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25 - Marzo - 2021
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Venecia está de celebración: no cada día se cumplen 1600 años. La tradición veneciana sitúa el nacimiento de la ciudad el 25 de marzo del año 421 d.C., cuando tres cónsules de Padua fueron enviados a la laguna Véneta para buscar un emplazamiento seguro para un puerto comercial y, en el transcurso de su misión, colocaron la primera piedra de la iglesia de San Giacomo de Rialto. Esta fecha nace de los relatos del gran incendio de Rialto en 1514, en uno de los cuales figura que “solo quedó en pie la iglesia de san Giacomo de Rialto, que fue la primera iglesia edificada en Venecia el 421 a día 25 de marzo, como se lee en nuestras crónicas”. Pero en realidad, el nacimiento de la ciudad fue un proceso gradual y esta fecha responde más a la tradición que a una verdadera fundación.

En sus orígenes, la laguna Véneta había sido un refugio temporal para escapar de las hordas bárbaras que atacaron el Imperio Romano de Occidente en el último siglo de su existencia. Los habitantes de ciudades cercanas se refugiaban en las islas por dos motivos: porque allí no había nada de valor que saquear y porque los invasores, que viajaban a caballo, no podían adentrarse en la laguna. Sin embargo, una vez que el peligro se había alejado muchos regresaban a sus casas, o a lo que quedase de ellas.

Así fue hasta un episodio particularmente devastador: la llegada de los hunos de Atila a mediados del siglo V. El gran número de poblaciones que fueron víctimas de sus ataques -en especial Aquilea en el año 452- provocó una llegada masiva de refugiados a la laguna que, viendo como la situación en tierra firme no mejoraba, decidieron establecerse de forma permanente en aquellas islas. Ese se puede considerar el inicio de una ciudad propiamente dicha con todo lo que ello comportaba: hacer de las islas un lugar apto para vivir a largo plazo, drenar terrenos y asegurar los cimientos de los edificios.

En el año 466, los representantes de las comunidades que se habían formado en las diversas islas se reunieron en Grado, en la parte oriental de la laguna, para consituir un sistema de autogobierno conjunto mediante tribunos elegidos anualmente por cada una de las comunidades. Hasta ese momento no se podía hablar todavía de una ciudad en sentido completo sino de un cúmulo de varios centros habitados: la elección de un órgano político que las representara a todas era el último paso de la constitución de Venecia como ciudad.

Desde su constitución como ciudad, Venecia tuvo diversos centros políticos repartidos entre las islas de la laguna. A partir del año 812 la capital se situó en la isla de Rivoalto (Rialto), a la que era difícil acceder si no se conocían los canales.

Durante otros tres siglos, la historia veneciana estuvo ligada estrechamente a los acontecimientos del continente: al oeste las sucesivas oleadas de pueblos bárbaros y al este la potencia del Imperio Bizantino, que se apoderó de parte del territorio itálico incluyendo los territorios de la laguna Véneta. Situada en los límites del imperio, Venecia siguió gozando de una notable autonomía y prosperando gracias al comercio y a su industria naval. Sin embargo, las diferencias con la corte imperial se acentuaron progresivamente debido a las políticas económicas y religiosas de los emperadores bizantinos, así como a las prácticas no siempre honestas de los gobernadores designados por estos. En el año 742 los venecianos obtuvieron de Constantinopla el derecho de elegir a su propio gobernador o doge, aunque este aún debía lealtad al emperador.

La emancipación veneciana, igual que su nacimiento, fue un proceso gradual al que resulta difícil asignar una fecha concreta. A medida que crecía la ciudad y con ella su riqueza, Venecia se sintió cada vez más una aliada del Imperio Bizantino que una parte del mismo, empezó a acuñar su propia moneda y obtuvo mayores exenciones tributarias por sus actividades comerciales. Gradualmente, la ciudad fue desligándose de sus obligaciones hacia Constantinopla. Si hay que buscar un punto de ruptura este sería seguramente el año 803, cuando los mandatarios venecianos reconocieron a Carlomagno como Emperador de Occidente, contrariando al emperador bizantino Nicéforo I y afirmando así que, a partir de entonces, serían solamente ellos los que decidirían su destino.

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Hemos hablado de Venecia en otras ocasiones:

El Proyecto Moises, en los destacados de Octubre 2020.

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La ciudad está construida sobre un archipiélago de 118 pequeñas islas (si incluimos las islas de Murano, Burano y Torcello), casi todas ellas unidas entre sí por 455 puentes e incluye seis distritos o municipalità en tierra firme (terraferma veneziana) donde vive la mayoría de la población; unos 60 mil habitantes en el centro insular y 200 mil en tierra firme. Se llega al centro de Venecia por el Puente de la Libertad, el cual desde la vecina localidad de Mestre accede al Piazzale Roma. En el interior de la ciudad no hay tráfico rodado, siendo, a excepción de la navegación por los canales que separan a las islas, una ciudad totalmente peatonal. El transporte colectivo se realiza mediante embarcaciones transbordadoras conocidas como vaporettos. Están a cargo de la empresa municipal ACTV. Sus canales componen un gran entramado a modo de calles que parten del Gran Canal, gran vía por donde discurren multitud de embarcaciones, grandes y pequeñas, las más conocidas de las cuales son las llamadas góndolas.

Venecia goza de una fama legendaria por su amplio patrimonio artístico y largo historial como referencia de la pintura europea. La riqueza de los poderosos de la ciudad (la Iglesia, los políticos y ciertos comerciantes) permitió mantener un prolongado patrocinio sobre pintores, arquitectos y demás artistas: desde Gentile Bellini en el Siglo XV hasta Francesco Guardi a finales del Siglo XVIII, pasando por Giovanni Bellini, Tiziano, Giorgione, Sebastiano del Piombo, Tintoretto, Veronés, Jacopo Bassano, Giambattista Tiepolo, entre otros. Curiosamente, muchos de estos artistas habían nacido en otras localidades y acudieron a Venecia atraídos por su pujanza. El estilo de los sucesivos pintores de Venecia mantuvo algunas características comunes (colorido cálido y rico) que irradiaron su influencia por media Europa. La llamada «Escuela veneciana» influyó en maestros tan diversos como Rubens y Velázquez, y fue decisiva en la génesis de la pintura barroca en el Siglo XVII. La arquitectura de la ciudad experimentó un periodo especialmente brillante durante el Renacimiento, con arquitectos como Mauro Codussi, Pietro Lombardo, autor de bellísimas iglesias, y Jacopo Sansovino, que construyó la monumental Biblioteca Marciana. Andrea Palladio y Vincenzo Scamozzi también dejaron obras notables en la Venecia renacentista. Posteriormente destacará Baldassare Longhena. En Venecia nació Antonio Vivaldi, una de las cimas de la música barroca, el 4 de marzo de 1678 (muerto en Viena el 28 de julio de 1741).

Otro de los grandes de la música, Richard Wagner, falleció en la ciudad el 13 de febrero de 1883. Igualmente el gran compositor Ígor Stravinski, aunque murió en Nueva York, quiso que sus restos fueran llevados a Venecia y reposan hoy en el cementerio de San Michele. Todo ello es reflejo de la importancia de la ciudad no solo como lugar de origen de muchos genios, sino sobre todo como inagotable fuente de inspiración a lo largo de la historia de poetas, músicos, pintores y todo género de artistas. En Venecia se encuentra uno de los coliseos de ópera más famosos del mundo, el teatro de La Fenice, que literalmente significa "Ave Fénix" y hace honor a su nombre, habiendo surgido de sus cenizas tras repetidos incendios, el último a finales del Siglo XX. Fue lugar de estreno de algunas de las más famosas piezas del repertorio, entre ellas varias de Verdi. La ciudad también fue cuna de famosos escritores como Marco Polo (1254-1324) (aunque existe un debate sobre el lugar de nacimiento de Marco Polo y se propone que haya nacido en la isla de Korcula perteneciente a Croacia) y su célebre libro Il Milione. Destaca también Giacomo Casanova (1725-1798) con su autobiografía, Histoire de ma Vie (Historia de mi vida), que vincula su estilo de vida a la propia ciudad de Venecia.

El sueño de ser enterrado en el histórico cementerio de San Michele de Venecia, junto a grandes figuras del pasado como el poeta rusoestadounidense Joseph Brodsky, está ahora al alcance de aquellos dispuestos a pagar entre 250.000 y 350.000 euros. El ayuntamiento veneciano ha retirado las concesiones de diecisiete tumbas privadas que han estado abandonadas durante décadas en este cementerio público y tiene intención de subastarlas para que familias tanto italianas como extranjeras, enamoradas de Venecia, puedan reservar esos espacios para después de su muerte. El consistorio realizó una primera licitación en 2018 en la que ya recibió dos ofertas de dos familias venecianas que los funcionarios estudiaron, explicó el asesor del municipio veneciano encargado de la gestión del patrimonio histórico de la ciudad de los canales, Renato Boraso. Diecisiete concesiones, que tendrán una validez de 99 años.

"Como el estado de degradación era muy notable, hemos decidido retirar las anteriores concesiones de estas diecisiete tumbas de familias que no se utilizaban desde hacía decenios y como era suelo público se ha decidido hacer una subasta pública", señala. Las tumbas forman parte de "un hemiciclo situado en el centro del cementerio" y están decoradas con mosaicos, mármoles policromados y pinturas de una belleza tal que "merecerían ser visitadas por los turistas". Su valor histórico aumenta si se tiene en cuenta que se ubican en un espacio excepcional: el cementerio monumental de Venecia, edificado en el siglo XIX en la Isla de San Michele, a medio camino entre la ciudad de Venecia y la isla de Murano. En este camposanto están enterrados genios extraordinarios como el premio Nobel de Literatura en 1987, Joseph Brodsky; el matemático y físico austríaco Christian Doppler; el poeta y crítico estadounidense Ezra Pound; el compositor ruso Ígor Stravinski; el bailarín ruso Serguéi Diáguilev, fundador de los Ballets Rusos, y el pintor italiano Emilio Vedova.

En teatro, destacaron dramaturgos que incorporaron la tradición de teatro italiano de la Comedia del arte pero usando el dialecto veneciano en sus comedias, como Carlo Goldoni. Desde 1895 la ciudad alberga la Bienal de Venecia, nombre usado normalmente para referirse a la Exposición Internacional de Arte de Venecia, que incluye el Festival Internacional de Cine de Venecia, nacido el 1932. Ambos acontecimientos son los primeros y más antiguos de su clase que todavía se realizan. Otros eventos relacionados con la Bienal son la Exposición Internacional de Arquitectura de Venecia, el Festival de Teatro, el Festival de Danza contemporánea y el Festival de Música contemporánea. Por su antigüedad y prestigio, actualmente la Bienal es una de las citas más importantes de arte contemporáneo en el mundo. El inmenso acervo cultural de Venecia, resumen de su historia milenaria, fue reconocido por la Unesco con la distinción de Patrimonio de la Humanidad en el año 1987 para el casco histórico de la ciudad y la laguna.

Sin duda alguna, la fiesta más popular de Venecia es el Carnaval. Se dice que el carnaval empezó por una victoria de la República de Venecia contra el Patriarca de Aquileia, Ulrico di Treven, en 1162. Por la alegría de esta victoria, la gente se aglomeró en la Piazza San Marco. Si bien su origen puede estar en el Siglo XII, el carnaval fue oficializado cuando Christopher Tolive, secretario principal del Dux de Venecia, se lo planteó a las autoridades en 1296 con el fin de que hubiese contacto entre las clases altas y las bajas, entre otros motivos. El Dux le da su aprobación ese mismo año. Durante el Siglo XVII, el festival barroco ayudó a salvar la imagen prestigiosa de Venecia en el mundo. Fue en el Siglo XVIII cuando el carnaval veneciano alcanzó su máximo esplendor. A él acudían viajeros y aristócratas de toda Europa, en busca de diversión y placer. Con la decadencia de Venecia como poder mercante y militar, el carnaval palideció hasta casi desaparecer. Se recuperó algo a finales del Siglo XX, con la llegada masiva de turistas a la ciudad, aunque las grandes épocas de diversión desenfrenada quedaron atrás.

Durante siglos, el carnaval fue la vía de escape de los ciudadanos para evadirse del gran control del gobierno veneciano. Con la ocupación de Venecia por el ejército de Napoleón, el carnaval quedó prohibido por miedo a las conspiraciones, aprovechando el incógnito. No se recuperó hasta 1979. Durante los diez días que dura, la gente se disfraza y sale a la calle a pasear y a hacerse fotos, ya sea en desfiles organizados o improvisados. Mayoritariamente, los disfraces son elaborados trajes coloridos de época del Siglo XVII veneciano, imitando los modelos de pinturas antiguas y cubriendo el rostro con máscaras muy decoradas, que se han convertido en uno de los símbolos de la ciudad. Durante el carnaval también se organizan muchos eventos y fiestas.

En Venecia son muy útiles los transportes colectivos (vaporetto). En la parte antigua del centro los únicos medios de desplazamiento son las embarcaciones privadas, los taxis (lanchas de coste elevado) y los traghetti: barcas muy parecidas a una góndola pero sin decoración, que hacen de puente en diversos puntos del Gran Canal. La clásica embarcación veneciana es la góndola, actualmente usada fundamentalmente para turistas, bodas, funerales y otras ceremonias. La mayoría de los venecianos viajan en vaporetto, que cubren rutas regulares a lo largo del Gran Canal y entre las distintas islas lagunares. Además muchos de ellos poseen barcas o lanchas motoras a modo de automóvil.

El transporte rodado puede llegar a la ciudad a través del Puente de la Libertad, un largo muelle a través de la Laguna Veneta dotado de vía de ferrocarril y autovía que la unen con el continente. Los autobuses y turismos particulares tienen parada y aparcamiento en el Piazzale Roma, con la entrada de la ciudad.

La numeración de las calles es por barrios o sestiere, y en lugar de estar numeradas calle a calle, cada barrio tiene asignada una serie numérica. La abundancia y trazado sinuoso de calles, canales, callejones, callejuelas y patios hace difícil la orientación del visitante. Para evitarlo, las vías y puentes están rotulados con grandes letreros y en muchos sitios se encuentran carteles que indican la dirección hacia los lugares de referencia más importantes: San Marcos, Piazzale Roma (donde está la estación de autobuses, a la entrada de la ciudad), Rialto, Academia, etc.

Los nombres de las calles venecianas siguen conservando la nomenclatura del siglo xi, por lo que son diferentes a las del resto de ciudades italianas. Así, existen canales (que lógicamente no se consideran calles, y si son grandes se denominan canale; y si son estrechos rio), calles (que, a diferencia del resto de Italia, donde se denominan via, aquí se llaman calle), calles y muelles que discurren junto a los canales y ríos (que se llaman fondamenta), calles pequeñas flanqueadas por casas y tiendas (llamadas ruga o rughetta). Otras denominaciones particulares son: las primeras calles que se pavimentaron reciben el nombre de salizada o salizzada; callejones pequeños, denominados ramo, calles sin salida, llamadas corte, muelles de atraque importantes, llamados riva, calles que pasan por debajo de edificios, denominadas sotoportego y plazas (todas llamadas campo o campiello según su tamaño, excepto la de San Marcos, que sí recibe el calificativo de piazza, y la de la estación de autobuses, que al ser más pequeña se llama piazzale).

Entre los diversos platos típicos se encuentran el pescado del mar Adriático (lo más típico son las gambas, calamares, cangrejos de Murano o las sardinas), el carpaccio con queso parmesano, el hígado a la veneciana, el arroz a la "pescatora" y el "mandolato" (turrón crujiente con almendra). La bebida más típica en la ciudad es el spritz, un refresco con alcohol, muy tradicional de la zona del Véneto. Se puede tomar acompañado de bitter. También es muy típico el crodino, una bebida no alcohólica; el prosecco, un espumoso; el bellini, un cóctel con vino y zumo de melocotón blanco; el "bussulai", bebida a base de canela, o el sgroppino, un licor con sorbete de limón, vodka y prosecco.

La Biblioteca de San Marcos es un suntuoso edificio construido por Jacopo Sansovino frente al Palazzo Ducal, es una de las obras maestras de la arquitectura renacentista, notable por la armonía clásica de sus fachadas y la minuciosa decoración que las recubre. Alberga en su interior una importante colección de documentos, así como obras de los pintores venecianos más eminentes. El Gran Canal tiene 3800 m de longitud, de 30 a 70 m de anchura y 5 m máximo de profundidad. A sus orillas, se levantan cerca de 200 palazzos, construidos desde el Siglo XII al XVIII. Los venecianos le llaman el canalazzo. Los canales menores se llaman rii. Lo atraviesan cuatro puentes, siendo el Puente de Rialto el más antiguo.

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Explicar que Venecia es una ciudad diferente es como hablarle a Noé de la lluvia: innecesario. Fue erigida desafiando toda lógica, y durante siglos dominó el comercio en el mar Mediterráneo hasta alcanzar una prosperidad y riqueza de la que hoy quedan una gran cantidad de vestigios en forma de suntuosos palacios y opulentas iglesias. Porque sí, aunque parezca osado decirlo, no basta una vida para conocer todos los secretos de la que fue una de las principales potencias económicas del mundo. Los turistas se contentan normalmente con maravillas como la basílica de San Marcos o el puente Rialto, pero más allá de estos hay un sinfín de tesoros por descubrir.

Afortunadamente, estos diamantes en bruto, que se hallan fuera de los dominios de los principales barrios de la ciudad (los sestieri), son más accesibles de lo que pudiera parecer. En Venecia no hay taxis (al menos, no convencionales), ni autobuses ni metro, pero la ciudad ha logrado dominar las aguas durante siglos y el transporte jamás ha sido un problema. Las góndolas, para los turistas más convencionales o las parejas más enamoradas; los taxis acuáticos, para los más adinerados, y para aquellos que quieren rascar en la superficie veneciana, el mejor modo de moverse por las islas de esta laguna de 550 kilómetros cuadrados es el vaporetto, el “autobús” público y acuático de Venecia.

Burano, una isla a menos de 50 minutos de Venecia.

Murano es la segunda isla más grande de la laguna Véneta, solo por detrás de la propia Venecia. En ella viven 5.000 habitantes, pero no es su tamaño ni su densidad demográfica lo que la pone en el mapa, sino su famosísimo cristal de Murano. Curiosamente, si estas obras de arte a base de vidrio soplado llevan ese nombre y no el de Venecia es por su peligrosidad. En el siglo XIII, tras varios cientos de años perfeccionando la técnica artística, la República de Venecia decidió trasladar la fabricación del cristal a Murano para prevenir los incendios, bastante frecuentes en los talleres de entonces. Actualmente, el turismo y el comercio de este apreciado arte son el principal motor económico de la isla. No hay excursión o ruta que se precie sin adentrarse en uno de los talleres que hay en torno a la Fondamenta dei Vetrai (y que, por supuesto, siempre acaba en la tienda).

Los artesanos de Murano crean auténticas obras de arte en cristal.

Más allá de comprar auténticas piezas de arte (o logrados souvenirs), en Murano también se puede profundizar en la historia del cristal en su museo del Vidrio, donde pueden verse obras con más de 1.500 años de antigüedad. Dejando a un lado el cristal, en Murano se encuentra también uno de los templos más antiguos de la zona: la basílica de Santa María y San Donato, que bien vale una visita por sus coloridos mosaicos y elaborados capiteles.

Es difícil cansarse del síndrome de Stendhal perenne que provocan los palacios y calles de Venecia, pero si se quiere cambiar de aires, Burano resulta ideal. La elegancia única y aguda de los edificios venecianos alcanza su contrapunto en esta isla a la que se puede llegar en vaporetto en apenas cincuenta minutos. Aquí, la arquitectura se acerca más a lo popular y deleita a los turistas con sus casas bajas y coloridas en torno a los canales que recorren de cabo a rabo esta pequeña isla.

Pasear por sus calles y disfrutar de la explosión de color que transmiten las viviendas de Burano y Murano es algo que todo aquel que visita Venecia debería incluir en su ruta. El origen de esta pigmentación no está exento de leyendas (como todo en esta laguna), y se dice que fueron pintadas así por pescadores y marineros que querían encontrar su hogar en los días de niebla. Lo que es una realidad hoy es que el ayuntamiento obliga a los vecinos a pintar de nuevo sus muros cada poco tiempo, aprovechando el tirón turístico de esta amalgama de colores. Si se busca algo más concreto que un paseo, Burano es también conocida por su campanario inclinado del siglo XVI y sus encajes. Esta tradición artesanal puede admirarse en el museo del Merletto y, por supuesto, en cada tienda de recuerdos de la isla (con calidades dispares, eso sí).

A menos de una hora de vaporetto se puede viajar en el tiempo. O casi. Torcello es a menudo la isla olvidada por aquellos que se animan a visitar Murano y Burano, pero esto no la hace menos interesante y, sobre todo, diferente. Donde hace siglos llegaron a vivir 20.000 personas (hoy viven en el centro de Venecia 60.000), hoy habitan diez veces más ovejas que seres humanos. Esplendorosa y próspera, Torcello presumía de nueve iglesias y dos abadías, una cifra nada desdeñable para una isla que no llega al medio kilómetro cuadrado. Los amantes de lo bucólico y lo nostálgico se enamorarán irremediablemente al poner el pie por primera vez en la isla y caminar a lo largo de un pequeño canal que desemboca en la plaza central. Previo paso por un vetusto puente donde se dice que es posible invocar al diablo. Porque Torcello es así, un lugar que recuerda un pasado glorioso mediante leyendas y vestigios cautivadores.

Ya en el epicentro de la isla, junto al Trono de Atila, la basílica de Santa María Assunta confirma que llegar hasta la parte más septentrional de la laguna ha valido la pena. Es el templo más antiguo (fue erigido en el siglo VII) y, tras varias restauraciones, sus impresionantes mosaicos siguen sorprendiéndonos hoy tal y como lo hacían hace más de un milenio.

Al sur del gran pez que conforma el centro histórico de Venecia se encuentra la isla de Giudecca. El origen etimológico de esta parece provenir del veneciano zudega, es decir, “juzgados”, y es que en esta isla es donde terminaron sus días varios nobles rebeldes de la Serenísima.

Tras un período industrial, la isla es ahora el hogar de artistas, galerías y algunos museos tan interesantes como la Casa dei Tre Oci, concebida por el fotógrafo Mario de Maria. Sin embargo, el principal atractivo de Giudecca es la iglesia del Santísimo Redentor, construida por Andrea Palladio, uno de los nombres más ilustres de la arquitectura italiana. Aquí, el tercer domingo de julio, se produce una de las festividades más importantes de la ciudad en memoria de la peste que asoló Venecia a finales del siglo XVI.

A la derecha de Giudecca se encuentra la isla de san Giorgio, una de las más fotografiadas de Venecia por su ubicación frente al Palacio Ducal. Esta pequeña isla, a pesar de contar con una interesante oferta cultural (teatro, auditorio y centro de exposiciones), destaca únicamente por la iglesia de San Giorgio Maggiore.

Fue erigida también por el paduano Palladio, aunque comparte interés turístico con otro nombre propio: Tintoretto. Dos obras maestras del artista italiano flanquean el altar del templo, muy popular también por las espectaculares vistas que ofrece el mirador de su campanario.

Pese a que no es la isla más bonita de Venecia, Lido sí que ha sido durante siglos una de las más visitadas por venecianos y turistas. Se construyeron elegantes villas los aristócratas y adinerados del siglo XIX, mientras que fue inundándose poco a poco del turismo de masas ya en el siglo XX hasta convertirse en uno de los destinos playeros más populares del norte de Italia. Es en la cara sur donde se encuentran las mejores playas del Lido, tanto para el baño como para admirar la fauna. Por ejemplo, en el pinar de Alberoni es posible contemplar a las aves marinas en plena rutina pesquera.

Más allá del sol y la playa, Lido presume también de ciertos encantos. El primero de ellos es el barrio de Malamocco, un pequeño islote en medio de esta estrecha franja costera. Su principal particularidad es que se trata de una especie de versión en miniatura de la vecina Venecia, con edificaciones que evocan a los sestiere de San Marco o Dorsoduro. Además, es precisamente en el Lido donde se produce uno de los eventos más relevantes de la ciudad: el Festival de Cine de Venecia, que en el mes de septiembre concentra a la flor y nata del panorama cinematográfico internacional.

Faro de Malamocco, canal entre la isla de Lido y Pellestrina, las playas de Venecia.

Venecia ofreció en 2018 una estampa inusual. Los miles de turistas que acudieron en Febrero a la ciudad para el carnaval se encontraron con muchos de sus famosos canales secos y góndolas encalladas en el barro. Tampoco los barcos podían navegar. Según publicaron varios medios italianos, la ausencia de agua se debió a fenómenos astronómicos y, en concreto, a la superluna del pasado 31 de enero. Sin embargo, los propio habitantes de Venecia negaron ese extremo y aseguraron que la situación se debió al poco o nulo cuidado que se le ha dado al centro histórico durante un siglo, al no limpiar ni cuidar los canales.

No obstante la tendencia actual empuja al cegado regular mediante compuertas para la limpieza y arreglos.

¿Alguna vez te detuviste a pensar cómo se les da mantenimiento a los canales? Al igual que cualquier otro tipo de infraestructura, requieren mantenimiento y limpieza regulares. En esta fotografía, pueden verse a los trabajadores limpiando años de acumulaciones de lodo y basura en una sección de un canal que ha sido drenada para su limpieza. Foto tomada en 1956.

En seis horas de trabajo durante el día de Reyes de 2020, los gondoleros buceadores se hicieron con un gran botín de cientos de kilos de basura, incluyendo una hélice y una vaca para el coche.

La actividad turística en Venecia se paralizó por el confinamiento al que obligaba el coronavirus. Pocos vecinos quedan en la Serenissima por motivo de la conocida como gentrificación -población desplazada por otra de un nivel adquisitivo mayor, en este caso, para el uso del turismo-. Los residentes que resisten se asombraron de ver transparente el agua de los canales y se hicieron virales videos e imágenes. ¿Cisnes y delfines en los canales de Venecia? No exactamente. La claridad de las aguas si era real.

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