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6 - Mayo - 2020
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Todos los humanos con ascendencia fuera de África tienen un porcentaje de ADN neandertal fruto del mestizaje entre sus poblaciones hace miles de años. Este legado ancestral y su influencia sobre el hombre moderno ha sido estudiado ahora de manera exhaustiva en la población actual de Islandia. En un estudio publicado en la revista Nature, científicos de la Universidad de Aarhus en Dinamarca, la compañía islandesa de CODE Genetics y el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania) han aislado 14,4 millones de fragmentos de ADN arcaico neandertal obtenidos de 27.566 islandeses para descubrir qué partes del genoma contienen ADN neandertal y el papel que este desempeña en los humanos modernos. Han hallado también una presencia significativa de ADN denisovano (un homínido muy próximo y contemporáneo a los neandertales) en el genoma islandés.

Neandertales y Homo sapiens convivieron en Europa y Asia durante milenios antes de la extinción de los primeros hace 40.000 años. El mestizaje entre ambas especies dejó una huella genética en los seres humanos, que ha perdurado hasta la actualidad: las personas de ascendencia no africana comparten alrededor del dos por ciento de su genoma con los neandertales. Este 2% de ADN neandertal europeo es diferente en cada individuo, por lo que los científicos han logrado reconstruir entre el 38% y el 48% del genoma neandertal islandés con los casi 15 millones de fragmentos obtenidos de la población de la isla.

Comparando las diferentes secuencias de material genético secuenciado en el Instituto Max Planck, los investigadores encontraron que la población neandertal que se mezcló con los islandeses modernos era más similar a los neandertales de Croacia que a los de Rusia. El estudio también concluye que las madres neandertales tenían a sus hijos con parejas más jóvenes que ellas. Los investigadores han llegado a esta conclusión al comparar las mutaciones en los fragmentos de ADN neandertal con los fragmentos de ADN de humanos modernos correspondientes, ya que la edad determina el tipo de mutaciones genéticas que los progenitores transmiten a sus descendientes.

Pero este exhaustivo análisis generó más datos sorprendentes que corroborarían el alto nivel de mestizaje entre los homínidos del Paleolítico superior: El genoma del islandés moderno contiene trazas de ADN denisovano, un homínido descrito a partir de un hallazgo en Rusia en 2010, que anteriormente solo se habían encontrado en las poblaciones modernas de Asia oriental y de Papua Nueva Guinea. Este dato desafía la creencia de que homo sapiens y neandertales se mezclaron antes de que los humanos actuales se encontraran con los denisovanos decenas de miles de años después. Los científicos tienen dos posibles teorías para explicar este nuevo hallazgo. Grupos de neandertales y denisovanos podrían haber tenido descendencia común antes de encontrarse con el homo sapiens. En ese caso, esos descendientes les habrían transmitido genes de ambas especies. esta teoría se vería reforzada por el descubrimiento del fósil de una niña híbrido entre denisovano y nanderthal. Hasta ahora se creía que los únicos trazos de ADN denisovano en poblaciones actuales se hallaban en Asia.

La segunda hipótesis es que los denisovanos y el homo sapiens se hubieran cruzado primero, mucho antes de que los neandertales entraran en escena, aunque sobre esta suposición no se ha encontrado registro fósil.

La herencia genética establece nuestra predisposición a tener los ojos azules, a ser altos o de piel morena, puede condicionar nuestro carácter o nuestra tendencia a padecer determinadas enfermedades... En este sentido, la afectación del ADN neandertal a la salud de los islandeses es más bien baja. Los investigadores creen que algunas variantes arcaicas podrían estar relacionadas con una ligera menor predisposición a padecer cáncer de próstata, reducirían el tiempo de coagulación de la sangre o limitarían la altura de los individuos.

Los primeros humanos eran más competitivos y promiscuos que los humanos actuales, según un estudio. Luego de analizar dedos de fósiles de neandertales, antecesores del hombre actual, un grupo de científicos determinó que éstos superaban al actual Homo Sapiens en el número de parejas sexuales. Los investigadores estudiaron los huesos de los dedos fosilizados de los simios y homínidos extintos para aprender más acerca de su actividad hormonal. El estudio, en el que participaron científicos de las universidades de Liverpool, Oxford y Southampton, de Reino Unido, y Calgary, de Canadá, fue publicado en el último número de la revista Proceedings of the Royal Society. El grupo de investigadores, encabezado por Emma Nelson de la Universidad de Liverpool (Inglaterra), analizó los dedos fosilizados de cuatro especies de homínidos.

Las proporciones de los dedos de los restos fósiles de los homínidos pueden ser utilizados como indicadores de los niveles que tenían de andrógenos prenatales, un grupo de hormonas que participan del desarrollo de las características masculinas, como la agresividad y la promiscuidad.

Los altos niveles de las hormonas aumentan la longitud del dedo anular en comparación con el dedo índice, lo que acorta la diferencia de esos dedos con el dedo mayor. El equipo descubrió que la diferencia entre la longitud del dedo anular y la del índice en los neandertales y los primeros miembros de la especie humana eran más bajos que la mayoría de los seres humanos, lo que sugiere que fueron expuestos a altos niveles de andrógenos prenatales. Emma Nelson señaló que estos datos pueden servir para estudiar el comportamiento social de los simios y homínidos extintos y compararlo con el de los humanos. "Aunque precisamos analizar más fósiles para confirmar nuestros resultados, este método podría ser una nueva y emocionante forma de entender cómo ha evolucionado nuestro comportamiento social", agregó.

Cráneos y mandíbulas de Homo sapiens y neandertal.

Los neandertales se extinguieron hace 40.000 años, pero siguen vivos en nuestro genoma. La razón es que, 10.000 años antes de su desaparición, tuvieron unos cuantos contactos sexuales con nuestra especie, los Homo sapiens que justo salíamos de África por entonces. Sus genes no solo son un testigo mudo de aquellos deslices de una noche de verano, sino que siguen activos en el genoma de los europeos, afectando a su altura y su propensión a la esquizofrenia o el lupus. Los asiáticos y los oceánicos llevan otros genes, procedentes de encuentros con otras especies arcaicas, como los denisovanos. Somos nuestro pasado.

Ya había evidencias estadísticas sobre la importancia del ADN neandertal que aún conserva el genoma para la variabilidad humana actual. La presencia o ausencia de estos genes arcaicos se había podido correlacionar con la adaptación a las altas montañas del Tíbet y con la predisposición a la depresión patológica. Pero las correlaciones estadísticas nunca llegan al fondo de la cuestión: el cómo. La investigación actual ha accedido a esa caja negra. Y demuestra que los genes neandertales afectan a rasgos esenciales para nuestra adaptación. Somos una especie variable, y el ADN arcaico contribuye a ello. Incluso 50.000 años después del último apareamiento entre neandertales y humanos modernos, aún podemos ver impactos mensurables en la expresión de los genes, explica el jefe del estudio, Joshua Akey, de la Universidad de Washington en Seattle. “Y esas variaciones de la expresión génica afectan a la variación fenotípica humana y a la propensión a las enfermedades”.

Los genes neandertales afectan a rasgos esenciales para nuestra adaptación. Somos una especie variable, y el ADN arcaico contribuye a ello.

Los asombrosos avances en la secuenciación del ADN antiguo pueden dar la impresión de que la genética neandertal no tiene secretos para nosotros. Es falso. La presencia o ausencia de un gen en un genoma neandertal, y la variante exacta que aparece allí, son cuestiones fundamentales, por supuesto. Pero solo cuentan la mitad de la historia. La otra mitad es qué genes están activos, dónde lo están y cuánto. Y eso no depende solo de ADN, sino también de factores del entorno, el estrés y la experiencia que no podemos leer en el ADN, sino en el ARN, una molécula similar que se copia de los genes activos (y no de los inactivos), y que es tan inestable que resulta imposible recuperarlo de los huesos fósiles de las especies extintas. Los científicos de Washington han inventado otro enfoque del problema: mirar cómo se expresan los genes neandertales que se conservan en el genoma de mucha gente de origen europeo.

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Nota de prensa, Febrero 2024:

Hallado el más antiguo asentamiento septentrional de Homo Sapiens, donde humanos y Neandertales convivieron durante miles de años.

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Entre las varias bases de datos que ha generado la genómica en los últimos 10 o 15 años, se encuentra el proyecto GTEx (genotype-tissue expression, expresión del genoma en cada tejido humano), promovido en 2010 por los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de Estados Unidos, la locomotora de la investigación biomédica en el planeta. GTEx ha creado un tesoro de información sobre qué genes se expresan en cada órgano y tejido humano, y qué tienen que ver con las enfermedades y las variaciones de las personas.

Akey y sus colegas se han fijado en particular en las personas del proyecto GTEx que llevan tanto un gen neandertal como su homólogo sapiens: uno procedente de su padre y otro de su madre. Los genetistas llaman alelos a esas dos versiones distintas del mismo gen. Y han hallado que no todos, pero sí una cuarta parte de los tramos de ADN neandertal que conserva el genoma moderno tiene claros efectos sobre la regulación de los genes humanos, tanto neandertales como sapiens. Que las variantes neandertales contribuyen a la complejidad del genoma humano moderno y a su diversidad de unos individuos a otros, y de unas poblaciones a otras.

Quizá su descubrimiento más llamativo sea que los alelos (variantes) neandertales suelen aparecer muy reprimidas en el cerebro y los testículos. Los científicos de Washington interpretan que esos órganos son justo los que han experimentado una mayor evolución desde que neandertales y sapiens nos escindimos, hace 700.000 años. “Podemos inferir”, dice Akey, “que las grandes diferencias en la regulación genética de humanos y neandertales se dan en el cerebro y los testículos”. El jefe del trabajo concluye: “La hibridación entre humanos modernos y neandertales incrementó la complejidad genómica. No fue simplemente algo que ocurrió hace 50.000 años y sobre la que no tengamos ya que preocuparnos. Esos pequeños tramos de ADN aquí y allá, nuestras reliquias neandertales, siguen influyendo la expresión de nuestros genes de forma ubicua e importante”.

Hubo un tiempo en el que diferentes humanidades compartían el planeta. Además de neandertales y denisovanos, Homo luzonensis, Homo erectus, Homo naledi y Homo florisiensis coincidieron con los sapiens en diferentes etapas de la Prehistoria. Los neandertales son los que más se nos acercan en tamaño corporal y cerebral, además de ser la última especie en extinguirse. Durante cientos de miles de años, poblaron los bosques y montañas de Europa, pero desaparecieron hace 40.000 años, poco después de que los primeros sapiens anatómicamente modernos comenzaran a asentarse en el continente.

Esa coincidencia hace que el papel que los sapiens pudieron desempeñar -si es que desempeñaron alguno- en su extinción sea aún objeto de debate. Las hipótesis van desde el conflicto directo entre las dos especies hasta la mera ocupación de las regiones que el neandertal dejó vacías en su declive. Una investigación refuerza esta última idea: de acuerdo con sus autores, los factores demográficos son suficientes para explicar la desaparición del Homo neanderthalensis. Los neandertales vivían en grupos pequeños y aislados geográficamente. Fluctuaciones demográficas aleatorias -variaciones en la tasa de nacimientos y muertes o en la proporción de sexos- podrían haber sido suficientes para causar su desaparición en un periodo de 10.000 años. "Eso no descarta completamente que los humanos tuvieran algún papel en la extinción", matiza Krist Vaesen, investigador de la Universidad Tecnológica de Eindhoven. "Pero nuestros modelos sugieren que ese papel podría no haber sido el que algunos científicos suelen reivindicar. Según esos científicos, los neandertales fueron superados por una especie más inteligente y numerosa, pero nuestros resultados sugieren como alternativa más plausible una coexistencia pacífica". Los investigadores han partido de datos de poblaciones actuales de cazadores-recolectores como los hadza de Tanzania, los achés de Paraguay, o los Kung de Namibia y Bostwana. Con esa base han desarrollado modelos estadísticos para simular la evolución de poblaciones neandertales en largos periodos de tiempo. Además, tuvieron en cuenta el impacto que añadiría la endogamia (habitual en los aislados clanes neandertales) y el llamado efecto Allee: la reducción del tamaño de la población hace descender la tasa de reproducción al escasear los individuos.

Pasando la tarde ...

Según esas estimaciones, si un 25% o menos de las hembras neandertales hubieran dado a luz (una cifra común en los cazadores-recolectores actuales), eso habría significado la desaparición de poblaciones de hasta 1.000 individuos. Los autores no descartan que la aparición de los sapiens pudiera haber agravado ciertos factores. "Una competencia fuerte por los recursos habría hecho que los neandertales fueran aún más vulnerables a la extinción", reconoce Vaesen, "pero es razonable pensar que la competencia era muy débil, vista el área de distribución geográfica de los neandertales (desde el Mar Negro hasta la costa atlántica) y que la población era pequeña (70.000)".

Los neandertales fueron considerados durante mucho tiempo como un pariente tosco y poco evolucionado del sapiens. En parte por su apariencia y fuerza física y en parte porque admitir la cercanía entre las dos especies restaba excepcionalidad a la nuestra. "En muchos aspectos, los neandertales eran una especie humana muy similar a la nuestra, porque ambos heredaron las mismas cualidades de antepasados comunes y porque en la evolución ambas especies adquirieron capacidades similares", señala Antonio Rosas, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC). La conclusión del estudio enlaza con un trabajo publicado este año por Rosas y otros investigadores del CSIC, que apuntaba a una combinación de factores ecológicos y demográficos como responsables de la extinción. En concreto, las pruebas realizadas en la cueva de El Sidrón (Asturias) revelaban una elevada endogamia que habría limitado la viabilidad del clan. Aquel estudio se centró en un grupo familiar que vivió en la gruta asturiana (compuesto por 13 individuos) y reveló hasta 17 anomalías congénitas distribuidas por todo el esqueleto, todas ellas compartidas por varios miembros.

A pesar de tener un tamaño cerebral similar al de los humanos modernos (aunque una mayor masa corporal), el cerebro de los neandertales tenía una estructura diferente. Una parte significativa estaba dedicada a la visión, en detrimento de otras funciones como la conexión social. En contraste, los sapiens, procedentes África, no necesitaron esta adaptación y en su lugar desarrollaron lóbulos frontales, que se asocian con un mejor procesamiento de la información. "Es posible que capacidades cerebrales y cognitivas sutiles diferenciaran la manera de pensar y razonar de neandertales y humanos modernos", explica Rosas. "Esas pequeñas diferencias básicas pudieron determinar aspectos clave como el tamaño del grupo, la capacidad de previsión o de conexiones a larga distancia, lo que en última instancia determinaba que sus áreas geográficas de distribución eran más restringidas. Y consecuentemente el intercambio genético era menor". El antropólogo de la Universidad de Oxford Robin Dunbar desarrolló en los años 90 la famosa Teoría del Cerebro Social, en la que demostraba que el tamaño del cerebro es el principal indicador del tamaño de los grupos sociales en los primates. Cuanto más grande es el neocórtex (la capa más externa) de la especie, mayor es el número de individuos que viven en comunidad. Sin embargo, si los cerebros de los neandertales estaban esencialmente dedicados a la visión y al movimiento, esto puede significar que tenían otras áreas del cerebro más pequeñas. Así, habrían estado limitados cognitivamente a grupos más pequeños, lo que acabó condenándolos desde un punto de vista evolutivo.

Hace 30.000 años, cuando Europa sufría episodios climáticos muy fríos y la nieve cercaba todo por encima del Ebro, los homínidos buscaron un refugio que les garantizara abrigo, recursos y más posibilidades de supervivencia. Los neandertales lo encontraron en el sur de lo que hoy es España y Portugal. La huella más reciente de esta especie, de 28.300 años, perteneciente a un adolescente de 1,30 metros de altura y hallada en una cantera de Gibraltar, demuestra el santuario que supuso el sur de la península Ibérica para esta especie y obliga a replantear la línea del tiempo de su extinción, situada hasta la fecha en 40.000 años.

“Eran pocos en la familia y vinieron a veranear a la costa del sur de la Península, como ahora”, bromea Joaquín Rodríguez Vidal, catedrático de Geodinámica y Paleontología de la Universidad de Huelva. Él, Fernando Muñiz, profesor de Cristalografía y Mineralogía de la Universidad de Sevilla, y Luis Miguel Cáceres, geólogo de la Universidad de Huelva, lideran con el también geólogo de la Universidad de Lisboa Carlos Neto De Carvalho el grupo que sigue las huellas de los últimos neandertales en el sur de la península Ibérica. El vestigio que avala los nuevos datos sobre la supervivencia neandertal más allá de los 40.000 años establecidos en el norte de Europa es una pisada sobre la arena de 17 centímetros de largo por siete de ancho máximo y dos centímetros de profundidad.

“La fotogrametría ha evidenciado la forma de los dígitos, el talón, el puente y las almohadillas”, explica Muñiz. “No hay duda de que se trataba de un homínido. La comparación con otras huellas mostraba que era de neandertal. La termoluminiscencia (OSL, siglas en inglés de optically stimulated luminescence) nos dio la fecha precisa: 28.300 años”, afirma. Este hallazgo en la cantera de Catalan Bay (denominada así por una antigua migración catalana al Peñón), en la zona oriental de Gibraltar, refuerza la tesis ya publicada en 2006 en la revista Nature que cuestiona la fecha aceptada de la extinción de los neandertales hace 40.000 años. Ese trabajo mostró restos de piedras de 24.000 años talladas como lo hacían los neandertales (musteriense) y que fueron halladas en la cercana cueva gibraltareña de Gorham.

Si pedimos a un niño que dibuje a un cavernícola, probablemente pintará a un individuo robusto y achaparrado, de frente estrecha y entrecejo saliente, y bruto como él solo, de los que aporrean a su pareja y la arrastran por los pelos. En definitiva, un hombre de Neanderthal, o la imagen que la cultura popular tiene de esta especie que convivió con nuestro ancestro, el homo sapiens. Unos clichés que, a medida que avanza nuestro conocimiento sobre ellos, parecen cada vez más alejados de la realidad.

El consenso científico atribuía hasta ahora el privilegio de la cultura simbólica material al hombre modernos: representaciones, adornos, tótems y reliquias transmitidos de generación en generación. "Artefactos cuyo valor funcional no reside tanto en su uso práctico, sino simbólico, son indicativos de un aspecto fundamental de la cognición humana tal y cómo la entendemos" - explica Dirk Hoffmann, del Max Planck Institute for Evolutionary Anthropology. "Son uno de los principales pilares que sostienen lo que nos hace humanos".

La máxima expresión de la cultura simbólica prehistórica, por encima de la ornamentación de herramientas y los adornos, es el arte rupestre. Hasta fecha reciente, los paleontólogos se veían obligados a datarlo en función de los materiales, y en el caso de las pinturas, era un proceso en el que se corría el riesgo de destruirlas. Una nueva técnica, sin embargo, permite obtener una datación mediante Uranio-Torio (U-Th) a partir de las costras carbónicas en la superficie de los pigmentos. Se trata de una técnica muy precisa basada en la desintegración radiactiva de los isótopos de uranio en torio, y determina la edad de las formaciones de carbonato de calcio hasta 500.000 años atrás, con un alcance mucho más remoto en el tiempo que el método de radiocarbono. De este modo se ha descubierto que el arte rupestre más antiguo encontrado en Europa, en cavernas de España, es anterior a los humanos modernos en al menos 20.000 años y, por lo tanto, tiene que ser de origen neandertal.

Pinturas en la cueva de La Pasiega hechas por neandertales hace más de 64.000 años. La obra de arte rupestre más antigua.

Las pinturas pertenecen a tres cuevas: Ardales (Málaga), La Pasiega (Cantabria) y Maltravieso (Cáceres). "Las figuras se realizaron con pigmento de color rojo, hematites o un ocre. El colorante se reducía a polvo machacándolo y se mezclaba con agua. La aplicación en las manos de Maltravieso se hizo soplando el pigmento mediante un aerógrafo rudimentario formado por dos cánulas de hueso o vegetal. En la cueva de La Pasiega se utilizó, muy probablemente, el dedo o un pincel. Y en el caso de Ardales, todo apunta a que fue pigmento aplicado con los dedos", explicaba el investigador Marcos García Diez, coautor del trabajo en la Universidad Isabel I de Burgos.

"Los neandertales creaban símbolos con sentido en lugares con sentido" - explica Paul Pettitt, de la Universidad de Durham, que ha colaborado en el estudio. García Diez incide en la idea de que el homo neandertalensis tenía capacidad y herramientas para desarrollar un lenguaje gráfico perdurable como es el arte rupestre. "Había defensores, como el compañero [Joao] Zilhão, que apoyaban la complejidad simbólica de los neandertales, centrada en la decoración corporal, pintándose e incluso adornándose con plumas o colgantes. Hoy sabemos algo más: que pintaban para transmitir ideas en soportes a través de formas perdurables en el tiempo y en un espacio concreto".

Son las conclusiones a las que llega otro equipo hispano-germánico y publicado en la revista Science Advances sobre los restos de caparazones marinos decorados que se hallaron en otra cueva española, la de Los Aviones en Cartagena. La datación con uranio-torio de los pigmentos rojos y amarillos revelaron que dos de las cuatro muestras analizadas son de hace 115.000 años, mucho antes de que el hombre moderno llegara a la región. Fueron obra, por tanto, de neandertales. Zilhão, de la Universidad de Barcelona, ha estado involucrado en ambas investigaciones. "De acuerdo a los nuevos datos, neandertales y humanos modernos compartían el pensamiento simbólico y habrían sido cognitivamente indistinguibles" - declara. "Cuando busquemos los orígenes del lenguaje y la cognición humana avanzada, debemos buscar mucho más atrás en el tiempo, más de 500.000 años atrás, hacia el ancestro común de neandertales y sapiens".

Entre 7.500 y 14.000 años atrás, las poblaciones de Eurasia compartían similitudes genéticas, lo que sugiere una mayor interacción entre poblaciones geográficamente distantes. Así lo revelaron recientemente científicos de la Academia de Ciencias de China en un estudio publicado en Trends in Genetics. Estos análisis también detectaron al menos dos eventos de mezcla con poblaciones de neandertales, uno aproximadamente entre 50.000 y 60.000 años atrás y otro hace más de 37.000 años. Este ancestro neandertal disminuyó gradualmente en ancestros arcaicos en los europeos que datan de aproximadamente entre 14.000 y 37.000 años atrás.

El legado de los neandertales: trombos, adicciones y depresión. Un estudio de 2016 con 28.000 personas muestra las penalidades que nos llegan de la promiscuidad de nuestros ancestros, promiscuos y por lo tanto, sociales.

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