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Mary Shelley.
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1-Febrero-2022

La vida de Mary Godwin (llamada más adelante Mary Shelley) estuvo marcada por la pérdida desde su nacimiento, el 30 de agosto de 1797: nunca conoció a su madre, Mary Wollstonecraft, que murió a las pocas semanas de dar a luz; y cuando tenía cuatro años, su padre se casó de nuevo con Mary Jane Clairmont, una mujer a la que la pequeña detestaba y a quien siempre culpó de haberle apartado de su padre.

Por su parte, William Godwin era un escritor y filósofo de ideas muy liberales para su tiempo: describía el matrimonio como “un monopolio represor”, promocionaba las ideas feministas de su primera esposa Mary Wollstonecraft y aceptó sin problemas a la hija que esta ya tenía de una relación extramarital, algo que a los ojos de la sociedad inglesa bienestante resultaba escandaloso. A pesar de esta reputación y de estar constantemente endeudado, William Godwin aún pudo procurarle una buena educación a su hija, que contó no solo con la rica biblioteca de sus padres sino también con un tutor y una institutriz.

Entre el grupo de intelectuales de los que Godwin se rodeaba estaba Percy Bysshe Shelley, un joven que consideraba al escritor como un padre intelectual y que llegó a ocuparse de sus deudas durante un tiempo. Era 1814 y Mary Godwin tenía 16 años, cinco menos que aquel muchacho que se convirtió en su primer y gran amor. La relación desde el principio tuvo tintes escandalosos: para escapar a las miradas se daban cita en un cementerio, donde probablemente Mary quedó embarazada de él. Shelley estaba en una posición delicada, puesto que estaba casado -y además, su esposa también estaba embarazada- y ya no podía seguir pagando las deudas de William Godwin. La solución que encontraron los dos amantes fue fugarse y llevarse con ellos a Claire Clairmont, la hermanastra adolescente de Mary: ambas se llevaban bien a pesar de la mala relación que había con su madre y, a la vista de los acontecimientos futuros, probablemente Shelley también estaba interesado en ella. Viajaron hasta la ciudad suiza de Lucerna, pero la aventura fue breve ya que carecían del dinero para subsistir: en menos de tres meses estaban de vuelta en Inglaterra, donde les esperaba un fuerte rechazo, incluso por parte de William Godwin.

Los tres vivieron durante más de un año en una relación de amor libre, subsistiendo gracias a las rendas familiares de Shelley. En ese tiempo, Mary sufrió un duro golpe que se repetiría varias veces a lo largo de su vida: la muerte de su hija, nacida de forma prematura, que la sumergió en una profunda depresión. La muerte la había acompañado desde su nacimiento y, en su huida hasta Suiza, había tenido ocasión de verla en primera persona en una Europa devastada por las Guerras Napoleónicas. En su mente empezaron a nacer los monstruos a los que pronto daría forma.

Percy Bysshe Shelley fue uno de los poetas más destacados del Romanticismo inglés, pero el éxito no le fue reconocido hasta después de su propia muerte. Formaba parte de un grupo de artistas e intelectuales que incluía entre otros a Lord Byron, John Keats, Leigh Hunt y Thomas Love Peacock. Mary y Percy B. Shelley: amor, monstruos y tragedia.

En mayo de 1816 Percy Shelley decidió llevar a Mary al pueblo suizo de Cologny, en las orillas del Lago Leman, convencido de que su soleado clima ayudaría a levantarle el ánimo, que también había mejorado desde el nacimiento del segundo hijo de la pareja, William, en enero de ese mismo año. Fueron invitados a la elegante Villa Diodati por el poeta Lord Byron, que había empezado una aventura con Claire, la hermanastra de Mary. Contrariamente a lo esperado el clima de ese año fue terrible, tanto que 1816 se conocería como “el año sin verano”: la lluvia les impedía salir de la mansión, a menudo durante días enteros. Así, lo que debían ser unas divertidas vacaciones se convirtieron en una serie de veladas junto al fuego en las que el grupo se entretenía leyendo historias de fantasmas. Y fue en una de esas veladas donde nació el germen del monstruo que perseguiría a Mary el resto de su vida: Byron propuso al grupo que cada uno escribiera una historia de terror; sin embargo, a ella no se le ocurría ninguna idea y empezó a sufrir una creciente ansiedad.

Una noche, la conversación derivó hacia la naturaleza de la vida y si esta podía ser generada de forma artificial. Cuando Mary se fue a dormir, de repente tuvo una visión que definió como “un siniestro terror”: “Vi al pálido estudiante de las artes prohibidas arrodillado junto a la cosa que había creado. Vi el espantoso fantasma de un hombre tendido, y luego, por obra de algún potente mecanismo, mostró signos de vida y se agitó con un movimiento inquieto y antinatural. Espantoso como era; porque sumamente espantoso sería cualquier esfuerzo humano para burlarse del mecanismo estupendo del Creador del mundo”. Inmediatamente empezó a trabajar en lo que suponía que sería solo un pasatiempo pero acabaría convirtiéndose en la obra por la que sería recordada. La historia crecía alimentada por los propios fantasmas de Mary; el sentimiento de pérdida por la muerte de su madre y su primera hija y la separación de su padre dieron luz a una novela sobre la muerte y la vida, la responsabilidad de la paternidad y las consecuencias de desafiar al orden establecido: Frankenstein o el moderno Prometeo, la historia de un hombre atormentado que desafía a la propia naturaleza, crea un ser destinado a no tener lugar en el mundo, lo rechaza junto con su responsabilidad por haberlo creado y, finalmente, causa la muerte de sus seres más queridos y lo condena a la soledad.

La novela se publicó por primera vez en 1818 y el hecho de que se hiciera anónimamente da una idea de lo escandalosa que resultaba incluso para su propia autora, que diría años después: “¿Cómo pude yo, entonces una muchacha joven, idear y explayarme en una idea tan horrible?” A pesar de ese sentimiento de horror, la segunda edición ya llevaba su nombre y en ediciones posteriores publicadas a partir de 1831, Mary sometió su creación a una revisión profunda y la purgó de algunos de sus pasajes más perturbadores.

A pesar de sus ideas liberales sobre el matrimonio, a su regreso de Suiza la pareja se casó para contentar a sus familias; así, Mary Godwin se convirtió en Mary Shelley, el nombre por el que sería recordada. El matrimonio supuso un punto de inflexión agridulce: por una parte permitió la reconciliación con su padre, pero por otro lado fue precedido por el suicidio de la anterior esposa de Percy. Y es que la muerte no daba tregua a Mary: en 1816 se suicidó su hermana Fanny Imlay, hija de su madre antes de que se casara con Godwin. En 1818, mientras los Shelley se encontraban de viaje por Italia, su hijo William enfermó y murió; en 1819 lo haría también Clara, su tercera hija; y finalmente, en 1822 sufrió un aborto en el que casi perdió la vida ella misma a causa de la hemorragia. El golpe final llegaría ese mismo año, cuando Percy Shelley desapareció durante una excursión en velero; tres días después, su cuerpo apareció en una playa de la Toscana.

Esa serie de desgracias la sumieron en una profunda depresión de la que ya nunca se recuperaría del todo. Abandonó Italia, el país que le había arrebatado a su marido y a dos de sus hijos, y regresó a Inglaterra en compañía de su cuarto hijo, Percy Florence Shelley, el único que llegaría a la vejez. Desde entonces se ganaría la vida con la escritura, pero su situación era precaria ya que no solo tenía que ocuparse de ella y de su hijo, sino que también ayudaba a su padre a hacer frente a sus deudas.

La muerte de William Godwin en 1844 aligeró su carga económica y les proporcionó una modesta herencia. Sin embargo, desde hacía unos años Mary sufría síntomas cada vez más frecuentes de lo que su médico sospechaba que era un tumor cerebral. Cuando su hijo Percy Florence se casó, ella se retiró a vivir con él y su esposa hasta el 1 de febrero de 1851, fecha en la que finalmente también a ella la alcanzó la muerte que la había perseguido siempre. Durante los años que vivió en Inglaterra, Mary Shelley había escrito todo tipo de obras: novela histórica, diarios de viaje, bibliografías, historias cortas de géneros variados y ensayos. Al mismo tiempo se dedicó a traducir y editar obras de otros autores -como Lord Byron- y a promocionar las que había escrito su marido, con más éxito del que él mismo había tenido en vida e, irónicamente, disminuyendo el suyo propio como resultado. Aunque en vida fue una escritora conocida, tras su muerte solo uno de sus libros permanecería en la memoria colectiva: Frankenstein, la historia en la que había volcado sus propios monstruos en ese verano lluvioso de 1816.

El Doctor Frankenstein, 1931.

Mary Shelley nació en una noche fría y tormentosa en uno de los dos adosados de sus padres ubicados en la zona conocida como El Polígono. Su madre era la afamada novelista y poetisa precursora del feminismo Mary Wollstonecraft. Su padre, William Godwin, fue un gran político y escritor de la época, transgresor en sus creencias sobre el anarquismo, y cuya fijación principal era promover el cambio social, además de ser controvertido en sus ideas sobre el matrimonio, que describe como “un monopolio represor”, en una época —no lo olvidemos— donde se valoraba el puritanismo. Los vicios, de cualquier tipo, se aceptaban en silencio. Esta mentalidad abierta le hizo tolerar, a pesar de las críticas de la cerrada sociedad británica de la época, a la hija de tres años, Fanny Imlay, que tuvo Mary Wollstonecraft, el gran amor de su vida, de una relación extramarital anterior.

Se marchó un 1 de Febrero de 1851.

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Jane Austen, coetánea de Mary, escritora de novela romántica e hija de un pastor protestante y adinerado que creció en una sociedad rural de clase alta.En un mismo momento histórico aparecieran dos autoras, heterogéneas y relevantes. Porque se criaron en ambientes muy distintos. Nada tiene que ver la rigidez de la educación de Austen con la forma liberada de la familia de Mary Shelley. Jane Austen escribió sobre una vida soñada y desmenuzaba de forma crítica y sutil a la alta sociedad de su entorno. Nuestra protagonista, por el contrario, purgó sus demonios mediante la literatura, convirtiéndose en la primera escritora de ciencia ficción. Por cierto, el término “ciencia ficción” nació en 1926 de la mano del escritor Hugo Gernsback, quien lo utilizó en la portada de la que sería una de las más famosas revistas del género: Amazing Stories. En cualquier caso, ambas eran letraheridas.

La resiliencia de sus personajes hacen que sus novelas sean una lectura perfecta para la pandemia.

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