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5 - Enero - 2023
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La cueva de La Roche-Cotard, en el Valle del Loira (Francia), estuvo sellada durante más de 50.000 años por los residuos de lodo transportados por las crecidas del río Loira hasta que el arqueólogo francés Jean-Claude Marquet penetró allí por primera vez en 1974. En su interior, Marquet y su equipo descubrieron unas finas líneas grabadas en la pared que les hicieron sospechar que podrían haber sido grabadas por humanos.

Marquet también encontró en la cueva raspadores y otros fragmentos de piedra elaborados con la técnica lítica musteriense, típica del Paleolítico Medio, lo que le hizo suponer que el lugar había sido habitado por los neandertales. Dos años más tarde, en 1976, el arqueólogo descubrió en la cueva algo que se asemejaba a una figurilla de la misma época, elaborada en sílex, que parecía el rostro de un ser humano o un animal.

La arqueóloga Dorota Wojtczak durante los trabajos de excavación en el interior de la cueva de La Roche-Cotard.

En realidad, fueron aquellos descubrimientos los que dieron inicio a las especulaciones acerca de que podrían haber sido los neandertales los autores de aquellas marcas grabadas en las paredes de la cueva de La Roche-Cotard. Pero la investigación quedó estancada durante años.

Cuarenta años después, en 2016, y con la ayuda de la arqueóloga Dorota Wojtczak, de Integrative Prehistoric and Archaeological Science (IPAS), del Departamento de Ciencias Ambientales de la Universidad de Basilea, Marquet retomó su vieja hipótesis acerca de que habían sido los neandertales los autores de aquellos grabados. Según Wojtczak, "las marcas de la cueva no se hicieron con herramientas, sino rascando con los dedos humanos". Eso es lo que proponen en un artículo publicado en la revista PlosOne.

De este modo, la reciente investigación llevada a cabo por Dorota Wojtczak parece demostrar que los grabados de la cueva de La Roche-Cotard, ocultos durante 50.000 años, habrían sido en realidad realizados por el Homo neanderthalensis. Y es que los últimos descubrimientos liderados por la propia arqueóloga, junto con un equipo de investigadores de Francia y Dinamarca, han puesto de manifiesto que, en efecto, estos grabados son los más antiguos que se conocen y tendrían una datación de más de 57.000 años.

Objeto fabricado con sílex que se asemeja a un rostro humano o animal hallado en La Roche-Cotard.

Wojtczak asegura que "en aquella época, hace 50.000 años, no había humanos modernos en Europa, sino tan solo neandertales, así que tanto las marcas de las paredes como los artefactos encontrados en la cueva solamente podrían haber sido hechos por estos primeros humanos".

Mediante fotos y escaneos en 3D se registraron y analizaron todos los grabados de la cueva llegándose a la conclusión de que aquellas formas geométricas con líneas paralelas y triangulares no habrían sido hechas en la pared por casualidad. Sin embargo, la investigadora aún no ha conseguido descifrar su significado ni qué podrían representar, aunque sí tiene claro que "solo podrían haberlos hecho alguien que actuara con planificación y comprensión", aclara.

Interior de la cueva de La Roche-Cotard, donde se encontraron los grabados que seguramente fueron realizados por neandertales.

Las investigaciones llevadas a cabo en los últimos años han roto la percepción que se tenía de los neandertales, que estaban considerados hasta ese momento como una especie con escasa capacidad de aprendizaje. Gracias a los nuevos estudios, los arqueólogos sugieren que los miembros de esta especie humana ya empleaban herramientas y poseían un razonamiento simbólico. Así, las pinturas rupestres que se han descubierto en La Roche-Cotard demostrarían su capacidad intelectual, así como sus aptitudes artísticas.

En la actualidad, los especialistas están investigando si los grabados contienen pigmentos o incluso hollín que puedan ayudar a identificar qué tipo de materiales habrían utilizado los neandertales. Por su parte, Wojtczak está convencida de que cada nuevo avance en el estudio ayudará a desmontar la idea de que los neandertales "eran humanos mentalmente inferiores y reforzará la percepción de que son parientes de los humanos modernos, y que podían hablar y probablemente incluso cantar", concluye la arqueóloga.

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