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Cine islandés.
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17-Diciembre-2019

Una de las buenas noticias que nos ha dejado el circuito de festivales del último lustro ha sido el renacimiento del cine islandés. Hay que decir de antemano que la industria cinematográfica de la nación isleña ha carecido tradicionalmente de los mimbres para una sólida formación. No obstante, pese a independizarse políticamente de Dinamarca en 1944, siempre ha estado al amparo de la corona danesa. Es por ello que su cine está concebido desde la coproducción; al igual que el grueso de sus directores se han formado en el viejo continente. Una labor directoral que tuvo como precursores a Ágúst Gudmundsson y Hrafn Gunnlaugsson en los años setenta. El primero estrenó en 1980 La tierra y sus hijos, una ficción que representó a Islandia en 53ª edición de los Oscars sin demasiada fortuna. El segundo ya llevaba dos filmes en cartera cuando, con su tercer largometraje, When the Raven Flies (1984), una coproducción con Suecia, se coló en las principales categorías de los Guldbaggen, los premios del cine sueco, consiguiendo el galardón a la mejor dirección. La película de Gunnlaugsson, como no podría ser de otra forma, fue también el estandarte de la modesta industria islandesa en los premios de la Academia estadounidense. Por supuesto, sin ningún tipo de posibilidad de avanzar en la competición.

Algo que cambiaría en 1991 con Hijos de la naturaleza, de Fridrik Thor Fridriksson, en la que es, hasta el momento, la única nominación al Óscar para Islandia de su corta historia cinematográfica.

Desde entonces, el cine islandés solo ha pasado una vez el corte del apartado; fue en 2012 con The Deep, de Baltasar Kormákur. El éxito de Thor Fridriksson, por otro lado, estableció uno de los ejes narrativos más recurrentes en la filmografía de su país: la soledad y el aislamiento físico y emocional de sus habitantes. La obra de directoras como Kristín Jóhannesdóttir –que este año retornará con Alma, protagonizada por la fallecida Emmanuelle Riva— y Sólveig Anspach fue la precursora del gran presente fílmico que vive Islandia junto a trabajos de realizadores como Oscar Jónasson, Hilmar Oddsson y Gísli Snaer Erlingsson. Este cénit, esta ola artística –que no ideológica— que se inició en los primeros años del nuevo milenio tiene como líderes a Dagur Kári (Corazón gigante, Noi el albino) y el citado Baltasar Kormákur (101 Reykjavík, El mar); representación del mestizaje familiar y educativo de esta nueva generación de directores; y Rúnar Rúnarsson (Concha de Oro del Festival de San Sebastián con Sparrows), Grímur Hákonarson (autor de la multipremiada Rams, el valle de los carneros), Benedikt Erlingsson (De caballos y hombres) y Hafsteinn Gunnar Sigurðsson –el único de esta corriente que apuesta abiertamente por la comedia con cintas como Either Way, Paris of the North y Under the tree—. Un sexteto que está abriendo nuevos caminos para este pequeño país y, de paso, sirviendo de ejemplo para una cinematografía con mucho que decir.

Halcones (2002) de Fridrik Thor Fridriksson.

En muy poco tiempo surgió la coincidencia de ver cómo un film islandés (‘Sparrows’, de Rúner Rúnarsson) se alzaba con el premio a la mejor película en la 63 edición del Festival de San Sebastián, y cómo otro de la misma nacionalidad participaba (con éxito de público y de crítica) en el de Valladolid (‘Rams, el valle de los carneros’). Otro hecho singular sucedió cuando este último lograba esa cosa cada vez más extraña de estrenarse comercialmente en nuestras pantallas. Ser la propuesta islandesa de cara a los oscar a las películas de habla no inglesa también ayudó lo suyo a la difusión de un film procedente de una cinematografía todavía bastante desconocida. El cine nacido en Islandia, tal vez no tan famoso como su bacalao, pero que va más allá de los tópicos y que posee una serie de singularidades que lo convierten en candidato a una retrospectiva de urgencia en algún festival, televisión o plataforma legal de visionado de películas.

Más allá de un paisaje, de una belleza desoladora y casi incólume desde miles de años (esa misma que han buscado directores como Ridley Scott en, verbigracia, ‘Prometheus’), Islandia es un estado de ánimo. No es un estado de ánimo proclive al suicidio y a la melopea eterna como el de sus vecinos y hermanos culturales finlandeses, o tampoco tan marcado por culpas existenciales y dudas teológicas como las de suecos, noruegos o daneses, con los que podría formar el quinteto nórdico por antonomasia. Islandia permanece un tanto lejos de estas influencias, tanto en cultura como en otros aspectos (económicos, políticos…), siendo un continente casi en sí mismo.

Es verdad que en términos cinematográficos ha estado en ese juego de la coproducción con los antes citados países, pero tampoco demasiado. Aun así, esa suerte de confusión que desde el resto de Europa tenemos a la hora de distinguir entre títulos suecos, noruegos o daneses (con los fineses pasa menos: el índice de tipos cutres emborrachándose ya te da pistas sobre su nacionalidad), suele darse en ocasiones con algunos de los títulos que nos han llegado o hemos podido ver. Así, varias de las adaptaciones que han hecho sobre esas sagas parte importante y capital de su folclore, podían muy bien confundirse con similares empeños noruegos. No era sólo porque las sagas son cosas de todos esos lugares escandinavos, sino porque Noruega llegó antes y patentó un estilo propio a la hora de narrar, entre lo antropológico y lo espectacular, esas historias de vikingos, reyes y criaturas fantásticas.

Poco de huella personal hallamos es la versión que Sturla Gunmann hizo de la leyenda y poema homónimos en su ‘Beowulf & Grendel’ (2005) o en la animación (un género que el cine islandés está adoptando como propio y con sus referentes pictóricos en el libro de estilo) de ‘La leyenda del martillo mágico: Thor’ que en el 2011 llevaron a cabo al alimón Óskar Jónasson y Toby Gesskel, más intentando parecer un producto norteamericano o sueco que genuinamente islandés. Incluso muestras de aventuras con cierto trasfondo gótico y de folletín decimonónico (la por otra parte excelente ‘La isla del diablo’, 1995) sacrificaban la idiosincrasia islandesa para acabar pareciendo la versión mainstream del obsesionario de Ingmar Bergman.

El cine islandés nace, oficialmente, en 1906 cuando el pionero Alfred Lind filma un pequeño documental. Filmar era caro, el material era caro, así que eso quedó reservado para burgueses y para el aparato estatal islandés, el cual patrocinó y auspició una serie continuada no solo de noticiarios, sino de documentales de tinte paisajístico y etnográfico. El cine de ficción fue colándose poco a poco, primero con la llegada de los productos de las más activas y florecientes cinematografías vecinas, Suecia al frente, y ya poco a poco con obras autóctonas que copiaban el estilo sueco o danés para explicar historias propias o basadas en su literatura o en su teatro. Casi desconocidas fuera de sus fronteras, películas como ‘Aevirtýri Jóns og Gverdar’ (1923) son consideradas hitos fundamentales en la cinematografía islandesa de esos años primitivos.

Los Premios Edda son los premios de cine y televisión más grandes de Islandia . La Academia Islandesa de Cine y Televisión (IKSA) se estableció en 1999 y desde entonces los premios se otorgan anualmente en varias categorías.

A partir de entonces se inicia una especie de largo silencio y letargo donde la producción propia disminuye considerablemente y donde es harto difícil encontrar un estilo definido o una serie de nombres importantes más allá de casos aislados. Seguía el cine islandés siendo un activo cultural (más que industrial) importante y defendido por el Estado, situación que se multiplicaría ya décadas después, en los años 80, la época en la cual Islandia, la Islandia que hacía películas, se abrió al exterior al mismo tiempo que alumbraba a una nueva generación de cineastas, de autores. Todavía le costaría lograr a Islandia el reconocimiento de los festivales europeos, algo que sucede en la década posterior, la de los 90, pero pese a ello, son esos años 80 los que van a marcar los pasos a seguir, ya que serán esos realizadores, ese nuevo cine, los que acabarán siendo conocidos y reconocidos en el extranjero.

Se iniciaba esa década con un éxito de taquilla como ‘La sombra del cuervo’, de Rahn Gunnlaugsson, cine comercial de buen pulso narrativo aunque lejos de la tipología que se constituiría como lo habitual dentro de la producción islandesa inminente y posterior (una mezcla entre el cine social, con cualquier género, en especial el thriller como elemento de cohesión, y el de autor muy influenciado este por el movimiento Dogma y por Lars von Trier y discípulos). A mediados de los 80 surge un autor ya importante, Fridrik Thor Fridrickson con un cine que se mira tanto en la Naturaleza como en el ser humano en permanente conflicto con su entorno. Películas como ‘Blancas ballenas’, ‘Ángeles amables’ o ‘Hijos de la Naturaleza’, esta última nominada al oscar a la mejor película en habla no inglesa en 1991, asientan un estilo y una intencionalidad que sería prorrogada, ya en los 90, por otros directores como Hilma Oddson (‘Lágrimas de piedra’, ‘Frías luces’).

Estamos ya en la época del estallido internacional cultural islandés, de cantantes y actrices como Björk, quien no debutó en ‘Bailar en la oscuridad’ bajo las órdenes de Lars von Trier, sino en su Islandia natal en 1990 con la sobresaliente ‘The Juniper Tree’. Björk, junto a los Sigúr Rós lo más internacional de la música islandesa, se convertiría en un icono nacional, casi tanto como el realizador Oskar Jönasson, cultivador de comedias y cine comercial exitoso, caso de ‘Mando a distancia’ (1992), todo un fenómeno como supusiera ‘Fuera del vestuario’ (Robert I. Douglas, 2005).

Pero si hay un nombre que suene a todo el mundo, y que haya acabado teniendo carrera en el mismísimo Hollywood (la reciente ‘Everest’, por ejemplo) ese es Baltasar Kormákur. De padre catalán y madre islandesa, Kormákur ha sido actor (en esa ‘Reykjavik-Rotterdam' del 2008 de la cual dirigiría el remake en Estados Unidos, ‘Contraband’), productor, guionista y director. De carrera ecléctica, toda ella situada en los últimos quince años, entre sus trabajos destacan títulos como ‘Las marismas’, ‘101 Reykjavik’ (con Victoria Abril de protagonista), ‘Verdades ocultas’ (con Forest Whitaker), ‘El mar’, ‘The deep’… Más allá del mediático Kormákur, Islandia tiene a otros autores igual de bien considerados, aunque sea en el circuito festivalero (de dónde vendría la muy intersante ‘Import-Export’, 2004), caso de Ragnar Bragason y su, de momento, díptico muy bergmaniano, ‘Children’ y ‘Parents’, del 2006 y el 2007 respectivamente.

Fleur Johanesson, Bragi Thór Axelsson, Gunnar B. Gudmundsson… El relevo no se detiene. Islandia está cada vez más viva y más cerca. Hoy con unos hermanos gruñones unidos por unos carneros en peligro, mañana ¿quién sabe?

 

Hijos de la naturaleza, de Fridrik Thor Fridriksson (1980).

Thorgier, un viejo granjero con problemas, debe abandonar su hogar, en un lugar remoto del campo en Islandia, y mudarse a la ciudad de Reykjavik para convivir con su hija. Pero pronto se ve súbitamente internado en un asilo, donde se reencontrará con un amor de juventud, Stella, con la que escapará en busca de un reencuentro con la naturaleza.

A comienzos de la década de 1980 comenzó su carrera en la creación cinematográfica con películas experimentales y documentales. En 1990 funda la Corporación Cinematográfica de Islandia, y desde entonces se ha convertido en la empresa productora cinematográfica más importante de Islandia. La empresa produce sus películas y obras con otros directores y productores islandeses. Su reputación internacional le ha permitido construir a la compañía una red internacional de empresas socias co-productoras, incluyendo Zentropa de Lars von Trier y más recientemente American Zoetrope de Francis Ford Coppola. Debutó como director de cine con Skytturnar (Ballenas blancas) en 1987. Su segunda producción Niños de la naturaleza (1991) fue nominada para un premio Oscar en la categoría de Mejor Película Extranjera y obtuvo el Gran premio del cuarto Yubari International Fantastic Film Festival en febrero de 1993. Friðrik también actuó en la película de comedia Direktøren for det hele (El director de todos) de Lars von Trier del año 2006. Entre sus trabajos más recientes se encuentra el documental A Mother's Courage: Talking Back to Autism (El coraje de una madre: replicar al autismo), localmente titulada Sólskinsdrengurinn (El niño del sol), así como Mamma Gógó. Las dos se estrenaron en el Festival Internacional de Cine de Toronto del año 2009 junto con otra película suya.

Friðrik creció en Islandia en la década de 1960 y por ello recibió fuertes influencias de las películas estadounidenses. A pesar de ello, las influencias de las obras de Akira Kurosawa, John Ford y Nicholas Ray fueron importantes en su decisión de ser director de cine. Ha trabajado con dos de los novelistas y guionistas más famosos de Islandia. Su trabajo con Einar Már Guðmundsson incluye Niños de la naturaleza, Angels of the Universe, y Moviedays. Su trabajo con Einar Kárason incluye Skytturnar, Devils Island, y Falcons. Friðrik Þór Friðriksson se caracteriza por un estilo fuertemente visual en sus películas que incluyen imágenes sorprendentes. Estas películas son fuertemente personales y se basan en la cultura de Islandia, a menudo presentan personajes en encrucijadas de tradición y modernidad. Se dice que combinan un sentido del humor particular con una genuina solidaridad con los personajes.

Lágrima de piedra, de Hilmar Oddsson (1995).

Basada en la vida del compositor islandés Jón Leifs. La película transcurre en el Berlin de los años 30. Jón está felizmente casado con Annie Riethof, una hermosa chica judia y talentosa pianista con un futuro prometedor. Después de un concierto en Postdam donde su mujer no es admitida tratará de conseguir visados para ella y sus dos hijos, la adolescente Snot y el pequeño Lif de 6 años. Jón se verá abocado a terminar su carrera con tal de intentar salvar a su familia de la tragedia que se avecina.

El título de la cinta hace referencia a una historia que Jón cuenta a su hijo Lif del que se siente muy unido. Un troll extraviado en busca de su hogar es incapaz de encontrar su cueva antes del amanecer. Cuando los primeros rayos de sol alcanzan al troll, se convierte en piedra como si se derramara una lágrima. Jón lleva una lágrima pulida en su bolsillo que dice que es la lágrima del troll. Según él, aquellos que llevan la piedra siempre serán capaces de encontrar su camino a casa. Es irónico, pero la mayor parte de esta película, Jón y su familia están buscando pero no encuentran, un lugar que puedan llamar un hogar. La película es mucho más melodrámatica que La lista de Schindler y está construida sobre el sacrificio y la pérdida.

Hilmar Oddsson nació en Reykjavík en 1957. Proviene de una familia vinculada al teatro y fue el fundador del grupo pop Melchior. En 1980 comenzó a estudiar dirección en la Escuela de Cine de Munich donde se graduó en 1985. Su cortometraje más interesante de aquella época es una cinta sobre el glaciar Snaefellskjökull donde Julio Verne situó su Viaje al centro de la tierra. Tras volver de Munich dirigió La bestia (1986) un thriller psicológico. Ha trabajado como productor independiente para canales de televisión islandeses y como crítico en medios de prensa. Lágrimas de piedra (1995) participó en más de 30 festivales y ganó numerosos premios entre ellos los de los Festivales de Praga y Gotemburgo.

101 Reykjavik, de Baltasar Kormákur (2000).

Hlynur, treintañero desempleado vive aún con su madre y se pasa la vida bebiendo, saliendo y multiplicando sus conquistas. Fuera de esto, no tiene ningún objetivo en la vida. Hasta el día en que Lola, una amiga de su madre, llega para pasar las fiestas navideñas.

Película islandesa-danesa-alemana-franco-noruega rodada en 2000 basada en el libro de igual título de Hallgrímur Helgason. Baltasar Kormákur Samper (Reikiavik, 27 de febrero de 1966) es un actor, director y productor de cine y teatro de origen hispano-islandés. Es conocido en el mundo del cine por algunas de sus películas como 101 Reykjavík, El mar o Verdades ocultas. Su padre, Baltasar Samper, es el pintor barcelonés residente en Islandia. Su película Mýrin (en islandés, El pantano), internacionalmente conocida en inglés por los títulos Jar City y Tainted Blood, consiguió el Globo de Cristal en el Festival Internacional de Cine de Karlovy Vary en 2007. Mýrin está basada en la novela de mismo título, escrita por Arnaldur Indriðason y traducida del islandés al inglés como Jar City.

El mar, de Baltasar Kormákur (2002).

Thordur, el viejo, temido y respetado cabeza de familia, sintiendo que sus fuerzas aflojan, invita a sus hijos a que vuelvan al pueblo. Quiere poner las cosas en orden: la herencia de la madre y el negocio familiar, que le ha convertido en uno de los miembros más poderosos de la pequeña comunidad pesquera.

Sus esperanzas están puestas en Agust, su hijo menor, que estudia Empresariales en París, donde vive con su novia francesa. Thordur está convencido de que, una vez termine sus estudios, Agust va a volver para hacerse cargo de la pesquería, actualmente en manos de Haraldur, el hijo mayor, en quien no confía plenamente; pero Agust tiene planes completamente distintos para el futuro. La reunión familiar no sale como todo el mundo espera, aflorando a la superficie viejos fantasmas.

Se filmó casi por completo en Neskaupstaður y sus alrededores. Ubicada en el fiordo Norðfjörður, es parte del municipio de Fjarðabyggð. Es la tercera ciudad más grande de la Región Oriental. Construida originalmente en una granja llamada "Nes", establecida por Egill rauði ("el rojo"). La ubicación de la ciudad lo ubica más al norte que las ciudades de Anchorage y Fairbanks en Alaska. La ciudad también era conocida como "Pequeña Moscú" en el pasado por su fuerte trasfondo socialista. Hasta 1949, la ciudad solo era accesible en barco. Luego se conectó a través de un túnel de un solo carril de 626 metros de largo que pasó a través de las montañas Oddskard llamado Oddskarðsgöng . Oddskarðsgöng estaba a 632 metros sobre el nivel del mar y fue construido entre 1974-1977. Oddskardsgöng ahora está cerrado. La ciudad ahora está conectada con un nuevo túnel de 2 carriles de 7,542 metros llamado Norðfjarðargöng que se construyó entre 2013-2017. La construcción de una fundición de aluminio y una nueva central hidroeléctrica en el este de Islandia en 2003 revitalizó la economía local. Neskaupstaður se unió a Eskifjörður y Reyðarfjörður en 1998 para formar el nuevo municipio de Fjarðabyggð ("asentamiento de fiordos").

La película ganó ocho premios en los Premios Edda , Islandia en 2002 (Mejor actor por Gunnar Eyjólfsson, Mejor actriz por Elva Ósk Ólafsdóttir, Mejor director, Mejor guión, Mejor actor de reparto por Sigurður Skúlason, Mejor actriz de reparto por Herdís Þorvaldsdóttir, Película del Año y categoría profesional: sonido / visión), donde también fue nominado para 4 premios más. En el mismo año, fue nominado para el Premio de Cine del Consejo Nórdico y para el Golden Seashell en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián . En 2003 ganó el Premio FIPRESCI en el Festival Internacional de Cine de Estambul , donde también fue nominado para el Golden Tulipy el Premio del Público en el Festival Internacional de Cine de Tromsø en Noruega.

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El mar, de Baltasar Kormákur (2002).

Thordur, el viejo, temido y respetado cabeza de familia, sintiendo que sus fuerzas aflojan, invita a sus hijos a que vuelvan al pueblo. Quiere poner las cosas en orden: la herencia de la madre y el negocio familiar, que le ha convertido en uno de los miembros más poderosos de la pequeña comunidad pesquera.

Noi el albino, de Dagur Kari (2003).

Noi es un chico de 17 años que vive en un pueblo de Islandia completamente aislado del mundo por la nieve y unas enormes montañas que lo rodean. Noi sueña con escapar de allí junto a Iris, una chica de ciudad que trabaja en una gasolinera y de la que está enamorado, pero sus torpes intentos de fuga siempre acaban en fracaso. Sólo un desastre natural romperá el universo de Noi y le abrirá una ventana al mundo exterior. El guinonista ganó numerosos premios de cine independiente europeo.

Fue filmada en Bolungarvik, un pueblo de pescadores en el extremo noroeste de Islandia, ubicado en la península de Westfjords. La banda sonora es de la banda del director, Slowblow.

Skye Sherwin, de la BBC, lo calificó como "un cuento sobre la mayoría de edad, ligado entre la rutina y el surrealismo exquisito".

Frías luces, de Hilmar Oddsson (2003).

Un hombre de cuarenta años decide recluirse dentro de sí mismo, construyendo una suerte de prisión en su interior. El film comienza cuando él se atreve a romper ese aislamiento y decide ensayar una mirada introspectiva. Aparece, entonces, un pasado impensable, que transformará su vida de una manera radical. En medio de las turbulencias, la telaraña que se erguía como un muro para impedir la luz y la felicidad en su existencia, va empezando a ceder. El hombre comprende que la dicha puede ser posible, aunque las sombras del pasado continúen al acecho.

Basada en la novela de Vigdís Grímsdóttir, la cinta cuenta dos tiempos en la vida de un hombre: su infancia y su madurez, marcada fuertemente por un suceso del pasado. En su niñez, el niño es un observador y buen dibujante que parece tener cierto poder para ver en el futuro. De grande, es un hombre atribulado que estudia pintura e inicia una complicada relación con una mujer. Trágicamente se unirán las dos partes de la historia en un filme sólido y bien narrado, que juega al borde del realismo mágico aprovechando la atmósfera islandesa y su mitología, plagada de apariciones y misterios.

Corazón gigante, de Dagur Kári (2016).

A sus 43 años, Fúsi es un inadaptado, con sobrepeso, que nunca tuvo novia. La rutina es clave para él y el único interés son las batallas de la Segunda Guerra Mundial, que reproduce en miniatura en el apartamento en el que vive con su madre. Un día recibe un cupón para acudir a una escuela de baile, donde conoce a Sjöfn, una mujer solitaria, como él, y con profundas heridas psicológicas.

Disfruta con la estupenda entrevista al director que sensacine.com mantiene en su página web.

Rams, el valle de los carneros, de Grímur Hákonarson (2016).

En un remoto valle de Islandia, dos hermanos que no se hablan desde hace más de cuarenta años deberán unir fuerzas para salvar su bien más preciado: su rebaño de carneros.

En Rams podemos ver como dos hermanos, Gummi y Kiddi, luchan por salvar un ancestral linaje de carneros en Islandia, una de las tierras donde la naturaleza llega a dominar al hombre. Los ganaderos se ven frente al devastador avance de la enfermedad de scrapie o la tembladera. El scrapie es un proceso neurodegenerativo progresivo que afecta a ovejas y cabras, y que afecta el sistema nervioso de estos animales, la cual no tiene cura. Por lo tanto se deben sacrificar el ganado o morirán igualmente a los seis meses.

Gummi y Kiddi son dos hermanos que llevan cuarenta años sin hablarse, a pesar de vivir una al lado del otro. Se comunican a través de mensajes escritos, que son llevados y traídos por el perro de Gummi. Ambos se dedican al pastoreo, al cuidado de sus carneros y ovejas en la granja de Bolstad, situada en Bardardalur, uno de los valles de Islandia. Todo comienza unos días después de un concurso celebrado en el pueblo, donde Gummi hace correr la voz de que uno de los carneros de Kiddi tiene la enfermedad de scrapie. La veterinaria local se ve afectada por los resultados positivos a la enfermedad y toma la decisión de sacrificar a todo el rebaño de los dos hermanos junto al de varias granjas al otro lado del valle. A pesar de ello, Gummi no se rinde tan fácilmente para hacer frente a las autoridades y así poder salvar a un ancestral linaje de carneros, una lucha que le llevará a tomar malas decisiones; pero arreglará algunas otras que no parecían tener solución. Sigurour Sigurjónsson y Theodór Júlíusson, dos actores de gran reputación en Islandia, hacen una brillante interpretación.

El director, también es autor del guión.

El realizador escandinavo consigue acercaros a un mundo cerrado, una sociedad añeja encerrada en sus tradiciones, incomunicada del resto y sin interés por abrirse a la modernidad. Como impresiona esa naturaleza imponente, ese verde primaveral y esos oscuros invernales que incitan a sus habitantes a la depresión, al alcoholismo y a la soledad. La puesta en escena en RAMS sencilla, haciéndonos llegar imágenes de una vida que se niega a enfrentarse a los nuevos tiempos. El director de fotografía es Sturla Brandth Grøvlen, noruego.

Los personajes destacan por sus días de soledad y en su gran mayoría la ausencia de presencia fémina, que nunca existió, y en otros casos, porque ya desapareció; sin más entretenimiento que cuidar de los adorados ovinos. El humor negro está presente durante el film, con algunos golpes de guion un tanto irónicos, como el tractor que se dirige al hospital con una carga un tanto curiosa, la comunicación a través de mensajes transportados por un perro, entre otros. Y si en Navidad no recibimos ningún regalo por qué no hacernos el nuestro propio.

Con un ritmo lento y pausado, van transcurriendo las escenas de ese mundo agrario con sus rutinas, y momentos muy duros que otorga la soledad. Todo esto acompañado de la banda sonora de Atli Örvarsson, que destaca momentos sin dejar a un lado el drama humano de unos pastores humildes tras una posible pérdida de identidad, forzada por las circunstancias. Hacía un tiempo que nos encontrábamos con un final tan hermoso e impactante en el cine, con once supervivientes enfrentándose a la gélida nieve, donde nos encontramos con un epílogo tan emocionante, y tan inmoral como es el no hablar con tu vecino y hermano durante más de cuarenta años.

Sparrows, de Rúnar Rúnarsson (2016).

Una historia sobre la llegada a la edad adulta de un chico de 16 años, Ari, que ha estado viviendo con su madre en Reikiavik y al que, de pronto, envían al lejano Westfjords a vivir con su padre, Gunnar. Allí, tiene que atravesar una difícil relación con su padre y, por otro lado, encuentra que sus amigos de la infancia han cambiado. En estas desesperadas circunstancias, Ari tiene que dar un paso adelante y encontrar su camino.

Está dirigida por Rúnar Rúnarsson, uno de los directores de cortometrajes más premiados del mundo, con cerca de cien galardones internacionales por su Crossroads Trilogy. Asimismo, Rúnarsson fue nominado al Óscar en 2006 (The Last Farm, 2004), a la Palma de Oro en Cannes en 2008 y a los Premios del Cine Europeo in 2008 (2 Birds, 2007). Sparrows es el segundo largometraje del director, que ya consiguió la nominación para la Camera d’Or con su primer largo, Volcano, estrenado en la Quincena de realizadores de Cannes en 2011. Volcano fue muy admirada en los festivales y recogió 17 galardones.

Disfruta con la estupenda entrevista al director que videodromo.es mantiene en su página web.

Under the Tree, de Hafsteinn Gunnar Sigurðsson (2017).

Presenta dos conflictos principales: una disputa familiar entre dos jóvenes que tienen una hija y una riña entre dos parejas de vecinos que se hacen la vida imposible. Para enredar un poco más el asunto, los dos miembros de la pareja de más edad son los progenitores del padre joven del otro conflicto.

El planteamiento de Hafsteinn Gunnar Sigurdsson es inteligente, ya que la figura del árbol funciona tanto a nivel literal como metafórico. Literal: los vecinos B se quejan porque no pueden tomar el sol por culpa de la sombra que proyecta el árbol que está plantado en el jardín de los vecinos A. Metafórico: el hijo de los vecinos A –que extiende el árbol genealógico– también tiene problemas en su vida conyugal y tiene que luchar para poder ver a su hija –que a su vez es otra prolongación del árbol genealógico–. En definitiva, el árbol es una especie de tejido orgánico que lo conecta todo.

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