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9 - Agosto - 2021
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Nagasaki recordó el 76 aniversario del bombardeo atómico de la ciudad japonesa por parte de Estados Unidos y su alcalde instó a Japón, Estados Unidos y Rusia a hacer más para eliminar las armas nucleares. En su discurso en el Parque de la Paz de Nagasaki, el alcalde Tomihisa Taue instó al gobierno de Japón a tomar la iniciativa en la creación de una zona libre de armas nucleares en el noreste de Asia en lugar de permanecer bajo el paraguas nuclear de Estados Unidos, una referencia a la promesa de Estados Unidos de usar sus propias armas nucleares para defender a los aliados sin ellos. Taue también destacó a Estados Unidos y Rusia, que tienen los arsenales más grandes con diferencia, por hacer más por el desarme nuclear, ya que expresó su preocupación de que los estados nucleares hayan retrocedido en los esfuerzos de desarme y estén mejorando y miniaturizando las armas nucleares.

"Por favor, considere la posibilidad de construir una zona libre de armas nucleares en el noreste de Asia que crearía un 'paraguas sin arma nuclear' en lugar de un 'paraguas nuclear' y sería un paso en la dirección de un mundo libre de armas nucleares", dijo Taue mientras instaba al gobierno de Japón a hacer más para tomar medidas para el desarme nuclear. A las 11:02 a.m., en el momento en que el bombardero B-29 lanzó una bomba de plutonio, los sobrevivientes de Nagasaki y otros participantes en la ceremonia guardaron un minuto de silencio para honrar a más de 70.000 vidas perdidas.

Actos de conmemoración.

El bombardeo del 9 de agosto de 1945 se produjo tres días después de que Estados Unidos realizara el primer ataque atómico del mundo contra Hiroshima, matando a 140.000 personas. Japón se rindió el 15 de agosto, poniendo fin a la Segunda Guerra Mundial. El alcalde también pidió al gobierno y a los legisladores de Japón que firmen rápidamente el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares de 2017 que entró en vigor en enero. Tokio renuncia a su propia posesión, producción o alojamiento de armas nucleares, pero como aliado de Estados Unidos, Japón alberga 50.000 soldados estadounidenses y está protegido por el paraguas nuclear de Estados Unidos. El acuerdo de seguridad posterior a la Segunda Guerra Mundial complica el impulso para que Japón firme el tratado, ya que refuerza sus propias fuerzas armadas al tiempo que intensifica la cooperación de defensa con otros estados con armas nucleares como Gran Bretaña y Francia, para hacer frente a las amenazas de Corea del Norte y China, entre otros.

El primer ministro Yoshihide Suga dijo que el entorno de seguridad es severo y que las opiniones mundiales están profundamente divididas sobre el desarme nuclear, y que es necesario eliminar la desconfianza promoviendo el diálogo y formando un terreno mutuo para la discusión. Taue también pidió un progreso sustancial hacia el desarme nuclear realizado en la conferencia del Tratado de No Proliferación Nuclear del próximo año, "comenzando con mayores pasos por parte de Estados Unidos y Rusia para reducir las armas nucleares". Pidió al gobierno de Suga que intensificara y acelerara el apoyo médico y asistencial para los ancianos sobrevivientes del bombardeo atómico, cuya edad promedio es ahora de más de 83 años.

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"Toda señal de vida ha quedado extinguida en Hiroshima. Hombres y animales, plantas e insectos, han perecido abrasados por el fuego o por el efecto de las horrísonas ondas de aire incendiado". La emisión de Radio Tokio, captada por Nueva York el 9 de agosto de 1945, no dejaba lugar a dudas: la bomba nuclear sellaba definitivamente el final de la Segunda Guerra Mundial. Era el último eslabón del conflicto, después de la rendición de Alemania y el suicidio de Hitler. De hecho, desde mediados de 1943, Estados Unidos se lanzó de lleno a combatir contra los japoneses. La producción masiva de aviones y barcos de guerra redobló más si cabe el potencial del ejército estadounidense. Si ya en el Pacífico suroccidental las tropas del general McArthur destruyeron los ejércitos japoneses en Nueva Guinea, en el Pacífico central, el almirante Nimitz los expulsaba de los archipiélagos Gilbert, Marshall y Marianas. Era mediados de 1944. En el mes de octubre, la batalla aeronaval de Leyte destruía a flota japonesa que trataba de detener la invasión de Filipinas. Aun así, la lucha se alargó a causa de la tenaz resistencia nipona, que llegó a utilizar aviones kamikazes contra los barcos de Estados Unidos.

Un paso más adelante se dio en 1945, con la conquista de las islas Iwo Jima y Okinawa por Estados Unidos. Pese a la situación desesperada de Japón, completamente cercado, las autoridades se negaban a rendirse. Fue entonces cuando el presidente Harry S. Truman tomó la drástica y polémica decisión de lanzar la bomba atómica. Sostenía Truman que, de no hacerlo, Estados Unidos y el resto de fuerzas aliadas se verían forzadas a realizar una invasión terrestre que costaría medio millón de vidas norteamericanas. También Winston Churchill, primer ministro de Reino Unido, apoyó la decisión. La primera bomba atómica, bautizada como 'Little Boy', fue lanzada sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945. «El presidente Truman ha anunciado, por mediación de la Casa Blanca, que la bomba atómica ha sido utilizada por primera vez contra el Japón con una potencia igual a veinte mil toneladas de trinitotolueno. 'La bomba atómica es la utilización del poder básico del Universo. La primera bomba ha sido arrojada sobre la base japonesa de Hiroshima'. La declaración dice que la bomba atómica abre una nueva etapa de revolución en la ciencia de la destrucción. La utilización por los norteamericanos ha sido 'una victoria en la carrera emprendida con los hombres de ciencia alemanes, para encontrar la formar de dominar y poner en acción la energía atómica'».

El trinitrotolueno es un compuesto orgánico aromático cristalino de color amarillo pálido y explosivo que parte de varias mezclas, por ejemplo el amatol, que se obtiene mezclando TNT con nitrato de amonio. Se prepara por la nitración del tolueno.

Tres días después, una nueva bomba atómica, esta vez denominada 'Fat Man', era lanzada sobre Nagasaki: «Una segunda bomba atómica ha sido arrojada ayer por la aviación norteamericana contra el Japón, según se anuncia oficialmente. Esta vez, el objetivo ha sido la ciudad de Nagasaki. (...) Los resultados del ataque han sido (...) tan devastadores como el de Hiroshima», anunciaba la prensa de entonces. Se calcula que el número de muertos provocado por ambos artefactos superó los 200.000. Pocos días después, Japón anunciaba su rendición incondicional: «La agencia Reuters comunica: 'El Japón ha aceptado el ofrecimiento de la capitulación'», podía leerse en los periódicos el 15 de agosto de 1945. La Segunda Guerra Mundial dejó un enorme reguero de desastres y víctimas. Cerca de la mitad de los más de 50 millones de muertos fueron civiles. Junto a la destrucción de ciudades e infraestructuras, sobrecogieron los exterminios masivos de población judía y eslava, el desplazamiento forzoso de millones de personas y el desastroso balance económico. En términos territoriales, Japón e Italia vieron desaparecer sus imperios, Alemania fue duramente desnazificada, dividida y su territorio reducido en favor de Polonia y de la URSS, que fue el Estado más favorecido en este terreno. Estados Unidos se convirtió en una superpotencia, mientras el continente europeo se veía abocado a una pesarosa reconstrucción. El mundo que dejó la Segunda Guerra Mundial estaba fatalmente escindido en dos bloques antagónicos, el capitalista liderado por Estados Unidos y el comunista encabezado por la URSS.

El pasado Febrero revisábamos la historia de la Batalla de Iwo Jima en la sección dedicada a la fotografía.

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El infierno que desató la bomba atómica, en imágenes: las 20 fotos más escalofriantes de Hiroshima y Nagasaki.

Una prueba o ensayo nuclear es la detonación de un arma nuclear con fines experimentales (determinar el rendimiento de un arma, los efectos destructivos de la misma, etc.) o de desarrollo de armamento nuclear. Algunas detonaciones han tenido lugar con fines pacíficos. Por ejemplo, cerca de 27 detonaciones se han realizado para cavar pozos o construir canales o puertos artificiales, o bien para extraer combustible o gas subterráneo. Por otra parte, la detonación más potente de la historia, la "Bomba del Zar" se realizó con objetivos puramente propagandísticos, ya que un arma de tal tamaño y potencia sería muy difícil de utilizar contra el enemigo, debido, entre otras razones, a la necesidad de utilizar un bombardero modificado. Dos o más detonaciones realizadas a menos de 2 km unas de otras y con un intervalo de tiempo no superior a 0,1 segundo se consideran como una sola prueba (llamada "salvo").

Pásate por la selección de películas sobre ensayos nucleares.

Las pruebas nucleares se clasifican como atmosféricas (cuando la explosión tiene lugar dentro de la atmósfera), estratosféricas (en las que el arma nuclear usualmente es transportada en un cohete fuera de la atmósfera), subterráneas y submarinas. Las atmosféricas producen una contaminación mayor, mientras en los otros tipos la lluvia radiactiva es más limitada. Las pruebas exoatmosféricas pueden generar un pulso electromagnético. Asimismo, las pruebas nucleares pueden realizarse mediante lanzamientos desde aeronaves (airdrop), o bien situando al arma nuclear en la cima de una torre, en un contenedor impermeable bajo el agua, encima de una embarcación, bajo tierra, o en el espacio exterior mediante el uso de un cohete (prueba nuclear de gran altitud).

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Hay ciudades que han pasado a la historia sin que esa fuera su intención, a veces víctimas de un episodio negro que ojalá no hubiese ocurrido nunca. En Japón hay dos ejemplos claros: Hiroshima y Nagasaki. Y las dos sufrieron el mismo mal: fueron arrasadas por sendas bombas atómicas lanzadas por Estados Unidos en 1945 al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Pero igual que Hiroshima supo resurgir de sus cenizas, la ciudad de Nagasaki también plantó cara a la desgracia levantándose como la ciudad multicultural que había sido durante el estricto periodo Edo (1603-1868), una época en la que el shogunato le concedió el privilegio de ser el único puerto de Japón con comercio exterior y que enriqueció la ciudad para siempre.

Comerciantes europeos y chinos llegaron y se quedaron en Nagasaki, creando una sinergia con los comerciantes autóctonos que la convirtió en uno de los puertos más importantes de Asia. Esta riqueza cultural hace que Nagasaki sea un destino imprescindible si visitas la isla de Kyushu, porque además de haber sido el epicentro de una bomba nuclear es un ciudad diversa en culturas, religiones, arquitecturas y gastronomías, que es todo un ejemplo de superación.

Visitar Nagasaki y no profundizar en la tragedia que marcó su historia no tendría sentido. El 9 de agosto de 1945 la bomba Fat Boy fue lanzada sobre la ciudad, y eso que Nagasaki no era el objetivo inicial. Una nube sobre la ciudad de Kokura hizo cambiar los planes del piloto y se recurrió a un “plan B”, y Nagasaki tuvo la desgracia de tener buena visibilidad aquel día. La visita al Museo de la Bomba Atómica de Nagasaki es dura pero necesaria. Imágenes, objetos y testimonios te trasladarán a una ciudad arrasada en cuestión de segundos, donde la tierra alcanzó los 4.000 ºC, la radiación provocó enfermedades letales a corto y largo plazo y donde a finales de 1945 las víctimas ya eran más de 80.000.

Pero tan impactante e indignante como esto te resultará la parte final del museo, donde una gráfica muestra una línea del tiempo en la que se suceden los pactos internacionales contra las armas nucleares a la vez que paralelamente, y al mismo tiempo, diferentes países firmantes continúan realizando pruebas con diferentes bombas atómicas.

Muy cerca del Museo de la Bomba Atómica se encuentra el Parque de la Paz, un espacio con numerosas conmemoraciones a las víctimas del ataque nuclear, y donde no sería raro coincidir con grupos de escolares que quieren conocer aún mejor el pasado de su ciudad. También aquí encontrarás el Parque del Epicentro, donde verás que un monolito señala exactamente el lugar sobre el que explotó la bomba Fat Boy.

Si llegas a Nagasaki tras atravesar la isla de Honshu, la principal de Japón plagada de templos sintoístas y budistas, te llamará la atención la presencia que tiene aquí el catolicismo, y evidentemente todo tiene una explicación. Con la llegada de los primeros portugueses en 1543 el catolicismo empezó a tener cierta representación, y con el paso del tiempo y la llegada de más europeos, con jesuitas primero y dominicos y franciscanos después, cobró cada vez mayor y mayor importancia.

Sin embargo, en 1587 se firmó el primer edicto contra los cristianos y diez años después se crucificó a los conocidos como “los 26 mártires de Japón”, 20 cristianos japoneses y 6 extranjeros que hoy son recordados en un monumento y un museo en la colina Nishizaka, donde fueron ejecutados. Para entender la importancia del catolicismo en Nagasaki tienes que visitar también la catedral de Urakami, que fue destruida por la bomba nuclear y reconstruida en 1959, y la catedral de Oura, que siendo de 1864 es la iglesia más antigua de todo Japón.

Si quieres ver algo totalmente diferente al resto de Japón tienes que visitar los Jardines Glover. En ningún otro sitio podrás ver mejor cómo influyó la presencia de comerciantes y hombres de negocios extranjeros en Nagasaki. Aquí un conjunto de casas de estilo occidental construidas a finales del siglo XIX nos trasladan a otra época, auténticas mansiones de madera con vistas a la bahía de Nagasaki y rodeadas por jardines escrupulosamente cuidados.

Los jardines fueron nombrados en honor de Thomas Blake Glover, un joven comerciante escocés que se instaló aquí y pasó a la historia por facilitar el derrocamiento del shogunato durante la Restauración Meiji y por introducir nueva tecnologías en la industria japonesa. Su casa, levantada en 1863, es la más espectacular que verás en los Jardines Glover.

La isla de Hashima, o más conocida también como Gunkanjima, fue una vez el lugar más densamente poblado del planeta, pero en menos de 20 años su población se redujo a cero. Abandonada desde 1974, Hashima es hoy una isla fantasma. En el siglo XIX se descubrió en ella carbón, lo que hizo que la industria minera no tardara en explotar sus riquezas minerales y se construyese en ella una verdadera ciudad, con sus comercios, sus escuelas y sus hospitales, pues se calcula que a mediados del siglo XX su población ya alcanzaba los 5.300 habitantes en una superficie de 480 metros de largo y 50 de ancho. Desde el momento en el que la mina cerró en 1974 comenzó el proceso de despoblación. La UNESCO nombró Hashima Patrimonio de la Humanidad en 2015 y puedes hacer excursiones en barco desde el puerto de Nagasaki para ver de cerca el paisaje gris y tétrico de sus edificios abandonados.

La isla de Hashima Gunkanjima, nombre que significa isla del Acorazado, se debe a la forma que adquirió Hashima cuando se la amuralló para protegerla del fuerte oleaje del mar y de los tifones que solían azotarla, es una pequeña isla de Japón y una de las quinientas cinco islas deshabitadas de la Prefectura de Nagasaki. Esta isla, de cuatrocientos ochenta metros de largo y ciento cincuenta metros de ancho, se halla a unos veinte kilómetros del puerto de Nagasaki y entre 1887 y 1974 estuvo habitada por los trabajadores de su mina de carbón y las familias de ellos. El 5 de julio de 2015 la mina fue incluida en la lista de Patrimonios de la Humanidad por la Unesco dentro del grupo de «Sitios de la revolución industrial de la era Meiji en Japón: siderurgia, construcciones navales y extracción de hulla».

Construcciones y la llamada "escalera al infierno", en la isla de Hashima.

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Fue uno de los municipios que en 1963 se fusionó para formar uno nuevo, Kitakyushu, que tiene un poco menos de un millón de habitantes. Pero Kokura todavía tiene un lugar en la memoria colectiva de los japoneses, ya que su desaparición podría haber sido mucho más traumática casi dos décadas antes. Es que Kokura era uno de los objetivos elegidos para los bombardeos atómicos de Japón en 1945, pero escapó milagrosamente de la terrible devastación en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial. De hecho, el 9 de agosto Kokura estaba a solo minutos de ser atacada al igual que lo había sido Hiroshima solo tres días antes.

El 9 de agosto de 1945, Kokura estuvo a solo minutos de ser destruida por la bomba atómica que finalmente fue lanzada sobre Nagasaki.

A mediados de julio de 1945, las autoridades militares estadounidenses habían seleccionado varias ciudades en Japón como potenciales blancos de bombardeos atómicos debido a la presencia de fábricas y bases militares, por ejemplo. Kokura se ubicó solo detrás de Hiroshima en orden de prioridad. Era un centro de producción de armas y albergaba uno de los arsenales masivos del ejército japonés.

El 6 de agosto estaba en espera por si algo impedía el lanzamiento de la bomba sobre Hiroshima. Tres días después, los bombarderos B-29 volaron hacia Kokura en las primeras horas de la mañana. Uno de ellos llevaba a "Fat Man", una bomba de plutonio aún más poderosa que la bomba de uranio lanzada sobre Hiroshima. Pero Kokura estaba envuelta en nubes, que podían haber sido producidas por el humo de los incendios causados por los bombardeos de la vecina Yawata el día anterior. Algunos historiadores han afirmado además que las fábricas de Kokura también habían quemado carbón intencionalmente para crear una cortina de humo sobre la ciudad en un momento en que los ataques aéreos eran frecuentes en todo Japón. Según los documentos militares de EE.UU. y el informe de William Laurence, un periodista de The New York Times que viajaba a bordo de uno de los aviones, los B-29 dieron tres vueltas a Kokura.

"Fat Man", la bomba originalmente destinada para Kokura, tenía el poder de 22.000 toneladas de TNT.

Hubo órdenes de lanzar la bomba solo después de la confirmación visual del objetivo para maximizar su poder destructivo. El problema fue que las defensas terrestres divisaron los aviones y comenzaron a dispararles. Fue entonces cuando el mayor Charles Sweeney, que estaba volando el B-29 que llevaba la bomba, el Bockscar, decidió dirigirse a Nagasaki.

Se estima que las bombas atómicas mataron a 140.000 personas en Hiroshima y a 74.000 en Nagasaki, y dejaron a muchas otras heridas.

Los aviones estadounidenses habían estado atacando a Japón sin descanso desde marzo de 1945, utilizando bombas que quemaban a las ciudades por completo. Se estima que un solo ataque en Tokio la noche del 9 de marzo causó la muerte de más de 83.000 personas y dejó a más de un millón sin hogar. Pero cuando los B-29 llegaron a Kokura en agosto, la ciudad estaba básicamente intacta. En verdad se había librado de los ataques incendiarios, justamente por ser un objetivo para las bombas atómicas: las autoridades militares estadounidenses querían preservar estas ciudades para estudiar mejor el daño de las poderosas armas. La rendición incondicional de Japón fue anunciada por el emperador Hirohito el 15 de agosto. Kokura había escapado de la destrucción, pero no de la consternación. Cuando surgió la noticia de que la bomba que cayó sobre Nagasaki estaba originalmente destinada a la ciudad, el alivio se mezcló con la tristeza y la empatía.

Kitakyushu tiene un memorial a la bomba atómica de Nagasaki, que se encuentra en un parque construido en los terrenos del antiguo arsenal. La suerte de la ciudad y la difícil situación de Nagasaki se describen en el monumento.

44,4 segundos tardó Little Boy en hacer explosión desde que salió de la panza del B-29 Enola Gay. En 30 minutos, el hongo radiactivo sobre Hiroshima empezaba a deshacerse. Pero sus efectos secundarios persisten 70 años después. Miles de supervivientes son atendidos cada año por enfermedades relacionadas con las dos bombas atómicas que EEUU usó contra Japón. Incluso, a medida que envejecen, los conocidos para siempre como hibakusha (los bombardeados, en japonés) desarrollan nuevas enfermedades relacionadas con lo que vivieron aquel agosto de 1945. En Hiroshima murieron al menos 80.000 personas el día de la detonación. En Nagasaki, aunque la segunda bomba, Fat Boy, era más potente que la primera, las muertes rondaron las 40.000. El desvío del artefacto de plutonio y la topografía de la ciudad minimizaron las bajas. Como habían previsto los científicos y los militares, la mayoría de las víctimas iniciales sucumbieron a la onda expansiva, la energía térmica generada y la radiación ionizante inicial. Muchos miles más murieron en los días, semanas y meses posteriores. En total, unas 214.000 personas murieron por el efecto directo de las bombas. Pero, lo que pocos esperaban es que su impacto duraría no unos años sino décadas enteras.

"Los científicos que crearon la bomba sabían sin duda de los efectos perjudiciales de la radiación y que la provocarían con ella", dice el profesor del Instituto de Tecnología Stevens (EEUU), Alex Wellerstein. "Pero, lo que no esperaban es que murieran tantos japoneses por la radiación, ya que pensaban que todo aquel lo suficientemente cerca de la zona cero de la bomba como para recibir una dosis fatal de radiación moriría antes por el efecto del fuego y la onda expansiva. Sin embargo, la realidad no siempre coincide con los modelos teóricos y entre el 15% y el 20% de las muertes se debieron a los efectos de la radiación", añade este experto que prepara un libro sobre la historia nuclear secreta de EEUU. Los políticos, militares y científicos de la administración Truman que trabajaron en la bomba querían que fuera definitiva, que empujara a Japón a una rendición incondicional. Tras el ensayo exitoso de Trinity, la primera bomba nuclear, en el desierto Jornada del Muerto (Nuevo México) unos días antes, estaban convencidos de la devastación que provocarían Little Boy y Fat Man.

De los varios objetivos propuestos, hubo algunos en aquel grupo que querían tirar la bomba en la bahía de Tokio. Una explosión de tal envergadura frente al palacio imperial y las ventanas del Gobierno nipón les obligaría firmar la capitulación y las víctimas habrían sido casi testimoniales. Sin embargo, ganó el ala dura. Si querían impresionar a los generales japoneses y, de paso, al mundo entero, con el poder de EEUU en forma de bomba, había que tirarla en una ciudad para que la destrucción y la mortandad sirvieran de ejemplo. De forma algo macabra, Hiroshima y Nagasaki formaron parte de una lista de ciudades objetivo que no había que bombardear con armamento convencional o bombas incendiarias. Querían reservarlas intactas para la bomba atómica. Walter Oppenheimer, John von Neumann, Enrico Fermi y otros científicos que participaron en la creación de la bomba tenían claros los efectos de la radiación. De hecho, Oppenheimer preparó un documento con instrucciones a seguir por los que lanzaran la bomba para evitar que les alcanzara. Lo que no tenían tan claro es que sus efectos perdurarían durante tanto tiempo. Es la paradoja cruel de Hiroshima y Nagasaki, como dice el profesor de la Universidad de Manchester, Richard Wakeford, "lo cierto es que los estudios con los supervivientes de la bomba atómica han permitido conocer mucho mejor los efectos de la exposición a la radiación". Wakeford, junto a varios colegas de la Universidad de Hiroshima y la Universidad Médica de Fukushima, han estudiado los efectos a largo plazo de la radiación. La lectura de sus resultados, publicados recientemente por la revista médica The Lancet, impresiona. El estudio sistemático de los hibakusha comenzó en 1950, cinco años después de que fueran detonadas las bombas. El primer estudio (LSS) incluyó a 94.000 supervivientes que se encontraban en un radio de 10 kilómetros de la zona cero de Hiroshima aquel 8 de agosto. Tras ampliar el radio y sumar las víctimas de Nagasaki, la cifra fue aumentando.

Según cifras oficiales, en 2014, había 197.159 hibakusha vivos. La cifra no incluye a los hijos de supervivientes concebidos después de la bomba pero sí a unos 5.000 que aún estaban en el vientre de su madre cuando estallaron Little Boy y Fat Man. Otros muchos murieron antes de nacer. De los que nacieron vivos, una buena parte presentaban cuadros que eran nuevos para la ciencia médica: aberraciones cromosómicas, electroforesis (separación por campo eléctrico) de las proteínas o polimorfismos en el ADN.

Solo tres años después de las bombas, el número de casos de leucemia entre los hibakusha ya era superior al de las poblaciones no expuestas y el aumento del riesgo relativo (comparado con grupos de control) tendría su pico a los siete años. Los que eran niños en 1945, presentaron los mayores índices de leucemia de todos los supervivientes. En cuanto a los distintos tipos de cáncer sólido (sarcomas, carcinomas y linfomas, por ejemplo), el aumento de la incidencia se detectó a los 10 años. El riesgo de sufrir un tumor se mostró además muy relacionado con la dosis de radiación recibida. La edad es un factor que interviene en la carcinogénesis, así que el cáncer se fue manifestando con mayor fuerza a medida que los supervivientes envejecían. Hoy, la media de edad de los hibakusha es de 80 años. Según la Cruz Roja Japonesa, de las muertes de supervivientes registradas en el hospital de Hiroshima desde marzo de 2014, casi dos tercios fueron por tumores malignos, destacando el cáncer de pulmón, estómago y leucemia. El estudio preparado para The Lancet también repasa otras enfermedades no relacionadas con el cáncer. Aquellos que recibieron altas dosis de radiación presentaron y presentan una mayor incidencia de daños en tejidos, problemas de riñón, infartos cerebrales, alteración del sistema inmunológico o ataques cardíacos. Lo intrigante es que esta mayor incidencia de estas patologías no aparece hasta después de 1980, cuarenta años después de las bombas.

El hongo radiactivo empezó a disiparse 30 minutos después de la explosión.

Incluso hoy, aparecen nuevas enfermedades relacionados con la radiación. Un informe de la Cruz Roja destaca cómo entre los más de 6.000 hibakusha tratados en los hospitales de Hiroshima y Nagasaki en lo que va de año, están apareciendo problemas circulatorios. El doctor Masao Tomonaga, también un hibakusha, experto en los efectos de la radiación sostiene: "Hasta ahora, creíamos que no había conexión entre la exposición a la radiación y las enfermedades circulatorias. Sin embargo, a medida que los supervivientes envejecen, muchos de ellos sufren de ataques cardíacos y anginas". Y no solo les envenenaron el cuerpo, también el alma. Los sucesivos seguimientos de los supervivientes muestran la alta incidencia de ansiedad o estrés postraumático. En los primeros años, además, eran unos apestados. Muchos de ellos sufrieron discriminación a la hora de encontrar trabajo o casarse. Aún hoy, 70 años después, muchos hibakusha no se han recuperado de la pérdida no solo de su familia o amigos, sino de toda su comunidad en apenas unos segundos.

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