Hace un siglo, un artículo sobre una criatura que murió hace
más de 2.000.000 de años empezó a transformar nuestra visión
del curso de la evolución humana a como la entendemos hoy.
Pero no fue nada fácil. El que sin duda es uno de los fósiles
más importantes jamás encontrado había llegado a manos de
Raymond Dart, el día de la boda de un amigo que se iba a celebrar
en su casa. La novia estaba por llegar, él era el padrino,
pero aún no estaba listo cuando vio a dos carteros con dos
cajas grandes que claramente no eran regalos, contó en sus
memorias, "Aventuras con el eslabón perdido" (1959). Había
estado esperando esta entrega desde que Josephine Salmons,
una de sus estudiantes de anatomía, lo había alertado de un
inesperado hallazgo. Mineros de cal habían encontrado unos
fósiles mientras explotaban una cantera en un sitio llamado
Taung -que significa 'lugar del león'-, a unos 500 kilómetros
al noroeste de Johannesburgo, Sudáfrica, donde enseñaba Dart.

Niño de Taung es la denominación popular con
que se hace referencia al fósil de un cráneo infantil de Australopithecus
africanus de 2,5 millones de años de antigüedad encontrado
en Taung en el año 1924.
El académico llevaba un año como catedrático de Anatomía
en la Universidad de Witwatersrand, conocida como Wits y recientemente
fundada, por lo que carecía no sólo de equipos o una librería,
sino también un museo con especímenes. Por eso pidió que se
los mandaran y, al verlos llegar, bajó corriendo las escaleras
semidesnudo. Aunque su esposa Dora le rogó que no se pusiera
a hurgar entre esos escombros hasta que terminara la boda,
no pudo resistir la tentación. Menos cuando en la segunda
caja detectó, en un trozo de roca, una apenas visible calavera.
Ajeno a las súplicas de Dora, tomó una aguja de tejer y empezó
a raspar los grumos de cal y arena, y no fue sino hasta que
el novio lo amenazó con buscarse otro padrino que soltó, si
no en pensamiento, al menos físicamente, el fósil. Apenas
pudo, reanudó su tarea hasta que lo logró.

El hallazgo de Dart sería descrito en periódicos de todo
el mundo y él se haría famoso de la noche a la mañana, pero
no de una manera amable.
"La roca se partió", recordó en sus memorias. "Lo que emergió
fue la cara de un bebé, un infante con una dentadura de leche
completa. "Dudo que haya habido algún padre más orgulloso
de su descendencia de lo que yo estuve de mi 'bebé de Taungs'
en esa Navidad de 1924". Esa cara no fue lo único extraordinario
que Dart encontró. Reconoció entre los escombros "lo que sin
duda era un molde del interior del cráneo", que se había formado
con sedimentos acumulados dentro de la calavera. Como era
un neuroanatomista, un especialista en la morfología del cerebro,
supo "de un vistazo que lo que tenía en mis manos no era un
cerebro antropoide común y corriente". "Era la replica de
un cerebro tres veces más grande que el de un babuino y considerablemente
más grande que la de cualquier chimpancé adulto", escribiría
más tarde Dart. "Además, pudo ver en el fondo lo que interpretó
era el foramen magnum, el punto donde la columna vertebral
entra en la base del cráneo", le dijo a la BBC el paleontólogo
Lee Berger, profesor honorario de Wits. "Inmediata, y asombrosamente,
dedujo que era un simio bípedo, es decir, un simio que caminaba
sobre dos patas. "Nunca antes se había encontrado algo así",
resaltó.

El tamaño de los dientes, la ausencia de un arco superciliar
marcado, la forma de la frente y la mandíbula y el tamaño
del cerebro lo convencieron de que estaba más cerca de ser
un humano que de un simio.
"Históricamente hablando, probablemente se ajusta a la definición
de un eslabón perdido más que cualquier otro", le dijo a la
BBC el respetado paleantropólogo Charles Lockwood en 2008.
"Esta fue la primera evidencia de una criatura claramente
parecida a un simio que, sin embargo, tenía algunas características
humanas". Como escribió emocionado Dart, "aquí había una criatura
que se atrevía a competir con el hombre". Sus rasgos eran
"sorprendentemente similares", agregó.
"Realmente no teníamos idea de que los humanos habían evolucionado
en África hasta el descubrimiento del niño Tuang", subrayó
Berger. "Y eso no sería aceptado por 25 o 30 años", añadió.
Eso a pesar de que Charles Darwin había predicho que la cuna
de la humanidad estaba en ese continente 75 años antes. Pero
la tería de la salida de África del padre de la evolución
había sido desestimada tras el descubrimiento del hombre de
Java (Homo erectus erectus) y el hombre de Pekín (Homo erectus
pekinensis), que apuntaban a que esa cuna estaba en Asia.
O en Europa, dado el hallazgo en 1912 del hombre de Piltdown
(Eoanthropus dawsonii), un especímen hallado en Inglaterra
con un cerebro de tamaño humano y una mandíbula como la de
un simio. No obstante, Dart había notado una diferencia crucial
entre el niño de Taung y esos candidatos a pariente humano
ancestral más antiguo. Los otros ya eran humanos aunque tenían
rasgos simiescos. El niño de Taung ya no era un simio pero
aún no era del todo humano. Por eso, convencido de que era
un vínculo extinto entre nosotros y nuestros antepasados simios,
hizo lo que cualquier científico anglosajón de su época habría
hecho: le escribió al editor de la revista británica científica
Nature.

El hombre de Piltdown hizo pensar que la cuna de la humanidad
podía estar en las Islas Británicas, pero resultó ser una
ingeniosa falsificación, que no se descubrió hasta 1953.
Su hallazgo resultó demasiado sorprendente, así que la revista
se tardó un poco en publicarlo. Cuando lo hizo, su artículo
"Australopithecus africanus el hombre-mono de Sudáfrica" apareció
acompañado de comentarios de paleoantropólogos influyentes.
Todos eran negativos. Ahí estaba, un australiano que, aunque
había estudiado Medicina en la Universidad de Sídney antes
de ir al University College de Londres a trabajar con figuras
prominentes de la antropología, se había ido a Sudáfrica,
un lugar poco notorio en el mapa académico. A sus 32 años,
llevaba apenas poco más de un año como director del departamento
de Anatomía de una universidad casi desconocida y "por pura
suerte", como él mismo escribiría, decía haber encontrado
el eslabón perdido. Es más, había llegado a esa conclusión
que consideraba irrefutable y transformadora en cuestión de
unas pocas semanas. Y no tenía reparos en anunciarla a los
cuatro vientos sin siquiera buscar antes el respaldo de instituciones
o científicos reverenciados. Todo sumó para que su artículo
produjera un rechazo amargamente hostil. Lo que Dart había
descrito como "el cráneo de una raza extinta de simios intermedia
entre los antropoides actuales y el hombre", para los principales
científicos de Europa y EE.UU. no era más que "un simio inconfundible"
o "el cráneo deformado de un chimpancé". Su idea de que los
prehumanos evolucionaran en la árida sabana sudafricana, en
vez de en bosques con más comida, se juzgó inaceptable, a
pesar de su razonamiento de que "los poderes cerebrales mejorados
que poseían hicieron posible su existencia en este entorno
adverso".

Dart vivió para ver el significado de su hallazgo y la teoría
de Darwin corroborados.
Sus pares se burlaron de su suposición de que unas piedras
encontradas en la cantera hubieran sido utilizadas como herramientas
por los Australopithecus, y las apodaron "Dartartefactos".
Fuera del círculo académico, tanto el niño de Tuang como Dart
se convirtieron en blancos de bromas, en espectáculos y canciones
populares. Entre tanto, cristianos practicantes le escribían
cartas acusándolo de ser "un traidor a su Creador" y un "agente
activo de Satanás", y deseando que "se asara en los fuegos
del infierno".
Pasarían décadas antes de que los científicos comenzaran
a aceptar sus controvertidas ideas sobre la evolución humana.
El cambio de opinión se fue haciendo inevitable con el descubrimiento
de más fósiles de australopitecos en África. Influyó además
el examen que le hizo el anatomista Wilfrid Le Gros Clark
al niño de Taung en 1946, el cual confirmó el parentesco con
los homínidos. Con el descubrimiento de "Lucy", el famoso
esqueleto de una homínida de la especie Australopithecus afarensis
en 1974, y de huellas de 3.500.000 años de antigüedad en Tanzania
entre 1976 y 1978, la teoría de la salida de África ??fue
finalmente aceptada de forma generalizada. El niño de Taung
se convirtió finalmente en el hallazgo del siglo. Estudios
posteriores confirmaron que Dart acertó en la mayoría de sus
conclusiones, aunque algunos aspectos se fueron ajustando
a medida que se acumularon conocimientos sobre el Australopithecus
y mejoró la tecnología. Ahora sabemos que Taung murió cuando
tenía alrededor de 3 o 4 años, no 6 o 7 como calculó Dart.
Y que murió víctima del ataque de un águila. Afortunadamente,
Dart pudo ver cómo sus ideas inicialmente rechazadas se fueron
corroborando y aceptando ampliamente. En 1984 la revista estadounidense
Science reconoció su hallazgo como uno de los 20 descubrimientos
científicos que habían moldeado la vida de los seres humanos
en el siglo XX. Dart falleció cuatro años después a la edad
de 95 años. El yacimiento del cráneo de Taung forma parte
de la Cuna de la Humanidad, lugar Patrimonio de la Humanidad
designado por la Unesco desde el año 2005.
Pásate por Intro >> Resumen temático
>> Ancestros.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------













--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
|