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12 - Octubre - 2019
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500 millones de personas de tres continentes están unidas por un mismo problema: el cambio climático. La cuenca del Mediterráneo es uno de los puntos calientes de esta crisis global y algunos de sus impactos “golpean” a esta región de “forma más dura que a otras partes del mundo”, apunta el profesor Wolfgang Cramer, director científico del Instituto Mediterráneo de Biodiversidad y Ecología, radicado en Francia. Por ejemplo, el aumento de la temperatura de la región mediterránea ha llegado ya a los 1,5 grados respecto a los niveles preindustriales, lo que supone que el calentamiento en esta cuenca es un 20% más rápido que en la media del planeta. Lo que viene —si no se toman medidas adicionales de reducción de los gases de efecto invernadero que sobrecalientan el planeta— es mucho peor: para 2040 ese incremento llegará a los 2,2 grados y posiblemente superará los 3,8 en algunas zonas de la cuenca en 2100. Además, en solo dos décadas 250 millones de personas sufrirán pobreza hídrica en la zona por las sequías.

Estos datos se incluyen en un informe cuyos primeros resultados se presentaron durante un encuentro de la Unión por el Mediterráneo, una organización internacional en la que están representados los países de esos tres continentes que comparten las aguas del emblemático mar. Desde 2015, un grupo de más de 80 científicos coordinados por el profesor Cramer ha estado trabajando para esta organización en el estudio, que se titula Riesgos asociados al cambio climático y los cambios medioambientales en la región mediterránea. El informe aspira a ser el gran retrato del cambio climático en esta zona a partir del conocimiento científico actual. “Nunca antes se ha hecho una síntesis tan completa”, explica Cramer sobre un documento que está cargado de datos, muchos alarmantes.

El coordinador destaca la vulnerabilidad de mucha de la población de la región “porque vive muy cerca del mar y también porque son pobres y tienen pocas opciones para protegerse o alejarse”. El informe advierte: habrá más olas de calor “más significativas y duraderas” y “las sequías extremas serán más frecuentes”.

De entre todos los impactos, Cramer destaca la subida del nivel del mar. Para 2100 el informe apunta que superará el metro, lo que supone situarse en el escenario más pesimista que planteaba para el conjunto del planeta el reciente informe del IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change), los científicos que asesoran a la ONU. Ese incremento de un metro tendrá impactos en un tercio de la población que vive en la costa del Mediterráneo; solo en el norte de África el sustento de al menos 37 millones de personas estará en peligro. A los daños en las ciudades por inundaciones, Cramer añade otro riesgo más: “la salinización de los suelos utilizados para la agricultura en los deltas y estuarios de los ríos como el Nilo, pero también el Ebro, el Ródano y el Po”.

El otro gran impacto que más preocupa a Cramer es el aumento de la intensidad de las olas de calor y sequías, que golpeará con dureza a España. Desde 1950, la frecuencia de las sequías ha aumentado. Y el informe señala que aunque el calentamiento se quede por debajo de los dos grados —el objetivo que fija el Acuerdo de París—, los habitantes de las cuencas fluviales en Oriente Medio y Oriente Próximo estarán expuestos a una dura escasez de agua. El estudio destaca que la disponibilidad de agua dulce puede caer un 15% en las próximas décadas en el conjunto de la región mediterránea, lo que tendrá graves consecuencias en la agricultura. Y calcula que en 2040 alrededor de 250 millones de personas de la zona sufrirán pobreza hídrica —dispondrán de menos de 1.000 metros cúbicos por cabeza al año—. Esta situación, advierten los científicos, puede hacer que aumenten los conflictos e, incluso, las migraciones masivas.

El equipo científico encargado de este gran retrato del calentamiento global enumera también los riesgos para la salud: “Se espera que las enfermedades y muertes relacionadas con el calor sean más frecuentes, especialmente en las ciudades debido al efecto de las islas de calor y para los grupos de población vulnerables”. Más allá del cambio climático, los científicos destacan que el deterioro de la calidad del aire, los suelos y el agua por la contaminación supondrá más enfermedades respiratorias y cardiovasculares y una disminución del acceso a los alimentos saludables.

Relacionado con esto, los expertos indican que puede peligrar la seguridad alimentaria, ya que se puede ver afectada por el aumento de la población y la bajada en el rendimiento de los cultivos, la pesca y la ganadería. “El 90% de las poblaciones comerciales de peces ya están sobreexplotadas en el Mediterráneo”, recuerda el informe. “Y se espera que el peso medio de los peces se reduzca hasta en un 49% para 2050”, se pone como ejemplo.

Los especialistas no solo se centran en los impactos sobre los seres humanos y sus medios de vida. Se advierte de que “muchos de los ecosistemas están amenazados por el cambio climático, los cambios de usos del suelo, la contaminación y la sobreexplotación”. Por ejemplo, el proceso de acidificación del agua de mar —causado por la absorción del CO2 procedente de las emisiones humanas— y el aumento de la temperatura del agua “ya han causado una pérdida del 41% de los principales depredadores, incluidos los mamíferos marinos”. El informe cita algunos casos concretos, como la proliferación de las plagas de medusas por el incremento de la temperatura del agua, la invasión de mosquitos tigre y la aparición de especies invasoras como los peces león que dañan a las autóctonas.

Respecto a los impactos en la tierra, los científicos alertan del aumento que ya se está dando de los “megaincendios” debido al calentamiento y a los cambios en el paisaje. En el futuro, las áreas quemadas podrían crecer hasta un 40%, incluso, en el escenario más optimista de un aumento de la temperatura de 1,5 grados.

Es complicado no caer en el pesimismo cuando se lee el informe que ha coordinado Cramer. Pero este profesor resalta que el objetivo es “proporcionar información equilibrada sobre los riesgos para toda la cuenca mediterránea” para los responsables políticos y sus asesores. Y pide acción: “El norte necesita ayudar al sur a adaptarse para garantizar que la economía de los países del sur tenga estabilidad”. Cramer resalta la importancia de reducir los gases de efecto invernadero, porque cada reducción ayuda a limitar el aumento global de la temperatura. “Todos los países, y en particular los del norte, deben aplicar políticas compatibles con el Acuerdo de París. Cada tonelada de CO2 que se reduzca cuenta”.

El diplomático Grammenos Mastrojeni (Milán, Italia, 1965) insiste en el valor que puede tener este informe para los gobernantes a la hora de tomar decisiones. En una entrevista telefónica, el vicesecretario encargado del área de clima de la Unión para el Mediterráneo, resalta las oportunidades que puede conllevar la adaptación al calentamiento.

Grammenos Mastrojeni, vicepresidente de la Unión para el Mediterráneo.

Pregunta. ¿Por qué es importante este informe?

Respuesta. No estamos acostumbrados a incorporar en las políticas y las planificaciones el clima y la naturaleza. Pero si no lo hacemos seremos víctimas de una dinámica muy fuerte que cambiará las bases de los intereses sobre los que hemos construido todo el equilibrio del Mediterráneo. Este no es solo un problema del Mediterráneo, es del mundo entero, pero en el Mediterráneo es particularmente delicado y fuerte. Si no planificamos teniendo en cuenta esto, puede volverse un factor de desestabilización muy importante. Pero si logramos incorporarlo en nuestras políticas, paradójicamente, puede transformarse en una oportunidad para mejorar nuestra cooperación y conseguir un progreso económico justo, duradero y equitativo en toda la región.

P. ¿Qué le preocupa más?

R. Todos los impactos nos preocupan porque suponen que la manera de vivir en este territorio va a cambiar y esto exige una política de adaptación. Hay datos que son muy preocupantes, aunque sería un error concentrarse solo en ellos. Sabemos que estamos yendo en una dirección de inseguridad hídrica para casi 250 millones de personas. Esto es muy preocupante, pero es también una oportunidad: porque tenemos que trabajar todos juntos para proteger el ecosistema que hasta ahora nos ha permitido que nuestras tierras sean aptas para la agricultura. El nivel del mar va a aumentar bastante. Para el gran público 10 o 20 centímetros no es mucho. Pero el problema no es que el mar vaya a cubrir ciudades —en algunas zonas, como en Venecia, sí se da ese riesgo—; el problema es que el agua salada entra en la tierra. Si consideramos que el 42% de la población mundial vive cerca de las costas, que el agua se salga significa volver yermas las tierras. Y en el caso específico de los deltas de los grandes ríos significa que se puede prácticamente paralizar la agricultura. Si ignoramos el problema, se podrían propiciar, por ejemplo, flujos migratorios importantes.

P. Migrantes climáticos.

R. Sí, son ellos. Pero es una expresión errada. Las personas que se mueven por razones del clima no son migrantes. Migrante es alguien que puede escoger en cierta manera ir a otro lugar para mejorar sus condiciones de vida. Y normalmente tienen un nivel de renta suficiente para escoger aún si llega una sequía. Pero el problema es que los más pobres, aquellos que no pueden escoger, son los que se mueven cuando hay problemas climáticos. Son movimientos forzados de población, un problema mucho más peligroso que las migraciones. Es un fenómeno que afecta a personas muy frágiles cuya única alternativa es la ilegalidad, ya sea a través de las redes de tráfico de personas o el terrorismo. Este fenómeno no está ocurriendo aún en la región, pero sí, por ejemplo, en la zona del lago Chad. Allí Boko Haram gana muchos seguidores por el colapso del ecosistema, que no da más posibilidades de vivir.

P. ¿Los gobernantes del Mediterráneo son conscientes del reto climático?

R. Los Gobiernos están mucho más adelantados de lo que el público cree. El problema es que no hay soluciones mágicas y todo está llegando a una velocidad enorme y debemos adaptarlo todo. La ciencia nos da la idea de lo que puede acontecer pero la cuestión es cómo integrar estos datos en la acción política y en un circuito de decisiones democráticas.

Es imparable y se está acelerando. El aumento del nivel del mar se ha disparado por el deshielo en los extremos norte y sur del planeta, concluye el IPCC, el panel de científicos que bajo el paraguas de la ONU analiza los impactos del cambio climático generado por la acción del hombre. Los gases de efecto invernadero emitidos por el ser humano hasta ahora hacen que el deshielo y el incremento del nivel del mar vayan a continuar más allá de este siglo.

El dilema al que se enfrenta ahora esta generación es cómo de grande será la hipoteca —que también incluye fenómenos meteorológicos extremos más frecuentes, amenazas a la seguridad alimentaria e impactos en la biodiversidad— que dejará a las siguientes. Que sea una carga menor, destacan los expertos, dependerá de lo rápido que se dejen de emitir esos gases que sobrecalientan el planeta y que están vinculados principalmente a los combustibles fósiles. Hoesung Lee, presidente del IPCC, ha conminado este miércoles a los países a reducir sus gases para que los impactos que ya no se pueden eliminar se amortigüen y sean "más manejables para las personas más vulnerables". Porque, como destaca el IPCC, "las personas más expuestas y vulnerables son a menudo aquellas que cuentan con menor capacidad de respuesta".

Este dilema generacional, que se plantea a través de un informe del IPCC especial, llega en una semana intensa en la batalla contra el cambio climático. Tras las marchas multitudinarias de estudiantes del 20 de septiembre y la cumbre de la ONU celebrada en Nueva York, se espera una gran protesta global contra la inacción frente al calentamiento el viernes. El informe especial del Panel Intergubernamental del Cambio Climático sobre el calentamiento y océanos forma parte de una serie de análisis temáticos. Este grupo internacional de expertos revisa y aúna el conocimiento sobre el cambio climático partiendo de los estudios científicos publicados. En esta ocasión han participado más de 100 autores de 36 países, que han revisado unas 7.000 publicaciones.

"El aumento del nivel del mar se ha acelerado debido al incremento combinado de la pérdida de hielo de las capas de Groenlandia y la Antártida", concluye el estudio. La pérdida de hielo en la Antártida por el aumento de la temperatura en el periodo comprendido entre 2007 y 2016 se triplicó con respecto a la década anterior; en Groenlandia se duplicó.

Ese deshielo acelerado ha llevado a una tasa de aumento del nivel del mar también más rápida, hasta 2,5 veces más veloz en la última década respecto a la media del siglo pasado. Pero las proyecciones que hace el informe hablan de un problema que se acentuará, incluso en el caso de que se cumpla con el Acuerdo de París, que fija que el incremento medio de la temperatura del planeta no debe superar los dos grados respecto a los niveles preindustriales. En el escenario más optimista –el del cumplimiento de los dos grados que fija París– el IPCC pronostica un aumento del nivel del mar de 43 centímetros para 2100 (entre 1902 y 2015 fue de 16 centímetros). En el escenario más adverso –que las emisiones sigan creciendo como hasta ahora– el incremento del nivel del mar llegaría hasta los 84 centímetros y podría superar el metro. Además, durante los próximos siglos ese ritmo seguirá cogiendo velocidad e intensidad.

El análisis destaca los "peligros relacionados con el clima" a los que están expuestas las poblaciones costeras: los ciclones tropicales, los niveles extremos del mar, las inundaciones o la pérdida de hielo. Y recuerda que en las zonas costeras bajas vive en este momento alrededor del 10% de la población mundial (680 millones de personas). Además, en los pequeños Estados insulares residen otros 65 millones de personas. Y casi otro 10% de la población (670 millones) vive en las regiones de alta montaña, otra de las áreas analizadas en el informe.

Esos cerca de 1.500 millones de personas están en la zona roja de los impactos climáticos relacionados con los océanos y el agua. Unos impactos que llegan, por ejemplo, por la combinación del aumento del nivel del mar y las tormentas o ciclones. El informe alerta de que para 2050 "los eventos extremos del nivel del mar" que hasta ahora se consideraban excepcionales y se producían una vez cada siglo pasarán a convertirse en habituales y se darán "al menos una vez por año" en muchos lugares del planeta. "Especialmente en regiones tropicales", aunque también en zonas como la mediterránea. El IPCC pronostica, además, una mayor frecuencia de las olas de calor marinas y de los eventos extremos de El Niño y La Niña.

El estudio analiza también las acciones de adaptación (fundamentalmente inversiones) para luchar contra la subida del mar que puede engullir ciudades costeras. Y explica que esas inversiones pueden ser rentables para las áreas urbanas densamente pobladas (Nueva York, por ejemplo, tiene un plan para invertir 10.000 millones en defensas). Pero es muy difícil que las puedan asumir las áreas rurales y más pobres, como los pequeños estados insulares.

El problema no es solo el incremento del nivel del mar. Asociado a los fenómenos meteorológicos está el incremento de la temperatura del agua –que desde 1970 ha crecido sin cesar– y otros problemas derivados del cambio climático. El análisis apunta a que durante el siglo XXI los océanos alcanzarán unas "condiciones sin precedentes" por el aumento de la temperatura, una mayor acidificación y la disminución del oxígeno. Esto tendrá un impacto, por ejemplo, en la pesca, lo que afectará a "los medios de vida y la seguridad alimentaria" de las comunidades que dependen de los recursos marinos para sobrevivir.

"Las poblaciones de peces se moverán hacia los polos para localizar sus temperaturas preferidas; esto afectará particularmente a los países tropicales en términos de pesca, pero en Europa hemos visto a la caballa y el bacalao alejándose ya hacia el norte", explica por correo electrónico el profesor de Biología de la Universidad de Oxford, Alex Rogers. "Los peces también se hacen más pequeños a medida que aumentan las temperaturas", añade este especialista sobre las afecciones en el rendimiento de la pesca.

La pérdida de los glaciares influye también en el aumento del nivel del mar. Pero, además, tiene consecuencias más allá de las costas. Esa pérdida supone, explica el IPCC, una alteración de "la disponibilidad y la calidad del agua dulce", que tiene implicaciones en la agricultura y la producción de energía hidroeléctrica. Otro de los fenómenos que se analizan es la desaparición del permafrost (la capa de suelo permanentemente congelado) debido al calentamiento. Los expertos pronostican que seguirá decreciendo, lo que a su vez hace que se liberen los gases de efecto invernadero que guardan este tipo de suelos.

Todos estos cambios lejos de la costa llevarán a un aumento significativo de los incendios forestales durante el siglo XXI en la mayoría de las regiones de tundra y boreales y también en algunas regiones montañosas, advierte el IPCC.

Entre el 20% y el 30% del dióxido de carbono emitido por el hombre lo han absorbido los océanos desde 1980, algo que se prevé que aumente durante este siglo. Al absorber más CO2 "el océano ha experimentado una creciente acidificación" y se ha producido "una pérdida de oxígeno". "El cambio climático está impactando en los océanos más allá del aumento del nivel del mar", apunta Gladys Martínez, miembro de la Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente (AIDA). "El océano está colapsando y se nos agota el tiempo", apunta esta especialista que pide prestar atención también a los efectos de la pérdida de biodiversidad.

El informe del IPCC señala, por ejemplo, el alto riesgo que tienen algunas especies y ecosistemas sensibles, como los corales.

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