahora se proponga no antagonizar con él. Porque allí, entrampado y luchando por salir, esbozará la versión definitiva de Tres tristes tigres.

Un año antes ha recibido en Barcelona el Premio Biblioteca Breve por una versión anterior, con otro título, de esa novela. Tiene publicado hasta el momento un libro de cuentos y una compilación de sus reseñas cinematográficas de la revista Carteles. No son simples reseñas, él ha hecho por la crítica de cine lo que Borges por la de libros. Ha leído bien a Borges. En La Habana de 1965 comprende que esa primera novela suya no puede publicarse tal como se la premiaron. Porque lo que en verdad debe contar no es la clandestinidad revolucionaria en La Habana, sino la ciudad que ha perdido. No las bombas de unos comandos, sino las bombas sexuales y cabareteras de la ciudad nocturna. A lo que habría que agregar la negativa de la censura franquista. El Ministerio de Información y Turismo ha prohibido al editor Carlos Barral la publicación de ese libro primigenio, Vista del amanecer en el trópico. El informe oficial habla de “tendencia marxista esencial en la intención del autor”. De modo que hay que intentarlo otra vez, y es ahí donde entran los tigres. Los tigres y la reescritura. De aquella novela original sobreviven un centenar de páginas y se escriben unas trescientas nuevas. Paradójicamente, su autor se beneficiará de las prohibiciones de dos policías del pensamiento, la de Francisco Franco y la de Fidel Castro. Si escribe Tres tristes tigres tal como lo conocemos sus lectores es por haber padecido la cerrazón del régimen revolucionario cubano.

Porque fue censurado un cortometraje producido por él, clausuraron el suplemento literario que dirigía, le ofrecieron como salida un puesto diplomático en Bélgica y, al volver para el entierro de su madre, encuentra que La Habana ha sido clausurada también. Los habaneros con los que se encuentra son más zombis que tigres, y él no quiere terminar como ha terminado Carpentier, censor de Melville y censurado él mismo. Si escribe Tres tristes tigres es también porque el régimen franquista objeta la glorificación de la Revolución Cubana de la versión original. Una más benigna nueva Ley de Prensa e Imprenta, la de 1966, permite insistir ante la censura. Carlos Barral pide a Cabrera Infante que escriba al Director General de Información una carta exculpatoria. Cabrera Infante escribe a su censor: “El libro antiguo era una muestra un tanto fácil de literatura ‘comprometida’ –compromiso con un tiempo y una causa y unos hombres, todos pasajeros”. El propio Barral se ve obligado a despedirse del jefe franquista deseándole larga vida: “Es gracia que espero alcanzar del recto proceder de V. E. cuya vida guarde Dios por muchos años”.

Con este nuevo intento la novela rebasa el examen, no sin recortes. Cortan, en nombre de la moral católica, todas las tetas que aparecen. Cortan alusiones al mundo militar, a un deicidio y, muy especialmente, cortan las frases finales del texto. Las pronunciaba una mujer enloquecida, su monólogo iba a perderse en alusiones al catolicismo y es ahí mismo donde la tijera del censor suelta su chasquido, interrumpe a la loca y da a la novela un final memorable. “Ya no se puede más”, reza la última frase permitida. El funcionario del Ministerio de Información y Turismo deviene en este punto excelente editor literario. Años más tarde, reeditada la novela con las incorporaciones de lo que fuera suprimido, su autor respetará el final creado por aquel censor. Cabrera Infante llega a recordarlo baudelerianamente: “¡Ah, mi querido censor! Cuánto me habría gustado conocerlo, usted que es mi hermano, mi semejante, mi hipócrita lector. Después de todo, ¡los dos hemos escrito el mismo libro!”. Al final, la presentación de la novela en Barcelona le vale de coartada para salir de Cuba, a donde no volverá nunca. Puede ya considerarse un exiliado político, aunque tendrá la precaución de no reconocerlo en público por el momento. Pues luego de lidiar con las censuras castrista y franquista, le toca sortear la censura del progresismo español y latinoamericano. Ahora que podría considerársele un apóstata, Carlos Barral no muestra ya el mismo entusiasmo que antes para publicarlo, y tienen que persuadirlo Juan Goytisolo y Emir Rodríguez Monegal.

Al año siguiente de publicarse la novela, en una entrevista de Tomás Eloy Martínez publicada en Primera Plana, Cabrera Infante anuncia su ruptura con el régimen castrista. Barral le responde con una carta llena de insultos y rompen relaciones. “El sentimiento de asco es mutuo”, reconoce el novelista, que cita esta advertencia final de quien fuera su editor: “Comunico esta carta... a la Casa de las Américas, a los que seguramente extrañaría mi silencio”. En Barcelona, Barral parece vivir bajo sujeciones no muy distintas a las de Carpentier allá en La Habana. Tal como afirmara Orwell y recuerda Cabrera Infante, no hay que vivir en un país totalitario para dejarse corromper por el totalitarismo. Julio Cortázar rompe su amistad con él. Vargas Llosa comenta en carta a Carlos Fuentes que le han producido escalofríos “las indecentes frivolidades contra la Revolución de nuestro amigo Guillermo”. Del castrismo no se admite la posibilidad de un exilio. Pocos años después, Juan Benet lamenta que Solzhenitsyn haya podido salir del gulag. El novelista ruso visita en 1976 una España sin Franco, aunque aún con franquismo, y concluye que aquello no puede ser una dictadura. “¿Saben ustedes lo que es una dictadura?”, suelta en televisión. El, que ha visto revistas extranjeras en los estanquillos de Madrid y ciudadanos españoles con libertad de movimiento, cae en el vicio de comparar dictaduras, cae en la tiranología comparada.

Alejo Carpentier y Julio Cortázar.

Un diario inédito y desconocido del escritor cubano, premio Cervantes de literatura 1977, que revela sus angustias y preocupaciones durante el proceso de creación literaria vió la luz en 2013 en La Habana. La Fundación Alejo Carpentier, encargada de la custodia de su obra, presentó en La Habana el título Diario, al cumplirse el 109 aniversario del natalicio del reconocido autor y periodista.

Ni Solzhenitsyn ni Benet admiten la dictadura que le correspondiera al otro, aunque si el primero yerra por unas pocas señales de libertad, el segundo aboga abiertamente por una mayor represión. “Yo creo firmemente que, mientras existan personas como Alexandr Solzhenitsin, los campos de concentración subsistirán y deben subsistir”, admite. “Tal vez deberían estar un poco mejor guardados, a fin de que personas como Alexandr Solzhenitsin no puedan salir de ellos”. Benet aconseja más celo a la policía soviética, Barral rinde cuentas a la policía de Casa de las Américas. Hasta ver publicada su novela, Cabrera Infante tiene que cuidarse de la simpatía del progresismo por los carceleros comunistas. Y podría estar burlándose de ellos, de carceleros y progresistas, en una sección principal de Tres tristes tigres: “La muerte de Trotsky referida por varios escritores cubanos, años después –o antes”. Se trata del más raro artefacto de ese libro, donde José Martí, José Lezama Lima, Lydia Cabrera, Alejo Carpentier y Nicolás Guillén narran el asesinato perpetrado por Ramón Mercader. Es, a la vez, la construcción de un panteón literario nacional y un proceso de autocanonización. El ha descubierto en la recepcionista de la embajada cubana en París a la madre de Ramón Mercader, cómplice del asesinato de Trotski. Caridad Mercader, nacida en Santiago de Cuba y crecida en Barcelona, es protegida secreta del castrismo. El propio Mercader terminará su vida en La Habana. En la figura del asesino de Trotski se entrelazan Cuba y Barcelona, el celo criminal revolucionario y la simpatía intelectual por los totalitarismos, los insultos que le dedica Barral y la diligencia que muestra Barral en notificarse ante los comisarios políticos del castrismo.

No resulta casual que la más extensa de esas parodias corresponda a Alejo Carpentier. Cabrera Infante debió entender que, de todos los maestros a homenajear y batir, era Carpentier con quien tenía que vérselas más particularmente. Admira El acoso y Los pasos perdidos, pero asegura no haber podido leer El siglo de las luces: “Me rechazó la misma enumeración exhaustiva que me lanzó a parodiarla. Sé, sin embargo, que a Alejo lo acosó mi parodia y se vio náufrago en una balsa literaria, amenazado por un solo tiburón lejos del Morro”. Volvía al grabado que los dos compartieran en su último encuentro en La Habana. Hace cincuenta años, Guillermo Cabrera Infante mostró suma astucia para sortear los embates de tres censuras políticas y publicar su primera novela. La editorial Seix Barral festeja este cincuentenario con una edición de Tres tristes tigres que incluye el historial de las gestiones ante una de esas censuras, la franquista.

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