|
En el litoral alemán del mar de Frisia septentrional,
frente a la península de Nordstrand, yacen los restos de una
tierra que fue fértil. Protegidas por diques en la Edad Media,
hoy, esas antiguas aldeas y campos de cultivo duermen bajo
los fangos de las mareas del mar de Wadden. Gracias a un ambicioso
proyecto interdisciplinar liderado por la Johannes Gutenberg-Universität
de Mainz y la Universidad de Kiel, los geoarqueólogos han
logrado reconstruir con precisión los paisajes y asentamientos
medievales de la Trendermarsch, un territorio que quedó sumergido
tras las devastadoras tormentas del siglo XIV.
El estudio, publicado en 2025, ha combinado
técnicas geofísicas, geoarqueológicas y sedimentológicas de
última generación para desentrañar cómo la interacción entre
el ser humano y su entorno acabó provocando la desaparición
de este paisaje agrícola medieval. Los resultados ofrecen
una nueva mirada al impacto de la expansión humana sobre los
ecosistemas costeros vulnerables y a la capacidad de la ciencia
actual para recuperar datos sobre los territorios que el mar
borró hace más de siete siglos.

Declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO en
2009, el mar de Wadden es hoy un paisaje dinámico de bancos
de arena y marismas que se extiende entre Dinamarca, Alemania
y los Países Bajos. Sin embargo, los investigadores recuerdan
que no siempre fue un territorio salvaje, sino que, en el
pasado, abrazaba una extensa llanura cultivada y habitada
desde el siglo XI. Así, en la región de Nordstrand (Schleswig-Holstein),
los colonos frisones comenzaron a construir diques y a drenar
marismas durante los siglos XI y XII. Esta intervención antrópica
creó un frágil equilibrio entre la tierra ganada al mar y
un entorno propenso a las inundaciones. Según los responsables
del estudio, la intervención humana alteró el comportamiento
natural de la costa y aumentó, como consecuencia, la vulnerabilidad
frente a las grandes tormentas. La fatalidad se hizo patente,
así, en una sucesión de catástrofes conocidas como las Grote
Mandränken o grandes mareas asesinas, entre las que destacan
la primera, en 1362 (la inundación de San Marcelo), y la segunda,
en 1634 (la inundación de Burchardi). Ambas destruyeron extensas
zonas agrícolas y anegaron aldeas enteras, entre ellas, buena
parte de la Trendermarsch, que nunca volvió a emerger.

La Trendermarsch se situaba en la franja occidental
de la actual península de Nordstrand, frente a la pequeña
isla de Hallig Südfall. Las fuentes históricas del siglo XVII,
como los mapas de Christian de Cort (1668), muestran que esta
comarca estuvo rodeada por un dique circular, un pólder independiente
con iglesia y aldeas. Tras la tormenta de 1634, sin embargo,
el mar penetró en su interior, destruyó los diques y convirtió
la zona en un lecho de mareas.
Algunas investigaciones arqueológicas previas
ya habían documentado restos medievales en los terrenos de
Nordstrand y Pellworm, pero nunca se habían estudiado de forma
sistemática los sectores sumergidos, donde los sedimentos
del mar de Wadden ocultaban un paisaje fósil. Por ello, el
nuevo proyecto se centró en el espacio comprendido entre 400
y 800 metros al oeste del dique moderno, donde se sospechaba
que hubiese restos arqueológicos.
El equipo aplicó una metodología de vanguardia,
combinando prospectos geofísicos, sondeos, análisis geoquímicos
y dataciones por radiocarbono. Las prospecciones magnéticas
se efectuaron sobre una superficie de 1,5 km², con sensores
de alta sensibilidad montados en un carro adaptado al terreno
intermareal. Este sistema permitió detectar anomalías magnéticas
de origen humano, invisibles a simple vista, que después se
pudieron verificar mediante 22 sondeos sedimentológicos. En
los laboratorios de Mainz y Kiel, los investigadores analizaron
la composición granulométrica, los elementos químicos y la
microfauna de casi 300 muestras. A partir de estas señales
microscópicas, establecieron una estratigrafía local compuesta
por trece unidades sedimentarias, que narran la evolución
ambiental desde hace más de dos mil años hasta la actualidad.
Los registros más antiguos revelan un paisaje
lagunar de aguas poco profundas y salobres que se formó tras
el retroceso de los glaciares. Posteriormente, durante la
Edad del Hierro, el mar retrocedió y la zona se transformó
en una marisma salina, seguida de la formación de turberas
de carrizo en torno al 800 a. C. Este proceso coincidió con
una reducción del influjo marino y con la estabilización del
nivel del mar, que permitió el desarrollo de suelos fértiles
y habitables. A partir del siglo III d. C., el mar volvió
a avanzar, depositando nuevas capas de limo y reactivando
la formación de marismas. Entre esta etapa y los sedimentos
contemporáneos, sin embargo, se detecta un hiato: una discontinuidad
que marca la desaparición de la superficie medieval bajo el
mar de Wadden.

Las anomalías magnéticas descubiertas en el
subsuelo revelan tres antiguos asentamientos rectangulares
y un segmento de dique, cuyas huellas se han conservado como
improntas bajo los limos mareales. Estas estructuras corresponden
a los terps, los montículos artificiales sobre los que los
campesinos frisones edificaban sus casas para protegerse de
las inundaciones. Los investigadores identificaron, además,
fosos y zanjas rellenos de sedimentos orgánicos fechados entre
el siglo XII y el XV, indicio de la existencia de un sistema
hidráulico y defensivo complejo. En algunos de ellos, se hallaron
cenizas rojizas y fragmentos de turba quemada, la primera
evidencia de procesamiento local de turba salina tras la inundación
de 1634, cuando la zona ya estaba parcialmente sumergida.
Los datos geoarqueológicos confirman que la
Trendermarsch se cultivó intensamente en los siglos XII y
XIII, en el apogeo de la colonización medieval de Frisia.
Sin embargo, la primera Grote Mandränke de 1362 transformó
radicalmente la región. El mar rompió los diques y anegó las
tierras más bajas. Con todo, los geoarqueólogos detectaron
signos de reocupación posterior, lo que indica que los habitantes
intentaron levantar de nuevo sus terps tras la catástrofe.
Las fechas radiocarbónicas muestran que, hacia comienzos del
siglo XV, algunas de las zanjas se rellenaron intencionadamente,
quizás al ampliar los montículos como respuesta al riesgo
creciente de inundaciones. Esta fase de recuperación, sin
embargo, duró poco.
La segunda Grote Mandränke de 1634, también
conocida como la inundación de Burchardi, supuso el fin de
la Trendermarsch. Las aguas rompieron el dique occidental,
arrasaron las aldeas y convirtieron la comarca en un mar interior.
Aunque los registros eclesiásticos prueban que la iglesia
local siguió activa durante algunos años, la parte occidental
del pólder quedó inhabitable. Solo en 1663, casi tres décadas
después, se emprendió la reconstrucción parcial de los diques
bajo la supervisión de ingenieros neerlandeses.
El estudio de Reiß y su equipo constituye una
de las reconstrucciones más detalladas de un paisaje medieval
sumergido en Europa. A través de una combinación inédita de
geofísica, geoarqueología y análisis paleoambiental, los investigadores
han podido trazar el perfil de una tierra perdida hace más
de 700 años. Más allá de su valor histórico, la investigación
aporta una lección contemporánea. Los paisajes del pasado,
sumergidos bajo las mareas, hablan también del futuro de nuestras
costas, amenazadas por el cambio climático y la subida del
nivel del mar. En las arenas del mar de Wadden, la Trendermarsch
testimonia que la naturaleza siempre acaba reclamando lo que
le pertenece.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------











--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
|