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30 - Abril - 2020
>>>> Paisajismo > Islandia IX

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El 22 de enero de 1973, el marino Siggi debía zarpar del puerto de Reikiavik (capital de Islandia) para navegar con su pesquero hasta la isla de Heimaey, su tierra natal. Siggi, que entonces tenía 38 años tuvo un presentimiento. Y retrasó el viaje. Unas horas más tarde, en la madrugada del 23 de enero, la tierra crujió en el este de Heimaey. De pronto se abrió una grieta de kilómetro y medio y desde las entrañas de la tierra brotó una muralla de fuego de docenas de metros de altura. La erupción estalló a cuatro pasos del pueblo de Heimaey, el único del archipiélago. El viento este, el más habitual, habría sepultado la localidad con lava y cenizas en unas pocas horas, pero aquella noche soplaba un viento sur salvador. Los 5.000 habitantes tuvieron tiempo para abandonar la isla antes del amanecer.

Salieron corriendo de sus casas y subieron a los barcos que iban y venían sin parar hasta la cercana costa de Islandia. Siggi recibió la noticia en el puerto de Reikiavik, en la mañana del 23 de enero. Zarpó con su barco pesquero hacia Heimaey, donde ya no quedaban vecinos, y colaboró en el rescate de coches, muebles y toneladas de pescado, que fueron transportados por mar y aire hasta Islandia antes de que la lava los devorara. Así empezó una batalla infernal. La grieta vomitó fuego y rocas fundidas durante cuatro meses; los grupos de bomberos y operarios pelearon todo ese tiempo para salvar Heimaey. El tercer día, cuando empezó a soplar el viento del este, se abatió sobre el pueblo una lluvia de bombas de lava y de cenizas abrasadoras. La lava fluyó por las calles en grandes ríos incandescentes y durante las siguientes semanas devoró 380 casas. Millones de toneladas de ceniza sepultaron Heimaey bajo una capa de cuatro metros, cuyo peso derrumbó docenas de viviendas y mandó a pique muchos de los barcos amarrados en el puerto. Los trabajadores corrían de aquí para allá esquivando incendios, gases tóxicos y lluvias de rocas, apuntalando casas, retirando la ceniza de los tejados y tratando de frenar las lenguas de lava. La principal obsesión era evitar que las erupciones taponaran la bocana del puerto. El puerto de Heimaey constituía una de las mayores bases pesqueras del Atlántico Norte, la razón por la que miles de personas habitaban esta isla tan amenazante pero tan próspera.

Los bomberos instalaron docenas de mangueras a presión, con las que lanzaban agua marina a las coladas ardientes para enfriarlas y tratar de frenarlas. Parecía tan inútil como escupir a un monstruo: la lava siguió avanzando, alcanzó la orilla, se derramó sobre el mar y produjo gigantescas columnas de vapor; se petrificó, formó un puente sobre el que avanzaban las nuevas riadas y se acercó palmo a palmo hacia la montaña que cerraba la bocana en la orilla contraria. Y entonces, de un modo casi milagroso, se frenó 175 metros antes de cegar el puerto. Desde entonces, el puerto de Heimaey cuenta con una bocana más estrecha y un refugio más seguro. Al margen de este beneficio inesperado, cuando se apagaron los últimos fuegos el recuento fue desolador: casi medio pueblo estaba enterrado bajo la lava, muchos barcos yacían en el fondo del mar, las aguas polucionadas quedaron sin peces, un manto de cenizas cubría los pastos de la isla. A pesar de todo, los vecinos apostaron por reconstruir el pueblo en su nuevo paisaje: en la falda del recién nacido volcán. Porque en el este, donde antes solo había una estrecha franja costera entre las casas y el mar, se alzaba una montaña cónica de 205 metros, a la que llamaron Eldfell (montaña de fuego), y se extendía un campo de lava de dos kilómetros cuadrados.

Zarpamos desde Thorlakshöfn, en la costa islandesa, y tardamos casi tres horas en llegar a Vestmannaeyjar. El archipiélago hace una aparición teatral: se alza la neblina y en medio del Atlántico brotan 46 muelas negras, barridas por los vendavales, azotadas por el oleaje, rebozadas en espuma y salitre. Desde más cerca descubrimos que muchos de los islotes están cubiertos por un manto de hierba. Y en algunos se ven granjas inverosímiles colgadas sobre el abismo. Para construirlas, los nativos trepan por los acantilados, alcanzan la parte alta y allí montan una polea con la que suben los materiales desde los barcos. Después, un pastor navega con su rebaño hasta el islote y las ovejas equilibristas trepan por el acantilado hasta la pradera de la cima. El barco enfila hacia Heimaey, la única isla habitada, y parece que va a chocar contra un montañón volcánico de doscientos metros. El acantilado es el territorio de la vida vertical, al que se han adaptado todos los isleños, ya sean animales o humanos. Las ovejas mordisquean hierba en los resquicios más escalofriantes del precipicio; los frailecillos y las gaviotas anidan en nichos minúsculos y motean de guano las paredes negras; y de vez en cuando aparece algún vecino de Heimaey colgado de una liana, balanceándose de una repisa a otra, volando cien metros sobre el mar, recolectando los huevos de las aves mientras cuatro o cinco compañeros le sostienen desde arriba. La embarcación va rodeando la montaña hasta que encuentra una abertura estrecha, flanqueada por un campo de lava: es la bocana que estuvo a punto de cegarse en la erupción de 1973.

Nos colamos por ella y pronto desembarcamos en el puerto de Heimaey, refugio de un centenar de naves que salen al bacalao, al lenguado, al arenque, a la langosta. La nueva Heimaey, trazada con escuadra y cartabón, es una cuadrícula de calles amplias en las que se disponen hileras de casas bajas. Un gran barrio residencial, ordenado y tranquilo, un pueblo que parecería el más sosegado del mundo si no fuera por una peculiaridad: está rodeado por volcanes y asentado sobre una llanura que en cualquier momento puede abrirse y devorarlo. Heimaey es pura testarudez islandesa, puro empeño de dignidad.

En 1973 los vecinos retiraron toneladas de cenizas a golpe de pala y reconstruyeron una ciudad modélica sobre las ruinas devoradas por una lava aún caliente. Incluso aprovecharon esos ardores del volcán recién nacido para calentar agua y lograr calefacción gratis en las nuevas casas. Heimaey es la persistencia del orden, de la disciplina, del trabajo, de la alegría, en medio de la naturaleza más hostil. «Los años de la reconstrucción fueron muy emocionantes», recordaba el marino Siggi. «Todo el pueblo trabajó codo con codo, incluso vinieron voluntarios de 19 países para echar una mano. También organizamos fiestas y conciertos en los que participaba la gente del pueblo, para descansar y divertirnos».

En el verano de aquel trágico 1973, entre ruinas y escombros, los vecinos montaron en el teatro del pueblo un musical titulado Una historia de colonos, como ellos. De colonos optimistas pero no ilusos: en algunas esquinas de Heimaey se levantan pequeños montones de bombas piroclásticas, es decir, piedras volcánicas del tamaño de melones que bombardearon el pueblo durante la erupción. Son escultura. y recordatorio.

Eldfell es un cono volcánico compuesto de unos 200 m de altura que se encuentra en la isla de Heimaey, Islandia. Se formó en una erupción volcánica que se inició sin previo aviso en las afueras de la ciudad de Heimaey el 23 de enero de 1973. Su nombre significa Montaña de Fuego.

La erupción provocó una gran crisis en la isla y casi provocó su evacuación permanente. La ceniza volcánica cayó sobre la mayor parte de la isla, destruyendo alrededor de 400 casas, y un flujo de lava amenazaba con cerrar el puerto, principal fuente de ingresos de la isla, a través de su flota pesquera. Se organizó una operación para bombear agua del mar que enfriase el flujo de lava. Está operación fue un éxito que salvo el puerto pesquero. Después de la erupción, los isleños utilizaron el calor de los flujos de lava que se enfriaban lentamente para proporcionar agua caliente y generar electricidad. También utilizaron algunas de la tefra caída para ampliar la pista del pequeño aeropuerto de la isla, y como material de construcción para 200 casas nuevas.

Heimaey ha sido bautizada como la "Pompeya del Norte" por los arqueólogos.

La erupción del volcán Bardarbunga a finales de 2014 trajo a la memoria la paralización del tráfico aéreo europeo durante varias semanas en 2010 cuando una nube de ceniza se extendió por el continente.

Pero hace 41 años, otra erupción tuvo un impacto mucho mayor, al enterrar en ceniza cientos de casas. Hoy, la "Pompeya del Norte" se ha convertido en una atracción turística. "!Despierta, ha pasado algo terrible en la isla! ¡Hay una erupción!". Así recuerda Helga Jondsottir a su madre, despertándola aquel 23 de enero de 1973, a las dos de la madrugada.

Ella tenía 17 años y vivía en la isla de Heimaey, que pertenece a Islandia. Un sistema volcánico que había permanecido en calma durante 5.000 años estalló sin previo aviso, causando un desgarro de más de 2 kilómetros en la tierra.

Ahora Helga regenta en la isla un café que conmemora aquella noche. Las mesas están cubiertas con fotos y textos que relatan la historia de las familias que perdieron sus casas bajo la lava. Mientras narra esto, Helga bebe un café humeante.

"Corrí hacia la ventana frente a mi dormitorio y vi una columna de fuego que salía de la tierra hacia el cielo", recuerda. "Estaba espantada". Su familia huyó de la casa y se dirigió hacia el puerto para escapar en barco. Al zarpar, vieron con horror una lengua de lava que serpenteaba por el lecho marino en su dirección. "En ese momento pensamos que era nuestro final", me dice Helga. Sorprendentemente, casi todos los 5.000 habitantes de la isla consiguieron escapar. Solo uno murió por una explosión de gas. Pero la erupción duró cinco meses, sepultando 400 casas en Heimaey. Los que evacuaron la isla iniciaron una vida nueva en la isla principal de Islandia. Muchas de las personas dijeron que fueron tiempos muy dolorosos. En un solo año, Helga se mudó una decena de veces. Ella, como muchos otros, estaba decidida a volver.

Ahora muchos esperan que los eventos de aquella noche sirvan para atraer turistas a la pequeña isla de Heimaey, que ha sido apodada la "Pompeya del Norte" por los arqueólogos que han trabajado en la recuperación de los edificios sepultados.

Gerdur Siguroardottir vivía allí con sus tres hijos pequeños. El menor era un recién nacido. Atiende a todo el que se interesa por ella y los guía por los montones de ceniza negra que aún cubren buena parte de su casa, mostrando lo que quedó de su salón. Puedes distinguir la forma de un sofá, pero como buena parte de la casa, se desintegró y fundió con el intenso calor. Algunas habitaciones se han conservado parcialmente bajo los 15 metros de ceniza y lava solidificada que cubrían la casa. Gerdur ha conseguido recuperar algunas de sus pertenencias que han permanecido intactas. Se agacha para alcanzar un objeto cubierto por polvo carbonizado y dice, "de mi recién nacido". En las horas previas a la erupción, Gerdur había estado cosiendo un suéter, que no pudo llevar consigo.

Antes de la erupción Gerdur Siguroardottir había estado cosiendo un suéter que no pudo llevar consigo.

Pero no todos en la isla se han alegrado de recuperar los restos de un pasado traumático. En el proceso de excavación, parte de una casa vecina fue también desenterrada. El techo y ventanas superiores emergieron de la montaña de ceniza colindante con el museo. Una mujer que está de visita junto con su hijo se acerca y me dice que sus padres vivían allí. Para ellos es muy doloroso ver el armazón destruido de su casa 40 años después.

Señala hacia la casa hundida y me dice: "Fue un capítulo que ya han cerrado". Pero Gerdur sí ha podido encarar el amargo momento de ver sus pertenencias de nuevo, décadas después de haberlas dejado atrás. Permanece de pie con gesto de orgullo frente a su casa mientras unos turistas toman fotos, encantada con el hecho de que otros puedan aprender sobre la historia de la isla al ver los restos de su casa. "Mi marido me dijo, 'solo voy a construir una casa una vez en mi vida' y voy a usar los mejores materiales'", dice mientras señala al techo del edificio, que resistió el impacto de la erupción. "Estaba construyendo una casa resistente que pudiera estar aquí para siempre. Y en cierto modo, tenía razón."

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En junio de 1783, el joven país de Islandia, que había permanecido habitado durante tan sólo 750 años, contaba con una población de 50.000 personas. Más de 10.000 personas morirían en Islandia en los años siguientes, como resultado de lo que comenzó aquel domingo. La erupción de Laki constituye todavía la peor catástrofe en la relativamente corta historia del país. Laki es un sistema volcánico que se encuentra en la misma parte del sureste del país donde tuvo lugar la erupción del Eyjafjallajökull de 2010. Pero hasta aquí llegan las similitudes.

Una serie de importantes eventos volcánicos ocurrieron en el glaciar Eyjafjallajökull en Islandia en 2010 a causa del volcán Eyjafjallajökull. La actividad sísmica se inició a finales de 2009, y dio lugar a una erupción volcánica el 20 de marzo de 2010. Una erupción el 14 de abril de 2010 arrojó ceniza volcánica varios kilómetros en la atmósfera lo que llevó al cierre del espacio aéreo del 14 al 20 de abril sobre la mayor parte del norte de Europa a partir del 15 de abril, afectando aproximadamente a 10 millones de pasajeros.

Se cree que la erupción comenzó el 20 de marzo de 2010, a unos 8 kilómetros al este del cráter del volcán, en la región de Fimmvörðuháls, donde es muy popular la práctica del senderismo. Esta primera erupción no ocurrió en el glaciar y fue menor que la prevista por algunos geólogos. Esto porque desde el 4 de marzo se había detectado una deformación del volcán, que presentaba una tasa de crecimiento de un centímetro diario, fruto del ascenso del magma, que fue acompañada de una serie de sismos. Por esta razón hubo que desalojar a los habitantes más cercanos al glaciar. La erupción se dio en una fisura volcánica, abierta en el flanco oriental del volcán, a unos 1000 msnm, de entre 300 y 500 metros de largo y orientada en dirección noreste-suroeste. La lava pasó entre las capas de hielo de Eyjafjallajökull y Mýrdalsjökull. Una docena de fuentes de lava, de cientos de metros de alto, brotó por la fisura. La erupción fue de tipo hawaiano con un índice de explosividad volcánica de 1. Estas fuentes de lava estuvieron acompañadas de un penacho volcánico de menos de un kilómetro de altura, que fue empujado por los vientos hacia el oeste y tuvo un impacto de tefra muy bajo.

Volcán Eyjafjallajökull, 17 de abril de 2010.

Estos fenómenos volcánicos fueron observados desde el aire por la mañana y la alta temperatura de la lava fue detectada por satélites equipados con el sensor MODIS, de modo que las autoridades declararon el estado de emergencia en el sur de Islandia unas horas después del inicio de la erupción, obligando a la evacuación de los habitantes de Fljótshlíð debido al riesgo de inundaciones. Existen temores de la reactivación del volcán Katla, ya que se considera que ambos volcanes han estado relacionados en sus erupciones pasadas.

Durante las primeras horas de la erupción, un pequeño flujo de lava se desplazó al noreste de la garganta a través de Hrunagil, cerca de la zona de riesgo de fusión de la capa de hielo del glaciar y por tanto de inundación de las zonas bajas. El 26 de marzo la lava aumenta y discurre al mismo tiempo por una segunda garganta situada al oeste de la primera, en Hvannárgil. El 31 de marzo por la tarde, se forma una segunda fisura volcánica de unos 300 metros de largo al noroeste de la primera. Las dos fisuras provocaron que grandes cascadas de lava se dirigiesen hacia el valle Þórsmörk en el norte. Desde el 5 de abril, se calmó la erupción al perder intensidad los temblores. Sin embargo, al día siguiente, a las 15.00 horas (hora local) se produjo un terremoto de magnitud 3,7 en la escala de Richter, el más fuerte desde el comienzo de los acontecimientos, con su hipocentro localizado a tres kilómetros de profundidad, más cercano a la superficie que la media de los terremotos registrados anteriormente que era de diez kilómetros. El 7 de abril la erupción se detiene por primera vez, aunque sigue emitiendo gases volcánicos. La segunda grieta deja de expulsar lava el 12 de abril, marcando el final de la primera fase eruptiva. La lava ocupaba una superficie de 1,27 kilómetros con un espesor estimado de entre diez y veinte metros, mientras que los cráteres recién formados aumentaron su altura en 82 metros. La lava es basáltica, rica en olivino con un porcentaje de sílice del 47 %.

La primera fase eruptiva se cerró sin causar víctimas o daños, ya que en la zona no había viviendas o infraestructuras. Las medidas preventivas fueron eficaces con la evacuación de unas cincuenta personas que vivían cerca del lugar de la erupción y la prohibición de acceso al lugar de la erupción.

En 1783 la erupción mostró una fuerza tal que produjo una gran fisura en forma de cráteres en continúa ebullición. En los siguientes ocho meses los cráteres de Laki lanzaron lava a borbotones en los alrededores y eructaron más gases tóxicos que ninguna otra erupción en los últimos 150 años. Los efectos se hicieron notar en todo el hemisferio norte.

Fue la segunda mayor erupción en los últimos 1000 años, solamente por detrás de la del Monte Tambora en Indonesia, según afirmó Stephen Self, profesor de Volcanología de la Universidad Abierta de Reino Unido (Open University). La producción de sulfuro de Laki fue tal que a su lado la erupción del Pinatubo en las Filipinas, que es famosa por haber parado el calentamiento global durante varios años, parece pequeña. La explosión filipina produjo 17 mega toneladas de dióxido de sulfuro, la misma cantidad que Laki soltó en tan sólo tres días en su momento más álgido, según dijo Self. El experto estima que el poder de Laki fue 100 veces mayor que la erupción mas reciente.

La nube de cenizas se extendió por Noruega, Alemania, Francia y Gran Bretaña, causando alarma cuando los granjeros empezaron a morir como moscas. La gente no tenía ni idea sobre la procedencia de la nube, como tampoco sabía que el dióxido de sulfuro se mezclaba con el vapor de agua en los pulmones asfixiando así a las víctimas.

Según datos de la época, se estiman que murieron más de 20.000 personas sólo en Gran Bretaña durante el verano de 1783. La niebla de la erupción no se dispersó hasta el otoño. Pero esto no hizo sino empeorar la situación, dando paso al invierno más severo de los últimos 250 años. La causa fue la acumulación del calor al absorber dióxido de sulfuro en la estratósfera.

Ningún otro sitio sufrió más que Islandia. No fue la erupción la que resultó mortal, sino sus consecuencias medioambientales, explica Gunnar Gudmundsson, un geofísico de la Oficina Metereólogica de Islandia. "La gente murió no por la erupción, sino de hambre. Los animales y los cultivos murieron y afectó a todo el país", explica. Los gases tóxicos envenenaron las plantas y la vegetación, que a su vez mató al ganado. Se cree que 8 de cada 10 ovejas murieron, mientras que la mitad de las reses y los caballos perecieron. El extremo invierno que siguió supuso la muerte de una quinta parte de la población, según estimaciones históricas.

Es un período de tragedia que se grabó en la psicología islandesa, según explica Gudmundsson. De hecho esto se ha convertido en el criterio que actúa como vara medidora de los tiempos duros de la historia del país. "Tenemos una expresión para definirlo: la dureza de la nube de humo", explica. Cuando los políticos lo comparan con las penurias de la reciente crisis económica, los ciudadanos se escandalizan. Por supuesto, no hay comparación. En la actualidad, el 20 al 25% de la población se encuentra en una deuda inmensa. Pero en 1783 la misma proporción de la población sucumbió a un destino fatal, y murieron, señala. En las escuelas de hoy en día, los niños islandeses estudian sobre el volcán Laki. Las frecuentes erupciones volcánicas en el país hacen que el estudio de la geología y de la lava forme parte de las materias obligatorias del currículo escolar.

La erupción del volcán Laki en 1783 no sólo provocó miles de víctimas en Islandia, sino que alteró el equilibrio climático en todo el continente europeo durante largos meses.

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Crecida del río main a su paso por Würzburg en 1784, una de las consecuencias de la erupción del Laki en Islandia el año anterior. Grabado del siglo XVIII.

Escena de la vida en Islandia. Litografía de la obra Viaje a Islandia y Groenlandia. París, 1842.

Vista de la fisura volcánica que atraviesa el monte Laki. Entre junio de 1783 y febrero de 1784 emanaron por ella 12,3 kilómetros cúbicos de lava.

El 18 de junio de 1783 se produjo una de las mayores erupciones volcánicas que se han registrado en la historia. Tuvo lugar en Islandia, en el sistema volcánico de Grimsvötn, en la fisura del Laki. La actividad del volcán no cesaría hasta febrero de 1784 y sus efectos, según las fuentes de la época, fueron terribles, en consonancia con el valor 6 del Índice Volcánico de Explosividad que le atribuyen los expertos. Una amplia zona de la costa suroriental de Islandia quedó arrasada por las efusiones basálticas mientras que en el cielo de la isla se instalaba una densa capa de gases nocivos y polvo que, en muy poco tiempo, acabó con la vida de la cuarta parte de la población y con la casi totalidad de las cabezas de ganado existentes. Una crónica fechada en Copenhague en septiembre del mismo año, y publicada un mes más tarde en La Gaceta de Madrid, describía el padecimiento de la gente y alguno de los terribles efectos provocados por la lava. La consternación y el miedo invadían a los islandeses quienes, además de ignorar el alcance real del desastre, veían su país cubierto por «las más horrendas tinieblas», producto de los «vapores de azufre, salitre, arena y ceniza» lanzados por el volcán. El sol únicamente era perceptible durante el orto y el ocaso como «un gran volumen de fuego metido entre vapores densísimos». Además, en los años posteriores una terrible hambruna castigaría a los supervivientes del desastre. Sin duda, los islandeses fueron las grandes víctimas, pero el impacto de la erupción fue mucho más allá. Empujada por los vientos provocados por las altas presiones situadas en Islandia, la espesa nube tóxica fue desplazándose en dirección sureste. A mediados de junio llegó a Noruega y Bohemia, el 18 de ese mes cubrió Berlín, el 20 alcanzó París, dos días después El Havre y el 23 hacía acto de presencia en las costas de Gran Bretaña, impregnando el cielo de un polvo sulfuroso. Un sofocante calor se adueñó de la atmósfera y los londinenses tuvieron la percepción de no haber conocido nunca un estío de tal naturaleza. El verano fue anormalmente caluroso en buena parte del continente europeo aunque, de inmediato, irrumpieron violentos aguaceros y granizadas que hicieron descender las temperaturas. El otoño fue más fresco y húmedo de lo normal y el invierno siguiente, muy frío. Las cosechas se perdieron, dando paso a la carestía, el hambre, la enfermedad y la crisis. Las muertes fueron cuantiosas.

El Tratado de París se firmó el 3 de septiembre de 1783 entre el Reino de Gran Bretaña y los Estados Unidos de América y puso fin a la guerra de Independencia de los Estados Unidos. El cansancio de los participantes y la evidencia de que la distribución de fuerzas, con el predominio inglés en el mar, hacía imposible un desenlace militar, condujo al cese de las hostilidades. El tratado fue firmado por David Hartley, miembro del Parlamento británico que representaba al rey Jorge III, y John Adams, Benjamin Franklin y John Jay, representantes de los Estados Unidos. El tratado fue ratificado por el Congreso de la Confederación el 14 de enero de 1784, y por los británicos el 9 de abril de 1784.

Se reconocía la independencia de las Trece Colonias como los Estados Unidos de América (artículo 1) y otorgó a la nueva nación todo el territorio al norte de Florida, al sur del Canadá y al este del río Misisipi. El paralelo 31º se fijaba como frontera sur entre el Misisipi y el río Apalachicola. Gran Bretaña renunció, asimismo al valle del río Ohio y dio a Estados Unidos plenos derechos sobre la explotación pesquera de Terranova (artículos 2 y 3).

Firma del tratado. La delegación británica rehusó posar y por ello la pintura quedó incompleta.

Los británicos firmaron también el mismo día acuerdos por separado con España, Francia y los Países Bajos, que ya habían sido negociados con anterioridad. España mantenía los territorios recuperados de Menorca y Florida Oriental y Occidental. Por otro lado recuperaba las costas de Nicaragua, Honduras (Costa de los Mosquitos) y Campeche, acuerdo implementado mediante la Convención de Londres (1786). Se reconocía la soberanía española sobre la colonia de Providencia y la inglesa sobre Bahamas. Sin embargo, Gran Bretaña conservaba la estratégica posición de Gibraltar. Londres se mostró inflexible, ya que el control del Mediterráneo era impracticable sin la fortaleza del Peñón.

Francia y los Paises Bajos recibian varios territorios como Sumatra o Tobago, comenzando la era del colonialismo.

Una niebla densa y persistente, imposible de atravesar por los rayos del sol, se adueñó de los cielos europeos. El aspecto del disco solar, cambiante según transcurría el día, añadía más confusión a lo que las gentes calificaban como «fenómeno increíble y portentoso» para el que no tenían explicación. Desde Inglaterra se hacía notar que el sol adquiría a mediodía un color blanquecino como el de una «luna nublada» que, sin embargo, despedía un tremendo calor que llegaba a pudrir la carne de un día para otro. Desde otros lugares se informaba de que, conforme avanzaba la tarde, las tonalidades iban variando, adquiriendo un colorido ferruginoso que, a la postre, se tornaba rojizo y provocaba un temor supersticioso que sobrecogía los espíritus. La Gaceta de Madrid explicaba que este cambio de color «era suficiente para que el pueblo se asustase; y en efecto la consternación fue general en las gentes poco instruidas […] vive el pueblo en el mayor conflicto, recelando grandes males». Como se advierte por esta cita, en España también se percibieron los efectos de la explosión. El noble catalán Rafael de Amat y Cortada, barón de Maldá, dejó constancia en el verano de 1783 de la sequía imperante en tierras catalanas, de los tremendos calores estivales y de la presencia de una niebla tan espesa que impedía contemplar el resplandor del sol. A fray José de Rocafort, un religioso castellonense, le llamó igualmente la atención la «especie de niebla seca, que oscurecía el sol de tal modo que iluminaba muy poco». La Gaceta de Madrid, por su parte, se hacía eco a mediados de agosto de 1783 de las anomalías observadas en los cielos de Alemania, Dinamarca, Francia e Italia en la primera quincena de julio. Se refería asimismo a la existencia de «una especie de niebla o vapor muy denso» que debilitaba la luminosidad de los rayos del sol y permitía mirarlo «sin que dañase la vista». Señalaba también que esas brumas espesas, en lugar de «humedecer los campos», secaban «la hierba de los prados y las hojas de los árboles», y destacaba el «excesivo calor» que se padecía y la incapacidad de los vientos para «disipar los vapores».

El estallido del Laki trastornó la dinámica atmosférica durante el año 1783, hasta el punto de que los contemporáneos interpretaron que se estaban operando cambios de origen desconocido y consecuencias terribles. En este sentido, los diarios y gacetas del momento recogieron en sus páginas infinidad de sucesos acaecidos durante 1783 y 1784 que consideraban como indicios «de un trastorno en la naturaleza». Entre ellos se encontraban los terremotos de Calabria y Sicilia (Reino de Nápoles), Volhinia (Polonia), Oporto y Braga (Portugal) y Provenza (Francia); los intensos vendavales que se abatieron sobre el mar Adriático, el amago de erupción del monte Vesubio o las gravísimas inundaciones en las regiones francesas de Auvernia y Limousin así como en buena parte de Alemania, especialmente en la región del Bajo Rin, consecuencia de intensísimas precipitaciones y del deshielo de la nieve acumulada en las cumbres de las montañas.

Las consecuencias de la erupción no cesaron cuando se disipó la nube. Tras los excesivos calores del verano de 1783, la temperatura media en el hemisferio norte descendió bruscamente cerca de 3 ºC, circunstancia que provocó la reducción de la diferencia térmica existente entre Eurasia y África y los océanos Índico y Atlántico, limitando la capacidad de los monzones para generar sus conocidas lluvias que alimentan los cursos fluviales. En el norte de África la temperatura se incrementó 2 ºC y la falta de precipitaciones hizo que el Nilo no experimentara sus usuales y generosas crecidas, haciendo inviable la siembra ante la ausencia del riego necesario. Al año siguiente sucedió lo mismo, y la pérdida de dos cosechas derivó en una terrible crisis que diezmó a la población egipcia, tal y como escribió el viajero francés Constantin Volney. Recientes estudios han demostrado que, tras la erupción, las temperaturas medias de Barcelona aumentaron durante los siguientes cinco veranos y no experimentaron variaciones apreciables durante la primavera y el otoño, mientras que los inviernos tuvieron algunos meses muy fríos. Estas alteraciones climáticas, advertidas y padecidas por los contemporáneos, fueron reseñadas y comentadas por los diarios europeos; pero nadie llegó a relacionarlas con la erupción del Laki salvo el político y científico Benjamín Franklin, quien, en una conferencia pronunciada el 2 de diciembre de 1784 ante los miembros de la Literary and Philosophical Society de Manchester bajo el título de Imaginaciones y conjeturas meteorológicas, puso de manifiesto que era la tenaz y seca niebla procedente de Islandia que cubría los cielos de Europa la que impedía que penetraran los rayos del sol y causaba el comportamiento anómalo del clima. Los estudios actuales han confirmado que Franklin tenía razón.

Benjamin Franklin (Boston, 17 de enero de 1706 - Filadelfia, 17 de abril de 1790) fue un político, polímata, científico e inventor estadounidense. Es considerado uno de los Padres Fundadores de los Estados Unidos.

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En Islandia, en el sistema volcánico del Katla, la erupción del Laki en 1783 fue una de las mayores catástrofes naturales de la historia. Y dejó una de las rutas más bonitas y espectaculares que se pueden hacer en la isla. Se puede hacer en coche, en una carretera muy accidentada, y no está permitido salirse de los caminos señalizados, ni en coche ni a pie, al ser una zona ecológicamente muy sensible.

Cuando el volcán despertó expulsó toneladas de lava, cenizas y ácido sulfúrico a lo largo de ocho meses sin interrupción, a través de una fisura de cráteres de más de 25 kilómetros de longitud. Los gases tóxicos y las cenizas oscurecieron el Sol y provocaron la muerte de una quinta parte del país. Los que sobrevivieron se enfrentaron a una hambruna sin precedentes, con la muerte de la mitad del ganado y las cosechas destrozadas.

Los efectos de la erupción se dejaron sentir en todo el hemisferio norte, con descenso de las temperaturas, lluvia ácida y daños devastadores en cosechas de Europa, Japón y Estados Unidos. Los historiadores creen que el hambre que provocó esta erupción, como resultado de la pérdida de cosechas en toda Europa, fue uno de los factores que influyó en una de las mayores insurrecciones populares de la historia: la Revolución Francesa del 1789.

Hoy en día, el campo de lava oculta la tragedia que ocurrió allí hace más de 200 años. Toda la zona está protegida dentro del parque nacional de Vatnajökull. Geología, biología e historia se dan la mano mientras el viajero admira las colinas formadas por la erupción, con las formaciones negras y retorcidas de lava cubiertas de una espesa capa de musgo verde.

La ruta más popular es la que permite llegar hasta la hilera de cráteres de Lakagígar. Son 50 km, pero tan accidentados que es necesario planificar la excursión para un día entero. Es importante y obligatorio contar con un coche tipo todoterreno (no turismos), porque en algunos tramos hay que cruzar ríos y se pueden encontrar trozos difíciles de circular.

Al llegar al aparcamiento, hay que caminar unos 40 minutos para llegar a la cima del Laki, donde disfrutar de unas fantásticas vistas de 360 grados de toda la grieta de cráteres, los campos de lava y los glaciares que brillan a lo lejos. Dunas de tierra negra y conductos de lava, alfombras de musgo y cuevas de diferentes tamaños hacen las delicias del excursionista. A dos horas a pie desde el aparcamiento hay una cueva que alberga un lago.

Cascada Fagrifoss en el camino a Lakagigar.

Asimismo, un desvío en la carretera permite llegar, a 24 km, a las Fagrifoss, unas cascadas preciosas, con el agua derramándose sobre una inmensa roca negra. En toda la ruta es muy recomendable parar cuando se desee, para realizar incursiones por los caminos señalizados y descubrir pequeños tesoros en forma de lago oculto o laderas negras de lava y verdes de musgo.

Cuando un volcán entra en erupción, la lava va atrapando cuanto pilla a su paso, y ha dejado campos de lava que son uno de los paisajes más espectaculares y característicos de Islandia. El clima ártico ha propiciado que las arenas volcánicas acaben cubiertas de un manto de musgo de casi diez centímetros de espesor y se forman laderas de arena negra volcánica justo al lado de la lengua de un glaciar.

Parque Nacional de Vatnajökull, el mayor glaciar de Islandia y el segundo de Europa.

Además de la lava, el fuego, las rocas y las cenizas, el otro gran peligro de los volcanes islandeses son las inundaciones que provocan. Al explotar dentro del casquete glaciar, la erupción derrite el hielo de las capas inferiores de los glaciares, lo que provoca riadas impresionantes que arrastran consigo todo lo que encuentran. Actualmente, los sismógrafos y la tecnología ayudan a los científicos a prevenir problemas. Pero antes todo eso no existía aunque tenían sus propios métodos, como avisarse con grandes hogueras entre los pueblos cuando veían que la lengua de hielo del glaciar subía de nivel, señal de que llegaba una riada causada por la erupción de un volcán. Así todos los granjeros de la zona podían ponerse a salvo.

El volcán islandés Katla entró en erupción por última vez en 1918 y actualmente está enterrado bajo un glacial. Sin embargo, unas recientes mediciones de los gases que está emitiendo han sorprendido a un equipo de científicos, ya que sus datos indican que se ha convertido en una de las mayores fuentes volcánicas de dióxido de carbono (CO2) del planeta. “A través de mediciones aéreas de alta precisión y modelos de dispersión atmosférica, demostramos que Katla, un volcán subglacial altamente peligroso que entró en erupción hace 100 años, esEl volcán islandés Katla entró en erupción por última vez en 1918 y actualmente está enterrado bajo un glacial. Sin embargo, unas recientes mediciones de los gases que está emitiendo han sorprendido a un equipo de científicos, ya que sus datos indican que se ha convertido en una de las mayores fuentes volcánicas de dióxido de carbono (CO2) del planeta. “A través de mediciones aéreas de alta precisión y modelos de dispersión atmosférica, demostramos que Katla, un volcán subglacial altamente peligroso que entró en erupción hace 100 años, es una de las mayores fuentes volcánicas de CO2 en la Tierra, liberando hasta un 5% del total de las emisiones volcánicas mundiales”, advierten los autores del estudio, que ha sido publicado en Geophysical Research Letters.

Erupción de 1918 del Katla.

Estos resultados se obtuvieron tras analizar los datos de emisiones recogidos durante varios vuelos de investigación realizados entre 2016 y 2017, y en los que se detectó una columna de gas rica en dióxido de carbono. Según sus cálculos, el flujo de CO2 de Katla es de entre 12.000 y 24.000 toneladas diarias, lo que supone “hasta un orden de magnitud mayor que las estimaciones previas de la liberación total de CO2 de las fuentes naturales de Islandia”. La emisión de unas 12.000 toneladas diarias supone que al cabo del año este volcán habría emitido más de 4 millones de toneladas. Si comparamos el dato con lo que emite un turismo promedio, que según la Agencia de Protección Ambiental de EEUU es de unos 4,6 toneladas al año, el resultado es que Katla está emitiendo prácticamente lo mismo que un millón de vehículos. El dato es llamativo, por lo que los investigadores insisten en que “se necesitan urgentemente más mediciones” que ayuden a determinar si Katla es excepcional, “o si hay una contribución significativa y no reconocida a las emisiones mundiales de CO2 procedente de fuentes naturales”.

El glaciar Mýrdalsjökull.

El objetivo de los investigadores es determinar de la mejor forma posible las emisiones que provienen de los volcanes y otras fuentes naturales de CO2, para poder realizar evaluaciones climáticas más precisas. “Los volcanes son una fuente natural clave de CO2 atmosférico, pero las estimaciones de la cantidad total de CO2 que emiten se basan en un pequeño número de volcanes activos”, aseguran los investigadores, por lo que recomiendan “investigaciones urgentes de otros volcanes subglaciares en todo el mundo”. Sin embargo, es importante destacar que las emisiones de gases de efecto invernadero provenientes de los volcanes siguen estando muy lejos de las generadas por el ser humano. Las estimaciones realizadas en los últimos años han determinado que las emisiones de los volcanes son de poco menos de 700 millones de toneladas de CO2 al año, muy lejos de los más de 30.000 millones de toneladas que emite la humanidad. Ni siquiera las grandes erupciones volcánicas, que pueden expulsar enormes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera, suponen una aportación comparable a la de la humanidad en su conjunto. La erupción del Monte Santa Helena en 1980 liberó aproximadamente 10 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera en sólo 9 horas. Sin embargo, en la actualidad, la humanidad apenas necesita poco más de un par de horas para producir la misma cantidad de gases.

Katla es uno de los volcanes más explosivos y peligrosos de Islandia, aunque ahora mismo esté enterrado bajo bajo una enorme montaña de hielo, el glaciar Mýrdalsjökull. Durante los últimos 1000 años ha sufrido 16 erupciones, lo que supone una cada aproximadamente 60 años. La última erupción de este volcán fue hace ya 100 años y, además, se sabe que las probabilidades de erupción aumentan si recientemente se ha producido otra en el Eyjafjallajökull. Precisamente este volcán entró en erupción en 2010 y las cenizas que expulsó colapsaron el tráfico aéreo en Europa. una de las mayores fuentes volcánicas de CO2 en la Tierra, liberando hasta un 5% del total de las emisiones volcánicas mundiales”, advierten los autores del estudio, que ha sido publicado en Geophysical Research Letters.

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Islandia es un caso único en esta crisis, tal y como reseñan medios de todo el mundo. Con alrededor de 360.000 habitantes (una población similar a la de Albacete), ha registrado menos de 1.800 casos de coronavirus y diez fallecidos. Las causas de este 'éxito' se atribuyen al gran número de tests que se han llevado a cabo en el país, llegando al 10% de la población, pero esa no es la razón por la que el país es protagonista de este artículo. En este caso, la noticia está en la 'curiosa' recomendación que las autoridades forestales del país hacen a la población: salir a abrazar árboles. ¿La razón de tan atípica medida? Nos la cuenta Throstur Eysteonsson, director del servicio forestal islandés: "Abrazar árboles es bueno para ti, pero nuestra motivación principal es invitar a la gente a caminar por el bosque. Hay muchos hallazgos de investigaciones que muestran que pasar tiempo en un entorno boscoso tiene beneficios para la salud, y que pueden combatir el estrés, la depresión, la presión arterial y la función del sistema inmunológico. Abrazar un árbol no es más que una ventaja. Es intrínsecamente gracioso abrazar un árbol, te hace sonreír, y sonreír también es bueno para ti".

Es cierto que hay muchos estudios que avalan las palabras de Eysteonsson. Así lo asegura David Strayer, psicólogo cognitivo de la Universidad de Utah, que demostró que la exposición a la naturaleza permite al córtex prefontral "descansar" del estrés al que lo sometemos diariamente. Los resultados llegan tan lejos como para afirmar que aquellos que se "pierden en el bosque" durante, al menos, tres días, rinden un 50% mejor a la hora de resolver problemas creativos y sienten cómo sus sentidos se "recalibran" hasta lograr experimentar sensaciones nuevas, entre otros beneficios.

La espectacular naturaleza islandesa.

Hay también otros trabajos, como el de los profesores de psicología de la Universidad de Michigan Rachel y Steven Kaplan (autores de With People in Mind: Design and Management for Everyday Nature) que consideran que, para lograr este efecto de "descanso", no hace falta más que tener acceso a, por ejemplo, la vista de un parque urbano. "La atención dirigida de las personas se fatiga por el sobreuso que se le da", explicaba Rachel a la American Phsychological Association, activando así la "impulsividad, distrabilidad e irritabilidad que la acompañan". Al entrar en contacto con un entorno verde, la atención se vuelve "automática" y se posibilita "reposar" la atención dirigida, lo que revierte en un mayor bienestar y, de nuevo, también en un rendimiento mejorado.

Para hacer todavía más apetecible y sencillo el paseo por el bosque, el servicio forestal islandés también ha retirado la nieve de los senderos que discurren por el bosque ya, mucho más pronto que cualquier otro año. De esta manera, cualquiera podrá internarse en la naturaleza con facilidad, ya que las restricciones son mínimas: se pueden reunir hasta 20 personas, respetando los dos metros de distancia entre ellos.

"Varios miles de personas están o han estado en una cuarentena oficial y no se les permite salir, pero muchas más están en una cuarentena autoimpuesta, lo que significa que, en su mayoría, se quedan en casa, pero también pueden ir a pasear o caminar mientras no se acerquen a nadie más. Además, las escuelas están cerradas, por lo que los niños están más o menos en casa sin estar en cuarentena. Por lo tanto, para la mayoría no hay restricciones para dar un paseo por el bosque siempre que no sea en grupos grandes", confirma Eysteonsson. Aún así, el clima general, azuzado por las difíciles circunstancias y el distanciamiento social, es la razón del atípico consejo de las autoridades: "En estos tiempos difíciles, cuando el coronavirus está dañando a la nación, separando a las personas y reprimiendo a la sociedad, se nos pide que evitemos la intimidad y el contacto. Los abrazos con otras personas tienen que esperar. Por ello, es una buena oportunidad de experimentar buenos abrazos de árboles, un acto curativo", se lee en la web del servicio forestal.

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¿Qué mejor que unas cabañas de cristal en mitad de la nada? Las camas con vistas de Panorama Glass Lodge se crearon con la idea de ser el refugio perfecto para recién casados, pero poco a poco y debido a su gran éxito, se abrieron a todo tipo de públicos. Aunque eso sí, solo pueden dormir aquí dos personas.

Detrás de estas casitas se encuentra una joven familia de Reykjavík que deseaban crear una escapada absolutamente romántica. Para ello construyeron tres cabañas inspiradas en el estilo escandinavo y vikingo, la primera en Hvalfjörður, a unos 35 km de la capital; mientras que las otras dos se encuentra en el municipio de Hella, a casi dos horas de Reykjavík. Las cabinas de cristal están hechas completamente a medida con madera y acero, y han sido bautizadas con nombres de la mitología nórdica. Hlín es el nombre de la diosa de la protección, Alva significa “elfo hembra” en el antiguo idioma nórdico y Freya es la diosa del amor en la mitología nórdica. Además, cada una de ellas está ubicada en un lugar estratégico para que la experiencia sea aún más inmersiva. Por ejemplo, Hlín se sitúa justo frente al fiordo de las ballenas por lo que en verano (julio y agosto) es fácil avistar alguna de ellas, mientras que Alva y Freya tienen vistas directas al volcán Helka y son perfectas para descubrir la costa sur de Islandia.

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La sal marina de Islandia es única en el mundo y su peculiar elaboración deja una huella de carbono del 0%. Esta sal marina podría costar 30 veces más que la sal de mesa común. A diferencia de la sal barata que se extrae en todo el mundo, esta se cosecha a mano en una remota región del noroeste de Islandia. ¿Qué es lo que la hace tan cara?

Es Saltverk. Es una fábrica de sal marina en los fiordos occidentales de Islandia. Ubicada en uno de los lugares más remotos y fríos del país, produce 10 toneladas métricas de sal cada año. La sal necesita al menos una semana de elaboración y casi todo el trabajo se hace a mano. Pero hay otra cosa que es única en la forma en la que se procesa: todo está impulsado únicamente mediante energía geotérmica, disponible en la Península de Reykjanes, que es una de las aguas marinas más puras del mundo. Trasladan el agua del fiordo al gran edificio en el exterior. En cada piscina hay radiadores. A través de ellos, el agua caliente del manantial circula y calienta el agua de mar. Y, a medida que el agua de mar se evapora, la concentración de sal aumenta. Los tanques funcionan con agua caliente. Las calderas funcionan con agua caliente.

El cuarto de secado es de agua caliente. La calefacción de la fábrica, las casas …

Todo funciona con agua caliente. Es todo tan verde como parece.

El proceso de hacer sal marina es simple, pero requiere mucho trabajo. La sal se hace calentando el agua de mar para evaporar el agua y aumentar el nivel de sal. La sal marina se ha producido así durante miles de años. El agua bombeada directamente del mar tiene, de forma natural, alrededor de 3,5% de sal, pero necesita alcanzar alrededor del 26% antes de que el agua se sature y comience a formarse la sal. El agua se precalienta primero hasta que alcanza un nivel de salinidad de alrededor del 20%. El proceso completo de hacer sal tarda, desde que sale del mar hasta que es sal, de 7 a 10 días, dependiendo del clima y de la época del año. Con resultados en invierno debido a la menor humedad, porque las heladas eliminan la humedad. Y es más difícil en verano. Con una humedad y una lluvia muy altas es muy difícil la evaporación porque esto, Islandia, no es un lugar en el que se suela hacer normalmente sal.

Una vez que se llega a este punto, se pasa a las calderas gigantes y se hierve. Cuando el agua alcanza el 26% de salinidad, se satura completamente y comienzan a formarse cristales de sal en la superficie. Estos cristales se hunden lentamente en el fondo de las ollas, donde son extraídos y drenados del líquido restante. La sal se esparce uniformemente en las bandejas de secado y se traslada a un gran horno para secarse durante más de 12 horas antes de ser tamizada y envasada para su venta. La sal ha sido una parte importante de la cocina islandesa durante cientos de años y muchos la trataron como una moneda. Aunque la obtención de sal no es tan difícil hoy en día, la tradición de hacer sal todavía permanece.

Durante el siglo XVII, el rey danés tenía una fábrica de sal en esta región y también producía sal aquí. Y era un motor importante para la economía de la isla, ya que se utilizaba para preservar los alimentos durante los largos meses de invierno y también para la exportación de pescado y bacalao. En aquellos tiempos también se consideraba tan valiosa como el oro. Hubo una ley en el siglo XVII que establecía que a la gente, mientras trabajaban como fabricantes de sal, se les prohibía tener esposa, hijos o familia, porque se consideraba una distracción del trabajo. Esto solo muestra lo importante que era para ellos.

El resultado final es algo mínimamente procesado, sal marina escamosa de las claras aguas irlandesas. A diferencia de la sal de roca procesada, los minerales marinos permanecen en los cristales, pero estos son solo un pequeño porcentaje del producto final. Producir cualquier producto en un lugar tan remoto tiene sus dificultades, lo que repercute en el precio. Pero con Saltverk presente exclusivamente en algunos de los mejores restaurantes del mundo y su proceso de producción dejando una huella de carbono del 0%, los consumidores seguirían pagando mucho dinero por la sal marina pura de Islandia.

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Nota de prensa, Julio de 2020:

La selección nacional de fútbol de Islandia presentó una nueva identidad visual, lo impresionante se encuentra en su nuevo logotipo o escudo. Y es que se diseñó tomando en cuenta referencias a 4 espíritus guardianes que han protegido a Islandia desde 1918. El nuevo logo de la selección de fútbol de Islandia, está compuesto por los siguientes 4 símbolos: Dragón, Toro, Águila y Gigantes. Son símbolos de solidaridad, fortaleza, lucha, resolución y perseverancia. Diseñaron el nuevo logotipo de la selección de Islandia para que se vea moderno y a la vez que muestre los valores fundamentales y la esencia del espíritu de equipo. Es un símbolo de la unidad, que muestra la historia y espíritu de lucha de los islandeses. Desde el año 2010 la selección de fútbol de Islandia ha tenido cierto éxito en competencias como la EURO 2016 y la Copa Mundial de la FIFA en Rusia 2018. De hecho recordarán el festejo de los jugadores de Islandia, al terminar sus partidos durante el mundial. Los jugadores se acercaban a las tribunas, jugadores y aficionados de la selección comenzaban a festejar y gritar como si fueran Vikingos.

La selección de fútbol de Islandia utilizaban un escudo compuesto por las iniciales de la Asociación de Fútbol de Islandia (KSÍ) junto con un balón de fútbol y la bandera de Islandia. Era tan malo ese escudo que hacía falta diseñar uno nuevo que mostrará la fortaleza, historia y el espíritu de lucha de los islandeses. Como parte de la nueva identidad se diseñó una familia tipográfica que se utiliza en las playeras y en toda la publicidad de la selección de Islandia. Son letras en minúsculas y números, el diseño se inspiró en antigua artesanía islandesa.

También se presentaron los nuevos uniformes con el logo actual, que utilizarán la selección femenina y la selección masculina.

Nota de prensa, Enero de 2021:

¿Cuáles han sido las palabras más usadas en todo el mundo este año? Una de ellas, según el estudio anual de la Universidad de Oxford ha sido doomscrolling, que hace referencia a la "acción de desplazarse compulsivamente por las redes sociales o aquellas fuentes con malas noticias”; en otras palabras hacia la desesperación. Este 2020 hemos pasado el año deslizando nuestro dedo índice por la pantalla saltando de una noticia mala a otra peor. The Wall Street Journal lo denominó como “el impulso de revisar constantemente las pantallas de los teléfonos en busca de malas noticias”. Paralelamente, una investigación de Tesco Mobile aseguraba que los británicos recorrían unos 2.000 kilómetros con sus teléfonos móviles al año. Es decir, viajamos más a través de las pantallas que físicamente.

Esta forma de informarnos nos hace ser esclavos del pesimismo y muchas veces nos atrapa de una noticia a otra sin que nos demos cuenta. Algo que va mermando nuestras capacidades de análisis para discernir entre la información falsa o veraz. Para olvidar el mal humor que nos genera el doomscrolling, Islandia propone cambiarlo por un término más amigable y optimista, el de Joyscrolling. Pero, ¿qué significa exactamente? El Ministerio de Turismo islandés ha creado una página web específica con este término para que tú mismo lo vivas en tus propias carnes y experimentes sus beneficios. Sería algo así como “deslizar para divertirse y relajarse”.

Inspired by Iceland se compone de 22 metros de imágenes sucesivas que vas descubriendo al hacer precisamente “scrolling”. El equipo islandés obtuvo esta cifra después de calcular que la mayoría de personas se desplazan alrededor de unos 22 m al día navegando en redes sociales. Pero en este deslizar no hay malas noticias sino cascadas, animales pastando apaciblemente, vistas a cataratas impresionantes, comida casera y tradicional islandesa, etc. Entre los beneficios del joyscrolling la psicóloga Emma Kenny (que aparece en la página oficial) determina que “'hay belleza colateral en todas partes donde elijas mirar, por eso, incluso cuando hay una gran cantidad de negatividad en el mundo, es importante el joyscroll. Mirar paisajes hermosos, leer historias y afirmaciones positivas, y exponerse a momentos significativos y que mejoran la vida pueden hacer que te sientas más feliz, más saludable y con más esperanza'.

Islandia, uno de los primeros países en abrir sus fronteras tras la crisis sanitaria (15 de junio), es uno de esos rincones del mundo que con su belleza natural se basta y se sobra para conquistar hasta al más escéptico de los viajeros. Y es que sus explosivos paisajes no son para menos: playas volcánicas que hipnotizan con el contraste del mar sobre la arena negra, cascadas que discurren por los lugares más insospechados, caballos salvajes que galopan sobre campos color esmeralda ...

Sin olvidarnos, por supuesto, de una de sus postales más icónicas: la que protagonizan las lagunas geotermales. Aprovechar el calor de esta tierra de fuego (y hielo) para construir un remanso de paz, bautizado Sky Lagoon, ha sido el objetivo de la empresa de atracciones y experiencias inspiradoras Pursuit Collection. "En Pursuit nos centramos en conectar a los huéspedes con lugares icónicos a través de experiencias inolvidables. Islandia es uno de esos lugares auténticos que tiene el poder de inspirar. Estamos encantados de anunciar nuestro compromiso continuo con el país con la inclusión de Sky Lagoon en nuestra colección de experiencias de viaje de clase mundial", dice David Barry, presidente de Pursuit. Y lo habrán conseguido para esta primavera de 2021, fecha para la que está prevista su inauguración. Sky Lagoon abrirá en el puerto de Kársnes, Kópavogur, a pocos minutos del corazón de Reikiavik y su mayor atractivo serán sus infinitas vistas sobre el océano.

Nota de prensa, Enero de 2021:

Cómo Islandia está repensando el turismo a largo plazo.

Nota de prensa, Enero de 2021:

El 43% de los islandeses positivos en COVID-19 son asintomáticos. El estudio realizado por deCODE, subsidiaria de Amgen, es el primero que ofrece una visión de cómo se comporta el SARS-Cov-2 con un total de 22.000 tests realizados a la población islandesa. La investigación, que ha combinado el testeo de 9.199 personas con síntomas del SARS-Cov-2 con 10.707 individuos asintomáticos, muestra que el 43% de los positivos por el virus no presenta síntomas. Estos resultados muestran que la obtención de una mayor información, como la que podría adquirirse a través del testeo masivo de la población, podría ser clave para contener el impacto de la COVID-19 en Islandia a largo plazo. Además de los voluntarios analizados, los resultados también muestran que de las personas de alto riesgo estudiadas, cerca de un 1% dio positivo. "Nuestro objetivo es obtener un mapa completo de la epidemiología molecular de la COVID-19 en Islandia, para poder proporcionar datos a todo el mundo y ayudar a frenar la propagación de la enfermedad", comenta Kari Stefansson, CEO de deCODE Genetics y autor principal del artículo.

Kári Stefánsson es una neurólo islandés, fundadora y director ejecutivo de la empresa biofarmacéutica deCODE genetics, con sede en Reykjavik. En Islandia, ha sido pionero en el uso de la genética a escala poblacional para comprender la variación en la secuencia del genoma humano. Su trabajo se ha centrado en cómo se genera la diversidad genómica y en el descubrimiento de variantes de secuencia que impactan en la susceptibilidad a enfermedades comunes. Este enfoque poblacional ha servido como modelo para proyectos nacionales de genoma en todo el mundo y ha contribuido a la realización de varios aspectos de la medicina de precisión. Pionero en el estudio de los asintomáticos.

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Este monográfico ha sido confeccionado en base a recuerdos de un viaje en 2016 y diversos recursos de Internet.

Esperamos que os guste. En la sección de cine y biblioteca tenéis un extra.

juezyverdugo.es

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