| 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
               | --------------------------------------------------------------------------------------------------------------    
 
               
                | 
 |  El tribunal que juzgó entre noviembre de 1945 y octubre de 1946 
              a los 22 principales dirigentes del Gobierno y el Ejército alemanes 
              capturados en los estertores del Tercer Reich, así como a las instituciones 
              vinculadas al régimen, pasa por ser el primer gran precedente del 
              Tribunal Penal Internacional, constituido en 1998 en La Haya. Y 
              ello pese a tratarse de un tribunal militar de excepción, creado 
              ex profeso y marcado desde su inicio por las serias dudas sobre 
              su jurisdiccionalidad, parcialidad y retroactividad. La constitución 
              de una sala que juzgase a los líderes y colaboradores del nazismo 
              fue objeto de una larga discusión entre los aliados, que se inició 
              ya en 1942 en Moscú. La difícil configuración de un juzgado dotado 
              de legitimidad para encausar y condenar a criminales de guerra sin 
              un corpus penal internacional no convenció, en principio, ni a Londres 
              ni a Washington. La presión soviética hizo que los futuros juicios 
              se convirtiesen en una realidad en la Conferencia de Potsdam de 
              1945, con el argumento de peso de legitimar la posición aliada y, 
              por ende, su política de juzgar y sentenciar a los líderes de los 
              regímenes de los países que quedaron bajo su jurisdicción. Más allá del proceso a los principales responsables del Holocausto 
              y otros crímenes de guerra, este tribunal de excepción procesó a 
              más de medio millar de militares, profesionales y empresarios que 
              contribuyeron a la comisión de todo tipo de crímenes inspirados 
              o relacionados con el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial 
              en otros 12 procesos diferentes. En todos los casos, por los delitos 
              que el propio tribunal tipificó como crímenes contra la paz, crímenes 
              de guerra, crímenes de lesa humanidad y conspiración contra la paz, 
              basándose en el Tratado de Versalles (firmado por Alemania en su 
              claudicación tras la Primera Guerra Mundial) y en la Convención 
              de Ginebra de 1907 (en vigor en 63 estados en el inicio de la guerra, 
              entre ellos en Alemania). 
 Los juicios de Núremberg empezaron el 20 de noviembre de 1945 contra 
              la cúpula nazi. Abajo a la izquierda, con lentes oscuros, está Hermann 
              Göring, seguido de Rudolf Hess, los acusados de más alto rango. El tribunal contó, además, con el aval de la Asamblea General de 
              Naciones Unidas, que reconoció por unanimidad los principios del 
              derecho internacional recogidos en el Estatuto de Constitución de 
              este autodenominado Tribunal Militar Internacional, así como sus 
              sentencias. Su constitución corrió a cargo de los cuatro países 
              aliados que en ese momento habían ocupado Alemania y ejercían su 
              jurisdicción militar y civil: Estados Unidos, Reino Unido, Francia 
              y la Unión Soviética. De esta manera, la sala se constituyó con 
              los magistrados titulares Geoffrey Lawrence, designado por el Reino 
              Unido; Francis Biddle (Estados Unidos); Henri Donnedieu de Vabres 
              (Francia); y Iona Nikítchenko (Unión Soviética). Cada uno de ellos 
              tenía un juez suplente. Como fiscal jefe actuó el juez estadounidense 
              Robert H. Jackson, con la ayuda de los fiscales Hartley Shawcross 
              (Reino Unido), Román Rudenko (Unión Soviética), François de Menthon 
              y Auguste Champetier (Francia). Los diferentes procesos se abrieron 
              tras los trabajos del Comité para la Investigación y el Enjuiciamiento 
              de los Criminales de Guerra, también constituido excepcionalmente 
              para la ocasión. Los encausados en este primer juicio fueron Hermann Göring, designado 
              por Adolf Hitler como su sucesor y comandante de la Luftwaffe; Rudolf 
              Hess, lugarteniente de Hitler; Joachim von Ribbentrop, ministro 
              de Asuntos Exteriores; Wilhelm Keitel, comandante en jefe de las 
              Fuerzas Armadas; Ernst Kaltenbrunner, director de la Oficina Central 
              de Seguridad del Reich, que controlaba la Gestapo, la policía, el 
              servicio militar de inteligencia y la dirección de los campos de 
              concentración; Hans Frank, ministro de Justicia y gobernador general 
              de Polonia; Wilhelm Frick, ministro del Interior; Julius Streicher, 
              editor del semanario antisemita Der Stürmer; Hans Fritzsche, jefe 
              del Departamento de Prensa Nacional del Ministerio de Propaganda 
              y jefe del Departamento de Radiodifusión; Alfred Rosenberg, ministro 
              de los Territorios Ocupados del Este; Albert Speer, ministro de 
              Armamentos y Producción Bélica; Konstantin von Neurath, ministro 
              de Asuntos Exteriores; Martin Bormann, jefe de la Cancillería del 
              Partido Nacionalsocialista, juzgado en ausencia; Walther Funk, ministro 
              de Economía; Hjalmar Schacht, exministro de Economía; Karl Dönitz, 
              comandante en jefe de la Marina; Erich Räder, excomandante en jefe 
              de la Marina; Baldur von Schirach, jefe de las Juventudes Hitlerianas 
              entre 1933 y 1940; Fritz Sauckel, plenipotenciario para la movilización 
              de la mano de obra de 1942 a 1945; Alfred Jodl, jefe del Estado 
              Mayor de Operaciones; Franz von Papen, canciller de Alemania en 
              1932 y vicecanciller entre 1933 y 1934, y Arthur Seyss-Inquart, 
              canciller de Austria, vicegobernador de Polonia de 1939 a 1940 y 
              comisario del Reich en los Países Bajos. 
 El Palacio de Justicia de Núremberg (en alemán: Justizpalast) es 
              un complejo de edificios en Núremberg, Baviera, Alemania. Fue construido 
              entre 1909 y 1916 y alberga el tribunal de apelaciones (Oberlandesgericht), 
              el tribunal regional (Landgericht), el tribunal local (Amtsgericht) 
              y la fiscalía (Staatsanwaltschaft). El Monumento a los Juicios de 
              Núremberg (Memorium Nürnberger Prozesse) se encuentra en el último 
              piso del palacio de justicia. El tribunal debía juzgar también Robert Ley, jefe del Frente Alemán 
              de Trabajo, pero se suicidó tras su detención, y Gustav Krupp, industrial 
              que utilizó el trabajo esclavo y que no fue a juicio debido a su 
              estado casi vegetativo en el momento del proceso. Por otra parte, 
              el tribunal se declaró capacitado para juzgar también penalmente 
              a personas jurídicas como el Gabinete del Reich, junto al Consejo 
              Secreto de Defensa y el Consejo de Ministros, las SS (camisas negras), 
              las SA (camisas pardas), el SD o Servicio de Seguridad e Inteligencia 
              del partido nazi, la Gestapo, el Estado Mayor y Alto Mando de las 
              Fuerzas Armadas Alemanas y el Cuerpo de Líderes Políticos del Partido 
              Nacionalsocialista. Por expreso deseo de los ocupantes británicos 
              y estadounidenses, en su jurisdicción no se investigó ni encausó 
              a los responsables políticos y militares internados en los campos 
              de Dustbin y Ashcan ni a ningún líder italiano, pese a que el tribunal 
              se constituyó formalmente para juzgar a los criminales del Eje. 
              De la misma manera, no se presentó acusación alguna a ningún aliado 
              responsable de los mismos delitos por los que se juzgó a los acusados. 
              Paradigmática en este sentido fue la acusación a Keitel, Jodl y 
              Ribbentrop por la conspiración que precedió a la invasión de Polonia, 
              recogida en el Pacto Molótov-Ribentropp de 1939 firmado por el Gobierno 
              soviético. 
 Tribunal en sesión del 30 de septiembre de 1946. El proceso principal se abrió el 20 de noviembre de 1945 en el 
              Palacio de Justicia de Núremberg, que paradójicamente había sido 
              el escenario en el que el Gobierno nazi había aprobado sus principales 
              leyes de segregación racial. El escenario designado fue una imposición 
              del Reino Unido y Estados Unidos, que ocupaba este sector, y contaba 
              con la ventaja de la prisión anexa, donde se trasladó a los acusados. 
              La sesión se inició pasadas las 10 horas y consistió en la lectura 
              de los cargos de cada uno de los encausados, así como en la intervención, 
              por parte de la defensa, de un único abogado, Otto Stahmer. Como 
              era previsible, Stahmer apeló al principio de retroactividad, ya 
              que los crímenes de los que se acusaba a los 22 reos no estaban 
              tipificados antes de la apertura del juicio oral. Las defensas, 
              durante el proceso, también pusieron en cuestión la legitimidad 
              territorial del tribunal y su parcialidad, al estar plenamente compuesto 
              por representantes de los países vencedores. El juicio se desarrolló 
              en 261 sesiones en las que intervinieron los fiscales de la acusación 
              y 27 abogados defensores que convocaron a más de un centenar de 
              testigos en descargo de sus defendidos. Las sesiones se realizaron 
              con traducción simultánea en inglés, alemán, francés y ruso. Se 
              presentaron más de 300.000 declaraciones escritas y alrededor de 
              3.000 documentos. Las vistas fueron seguidas por 250 periodistas 
              acreditados y cien ciudadanos que accedían a la sala por orden de 
              cola. Durante las sesiones se proyectaron diversas filmaciones inculpatorias. Las sesiones evidenciaron tanto la postura cerrada de las defensas 
              en su apelación a la falta de legitimidad del tribunal y de las 
              acusaciones –aferrándose en algún caso a la ley alemana– como la 
              descoordinación y politización de los fiscales. Durante el juicio, 
              el fiscal soviético llegó a proponer que el tribunal reflejase que 
              el pueblo soviético –y por ende los pueblos eslavos– había sido 
              la gran víctima del nazismo, y no el pueblo judío, definido de forma 
              abstracta. El juicio quedó visto para sentencia el 30 de septiembre 
              de 1946, cuando los cuatro jueces presentaron sus conclusiones, 
              en las que venían a confirmar los cargos iniciales imputados sobre 
              cada uno de los acusados, con la excepción –para sorpresa del auditorio– 
              de cuatro de los encausados. 
 Francesc Boix, 2000 negativos como prueba del horror. El 1 de octubre de 1946 se realizó la lectura pública de las sentencias 
              en presencia de los acusados. Una lectura que se prolongó durante 
              dos sesiones. Declarados culpables de alguno o varios de los cuatro 
              delitos imputados, se sentenció a pena capital a 12 de los acusados 
              (Göring, Ribbentrop, Keitel, Kaltenbrunner, Rosenberg, Frank, Frick, 
              Streicher, Sauckel, Jodl, Seyss-Inquart y Bormann), tres a cadena 
              perpetua (Hess, Funk y Räder) y cuatro a prisión de 10 a 20 años 
              (Dönitz, Schirach, Speer y Neurath). Fueron absueltos Schacht, Von 
              Papen y Fritzsche. Göring se suicidó tras conocer la sentencia con 
              una píldora de cianuro que al parecer le facilitó un oficial estadounidense, 
              creyendo que se trataba de un medicamento que le había dado una 
              desconocida mujer durante la última sesión del juicio. Por otra 
              parte, el tribunal también declaró culpable de alguno de los delitos 
              imputados al Cuerpo de Líderes Políticos del Partido Nacionalsocialista; 
              a la Gestapo y el SD a excepción de su del personal administrativo 
              y taquígrafos, y a las SS, a excepción de los reclutas que no participaron 
              en acciones criminales. Fueron declarados no criminales el Gabinete 
              del Reich, el Estado Mayor y Alto Mando de las Fuerzas Armadas Alemanas 
              y la SA. La fecha de las ejecuciones, por ahorcamiento, se comunicó a los 
              sentenciados a muerte la noche del 15 de octubre, y se llevaron 
              a cabo un día después en el gimnasio de la prisión, sin público. 
              Los cadáveres fueron incinerados y arrojados a un afluente del río 
              Isar. Bormann, que fue juzgado y condenado en ausencia, había muerto 
              durante la toma soviética de Berlín, como se supo después. Los siete 
              acusados que habían sido condenados a prisión cumplieron sus sentencias 
              como únicos reclusos de la cárcel de Spandau, en Berlín occidental. 
              Salvo Hess, que murió en prisión en 1987, todos fueron liberados, 
              en algunos casos antes de cumplir su condena por problemas de salud. ------------------------------------------------------------------------------------------------------------- 
 ------------------------------------------------------------------------------------------------------------- Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, la devastación fue tan 
              enorme y los crímenes de guerra tan extensos que las fuerzas aliadas 
              victoriosas determinaron que era necesario imponer algún tipo de 
              castigo a los responsables de engendrar esa maquinaria de destrucción 
              y exterminio contra la humanidad. Hubo un tira y afloja entre los 
              aliados sobre qué hacer con los líderes nazis capturados. En un 
              momento dado había quienes abogaban por ejecuciones sumarias, pero 
              al final se consideró que un juicio realizado por un Tribunal Militar 
              Internacional era importante para educar al mundo sobre lo que había 
              sucedido. Esos fueron los juicios de Núremberg, que se iniciaron 
              un 20 de noviembre hace 75 años. Poco se sabe, sin embargo, de un 
              extraordinario proceso de análisis psiquiátrico y psicológico de 
              los prisioneros que se llevó a cabo paralelamente para tratar de 
              encontrar los orígenes de su maldad. Horas y horas de entrevistas, exámenes y observaciones generaron 
              un sinfín de documentos que quedaron en el olvido y que en 2016 
              fueron rescatados en un libro titulado "Anatomía de la maldad: El 
              enigma de los criminales de guerra nazis". Su autor, el doctor Joel 
              E. Dimsdale, profesor emérito de Psiquiatría de la Universidad de 
              California en San Diego, habló con BBC News Mundo. 
 Núremberg fue escogida como sede de los juicios por su valor simbólico 
              ya que esta ciudad en Baviera había sido escenario de los multitudinarios 
              desfiles y mítines políticos de los nazis en la antesala de la Segunda 
              Guerra Mundial. Pero también había una razón pragmática: contaba 
              con un Palacio de Justicia que milagrosamente había sobrevivido 
              al bombardeo aliado y en el que se instalaría el Tribunal Militar 
              Internacional, y una prisión anexa que permitía la segura reclusión 
              y vigilancia de los acusados que serían enjuiciados. El primer proceso 
              fue contra 22 miembros de la cúpula nazi y, aunque los fallos estaban 
              prácticamente cantados (12 de ellos fueron condenados a morir en 
              la horca), también hubo un llamado para realizar una investigación 
              psicológica de los prisioneros para tratar de entender el origen 
              de su maldad y los motivos de los horrores que cometieron. "Toda prisión cuenta con la presencia de un psiquíatra y un psicólogo 
              para mantener el ánimo de los reclusos con el fin de que estén en 
              capacidad de enfrentar sus juicios y participar en sus defensa", 
              explica el doctor Joel Dismdale. Pero en Núremberg sucedió algo 
              extraordinario: el trabajo conjunto de dos analistas brillantes 
              cuya obsesión, iniciativa y ambición personal los llevaron a emprender 
              una investigación exhaustiva con innumerables horas de entrevistas, 
              observaciones, tests y evaluaciones de cada uno de los acusados. 
              Por un lado estaba Douglas Kelley, un psiquíatra militar, experto 
              de fama mundial en la pruebas Rorschach, un test de evaluación de 
              personalidad basado en la interpretación que hace el paciente de 
              una serie de láminas con manchas. Kelley fue el primero en acceder 
              a los líderes nazis, pero como no hablaba alemán, le asignaron un 
              igualmente brillante psicólogo militar de padres judío-austríacos 
              para asistirle: Gustave Gilbert. "Su trabajo los puso en contacto 
              íntimo con personalidades de tal grado de maldad que algunos pensaban 
              que había algo profundamente dañado en ellos, que tenían algún tipo 
              de disfunción cerebral o enfermedad mental", dice el profesor Dismdale. 
              "Esa preocupación añadida a la magnitud de su maldad fue lo que 
              forjó la investigación de su estado psiquiátrico y psicológico". 
 Hermann Göring, a quien Hitler había designado 
              como su sucesor, durante el juicio.  A pesar de que Kelley y Douglas eran colegas de trabajo, se detestaban 
              mutuamente y desarrollaron una rivalidad muy competitiva sobre a 
              quién pertenecía el trabajo realizado. También se enredaron en discusiones 
              filosóficas sobre la naturaleza del mal y la interpretación de las 
              pruebas Rorschach. El psicólogo creía que los test demostraban que 
              los acusados nazis eran "otros", seres cualitativamente diferentes 
              al resto de humanos, mientras que el psiquíatra los veía más como 
              unos arribistas profesionales dispuestos a hacer lo que fuera para 
              avanzar su carrera pero sin nada particularmente monstruoso en su 
              comportamiento". Debido a esa competencia y su diferencia de opiniones, 
              los resultados de las pruebas Rorschach quedaron prácticamente sepultados, 
              hasta que el doctor Joel E. Dimsdale recibió una visita inesperada. 
              "Estaba en mi oficina en Harvard cuando llegó este hombre sin cita 
              previa, golpeó y entró con un estuche para cargar armas", cuenta 
              el profesor de psiquiatría. "Me preguntó: '¿Usted es Dimsdale?'. 
              Le dije sí. Se sentó en mi sofá y me dijo 'Soy el verdugo. He venido 
              por usted', y abrió el estuche y salieron una serie de documentos 
              de la Segunda Guerra Mundial". El hombre resultó ser uno de los 
              encargados de las ejecuciones en Núremberg. El doctor Dimsdale había 
              concentrado sus primeras investigaciones en los sobrevivientes de 
              los campos de concentración, pero motivado por este "verdugo", decidió 
              hurgar en archivos ocultos y clasificados sobre los resultados de 
              los psicoanálisis de los criminales de guerra para entender lo que 
              había pasado. 
 El profesor Joel E. Dimsdale hurgó en los archivos de Núremberg 
              para estudiar a cuatro de los criminales de guerra nazis. Todos los acusados de Núremberg presentaban casos igualmente interesantes. 
              Pero para su libro "Anatomía de la maldad", Dismdale decidió estudiar 
              a cuatro que eran diametralmente opuestos en términos de sus antecedentes, 
              comportamientos y reacciones ante el juicio al que se los sometió. 
              Estos fueron Robert Ley, líder del Reich y jefe del Frente Alemán 
              del Trabajo; Julius Streicher, fundador del diario antisemita Der 
              Stürmer y parte central del aparato de propaganda nazi; Rudolf Hess, 
              Führer suplente; y Hermann Göring, la figura más poderosa del Partido 
              Nazi y canciller de Alemania tras la muerte de Hitler. Lo que más 
              sorprendió al doctor Dimsdale al estudiar a estos cuatro individuos 
              es que la maldad no es monocromática. "Se presume que todos estos fueron monstruos de la misma talla, 
              pero el hecho es que tenían diferentes antecedentes, estilos interpersonales 
              diferentes", expresa. "Unos podían ser encantadores cuando les convenía, 
              otros eran tan desagradables que hasta sus propios colegas los despreciaban. 
              Me sorprendió que pudieran ser tan variados pero al mismo tiempo 
              fueran igualmente responsables de hechos tan monstruosos". Robert Ley era el jefe del Frente Alemán de Trabajo y como tal 
              controlaba el 95% de la fuerza laboral del país. Ordenó el asesinato 
              de sindicalistas que no apoyaran al Partido Nazi y asistió en el 
              establecimiento de fábricas de trabajo forzado. Era fanáticamente 
              leal a Hitler y consideraba al Partido Nazi como "nuestra orden 
              religiosa, nuestro hogar sin el cual no podemos vivir". 
 "Devoción canina a Hitler". Robert Ley detrás de Adolph Hitler 
              durante un mitin político nazi. Pero tenía una personalidad compleja, ya que también abogaba por 
              los derechos del trabajador, un salario equitativo para las mujeres 
              y más tiempo de vacaciones. En la Primera Guerra Mundial Ley sufrió 
              una herida en la cabeza que lo dejó con un tartamudeo y tuvo un 
              comportamiento errático por el resto de su vida, siendo propenso 
              a enfurecerse de forma repentina. Sus problemas con el alcohol también 
              fueron legendarios. Durante sus interrogatorios en prisión fue bastante 
              abierto y perspicaz con respecto a la derrota nazi. Aceptó que se 
              le considerara un enemigo, pero se sentía humillado porque lo consideraban 
              un criminal. Al final reconoció su culpa y expresó remordimientos. 
              A pesar de que los prisioneros estaban bajo observación 24 horas 
              y había un control estricto sobre quiénes entraban en contacto con 
              ellos, Ley logró quitarse la vida ahorcándose con una cuerda. "Se hizo un análisis post mortem de su cerebro para ver si había 
              alguna patología", comenta Dimsdale. "En resumidas cuentas se consideró 
              que tal vez había unos cambios sutiles en el cerebro pero no se 
              halló nada que llamara la atención". Uno de los acusados más singulares fue Julius Streicher. "Tal vez 
              el más repugnante de los criminales de guerra", dice Dimsdale. Tenía 
              fama de ser el más antisemita en el gabinete nazi -y había mucha 
              competencia para ese título pero él era "lo peor de lo peor". Su 
              presencia en Núremberg no era la primera ante un tribunal. Se jactaba 
              de haber sido enjuiciado múltiples veces por difamación, sadismo, 
              violación y otros crímenes sexuales. No obstante, en sus entrevistas 
              con el psiquíatra Kelley, le dijo que dormía muy bien en la cárcel 
              debido a su "conciencia limpia". Kelly lo consideró paranoico y 
              cuestionó cómo este ser pudo mantener hechizados a miles de alemanes 
              "sensatos". Por su parte, el psicólogo Gilbert lo describió como 
              rígido, insensible y obsesivo. En una ocasión se declaró sionista, 
              dijo que amaba a los judíos y que pensaba que deberían vivir en 
              su propio país, algo extraño en un hombre que durante décadas publicó 
              los discursos antisemitas más violentos y rabiosos. En su libro, 
              Joel Dimsdale dice que en otro contexto, Stricher hubiera sido considerado 
              simplemente como una "mala hierba", argumentativo, violento, corrupto 
              y depravado. Antes de que se les pusiera la soga al cuello, a los 
              condenados se les preguntaba su nombre. Streicher gritó desafiantemente: 
              "¡Heil Hitler! ¡Usted conoce bien mi nombre!" 
 Julius Streicher era un individuo tan desagradable que hasta sus 
              colegas lo odiaban. El tercer líder nazi que Dimsdale estudió fue Rudolf Hess, el Führer 
              suplente y uno de dos acusados sobre los que el tribunal dudó si 
              tenía las condiciones mentales para enfrentar un juicio. Hess fue 
              un alto dirigente del Partido Nazi. Estuvo encarcelado con Hitler 
              en los años 20 y le ayudó a escribir "Mi lucha". A pesar de su rara 
              apariencia "cadavérica" y sus excentricidades fue un interlocutor 
              popular en los famosos mítines nazis. El psicólogo Gilbert declaró 
              que "tenía una devoción canina hacia Hitler". Pero su influencia 
              empezó a decaer y al comienzo de la guerra Hess voló secretamente 
              a Inglaterra donde aterrizó en paracaídas con la intención de llegar 
              a un acuerdo de paz con los británicos. Allí estuvo encerrado durante 
              años en un hospital psiquiátrico. Tras su traslado a Núremberg, 
              se quejó constantemente de amnesia intermitente, de sufrir dolores 
              y de que los Aliados intentaban envenenarlo porque estaban controlados 
              hipnóticamente por los judíos. Se comportó de forma tan rara que 
              algunos cuestionaban si estaba fingiendo, así que trajeron a un 
              equipo de psiquíatras de todo el mundo para entrevistarlo. "Algo 
              andaba profundamente mal con Hess", señala el profesor Dimsdale, 
              "pero no tan malo que no pudiera participar en su defensa". El tribunal 
              lo condenó a cadena perpetua en la prisión de Spandau, en Berlín, 
              donde permaneció hasta agosto de 1987, cuando se ahorcó a la edad 
              de 93 años. 
 Rudolf Hess se quejaba de que lo estaban tratando de envenenar. Finalmente, Hermann Göring fue el acusado de más alto rango en 
              ser enjuiciado en Núremberg y el cuarto que estudió Dimsdale en 
              "Anatomía de la maldad". Göring fue presidente del Reichstag (Parlamento), 
              fundador de la Gestapo (policía secreta), comandante en jefe de 
              la Luftwaffe (Fuerza Aérea), coordinador de la Conferencia de Wansee 
              (donde se diseño la "Solución Final" para el exterminio de los judíos) 
              y el creador de los primeros campos de concentración. Era altamente 
              inteligente, imaginativo y a la vez brutal, con una completa indiferencia 
              por la vida humana. Un adicto a los opiáceos con una personalidad 
              exuberante, escribe Dimsdale en su libro. "Un hombre disoluto con 
              un gusto por el lujo y el robo" y exageradamente corrupto. Saqueó 
              piezas de arte a diestro y siniestro. Pero también era "simpático, 
              amplio, excéntrico y divertido", indica el autor. Un "psicópata 
              amigable" fue como Gustave Gilbert lo describió. Su reacción hacia 
              este acusado, como hacia los otros, era de "repugnancia", afirma 
              Dismdale. Antes de que fuera sentenciado, Göring le preguntó al 
              psicólogo qué habían revelado sus test de Rorschach, y le contestó: 
              "Sinceramente... aunque demuestran que usted tiene una mente activa 
              y agresiva, no tiene las agallas para enfrentar su responsabilidad... 
              eso mismo hizo durante la guerra, drogando su mente para no enfrentar 
              las atrocidades... usted es un cobarde moral". Douglas Kelly, por 
              su parte, también pudo ver más allá de la encantadora personalidad 
              de Göring, catalogándolo como un "individuo agresivo narcisista... 
              dominado por una fijación en él mismo". Sin embargo, desarrolló 
              sentimientos muy positivos en torno al prisionero, señala Dimsdale. 
              "Se la llevaron divinamente. Göring inclusive le solicitó a Kelley 
              que adoptara a su hija (no lo hizo)". Göring estaba indignado por 
              el hecho de que su ejecución no fuera ante un pelotón de fusilamiento, 
              sino que tuviera que sufrir la humillación de ser ahorcado. Horas 
              antes de subir al patíbulo, se suicidó mordiendo una cápsula de 
              cianuro. Se especuló con que Kelly pudo haberle pasado el veneno 
              como un gesto de compasión. 
 El doctor Dimsdale describe a Göring como "un hombre disoluto con 
              un gusto por el lujo y el robo". Las distintas percepciones de Gilbert y Kelly sobre los acusados 
              pueden ser causadas por la posible "contaminación" que puede afectar 
              a los especialistas por su contacto cercano con el paciente. El 
              fenómeno se llama contratransferencia. "Cuando te sientas con alguien 
              durante horas y horas, algo se te unta como terapeuta", explica 
              el doctor Joel Dimsdale. "Todos tenemos sentimientos cuando interactuamos. 
              Podemos no saber nada del sujeto (que analizamos) pero algo en su 
              voz o cómo se porta nos recuerda a alguien que conocimos en el pasado 
              y hacemos una transferencia de cómo nos hace sentir. Algunas veces 
              son sentimientos positivos, otras veces muy negativos". Como anécdota 
              inquietante, Dimsdale resalta que Douglas Kelly tuvo una carrera 
              bastante activa durante los siguientes diez años después de los 
              juicios. Impartió innumerables seminarios sobre el tema, se destacó 
              como profesor de criminología en la Universidad de California, Berkeley, 
              rodeado de objetos recopilados en Núremberg. Su ritmo de trabajo 
              era intenso, así como su alcoholismo e irritabilidad. En año nuevo 
              de 1958, tras un ataque de furia, se suicidó en frente de su familia 
              con cianuro. "Tuvo que haber algo inusual en sentarse en una prisión 
              con estos criminales de guerra", afirma el doctor Dimsdale. "Eran 
              celdas pequeñas, húmedas, oscuras. Ambos se sentaban en un pequeño 
              catre a hablar interminablemente, en entrevistas, con tests psicológicos 
              y uno apenas se puede imaginar el sentido de horror de estos psicólogos 
              y doctores de estar lado a lado de quienes habían perpetrado actos 
              terribles". No obstante, también les molestó que no hubieran podido 
              encontrar una definitiva "marca de Caín" en estos criminales de 
              guerra, dice el profesor de psiquiatría. "Creo que les sorprendió 
              que no estuvieran sentados al lado de monstruos". 
 En esta imagen de una dramatización de la BBC de una de las sesiones 
              de Gustave Gilbert con un acusado de crímenes de guerra nazi se 
              aprecia la cercanía entre analista y paciente. Tal vez por eso y por las conclusiones distintas a las que llegaron 
              Kelly y Gilbert, los resultados de las pruebas de Rorschach de los 
              líderes nazis esencialmente se ocultaron. En épocas diferentes hubo 
              intentos por revivir el interés pero ninguno de los analistas que 
              recibieron las pruebas quiso responder sobre lo que veían. Décadas 
              más tarde, una psicóloga llamada Molly Harrower decidió hacer una 
              prueba ciega con los resultados. Primero borró los nombres que identificaban 
              a qué criminal de guerra pertenecían los resultados y los mezcló 
              con los resultados de otras personas incluyendo pastores religiosos, 
              estudiantes de medicina, enfermeras, ejecutivos y delincuentes juveniles. 
              Luego los envió a expertos pidiéndoles que los ordenaran en grupos 
              diferentes. "Básicamente, en la interpretación ciega, no hubo diferencias 
              palpables entre los criminales de guerra y el resto", contó Dimsdale 
              a BBC Mundo. "El resultado de ese experimento no reveló nada en 
              cuanto a las características psicológicas de los líderes nazis". Hoy en día, las pruebas de Rorschach no se usan mucho, según Dimsdale. 
              Desde los 80 se hacen entrevistas de diagnóstico psiquiátrico y 
              se cuenta con un Manual de Diagnóstico Estadístico para el estudio 
              y tratamiento de trastornos mentales que se actualiza anualmente. "En el campo de la neurociencia se realizan trabajos con respecto 
              al cerebro y el comportamiento", comenta el profesor. "Hay imágenes 
              cerebrales que se pueden presentar ante los tribunales como una 
              forma de defensa para argumentar que la persona acusada no es mala 
              pero que tiene un cerebro defectuoso y así lograr algún tipo de 
              clemencia. Este tipo de cosas pasarán más en el futuro, serán tema 
              de debate en los tribunales", afirma. "Hubiera sido más cómodo concluir 
              que había algo absolutamente, definitivamente singular, profundamente 
              malvado, patognomónicamente horrible con estos líderes nazis", dice. 
              "Tienen que ser monstruos. Eso es lo que queremos que sean. Si son 
              algo menos que eso, nosotros tenemos que enfrentar el interrogante 
              de '¿Qué hubiera hecho yo?¿Hubiera llegado tan lejos?' Esa es una 
              muy dolorosa e inquietante pregunta para la gente". ------------------------------------------------------------------------------------------------------------- 
 
 
 -------------------------------------------------------------------------------------------------------------- 
 -------------------------------------------------------------------------------------------------------------- 
 
 -------------------------------------------------------------------------------------------------------------- 
 -------------------------------------------------------------------------------------------------------------- | 
               
                | FILMOGRAFÍA RELACIONADA 
 
 NOVEDADES EDITORIALES 
                   
 
 
 
 
 
 
 |  
             |