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23 - Junio - 2021
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Después de pasar 24.000 años congelado en Siberia, un organismo microscópico multicelular volvió a la vida, según una nueva investigación. Los cientîficos desenterraron al animal conocido como bdelloidea (un rotífero que se encuentra en aguas dulces y tierra húmeda) del río Alayeza en el Ártico ruso. Una vez descongelado pudo reproducirse asexualmente, después de pasar milenios en un estado de animación congelada conocido como criptobiosis. En base a indagaciones anteriores, se pensaba que estos microorganismos podrían sobrevivir congelados hasta por 10 años.

Sin embargo, un nuevo estudio publicado en Current Biology el lunes sugirió que podrían aguantar vivos miles de años, si no indefinidamente. "La conclusión es que un organismo multicelular puede congelarse y permanecer como tal durante miles de años y luego volver a la vida, el sueño de muchos escritores de ficción", le dijo a la agencia AP Stas Malavin, del Instituto Ruso de Problemas Fisicoquímicos y Biológicos en Ciencias del Suelo. Y añadió que era necesario hacer más investigación para ver cómo lo logra.

Los científicos que llevaron a cabo el estudio congelaron y descongelaron decenas de animales en el laboratorio para examinar el proceso. La datación por radiocarbono determinó que el espécimen de rotífero tenía entre 23.960 y 24.485 años. Los bdelloidea son una clase de rotíferos que pueden encontrarse en ambientes de agua dulce en distintas partes del mundo. El nombre rotífero proviene del latín (rota, "rueda" y fera, "los que llevan").

Estas criaturas son conocidas por su capacidad para resistir ambientes extremos. Son unos de los animales más resistentes a la radiación de la Tierra, según el diario estadounidense The New York Times, que informa que también pueden vivir en condiciones de poco oxígeno, inanición, alta acidez y años de deshidratación. También se sabe de la existencia de otros organismos multicelulares que vuelven a la vida después de miles de años, incluido un gusano nematodo, así como algunas plantas y musgos.

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A lo largo de la historia, los seres humanos han coexistido con bacterias y virus. Hemos tenido antibióticos durante casi un siglo y las bacterias han respondido mejorando su resistencia a estos. La batalla es interminable. Pero, ¿qué pasaría si de repente nos exponemos a bacterias y virus mortales que han estado "dormidos" durante miles de años, o que nunca antes hemos conocido?

El cambio climático está derritiendo los suelos del permafrost -la capa de suelo permanentemente congelada en las regiones polares-, liberando virus y bacterias antiguos que han permanecido latentes y vuelven a la vida. En agosto de 2016, en un remoto rincón de la tundra siberiana llamada Península de Yamal, en el Círculo Polar Ártico, un niño de 12 años murió y al menos veinte personas fueron hospitalizadas después de haber sido infectadas por ántrax.

La teoría es que hace más de 75 años murió un reno infectado con la bacteria y su carcasa congelada quedó atrapada bajo una capa de permafrost. Allí permaneció hasta una ola de calor en el verano de 2016, cuando se descongeló. Esto liberó el ántrax infeccioso en el agua y el suelo cercanos, y luego en la cadena de suministro de alimentos. Más de 2.000 renos se infectaron, lo que condujo a un reducido número de casos en humanos. Pero se teme que este no sea un caso aislado.

A medida que la Tierra se calienta, más permafrost se derretirá. Bajo circunstancias normales, las capas superficiales, de unos 50 cm de profundidad, se funden cada verano. Pero ahora el calentamiento global está exponiendo gradualmente las capas más antiguas del permafrost.

En Siberia se han encontrado "virus gigantes" -que pueden verse con un microscopio corriente- de enfermedades del siglo XVIII y XIX.

La temperatura en el Círculo Polar Ártico está aumentando aproximadamente tres veces más rápido que en el resto del mundo. A medida que el hielo y el permafrost se derriten, pueden liberarse otros agentes infecciosos. "El permafrost es un muy buen conservante de microbios y virus, porque es frío, no contiene oxígeno y es oscuro", explica el biólogo evolutivo Jean-Michel Claverie de la Universidad de Aix-Marseille, en Francia. Los científicos han descubierto fragmentos de ARN (ácido ribonucleico) del virus de la gripe española de 1918 en cadáveres enterrados en fosas comunes en la tundra de Alaska. La viruela y la peste bubónica también están probablemente enterradas en Siberia.

En un estudio de 2011, Boris Revich y Marina Podolnaya advirtieron: "Como consecuencia del derretimiento del permafrost, los vectores de infecciones mortales de los siglos XVIII y XIX pueden volver, especialmente cerca de los cementerios donde fueron enterradas las víctimas de estas infecciones". Por ejemplo, en la década de 1890 hubo una importante epidemia de viruela en Siberia y una ciudad perdió hasta el 40% de su población.

Los cadáveres fueron sepultados bajo la capa superior de permafrost en las riberas del río Kolyma. 120 años después, los desbordamientos del Kolyma han comenzado a erosionar las riberas, y el derretimiento del permafrost ha acelerado este proceso de erosión. En un estudio de 2014, un equipo liderado por Claverie revivió dos virus que habían quedado atrapados en el permafrost siberiano durante 30.000 años. Conocidos como Pithovirus sibericum y Mollivirus sibericum, ambos son "virus gigantes", porque a diferencia de la mayoría, son tan grandes que pueden ser vistos bajo un microscopio regular. Fueron descubiertos a unos 30 metros bajo tierra en la tundra costera. Una vez revividos, se convirtieron rápidamente en infecciosos. Afortunadamente para nosotros, estos virus en particular sólo infectan las amebas unicelulares. Sin embargo, el estudio sugiere que otros, que realmente podrían infectar a los seres humanos, podrían ser revividos de la misma manera.

En los destacados de Agosto 2020 hablábamos del permafrost.

Debido a que el hielo marino del Ártico se está derritiendo, la costa norte de Siberia se ha vuelto más fácilmente accesible por mar. Como resultado, la explotación industrial, incluyendo la minería de oro y minerales, y la perforación de petróleo y gas natural, ahora se está volviendo rentable. "Por el momento, estas regiones están desiertas y las capas profundas del permafrost no se ven afectadas", dice Claverie. "Sin embargo, estas capas antiguas podrían verse expuestas por la excavación en la minería y las operaciones de perforación. Si todavía hay allí virus viables, esto podría significar un desastre". Claverie dice que los virus de los primeros seres humanos en poblar el Ártico podrían resurgir, e incluso podíamos ver virus de especies de homínidos extintos como Neandertales y Denisovanos. El equipo de Claverie también ha encontrado algunas secuencias de ADN que parecen venir de virus, incluyendo el herpes. Sin embargo, todavía no ha hallado ningún rastro de viruela. Por razones obvias, no han intentado revivir ninguno de los patógenos.

En febrero de 2017, científicos de la NASA anunciaron que habían encontrado microbios de 10.000 a 50.000 años de antigüedad dentro de cristales en una mina mexicana. Estaban en la Cueva de los Cristales, parte de una mina en Naica, en el norte de México, que contiene muchos cristales de color blanco lechoso de la selenita mineral, formados durante cientos de miles de años. Incluso bacterias más antiguas se han encontrado en la cueva de Lechuguilla en Nuevo México, a 300 metros bajo tierra. Estos microbios no han visto la superficie durante más de 4 millones de años. La cueva nunca ve la luz del sol, y está tan aislada que demora unos 10.000 años que el agua de la superficie entre en la cueva.

A pesar de esto, las bacterias de alguna manera se han vuelto resistentes a 18 tipos de antibióticos, incluyendo fármacos considerados como un "último recurso" para combatir las infecciones. Esto sugiere que la resistencia a los antibióticos ha existido durante millones o incluso miles de millones de años. La razón de esto es que muchos tipos de hongos, e incluso otras bacterias, producen naturalmente antibióticos para ganar una ventaja competitiva sobre otros microbios.

También en cristales, como éstos en la cueva de Naica, se han encontrado microorganismos antiguos.

Así fue como Fleming descubrió por primera vez la penicilina: las bacterias en una placa de Petri murieron después de que una se contaminó con un moho que excretaba antibióticos. En las cuevas, donde hay poca comida, los organismos deben ser despiadados si quieren sobrevivir. Las bacterias como la Paenibacillus pueden haber tenido que desarrollar resistencia a los antibióticos para evitar ser asesinadas por organismos rivales. Aunque la Paenibacillus en sí no es dañina para los seres humanos, podría en teoría transmitir su resistencia a los antibióticos a otros patógenos. Sin embargo, como está aislada debajo de 400 metros de roca, esto parece improbable. La resistencia natural a los antibióticos es probablemente tan frecuente que muchas de las bacterias que emergen del derretimiento del permafrost ya la tienen. En consonancia con eso, en un estudio de 2011 los científicos extrajeron ADN de bacterias encontradas en el permafrost de 30.000 años de antigüedad en la región de Beringia, entre Rusia y Canadá. Encontraron genes que codifican resistencia a beta-lactama, tetraciclina y antibióticos glicopéptidos.

¿Cuánto debemos preocuparnos por todo esto? Un argumento es que el riesgo de los patógenos del permafrost es intrínsecamente desconocido, por lo que no deben preocuparnos abiertamente.

"Si el patógeno no ha estado en contacto con los seres humanos durante mucho tiempo, el sistema inmunológico no estaría preparado, de modo que sí, eso podría ser peligroso" Jean-Michel Claverie, investigador.

En cambio, debemos enfocarnos en amenazas más conocidas provocadas por el cambio climático. Por ejemplo, a medida que la Tierra se calienta, los países septentrionales serán más susceptibles a brotes de enfermedades "meridionales" como la malaria, el cólera y el dengue, ya que estos patógenos prosperan a temperaturas más cálidas. La otra perspectiva es que no debemos ignorar los riesgos sólo porque no podemos cuantificarlos. "Siguiendo nuestro trabajo y el de otros, existe ahora una probabilidad de que los microbios patógenos podrían revivir e infectarnos", dice Claverie. "Es probable que se trate de bacterias curables con antibióticos, bacterias resistentes o virus. Si el patógeno no ha estado en contacto con los seres humanos durante mucho tiempo, el sistema inmunológico no estaría preparado, de modo que sí, eso podría ser peligroso".

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