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19 - Junio - 2021
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En China, la loca carrera competitiva empieza casi desde el minuto en que naces y va desde poder entrar a una buena escuela hasta lograr un empleo prestigioso. Pero ahora, millones de personas quieren liberarse de ese ciclo, con dos palabras que dejan entrever la frustración que sienten las generaciones más jóvenes. Cuando Sun Ke se graduó de la universidad en 2017, se fue a Shanghái en busca de un sueño compartido por muchos de su generación -una buena carrera, un auto y hasta una casa. El joven de 27 años no esperaba que fuera muy difícil. Sus padres lograron empezar de cero por su cuenta y ahora son dueños de varias propiedades en su lugar de origen, un pequeño pueblo cerca de Shanghái. Sin embargo, cuando empezó su propio negocio de restaurantes en 2018, Sun Ke pronto se dio cuenta de que las grandes franquicias y plataformas de servicio a domicilio ya dominaban el mercado. Había llegado tarde a esa competencia.

"Para competir con otros con aplicaciones de servicio a domicilio, mi socio y yo tuvimos que sacar dinero de nuestros propios bolsillos, no cobrar la tarifa de la entrega y darles descuentos a los clientes. Y los que siguen haciendo el dinero son esas grandes franquicias".

Después de dos años, terminó perdiendo más de un millón de yuanes (poco más de US$155.000). A finales de año pasado, cerró el negocio por completo. Dice que su experiencia es un caso típico de "involución" en la China actual.

El término antropológico original "involución" (o neijuan en chino, literalmente traducido como enroscar) se refiere a un concepto social según el cual el crecimiento de la población no resulta en productividad ni mejoras de innovación. Hoy día, el término se usa ampliamente para expresar una sensación de agotamiento. La tendencia empezó en los campus de las universidades de élite del país con la publicación de imágenes de estudiantes que llevaban el trabajo duro a tal extremo que se volvieron virales en internet el año pasado. En una de las fotos, un estudiante de la Universidad Tsinghua utilizaba su computador portátil mientras montaba en bicicleta.

El estudiante fue coronado como el "rey involucionado de Tsinghua" y la idea de la involución empezó a calar en toda la joven generación de China, con especial eco en los millennials, en los nacidos después de los 90 y en la llamada generación Z. En Weibo, la mayor red social del país, las etiquetas relacionadas a la involución se han visto más de mil millones de veces. También se incluyó en un popular ranking de las 10 palabras más en boga del año pasado.

"Los jóvenes siguen sintiendo que si no trabajan duro o participan en competencias serán rechazados por la sociedad, pero no ven un avance a pesar de sus repetidos esfuerzos", indicó el profesor Biao Xiang, de la Universidad de Oxford. "La generación de nuestros padres tuvo sus desafíos, pero también sus oportunidades. Todo era nuevo. Siempre y cuando tuvieran ideas y valor, tenían muy buenas probabilidades de éxito", dice Sun Ke. El concepto no es exclusivo de China. Se podría decir que la mayoría de países desarrollados tuvieron una generación que vivió durante un período de bonanza. Pero la diferencia clave es que, en China, esa "época dorada" ha transcurrido tan rápido que todavía está fresca en el recuerdo de la gente. Eso significa que los de la generación joven, como Sun Ke, han sido testigos del éxito de sus padres, viéndolos acumular su patrimonio de la nada. "Sus padres o algunos vecinos que son apenas 10 años mayores que ellos podían cosechar todas esas ganancias simplemente entrando en este negocio, pero esa ventana ya se cerró, ya no les queda esa posibilidad", indica la doctora Fang Xu, catedrática de la Universidad de California en Berkeley.

Actualmente, China tiene el segundo mayor número de multimillonarios en el mundo. Pero también es el hogar de unos 600 millones de personas cuyo ingreso mensual es a duras penas 1.000 yuanes (US$154). Esa enorme disparidad ha generado un resentimiento creciente de los jóvenes hacia sus empleadores. También ha aumentado la sensación entre la juventud de que los de arriba no entienden sus dificultades. Su Mang, una empresaria y exeditora en jefe de la revista de moda Harper´s Bazaar China, fue duramente criticada después de decir que la involución es "la brecha entre el deseo propio y la pereza". Se disculpó después, pero el daño ya estaba hecho. "Si los jefes pudieran solidarizarse con la gente que trabaja para ellos, el '996' no existiría y tampoco la involución", comentó un usuario, en referencia a la cultura en el mundo empresarial de China de trabajar de 9am a 9pm, 6 días a la semana.. "Los capitalistas deberían cerrar la boca", escribieron otros.

El multimillonario Jack Ma era un promotor de la cultura 996, la que llamaba una "bendición". Esa postura, además de las investigaciones que le hicieron a su compañía Alibaba, hicieron caer su reputación.

Pero ahora ha surgido un nuevo concepto: el de "acostarse" o tang ping en mandarín. Empezó después de que el usuario de un foro dijera que aunque no había estado trabajando durante los últimos dos años, él no lo veía como un problema, en clara contradicción con la definición tradicional del éxito en China. Sostuvo que no había necesidad de seguir los ideales de la sociedad. "Solo acostándose se puede lograr ser la medida de todas las cosas", escribió, y así nació el concepto de "acostarse". La idea detrás de tang ping -no trabajar demasiado, estar satisfecho con metas asequibles y permitirse el tiempo para relajarse- ha sido elogiada por muchos y ha inspirado numerosos memes. Ha sido descrita como un movimiento espiritual.

El profesor Xiang de Oxford sugirió que estas tendencias muestran el deseo de la joven generación de "abandonar competencias sin sentido" y la necesidad de reconsiderar los antiguos modelos de éxito. Muchos jóvenes chinos se han hecho eco de la idea de abandonar esta carrera loca, pero los expertos indican que podría ser difícil que este concepto tenga una amplia aceptación, pues las autoridades podrían determinar que va en contra de los valores socialistas. En un discurso de 2018, el presidente de China, Xi Jinping, dijo que la nueva era "pertenece a aquellos que trabajan duro" y que "la felicidad solo se puede lograr a través de grandes emprendimientos".

Los medios estatales también han reaccionado negativamente contra el concepto de "acostarse". En un artículo publicado en el Guang Ming Daily, un diario que se especializa en asuntos culturales, su autor criticaba a los "acostados" por el daño que le hacían a la economía del país y a la sociedad en general. En otro comentario de opinión en el Danfang Daily, el columnista tildó la última tendencia de "injusta y vergonzosa". No obstante, la doctora Xu señala que no cree que estas tendencias vayan a desaparecer. "Tristemente diría que en los próximos cinco a diez años será así, porque no hay grandes evoluciones tecnológicas en el ámbito industrial, de manera que no hay nuevos campos que puedan explorar".

Por qué ya no está bien visto ser superrico en China. ¿Son 650 yuanes (US$101) suficientes para pagar todas las comidas de un día? Según Su Mang, exeditora en jefe de Harper's Bazaar China, no. Y sus comentarios al respecto en un reality showenfurecieron a los usuarios de las redes sociales chinas.

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Hace 100 años, un pequeño grupo de rebeldes chinos, inspirados en la revolución bolchevique que acabó con el imperio zarista en la vecina Rusia, formaron en secreto el Partido Comunista de China (PCCh). Al igual que el comunismo soviético, que se centró en la clase obrera, los primeros seguidores del PCCh fueron trabajadores de las grandes ciudades. Pero, en medio de la persecución que empezaron a sufrir por parte de los nacionalistas del Kuomintang (KMT, en el poder), uno de los líderes del Partido Comunista, Mao Zedong, se alejó del enfoque marxista tradicional e impulsó una insurrección rural para movilizar al vasto campesinado de China. La estrategia fue exitosa y el PCCh se fue consolidando, convirtiéndose en pocos años en el principal rival del gobernante KMT.

Tras más de dos décadas de guerra civil intermitente, los comunistas se impusieron y el 1 de octubre de 1949, Mao instauró la República Popular de China (RPC), sobre la base de las teorías de Marx y Lenin.

Un siglo después de su creación, el PCCh sigue manteniendo el poder absoluto en China. Muchos consideran a su actual líder, el presidente Xi Jinping, como el gobernante chino más poderoso desde Mao, ya que controla el partido, el Estado y el Ejército, lo que algunos llaman la "santísima trinidad comunista".

Sin embargo, la China actual parece completamente diferente -algunos dirían, casi opuesta- al país comunista que concibieron Mao y los fundadores del PCCh.

La historia de China, una de las civilizaciones más antiguas del mundo con continuidad hasta la actualidad, tiene sus orígenes en la cuenca del río Amarillo donde surgieron las primeras dinastías Xia, Shang y Zhou.1? La existencia de documentos escritos hace cerca de 3500 años ha permitido el desarrollo en China de una tradición historiográfica muy precisa, que ofrece una narración continua desde las primeras dinastías hasta la Edad Contemporánea. La cultura china, según el mito, se inaugura con los tres emperadores originarios: Fuxi, Shennong y finalmente el Emperador Amarillo Huang, este último considerado como el verdadero creador de la cultura. Sin embargo, no existen registros históricos que demuestren la existencia real de estas personalidades, las que de acuerdo con la transmisión oral de generación en generación, habrían vivido hace unos 5000 a 6000 años.

Qin Shi Huang, fundador de la Dinastía Qin.

Mientras que el Gran Timonel colectivizó el trabajo, centralizó la economía y persiguió a los partidarios del "capitalismo" con su Revolución Cultural —uno de los periodos más convulsos bajo su liderazgo, en un intento subyacente de minar el bando liberal del partido—, hoy China es el segundo país del mundo con más multimillonarios. 626 chinos tienen fortunas por encima de los US$1.000 millones, según la última lista compilada en abril de 2021 por la revista Forbes. 239 de esos multimillonarios accedieron al club de los más ricos en el último año. Y solo Estados Unidos tiene una cantidad mayor de superricos: 724. Pero el gigante asiático le gana en el ranking de empresas: 124 compañías chinas integran el listado de las 500 corporaciones más grandes del mundo, publicado en 2020 por la revista Fortune. EE.UU., el subcampeón, tiene 121 empresas en el Fortune Global 500. En términos de Producto Interno Bruto (PIB) la nación americana sigue siendo la principal economía del mundo, aunque si se mide en términos de paridad del poder adquisitivo, China es la nación más rica, según los datos de 2021 del Fondo Monetario Internacional (FMI). También tiene el sector bancario más acaudalado y la entidad con mayores activos: el Banco Industrial y Comercial de China (ICBC). ¿Cómo se explica, entonces, que el país comunista más grande del mundo tenga este nivel de riqueza y se encamine -según algunos analistas- a convertirse en la principal superpotencia económica del planeta?

Deng Xiaoping (aquí con el presidente estadounidense Jimmy Carter, en 1979) transformó a China.

La respuesta está en los cambios que introdujo a partir de 1978 —dos años después de la muerte de Mao— Deng Xiaoping, quien impulsó un programa económico que se conoció como Reforma y Apertura.

Deng hizo todo lo contrario a lo que pregonaba Mao: liberalizó la economía, permitiendo el resurgimiento del sector privado y descentralizó el poder, dejando la toma de decisiones en manos de las autoridades locales. Desmanteló progresivamente las comunas y les empezó a dar mayores libertades a los campesinos para que pudieran administrar las tierras que cultivaban y vender los productos que cosechaban. También se abrió al exterior: viajó a EE.UU. y selló los lazos con Washington, tras el histórico primer paso que dio Richard Nixon al visitar China en los últimos años de Mao, en plena Guerra Fría. Así, empezaron los contratos comerciales entre la República Popular China y Occidente, dando paso a la entrada en la economía del país asiático de inversiones extranjeras y multinacionales icónicas del capitalismo, como Coca-Cola, Boeing o McDonald's. El modelo económico introducido por Deng, basado en una economía de mercado, se bautizó oficialmente "Socialismo con características chinas". Fue una fórmula exitosa que permitió que la RPC empezara a crecer a niveles récord y sostenidamente, durante tres décadas. Los líderes posteriores —Jiang Zemin, Hu Jintao y el actual mandatario, Xi Jinping— mantuvieron el modelo. China se convirtió en el principal gigante comercial del globo, produciendo y exportando más que nadie. Hoy el país asiático domina la fabricación de ropa, textiles y artefactos eléctricos. Y varias empresas privadas chinas son líderes en el mercado tecnológico, como la fabricante de computadoras personales Lenovo y la plataforma de comercio online Alibaba.

"China no será oprimida": el duro discurso de Xi Jinping durante las celebraciones de los 100 años del Partido Comunista chino.

Cómo Mao Zedong logró coronarse como máximo líder en China (y cuáles fueron sus políticas más controvertidas).

También la empresa privada más grande de China, Huawei, es la líder en el desarrollo de tecnología 5G y una de las mayores fabricantes de teléfonos celulares del mundo. Muchos de los multimillonarios chinos que integran la lista de Forbes son fundadores de estas y otras empresas privadas exitosas. Con todo, cabe preguntarse: ¿podemos seguir llamando a China un país comunista?

Desde el punto de vista político, la respuesta es: definitivamente, sí. Un siglo después de su creación, el PCCh sigue siendo la única fuerza política en China y gobierna de forma vertical y jerárquica, con dirigentes en cada ciudad y región del país. La estructura del partido es piramidal y en su base hay más de 95 millones de miembros. El presidente de China es elegido por la Asamblea Popular Nacional -el Parlamento-, que está controlado por el PCCh. Y el partido controla a todos los altos funcionarios del gobierno, los líderes de las empresas estatales, las escuelas, los hospitales y los grupos sociales. "El PCCh no es un partido político tal como entendemos este tipo de organización en una democracia multipartidista. Es un Partido-Estado", explicó en un reciente artículo en la revista Política Exterior Jean-Pierre Cabestan, catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Baptista de Hong Kong y uno de los mayores expertos en China. Este Partido-Estado presta mucha atención al control de su ideología: no existe la libertad de prensa y, con excepción de unos pocos medios escritos privados, el sector mediático está bajo control estatal. Según el organismo de derechos humanos Human Rights Watch, el gobierno chino "mantiene un estricto control sobre internet, los medios masivos y la academia". También "persigue a comunidades religiosas" y "detiene de forma arbitraria a los defensores de los derechos humanos". Pero si se analiza al país desde una perspectiva económica, ahí la historia es otra.

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Decenas de miles de personas en Hong Kong marcharon en contra de un plan para permitir las extradiciones a China continental el 9 de junio de 2019.

"Económicamente China hoy está más cerca del capitalismo que del comunismo", señala a BBC Mundo la analista internacional, experta en Asia, Kelsey Broderick. "Es una sociedad de consumo, lo que es totalmente opuesto al comunismo", destaca. Sin embargo, Broderick advierte que, aunque a primera vista la economía china parece completamente capitalista, "si remueves la primera capa, puedes sentir la pesada mano del partido". La "mano invisible" del PCCh está en todos los aspectos de la economía. Aunque las capas más bajas funcionan de manera más cercana al capitalismo, el control es definitivamente más visible en lo alto de la pirámide económica: el Estado determina, por ejemplo, el precio del yuan y quién puede comprar divisas. Y es el que controla las empresas más grandes del país, que manejan los recursos naturales. De hecho, 84 de las 124 empresas chinas en la lista Fortune Global 500 son compañías estatales, es decir, casi el 70%. El PCCh también es oficialmente el dueño de toda la tierra en China, aunque en la práctica las personas pueden poseer propiedades privadas por un determinado número de años. Y controla el sistema bancario, por lo que decide a quién se le otorga préstamos. Incluso las empresas privadas chinas deben someterse a inspecciones estatales y tienen "comités partidarios que pueden influenciar la toma de decisiones", cuenta Broderick. Esto último también ocurre con algunas firmas extranjeras, en el caso de que tengan tres o más miembros del PCCh empleados (una situación no poco común teniendo en cuenta los 92 millones de miembros).

Tras su fundación en 1921, el Partido Comunista de China se convirtió en una de las formaciones políticas más influyentes de China. En 1949, el ejército del partido, denominado Ejército Popular de Liberación, derrotó a los nacionalistas del Kuomintang (KMT) en la Guerra Civil China. El líder del PCCh en aquel momento, Mao Zedong, proclamó la nueva República Popular China, bajo la dirección del Partido Comunista.

Chen Duxiu, uno de los fundadores y primer líder del Partido Comunista de China.

Este borroso límite entre lo privado y lo estatal está detrás de la controversia que ha afectado en los últimos años a Huawei, luego de que EE.UU. acusara a la empresa privada más grande de China de ser un frente para el espionaje estatal (algo que la compañía niega).

Estos rasgos socialistas que aún persisten en el modelo económico chino, y que han llevado a que muchos analistas lo tilden de "capitalismo estatal", también han exacerbado la guerra comercial entre China y EE.UU. Si bien el conflicto se centra en la balanza comercial, muy inclinada a favor de Pekín, Washington y otros socios comerciales de China reclaman por las enormes ayudas estatales que reciben las empresas privadas chinas, y que las ponen en ventaja con respecto a sus rivales internacionales. "Las empresas privadas chinas tienen una doble ventaja: toman créditos de bancos públicos y reciben subsidios energéticos de las empresas estatales que controlan toda la producción de energía del país", señala el periodista y analista internacional Diego Laje. Laje, quien fue presentador en la Televisión Central de China (CCTV) en Pekín y corresponsal para Asia de la cadena estadounidense CNN, considera que China "no se puede llamar capitalista porque no cumple con los requisitos y compromisos de la Organización Mundial del Comercio (OMC)", a la que se adhirió en 2001 y que aún no lo reconoce como "economía de mercado". No obstante, el periodista destaca que "en el día a día la intervención del Estado no se siente, lo que da una sensación de libertad" que hace que en muchos sentidos la economía china opere como un sistema capitalista. Xiao Lin coincide. La intérprete originaria del sureste de China, que emigró a Pekín para estudiar y trabajar, le contó a BBC Mundo que en su experiencia "China es cada vez más capitalista". Donde ella más lo ve es en el mercado inmobiliario: "Las casas son cada vez más caras y solo los ricos pueden comprarlas. Los profesionales jóvenes como yo no podemos acceder a tener nuestra propia vivienda y dependemos de nuestros padres o abuelos", cuenta. La inequidad es otra de las consecuencias que ha traído la liberalización de la economía.

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Se nota también en los servicios de salud: la mayoría de los chinos dependen del sistema público, muchas veces abarrotado, pero los más ricos acuden a hospitales privados. La educación china también ha sufrido cambios. Sigue siendo estatal pero ya no es completamente gratuita. "Hay 9 años que son obligatorios y no se pagan. Pero para ir al secundario y la universidad hay que pagar", señala la joven. Donde ella más siente la presencia del Estado en su vida es en términos de seguridad y libertad de expresión. Lo primero lo festeja: "China es el país más seguro que hay, el gobierno garantiza nuestra seguridad". En cambio, lamenta las restricciones que enfrenta cuando quiere navegar en internet o usar redes sociales.

A 100 años de su creación, ¿cómo explica el PCCh, que en el pasado persiguió a quienes creían en el "capitalismo", el éxito de su "capitalismo estatal" que ha llevado a China a convertirse en la segunda economía más grande del mundo? Según Anthony Saich, director del Ash Center de la Universidad de Harvard y autor del libro From Rebel to Ruler: 100 Years of the Chinese Communist Party ("De rebelde a dirigente: 100 años del PCCh"), la dirigencia del partido simplemente cambió el relato. "Los actuales líderes de China han reescrito la historia de una manera que borra este aspecto de la historia oficial", le dijo a BBC Mundo. "Si bien admiten que Mao pudo haber cometido algunos errores, ignoran el ataque a los 'seguidores de la vía capitalista' y explican la Revolución Cultural como un experimento del cual el partido aprendió. Enfatizan que fue un ataque a la corrupción, al burocratismo, etc.".

"Xi Jinping, en lugar de ver la era pos-1949 dividida en dos historias (una bajo Mao y otra bajo reformas) lo considera una línea ininterrumpida de experimentación que ha resultado en lo que el partido es hoy", señaló. Saich, al igual que muchos otros expertos, resalta que, bajo Xi, China "se ha alejado de las influencias más liberales del mercado que se experimentaron anteriormente". Por su parte, Laje observa que también se ha endurecido. "Están aumentando los niveles de represión y control y se ha perfeccionado la tecnología para que hoy China sea un Estado policial perfecto". Para Broderick, el líder chino "está convencido de que la desintegración de la Unión Soviética se dio porque dejaron de lado sus raíces comunistas y no quiere que eso ocurra en su país".

Sin embargo, consultado sobre si la China de Xi se está haciendo más capitalista o más comunista, Saich opina que ninguna de las dos opciones es acertada: "Es más estatista".

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