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1 - Agosto - 2020
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China sigue adelante con su ambicioso plan para crear una red de parques nacionales. El nuevo sistema aspira a beneficiar a personas y fauna por igual, pero mantener el equilibrio entre la conservación y el desarrollo del sector turístico puede ser complicado.

La meta del nuevo sistema, que une cientos de áreas protegidas gestionadas por varios municipios y provincias, es simplificar y fortalecer la conservación bajo la autoridad central de la nueva Administración Nacional Forestal y de Pastizales. Estos parques pilotos deberían recibir la aprobación oficial para finales de 2020. El parque nacional de Sanjiangyuan es el más grande de ellos. Aunque la economía china se ha ralentizado en plena pandemia de COVID-19, es probable que el país se ciña a su meta de completar los parques para finales de año, según Rose Niu, que desde 1997 ha trabajado para crear parques nacionales en China y que es la actual directora de conservación del Instituto Paulson, un grupo de reflexión centrado en las relaciones entre Estados Unidos y China.

Aunque la pandemia podría obstaculizar las inversiones en conservación en un sentido más general, «la fundación de parques nacionales es de máxima prioridad para el gobierno chino», indica Niu. El pasado agosto, cuando China celebró su primera conferencia sobre parques nacionales, Xi Jinping emitió una rara carta pública de apoyo al proyecto. Con un plan tan ambicioso, cabe esperar que haya obstáculos, y unos de los principales son trabajar con los lugareños y mantener el equilibrio entre la necesidad de turismo y la conservación de la fauna y flora silvestres. Por ejemplo, China solo ha ofrecido el traslado voluntario a una fracción de las 652 600 personas que viven dentro de los 10 parques y espera que las comunidades existentes acojan el ecoturismo y acepten la nueva red de áreas protegidas, que en parte se basa en el sistema de parques nacionales de Estados Unidos.

Los paisajes salvajes de la meseta del Tíbet dominan el parque nacional de Sanjiangyuan, que se finalizó en mayo. China pretende completar 10 nuevos parques nacionales para finales de 2020. Muchos de ellos serán áreas protegidas gestionadas a nivel local.

Con todo, el 99 por ciento de los condados empobrecidos de China se encuentran a menos de 100 kilómetros de reservas naturales preexistentes, el esqueleto de los nuevos parques nacionales. Para que esta idea prospere, también deben hacerlo las personas que dependen de la tierra, señala Li Xinrui, que ayuda a gestionar una cooperativa comunitaria dentro de la reserva natural de la comunidad de Guanba. «La eficacia de las iniciativas de protección no depende de cómo de bien se cree una reserva natural o parque nacional, sino de si han cambiado los medios de subsistencia de los vecinos», afirma Li. «Cuando la gente normal pueda gozar de buenos ingresos y una buena vida, entonces las iniciativas de protección serán eficaces a la hora de conservar la naturaleza». Eso suele implicar un acuerdo aceptable para todos.

Técnicamente, es ilegal pastar dentro de la reserva montañosa —que ahora forma parte del parque de pandas— y los animales domésticos ya han dañado hasta un tercio del hábitat de los pandas de Wanglang. Pero debido a la importancia del ganado para las comunidades locales, los pastores y el gobierno alcanzaron una tregua delicada. Las autoridades locales suelen hacer la vista gorda con esta actividad, siempre y cuando se haga con moderación, indica Li.

Li Xinrui, que regresó a su localidad natal tras años trabajando como migrante, es guardabosques en el parque nacional del Panda Gigante. Patrulla los bosques de bambú durante días, atento a los cazadores furtivos y colocando cámaras infrarrojas para vigilar a la fauna silvestre, incluidos los cinco pandas de la zona.

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Muchos de los habitantes de las reservas naturales de China ya trabajan en el ecoturismo, un sector de 3000 millones de dólares que atiende a 128 millones de visitantes al año. Pero aún queda mucho camino por delante. Por ejemplo, el gobierno no ha anunciado un plan para crear un sistema de permisos ni de acampada fuera de pista similar al de los parques estadounidenses, que regularía cómo disfruta la gente de la naturaleza. Jennifer Turner, directora del China Environment Forum en el Wilson Center, un grupo de reflexión con sede en Washington D.C., añade que «ni siquiera hay planes inmediatos para tener guardabosques en los parques nacionales». Según cuenta, algunos gobiernos locales han contratado a guardabosques, pero no existe ninguna estructura formal ni formación en los diferentes proyectos pilotos. Es más, el ecoturismo —que suele definirse como un turismo que beneficia tanto a lugareños como a su medio ambiente— solo existe en una quinta parte de las reservas naturales chinas. Un ejemplo lo tenemos en el parque nacional de Shennogjia en la provincia de Hubei en 2019, en la cabaña de madera de un productor de miel local, una profesión fomentada por el gobierno por ser respetuosa con el medio ambiente.

El guardabosques Meng Ji frente a un mapa de una reserva comunitaria que ha pasado a formar parte del parque nacional del Panda Gigante. Es un pasillo ecológico que conecta las reservas del norte y el sur.

Pero, según los expertos, cabe la esperanza de que los proyectos de ecoturismo existentes inspiren iniciativas en otras partes del nuevo sistema de parques. Un ejemplo es la remota aldea tibetana de Angsai, que se encuentra a orillas de la parte alta del río Mekong, dentro del parque nacional de Sanjiangyuan. Desde 2018, la aldea ha organizado un programa turístico dirigido por la comunidad que beneficia tanto a los vecinos como a los leopardos de las nieves, el principal atractivo de la región. Por 43 dólares al día, los visitantes pueden alojarse con familias tibetanas locales, que hacen las veces de guías para avistar a estos raros «felinos fantasma» en el medio natural. Casi un 75 por ciento de los visitantes que se quedan un mínimo de tres días avistan al felino, según Terry Townsend, consultor del Centro de Conservación de Shan Shui, una de las mayores organizaciones de conservación sin ánimo de lucro de China, y asesor del Instituto Paulson.

«La comunidad ha tomado todas las decisiones importantes y un cien por cien de los beneficios se quedan en la comunidad», afirma Townsend. «Ha tenido un éxito increíble». Añade que, en 2019, Angsai se convirtió en la primera franquicia turística comunitaria en un parque piloto aprobada por el gobierno federal. «Se ponía de ejemplo como forma de hacer turismo en lugares con un medio ambiente sensible». Marc Brody, que ha trabajado en China desde 1994, está de acuerdo en que un ecoturismo bien diseñado, como el de Angsai y el de la reserva natural de Wolong, que alberga el Centro del Panda de Wolong, pueden estimular los ecosistemas locales. «Una misión central de los parques nacionales de China es fomentar la ecocivilización, una misión que puede promoverse con la participación de los visitantes», afirma Brody, explorador de National Geographic y fundador de Panda Mountain, una organización de ecoturismo y conservación. La ecocivilización, que figura en la constitución nacional desde 2012, quiere decir un equilibrio sostenible entre economía y medio ambiente. «El proceso para involucrar a la gente en la restauración de hábitats es una forma de que la gente vea el paisaje de forma más holística e interdependiente y de restaurar la esperanza de que podemos ayudar a salvar a las especies en peligro de extinción», afirma.

Una vivienda tibetana al pie de las montañas del parque nacional de Sanjiangyuan, donde miles de vecinos han sido contratados como guardabosques. Otros han sido trasladados a otras localidades y ciudades.

Con todo, un turismo mal planificado puede perjudicar el propio medio ambiente que la gente trata de visitar. En 2018, la Academia China de las Ciencias publicó un informe en el que indicaban que algunos de los parques pilotos estaban utilizando la financiación para mejorar la infraestructura turística en perjuicio del medio ambiente. La tecnología de teledetección reveló que estos parques estaban expandiendo las carreteras, tendidos eléctricos y edificios públicos de forma agresiva, dañando áreas ecológicamente sensibles.

El parque nacional de Shennongjia es otro ejemplo de alteración del hábitat para el fomento del turismo. En 2011, el gobierno local cortó 60 metros de la cumbre de 2400 metros para crear un espacio llano para el aeropuerto, que aumentaría el acceso al lugar Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, que alberga especies raras como el langur chato dorado y la pantera nebulosa.

Para compensar la fragmentación del hábitat provocada por las carreteras y otras formas de desarrollo, muchos parques pilotos como el de Shennogjia y el del Panda Gigante han creado pasillos ecológicos para permitir que animales como los pandas gigantes se desplacen libremente por sus hábitats. En agosto, las cámaras infrarrojas capturaron a un panda dentro de uno de estos pasillos en el parque nacional del Panda Gigante, el primer avistamiento desde que comenzó su construcción en 2002, según la agencia de noticias china Xinhua. Vivir en grupos aislados es una de las mayores amenazas para los pandas gigantes, de los cuales hay unos 1800 ejemplares por las provincias sudoccidentales de Gansu, Shaanxi y Sichuan. Para dicho fin, el parque nacional del Panda Gigante combina 77 áreas protegidas para reservar un 70 por ciento del hábitat total del panda gigante. En 2016, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza reclasificó al panda gigante de especie «en peligro de extinción» a especie «vulnerable».

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Aunque las poblaciones de pandas mejoran, no ocurre lo mismo con las de otras especies amenazadas. Un estudio publicado en Nature Ecology & Evolution arroja dudas sobre el concepto de «especies paraguas», que quiere decir que proteger a los pandas en su hábitat autóctono también beneficia a otras especies claves. Desde los años sesenta, las áreas de distribución del leopardo de las nieves, el lobo gris y el cuón —un tipo de perro salvaje— en las reservas naturales de pandas gigantes han mermado más de un 75 por ciento, según la investigación. La brecha en la conservación podría deberse a que los pandas gigantes necesitan un dominio vital de solo unos pocos kilómetros cuadrados, que supone solo entre un cinco y un 10 por ciento del tamaño de los dominios vitales de los carnívoros estudiados. Li dijo que no le sorprendía. «La protección era adecuada cuando empezaron con especies famosas como el panda gigante», cuenta. «Pero no se pensó en otros animales, como los tigres o los leopardos, que pueden ser agresivos. Además, el país no tiene la experiencia para gestionar tantos aspectos».

Gran parte del actual parque nacional del Panda Gigante se taló en los años ochenta y aún quedan restos de la actividad. La cubierta forestal de la zona es principalmente bosque secundario joven.

Los expertos coinciden en que, aunque hay algunos puntos positivos en el nuevo sistema de parques de China, es demasiado pronto para predecir cómo afectarán los parques a la conservación y los medios de subsistencia locales a largo plazo. Por ejemplo, Turner, del Wilson Center, teme que la crisis económica de 2020 dificulte las metas de biodiversidad y conservación de China.

Señala que son los gobiernos locales los que están financiando muchos de los parques pilotos, no el servicio de parques nacional, que tendría más recursos. «En particular, muchos de los parques se encuentran en la región occidental de China, donde muchos de ellos son menos ricos», afirma. En última instancia, Niu, del Instituto Paulson, espera que la atención prestada a los parques nacionales profundice la conexión entre la gente y la naturaleza, sobre todo entre los jóvenes. «Si amas un lugar, querrás protegerlo, ¿no?», afirma. «Así que si se ofrecen más oportunidades para que los chinos visiten estos parques, creo que la concienciación general del pueblo chino sobre la conservación se verá mejorada y el apoyo a la conservación se fortalecerá».

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