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28 - Junio - 2019
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El 24 de Junio, la NASA lanzó un nuevo reloj atómico en órbita en un Falcon Heavy. El Deep Space Atomic Clock, desarrollado por el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA.

Es una actualización para los relojes atómicos que usamos aquí en la Tierra y para los relojes que ya vuelan en satélites como los que proporcionan GPS, tal y como publicó la web Live Science. Este nuevo reloj atómico hará que la navegación de la nave espacial a objetos distantes en el espacio, por ejemplo en el viaje a Marte, sea más autónoma. La precisión en la medición de la posición de la nave espacial que los científicos esperan obtener con él permitirá a las naves que viajan en el espacio profundo actuar por su cuenta, sin mucha comunicación con la Tierra.

Sería una gran mejora en la forma en que se navega actualmente, según explicó la NASA en un comunicado.

Estos relojes usan distintos elementos: cesio, estroncio, hidrógeno, aluminio, mercurio...

Los de cesio y estroncio son los más exactos. Tres se encuentran en Colorado (EE. UU.). Sobre la Tierra, hay centenares de estos aparatos en activo, y sus mediciones han permitido la creación del estándar tiempo atómico internacional (TAI), usado en todo el mundo.

Pongamos por ejemplo un reloj atómico de cesio, que es una estructura con un tubo de vacío y compuesta de distintos elementos. Todo comienza con una fuente de estos átomos, que se encuentran en diferentes niveles de energía.

- Láser A: los átomos de cesio pasan por un láser que disminuye al mínimo sus niveles de energía.

- En la cámara de microondas, la radiación de microondas se emite en la frecuencia justa para que los átomos que entren alcancen un estado excitado de energía.

- El divisor de frecuencia reduce las altas frecuencias de las microondas (más de 9.000 millones de ciclos por segundo) para facilitar el recuento.

- Imanes: Hay dos imanes a cada lado de la cámara de microondas. El primero garantiza que solo entren en ella átomos con poca energía. El segundo envía al detector los átomos recargados por el impacto de las microondas. - El servomecanismo cambia la frecuencia de las microondas en la cámara para poner el mayor número posible de átomos de cesio en estado de excitación, de forma que aumente la intensidad de la señal luminosa.

- Láser B: Un segundo láser hace que los átomos en estado excitado de energía emitan luz.

- Detector: El detector, situado al final del tubo de vacío, capta los fotones emitidos por los átomos excitados.

El primer reloj atómico de la historia En 1949 se construyó el primer reloj atómico de la historia. Lo diseñó Harold Lyons para el Instituto Nacional de Patrones y Tecnología de EE. UU. (NIST). Este tipo de relojes son capaces de medir el tiempo en attosegundos, es decir, en la trillonésima parte de un segundo.

1 attosegundo = 0,000000000000000001 segundos.

Lord Kelvin sugirió por primera vez en 1879 la idea de utilizar la vibración atómica para medir el tiempo. El método práctico para realizarlo se convirtió en la resonancia magnética, desarrollada en el decenio de 1930 por Isidor Isaac Rabi. El primer reloj atómico fue un dispositivo de máser de amoníaco construido en 1949 en la Oficina Nacional de Normas de EE. UU. NBS, ahora NIST). Era menos exacto que los relojes de cuarzo existentes, pero sirvió para demostrar el concepto. El primer reloj atómico exacto fue un estándar de cesio sobre la base de una cierta transición del átomo de 133Cs, construido por Louis Essen en 1955 en el Laboratorio Nacional de Física (Reino Unido). La calibración del reloj atómico estándar de cesio se efectuó mediante la escala cronológica astronómica tiempo de efemérides (TE).

Esto condujo a la más reciente definición de segundo acordada internacionalmente, por el Sistema Internacional de Unidades (SI), basada en tiempo atómico. Se ha verificado que la igualdad del segundo ET con la del segundo SI (reloj atómico) es de una precisión de 1 parte en 1010.

El segundo SI hereda así el efecto de las decisiones de los diseñadores originales de la escala cronológica ET: tiempo de efemérides, la determinación de la duración del segundo ET.

El reloj atómico óptico de estroncio JILA (siglas de Joint Institute for Laboratory Astrophysics) es ahora el reloj más exacto del mundo sobre la base de átomos neutros. Un luminoso láser azul en los átomos de estroncio ultrafríos en una trampa óptica que prueba sobre la eficacia de una explosión previa de luz de un láser de color rojo ha impulsado los átomos a un estado excitado. Sólo los átomos que permanecen en el estado de menor energía responden al láser azul y provocan la fluorescencia.

Desde el comienzo del desarrollo en el decenio de 1950, los relojes atómicos se han hecho sobre la base hiperfina (microondas) de las transiciones en 1H (hidrógeno 1), 133Cs y 87Rb (rubidio 87). El primer reloj atómico comercial fue el Atomichron fabricado por la National Company. Se vendieron más de 50, entre 1956 y 1960. A esta máquina, voluminosa y cara, posteriormente la substituyeron dispositivos mucho más pequeños, de montaje en rack, como el modelo 5060 de Hewlett-Packard estándar, de frecuencia de cesio, lanzado en 1964.

A finales del decenio de 1990, cuatro factores han contribuido a importantes avances en este tipo de relojes: Enfriamiento láser y atrapado de átomos. Cavidades de alta finura de Fabry-Pérot para líneas láser angostas. Espectroscopia láser de precisión. Un conveniente recuento de frecuencias ópticas utilizando peines ópticos.

En agosto de 2004, científicos del NIST mostraron un reloj atómico de chips. Según los investigadores, el tamaño del reloj sería de la centésima parte de cualquiera otro. También se proclamó que requería sólo 75 milivatios (mW), lo que es idóneo para aplicaciones sustentadas en energía a base de pilas. Esta tecnología está disponible comercialmente desde 2011. En marzo de 2008, físicos del NIST mostraron un reloj basado en lógica cuántica sobre mercurio y sobre iones individuales de aluminio. Estos dos relojes son las más exactos que se han construido hasta la fecha. No se atrasan, ni se adelantan, a una velocidad que exceda en más de un segundo en mil millones de años.

Los físicos continúan experimentando nuevas variaciones con másers, de: a) hidrógeno (Townes); b) bombeo óptico de rubidio (Kasler); c) los recientemente propuestos de mercurio, que permitirían alcanzar mayor precisión. También se mejora constantemente la precisión en los de cesio con láseres para enfriar los átomos, y la obtenida en el último reloj del NIST, el NIST-F1, puesto en marcha en 1999, que es del orden de un segundo en veinte millones de años. En agosto de 2004, científicos del NIST hicieron la primera demostración de un reloj atómico del tamaño de un circuito integrado. Esto representa un reloj cien veces menor que cualquier otro construido hasta la fecha, cuyo consumo es de sólo 0,079 vatios.

En 2014 se presentó el NIST F-2, que mejoraba la precisión hasta los 300 millones de años. Se mantuvieron ambos operativos para poder comparar los resultados.

NIST F-2, al igual que su predecesor, está basado en una fuente de cesio, que utiliza la señal de microondas que los electrones emiten cuando su nivel de energía cambia. Una de estas transiciones es la empleada para determinar la duración de un segundo en el sistema internacional de unidades, ya que es una medida más práctica y reproducible que la fracción de la rotación de la Tierra.

La diferencia con el nuevo modelo es que, mientras el NIST F-1 trabaja a temperatura ambiente, NIST F-2 lo hace a una temperatura constante de -193ºC. Esto reduce el efecto de la radiación de fondo y evita errores de medida. Steve Jefferts, diseñador jefe del NIST F-2, aseguró que “si algo hemos aprendido en 60 años de fabricar relojes atómicos es que cada vez que construimos un reloj mejor, alguien llega con un uso que no habías previsto”.

El reloj mecánico depende de un péndulo para funcionar.

El atómico trabaja mediante la frecuencia de las transiciones energéticas hiperfinas (en los rangos de microondas) en los átomos.

En un extremo del reloj de cesio hay un horno con una placa de cesio, del cual se evaporan iones de este metal. Los iones se presentan en dos estados dependientes del espín o giro (spin) del último electrón del cesio. La diferencia de energía entre estos dos estados corresponde a una frecuencia de 9 192 631 770 hercios (Hz). En cada estado las propiedades magnéticas de los iones son diferentes. Tras la evaporación se utiliza un imán para separar los iones y descartar los de mayor energía. Los iones de menor energía se reubican en una cámara.

El verdadero reloj es un oscilador electrónico que genera pulsos de una frecuencia ajustable. Se ajusta a la correspondiente a la transición hiperfina del cesio por el proceso de realimentación siguiente. Un radioemisor de microondas llena de manera uniforme la cavidad de la cámara con ondas radioeléctricas de la frecuencia del oscilador electrónico.

Cuando la frecuencia de la onda radiada se acopla con la frecuencia de la transición hiperfina del cesio, los iones de cesio absorben la radiación y emiten luz. Una celda fotoeléctrica es sensible a la luz emitida y está conectada al oscilador electrónico con instrumentación electrónica.

Para realizar la medición mediante estas partículas es necesario crear un campo electromagnético que no existe naturalmente en el Universo.

El proceso se realiza dentro de una «trampa magneto-óptica»: esfera del tamaño de un melón, en la cual se inyectan átomos de cesio que, confinados en un campo magnético, propagan seis rayos de luz láser.

De igual modo que una persona disminuye su paso ante una ráfaga de viento, los átomos reducen su velocidad al ser bombardeados por los láseres emitidos en todas direcciones.

Mediante este método los átomos pueden reducir su velocidad hasta hacerla 10 mil veces más lenta de lo normal.

Cuando los átomos y los láseres chocan, se forma una nube de átomos muy lentos o ultrafríos.

Los usos más frecuentes de los relojes atómicos son: Redes de telefonía. Sistemas de Posicionamiento Global (GPS), medición del tiempo o la calibración de equipos.

Einstein lo llamó "efecto fantasmal a distancia". Para perfeccionar los relojes atómicos, la forma mas precisa de medir el tiempo, investigadores financiados por la NASA están usando un asombroso fenómeno de la mecánica cuántica llamado "entrelazamiento" (N. del T: también se conoce en español como "no localidad", "estados cuánticos entrelazados" o paradoja EPR -- Einstein Podolski Rosenen; en inglés "entanglement" ). Los relojes sincronizados de esta forma, podrían ser 1000 veces más precisos que los actuales.

Esta mejora podría beneficiar a pilotos, granjeros, exploradores, y a todos aquellos que usan el sistema GPS (Sistema de Posicionamiento Global). Cada uno de los más de 24 satélites GPS lleva en su interior cuatro relojes atómicos. En un proceso de triangulación, los receptores GPS utilizan las señales de tiempo emitidas por los satélites para calcular la posición.

La NASA utiliza los relojes atómicos para la navegación. Los geólogos los usan para monitorear la deriva de los continentes, y los cambios en la rotación de la Tierra. Los físicos los usan para verificar las teorías de la gravedad. Un reloj atómico entrelazado podría tener suficiente precisión como para verificar la Constante de la Estructura Fina, una de las constantes fundamentales de la física.

A Einstein nunca le agradó el entrelazado de partículas. Parece contradecir un principio central de la teoría de la relatividad: nada, incluida la información, puede viajar mas rápido que la luz.

En mecánica cuántica, todas las fuerzas de la naturaleza se basan en el intercambio de partículas tales como los fotones. Estas partículas deben respetar el límite de la velocidad de la luz en el vacío. Según este principio, una causa "aquí" no puede resultar en un efecto "allá", antes de la demora de la luz en viajar hasta "allá" en el vacío. Sin embargo, dos partículas entrelazadas parecen influenciarse instantáneamente, ya sea en la misma habitación o en lugares opuestos del universo.

El Tiempo Atómico Internacional es un estándar atómico de alta precisión para medir el tiempo propio de un cuerpo geoide con un reloj atómico. Con la invención del reloj atómico en 1948, se hizo posible medir el tiempo de manera más precisa e independiente de los movimientos de la Tierra, a través del conteo de las transiciones del átomo de cesio 133. Los físicos asumieron el trabajo de los astrónomos de medir el tiempo, y definieron al segundo como el tiempo que necesita el átomo de cesio 133 para efectuar exactamente 9.192.631.770 transiciones.

La elección de 9.192.631.770 se hizo para igualar el segundo atómico con el segundo medio solar en el año de su introducción. En la actualidad, diversos laboratorios del mundo tienen relojes de cesio 133. De manera periódica, cada laboratorio le indica al Bureau International de l’Heure (BIH) de París cuántas veces ha hecho marca su reloj. El BIH promedia estas marcas para producir el Tiempo Atómico Internacional, lo cual se abrevia como TAI. Así, el TAI es exactamente el número medio de marcas de los relojes de cesio 133, desde la medianoche del 1 de enero de 1958 (el comienzo del tiempo), dividido entre 9.192.631.770.

La escala del tiempo se ligaba al período de rotación de la Tierra, que se suponía uniforme, denominado Tiempo Universal o TU, Donde el segundo estaba definido como 1/86.400 del día solar medio.

Sin embargo, la rotación de la Tierra no es uniforme por múltiples causas (como fuerzas de marea o sobre todo a interacciones gravitatorias con el Sol y la Luna). Para resolver este problema se define el Tiempo de efemérides o TE, que se basa en el movimiento orbital de la Tierra alrededor del Sol más que en la rotación de la Tierra sobre su eje.

En 1949 se puso en funcionamiento el primer reloj atómico basado en la frecuencia de resonancia de la molécula de amoníaco, pero no era más preciso que un reloj con oscilador de cuarzo.

En los años 1950 apareció el primer reloj de haz de cesio; en 1958 se empezó a usar para medir el tiempo de forma experimental.

En 1960 se instaló el primer máser de hidrógeno, la exactitud de los nuevos relojes es del orden del microsegundo por año. Los astrónomos instituyeron el Tiempo de efemérides (TE), aunque cambiaría de nombre en 1984 por el de Tiempo Dinámico Terrestre (TDT o TT).

En el año 1967, la extraordinaria precisión del reloj atómico posibilita que se redefina el segundo: Un segundo es la duración de 9.192.631.770 periodos de la radiación emitida en la transición entre los dos niveles hiperfinos del estado fundamental del átomo de cesio 133, a nivel del mar (con campo magnético cero).

El número de oscilaciones fue escogido para que su duración fuera lo más similar posible al segundo de efemérides establecido en 1900. En 1972 se hace oficial una nueva escala de tiempo: el Tiempo Atómico Internacional o TAI.

El Tiempo Atómico significa que por vez primera la unidad de tiempo, el segundo, no está ligada a un fenómeno astronómico. La navegación, la aviación y el transporte actuales se rigen por el Tiempo Atómico. El Sistema de Posición Geográfica o GPS (Global Position System) requiere la precisión y estabilidad de los relojes atómicos para localizar posiciones en la Tierra. Cada satélite GPS lleva cuatro relojes atómicos con los cuales puede apreciar pequeñísimas diferencias de tiempo en las señales emitidas, para poder ubicar la posición mediante trilateración (o multilateración).

Desde el 31 de diciembre de 2016, tras la introducción de un nuevo segundo intercalar, el TAI esta exactamente 37 segundos por delante de UTC. 10 segundos de diferencia inicial al comienzo de 1972, más 27 segundos de adelanto del UTC desde 1972.

El TAI forma parte del Tiempo Universal Coordinado o UTC, que proporciona las señales horarias que ponen en punto los relojes. El Servicio Internacional de Rotación de la Tierra y Sistemas de Referencia (International Earth Rotation and Reference Systems Service) o IERS, y el Observatorio de París, determinaron que el 30 de junio o el 31 de diciembre son las fechas adecuadas para añadir o quitar un segundo al año, si fuera preciso.

La exploración espacial y la capacidad de calcular grandes distancias es la gran utilidad de estos estudios.

La exploración del espacio profundo es usualmente descrita como la exploración de objetos y sitios que se encuentran alejados de la Tierra, dentro o fuera del sistema solar. Las áreas involucradas en la exploración de las regiones distantes del espacio exterior son la astronomía, la aeronáutica y la tecnología espacial. La exploración espacial física es conducida por vuelos espaciales tripulados y naves espaciales robóticas. Al día de hoy, la nave que más lejos ha llegado construida por humanos y lanzada desde la Tierra es el Voyager 1. El 5 de diciembre de 2011 se anunció que había alcanzado el límite del Sistema Solar. El 25 de agosto de 2013, se anunció que había entrado en espacio interestelar.

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Se llama viaje interestelar a un viaje tripulado o no tripulado entre estrellas. Éste es un concepto básico dentro de la ciencia ficción, pero en la práctica, el viaje interestelar es mucho más difícil que el viaje interplanetario debido a que las distancias implicadas son enormemente mayores (del orden del año luz). Por la misma razón el viaje intergaláctico es aún más complicado. La posibilidad del viaje interestelar ha sido debatida arduamente por varios científicos, autores de ciencia-ficción y entusiastas. En este sentido, se han publicado muchos trabajos sobre conceptos relacionados. Dados un tiempo de viaje suficiente y un trabajo de ingeniería, son posibles tanto viajes no tripulados como viajes generacionales, aunque representan un considerable reto tanto tecnológico como económico difícil de alcanzar durante algún tiempo, en concreto para sondas tripuladas. La NASA ha estado investigando en estos temas durante varios años, y ha acumulado una serie de aproximaciones teóricas.

Si una nave espacial pudiera viajar a una velocidad media del 10 % de la velocidad de la luz, ello sería suficiente para alcanzar Próxima Centauri en cuarenta años. Hay varios sistemas de propulsión capaces de conseguir esto, si bien ninguno de ellos es razonablemente económico.

Desde la década de 1960 es técnicamente posible construir naves espaciales con propulsión nuclear de pulso, esto es, naves conducidas por una serie de explosiones nucleares. Este sistema de propulsión conlleva la posibilidad de un impulso específico muy alto —el equivalente en los viajes espaciales a la economía de combustible— y una alta velocidad, por lo que alcanzar la estrella más cercana sería una cuestión de décadas y no de siglos. Los costes operativos y de construcción por unidad de masa en órbita -sin combustible- serían similares a los de las naves que utilizan cohetes químicos.

Existen al menos dos proyectos de naves espaciales que utilizan propulsión nuclear de pulso, el Proyecto Orión y el Proyecto Longshot. Mediante el uso de bombas nucleares en miniatura como combustible, Orión debería alcanzar un 7 % de la velocidad de la luz. Es una de las pocas propuestas de una nave interestelar que puede ser construida enteramente con tecnología actual.

Áun no es posible llevar a cabo una exploración del espacio profundo más lejana debido a las limitaciones de la tecnología de motores espaciales del día de hoy. Algunos de los mejores candidatos para una exploración futura incluyen la antimateria, poder nuclear y la propulsión de haces de potencia. Este último, parece ser el mejor candidato para la exploración profunda, debido a que usa física y tecnología conocida que está siendo desarrollada para otros propósitos.

La investigación del espacio profundo se está desarrollando de manera acelerada. En 2011, después del retiro del Transbordador STS, la NASA anunció sus intenciones de invertir capital en el desarrollo de tres tecnologías vitales para la exploración del espacio profundo. Estas tecnologías incluyen un reloj atómico del espacio profundo, una gran vela solar y un sistema de comunicaciones por láser más avanzado para mejorar la comunicación, navegación y propulsión en futuras misiones. En junio de 2013, la NASA anunció la selección ocho astronautas americanos que comenzarán a entrenar para misiones futuras de exploración espacial profunda más allá de la órbita terrestre. La NASA pretende que estos ocho astronautas entrenen para misiones a Marte o a asteroides.

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