www.juezyverdugo.es --- contacto@juezyverdugo.es

 

21 - Septiembre - 2020
>>>> Ser humano > Segregación IV

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------

"Han estado tratando de destruir el Klan desde que nació en 1865. Pero 150 años después, seguimos aquí". Quien hablaba así era James Moore, "Kludd Imperial" –el equivalente a capellán– de los Leales Caballeros Blancos del KKK, mientras se dirigia a los asistentes a un encuentro del Ku Kux Klan en una zona rural de Alabama, EE.UU. Poco después, le diria a la BBC que, durante el evento, la más notoria de las organizaciones supremacistas blancas estadounidenses lograba incorporar a 20 nuevos miembros. La escena, capturada en el documental "KKK: la lucha por la supremacía blanca", se registró cuando todavía faltaban algunos meses para el 150 aniversario del Klan, fundado el 24 de diciembre de 1865. Pero siglo y medio después de su nacimiento, el Ku Klux Klan parece estar recuperando cierto protagonismo.

La organización está muy lejos de los números que alcanzó en la década de 1920, pero afirma estar reclutando cada vez más integrantes para "la guerra de razas" que siglo y medio después de terminada la Guerra de Secesión todavía parece estarse peleando en EE.UU.

La "amenaza islamista" –para ellos evidenciada por ataques como el de San Bernardino, donde murieron 14 personas– y la llegada de cada vez más migrantes no-blancos también les han proporcionado nuevos enemigos y, con ellos, cada vez más simpatizantes. Y muchos se sienten además legitimados por el discurso de candidatos como Donald Trump, quien ha pedido la expulsión de todos los inmigrantes latinos indocumentados y que se prohíba la entrada al país de todos los musulmanes.

Un grupo de simpatizantes del KKK se reúnen en Alabama, EE.UU.

La organización está muy lejos de los números que alcanzó en la década de 1920, pero afirma estar reclutando cada vez más integrantes para "la guerra de razas" que siglo y medio después de terminada la Guerra de Secesión todavía parece estarse peleando en EE.UU.

La "amenaza islamista" –para ellos evidenciada por ataques como el de San Bernardino, donde murieron 14 personas– y la llegada de cada vez más migrantes no-blancos también les han proporcionado nuevos enemigos y, con ellos, cada vez más simpatizantes. Y muchos se sienten además legitimados por el discurso de candidatos como Donald Trump, quien ha pedido la expulsión de todos los inmigrantes latinos indocumentados y que se prohíba la entrada al país de todos los musulmanes.

Muchos creen que la retórica incendiaria de Trump le da legitimidad a grupos supremacistas blancos como el KKK.

Pero, ¿qué es el KKK? ¿Y qué tan en serio debe tomarse a esta organización y a sus integrantes, quienes todavía acostumbran a quemar cruces vestidos con capuchas blancas? Los historiadores coinciden en que el Ku Klux Klan fue fundado en Tennessee poco después de la guerra civil por un grupo de exsoldados confederados, su nombre inspirado por la palabra griega para círculo: kuklos. Originalmente concebido como un simple club recreativo, el Klan rápidamente empezó a actuar de forma violenta para intimidar a las poblaciones negras del sur de EE.UU. y garantizar así la supremacía de los habitantes de raza blanca.

La película "El nacimiento de una nación", estrenada en 1915, apuntaló el primer resurgimiento del Klan.

Y según la organización pro derechos civiles South Poverty Law Center (SPLC), "títulos ridículos –la máxima autoridad del KKK recibe el nombre de 'Mago Imperial'– trajes con capuchas, violentas excursiones nocturnas y la idea de que el grupo era parte de un 'imperio invisible' le confirieron una mística que contribuyó a su popularidad". Después de un corto y violento período, sin embargo, la organización considerada por la Liga Antidifamación como "el primer grupo terrorista de EE.UU." se desbandó como resultado de la presión del gobierno federal y con sus objetivos asegurados por las leyes segregacionistas. En la década de 1920, sin embargo, la popularidad de la película "El nacimiento de una nación", estrenada 1915, y la creciente migración católica y judía, contribuyó al renacer de la franquicia. Y, siempre según el SPLC, cuando el KKK organizó una gigantesca marcha en Washington D.C. en 1925, la organización tenía unos cuatro millones de miembros y una profunda influencia en la política de varios estados del sur de EE.UU.

En la década de 1920 la influencia del KKK en la vida política de EE.UU.era notable.

"Una serie de escándalos sexuales, batallas internas por el poder e investigaciones periodísticas rápidamente redujeron su influencia", explica sin embargo el SPLC, fundado en 1971 precisamente para combatir legalmente a las organizaciones supremacistas.

La lucha por los derechos civiles de la década de 1960 resultaría en un nuevo renacimiento, con el nombre Ku Klux Klan, sus trajes, ritos y prácticas violentas siendo adoptados por diferentes grupos, para luego volver a debilitarse como resultado de nuevas pugnas internas, juicios e infiltraciones por parte de agencias del gobierno. "Desde su creación, el Ku Klux Klan ha pasado por varios ciclos de crecimiento y colapso, y en algunos de esos ciclos el Klan ha sido más extremista que en otros ", resume la Liga Antidifamación (conocida en inglés como ADL).

El KKK es particularmente fuerte en los estados del sur de EE.UU.

"Pero, en todas sus encarnaciones, ha mantenido su doble herencia de odio y violencia", agrega la organización, que estima actualmente existen en EE.UU. unos 40 capítulos del KKK que suman aproximadamente 5.000 miembros. El SPLC, por su parte, calcula ese número entre 5.000 y 8.000, "divididos entre docenas de organizaciones diferentes –y a menudo antagónicas– que usan el nombre del Klan". Según la organización, mientras algunas de estas expresiones del Klan son clara y abiertamente racistas, otras "tratan de esconder su racismo bajo el manto de 'derechos civiles para los blancos'".

Y la lista de los enemigos del KKK poco a poco también se ha ido ampliando, para incluir no sólo a negros, judíos y católicos (aunque estos últimos empezaron a ser reconsiderados en la década de 1970), sino también a homosexuales y diferentes grupos de migrantes, sostiene la ADL.

"Estados Unidos nació como una nación cristiana y nuestros valores cristianos están siendo atacados", resume en "KKK: la lucha por la supremacía blanca" un miembro del Klan, cubierto con su tradicional capucha blanca. "Somos gente normal, venimos de todos los sectores: uno es un maestro de escuela, otro trabaja en un hospital, tenemos varios políticos…", agrega James Moore, "Kludd Imperial" de los Leales Caballeros Blancos.

150 años después, los miembros del Ku Klux Klan siguen peleando su "guerra de razas" en EE.UU.

"Los blancos estamos perdiendo esta guerra, desafortunadamente, pero los blancos se van a despertar. Una pequeña unidad militar puede derrotar a los negros en cuestión de semanas y la mayor parte de nuestra gente viene de las fuerzas armadas. Vamos a recuperar EE.UU.", afirmaban en un documental de la BBC, transmitido por primera vez en octubre de 2015.

A primera vista, la amenaza puede parecer una simple bravata hecha al amparo de la primera enmienda a la Constitución de EE.UU., la misma que protege al KKK y sus miembros siempre que no incurran en acciones violentas . Pero lo cierto es que este convencimiento, compartido por otros supremacistas blancos, no deja de tener consecuencias reales.

Y para miembros del Klan como Charles Murphy –Gran Dragón del KKK para Carolina del Sur– hacer estallar esa "guerra de razas" fue el objetivo declarado de Dylann Roof cuando en junio de 2015 atacó una iglesia negra en ese estado.

Roof no tenía ninguna relación con el KKK. Pero, según Murphy, "eso fue lo que el chico dijo que quería". "Si (los negros) quieren una guerra de razas, démosle una antes que me muera. Quiero poder verla", agrega en "KKK: la lucha por la supremacía blanca".

Es por razones como esta que después del ataque a la iglesia de Charleston el presidente Barack Obama dijo que en EE.UU. "todavía no nos hemos curado del racismo". Y aunque ningún político estadounidense se atrevería a endosar abiertamente este tipo de posiciones, muchos encontraron en la precampaña presidencial de Trump razones para preocuparse.

El KKK dice que el número de sus miembros está aumentando de forma sostenida.

El exlíder del KKK David Duke, por ejemplo, celebró públicamente las propuestas de Trump, a quien describió como el mejor de todos los precandidatos a la presidencia de EE.UU. por el partido Republicano. Y en una entrevista publicada en su canal de YouTube, Duke –quien se distanció públicamente del Klan en 1980, después de un fallido intento por modernizarlo– llegó a afirmar incluso que Trump es más radical que él mismo.

"Muchos grupos del Ku Klux Klan han tratado de sacar partido del miedo y la incertidumbre utilizando sentimientos anti-inmigrantes para fines de reclutamiento y propaganda" había advertido también hace ya algún tiempo, la Liga Antidifamación. Y según el fundador del sitio supremacista blanco Stormfront, Don Black, el discurso incendiario de Trump está logrando precisamente eso. Según Black, su sitio experimenta un aumento de tráfico de hasta un 40% cada vez que Trump es noticia de primera plana.

Y ese fenómeno también se expresa en la membresía de organizaciones como el KKK y otros grupos que promueven la supremacía blanca.

"La desmoralización es el peor enemigo y Trump está cambiando eso", dijo Black, según declaraciones recogidas por el portal Politico. "Ha hecho que sea aceptable hablar acerca de las preocupaciones de los estadounidenses de origen europeo" agregó. "Ciertamente está creando un movimiento que continuará independientemente de él, incluso si en algún momento se echa para atrás", concluyó, en lo que, tal vez sin querer, suena como una advertencia.

La primera enmienda de la Constitución de EE.UU. protege a organizaciones como el KKK.

La Primera Enmienda (Enmienda I) a la Constitución de los Estados Unidos prohíbe la creación de cualquier ley con respecto al establecimiento oficial de una religión, que impida la práctica libre de la misma, que reduzca la libertad de expresión, que vulnere la libertad de prensa, que interfiera con el derecho de reunión pacífica o que prohíba el solicitar una compensación por agravios gubernamentales. Fue adoptada el 15 de diciembre de 1791, como la primera de las diez enmiendas de la Carta de Derechos.

En 1776, el segundo año de la Guerra de Independencia, la Asamblea General de Virginia, aprobó una declaración de derechos que incluida la frase: «La libertad de prensa es uno de los grandes baluartes de la libertad, y nunca puede ser restringido sino por gobiernos despóticos.» Ocho de los otros trece estados hicieron juramentos similares. Sin embargo, estas declaraciones eran generalmente consideradas «meras amonestaciones a las legislaturas estatales», en lugar de disposiciones aplicables.

En los Estados Unidos, si bien, prácticamente nada está prohibido en lo que se refiere a la libertad de expresión, algunas cuestiones tácticas han sido prohibidas, tal es el caso de protestar para desestabilizar a un gobierno o al país, libros con las memorias de reclusos o la llamada obscenidad. Otro caso ha sido el de la pornografía. La pornografía fuerte en los Estados Unidos a nivel nacional está penada por la ley desde tiempos remotos, durante la implementación de la llamada «moral victoriana» poco antes del siglo XX, y la legislación se ha mantenido sin cambios en lo absoluto desde entonces.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------

La muerte de George Floyd como resultado de la violencia policial es la última en una lista abrumadoramente larga y demasiado presente en la actualidad estadounidense. La tradicional impunidad de los que atentan contra sus conciudadanos por motivos racistas retrotrae a episodios tristemente célebres, como el caso MIBURN, un triple asesinato cuyo instigador tardó cuarenta años en ser juzgado. En 1964, la población negra de Estados Unidos era de 20 millones de personas, el 11% del total. El 60% se encuentra en el sur, en los antiguos estados esclavistas , y casi la mitad subsiste por debajo del umbral de pobreza. La segregación racial, teóricamente abolida, está bien presente. En el estado de Misisipi, solo 57 niños de color asisten a colegios de blancos, y el acceso a la universidad les está socialmente vetado.

Pero es en el plano electivo donde se perpetúa de forma más patente el dominio de los blancos. Impedir que los negros voten y accedan a cargos de autoridad es la mejor manera de obstaculizar la efectiva igualdad social. La oligarquía blanca de Misisipi emplea brechas legales que, mediante métodos “civilizados”, traba el acceso al voto a los escasos osados que quieren ejercer su derecho.

Muchos locales, como este cine de Misisipi, tenían una entrada secundaria para los negros.

Para revertir esta situación, a principios del año siguiente, algunas asociaciones, como la NAACP (Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color) y después el COFO (Consejo de Organizaciones Federadas) y el CORE (Congreso para la Igualdad Racial), inician campañas de preparación y concienciación para que la población negra asuma como propio el derecho al voto.

Estas asociaciones, además de asesorar sobre los derechos individuales y de voto a los residentes negros, organizan clases de alfabetización con profesores voluntarios. Los cursos se imparten en las iglesias, que se convierten en las llamadas Freedom Schools, “Escuelas de Libertad”. Todo ello confluye con un resurgimiento del Ku Klux Klan , que fija su objetivo en eliminar de raíz cualquier intento de formación de los negros. Con la connivencia de las autoridades locales y del estado sureño, los actos de amenaza del KKK son extremadamente violentos, desde palizas hasta el asesinato.

Asamblea de un grupo del Ku Klux Klan en una imagen sin datar.

A principios de 1964, el COFO prepara el Mississippi Freedom Summer, el “Verano de la Libertad de Misisipi”. Pide a las asociaciones homónimas de los estados del norte que envíen a unos ciento cincuenta abogados y a cerca de un millar de estudiantes voluntarios para extender las Escuelas de Libertad a un mayor número de iglesias. Esta iniciativa se verá frenada por la violencia de los White Knights (“Caballeros Blancos”), un grupo del KKK. El COFO reduce la cifra de voluntarios y se ciñe, por seguridad, a las ciudades más grandes.

El clan de los White Knights vive su momento álgido precisamente en 1964, cuando alcanza en torno a siete mil miembros. Formado por blancos extremistas de clase media-baja, el clan se dedica a apalear a asistentes a los cursos y quema numerosas iglesias.

Ante la pasividad de la policía del estado, el Departamento de Justicia obliga a intervenir al FBI, la agencia federal de investigación. La presencia del FBI no detiene los ataques a los templos, pero servirá para investigar el asesinato de tres voluntarios, un suceso que conmociona a todo el país. Respondiendo a la petición de voluntarios, en enero de 1964 llegan a Misisipi el sociólogo Michael Schwerner, un neoyorquino blanco de 24 años, y su esposa. Schwerner, contratado por el CORE para organizar cursos, se establece en Meridian. A los pocos días recibe las primeras amenazas del KKK.

La ciudad de Meridian, en Misisipi, donde tendría lugar el juicio por la desaparición de Chaney, Goodman y Schwerner.

Entre los voluntarios destinados a Meridian figura el también neoyorquino Andy Goodman, un estudiante blanco de Ciencias Políticas de 20 años. Junto a ellos trabaja el local James Chaney, un negro de 21 que, siempre a la luz del día, les acompaña en sus desplazamientos fuera de la ciudad. A finales de mayo, los tres se desplazan a una iglesia en Longdale para iniciar los cursos. Tres semanas más tarde, los asistentes son apaleados y, por la noche, el edificio es quemado por el KKK. Los White Knights también buscan a Schwerner, pero no se encuentra allí.

El 21 de junio, Schwerner, Chaney y Goodman visitan los restos de la iglesia. Después deciden volver a Meridian, pero su vehículo es visto por Cecil Price, ayudante del sheriff del condado de Neshoba y simpatizante del KKK, que les sigue. Chaney, al volante, ha sido instruido para no detener el coche en lugares apartados ni por indicación de policías blancos. Acelera, pero al final no tiene más remedio que parar. Es detenido por infringir el límite de velocidad, y Schwerner y Goodman, por “sospechosos”. Los tres son encerrados en la comisaría de la pequeña localidad de Philadelphia. Por la noche son puestos en libertad y enfilan los 60 km hasta Meridian. Es un montaje del KKK: liberarles para tenderles una emboscada homicida en una carretera solitaria.

El día siguiente, la dirección del CORE comunica la desaparición del trío al FBI, que encuentra el vehículo, vacío y calcinado, entre unos cañizales. Las amenazas de muerte contra Schwerner hacen presagiar un complot criminal del KKK. El FBI bautiza la investigación como MIBURN, Mississippi Burning, expresión que Alan Parker utilizó para dar título a su película sobre el tema, aquí llamada Arde Mississippi.

Los enviados del FBI interrogan a unos quinientos testigos, incluidos el ayudante del sheriff Cecil Price y el propio sheriff, Lawrence Rainey, así como Edgar Ray Killen, líder local del KKK. Decenas de periodistas y equipos de televisión llegan a la zona. El presidente Lyndon B. Johnson pide al FBI el máximo esfuerzo en la investigación. Pero esta no avanza. El miedo paraliza a los testigos blancos. En ese entorno rural todos se conocen. Aun así, alguien informa a la agencia. Los cuerpos están enterrados cerca de una presa. El FBI encuentra una parcela en la que aparecen, a cuatro metros de la superficie, los tres cadáveres. Schwerner y Goodman tienen una bala incrustada en el tórax; Chaney, tres.

Cartel del FBI denunciando la desaparición en 1964 de Andrew Goodman, James Chaney y Michael Schwerner.

Cuatro meses después, el FBI detiene por asesinato a 21 sospechosos, entre ellos, al sheriff, su ayudante y varios líderes del KKK, como Killen o Sam H. Bowers, fundador de los White Knights. La detención salta a todas las portadas. El propio Martin Luther King alaba que los crímenes no queden impunes. Las expectativas se torcerán pronto.

El estado de Misisipi no muestra interés en juzgar a los asesinos. El código penal federal no contempla el homicidio, así que el FBI acusa ante un juez federal territorial a los arrestados de conspiración por vulnerar los derechos individuales (con penas inferiores a las de homicidio), pero pocos días después la vista preliminar desestima los cargos. La resolución: “falta de pruebas”.

En 1965, el Departamento de Justicia presenta las acusaciones ante Harold Cox, juez federal de Jackson. Este decide mantener la acusación solamente contra el sheriff Rainey y su ayudante Price, y rechaza las acusaciones para el resto de encausados. El Departamento de Justicia recurre la decisión ante el Tribunal Supremo, que en 1966 anula la decisión y ordena a Cox reabrir el proceso. En este tiempo han “caído” de la lista tres miembros del KKK acusados de encubrimiento.

El sheriff Lawrence Rainey (dcha.) y su ayudante, Cecil Price, escuchan su acusación antes de ser liberados bajo fianza.

El juicio empieza en octubre de 1967 en Meridian ante un jurado popular. Este, cinco hombres y siete mujeres, todos blancos, aduce que no pueden llegar a ninguna conclusión. Cox les ordena que lo hagan. Al día siguiente declaran culpable a Price y a otros seis acusados. El juez les impone penas de prisión de entre tres y diez años. Es la primera condena en Misisipi de unos blancos (y miembros del KKK) por delitos contra negros.

Entre los absueltos se cuentan el sheriff Rainey y Killen, que además de líder del KKK en el condado es pastor baptista. El jurado alega que no puede culpar de asesinato al “reverendo” Killen. Según el FBI, este, de carácter furioso e impredecible, es el verdadero organizador del crimen.

Aprovechando la consternación por los asesinatos, Johnson acelera la aprobación de una ley impulsada por su antecesor, JFK. En julio de 1964, el presidente ratifica la Civil Rights Act (ley de derechos civiles), que prohíbe la segregación racial en los espacios públicos, y al año siguiente, el Congreso aprueba la Voting Rights Act (ley de derechos electorales), que suspende los exámenes escritos. Esta última ley se abre paso después del “Domingo Sangriento” , dura represión policial de una marcha popular de profundo impacto social.

El puente Edmund Pettus de Selma se convirtió en un símbolo de la lucha por los derechos civiles de los negros.

El asesinato de Chaney, Schwerner y Goodman sirve para instaurar nuevas leyes de igualdad social, pero en el terreno judicial todo sigue exactamente igual. Cumplida la condena, los acusados (que nunca serán juzgados por asesinato) vuelven a sus casas. Solo el paso de los años y el cambio de mentalidad social llevarán a reabrir en los años noventa varios casos que habían quedado impunes. El proceso por el caso MIBURN no llegará hasta 2005. Un hecho trascendental cerrará muchas heridas: la acusación formal de Edgar Ray Killen por el triple asesinato. El juicio empieza el 15 de junio. El día 21, 41 años exactos después de los hechos, el jurado declara al reverendo culpable de tres homicidios.

Sentado en una silla de ruedas, Killen, de 80 años, escucha la sentencia del juez: 20 años de cárcel por cada homicidio. Apelará, pero la sentencia será ratificada por un tribunal superior. Pese a su edad, el iracundo pastor conserva intacto su genio desafiante. A su entrada en prisión, un facultativo negro le examina para valorar su estado de salud. “Sr. Killen, ¿tiene usted pensamientos suicidas?”. “Antes te mataría a ti”, responde. El reconocimiento público de las víctimas no llegará hasta 2014. El 24 de noviembre, en un acto en la Casa Blanca, el presidente Barack Obama entrega a los parientes de James Chaney, Andrew Goodman y Michael Schwerner la Medalla Presidencial de la Libertad.

Watchmen es una “ucronía”, es decir, un relato fantástico con hechos históricos alternativos que, inevitablemente, “resuenan” en el mundo que hoy conocemos. El cómic original, creado en 1986 por el guionista de culto Alan Moore y el dibujante Dave Gibbons, era una poderosa alegoría que reinventaba los relatos de superhéroes, introduciendo interesantes reflexiones sobre asuntos como la ebriedad de poder en relación con diversos hechos históricos, como la Guerra Fría, la guerra de Vietnam o la presidencia de Richard Nixon. El exitoso productor ejecutivo y guionista Damon Lindelof puso en marcha una serie de televisión que reinventaba el imaginario del cómic aludiendo a otros episodios convulsos, vinculados con el racismo, de la historia de Estados Unidos.

En la escena que abre la serie, un niño afroamericano observa con emoción, en una sala de cine vacía, una cinta muda de acción (inventada para la ocasión por los guionistas) que enmienda la plana a verdaderos filmes de evidente contenido “racista”, como el largometraje épico El nacimiento de una nación (1915), de D. W. Griffith.

Escena de la serie de HBO ‘Watchmen’, con miembros del “Séptimo de Kavallería”.

La película proyectada muestra cómo un misterioso encapuchado vestido de negro persigue a caballo a un sheriff ataviado de blanco inmaculado. Pronto descubrimos que el representante de la ley es, en realidad, un ladrón de ganado, y su heroico perseguidor, un personaje histórico, pionero de la integración de la raza negra en la sociedad norteamericana: Bass Reeves, apodado “el Sheriff Negro”.

El verdadero Reeves nació como esclavo en Arkansas en 1838. Aunque los informes de la época no son demasiado claros al respecto, se cree que participó en diversas batallas durante la guerra civil. Tras un enfrentamiento con su “propietario”, William S. Reeves, huyó a territorio indio, en la zona que hoy corresponde a Kansas y Oklahoma. Cuando, en 1865, entró en vigor la Proclamación de Emancipación, dictada por Abraham Lincoln dos años antes para liberar a los 3,5 millones de afroamericanos esclavizados, Bass Reeves pudo regresar por fin a Arkansas.

Sus conocimientos del terreno y la lengua de los indios facilitaron que fuera contratado como guía de viaje de los funcionarios norteamericanos. En 1875, el juez federal Isaac Parker, del Distrito Oeste de Arkansas, le nombró ayudante del sheriff en esa misma localidad. Pronto, su empeño y su valentía le convirtieron en una auténtica leyenda del Oeste.

Bass Reeves, conocido como "el Sheriff negro".

A lo largo de su mandato, Reeves arrestó a más de 3.000 forajidos (incluido su propio hijo) y mató a otros 14. Desgraciadamente, la contribución a la sociedad del Sheriff Negro no impediría que los grupos racistas blancos crecieran de modo alarmante en las siguientes décadas.

La proyección de la cinta protagonizada por Bass Reeves es bruscamente interrumpida por un estallido de violencia, que tiene lugar en las calles de una próspera comunidad afroamericana de Tulsa llamada Greenwood, conocida también como el Wall Street Negro. La denominada “masacre de Tulsa”, reproducida en una espectacular escena del primer capítulo de Watchmen, tuvo lugar los días 31 de mayo y 1 de junio de 1921, y es recordada hoy como el más grave acto de violencia racial de la historia norteamericana.

Aunque la Oficina de Estadísticas de Oklahoma registró tan solo 36 fallecidos, se cree que perdieron la vida hasta 300 personas. Además, más de 800 fueron hospitalizadas y unas 6.000 arrestadas, y ardieron cerca de 1.400 casas y establecimientos. El detonante que sirvió para justificar el estallido de la violencia fue la detención de Dick Rowland, un limpiabotas de raza negra de 19 años acusado de agresión sexual por una joven ascensorista de raza blanca de 17.

Un grupo de ciudadanos blancos armados decidió esperar ante las puertas del juzgado, con la intención de tomarse la justicia por su mano. El diario local Tulsa Tribune, en un editorial muy poco riguroso, habló de linchamiento, lo que provocó que otro grupo de afroamericanos se personara ante el Palacio de Justicia. Una confrontación entre un hombre negro y otro de raza blanca terminó con la muerte de este último.

Este hecho fue la espoleta que detonó una cruenta matanza, en la que, al parecer, participaron tiradores veteranos de la Primera Guerra Mundial e incluso, según algunos testigos, se llegaron a lanzar bombas incendiarias desde aviones. Después de la mortandad, se impuso un clamoroso silencio. Hubo una apresurada investigación oficial, pero los documentos desaparecieron “misteriosamente”.

Durante demasiado tiempo, los hechos no se contaron en los libros de historia ni fueron apenas recordados por los medios, hasta que, en 1997, el estado de Oklahoma decidió abrir una comisión para documentar lo sucedido. En sus conclusiones, los investigadores recomendaron al estado el pago de una indemnización de 33 millones de dólares a las 121 víctimas que se pudieron localizar, pero nunca se tomó ninguna iniciativa legislativa para que esto pudiera llevarse a cabo.

Tras este vergonzoso episodio de la historia norteamericana está, por supuesto, el nefasto influjo del Ku Klux Klan. Aunque, tal como apunta el historiador Kenneth T. Jackson, la organización supremacista probablemente no participó de modo directo en la masacre, contribuyó a crear un clima de ira propicio al estallido social, y después no dudó en beneficiarse de la tragedia.

Destrucción durante los disturbios de Tulsa en 1921.

El primer Ku Klux Klan se fundó justo después de la Guerra Civil, en 1866, en Pulaski, Tennessee, con la intención de restaurar la supremacía blanca, atacando a los esclavos recién liberados del sur. En la década de 1870 se promovieron leyes para conseguir su disolución. Sin embargo, el movimiento se reavivó en 1915, cerca de Atlanta, Georgia. El “segundo Klan” alcanzó su apogeo en los años veinte, extendiéndose por nuevos territorios como Oklahoma. La identificación de la cultura del Medio Oeste con los valores del sur propició que un número considerable de ciudadanos atendiera con interés a los argumentos de los “reclutadores” del Klan. Tras la masacre de Greenwood, el “Tulsa Klan” llegó a registrar unos 2.000 miembros, dispuestos a convertirse en “guardianes de la moral” por la vía de la intimidación y la violencia.

Este impulso reaccionario, que hunde sus raíces en los años “salvajes” de la fundación de la nación, puede observarse también en la realidad alternativa de Watchmen, una “distopía” que tiene lugar en una Norteamérica presidida por Robert Redford, en la que la policía trata de hacer frente como puede a unos nuevos y peligrosos supremacistas conocidos como “El Séptimo de Kavallería”. Así, la “ucronía” y la verdadera historia se “dan la mano”, para recordarnos un horror que jamás puede volver a suceder.

Trisha Meili, una empleada de un fondo de inversiones de Wall Street, blanca, de 28 años, fue brutalmente atacada y violada la noche del 19 de abril de 1989 en la zona norte de Central Park, en Nueva York. Al mismo tiempo, un nutrido grupo de adolescentes afroamericanos e hispanos de Harlem cometían pequeños robos y asaltos también en el norte del parque. La policía los detuvo para interrogarlos tanto por aquellos incidentes como por la violación de Meili y, presionada para encontrar con rapidez al culpable, acabó acusando a cinco jóvenes, menores de 16 años, que fueron encontrados culpables y enviados a prisión.

A esos chicos se les empezó a conocer como los Cinco de Central Park porque habían sido acusados y condenados sin suficientes pruebas, y en medio de un clima racial muy enrarecido, y son los protagonistas de Así nos ven, la miniserie que Ava DuVernay creó para Netflix sobre el caso, y que se estrenó en 2019.

Las primeras críticas que llegaron desde Estados Unidos la definieron como fundamental y mucho más que una historia de true crime, o el retrato de una injusticia. Tampoco es la primera vez que esta historia se cuenta en televisión; Ken Burn supervisó, en 2012, un documental para PBS sobre el caso.

La noche del 19 de abril de 1989 se denunciaron varios actos delictivos cometidos en la parte norte de Central Park. Varios adolescentes de Harlem se dedicaron a asaltar a corredores que se movían por la zona, atacándolos con piedras y otros objetos contundentes. Alrededor de las 21:30, varios agentes de policía se desplazaron a esa parte del parque y detuvieron a una treintena de jóvenes, entre ellos, Antron McCray, Yusef Salaam, Korey Wise, Raymond Santana y Kevin Richardson.

A la 1:30 de la madrugada fue descubierto el cuerpo de Trisha Meili. Había salido a correr sobre las 21 y había sido violada y golpeada salvajemente, hasta quedar moribunda. La policía interrogó a los adolescentes que había detenido al principio de la noche hasta que consiguió que esos cinco chicos confesaran haber participado en el crimen, aunque ninguno afirmó haberla violado. Meili no podía ofrecer testimonio de lo ocurrido porque había entrado en coma.

Las acusaciones contra los cinco jóvenes (cuatro afroamericanos y uno hispano) se basaron casi exclusivamente en lo que habían declarado a la policía, ya que su ADN no coincidía con el encontrado ni en la víctima ni en el escenario del crimen. Éste se había cometido, además, en un momento en el que las tensiones raciales estaban a flor de piel en Nueva York y la criminalidad era muy elevada.

En la misma noche del ataque a Meili, una mujer negra de 38 años había sido también violada por dos hombres en una azotea y, después, arrojada al vacío. Sobrevivió a la caída, pero su caso quedó confinado a la sección de Local de los periódicos, mientras el de Meili adquiría relevancia nacional y Ed Koch, alcalde de la ciudad, afirmaba que era “el crimen del siglo”. Donald Trump llegó a pagar anuncios en los principales diarios neoyorquinos pidiendo que fueran condenados a muerte. En semejante clima, los cinco acusados tenían pocas opciones de librarse de la cárcel. La víctima no recordaba nada de lo que había ocurrido esa noche, por lo que sus confesiones los llevaron finalmente a ser encarcelados por el máximo para su edad, entre cinco y diez años.

Sus condenas no fueron revocadas hasta 2001, cuando un violador en serie llamado Matías Reyes, en prisión por otros delitos, confesó haber sido el único autor del crimen.

Korey Wise, uno de los Cinco de Central Park, contactó por Twitter con Ava DuVernay para contarle lo mucho que le había impactado su película Selma, y para sugerirle que en su historia podía haber tema suficiente para otro filme. O, en este caso, una miniserie de cuatro capítulos.

DuVernay ha contado con el asesoramiento de los condenados y sus familias y cuenta todo el caso desde el punto de vista de ellos. Sus intérpretes son todos actores desconocidos y, en algunos casos, hasta debutantes, con la excepción de Jharrel Jerome, que llamó la atención de Hollywood por su participación en Moonlight. Entre los personajes adultos sí hay caras mucho más familiares para los aficionados a las series, desde Vera Farmiga a Michael K. Williams o Niecy Nash. La directora ya tocó el racismo institucionalizado en su documental sobre la encarcelación masiva, Enmienda XIII, también para Netflix, y ha asegurado en varias entrevistas que lo que pretende con Así nos ven es mostrar cómo el clima enrarecido de entonces no se ha disipado en la actualidad: “el caso se construyó sobre emociones que fueron completamente fabricadas por lemgueja agresivo y una presentación parcial de los hechos. Estamos otra vez así. La gente me llama una conspiradora, porque siempre estoy considerando la opinión contraria, pero en realidad procede de que no sé seguro qué es esto. Voy a preguntar y a preguntarme a mí misma. Eso le pido a la gente que haga”.

Un año antes de los puños enguantados en el podio de los Juegos de México o de que mataran a Martin Luther King, algunos de los más importantes deportistas negros del momento rodearon a Muhammad Ali para apoyarle por negarse a ir a Vietnam. Esta es la historia de la foto que abrió camino. En noviembre de 1958, Bill Russell, jugador de los Boston Celtics, vigente MVP de la NBA y campeón olímpico, viajó con su equipo a Charlotte, Carolina del Norte, a jugar un partido. Al llegar al hotel, un empleado informó a la comitiva del equipo de Boston de que Russell, junto a dos de sus compañeros, debían alojarse en un hotel para negros. Así lo hizo. Dos años después, un joven boxeador de 18 años llamado Cassius Clay regresaba a su Louisville natal con la medalla de oro de los Juegos Olímpicos colgada al cuello cuando un restaurante le negó la entrada por ser negro. Se echó a llorar y se fue.

El 4 de junio de 1967 los dos se sentaron juntos en una mesa para plantar cara al racismo y al gobierno de los Estados Unidos.

Las historias de deporte y compromiso político suelen tener mucho de leyenda engrandecida. Mismamente, el incidente de Ali se saldó, según contó él mismo, con el boxeador lanzando la medalla de oro al Río Ohio, una anécdota que, por investigaciones posteriores, parece más una invención del Genio de Louisville que algo que ocurriera realmente. Por eso sorprende lo poco conocida que es la foto del llamado Cleveland Summit, el encuentro de deportistas afroamericanos que apoyaron a Muhammad Ali públicamente en su decisión de negarse a ir a Vietnam.

De izquierda a derecha y de delante hacia atrás: Bill Russell, Muhammad Ali, Jim Brown, Lew Alcindor; (Detrás) Carl Stokes, Walter Beach, Bobby Mitchell, Sid Williams, Curtis McClinton, Willie Davis, Jim Shorter y John Wooten.

Ese día, varios deportistas afroamericanos fueron citados en las oficinas de la Negro Industric and Economic Union, una organización que asesoraba y ayudaba a la comunidad empresarial afroamericana a desarrollarse en unos años en los que uno de los caballos de batalla del movimiento era conseguir copar también el mundo de los negocios. Al frente de esta organización estaba Jim Brown, leyenda del fútbol americano ya retirada y que fue quien convocó a los atletas. Eran los jugadores de fútbol americano Walter Beach, Bobby Mitchell, Sid Williams, Curtis McClinton, Willie David, Jim Shorter y John Wooten, y los baloncestistas Lew Alcindor, el mejor jugador universitario del momento (y posiblemente de todos los tiempos) y Bill Russell, el hombre con más anillos de la historia de la NBA. Con ellos, Carl Stokes, un abogado que ese mismo mes sería elegido alcalde de Cleveland, el primer afroamericano en lograrlo en una gran ciudad de los Estados Unidos.

La historia de este encuentro ha sido contada como el cónclave de prominentes estrellas del deporte estadounidense apoyando a Ali en su decisión de negarse a ir a la guerra. El cierre de la historia es ese, pero parece que para algunas personas esa no era la motivación de al convocatoria. Jim Brown era socio del promotor boxístico (blanco) Bob Arum en Main Bout, la empresa que controlaba los derechos televisivos de la carrera de Muhammad Ali.

Alí, en un combate contra Frazier.

En ese emporio participaban a título lucrativo también algunos destacados dirigentes de la Nación del Islam, entre ellos Elijah Muhammad. Brown, de hecho, fue la persona que presentó a Arum a Ali. En 2016, Arum, que durante cinco décadas después e aquello siguió siendo uno de los mayores promotores boxísticos del planeta, contó su versión de la historia: que a través de un contacto en el Partido Demócrata (por entonces el presidente era Lyndon B Johnson) trató de persuadir a Ali de que llegara a un acuerdo con el gobierno para servir en el ejército realizando varios combates de exhibición antes las tropas estadounidenses y librarse de la sanción, de manera que pudiera seguir con una carrera que estaba en su mejor momento. Así, le dijo a Brown que convocara a varios atletas afroamericanos para que convencieran a Ali de lo positivo que sería para su comunidad el negocio que generarían sus peleas, comprometiéndose a hacer participar del negocio a deportistas y hombres de negocios negros.

Puede que esa fuera la motivación de algunos de los que acudieron a ese encuentro (McClinton, por ejemplo, era un reservista del ejército en ese momento), pero parece improbable que Russell, por entonces ya un activista, y Alcindor, un joven estudiante de Historia, muy politizado, que además compartía fe con Ali y que cuatro años después se cambió el nombre por el de Kareem Abdul-Jabbar, se prestaran a eso. De hecho, ambos han dado testimonio de lo que allí ocurrió. Russell lo dejó muy claro en una de las biografías de Ali: “Me llamó Jim Brown y me dijo que Ali estaba muy solo y que debíamos apoyarlo en lo que fuera que decidiese. Eso fue lo que pasó: yo no fui a Cleveland a convencer a Muhammad de que fuera o no fuera al Ejército. Estábamos allí para ayudarle, pero me impactó lo confiado que estaba, lo absolutamente seguro que estaba de que hacía lo correcto”. Kareem lo tenía claro desde que apareció por allí: “Recuerdo lo halagado y orgulloso que estaba porque me hubieran invitado, porque todos eran deportistas profesionales menos yo, que iba a la universidad. Estaba al 100% con Muhammad en su protesta por una guerra que yo también consideraba injusta. En el encuentro, Jim Brown tomó la palabra, pero todos lo hicimos. Nos dijo que como héroes de la comunidad negra debíamos dar apoyo público a Ali”.

En cualquier caso, parece que en la charla con todos los jugadores, apenas McClinton le hizo alguna insinuación de que igual sería mejor para él aceptar el trato que le ofrecía el gobierno, pero Ali fue tan firme en sus convicciones que nadie se atrevió a intentarlo más. O quizá no lo pretendían. Si Arum, y posiblemente los jerifaltes de la Nación del Islam, querían salvar el negocio a toda costa, no lo consiguieron. La determinación del campeón del mundo era indoblegable.

La mayoría de organizaciones de extrema derecha que se crearon como Ku Klux Klan en Estados Unidos aparecieron en el siglo XIX, inmediatamente después de la Guerra de Secesión. La primera de ellas la fundaron veteranos de guerra que estaban en contra de la reconstrucción, un proceso mediante el cual los estados exconfederados debían volver al estatus previo a la guerra y la esclavitud sería abolida completamente. Este tipo de organizaciones defendían la supremacía de la raza blanca así como muchos otros valores reaccionarios como la homofobia o el antisemitismo. Todas ellas fueron oficialmente disueltas en 1871. Sin embargo, hubo una nueva oleada de supremacismo a principios del siglo XX y en 1915 la organización renació. En la imagen se puede ver un desfile organizado en Tulsa, Oklahoma, en 1923. Aunque con un seguimiento muy menor que se estima en unos miles de simpatizantes, actualmente sigue activa.

Al acabar el encuentro, Russell y Alcindor se sentaron en la mesa escoltando a Brown y Ali, con el resto de los asistentes atrás, apoyando al boxeador en una nueva declaración de intenciones de no acudir a la Guerra de Vietnam, fuera cual fuera la sanción que recibiese. La imagen sigue siendo impactante a día de hoy, más cuando supuso un pistoletazo de salida y la apertura del camino para que otros deportistas negros sean activistas políticos, especialmente en temas raciales. El Partido de los Panteras Negras había nacido unos meses antes y la explosión del Black Power en los Juegos Olímpicos de México llegó un año después. Sin duda, el Cleveland Summit fue una de las espitas que descontrolaron la hoguera del movimiento.

Varios de los asistentes han tenido una vida de compromiso activo con los derechos civiles durante toda su vida. Bill Russell, por ejemplo, se negó a acudir a la ceremonia de admisión en el Salón de la Fama en 1975 para protestar contra el racismo y solo el año pasado admitió, en un acto privado celebrado en su casa, el anillo que le acredita como miembro.

Kareem Abdul-Jabbar ha sido un activista toda su vida. Una columna suya en el Los Angeles Times defendiendo las protestas por el asesinato de George Floyd ha dado la vuelta al mundo y, por situarlo en otro de los temas del momento, en 2015 decía sobre el no compromiso social de Michael Jordan: “No puedes tener miedo a vender menos zapatillas si te preocupan los derechos humanos. Eligió negocio sobre conciencia. Tiene que vivir con ello”.

John Wooten, socio durante casi toda su vida de Jim Brown en diferentes organizaciones en favor de la comunidad afroamericana, había acompañado a Martin Luther King a la ceremonia de toma de posesión de Lyndon Johnson como presidente en 1965 y trabajó toda su vida para la integración de las minorías raciales en los diferentes estamentos de la NFL. Muhammad Ali se negó a ir a Vietnam, perdió todos sus títulos, estuvo sin boxear en los que posiblemente hubieran sido los mejores tres años de su carrera y, quizá por ello, alargó más de lo necesario su presencia en el ring y se dejó la salud en él. Ese día, juntos, abrieron el camino que transitan unos deportistas negros que hoy han tomado el liderazgo de las protestas que hacen tambalear los cimientos de América.

El silencio de Jordan en los 90 creó una burbuja de deportistas apolíticos. Ahora se manifiesta por primera vez tras una revuelta racial, a rebufo de una NBA mucho más politizada.

No empuñaban el látigo y la antorcha, pero las mujeres del Ku Klux Klan fueron cruciales en el resurgir de la organizaciñon en los años 20 del siglo pasado. Se ocuparon de la propaganda, multiplicaron los adeptos y levantaron una pantalla social para camuflar esta secta racista y violenta.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------

La segregación racial consiste en la separación de distintos grupos raciales en la vida diaria, ya sea en restaurantes, cines, baños, colegios o a la hora de adquirir o alquilar casas. La segregación puede estar dictada por la ley o puede existir a través de las normas sociales.

Israel:

Los efectos directos de la creación del Estado de Israel sobre el paisaje de Oriente Próximo —entre ellos, la existencia de casi seis millones de refugiados palestinos— y el devenir de los acontecimientos posteriores —guerras con Egipto, Siria y Jordania, el bombardeo de Túnez o la invasión del Líbano— siguen todavía muy presentes y, sin duda, han marcado la historia de la región tanto que resulta imposible comprender las dinámicas de los últimos 70 años sin considerarlos. Pero, además, la fundación de Israel destruyó algo que había sobrevivido a cientos de años, a las cruzadas, al Imperio otomano y a la posterior colonización: las comunidades judías de Oriente Próximo.

Si algo se olvida al analizar el conflicto palestino-israelí es que la contienda por la identidad nacional judía y por la repartición de las cuotas de poder dentro de sus instituciones está marcada no solo por la división entre judíos y árabes —el 75 y 21% de la población en 2013, respectivamente—, sino por la diversidad de orígenes y tradiciones dentro de la comunidad judía israelí.

Así, encontramos a los askenazíes —judíos de Europa central y oriental—, los judíos etíopes, los sefardíes —judíos procedentes de la península ibérica que, tras su expulsión por los Reyes Católicos, emigraron a diferentes países del Mediterráneo, incluidos los territorios árabes, además de diferentes partes de Europa y Latinoamérica— y los mizrajíes —judíos originarios de los países árabes del norte de África y Oriente Próximo y de Persia—. Estas divisiones, más que étnicas o por origen, fueron establecidas por las élites askenazíes fundadoras del Estado de Israel y marcaron desde el principio profundas divisiones de clase en su seno.

Manifestación de las Panteras Negras en Jerusalén (1974).

Es por ello por lo que en muchas ocasiones estas élites tratan indiscriminadamente a sefardíes y mizrajíes, quienes, además de compartir tradiciones, se trasladaron a Israel en las mismas oleadas migratorias en los años 50 y trajeron consigo trazas culturales puramente árabes, africanas y asiáticas. Los términos sirvieron, pues, para que los askenazíes trazaran una frontera entre los judíos europeos, portadores de una cultura supuestamente superior, y los judíos orientales, bajos, de piel oscura y contaminados por la “inferior” civilización de Oriente, de la cual se autoproclamaron responsables de liberarlos. Con ello, de manera paradójica, los fundadores del Estado de Israel interiorizaron el mismo supremacismo blanco del que seis millones de los suyos habían sido víctimas recientes en Europa, así como los mismos argumentos que las potencias coloniales utilizaron durante siglos para someter a los pueblos de Asia, África y América, unas facetas racistas que se fusionaron desde el principio con la definición del nacionalismo israelí y que se utilizarían para justificar las políticas coloniales y discriminatorias contra el pueblo palestino, pero también prácticas racistas contra poblaciones judías que habían formado parte integral de Oriente Próximo durante cientos de años.

Los palestinos suelen referirse a la creación del Estado de Israel como la Nakba —‘catástrofe’—, pues el surgimiento de la patria judía llevó a 750.000 palestinos y a sus descendientes a convertirse en refugiados. No obstante, también derivó en la expulsión forzosa de cientos de miles de judíos del mundo árabe, lo que convertía Israel en una salvación obligatoria para miles de ellos. Alrededor de 850.000 judíos que habitaban los países árabes —prácticamente el 99% de la población judía del mundo árabe— se vieron obligados a abandonar sus hogares; 650.000 de ellos se asentaron en Israel, un hecho histórico que las autoridades israelíes no han dudado en utilizar para apropiarse del término Nakba.

Los judíos formaron parte de Mesopotamia —actual Irak— durante más de 2.500 años. De hecho, cuando los británicos ocuparon Bagdad en 1917, hasta un tercio de los 200.000 habitantes de la ciudad eran judíos; en 2017 solo cinco judíos seguían viviendo en la capital iraquí. Durante cientos de años, los judíos iraquíes fueron parte integral de la sociedad, y musulmanes y judíos convivieron, generalmente, de manera pacífica. Los británicos fueron los primeros en fomentar las divisiones sociales favoreciendo a la población judía mediante su reclutamiento para la Administración colonial, dándoles privilegios y facilitando las actividades de grupos sionistas en el país. Todo ello sembró la semilla de la enemistad y comenzó a generar antisemitismo, que se confundió con el antisionismo e impregnó los movimientos nacionalistas árabes.

Mesopotamia. La cuna de la civilización.

El conflicto terminó estallando en 1941, cuando se produjo el primer farhud —‘progromo’ en árabe— contra una población judía a la que identificaban con las fuerzas coloniales ocupantes. Tras la guerra árabe-israelí y la creación del Estado de Israel en 1948, la enemistad interconfesional se acentuó y el 95% de la población judía de Irak —entre 120.000 y 130.000 personas— huyó a Israel. Para el 5% restante el destino no fue mucho más alentador. Cualquier sospecha de relación con el recientemente creado enemigo número uno los convertía inmediatamente en enemigos del Estado, con lo que pasaron automáticamente a situarse en el punto de mira de las autoridades, algo que se utilizó para atacar directamente a los movimientos comunistas, a los que muchos judíos se habían unido tras la primera gran expulsión. El sionismo se incluyó como delito penado con la muerte y fueron vetados de determinadas profesiones, incluidos la Administración Pública, el Ejército y la Policía. Tras la guerra de los Seis Días en 1967 y la llegada al poder de Sadam Huseín en 1968, la cada vez más reducida comunidad se vio aún más arrinconada. Muchos sufrirían expropiaciones y serían acusados de espionaje, encarcelados, torturados, secuestrados y desaparecidos. Posteriormente, Huseín intentó compensar los daños causados, pero para entonces la comunidad judía se reducía a unas pocas decenas. El impacto que supuso para la sociedad iraquí la pérdida de la población judía fue irrecuperable. Los judíos conformaban una proporción enorme de los artistas e intelectuales promotores de la cultura y la literatura árabes del país, de sus médicos y comerciantes y también de su movimiento obrero y de las fuerzas seculares más liberales y críticas con los regímenes árabes que gobernaban desde Bagdad. El hecho de que conformaran una parte fundamental del activismo político, incluido el que denunciaba la opresión del pueblo palestino, fue sin duda un factor clave para que las autoridades decidieran acabar con ellos.

Para la comunidad de judíos de Egipto el devenir de los acontecimientos no fue muy diferente, orquestado por Gamal Abdel Náser entre 1956 y 1957 —tras la crisis del canal de Suez y la guerra del Sinaí— como parte de sus políticas nacionalistas. 80.000 judíos habitaban Egipto en los años 40 y, al igual que los judíos iraquíes, suponían una parte fundamental de la vida económica, social y política del país. Muchos eran además una parte fundamental de los movimientos revolucionarios y de izquierdas y del activismo contra la ocupación colonial. Como había ocurrido en Mesopotamia, la creación de Israel fue instrumentalizada por un autócrata árabe para aplastar a los opositores políticos y arrebatarles sus propiedades. Tras las expulsiones de finales de los años 50, menos de 6.000 quedaron en el país. En la actualidad son menos de 200 los que conforman la comunidad, que no deja de envejecer y empobrecerse cada día que pasa. Procesos semejantes se sucedieron en Siria y Yemen, aunque este último caso fue algo diferente. Allí los judíos habían sido considerados ciudadanos de segunda durante siglos de poder zaidí, forzados en muchos casos a la conversión, y marcharon en la denominada Operación Alfombra Voladora, en la que más de 50.000 judíos fueron trasladados a Israel entre junio de 1949 y septiembre de 1950. Solo unos pocos decidieron permanecer en el país, y tuvo que transcurrir más de medio siglo hasta que la guerra civil empujara en 2016 a otros 19 miembros de la comunidad —de la que solo quedaban 50 personas— a huir a Israel.

Traslado de judíos yemeníes a Israel en 1949.

Situaciones similares tuvieron lugar en todo el Magreb árabe, desde Marruecos hasta Libia. En el Magreb vivían unos 430.000 judíos hacia finales de los años 40. Después de haber sobrevivido a las políticas antisemitas de la Francia de Vichy, a la invasión alemana de Túnez —por la que miles de ellos fueron enviados a campos de concentración y asesinados— y a las políticas racistas de la Italia fascista en Libia —donde vivían hasta 30.000 judíos antes de la Segunda Guerra Mundial—, las que fueran unas de las comunidades judías más antiguas de todo el Mediterráneo no permanecieron inmunes al creciente antisemitismo del mundo árabe. La creación de Israel y el largo conflicto que generó coincidió además con el albor de las independencias de los países magrebíes, cargadas de nacionalismo árabe y rechazo a unas élites coloniales de las cuales —especialmente en los casos argelino y tunecino— los judíos habían formado parte. En Argelia, como territorio francés y no un mero protectorado, había visto las políticas represivas de la Francia fascista en su máximo apogeo; el desencadenante fue una cruenta guerra de independencia en la que la comunidad judía se vio atrapada entre ambos bandos, obligada a tomar lealtades y tachada como traidora por todos.

En el caso de Marruecos, la monarquía se preocupó desde el principio por defender a la comunidad como una parte fundamental del reino, mientras que en Túnez, donde los propios líderes de la independencia defendieron un país multicultural, no pudieron hacer nada contra la solidaridad y los sentimientos de rechazo que ocasionaron la política de Israel sobre el pueblo palestino y los sucesivos conflictos contra los vecinos árabes. Poco a poco, a pesar de que hoy siguen resistiendo, las comunidades judías de ambos países quedaron reducidas a un mero atisbo de lo que fueron.

La discriminación y la violencia habían obligado a los mizrajíes a escapar de sus patrias árabes. Sin embargo, el racismo los iba a encontrar de nuevo a su llegada al Estado judío. Las políticas de repoblación de los fundadores de Israel no eran neutras, sino que llevaban asociadas un sistema de estratificación social muy claro. Así, en las oleadas migratorias de mediados de los 50, mientras que los judíos procedentes de Europa del Este iban siendo alojados en las ciudades centrales de Tel Aviv y Jerusalén, entre el 70 y el 90% de los mizrajíes eran obligados a repoblar las nuevas “ciudades de desarrollo”, situadas en la periferia, muchas en los remotos parajes del desierto del Néguev. Se los amenazó con alejarlos de sus hijos y se dio instrucciones a los conductores de los convoyes de repoblación de que los lanzaran de los vehículos si se negaban a cooperar.

Operación Alfombra Mágica es el apodo más conocido para la Operación en alas de águilas (Operation On Wings of Eagles), una operación de rescate realizada entre junio de 1949 y septiembre de 1950 que llevó 49.000 judíos de Yemen al recientemente creado Estado de Israel. Aviones de transporte británicos y norteamericanos efectuaron unos 380 vuelos desde Adén, en una operación secreta, y que no se hizo pública hasta varios meses después de haberse terminado. En algún momento, la operación fue también denominada Operación Llegada del Mesías.

Tras el Plan de la ONU para la partición de Palestina de 1947 en el que el Estado judío fue declarado, alborotadores musulmanes participaron en enfrentamientos en Pogromo de Adén, un motín antisemita que mató a 87 personas en la comunidad judía de la ciudad de Adén en diciembre de 1947, que entonces formaba parte del Protectorado de Adén, uno de los ataques contemporáneos más violentos contra los judíos mizrají con el Farhoud de 1941 en Irak, matando a 82 personas y destruyendo un gran número de casas de los judíos.

La mayoría de los judíos de Yemen no habían visto nunca un avión, pero creyeron en la profecía bíblica: según el libro de Isaías (40:31) y Éxodo (19:1), Dios prometió regresar a los Hijos de Israel a Sion "en alas de águilas".

A principios de 1948, la falsa acusación del asesinato de dos niñas musulmanas en Yemen motivó saqueos de los bienes de los ciudadanos judíos. La comunidad judía de Adén estaba económicamente paralizada, ya que la mayoría de las tiendas y negocios de los judíos habían sido destruidos. Los judíos de Yemen empezaron a reunirse en "Camp Geula" (hebreo: Redención) en Adén, declarando el deseo de emigrar a Israel. Sin embargo, las tropas británicas, que controlaban la Colonia de Adén, impidieron esta emigración hasta que la Guerra de independencia de Israel terminó a principios de 1949. En ese momento, unas 10.000 personas se habían reunido en el campamento de Geula. El recién nombrado imán de Yemen, Ahmad ibn Yahya, dio su secreta aprobación para la realización de un puente aéreo y el establecimiento de una base para la operación.

Sin duda alguna, el caso más destacado de estas políticas racistas lo vivieron los yemeníes. Tras el impresionante éxito de la Operación Alfombra Voladora y el abandono de su patria centenaria, antes de asignarles un hogar, los mizrajíes pasaban por campos de tránsito, donde se los registraba y se les hacía un reconocimiento médico. Allí sufrieron una política sistemática de robo de niños, a los cuales se arrebataba de sus familias para entregárselos a askenazíes supervivientes del Holocausto incapaces de concebir o incluso familias judías de EE. UU. Otros menores siguieron su destino tras desaparecer de los kibutz en los que habían sido alojados con sus familias. Los niños eran llevados a hospitales recién nacidos o para recuperarse de enfermedades menores y jamás regresaban. Los padres recibían la noticia de que sus hijos habían muerto repentinamente y no volvían a verlos. En este calculado plan se vieron implicados de manera generalizada funcionarios y profesionales sanitarios. Este escandaloso episodio, ocultado y negado por las autoridades israelíes durante más de 60 años, alcanzó nuevas cotas de crueldad al descubrirse que muchos de los niños habían perecido en hospitales y orfanatos —y enterrados en fosas comunes, en contra de la tradición judía— después de negligencias y tras pasar por experimentos médicos. Al robo de niños iba asociado un pensamiento paternalista, una misión civilizadora que pretendía alejar a las nuevas generaciones de las “primitivas” costumbres de Oriente —cercanas a las de los enemigos árabes— de las que eran portadoras sus familias y que podían “dañar” la nueva nación judía, además de una conciencia racista según la cual las vidas de los judíos “negros” valían menos. Estas dinámicas racistas calaron en la identidad nacional de un Estado recién nacido y se reprodujeron en diversas facetas de la sociedad israelí hasta hoy. Los que habían formado parte de minorías ricas y parte integral de la cultura árabe pasaron a estar relegados a los márgenes de la sociedad israelí.

A finales de los años 50, la discriminación, acompañada de paro, pobreza y violencia policial, llevó a los mizrajíes a organizar desde sus guetos un levantamiento contra las autoridades —en lo que se conoce como las protestas de Wadi Salib—, en aquel momento representadas por la élite askenazí del Partido Laborista. El elemento racial del conflicto llegó a tal punto que en los años 70 se creó el movimiento de las Panteras Negras de Israel —el primer grupo israelí que reconoció a la Organización por la Liberación de Palestina—. El movimiento y las protestas pasaron a la Historia, pero las desigualdades entre mizrajíes —que suponen más de 3,5 de los casi nueve millones de ciudadanos de Israel— y askenazíes persisten. Es cierto que las líneas divisorias entre ambos grupos se han difuminado a golpe de matrimonios mixtos y conscripción militar obligatoria y que algunos mizrajíes ocupan puestos de responsabilidad, como la ministra de Cultura, Miri Regev. Sin embargo, los académicos, grandes empresarios y representantes políticos de los principales partidos siguen siendo askenazíes y nunca ha habido un primer ministro mizrají. Los mizrajíes siguen siendo más pobres, suponen un porcentaje mayor de la población carcelaria y continúan viviendo en las mismas poblaciones remotas y barrios del extrarradio y ocupando los estratos más bajos de la fuerza de trabajo y del estamento militar —situados en los lugares más peligrosos, generalmente en los puestos fronterizos con territorios ocupados—, así como estereotipados como débiles, sucios, delincuentes, incultos y vulgares. Además, al compartir las características físicas de los árabes, se los interroga constantemente por su origen, se los registra en el transporte público y sus documentos de identidad son continuamente revisados.

Traicionados tanto por los árabes como por una izquierda israelí dominada por los askenazíes y empujados a reforzar su identidad judía no oriental, los mizrajíes conforman la mayor parte del voto de los partidos conservadores y de ultraderecha y los estratos de la población más militaristas y arabofóbicos. De hecho, el partido Shas (Asociación Internacional de los Sefardíes Observantes de la Torá), abanderado como representante de los mizrajíes, no ha dejado de recrudecer sus posturas contra los palestinos desde su primera entrada en el Knéset —Parlamento israelí— a mediados de los 80. Todo ello hace de este asunto una herida abierta en el seno de la compleja sociedad israelí y convierte a los mizrajíes en uno de los factores internos de conflicto social más relevantes junto con la minoría palestina israelí y la población judía ortodoxa.

Sería absurdo culpar a Israel de todos los males de Oriente Próximo. En esta compleja región se entrecruzan conflictos entre kurdos, árabes y turcos, el pulso entre chiíes y suníes, la geopolítica del petróleo y la pugna por los recursos hídricos, las agendas personales de los regímenes regionales y el intervencionismo de las grandes potencias, todo ello en un área geográfica en la que escasea la democracia y sobra la venta de armas. Lo que es evidente es que la creación del Estado judío supuso un imborrable antes y después en la zona, un trauma aún irresoluble para las sociedades civiles desde Casablanca hasta Bagdad. ¿Podrían ser los mizrajíes un puente en estas tierras fracturadas por la Historia?

Judíos y musulmanes fueron capaces de convivir durante cientos de años. En la propia Palestina, antes de la llegada del sionismo, judíos mizrajíes y musulmanes habitaron y gobernaron juntos la hoy disputada ciudad de Hebrón, epicentro de la ocupación y primera línea del frente del conflicto palestino-israelí. Aún hoy, la mayor comunidad judía de la región fuera de Israel, la más protegida y con representación parlamentaria se encuentra en Irán, el mayor enemigo de Israel. Antes de la revolución, cuando el país era hogar de alrededor de 150.000 judíos, fue la vía segura de escape para los judíos iraquíes y, tras la revolución —durante la cual muchos abandonaron Irán—, el Estado de los ayatolás los protegió y privilegió como minoría. Hoy la comunidad ronda los 20.000 individuos y no deja de crecer, afirma vivir en paz y ni las sanciones internacionales ni los intentos de soborno por parte de Tel Aviv los han expulsado. Desde distintas partes de la región se alzan voces conciliadoras. El Gobierno egipcio ha lanzado una campaña para rehabilitar antiguos cementerios y lugares de culto judíos. Por su parte, desde Irak e incluso Siria se escucha apelar a los “hermanos” judíos para que regresen a casa y algunos intrépidos se han atrevido a volver a su añorada tierra. Sin embargo, aunque con poder simbólico, algunas de estas medidas pueden considerarse mera propaganda gubernamental o declaraciones sin verdadera influencia política. Actualmente en la región pervive la hostilidad contra las minorías y no existe un retorno seguro de los judíos al mundo árabe. Asimismo, dados los resultados de las últimas elecciones israelíes, todo apunta a que la sociedad israelí sigue virando hacia la derecha, hacia la intolerancia contra los árabes y el rechazo al proceso de paz. Mucho ha de pasar todavía para que las tierras de Oriente dejen de temblar. Solo si se mantiene viva la memoria histórica de los mizrajíes durante ese tiempo habrá esperanza de una reconciliación y, quizás, la construcción de un proyecto político en la Palestina histórica en el que árabes y judíos puedan convivir en paz.

Alemania:

La política racial nazi fue evolucionado entre los años 1934 y 1939. El Partido Nazi se convirtió cada vez más radical en sus opiniones sobre el tratamiento de las minorías en Alemania, sobre todo hacia los judíos. La base del pensamiento nazi fue la idea de una sociedad dividida en categorías, la Volksgemeinschaft (la comunidad popular), que supondría ser la espina dorsal de la sociedad de la futura Alemania.

La nación fue dividida entonces en dos categorías principales:

- El Volksgenossen (compañeros de la nación), que pertenecía a Volksgemeinschaft.

- El Gemeinschaftsfremde (residentes), que consideraban no pertenecer al cuerpo histórico y cultural de Alemania. En esta segunda categoría se incluía a todas las personas de origen judío, gitanos, "asociales hereditarios", y todas las personas con discapacidades físicas o mentales.

En 1933, la persecución de los judíos por parte del nazismo se convirtió en una política activa. Los nazis acusaban a los judíos de todos los problemas de Alemania: la pobreza, el desempleo y la derrota en la Primera Guerra Mundial. Los alemanes no quedaron satisfechos con el Tratado de Versalles que sólo garantizó a Gran Bretaña y Francia como potencias imperiales europeas. Ese año fueron promulgadas las primeras leyes contra los judíos pero al principio no se aplicaron tan estrictamente, o no de forma tan devastadora como en los años posteriores. A muchos los mataban y a otros los obligaban a hacer trabajos forzados.

El 1 de abril de 1933, ingenieros, doctores, abogados, maestros, y comerciantes judíos fueron boicoteados. Sólo seis días después la Ley para la Restauración de Servicio Profesional Civil fueron privados de privilegios y alejados de posiciones de nivel superior reservadas para los alemanes «arios». A partir de entonces, los judíos se vieron obligados a trabajar en los puestos de menor categoría, por debajo de los alemanes. El 2 de agosto de 1934, murió el presidente Paul von Hindenburg.

Paul von Beneckendorff und von Hindenburg (Posen, 2 de octubre de 1847 - Neudeck, 2 de agosto de 1934) fue un militar, estadista y político alemán que dirigió en gran parte la política de Alemania durante la segunda mitad de la Primera Guerra Mundial y ejerció como presidente de Alemania desde 1925 hasta su muerte en 1934. Hindenburg se retiró del ejército por primera vez en 1911, pero se le pidió regresar nada más estallar la Primera Guerra Mundial en 1914. A los 66 años, adquirió renombre por dirigir al ejército alemán que aplastó a Rusia en la batalla de Tannenberg en agosto de 1914.

Como jefe del Estado Mayor del ejército de Alemania, la reputación de Hindenburg se vio fortalecida y junto a su subordinado Erich Ludendorff creó una dictadura militar que dirigió el país de facto durante la contienda, marginando al káiser Guillermo II y al propio Reichstag (parlamento) alemán.

En línea con la ideología del Lebensraum, abogó por la anexión a Alemania de territorios polacos, ucranianos y rusos con la finalidad de asentar allí a ciudadanos alemanes. Hindenburg se retiró de nuevo en 1919, pero regresó a la vida pública en 1925 para ser elegido presidente de Alemania. En 1932, con 84 años y la salud deteriorada, le convencieron para volver a presentarse a las elecciones porque era considerado el único candidato capaz de vencer a Adolf Hitler y fue reelegido presidente en segunda ronda.

Hindenburg se oponía a las ideas del nazismo y fue una de las figuras políticas esenciales de la inestable política alemana de la república de Weimar que acabó llevando al poder a Hitler. Disolvió el Reichstag en dos ocasiones en 1932 y finalmente consintió nombrar, bajo presión, a Hitler como canciller de Alemania en 1933. En febrero de ese año firmó el documento conocido como Decreto del incendio del Reichstag, el cual suspendió las libertades civiles, y en marzo aprobó la Ley Habilitante de 1933 que le otorgó al régimen nazi poderes arbitrarios.

Hindenburg falleció al año siguiente, tras lo cual Hitler declaró vacante la oficina del presidente y se nombró a sí mismo jefe de estado.

No fue designado un nuevo presidente, sino que las competencias del canciller y el presidente se combinaron en el cargo de Führer. Esto, y un gobierno amansado sin partidos que se opusieran, permitió tener a Adolf Hitler un control absoluto del poder legislativo. La Wehrmacht también realizó un juramento personal de lealtad a Hitler, dándole poder sobre los militares; esta posición le facilitó ejercer más poder y presión sobre los judíos. En 1934 se inició algo que cambio al mundo entero.

Boicot del 1 de abril de 1933.

En 1935 y 1936, la persecución de los judíos fue aumentando aceleradamente. En mayo de 1935, se prohibió a los judíos ingresar en la Wehrmacht (fuerzas armadas), y ese mismo año, la propaganda anti-judía apareció en tiendas y restaurantes de la Alemania Nazi. En 1936, los judíos fueron apartados de todas las profesiones liberales, previniendo de manera efectiva que ejercieran influencia alguna en educación, política, formación universitaria o industria. Debido a esto, no hubo nada que frenara los movimientos anti-judíos que se extenderían a lo largo y ancho del panorama económico en la Alemania Nazi. Después de la Noche de los cuchillos largos, la Schutzstaffel (SS) se convirtió en la fuerza policial dominante en Alemania. El Reichsführer SS Heinrich Himmler, estaba deseoso de complacer a Hitler, y obedecer gustosamente sus órdenes. Desde que la SS fue la guardia personal de Hitler, sus miembros fueron mucho más leales y calificados de lo que los de las Sturmabteilung (SA) habían sido. Debido a esto, fueron también apoyados, aunque con desconfianza, por el ejército, que ahora estaba más dispuesto que antes a coincidir con las decisiones de Hitler. Todo esto permitió a Hitler más control directo sobre el gobierno y las actitudes políticas hacia judíos en la Alemania nazi.

La noche de los cuchillos largos (en alemán: Nacht der langen Messer) u Operación Colibrí fue una purga que tuvo lugar en Alemania entre el 30 de junio y el 1 de julio de 1934, cuando el régimen nazi, dirigido por Adolf Hitler, llevó a cabo una serie de asesinatos políticos. Se puede incluir dentro del marco de actos que realizó el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán para apoderarse de todas las estructuras del Estado alemán. Muchos de los que fueron asesinados esos días pertenecían a las Sturmabteilung (SA), una organización paramilitar nazi. Hitler se opuso a las SA y a su líder, Ernst Röhm, porque percibía la independencia de las SA y la inclinación de sus miembros hacia la violencia callejera como una amenaza contra su poder. Hitler, además, quería el apoyo de los jefes de la Reichswehr, la organización militar oficial de Alemania, que temían y despreciaban a las SA y, en particular, la ambición de Röhm para que las SA absorbieran a la Reichswehr bajo su liderazgo. Finalmente, Hitler usó la purga para atacar o eliminar a los críticos con su régimen, especialmente contra aquellos que eran leales al vicecanciller Franz von Papen, y para vengarse de sus antiguos enemigos.

Las Sturmabteilung promovían actos de violencia callejera contra judíos, comunistas y socialistas que eran apoyados por una parte de la población.

Las Leyes de Núremberg de Pureza Racial se aprobaron mientras se producían las grandes manifestaciones nazis en Núremberg. El 15 de septiembre de 1935, se aprueba la Ley para la Protección de la Sangre y el Honor Alemanes, impidiendo el matrimonio entre judíos y no judíos. Al mismo tiempo, la Ley de Ciudadanía del Reich fue aprobada, y reforzada en noviembre por un decreto que establecía que todos los judíos (incluidos los hijos de judío y ario o nietos de judío y ario) dejaban de ser ciudadanos (Reichsbürger) de su propio país (su estatus oficial pasó a ser Reichsangehöriger, «Miembro del Reich»). Eso significaba que no tenían los derechos civiles básicos, como el del votar (Aunque para ese momento el derecho al voto para los alemanes no judíos sólo significaba la obligación de votar por el partido nazi). Esta supresión de los derechos básicos de los ciudadanos precedería a la subsiguiente aprobación de leyes mucho más severas contra los judíos. La redacción de las Leyes de Núremberg suele atribuirse a Hans Globke. Todas esas leyes en su conjunto establecían una división entre alemanes y judíos, al consagrar a los primeros como «ciudadanos del Reich» y reducir a los segundos a la categoría de «residentes».

En 1937 y 1938, nuevas duras leyes se aplicaron, y la segregación contra los judíos por parte de la población aria alemana se inició. En particular, los judíos fueron penalizados económicamente por su condición del estatus racial. El 4 de junio de 1937 un joven judío alemán, Helmut Hirsch, fue ejecutado por estar involucrado en un complot para matar a dirigentes nazis, incluido Hitler. Al 1 de marzo de 1938, los contratos de los gobiernos ya no pueden ser adjudicados a las empresas judías. El 30 de septiembre, los médicos «arios» sólo pueden tratar pacientes «arios». La atención médica a los judíos ya se veía obstaculizada por el hecho de que los judíos fueron prohibidos de ejercer como médicos o tener cualquier puesto profesional anteriormente. A partir del 17 de agosto de 1938, los judíos tuvieron que agregar a sus nombres Israel, los hombres, o Sara, las mujeres, y una gran J iba a ser impresa en sus pasaportes. El 15 de noviembre los niños judíos fueron prohibidos de ir a las escuelas normales.

El incremento del totalitarismo y el militarismo del régimen que se imponía en Alemania por Hitler, le permitió controlar las acciones de la SS y de los militares. El 7 de noviembre de 1938, un joven polaco judío, Herschel Grynszpan, atacó y disparó contra dos funcionarios alemanes nazis en la embajada alemana en París. Grynszpan estaba enojado por el trato que sufrían sus padres por los nazis en Alemania. El 9 de noviembre uno de los alemanes atacados murió. Goebbels dio instrucciones para que se organizaran manifestaciones, como represalia, en contra de los judíos y fueran realizadas por toda Alemania.

Los judíos fueron obligados a marchar con la Estrella de David después de la Noche de los cristales rotos (1938).

Las SS organizaron la Noche de los cristales rotos (Kristallnacht), que se llevó a cabo esa misma noche. Más de 7000 tiendas y almacenes de judíos fueron destrozados, aproximadamente 1574 sinagogas (prácticamente todas las que había en Alemania) fueron incendiadas así como muchos cementerios judíos. Más de 30 000 judíos fueron detenidos e internados en los campos de concentración recién creados; unos cuantos incluso fueron golpeados hasta la muerte. El número de judíos alemanes asesinados es incierto, con estimaciones de aproximadamente 200 durante más de dos días de levantamientos. Esta violencia indiscriminada explica que algunos alemanes que no eran judíos fueran asesinados simplemente porque alguien pensó que «parecían judíos». Los acontecimientos en Austria no eran menos terribles, y la mayor parte de las 94 sinagogas de Viena y las casas de oración fueron dañadas parcial o totalmente. Los judíos fueron sometidos a toda clase de humillaciones, incluyendo el fregar los pavimentos mientras eran atormentados por sus compatriotas austriacos, algunos de los cuales habían sido sus amigos y vecinos.

Muchos alemanes quedaron indignados por esta acción cuando los daños se dieron a conocer, de modo que Hitler ordenó que recayera una multa sobre los judíos. Colectivamente, los judíos se tuvieron que hacer cargo para pagar una indemnización millonaria en daños y perjuicios. La multa planteó la confiscación de 20 % de todos los bienes judíos. Los judíos también tuvieron que reparar todos los daños a su propio costo. Al no cumplir con los "requisitos de persona" que los nazis querían, muchísimas personas murieron, desde niños hasta adultos mayores.

Project Witness se dedica a preservar las historias de aquellos que sobrevivieron al Holocausto con el programa Eyewitness to History haciendo de la documentación de estas historias la máxima prioridad. Estos 3 hombres llegaron a Auschwitz con 10 minutos de diferencia. 73 años después de reunieron para el documental "Last Eyewithness Project".

En abril de 1939, casi todas las empresas de judíos habían quebrado bajo la presión financiera y el descenso de los beneficios, o habían sido persuadidos a venderlas al gobierno nazi-alemán. Esto no solo redujo aún más a los judíos sus derechos como seres humanos, sino que en muchos aspectos fueron oficialmente separados del resto de la población alemana.

La persecución nazi de los judíos desembocó en el Holocausto, en el que aproximadamente 6 millones de judíos de Europa fueron quemados en un horno de hombres, deportados y exterminados durante la Segunda Guerra Mundial. El 19 de mayo de 1943, Alemania se declaró judenrein (limpio de judíos; también judenfrei: libre de judíos). Se cree que entre 170 000 y 200 000 alemanes judíos fueron asesinados. Entre los aproximadamente 150 000 alemanes judíos que sirvieron en la Reichswehr, se encontraban veteranos condecorados y oficiales de alto rango, incluyendo generales y almirantes. Un gran número de estos hombres ni siquiera se consideraban a sí mismos como judíos y habían abrazado la vida militar como forma de vida, siendo dedicados patriotas deseosos de servir a la reactivación de la nación alemana. Antes de la llegada de Hitler al poder, la Reichswehr no daba la menor importancia a su ascendencia, en la carrera de estos hombres, pero fue obligada posteriormente a revisarla en profundidad y a excluirlos del cuerpo militar.

Familias judías de Berlín embalando sus pertenencias huyendo de la Alemania Nazi rumbo a Nueva York, 1939.

Sudáfrica:

El apartheid (lit. «separación» en afrikáans) fue el sistema de segregación racial en Sudáfrica y Namibianota en vigor hasta 1992, y en Rodesia (actual Zimbabue) hasta 1979. Básicamente, este sistema de segregación racial consistía en la creación de lugares separados, tanto habitacionales como de estudio o de recreo, para los diferentes grupos raciales, en el poder exclusivo de la raza blanca para ejercer el voto y en la prohibición de matrimonios o incluso relaciones sexuales entre blancos y negros. Su propósito era conservar el poder para la minoría blanca (21 % de la población), que en otras condiciones habría perdido su posición de privilegio. Antes de la victoria del Partido Nacional en 1948 los negros podían votar, pero con muchas restricciones. En teoría, el sistema consistía básicamente en la división de los diferentes grupos raciales para promover el «desarrollo». Todo este movimiento estaba dirigido por la raza blanca, que instauró todo tipo de leyes que cubrían, en general, aspectos sociales. Se hacía una clasificación racial de acuerdo a la apariencia, la aceptación social o la ascendencia. Este nuevo sistema produjo revoluciones y resistencias por parte de los ciudadanos no blancos del país. A finales de los años 1980, en el marco de la guerra de la frontera de Sudáfrica (Namibia y Angola), la Unión Soviética retiró su apoyo económico y bélico a Angola y Cuba, haciendo inviable para ambos países proseguir la lucha; y del mismo modo, los Estados Unidos cesaron su apoyo financiero a Sudáfrica, lo cual trajo graves consecuencias al gobierno de Pretoria, entre ellas el principio del fin del régimen del apartheid en el sur de África, que estuvo en vigor hasta los años 1990, siendo en 1992 la última vez en que sólo votaron plenamente las personas de raza blanca.

El sistema fue efectivamente practicado en Sudáfrica durante siglos por los colonos blancos de origen neerlandés (los afrikáner) contra la población negra de este territorio, pero desde la instauración de la Colonia del Cabo en 1814 por el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, carecía de respaldo jurídico en las normas impuestas por los británicos. Asimismo, el abierto racismo de la mayoría de la población blanca de origen afrikáner no era compartido por la minoría de blancos de origen británico, ni por las autoridades coloniales designadas desde el Reino Unido. A pesar de que el racismo contra la población negra no tenía respaldo oficial de las autoridades británicas, durante varias décadas, y especialmente después de las dos Guerras de los Bóeres, la población afrikáner había luchado para evitar el "peligro inglés", rechazando las medidas liberales de las autoridades coloniales británicas, insistiendo en que el racismo contra los negros era parte de la lucha por la "preservación de la identidad nacional afrikáner", siendo ésta la meta esencial de su actividad política. Después de que en 1910 la Unión Sudafricana lograra la autonomía interna dentro de la Commonwealth británica, los políticos afrikáners insistieron en mantener una política de segregación racial de facto, aprovechando el debilitamiento del control británico y emitiendo normas internas para frustrar el desarrollo político y económico de la población negra. Así, la presión afrikáner impidió otorgar el sufragio a los negros y vetó que estos asumieran cargos en la administración pública. Todas estas normas segregacionistas y racistas, impuestas de modo semioficial por la presión afrikáner, fueron llamadas Pequeño Apartheid.

La discriminación racial de los afrikáner hacia la población negra no fue formalizada sino hasta 1948, fecha en la cual empezó a tomar forma jurídica al ser respaldada por leyes promulgadas a tal efecto. En las elecciones de 1947, el radical Partido Nacional ganó las elecciones en una coalición con el Partido Afrikáans, dirigido por el pastor protestante Daniel François Malan, oponiéndose a los candidatos más liberales que contaban con apoyo británico, todo por una perversión de la ley electoral[cita requerida] que le dio mayoría a pesar de obtener menos votos que su rival, el Partido Unido; y lo mismo ocurrió en 1953, cuando se repitió el triunfo del Partido Nacional. Malan, en su primer discurso de 1948, consideró que su triunfo electoral significaba que «Hoy día Sudáfrica vuelve a ser nuestra, Dios permita que sea nuestra siempre», entendiendo que el término «nuestra» abarcaba solamente a los blancos de origen afrikáner. Para esa fecha, la población blanca formaba el 21 % de los habitantes de Sudáfrica, siendo el 68 % de raza negra y el 11 % restante mestizos e indostanos. Poco después del triunfo nacionalista, el gobierno de Malan emitió leyes para segregar oficialmente a cada individuo de acuerdo a su raza, estableciendo un registro racial obligatorio bajo control del gobierno. En 1949 otra ley prohibía los matrimonios interraciales y castigaba como un delito a las relaciones sexuales entre individuos de razas diferentes. Una ley promulgada en 1951 reservaba ciertos distritos en las ciudades donde sólo podían habitar los blancos, forzando a los no blancos a emigrar a otros lugares, lo cual estaba previsto para mantener la mayor cantidad posible de negros en las zonas rurales y evitar su transformación en una clase media urbana. También se prohibió para todos los efectos que la población negra pudiera comprar inmuebles dentro de los centros urbanos. Para el nuevo régimen afrikáner el "peligro étnico" ya no estaba encarnado en los británicos, sino en la población negra, a la cual se marginaba de todas las maneras posibles para conservar el país bajo dominio de los blancos.

En 1953 se establecieron zonas segregadas en las ciudades de Sudáfrica, abarcando sitios tales como playas, autobuses, hospitales, escuelas y hasta bancos en los parques públicos, siendo separados en "lugares sólo para blancos" o "sólo para negros", siendo estos últimos casi siempre de muy inferior calidad (autobuses escasos y anticuados, hospitales sobrepoblados y con escaso personal profesional, escuelas hacinadas donde la enseñanza se reducía a actividades manuales). Inclusive las ambulancias estaban segregadas, por lo cual en caso de accidente era indispensable avisar de la raza de la víctima en tanto una ambulancia "para blancos" tenía derecho de negarse a llevar un negro mientras que las ambulancias "para negros" rara vez contaban con equipo médico para emergencias. Las paradas de autobuses estaban segregadas y estaba prohibido emplear la parada de "otra raza", sea cual fuere el motivo. Los negros debían, por otra parte, portar documentos de identidad en todo momento y les estaba prohibido quedarse en algunas ciudades o incluso entrar en ellas sin el debido permiso de las autoridades blancas. Ese mismo año de 1953 se estableció también la segregación completa en la educación para todos sus niveles. El retiro de Malan en 1954 llevó al poder a Johannes Strijdom, quien continuó con la aplicación del apartheid.

Johannes Gerhardus Strijdom, que sucedió a Malan como primer ministro en 1954, instauró además las siguientes leyes:

- Los negros no podían ocupar posiciones en el gobierno y no podían votar, excepto en algunas aisladas elecciones para instituciones segregadas.

- Los negros tenían prohibido habilitar negocios o ejercer prácticas profesionales dentro de las áreas asignadas específicamente para los blancos, bajo pena de cárcel. Solo podrían ejecutar tales actividades en sus bantustanes.

- El transporte público era totalmente segregado, tanto en trenes, buses, aviones, o inclusive los taxis de las ciudades.

- A los negros no les estaba permitido entrar en zonas asignadas para población blanca, a menos que tuvieran un pase emitido por la policía. Los blancos también tenían que portar un pase para entrar en las zonas asignadas a los negros.

- Edificios públicos tales como juzgados u oficinas de correos, disponían de accesos diferentes para blancos y negros. Del mismo modo, en caso de ser "inevitable" que individuos de ambas razas se junten en una cola de espera, la atención preferencial y prioritaria era para blancos, sin distinción alguna.

Las principales consecuencias de esta situación fueron:

- Las áreas asignadas a los negros raramente tenían electricidad o agua. Los hospitales también eran segregados: los hospitales para los blancos tenían la calidad de cualquier nación desarrollada, mientras que los asignados a los negros estaban pobremente equipados, faltos de personal y eran muy pocos en relación a la población que servían.

- En 1948 el Partido Nacional de Sudáfrica (PN) ganó unas elecciones en las que sólo podían votar los blancos e instaló un sistema de segregación racial represivo contra los negros.

- En 1952 Nelson Mandela organizó una campaña de desobediencia civil sin violencia que le valió su primera condena.

- En 1952 y consciente del liderazgo que había alcanzado, el gobierno decidió silenciarle y para ello le mandó una orden de inhabilitación lo que redujo su libertad de actuación y de movimiento.

- En 1970 la educación de un escolar negro costaba el 10% de la correspondiente a un escolar blanco. La educación superior era de un costo casi imposible de abonar para los negros.

- El ingreso mínimo para el pago de impuestos era de 360 rand para los negros pero el límite de "exoneración" era mucho más alto para los blancos, unos 750 rand.

Ante las condenas internacionales ocurridas desde la década de 1950, los defensores del apartheid decían que la discriminación racial contra los negros estaba basada legalmente en que estos no eran ciudadanos de Sudáfrica, sino ciudadanos de otros estados independientes (llamados bantustanes), por lo cual carecían de ciudadanía sudafricana y no tenían derechos que reclamar al gobierno de Pretoria. En efecto, desde 1960 el gobierno de Sudáfrica procedió a crear diez estados autónomos para otorgar la ciudadanía de estos a los negros que constituían el 70 % de la población sudafricana. Así, a una gran parte de la población negra se le eliminó la ciudadanía sudafricana para otorgarles la nacionalidad de algún bantustán. Gracias a este argumento, a dicha población negra se le consideraba como "transeúntes" o "población temporal" que debía circular por el territorio de Sudáfrica solamente si estaba provista de pasaportes en lugar de pases. Durante las décadas de 1960 hasta 1980, el gobierno forzó a un gran porcentaje de la población negra a reubicarse en dichos estados que habían sido designados para ellos. Un total de 3 millones y medio de individuos se vieron obligados a desplazarse hacia estas zonas para vivir allí, o en caso que ello no fuera posible se les otorgó la nacionalidad de un "Estado" donde jamás habían vivido.

Bantustán es el término que designa cada uno de los veinte territorios que operaron como reservas tribales de habitantes no blancos en Sudáfrica y África del Sudoeste (actual Namibia), en el marco de las políticas segregacionistas impuestas durante la época del apartheid. Tanto en la República Sudafricana como en el territorio aledaño de África del Sudoeste (por entonces, bajo su ocupación y administración), se establecieron diez reservas de esta clase, destinadas a alojar y concentrar en su interior poblaciones étnicamente homogéneas.

Mapa de Sudáfrica y África del Sudoeste (actual Namibia), que muestra los bantustanes creados en ambos países.

La creación de los bantustánes fue mal recibida por la ONU y en el extranjero se acusó al gobierno de Sudáfrica de "inventar" Estados solamente para privar de derechos a la población negra. Cabe destacar que todos los bantustanes fueron fundados mediante leyes del gobierno sudafricano (ninguno por decisión popular de sus habitantes) y sus fronteras habían sido diseñadas por las autoridades de raza blanca para no interferir en "zonas de interés" de los blancos. La propia realidad mostraba que hasta dos tercios de los "ciudadanos" de los bantustánes en realidad no vivían en ellos sino que residían en la "Sudáfrica blanca" como "trabajadores extranjeros" sin derechos políticos. Hubo casos de vecindarios de población negra ubicados en las afueras de las grandes ciudades, cuyos residentes fueron expulsados de sus hogares para ejecutar proyectos urbanos en favor de la población blanca. El caso más publicitado fue el de Johannesburgo, donde en 1954 unos 60.000 habitantes negros fueron reubicados en una zona llamada Soweto. Otro caso fue el de Sophiatown, un lugar "multirracial" donde a los negros les permitían poseer tierras. Sin embargo, la expansión de la población y de la zona industrial en Johannesburgo convertía esta zona en un lugar estratégico para dicha expansión. En febrero de 1955, los cincuenta mil habitantes negros en la zona fueron evacuados a la fuerza por la policía, localizándolos en una zona denominada Meadowlands, actualmente anexa a Soweto. Sophiatown fue totalmente destruida por topadoras y se construyó una nueva urbanización llamada Triomf para la población blanca.

El 466/64: el número de preso de Nelson Mandela.

La población de Sudáfrica estaba clasificada en cuatro grupos. Los «de color» (en afrikáans kleurling) lo componían los mulatos provenientes de la mezcla de bantúes y khoisan con personas de ascendencia europea. La determinación de quién era catalogado como mulato a veces era un tanto difícil, llegando al extremo de examinar las encías de los individuos para distinguirlos entre negros y mulatos. Los mulatos también fueron objeto de discriminación abierta desde 1948 y obligados a reubicarse en zonas asignadas a ellos, a veces abandonando casas y tierras que les habían pertenecido por muchas generaciones. Si bien los de color o kleurling recibían mejor trato que la población de raza puramente negra, jugaron un papel preponderante en la lucha contra el apartheid. El derecho al sufragio les era negado a los "de color" en la misma forma que a los negros. En 1983 una reforma a la Constitución permitió a los de color e indios (estos últimos inmigrantes originarios de la India y Pakistán y establecidos desde los años de la dominación británica) participar en unas elecciones separadas para formar un parlamento de color que actuara como subordinado al parlamento de los blancos. La teoría del apartheid era que los individuos de color debían ser considerados como ciudadanos de Sudáfrica pero con derechos bastante reducidos, mientras que los negros solamente podían ser "ciudadanos" de algún bantustán, nombre dado a unos diez estados presuntamente "autónomos" creados específicamente para albergar población negra. Ocasionalmente, se daban casos en los que hermanos descendientes de padres de diferentes razas eran "racialmente separados" por la variación del color de su piel, lo cual obligaba a que individuos de una misma familia debieran residir y trabajar en áreas diferentes del país, imposibilitados muchas veces de visitarse, y con derechos personales muy diferentes entre sí.

El Congreso Nacional Africano (CNA; en inglés: African National Congress, ANC) es un partido político de Sudáfrica, que ha gobernado el país desde el establecimiento de la democracia en mayo de 1994, cuando asumió como presidente Nelson Mandela, y ha ganado todas las elecciones desde entonces. Cyril Ramaphosa, actual presidente del país, se ha desempeñado como líder del ANC desde el 18 de diciembre de 2017.

La intensificación de la discriminación movió al Congreso Nacional Africano (ANC), formado por sudafricanos "negros" a desarrollar un plan de resistencia que incluía desobediencia pública y marchas de protesta. En 1955 en un congreso llevado a cabo en Kliptown, cerca de Johannesburgo, un número de organizaciones incluyendo el ANC y el Congreso Indio formaron una coalición adoptando una Carta de Libertad, que contemplaba la creación de un Estado donde se eliminara totalmente la discriminación racial. En 1959 y 1960 un grupo del ANC decidió salirse de las filas del partido para formar otro más radical al que denominaron Partido del Congreso Africano (ACP). El principal objetivo del nuevo partido era organizar una protesta a nivel nacional en repudio a las leyes discriminatorias. El 21 de marzo de 1960 un grupo se congregó en Sharpeville, un pueblo cerca de Vereeniging para protestar contra la exigencia que los negros portaran pases. Si bien no se sabe con exactitud el número de manifestantes, lo cierto es que la policía abrió fuego contra la multitud matando a 69 personas e hiriendo a 186. Todas las víctimas eran negros y la mayoría habían sido disparados por la espalda. Seguidamente el ANC y el ACP fueron ilegalizados. Este evento tuvo un gran significado, ya que la protesta pacífica se tornó en protesta con violencia, si bien, militarmente, los proscritos partidos políticos no eran una gran amenaza para el gobierno por carecer de una estructura armada, como sucedía en Mozambique o Angola contra el gobierno colonial portugués. Las protestas siguieron hasta tal punto que en 1963 el primer ministro Hendrik Frensch Verwoerd declaró un estado de emergencia, permitiendo la detención de personas sin orden judicial. Más de 18.000 manifestantes fueron arrestados, incluyendo la mayoría de los dirigentes del ANC y del ACP.

Hendrik Frensch Verwoerd (Ámsterdam, Países Bajos, 8 de septiembre de 1901 - Ciudad del Cabo, Sudáfrica, 6 de septiembre de 1966) fue un político, profesor universitario y sociólogo sudafricano, que ejerció como primer ministro de Sudáfrica desde 1958 hasta su asesinato en 1966. Es considerado uno de los impulsores del apartheid, el sistema de segregación racial que imperó en Sudáfrica entre 1948 y 1994. Hijo de una familia neerlandesa que emigró a Sudáfrica cuando él tenía 2 años, se doctoró en 1924 por la Universidad de Stellenbosch y después se marchó a Alemania para completar su formación en Psicología, Sociología y Filosofía. Cuando regresó a su país en 1928, la Universidad de Stellenbosch le nombró profesor de Psicología Aplicada y en 1933 le ascendió a responsable del departamento de Sociología. De su etapa profesional desarrolló un ideario político nacionalista afrikáner, centrado en la defensa del pueblo afrikáner, en la independencia de Sudáfrica del Imperio Británico y en la religión calvinista.

El conservador Partido Nacional contó con él como redactor jefe del diario Die Transvaler, con el objetivo de expandir el ideario de la formación, y en 1948 fue elegido senador. Desde 1950 fue ministro de Asuntos Nativos en los gobiernos de Daniel François Malan (1948-1953) y J. G. Strijdom (1954-1958), cargo desde el que impulsó las primeras reformas del apartheid como el Registro de Población (1950), la Group Area Acts (1952) y la limitación del currículum educativo para los ciudadanos de raza negra.

Tras la muerte de Strijdom, Hendrik Verwoerd fue nombrado primer ministro de Sudáfrica en 1958.

Verwoerd en 1950.

En 1960 después de la Masacre de Sharpeville, Verwoerd llevó a cabo un referéndum pidiendo al pueblo blanco que se pronunciara a favor o en contra de la unión con el Reino Unido. El 52 % votaron en contra. Sudáfrica se independizó del Reino Unido, pero permaneció en la Commonwealth. Su permanencia en esta organización se hizo cada vez más difícil, pues los estados africanos y asiáticos intensificaron su presión para expulsar a Sudáfrica, que finalmente se retiró de la Commonwealth el 31 de mayo de 1961, fecha en que se proclamó como una república independiente. Al año siguiente dio comienzo la Guerra de la frontera de Sudáfrica, entre la policía primero y después las Fuerzas de Defensa de Sudáfrica, contra la SWAPO, la guerrilla independentista de Namibia. La SWAPO actuaba desde Zambia y, a partir de 1975, desde Angola. El Ejército sudafricano era el más poderoso del área y podía imponerse a cualquier país del continente por lo que decidió invadir en reiteradas ocasiones las dos naciones que daban apoyo a la SWAPO. Sin embargo, el masivo apoyo enviado por la URSS, Cuba (y en menor medida Etiopía) frenaron el avance sudafricano y comenzó una de las guerras más largas del continente, muy unida a la Guerra civil de Angola. Al mismo tiempo el gobierno de Sudáfrica financió al grupo insurgente RENAMO para tratar de derrocar al gobierno socialista de Mozambique instaurado en 1975, alimentando así una guerra civil en dicha nación, considerando que su gobierno era frontalmente opuesto al apartheid.

Las protestas tomaron en adelante la forma de sabotaje a través de la sección armada de dichos partidos. En julio de 1963 varios dirigentes políticos fueron arrestados, entre ellos Nelson Mandela. Mandela fue condenado a cadena perpetua acusado de alta traición junto con el resto de los miembros del ANC. En el Proceso de Rivonia en junio de 1964, Mandela y otros siete disidentes políticos fueron condenados por traición y sentenciados a cadena perpetua. La declaración de Mandela en dicho juicio se hizo memorable: "He luchado contra la dominación de los blancos y contra la dominación de los negros. He deseado una democracia ideal y una sociedad libre en que todas las personas vivan en armonía y con iguales oportunidades. Es un ideal con el cual quiero vivir y lograr. Pero si fuese necesario, también sería un ideal por el cual estoy dispuesto a morir".

El juicio fue condenado en las Naciones Unidas y fue un elemento muy importante para implantar sanciones contra el régimen racista de Sudáfrica. Con los partidos de los hombres perseguidos y sus dirigentes en prisión, Sudáfrica entró en la etapa más turbia con la comunidad internacional de su historia. La aplicación del apartheid se intensificó. El primer ministro Verwoerd fue asesinado, pero sus sucesores B.J. Vorster y P.W. Botha mantuvieron sus políticas.

Si bien la mayoría de los blancos de origen afrikáner en Sudáfrica estaban de acuerdo con mantener el apartheid, había una minoría opuesta a esto, principalmente entre los blancos de origen británico. El grupo político blanco opuesto al apartheid se centraba en torno al Partido Progresista, liderado por Helen Suzman, y luego se adhirió al Partido Progresista Federal desde 1977. Otros grupos blancos opuestos al apartheid eran el colectivo civil Black Sash y el United Democratic Front, un partido político multirracial.

A inicios de la década de 1980 Sudáfrica confiaba en su riqueza en materia prima de gran valor (como oro y platino) así como su anticomunismo, como elementos que permitirían mantener apoyo político y económico de Estados Unidos y el Reino Unido, que podían tolerar el apartheid a cambio que el régimen sudafricano combatiera a los aliados africanos de la Unión Soviética durante la Guerra Fría, pero esta política se hizo cada vez más difícil de sostener conforme pasaban los años y el gobierno sudafricano no daba señales de modificar su política racista. La designación del arzobispo anglicano Desmond Tutu como Premio Nobel de la Paz en diciembre de 1984 causó mayores condenas a Sudáfrica entre la opinión pública británica y estadounidense, cuyos gobiernos veían cada vez más difícil justificar la tolerancia a Sudáfrica solo por su calidad de "bastión anticomunista". Ello terminó forzando a que los gobiernos de EE. UU. y el Reino Unido presionaran a su vez a Sudáfrica para iniciar cambios políticos relevantes contra el apartheid, pero sin lograr mayor éxito. La Comunidad Económica Europea tampoco ocultaba su condena al apartheid, al igual que países ligados tradicionalmente a la Commonwealth como Canadá, Nueva Zelanda, o Australia.

Tienda "para no blancos" en la localidad sudafricana de Kliptown, 1979.

El apartheid motivó a que el Comité Olímpico Internacional impidiera la participación de los "equipos segregados" de Sudáfrica en los Juegos Olímpicos desde 1964 y así Sudáfrica se apartó en la práctica del movimiento olímpico. Idéntica posición adoptó la FIFA, causando la expulsión de Sudáfrica de su seno en 1963; en 1970 Sudáfrica fue excluida de la Copa Davis de tenis también por su insistencia en presentar equipos "sólo para blancos". La International Rugby Board hoy World Rugby mantuvo a Sudáfrica como afiliada durante todo el periodo del apartheid debido al excelente nivel (y gran popularidad) del rugby sudafricano, pero las giras internacionales de equipos sudafricanos (o las visitas de equipos extranjeros a Sudáfrica) siempre se vieron rodeadas de protestas políticas y diplomáticas. Como consecuencia de este ambiente negativo la Selección de rugby de Sudáfrica no disputó partidos internacionales desde 1981 (en una visita a los All Blacks neozelandeses) hasta 1994. El Gran Premio de Sudáfrica de Fórmula 1 que se disputaba oficialmente desde 1962, se corrió por última vez en 1985 cuando los equipos franceses (Ligier y Renault) boicotearon la carrera por presiones del gobierno francés. La FIA anunció más tarde que ningún campeonato sancionado por la federación y por la FISA volvería a competir en Sudáfrica por el Apartheid. La máxima categoría del automovilismo volvería en 1992 y 1993.

Con el cierre de este artículo nos deja Jurgen Schadeberg, el fotógrafo que retrató a Mandela en su celda.

Fallece a los 89 años de edad el fotógrafo que ha retratado los conflictos raciales de medio mundo.

Schadeberg nació en Berlin, Alemania, en 1931 y viajó a Sudáfrica en 1950. La retina de Schadeberg ha retratado los conflictos raciales de medio mundo. Fue el fotógrafo que retrató a Nelson Mandela en su celda. Una de las fotografías más icónicas del siglo XX . “Era una persona divertida y solíamos bromear. -contó en una entrevista en El País- .Recuerdo que en 2006 nos vimos y me dijo: ‘¿Pero qué haces que no te retiras?’. Y yo le dije exactamente lo mismo”. El retrato más icónico se lo hizo en 1994, cuando Mandela regresó a la celda de Robben Island en la que había estado encerrado 17 años. “Entró y se quedo pensativo mirando por la ventana. Entonces aproveché y disparé. Después se giró y le di las gracias”.

Jürgen Schadeberg, fotógrafo nacido en Berlín en 1931, pero que desarrolló gran parte de su carrera profesional en Sudáfrica, donde fue "adoptado" por la comunidad negra, ya que fue el único blanco en el equipo de la mítica revista Drum, dedicada a la música y al mundo del espectáculo. Schadeberg contactó con Nelson Mandela, antes de que fuera a prisión, y fruto de esa relación se estableció una gran amistad entre ambos, de hecho fue el elegido para retratar al histórico dirigente visitando la celda donde estuvo preso 27 años, una mítica fotografía que se ha convertido en uno de los iconos del siglo XX. Jürgen, pese a haber vivido una infancia marcada por el auge del nazismo y los efectos devastadores de la II Guerra Mundial, y su posterior viaje a Sudáfrica con 19 años de edad, donde fue testigo de los momentos más duros del apartheid, siempre tuvo un espíritu luchador y positivo.

En septiembre de 1977 Steve Biko fue arrestado. Las torturas a las que fue sometido fueron tan brutales que falleció tres días después de su arresto. Un juez dictaminó que no había culpables, si bien la Sociedad Médica de Sudáfrica afirmó que murió a causa de los vejámenes recibidos y la falta de atención médica. Después de estos incidentes Sudáfrica cambió radicalmente. Una nueva generación de jóvenes negros estaban dispuestos a luchar con el lema "liberación antes que educación".

En 1984 el presidente Pieter Willem Botha inició políticas destinadas a evitar que creciera el descontento entre la población negra, permitiendo que los "no blancos" como indostanos, mulatos, y asiáticos, instalen sus domicilios en algunas "áreas de blancos", aboliendo la prohibición de matrimonios interraciales, y tolerando las agrupaciones políticas multirraciales, pero negándose a otorgar mayores libertades a los negros. La política del apartheid creaba cada vez más controversias y oposición de la comunidad internacional, mientras que dentro de Sudáfrica diversos líderes blancos asumían seriamente que, ante una inminente crisis social y económica, y con la reprobación de casi todo el planeta, el apartheid no podría existir muchos años más.

Tras una serie de choques con Botha a lo largo de 1989, De Klerk logró asumir el cargo de presidente de Sudáfrica el 20 de septiembre de 1989. Comprendiendo que el escenario de la política mundial presionaba a realizar grandes cambios políticos en Sudáfrica, De Klerk abandonó rápido sus posiciones conservadoras e inició negociaciones con otros políticos blancos para poner fin al apartheid, trabajando primero para suprimir la legislación racista que había estado en vigor durante los últimos 40 años. En su discurso de apertura del parlamento el 2 de febrero de 1990, Frederik de Klerk anunció que empezaría un proceso de "eliminación de leyes discriminatorias", y que levantaría la prohibición contra los partidos políticos proscritos incluyendo el principal y más relevante partido de oposición negro, el Congreso Nacional Africano (más conocido como ANC, del inglés ‘‘African National Congress’’), que había sido declarado ilegal 30 años antes, anunciando también el fin del estado de emergencia declarado por el expresidente Botha, una moratoria de la pena de muerte y la liberación del encarcelado líder negro Nelson Mandela (el cual fue efectivamente liberado de la cárcel nueve días después, el 11 de febrero, junto con otros 120 integrantes del ANC). Así, entre 1990 y 1991 fue desmantelado de modo organizado el sistema legal sobre el que se basaba el apartheid, derogando paulatinamente las leyes que habían dispuesto la segregación racial desde 1948 y que habían privado de derechos políticos a la población negra.

De Klerk con Nelson Mandela en 1992 reuniéndose en el Foro Económico Mundial de Davos.

En marzo de 1992, en la última ocasión en que sólo los blancos votaron, un referéndum le concedió facultades al gobierno de F.W. De Klerk para avanzar en negociaciones para una nueva constitución con el ANC y otros grupos políticos de la población negra. Las mismas se prolongaron durante largos meses al surgir graves tensiones entre los sectores conservadores y liberales de la etnia afrikáner mientras aparecían también serias y violentas rivalidades entre el ANC y el partido Inkatha, de mayoría étnica zulú. Finalmente las partes llegaron a un acuerdo sobre un borrador de constitución y fijaron una fecha tentativa para las nuevas elecciones para el presidente y el parlamento: éstas se producirían entre el 27 y el 29 de abril de 1994, fecha en las cuales la población negra ejerció su derecho al sufragio por primera vez en la historia del país, gozando de plena igualdad de condiciones y donde resultó amplio vencedor el ANC, suprimiendo los últimos vestigios del apartheid para todos los efectos. En dichas elecciones el líder del ANC, Nelson Mandela, resultó elegido presidente del país.

1 de julio de 1963. La policía detiene en Rivonia, una zona residencial de Johannesburgo, a 19 miembros del Congreso Nacional Africano. Les acusan de 221 actos de sabotaje. Unos meses más tarde les juzgarían, un juicio que haría historia en Sudáfrica y que encumbraría a Nelson Mandela como líder del movimiento antiapartheid, como cabeza visible. Algunos consiguieron escapar de la cárcel, el resto pasaría más de 20 años entre rejas. Dejaban atrás mujeres, hijos, se agarraban con fuerza a sus ideales. Fueron judíos, indios, negros, mestizos. De todos ellos, hoy solo recordamos a Nelson Mandela.

Ahora, Nicolás Champeaux y Gilles Porte los recuperan a todos. Al judío Denis Goldberg, al indio sudafricano Ahmed Kathrada o al mestizo Walter Sisulu. Lo hacen a través de las grabaciones del juicio, más de 256 horas de audio, que permanecían guardadas y que nunca habían visto la luz. No hay imágenes, pero tampoco hacen falta. Los 9 meses que duró el proceso se muestran a la perfección en este documental, El Estado contra Mandela y los otros, estrenado el pasado año, y que intenta poner luz sobre esos desconocidos que fueron fundamentales para conseguir la situación actual del país.

En total, siete detenidos por su pertenencia a Umkhonto we Sizwe, la rama militar de la ANC, se enfrentaron a Percy Yutar, jefe de la acusación, un judío en el que el Estado vio la mejor manera de demostrar que no había un problema de racismo. Yutar les acusaba de reclutar personas para empezar una guerra de guerrillas, de enseñarles a montar artefactos explosivos para una lucha violenta, de promover huelgas no pacíficas. Les quería condenar a muerte.

Pero la presión internacional le apaciguó la ira. Tanto el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, como decenas de países, entre ellos EEUU, criticaron el juicio alegando que la situación en Sudáfrica era inviable. Condenaron el régimen segregacionista que desde la II Guerra Mundial había sido impuesto por la minoría afrikaner y alegaron que aquellos líderes solo intentaban combatir una situación injusta.

Les condenaron a pasar el resto de su vida en la cárcel y ellos decidieron hacer su último alegato para mantener al pueblo despierto. El discurso final de Mandela en el juicio, por el que sería recordado, fue escrito en común pero puesto en su boca porque era el que mejor hablaba. «He dedicado toda mi vida a la lucha del pueblo africano. He combatido la dominación blanca y combatido la dominación negra. He acariciado el ideal de una sociedad democrática y libre, en la que todas las personas convivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir y que aspiro alcanzar. Pero, si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir», aseguró, mostrando la idea de sus compañeros.

Por eso ahora, en el documental, recorren la vida de todos los acusados y destacan a uno, Walter Sisulu. Este fue el consejero de Mandela, el hombre sin el cual Madiba no tomaba ninguna decisión. La cabeza pensante. Hijo de una empleada doméstica negra y un ferroviario blanco, había crecido en la más absoluta de las miserias junto a su familia materna. Estudió hasta los 14 años pero a partir de entonces pasaría de un empleo a otro, de lechero a panadero, mientras su anexión a la CNA iba creciendo.

Fue él, el que descubrió a Mandela en 1941, el que vio un potencial infinito. «En el momento en que le vi, no tuve duda de que era el hombre que necesitaba para dirigir al pueblo», recordaría años más tarde. Desde entonces su relación se fue estrechando. Mandela tenía el carisma, Sisulu la cabeza. Como secretario general del ANC organizó la campaña de desobediencia civil del 1952, las huelgas, la rama armada.

Juntos fueron a juicio y juntos acabaron en Robben Island, compartiendo prisión. Sisulu y muchos de los otros fueron puestos en libertad en 1989. Sería él al que primero abrazaría Mandela al salir en 1990. El que ya se había retirado de la política cuando en 1998 consiguieron acabar con el Apartheid. Murió en 2003 y cuando le preguntaron a Madiba porqué creía que no había sido reconocido por su labor, dijo: «porque tenía el don de la humildad».

En este documental hablan con su hijo, activista como Sisulu y que tuvo que huir tras el juicio. Él asegura que tanto su padre como el resto mantuvieron un papel secundario para el gran público pero determinante dentro del movimiento. Lo mismo que la novia blanca de Kathrada, que estuvo sin verle 26 años, o el hijo del fiscal Yutar, que narra la importancia de aquel juicio para su padre, para aquel juicio que había conseguido huir del Holocausto en Europa y que se agarró a la causa racista con fuerza en Sudáfrica.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Pásate por JyV >> Fotografia >> Agosto 2020.

Pásate por Destacado >> Junio 2019.

Pásate por Destacado >> Agosto 2019.

Pásate por Destacado >> Septiembre 2019.

Pásate por Destacado >> Diciembre 2019.

Pásate por Destacado >> Mayo 2020.

Pásate por Destacado >> Junio 2020.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------

NUBE DE

ETIQUETAS

LIBRERÍA

RELACIONADA

FILMOGRAFÍA

RELACIONADA

NOVEDADES EDITORIALES