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1 - Julio - 2020
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Las ruinas de Tikal, en la selvas del Petén, en Guatemala, siguen atrayendo a día de hoy a miles de visitantes de todo el mundo. Los restos de templos, acrópolis y palacios que se extienden a lo largo de una superficie de unos sesenta kilómetros cuadrados son testimonio de la grandeza que alcanzó la antigua ciudad maya, una de las más importantes de esta enigmática civilización. Tikal surgió hacia el siglo III a.C. y fue en el siglo IX d.C. cuando alcanzó su máximo esplendor, llegando a estar habitada por unas 70.000 personas. Pero, sorprendentemente, un siglo después, la gran urbe fue abandonada y durante siglos la selva ocultó sus impresionantes edificios a ojos del mundo. ¿Qué pudo ocurrir?

Un equipo de científicos de la Universidad de Cincinnati ha intentado resolver el enigma. El biólogo David Lentz ha liderado el estudio para intentar arrojar luz sobre el misterio de porqué en el lapso de un siglo una próspera ciudad fue abandonada y desapareció para siempre. Para ello, los investigadores han analizado el material extraído de dos embalses situados en el centro de la ciudad, cerca del palacio y el templo, y en ambos hallaron una elevada presencia de algas y de mercurio. La toxicidad era tan alta que el agua allí almacenada habría resultado imbebible para los seres humanos.

David Lentz en plena faena.

Según el estudio, el mercurio que acabó en el agua procedía de un pigmento que fue muy utilizado por los mayas para decorar sus edificios, cerámicas y otros objetos. Este pigmento, derivado del cinabrio (un mineral de color rojo compuesto de sulfuro de mercurio), se usaba asimismo en ceremonias funerarias de la élite de la ciudad. Al parecer, con los años este mineral se fue filtrando en los depósitos donde fue formando capas de sedimentos. Asimismo, estos sedimentos han mostrado una elevada presencia de dos tipos distintos de unas algas tóxicas llamadas cianobacterias (Planktothrix y Microcystis). El consumo de este agua habría, inevitablemente, hecho enfermar a la población.

De todos modos, los investigadores consideran que es poco probable que toda la población utilizara el agua de estos dos embalses para su consumo. "El agua habría tenido un aspecto desagradable. Habría tenido un sabor desagradable. Habría habido estas grandes floraciones de algas. Probablemente nadie hubiera querido beber esa agua", asegura Kenneth Tankersley, profesor asociado de Antropología en la Facultad de Artes y Ciencias de la Universidad de Cincinnati. Pero es muy posible que las élites gobernantes sí que la consumieran, con el consiguiente deterioro para su salud. "El agua que bebían y con la que cocinaban los gobernantes de Tikal y la élite de la ciudad casi con certeza provenía de los embalses del palacio y del templo [...]. Las aguas contaminadas habrían tenido un impacto negativo en la salud de la comunidad, especialmente en la élite gobernante, y podrían haber comprometido su capacidad para liderar de manera efectiva. Aunque los mecanismos fisiológicos no están claros, existe una interrelación significativa entre la exposición crónica al mercurio y los aspectos del síndrome metabólico, la obesidad en particular", afirman los investigadores.

El mercurio descubierto en el agua procedía de un pigmento que fue muy utilizado por los mayas para decorar sus edificios, cerámicas y otros objetos.

El estudio, sin embargo, no ha hallado tantos elementos contaminantes en los sedimentos de embalses más alejados del centro ceremonial. Tal vez éstos sí proporcionaron agua potable a los habitantes de Tikal, no como los del palacio y el templo que tuvieron, además, una función ritual. "Hubiera sido una vista magnífica ver estos edificios pintados de vivos colores reflejados en la superficie de estos depósitos. Los gobernantes mayas se adjudicaron, entre otras cosas, el atributo de poder controlar el agua. Tenían una relación especial con los dioses de la lluvia", explica Nicholas Dunning, jefe de Geografía de la Facultad de Artes y Ciencias de la Universidad de Cincinnati y coautor del estudio.

La gran plaza de Tikal. A la derecha el templo de las mascaras y a la izquierda el templo del gran jaguar.

Así, la utilización del agua de estos embalses en rituales públicos, aunque no fuera consumida por todos, pudo provocar enfermedades, por lo que tal vez este aspecto pudo haber contribuido (junto con las persistentes sequías que asolaron la región), "práctica y simbólicamente", según cuentan los investigadores, al abandono de la ciudad, concluye el estudio, que se ha publicado en Nature Scientific Reports.

Los bloques ennegrecidos de piedra caliza que forman la imponente pirámide del Templo I de Tikal se integran perfectamente en la frondosa selva circundante del Parque Nacional Tikal, al norte de Guatemala. El Templo del Gran Jaguar, como también se le conoce, se eleva a unos 45 metros de altura entre el verde radiante de los árboles y el césped. Una pronunciada escalera salva las nueve plataformas de piedra y conduce al santuario superior con sus tres cámaras, que estaban reforzadas con dinteles y vigas de madera tallada con representaciones del gobernante maya Jasaw Chan Kawil y de un enorme jaguar, el símbolo de la dinastía. El templo fue construido alrededor del año 700 d.C. bajo el mandato de este gobernante, cuya tumba fue excavada en 1962 en las inmediaciones. Sus restos mortales reposaban sobre la piel de un jaguar, un animal que representaba el poder y la muerte.

Modesto Méndez, goberandor de Petén que redescubrió las ruinas de Tikal en 1848, con su uniforme militar.

En marzo de 1848, Méndez organizó una expedición en la selva, durante la cual redescubrieron la ciudad maya de Tikal. El Corregidor iba acompañado de Antonio Matos y José María Garma, ambos regidores, al igual que de los señores Vicente Díaz y Bernabé Castellano y del maestro Eusebio Lara. Lara fue el primero realizar dibujos de los templos y estelas, los cuales fueron adjuntados al informe oficial que el coronel Méndez envió al general Rafael Carrera y Turcios, informándole del descubrimiento de las ruinas de Tikal.

Templo de Tikal dibujado por Eusebio Lara en 1853.

Aparentemente la población de la región nunca se olvidó de Tikal y, en la década de 1840, guiaron expediciones guatemaltecas a las ruinas. Algunos relatos de segunda o tercera mano de Tikal aparecieron en prensa, a partir del siglo xvii y fueron seguidos por los escritos de John Lloyd Stephens, en el siglo xix, quien durante sus viajes en Guatemala y Yucatán entre 1839 y 1840 junto con el ilustrador Frederick Catherwood escuchó rumores de una ciudad perdida, con edificios blancos, cuyas partes superiores dominaban la selva.

En 1853, tras la publicación del diario de Méndez en la Gaceta de Guatemala, se dio a conocer el redescubrimiento a la comunidad científica, mediante una publicación de la Academia de Ciencias de Berlín. A finales del siglo xix y principios del siglo xx, varias otras expediciones siguieron, para profundizar las investigaciones, incluyendo la expedición de Alfred P. Maudslay en 1881-82 y los arqueólogos pioneros comenzaron a limpiar, dibujar mapas y registrar las ruinas, en la década de 1880. En 1951, una pequeña pista de aterrizaje fue construida cerca de las ruinas, a las que previamente sólo se podía acceder tras un viaje de varios días por la selva, a pie, o en mulas.

El Templo de las Máscaras, también llamado Templo de la Luna o Templo II, es un templo funerario-ceremonial construido en el 700 d. C. por la civilización maya.

El templo fue construido bajo el mandato del gobernante maya Hasaw Cha'an Kawil también conocido como Ah Cacao y sirvió de monumento a su esposa Señora 12 Guacamaya, cuyo retrato se plasmaba en un dintel de la parte superior del templo (dintel que se conserva en el Museo de Historia Natural de Nueva York). El templo se utilizaba para diversas ceremonias rituales. Se denomina «Templo de las Máscaras» debido a las dos máscaras que flanquean la escalera central. No ha sido hallada en su interior ninguna tumba o enterramiento.

Mapa del área maya en la región mesoamericana. Tanto Tikal, como Calakmul, se encuentran cerca del centro del área.

Tikal (o Tik'al, de acuerdo con la ortografía maya moderna) es uno de los mayores yacimientos arqueológicos y centros urbanos de la civilización maya precolombina. Está situado en el municipio de Flores, en el departamento de Petén, en el territorio actual de la República de Guatemala y forma parte del parque nacional Tikal, que fue declarado Patrimonio de la Humanidad, por Unesco, en 1979. Según los glifos encontrados en el yacimiento, su nombre maya habría sido Yax Mutul. Tikal fue la capital de un estado beligerante, que se convirtió en uno de los reinos más poderosos de los antiguos mayas. Aunque la arquitectura monumental del sitio se remonta hasta el siglo iv a. C., Tikal alcanzó su apogeo durante el Período Clásico, entre el 200 y el 900 d. C. Durante este tiempo, la ciudad dominó gran parte de la región maya, en el ámbito político, económico y militar; mantenía vínculos con otras regiones, a lo largo de Mesoamérica, incluso con la gran metrópoli de Teotihuacan, en el lejano Valle de México.

Después del Clásico Tardío, no se construyeron monumentos mayores. Con una larga lista de gobernantes dinásticos, el descubrimiento de muchas de sus respectivas tumbas y el estudio de sus monumentos, templos y palacios, Tikal es probablemente la mejor comprendida de las grandes ciudades mayas de las tierras bajas de Mesoamérica.

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Nota de prensa, octubre 2020:

La cultura maya es una de las más misteriosas de todos los tiempos. Cómo en pleno siglo IV a.C. pudieron construir algunas de las estructuras más impresionantes del mundo, cómo prosperó su civilización y, sobre todo, cómo colapsó prácticamente de la noche a la mañana continúa siendo todo un misterio. Sin embargo, algo parece claro: el agua se erigió como un elemento fundamental en todos los casos. Ahora, un estudio desvela un elemento clave del tratamiento del líquido elemento.

Tikal, en Guatemala, es una de localizaciones arqueológicas más importantes del mundo maya. Construida durante los primeros años del siglo IV a.C., tuvo su gran apogeo en el periodo clásico, es decir, entre el año 200 y el 900 d.C., convirtiéndose en uno de los centros sociales más importantes de esta cultura. Sus avances tecnológicos iban muy por delante de su propia época, como se ha demostrado ahora al encontrar un sistema para depurar el propio agua.

La ciudad contaba con cinco reservorios de agua que se llenaban gracias a los arroyos cercanos. Uno de ellos era el embalse Corriental, que analizó recientemente un equipo de científicos de la Universidad de Cincinnati. Hace solo unos meses, salía a la luz una hipotética teoría de por qué los mayas abandonaron Tikal a toda velocidad, y podía estar relacionado con la contaminación del agua. Estudiando esta situación, el equipo del doctor Kenneth Tankersley se encontró con una sorpresa. Se sabe que los mayas decoraban sus edificios con pigmentos extraídos de la naturaleza, siendo uno de los principales el cinabrio, que otorgaba un gran color rojo a sus construcciones. Pero el problema es que, en realidad, es tóxico: está compuesto por un 15% de azufre y un 85% de mercurio, y al contacto con el agua —y con el paso de los años— terminarían por dar lugar a dos cianobacterias, Planktothrix y Microcystis, que podrían haber provocado que el agua se volviera tóxica.

Kenneth Tankersley y unos amigos, con las manos en la masa.

Investigando este hecho, el equipo dirigido por Tankersley halló en Corriental algo inesperado: cantidades ingentes de cuarzo cristalino y zeolita. Ambos minerales llamaron poderosamente la atención de los expertos, pues no eran elementos habituales de la zona y tuvieron que ser transportados por un motivo concreto, desde distancias superiores a los dos días caminando. ¿Qué significaba? Muy sencillo: ambos elementos eran un filtro de agua, explican en su estudio publicado en 'Nature'. Los pupilos de Tankersley llegaron a esta conclusión gracias a un estudio previo del doctor Nicholas Dunning, coautor del actual estudio, que aseguraba que un mineral, conocido como toba volcánica trabajaba como importante filtro del agua, eliminando todo tipo de impurezas que se podían observar a simple vista e, incluso, muchas otras imperceptibles para el ojo humano. Un manantial con esta roca volcánica manaba relativamente cerca de la ubicación de Tikal.

Aquellos manantiales eran muy cotizados por la gran pureza de su agua y, así, los mayas pudieron reconocer qué materiales formaban la toba y, con ello, crear sus propios filtros. Para ello, tuvieron que desplazarse a unos 35 kilómetros de Tikal para conseguir transportar tanto el cuarzo como la zeolita, una distancia realmente importante hace más de 2.000 años, especialmente para una civilización que no contaba con animales de carga para portear estos materiales. Históricamente, se han descubierto otros sistemas de filtrado de agua hace unos 1.500 años, tanto en Grecia, como Egipto o en el sur de Asia, pero ninguno tan sofisticado como el hallado en Tikal. Los científicos están convencidos de que los mayas utilizaban estos dos minerales para filtrar las impurezas visibles del agua, sin ser conscientes de que las características tanto del cuarzo como de la zeolita permiten, además, eliminar una serie de bacterias dañinas para el ser humano.

"Este sistema de filtrado de agua todavía sería efectivo a día de hoy y los mayas lo descubrieron hace más de 2.000 años", aseguró Tankersley en un comunicado. Sin embargo, a pesar de su gran efectividad para eliminar toxinas, no fue suficiente para acabar con las cinobacterias que terminaron por contaminar sus acuíferos y provocar un éxodo masivo de la ciudad tras sufrir numerosas muertes durante los últimos años en una de las mayores ciudades que haya visto el ser humano.

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