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1 - Noviembre - 2023
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Hace 2.200 años se construyó un impresionante mausoleo que debía servir de enterramiento para una figura especial: el primer emperador de China, Qin Shi Huang, falleció a los 49 años de edad y sus restos fueron sellados en una cámara para siempre, preservando sus secretos. Seguramente hayan oído hablar del impresionante conjunto escultórico que fue preparado para escoltarle para siempre: los famosos guerreros de Xi'An, un ejército de terracota a tamaño real, le custodiaría para siempre. Pero nadie se ha atrevido a abrir la tumba del emperador, ya que los arqueólogos temen que esté repleta de trampas contra las manos y los ojos ajenos.

Por eso, en el corazón de China, en el distrito de Lintong, Xi'an (Shaanxi), la tumba sigue sin abrirse. A pesar de los años transcurridos desde que se descubrieron los guerreros que la rodean, los arqueólogos no se deciden ante un riesgo igual de importante: el temor a que una excavación pueda dañarla irreparablemente y perder información histórica invaluable. Las técnicas arqueológicas invasivas actuales implican un alto riesgo de causar daños irreparables, por lo que se ha decidido mantenerla cerrada.

Sin embargo, esa no sería razón suficiente, ya que las investigaciones sobre restos que datan de la misma antigüedad se han demostrado seguras y respetuosas con los materiales. Sobre la psicología de los arqueólogos planea una leyenda o más bien un testimonio: las palabras del antiguo historiador chino Sima Qian, quien, un siglo después de la muerte del emperador, recogió la existencia de trampas ocultas en el interior de la tumba. Se trataría de ballestas y flechas estratégicamente ubicadas para dispararse automáticamente ante cualquier intruso, así como un sistema de ríos de mercurio que imitaba los cauces de un río, diseñado para fluir ininterrumpidamente. Este segundo aspecto es el quue da credibilidad al relato de las trampas de Sima Qian. Los investigadores han detectado con sus sistemas una concentración anómala de mercurio en la zona que respaldaría la tesis de que la tumba nunca ha sido abierta ni saqueada. "Se construyeron palacios y torres escénicas para cien funcionarios, y la tumba se llenó de artefactos raros y tesoros maravillosos. Se ordenó a los artesanos que fabricaran ballestas y flechas preparadas para disparar a cualquiera que entrara en la tumba. Se utilizó mercurio para simular los cien ríos, el Yangtsé y el Amarillo, y el gran mar, y se puso a fluir mecánicamente", dice textualmente el historiador del imperio.

Además, se sabe que el emperador Qin Shi Huang, además de estar obsesionado con la vida más allá de la muerte, bebía mercurio porque confiaba en sus propiedades benéficas. Seguramente esa ingesta fue la que le causó la muerte. El mausoleo del emperador, que gobernó del 221 al 210 a.C., y que fue el primero en gobernar una China unificada, sigue escondiendo sus tesoros y sus respuestas.

Qin Shi Huang fue el primer emperador de la dinastía Quin y el primero en unificar los reinos que habitaban el país asiático. La tumba se encuentra localizada en uno de los complejos funerarios más famosos del mundo, pero aunque los arqueólogos la tienen perfectamente identificada aún no se han dispuesto a abrirla. El motivo no es que teman una posible maldición. Hay varios porqués y son (ligeramente) más mundanos.

La tumba del emperador es solo un apartado del complejo funerario del siglo III a.e.c. El elemento más popular de este complejo es el ejército de estatuas de terracota descubierto durante la década de 1970. Se cree que unas 8.000 estatuas de guerreros a tamaño real que custodian la necrópolis, y con 2.000 desenterradas ya aún se siguen hallando nuevas efigies. Las últimas en 2022. El mausoleo del emperador que llevó a China del periodo de los reinos combatientes a su etapa imperial se encuentra en la provincia de Shaanxi, en la China central, y está catalogada en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.

Sin embargo una colina resiste a las herramientas de los arqueólogos. La tumba del emperador sigue intacta. Antropólogos e historiadores saben de su inmenso valor y sin embargo se abstienen de adentrarse en ella. Tienen importantes motivos para ello, algunos más mundanos y otros que pueden recordarnos a las películas de Indiana Jones.

El primero, por ejemplo, son las posibles trampas. Quizá sea el menos relevante, puesto que es poco probable que unas trampas de 2.200 años de antigüedad puedan seguir funcionando. Se desconoce además si estas trampas realmente existen o si fueron inventadas por las autoridades o los cronistas de la época para disuadir a potenciales saqueadores. Al fin y al cabo las tumbas imperiales son un objetivo suculento para estos. Pero hay un elemento que disuade a los arqueólogos por el peligro que supone para su salud: el mercurio. Ríos de mercurio. Esta posibilidad también se basa en escritos de la época, pero existen indicios científicos de que este elemento esté muy presente en la tumba.

Una investigación de 2020 publicada en la revista Nature por investigadores chinos dio cuenta del hallazgo de trazas de mercurio en el entorno de la necrópolis en cantidades superiores a lo que cabría esperar. El mercurio no habría sido utilizado como una trampa sino como un elemento decorativo a la hora de dibujar el agua de los ríos dentro de la tumba. Una versión extrema de utilizar papel de aluminio en el Belén. El mercurio era, curiosamente, un metal vinculado con la vida, aunque pudo haber sido el causante de la muerte del emperador, que mandó construir su mausoleo antes de fallecer en el año 210 a.e.c.

Colina bajo la que se encuentra la tumba del emperador Qin Shi Huang.

La arqueóloga Kristin Romey, conocedora del sitio arqueológico, resume el problema en declaraciones recogidas por LiveScience, y es que es “en parte por respeto por los ancianos, pero se dieron cuenta de que nadie en el mundo tiene ahora mismo la tecnología para ir y excavar apropiadamente.” Los expertos temen que explorar la tumba pueda dañarla. Al fin y al cabo es imposible saber si el muro que se abra para entrar en la tumba pueda contener inscripciones valiosas. La exposición a los elementos externos (aire o agua) también podría dañar los contenidos del interior. Por no hablar de la posibilidad de causar daños estructurales en el mausoleo.

Las experiencias previas invitan a la cautela. Quizá el caso más paradigmático sea el de la ciudad de Troya, cuyas ruinas fueron descubiertas en la península de Anatolia, y cuya exploración arqueológica causó estragos. Egipto cuenta también con ejemplos de este tipo. La que seguramente es la tumba más famosa de la civilización norteafricana también fue explorada con métodos invasivos. “Cuando entramos en la tumba del rey Tut, piensa en toda la información que perdimos solo basándonos en las técnicas de excavación de los años 30. Hay tanto más que podríamos haber aprendido, pero las técnicas de aquel entonces no eran las que tenemos ahora”, concluye Romey.

La decisión sobre cuándo se abrirá esta tumba recae en última instancia sobre el gobierno chino y parece que éste aún espera a la llegada de avances técnicos que minimicen el deterioro del patrimonio durante la exploración. Por ahora habrá que esperar, aunque algunas técnicas muestran promesa. En Egipto nuevas técnicas para “escanear” el interior de las tumbas faraónicas ya se están implementando. Además nuevas técnicas como el uso de muones muestran también promesa y la idea de implementarlas en la tumba de Qin ya ronda la cabeza de algunos. Por ahora aún habrá que esperar para desentrañar el misterio. Y confiar en que el secreto de las maldiciones no esté en un río de metal.

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El 29 de marzo de 1974, un equipo de trabajadores que cavaba un pozo cerca de la ciudad china de Xian se topó con un hallazgo singular, un guerrero de terracota de tamaño natural. Posteriores excavaciones desenterraron uno de los mayores descubrimientos arqueológicos de la historia. En tres grandes fosas junto a la tumba de Qin Shi Huang, el primer emperador de la China unificada, yacía un tesoro que había permanecido oculto al mundo durante casi 2.200 años: todo un ejército de terracota con más de 8.000 soldados, una caballería de 150 animales, 130 carros tirados por otros 520 caballos y hasta 40.000 puntas de flecha, junto con docenas de espadas, lanzas, ballestas y otras armas de bronce. Durante décadas, los guerreros de terracota han dado trabajo a generaciones de arqueólogos. Pero aún hoy, la ciencia continúa revelando secretos que el silencioso ejército ha custodiado durante milenios.

Ni siquiera las referencias históricas permitieron anticipar el descubrimiento del mayor y más grandioso conjunto de figuras de cerámica jamás conocido. Según revelaron los análisis, los guerreros fueron fabricados por piezas separadas que después se unían. Se utilizaron diez moldes distintos para las caras, las cuales después se personalizaban añadiéndoles detalles de arcilla para que cada rostro fuera diferente a los demás. Las figuras se esmaltaban y se pintaban con pigmentos de distintos colores, hoy casi desaparecidos, para conseguir un acabado final de un sorprendente realismo.

Los análisis químicos revelaron que el esmalte aplicado a las figuras contenía dióxido de cromo. Cuando inicialmente se estudiaron las armas de bronce para desentrañar cómo se habían mantenido durante dos milenios listas para entrar de nuevo en batalla, brillantes, libres de corrosión e incluso aún afiladas, se encontraron restos de cromo también en estas piezas. Esto llevó a sugerir que los artesanos chinos del siglo III antes de nuestra era ya habían desarrollado un proceso de cromado del metal que en Occidente no se patentó hasta comienzos del siglo pasado. En los últimos años, los misterios de las armas de Xian han comenzado a conocerse en detalle gracias a un proyecto de investigación multidisciplinar coordinado por el University College London y el Museo del Ejército de Terracota en Xian, bajo la dirección del arqueólogo español Marcos Martinón-Torres, actualmente en la Universidad de Cambridge (Reino Unido). Los científicos aplican un amplio conjunto de métodos de análisis para conocer qué técnicas de fabricación emplearon los herreros chinos e incluso cómo organizaban sus equipos de trabajo.

Vista general de la Sala 1.

Así, Martinón-Torres y sus colaboradores han podido determinar que los artesanos de las armas de Xian trabajaban en paralelo en grupos autónomos de organización similar al método de fabricación llamado just-in-time, que la compañía automovilística japonesa Toyota introdujo en el siglo XX, en contraste con la producción en cadena que popularizó la empresa Ford en EEUU. Pero más recientemente, las investigaciones de estos científicos han llegado a una conclusión que derriba una idea sobre la manufactura de las armas instalada en las mentes de los expertos durante cuatro décadas.

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