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4 - Agosto - 2020
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En mitad de Siberia, una monumental grieta ha atraído todas las miradas a nivel mundial. Lo que hasta hace poco más de medio siglo tan solo era un barranco con un par de metros de profundidad se ha convertido, por méritos propios, en uno de los accidentes de la naturaleza más impresionantes de nuestro planeta, que aumenta de tamaño cada año y del que los científicos no saben hasta donde puede crecer: es conocido en medio mundo como la Puerta del Infierno. Este impresionante fenómeno se dio a conocer en la década de los sesenta del siglo pasado, cuando los habitantes de Batagai —una ciudad situada en la Siberia oriental (Rusia)— se encontraron con algo inesperado: un impresionante cráter en mitad de la nada, donde antes tan solo había un pequeño precipicio. Pronto se comenzó a investigar en la zona y, desde hace varias décadas, trata de conocerse qué tamaño puede alcanzar, algo sobre lo que se siguen teniendo dudas.

Situado en Siberia, toda la superficie terrestre de la zona es permafrost, es decir, suelo permanentemente congelado. El ascenso de las temperaturas como consecuencia del cambio climático provocó que una determinada zona cogiera mayor temperatura de la que debía y, por tanto, que el suelo helado se convirtiera en agua. La acumulación del líquido elemento pronto reblandeció el terreno, provocando su hundimiento y se generaró un agujero de increíbles dimensiones. El cráter de Batagaika continúa creciendo año tras y año y un último estudio publicado en la revista 'Science' revela que su tamaño crece unos 13 metros de media por año: así, en la actualidad tiene casi dos kilómetros de largo, 900 metros de ancho y unos 150 metros de profundidad. Este incremento es notable desde 2016, pues según este estudio, hasta esa fecha su media de crecimiento era de 10 metros, por lo que en el último lustro la brecha se ha incrementado en tres metros por año.

La Puerta del Infierno en realidad no es más que un colapso del permafrost, pero de un tamaño inaudito. El notable aumento de las temperaturas en Siberia, especialmente en los últimos años, está provocando que el deshielo de su suelo sea cada vez más rápido, a lo que hay que sumar el grave problema de los incendios en la zona: según Greenpeace, solo en 2020 han ardido 19 millones de hectáreas en la zona, es decir, más de un tercio del total de la superficie de España. De hecho, los expertos han llegado a la conclusión de que su tamaño ya es tan importante que, aunque consiguiéramos volver a tener las condiciones climáticas de comienzos del siglo pasado, ya sería imposible que este cráter se cerrara de manera natural. O, dicho de otra manera, este enorme agujero jamás se cerrará: de hecho, la previsión es que en los próximos años siga derrumbándose el permafrost y, por tanto, haciéndose cada vez más grande.

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Los científicos llevan varios años realizando investigaciones en la zona, considerándola un lugar ideal para el análisis: no en vano, han descubierto que la antigüedad del suelo es de 200.000 años y, en el interior del cráter, han conseguido encontrar restos de grandes bisontes o mamuts desaparecidos hace miles de años de nuestro planeta. Pero incluso han conseguido ir más allá, encontrando que hace 125.000 años la temperatura media en la zona era superior a la actual. Y ahí, precisamente, es donde radica una de las grandes causas del tamaño de la Puerta del Infierno. Si hace tanto tiempo hacía más calor, ¿por qué se ha derretido en la actualidad el permafrost? La explicación es sencilla: la deforestación. La ausencia de los árboles que existían en la zona provoca que el suelo haya perdido su protección estructural, además de que la ausencia de vegetación evita que haya sombra, fundamental para enfriar el permafrost y evitar el deshielo.

El interior del enorme crater.

Pero no solo la deforestación es la culpable de que el permafrost se esté descongelando. En junio, se vivió una de las situaciones más extrañas de todos los tiempos: la ciudad de Verkhoyansk, situada al norte de Siberia y a solo 75 kilómetros de Batagai, registró una temperatura de 38 grados. Que una de las zonas más frías del planeta viva situaciones tan ilógicas genera que el suelo helado pierda consistencia a pasos agigantados, y que la Puerta del Infierno sea cada vez más grande.

La ola de calor de Siberia empezó a finales de enero y, desde entonces, se han registrado temperaturas tan extremas como los 38ºC de Verjoyansk, llamado “el polo del frío”. Esto está dejando un paisaje invadido por las llamas y un permafrost que mengua tras siglos congelado, lo cual está desvelando los secretos escondidos bajo el hielo. El lago Pechevalavato se ha convertido en el escenario de uno de los descubrimientos más llamativos: se han encontrado restos de mamut lanudo de hace 10.000 años.

El mamut vivió desde hace casi 5 millones de años hasta hace unos 3.500 y muchos de sus restos yacen bajo el hielo helado del norte de Rusia. El permafrost los ha conservado en perfecto estado durante siglos, hasta que la ola de calor de este año ha dejado expuesto el esqueleto de un ejemplar que, se calcula, vivió hace 10.000 años.

El gobierno ha publicado imágenes del momento del hallazgo en el lago Pechevalavato, donde han aparecido parte del cráneo del mamut, varias costillas y huesos de las patas delanteras, incluidos algunos con tejido blando todavía unido a ellos. También han reportado fragmentos de pies e incluso piel. Esto da una oportunidad de oro a los investigadores porque el tejido blando siempre desvela más información.

El descubrimiento fue accidental. Un grupo de pastores con renos tropezaron con los huesos a lo largo de la costa del distrito autónomo de Yamalo-Nenets, y en poco tiempo había un montón de científicos desenterrando el esqueleto con expectación.

No es la primera vez que el calor derrite el hielo y deja a la vista sus secretos. De hecho es frecuente que grupos de cazadores se desplacen cada verano a las remotas islas deshabitadas de Nueva Siberia en busca del escurridizo "oro blanco", como llaman a los colmillos del extinto mamut lanudo, escondidos en el permafrost. También en 2013 se encontró un esqueleto completo. El ejemplar incluso fue nombrado como Buttercup.

Otros hallazgos que se han producido cuando el calor ha derretido en exceso el permafrost han sido un cachorro de león cavernario extinto, en 2017, y en 2019 un potro de 42.000 años y una cabeza de lobo de 32.000 años.

El bebé mamut mejor preservada de la historia.

La impresionante cabeza de un lobo gigante de más de 30.000 años hallada en Siberia con los colmillos y el cerebro intactos.

Pero nada causa más expectación que el mamut. Existe incluso un grupo de científicos dirigido por el reconocido ingeniero molecular y genetista George Church, de la Universidad de Harvard, que busca crear un híbrido de mamut lanudo y elefante asiático. Ambos comparten el 99 por ciento de su ADN y es, por tanto, su pariente vivo más cercano.

El permafrost (ocasionalmente traducido como permahielo, gelisuelo, permagel o permacongelamiento) es la capa de suelo permanentemente congelado —pero no permanentemente cubierto de hielo o nieve— de las regiones muy frías o periglaciares, como la tundra. Puede encontrarse en áreas circumpolares de Canadá, Alaska, Siberia, Tíbet, Noruega y en varias islas del océano Atlántico sur como las islas Georgias del Sur y las islas Sándwich del Sur. El permafrost se puede dividir en pergelisol, la capa helada más profunda, y mollisol, capa más superficial que suele descongelarse. Durante cientos de miles de años, el permafrost del Ártico ha acumulado grandes reservas de carbono orgánico (se estima que de 1,4 a 1,85 billones de toneladas métricas). Los pronósticos predicen una disminución en las áreas de permafrost debido al aumento del calentamiento global.

Normalmente un suelo en las zonas sobre las que se desarrolla el permafrost, se compone de una capa u horizonte superior conocido como "capa activa", que se deshiela y congela con las diferentes temporadas. Su superficie es variable, desde unos centrímetros hasta 4 metros de espesor y sobre las que se desarrolla la vida. Por debajo de la misma, aparece la capa de suelo congelado, el permafrost. Por "permafrost" nos referimos a una capa u horizonte de suelo (en la clasificación de edafología de la WRB se conoce como un horizonte crítico), permanentemente congelado por dos o más años consecutivos, con agua insuficiente como para formar cristales de hielo fácilmente visibles; un espesor de 5 cm o más (hasta 1.5 km) y normalmente situada bajo esta capa activa que previamente indicamos. No es hielo, es suelo congelado.

Este suelo congelado, puede ser extremadamente pobre, de arena y roca, o ser tremendamente rico en materia orgánica; tener agua congelada o apenas tener agua... simplemente están congelados (temperatura del suelo inferior a 0 grados centígrados) por dos o más años, normalmente cientos o miles de años.

Erosión costera en Alaska y capa de permafrost bajo un horizonte superficial ("capa activa").

Ocupa entre el 20-24% de la superficie de la Tierra (Alaska, Canadá y Rusia, principalmente); una superficie un poco menor que la ocupada por los desiertos en la superficie terrestre (un 25% y avanzando), pero donde puede existir perfectamente la vida, sobre la que se desarrolla la tundra, taiga o ser perfectamente habitable y explotable económicamente, como ocurre con buena parte de la población que habita en Siberia.

Con el aumento de la temperatura, recordemos que 2015 y 2016 fueron los más cálidos de la historia, estos suelos que han permanecido cientos o miles de años en congelación, se están comenzando a descongelar. Muy lentamente, pero de forma imparable y a un ritmo mayor de lo que se pensaba hasta ahora, unos 0.12ºC/año. Esta cifra que a priori parece insignificante para la mayoría de las personas, supone un cambio muy brusco para algo que debería de estar en congelación permanente. Un ejemplo, un aumento global de la temperatura de unos 2ºC sobre los niveles pre-industriales, supondría la pérdida de un 40% de la superficie ocupada por el permafrost.

La subida de 1ºC de temperatura global supondría la pérdida de una superficie de permafrost, más o menos, como la superficie que ocupa la India.

Después de cientos o miles de años congelado, este suelo comienza a descongelarse y también a perder su estructura. Una de las múltiples funciones del suelo es la de dar soporte a la vida, y la pérdida de su estructura acaba provocando que todo lo que hay sobre él acabe colapsando, tumbándose y/o grandes inundaciones por el deshielo. Y esto afecta tanto a construcciones como a los propios bosques.

"Drunken trees" o árboles ebrios por la pérdida de estructura en un suelo de permafrost. Fotografía de Jon Ranson (NASA Science blog).

El permafrost se distribuye principalmente sobre Alaska, Canadá y Rusia; aunque también por los países nórdicos y el Himalaya, y el caso de Rusia es probablemente de los casos más singulares. Más del 63% del territorio ruso se asienta sobre zonas de permafrost, y las previsiones más pesimistas indican que para 2050 más del 75% de las construcciones que se asientan sobre él van a acabar por colapsar.

El permafrost y las construcciones tradicionales.

Y este colapso de construcciones, acabará provocando grandes migraciones interiores y probablemente también tendrá como consecuencia la subida del precio de minerales (níquel por ejemplo), gas o petróleo. En Siberia están situadas las ciudades de Norilsk (175.000 habitantes,) Yaktusk (270.000 habitantes) y Vorkuta (75.000 habitantes). Estas ciudades y buena parte de otras pequeñas ciudades siberianas, fueron construidas durante la URSS por presos políticos para la obtención de recursos minerales (carbón, gas, petróleo, níquel, cobre, diamantes...) y se asientan sobre el permafrost continuo.

Norilsk, la otrora "ciudad más contaminada del mundo" tiene una de las mayores reservas del mundo de cobre, paladio y níquel. Además, dispone de importantes recursos de gas, tal y como bien explicaba Ricardo Marquina en este corto documental sobre la industria del níquel de Norilsk. Además, explicaba cómo es la vida en estas latitudes y donde también indicaba que el permafrost comenzaba a vencer a la ciudad, y cómo la ciudad estaba tomando medidas contra él.

El permafrost actúa como una enorme y gigantesca jaula de residuos de carbono, normalmente plantas y animales, que durante las glaciaciones y la congelación del terreno, se han ido descomponiendo.

Se calcula que la cantidad de carbono retenido en el permafrost es más o menos el doble que el existente en la atmósfera. Mientras que el carbono ha permanecido "enjaulado" por el permafrost no ha existido problema. Ahora que se comienza a perder la capa de permafrost, la materia orgánica descompuesta se libera en forma de dióxido de carbono y metano, los dos principales gases de efecto invernadero. Esto que parece de un mundo lejano es completamente real y ya está ocurriendo en la tundra de Alaska. Los suelos de Alaska están actuando como emisores de CO2 a la atmósfera (un incremento del 73% desde 1975).

Además de retener a modo de jaula al carbono, también hace de "jaula" de enfermedades de los que eran portadores los animales que quedaron congelados y que al igual que los gases, también son liberados al medio. El año pasado se produjo un brote de ántrax (Bacillus anthracis) en la Península de Yamal, al norte de Siberia y que provocó la muerte de un niño, más de 100 hospitalizados, la muerte de 2000 renos y el envío de brigadas de vacunación llegadas a la zona para inmunizar a más de 25000 renos. El aumento de las temperaturas (temperaturas medias de unos 35ºC, unos 6ºC superiores a los habituales en esa época del año), favorecieron el año pasado la pérdida del permafrost. En este permafrost, había unos cadáveres de varios renos infectados por la bacteria en 1941, en plena guerra mundial. Las esporas del antrax permanecieron en letargo durante todo este tiempo (pueden permanecer más de 100 años), hasta que 75 años después, tuvieron la oportunidad de volver a la vida, y es algo de lo que se lleva advirtiendo desde hace años. Esta situación no es única ya que en los últimos años se han descrito diferentes cepas de virus de hasta 30.000 años de antiguedad, que permanecían congelados por el permafrost. Y esto sí que puede ser un gran problema y con un efecto más inmediato que el del cambio climático. Si una de estas cepas víricas vuelve a la vida, hay infección y no la conocemos.

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