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Hay un viejo chiste machista que cuenta que alguien va a una biblioteca
(o librería, dependiendo de quién lo cuente) preguntando por un
libro sobre los derechos de la mujer. El dependiente le responde
que vaya a la sección de ciencia ficción. Un mal chiste que, en
el fondo, no deja de tener cierta razón actualmente ya que la ciencia
ficción es un género usado muy a menudo para explorar los derechos
(y la lucha por ellos) de todo grupo apartado de la sociedad. Un
ejemplo claro lo tenemos en 'El cuento de la criada', novela distópica
de Margaret Atwood cuya adaptación televisiva lleva tres temporadas
emitidas, con una cuarta en camino (de estreno probable en otoño).
Una historia de la atroz Gilead contada a través de una "criada"
que ha visto recientemente una secuela: 'Los testamentos', publicada
el pasado mes de septiembre.
Para los que no conozcáis la historia, 'El cuento de la criada'
es la transcripción del testimonio oral de Defred (Offred en el
original). Un brutal atentado desencadena una serie de acontecimientos
que derrocan al gobierno de EEUU por parte de un grupo fundamentalista
pseudocristiano. Los derechos de las mujeres son abolidos y, ante
la crisis de fertilidad, las criadas son mujeres fértiles destinadas
a proporcionar descendencia a los matrimonios de los Comandantes.
Gilead puede pasar por ser una de las distopías más factibles a
día de hoy. Es por eso, y por el realismo e intimidad del relato
de su protagonista, por lo que 'El cuento de la criada' funciona
tan bien. Es un futuro cercano, con un tema tan increíblemente discutido,
debatido y desdeñado como los derechos de la mujer en el centro.
Además, tanto serie como novela siguen el mismo axioma: no se permite
que aparezca nada que no tenga un precedente en la Historia de la
humanidad. Esto le da un toque de Historia cíclica que resuena a
lo largo de sus capítulos (de ambas ficciones). Y eso incluye el
auge y la caída de las tiranías. Así lo expresa Margaret Atwood
en los agradecimientos de 'Los testamentos':
"Una cuestión acerca de 'El cuento de la criada' que surgía reiteradamente
era: ¿Cómo cayó Gilead? 'Los testamentos' se escribió en respuesta
a esa pregunta. Los totalitarismos pueden desmoronarse desde dentro,
cuando fracasan en el cumplimiento de las promesas que lo llevaron
al poder; o pueden atacarse desde fuera; o ambas cosas. No hay fórmulas
certeras, dado que muy poco en la historia es inevitable."
'Los testamentos' regresa a Gilead unos quince años después del
final de 'El cuento de la criada'. En el primer libro, Gilead es
aún joven, con unos pocos años de recorrido pero suficientes como
para que el pasado suene ya lejano. En el segundo ya se ven signos
de desgaste, de dudas sobre el devenir de la nación. En esta ocasión,
Atwood también usa testimonios. No de una, sino de tres mujeres.
Y ninguna es June, que pasa a estar entre bastidores mientras leemos
la historia interconectada de Tía Lydia y dos jóvenes chicas, una
gileadiana y otra canadiense a las que en breve (re)conoceremos
como Agnes y Daisy, quienes sin saberlo, serán instrumentos en un
plan para hacer caer a Gilead.
Uno de los problemas que, a mi juicio, tiene 'El cuento de la criada'
como serie es que, según van avanzando las temporadas más insuficiente
se nota la contrucción del mundo. No es que Margaret Atwood no sepa
del difícil arte del worldbuilding, es que la historia original
no necesitaba una elaborada biblia sobre Gilead. Sin embargo, a
pesar de que la serie intentó alejar el zoom de June/Offred hacia
otras criadas (como Emily, interpretada por Alison Bechdel Alexis
Bledel), la sensación de pequeñez e intimidad causaba que en ningún
momento supiéramos qué es Gilead y los mecanismos que la mueven.
En vez de una porción considerable de EEUU, esta nación bien podría
ser una ciudad mediana... o un suburbio cualquiera. Esto es suficiente
para la (pequeña) historia de June y las criadas amigas al principio,
pero luego ya no. Sobre todo porque cuando Bruce Miller (su guionista
principal) juega continuamente, sobre todo en la tercera temporada,
con la idea de revolución, de ferrocarril subterráneo y el fin de
la distopía, esta visión de túnel original y lo que conlleva pasa
factura.
Y aquí es donde viene el mayor interés de 'Los testamentos', por
lo menos en lo que a la serie se refiere. Sin dejar la tradición
de no despegarse del punto de vista de sus protagonistas y, por
tanto, tener una narración parcial de las cosas, Margaret Atwood
expande y dota de más caras a su propio universo para hacernos saber
más de los mecanismos que rigen Gilead, los orígenes de sus protagonistas,
y los mecanismos de Mayday. Elementos de los que ya habíamos visto
retales. Al igual que Bruce Miller continúa el libro con la serie,
Margaret Atwood asume parte de lo ya mostrado las segunda y tercera
temporadas del drama (por ejemplo, el caso de Pequeña Nicole) para
presentarnos qué ha pasado un decenio y medio más tarde. Una ampliación
que da un soplo de aire fresco y nos hace reconsiderar aspectos
de la saga.
El pasado 12 de julio de 2018 concluía en HBO España la segunda
temporada de 'The Handmaid's Tale' ('El cuento de la criada' en
castellano), la aclamada adaptación de la novela homónima de Margaret
Atwood.
Claro, la pregunta es, ¿aprovechará Bruce Miller el material que
le lega Margaret Atwood? La respuesta es que sí. Lo que no está
claro es cómo. En los días inmediatamente previos a la publicación
de la novela MGM, la productora de 'El cuento de la criada', anunció
que estaban estudiando cómo llevar 'Los testamentos' a la pantalla.
El si será una serie aparte o se adaptará en futuros episodios de
la ficción ya establecida sigue siendo una incógnita. Es más, Miller
prefiere mantener el misterio con sus declaraciones realizadas en
la presente gira del TCA:
"Si hiciéramos otra serie, como 'Los Testamentos', que tuviera
lugar en Gilead, el tono, las sensaciones y su aspecto seguiría
siendo el mismo. Todavía quiero contar la historia sobre la misma
Gilead."
Teniendo en cuenta que la acción se desarrolla bastantes años después,
no creo que 'Los testamentos' pueda llevarse tal cual está en una
futura temporada de la veterana serie. Excepto que empecemos a encontrarnos
con saltos temporales importantes. Veamos, a continuación, qué pasa
en la nueva novela y qué podrían aprovechar los guionistas de la
serie. Por supuesto, a partir de aquí nos movemos por terrenos de
spoilers. Intentaré dejarlos al mínimo, pero hay cosas fundamentales
para la historia que no podemos eludir.
Como he dicho algo más arriba, nos encontramos con tres testimonios
y el primero de los cuales es el de la mismísima Tía Lydia, personaje
que en la serie interpreta Ann Dowd. Desde su biblioteca privada
en Casa Ardua, este importante personaje empìeza a relatar su historia
y su origen. Aquí nos encontramos cambios respecto a la serie: en
vez de ser una profesora de primaria, es una jueza de familia a
la que es dada la oportunidad de "redimir sus pecados" construyendo
y supervisando para el Comandante Judd el orden femenino de Gilead,
convirtiéndose en una de las cuatro Tías fundadoras.
A lo largo del libro vemos cómo no es tan fervorosa y temerosa
de Dios como se nos ha hecho creer, sino que nos encontramos con
una sibilina y manipuladora mujer dispuesta a tener el control sobre
todo. Se ha beneficiado de un sistema y ha trepado a lo alto por
instinto de supervivencia... y tiene un plan que dinamitará Gilead.
No es un personaje distino al que conocemos, simplemente vemos un
lado que no sabíamos de ella. Esta exploración de la Tía Lydia,
así como el ciclo de formación de las mujeres de Gilead desde la
Escuela hasta su preparación bien al matrimonio o bien al servicio
de las demás como futuras tías, están pidiendo a gritos incorporarse
a la ficción televisiva.
Entre esas ideas están las Perlas, una suerte de paso previo a
convertirse en Tía que consiste en una misión captadora. Las chicas
jóvenes salen al extranjero de dos en dos, pregonando las glorias
de Gilead, repartiendo panfletos, "rescatando" chicas perdidas y,
de paso, servir de espías al país. Aquí es donde entra el testimonio
de Agnes/Hannah, que comienza como una crónica de cómo es ser niña,
y desarrollarse en mujer, en Gilead. La hija mayor de June (que,
en la parte central de la historia está cerca de los veinte años)
relata sus recuerdos de pequeña, su familia, sus amigas de la Escuela
Vidala y ese momento en el que se empieza a preparar para ser la
buena esposa de un comandante hasta el momento en el que decide
entrar en Casa Ardua.
También en la trama de las Perlas nos encontramos con el último
testimonio, el de la joven canadiense Daisy. El día que cumple dieciséis
años su mundo se pone patas arriba. Un atentado acaba con sus seres
queridos y descubre que toda su vida ha girado en torno a una mentira.
Ambas historias suman bastante a la de Tía Lydia, ofreciendo un
panorama que, si bien sigue siendo limitado porque no son narradoras
omniscientes, es bastante rico en matices y en puntos de vista (por
ejemplo, es curioso ver la distopía con ojos adolescentes a un lado
y otro de la frontera). Claro, las características de estas últimas
tramas hacen que sea muy difícil que las podamos ver en un futuro
próximo dentro de lo que es la serie de televisión. Pero no estaría
mal que, ya que el marketing de cada temporada promete la gran revolución,
la resistencia y el fin de Gilead, Bruce Miller vaya en esta dirección.
Y si tiene que saltar varios años en el tiempo, que así sea.
Con la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados
Unidos, la vida se acercaba la distopía que Margaret Atwood planteó
en su novela de 1985, El cuento de la criada: la instauración de
un régimen fascista teocrático donde, con el pretexto de combatir
el terrorismo, se suprime la libertad de prensa y cualquier derecho
de la mujer, convirtiéndola en poco más que una máquina reproductora
que cuando no puede tener hijos se le convierte en esclava. Por
suerte, de las palabras del palurdo del peluquín, nos quedamos
con el humo en un alto porcentaje.
Atwood volvió a estar en el centro de la escena literaria,
artística y cultural con una historia que escribió en 1985. Sin
embargo, no es, de ningún modo, una novedad: para Claudia Lucotti,
Coordinadora de la Cátedra Extraordinaria “Margaret Atwood-Gabrielle
Roy” de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, “Su obra siempre
se ha mantenido vigente, ya que, además de dialogar de manera sutil
e inteligente con los temas culturales y literarios más relevantes
del momento (como puede ser la intertextualidad, la relación entre
política y cultura, la bioética, etc.), se ha ido interesando por
producir textos de géneros diversos: minificción, adaptaciones,
novelas distópicas, cómics, e incluso una ópera”.
En efecto, El cuento de la criada no es la única ficción especulativa
en la que Atwood creó una distopía que sacude conciencias y suscita
emociones contradictorias. En Por último, el corazón, publicada
en inglés en 2015 y editada en español por Salamandra, la escritora
canadiense (Ottawa, 1939) también se aventura por estos terrenos.
En la obra el disparador es una crisis económica brutal que ha dejado
al matrimonio de Charmaine y Stan en el desempleo, con la consecuente
pérdida de su casa y la única opción de vivir en el auto. La pauperización
de toda la comunidad trae consigo la descomposición social. El matrimonio
sobrevive gracias a las donas rancias del día anterior que les regalan
en una cafetería —de las pocas que han sobrevivido a la debacle—
y con lo poco que Charmaine gana como mesera en un bar de mala muerte.
Un día todo cambia cuando en un anuncio de televisión les prometen
la solución a todos sus males. Un hombre, que parece que le habla
directamente a ella, dice: “¿Cansado de vivir en el coche? ¡Pues
claro! Ésta no es la vida que esperabas. Tenías otros sueños. Te
mereces algo mejor”.
Pásate por Ser humano > Segregación XV.
Atwood nos introduce al Proyecto Positrón donde “las cosas pueden
volver a ser como antes”. Consiste en una ciudad doble: Consiliencia,
donde todos tienen un hogar, alimento y empleo durante un mes, y
Positrón, la prisión a la que todos deben ingresar transcurrido
ese lapso por un mes más. Así, todos son ciudadanos durante un mes
y reos al siguiente; la sociedad está en equilibrio y en paz. Pero
nada será lo que les ofrecieron.
Con Por último, el corazón, ganadora del Premio Príncipe de Asturias,
la autora vuelve a los temas que han sido una constante en su obra.
“Atwood se interesa mucho por lo canadiense, por la realidad de
las mujeres y por las formas en que la lengua y la literatura (y
el arte en general) representan, reproducen, deconstruyen e interrogan
las visiones de todo lo que circula en nuestra cultura. Por lo tanto,
los estudios canadienses, las teorías poscolonial, posmodernista
y feminista y de género son muy útiles para apreciar su obra”, dice
Lucotti.
Una fábrica de muñecos sexuales con rostros de estrellas como Marilyn
Monroe y Elvis Presley, una Unidad de Administración de Medicamentos
donde desaparecen a los inadaptados, o una granja de pollos a los
que se les alimenta por computadora son sólo algunas de las escabrosas
visiones futuristas que Margaret Atwood incluye en esta obra, como
una advertencia de hacia dónde se dirige nuestra sociedad consumista
e individualista, presa de un modelo económico que ha demostrado
un completo desdén por el medio ambiente y aquellos a los que considera
“los más débiles”.
Cómo le gusta a la escritora Margaret Atwood (Ottawa, 1939)
imaginarse mundos distópicos y futuros aterradores. Prueba
de ello son dos de sus mayores éxitos, El cuento de la criada
y la trilogía de MaddAddam, cuya primera entrega Oryx y Crake
(Salamadra), ha llegado esta semana a las librerías españolas.
Tras leer la primera parte de este trío de libros, que se
completará con El año del diluvio y Maddaddam, es inevitable
tener la sensación de que la autora canadiense lleva años
poseyendo una bola de cristal, un tesoro al que acude en busca
de ideas (cada vez más locas) con las que crear sus obras.
En el año 2003 y en inglés, Atwood publicaba Oryx y Crake,
una visionaria novela en la que una pandemia acababa con el
99% de la población mundial. Un mundo en el que solo han sobrevivido
unos pocos humanos y que es habitado por seres genéticamente
modificados.
Aunque han pasado ya 18 años, algunas de las previsiones
más terroríficas de la autora se han hecho realidad. Atreverse
a jugar y manipular la naturaleza a veces tiene sus consecuencias
y el ansia de poder llega a destruir comunidades.
En su libro, Atwood habla de una sociedad que no lee, quizás
el mayor miedo que puede tener sobre el futuro un escritor,
y que además desconoce todo lo anterior, todo eso que para
nosotros hoy es la vida. Cero ordenadores, cero lámparas,
cero iPhones y cero gimnasios. Solo restos que se van encontrando
a orillas del mar o entre los escombros de lo que fue una
metrópoli. Oryx y Crake es la primera entrega de una nueva
trilogía distópica sobre el fin del mundo, a la que sigue
El año del diluvio, que saldrá a la venta el 8 de julio, y
MaddAddam, la novela inédita de Margaret Atwood que verá la
luz el 14 de octubre de este año de la mano de Salamandra.
Lejos de encontrar similitudes entre nuestros animales y
los seres extraños que ha inventado para la ocasión, como
los cerdones, creados con células humanas, o los mofaches,
diseñados para convertirse en tu nueva mascota favorita; Atwood
reflexiona a través de esta narrativa sobre algunos de los
problemas que nos acechan en nuestro día a día.
Paramount Television y Anonymous Content se
hicieron con los derechos de las tres novelas de la autora,
'El Cuento de la Criada' , 'Alias Grace' y 'Maddaddam'.
La prolífera explotación del medio ambiente y la destrucción
de la Madre Tierra ocasionada por el hombre, así como el peligro
de experimentar con la ciencia, la vida humana y los cuestionamientos
éticos que van de la mano con ello son explorados en este
libro. Aunque también hay una parte de ese "supuesto" presente
similar al nuestro que es extremadamente agria, casi escuece.
En esa normalidad que después se destruye, internet se convierte
en un nido de pornografía infantil, ejecuciones y asesinatos
en tiempo real, multitud de atrocidades o la invasión de la
vida privada vía streaming. Todo ello en una red accesible
para todos a nivel mundial y con intereses económicos de por
medio, que explora los límites y la posible expansión de la
famosa Deep Web.
El Hombre de las Nieves se llamaba Jimmy. Pero eso era en
una vida anterior, una más parecida a la que conocemos todos
nosotros. Porque ahora Jimmy es el único hombre del planeta
y se desenvuelve en un inquietante mundo postapocalíptico
desde una posición de "otredad". En esta historia Jimmy es
el extraterrestre y tiene que sobrevivir en un mundo modificado
por la mala praxis de los humanos, y sus ansias de crear,
experimentar y dejarse llevar por el juego de la avaricia.
Con una historia de amor que se va descubriendo según avanza
la historia, un análisis de los conflictos familiares y las
relaciones paterno y maternofiliales, y un sentimiento permanente
de soledad, Oryx y Crake imagina un futuro distópico no muy
lejos de la realidad en algunos aspectos.
«Maddaddam es una obra de ficción, pero todas las tecnologías
y bioseres que aparecen en sus páginas existen hoy en día,
están en proyecto o son teóricamente posibles». Da más miedo
aún pensar que la autora canadiense culminó esta trilogía
hace casi diez años; no podemos evitar pensar en qué situación
nos encontramos ahora.
Hombre de las Nieves llora la pérdida de Crake, su mejor
amigo, y de la bella y esquiva Oryx, de quien ambos estaban
enamorados, mientras lucha por sobrevivir en absoluta soledad
sobre la faz de la Tierra. A merced de los elementos, acechado
por los recuerdos y sin más compañía que la de los Hijos de
Crake, unos seres de ojos verdes que lo consideran una especie
de profeta. Hombre de las Nieves se pregunta cómo ha podido
cambiar todo en tan poco tiempo y emprende un doble viaje
hacia su pasado y hacia la burbuja de alta tecnología creada
por Crake, el lugar donde empezó todo.
La autora asegura que no es ciencia ficción. Unas declaraciones
que inspiran miedo y curiosidad a partes iguales. "Lo que
hago no es ciencia ficción: la ciencia ficción tiene que ver
con naves espaciales y marcianos. No quiero que la gente se
confunda; estas historias ocurren en nuestro planeta, sólo
que en otro tiempo, en el futuro", afirma la autora. "Pueden
considerarse distopías, aunque en el presente existan realidades
distópicas como la que se vive en Corea del Norte. Con Julio
Verne no había ningún problema: sus novelas se llamaban «novelas
de anticipación» porque la ciencia ficción aún no se había
inventado. Me siento más cerca de ese término", añade.
No paramos de escuchar que la pandemia que azota al mundo
es un "castigo" por haber maltratado al planeta. Otros optan
por culpar al gigante asiático y sus "experimentos". Pues
bien, en la novela, el virus ha sido creado en un laboratorio
por un científico llamado Crake, quien ha decidido extinguir
a su propia especie porque entiende que, de no hacerlo, el
planeta entero está abocado a su destrucción. De esta forma,
Atwood culpa directamente a la especie humana de la destrucción,
sin metáforas ni supuestas conspiraciones lideradas por sectas
ni Miguel Bosé. El egoísmo humano está provocando un imparable
calentamiento global que acaba con miles de formas de vida,
así como un auge del poder avaricioso en ámbitos como la política
o la economía. La escritora realiza una crítica sobre las
contradicciones del progreso científico y tecnológico, y cuestiona
si éste provoca la destrucción del mundo, como si de una premonición
de la Covid-19 se tratase.
Su protagonista, Hombre de las Nieves, se topa con tres mujeres
sobrevivientes a la pandemia. Esto, lejos de suponer un chute
de alegría, provoca en el personaje un problema ético. ¿Debería
matarlas, aunque pudieran ser las últimas mujeres del mundo,
para salvar a los crakers?
Otros de los aspectos más impactantes de esta trilogía es
la creación de animales, como los cerdones, diseñados para
alojar una amplia gama de tejidos humanos destinados a trasplantes
o las ovejas mohairs, a las que les crece cabello humano para
surtir a la industria de la belleza. "Nada es pura invención.
He tergiversado algunas cosas, pero no me he inventado nada:
las cabras que producen seda de araña existen ya, y también
el conejo verde que brilla porque tiene ADN de medusa. Algunas
de las cosas de las que hablo se estaban creando entonces
[a principios del siglo XXI] y otras son posibles en teoría",
relata Atwood. Aquí entra en juego también su hincapié en
el cambio climático: "La extinción de las especies y del cambio
climático eran discusiones que mi padre tenía con sus colegas
cuando yo era niña, y que al final han acabado en los titulares
de todos los periódicos, décadas más tarde. Y eso que aún
no se había abierto la caja de Pandora del ADN".
Atwood es una de las escritoras más prestigiosas del panorama
internacional. Sus obras han sido traducidas a más de cuarenta
idiomas, ha escrito poesía, ensayos, entre ellos el brillante
Penélope y las doce criadas, cuentos y dieciocho novelas,
entre las que cabe destacar Por último, el corazón (2016),
Alias Grace (2016), El cuento de la criada (2017), convertida
en una exitosa serie de televisión, y su secuela Los testamentos
(2019). Pese a su larga lista de obras, no deja de sorprender.
Ha sido dos veces ganadora del prestigioso Premio Booker y
merecedora del Premio Príncipe de Asturias de Las Letras en
2008, entre otros muchos galardones. Ella es una figura polémica
en el mundo de la literatura: dentro y fuera de los libros,
y sus comentarios sobre feminismo siempre causan alboroto
a su alrededor, como lo hacen los ejemplares de sus best sellers
al llegar a las librerías.
Después del fenómeno editorial de El cuento de la criada
y su secuela Los testamentos, Salamandra continúa la recuperación
de lo mejor de la obra de Margaret Atwood publicando, por
primera vez completa en español esta visionaria trilogía distópica
sobre el fin del mundo. Y, aunque nos dé un poco de miedo
descubrir qué nuevo futuro "posible" se le pasa por la cabeza,
estamos deseando devorar el próximo.
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