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6 - Mayo - 2021
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En 1533, el galeón Bom Jesus partió del puerto de Lisboa acompañado de una pequeña flota de carracas mercantes. Su primera escala fue en el Golfo de Guinea, lugar donde adquiririó colmillos de elefante para vender más adelante en el Océano Índico, a cambio de seda y especias con las que volver a Portugal. Pero la nave nunca llegó a su destino: durante una tormenta en el suroeste de África se separó de su escolta y fue engullida por el mar sin dejar rastro.

El misterio quedó resuelto en 2008, cuando un obrero que buscaba diamantes en la costa de Namibia encontró un tesoro mucho mayor bajo la arena: era el Bom Jesus. Inmediatamente, la compañía minera y el gobierno pusieron en marcha una campaña de excavación arqueológica, en el curso de la cual se desenterraron cientos de lingotes de plomo, cobre y estaño, 100 colmillos de elefante e incluso monedas de oro y plata. La identidad de la nave quedó confirmada por las monedas, acuñadas durante el reinado de Juan III de Portugal (1521-1557).

Las 40 toneladas de objetos recuperados fueron enviados al Museo Nacional de Namibia, donde han permanecido hasta el día de hoy. Recientemente, un equipo internacional de científicos ha estudiado los marfiles en profundidad, y sus conclusiones, publicadas en la revista Current Biology, rompen con algunas teorías imperantes.

El estudio se ha centrado en un grupo de 66 colmillos. Para obtener su ADN se cortaron pequeños pedazos de cada uno, que fueron procesados luego en el laboratorio. El excelente estado de conservación de los marfiles, debido al hecho de haber permanecido enterrados en el fondo marino y protegidos de las bacterias por una corriente gélida, permitió obtener el código genético de 44 de ellos.

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Dicho estudio llevó a los investigadores a descartar que los colmillos provinieran de elefantes de sabana (loxodonta africana), pues no se hallaron sus marcadores (haplotipos) en el genoma. Así pues, los marfiles solo podían pertenecer a la otra gran especie africana: los elefantes de bosque (loxodonta cyclotis). Por otra parte, el ADN mitocondrial permitió dividir a los individuos en 17 manadas, dado que las elefantas nunca abandonan el grupo familiar y mantienen en él una continuidad genética.

Hasta ahora los científicos creían que los elefantes de bosque habían permanecido dentro de la jungla antes del siglo XIX, momento en que la masacre de sus congéneres de sabana a manos de traficantes de marfil les abrió nuevas fuentes de alimento en la llanura. Sin embargo el estudio echa por tierra esta teoría, ya que se ha determinado, mediante el aislamiento de los isótopos estables de carbono y nitrógeno de las piezas, que su dieta consistía en una mezcla de plantas de jungla y sabana, por lo que habitaban una zona intermedia entre las dos. Los investigadores han revelado asimismo que los animales llevaban una vida nómada, trasladándose de área en área cuando se les terminaba la comida. Esta afirmación se basa en los anillos internos de crecimiento de los colmillos, cuya composición química varía según la comida consumida y el tipo de suelo en el que crecen las plantas.

La conservadora del Museo Nacional de Namibia Nzila M. Libanda-Mubusisi con uno de los colmillos estudiados.

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Gracias a estos datos se ha podido reconstruir la ruta exacta que siguió el Bom Jesus antes de su naufragio. Así pues, la nave habría recalado en la costa norte del Golfo de Guinea, única zona con la mezcla apropiada de selva y sabana en la que comprar colmillos con el ADN obtenido. Los marfiles probablemente se adquirieron en el fuerte de San Jorge de la Mina (Ghana), uno de los numerosos puestos comerciales repartidos por la costa de África Occidental, y el único que se encuentra cerca del hábitat de estos antiguos paquidermos.

Además, el hecho de que los colmillos procedieran de animales machos y hembras de todas las edades es indicativo de la caza indiscriminada de grupos familiares enteros para venderlos en la costa. Otro detalle revelador es que al proceder de varias manadas, los elefantes fueron cazados en una amplia área, lo que demuestra la existencia de una extensa red regional dedicada a la exportación del marfil. Así pues, este estudio no solo amplía nuestro conocimiento de las rutas mercantes hacia la India, sino que también nos abre una ventana al pasado para comprender mejor a unos animales que han sido cazados de forma implacable a lo largo de la historia.

San Jorge de la Mina fue un fuerte construido en 1482 para proteger los intereses de Portugal en el Golfo de Guinea.

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El ácido desoxirribonucleico, conocido también por las siglas ADN, es un ácido nucleico que contiene las instrucciones genéticas usadas en el desarrollo y funcionamiento de todos los organismos vivos y algunos virus; también es responsable de la transmisión hereditaria. La función principal de la molécula de ADN es el almacenamiento a largo plazo de información para construir otros componentes de las células, como las proteínas y las moléculas de ARN. Los segmentos de ADN que llevan esta información genética son llamados genes, pero las otras secuencias de ADN tienen propósitos estructurales o toman parte en la regulación del uso de esta información genética.

Desde el punto de vista químico, el ADN es un polímero de nucleótidos, es decir, un polinucleótido. Cada nucleótido, a su tiempo, está formado por un glúcido (la desoxirribosa), una base nitrogenada (que puede ser adenina A, timina T, citosina C o guanina G) y un grupo fosfato (derivado del ácido fosfórico). Lo que distingue a un polinucleótido de otro es, entonces, la base nitrogenada, y por ello la secuencia del ADN se especifica nombrando solo la secuencia de sus bases. La disposición secuencial de estas cuatro bases a lo largo de la cadena es la que codifica la información genética, siguiendo el siguiente criterio de complementariedad: A-T y G-C. Esto se debe a que la adenina y la guanina son de mayor tamaño que la timina y la citosina, por lo que este criterio permite cumplir una uniformidad. En los organismos vivos, el ADN se presenta como una doble cadena de nucleótidos, en la que las dos hebras están unidas entre sí por unas conexiones denominadas puentes de hidrógeno.

Para que la información que contiene el ADN pueda ser utilizada por la maquinaria celular debe copiarse en primer lugar en unos trenes de nucleótidos, más cortos y con unas unidades diferentes, llamados ARN. Las moléculas de ARN se copian exactamente del ADN mediante un proceso denominado transcripción. Una vez procesadas en el núcleo celular, las moléculas de ARN pueden salir al citoplasma para su utilización posterior. La información contenida en el ARN se interpreta usando el código genético, que especifica la secuencia de los aminoácidos de las proteínas, según una correspondencia de un triplete de nucleótidos (codón) para cada aminoácido. Esto es, la información genética (esencialmente: qué proteínas se van a producir en cada momento del ciclo de vida de una célula) se halla codificada en las secuencias de nucleótidos del ADN y debe traducirse para poder funcionar. Tal traducción se realiza usando el código genético a modo de diccionario. El diccionario "secuencia de nucleótido-secuencia de aminoácidos" permite el ensamblado de largas cadenas de aminoácidos (las proteínas) en el citoplasma de la célula. Por ejemplo, en el caso de la secuencia de ADN indicada antes (ATGCTAGCATCG...), la ADN polimerasa utilizaría como molde la cadena complementaria de dicha secuencia de ADN (que sería TAC-GAT-CGT-AGC-...) para transcribir una molécula de ARNm que se leería AUG-CUA-GCA-UCG-...; el ARNm resultante, utilizando el código genético, se traduciría como la secuencia de aminoácidos metionina-leucina-ácido aspártico-arginina-...

Las secuencias de ADN que constituyen la unidad fundamental, física y funcional de la herencia se denominan genes. Cada gen contiene una parte que se transcribe a ARN y otra que se encarga de definir cuándo y dónde deben expresarse. La información contenida en los genes (genética) se emplea para generar ARN y proteínas, que son los componentes básicos de las células, los "ladrillos" que se utilizan para la construcción de los orgánulos u organelos celulares, entre otras funciones. Dentro de las células, el ADN está organizado en estructuras llamadas cromosomas que, durante el ciclo celular, se duplican antes de que la célula se divida. Los organismos eucariotas (por ejemplo, animales, plantas y hongos) almacenan la mayor parte de su ADN dentro del núcleo celular y una mínima parte en elementos celulares llamados mitocondrias, y en los plastos y los centros organizadores de microtúbulos o centríolos, en caso de tenerlos; los organismos procariotas (bacterias y arqueas) lo almacenan en el citoplasma de la célula y, por último, los virus ADN lo hacen en el interior de la cápside de naturaleza proteica. Existen multitud de proteínas, como por ejemplo las histonas y los factores de transcripción, que se unen al ADN dotándolo de una estructura tridimensional determinada y regulando su expresión. Los factores de transcripción reconocen secuencias reguladoras del ADN y especifican la pauta de transcripción de los genes. El material genético completo de una dotación cromosómica se denomina genoma y, con pequeñas variaciones, es característico de cada especie.

La famosa doble hélice.

El ADN fue aislado por primera vez durante 1869, por el médico suizo Friedrich Miescher, mientras trabajaba en la Universidad de Tubinga. Miescher realizaba experimentos acerca de la composición química del pus de vendas quirúrgicas desechadas cuando notó un precipitado de una sustancia desconocida que caracterizó químicamente más tarde. Lo llamó nucleína, debido a que lo había extraído a partir de núcleos celulares. Se necesitaron casi 70 años de investigación para poder identificar los componentes y la estructura de los ácidos nucleicos. En 1919 Phoebus Levene identificó que un nucleótido está formado por una base nitrogenada, un azúcar y un fosfato.

Levene sugirió que el ADN generaba una estructura con forma de solenoide (muelle) con unidades de nucleótidos unidos a través de los grupos fosfato. En 1930 Levene y su maestro Albrecht Kossel probaron que la nucleína de Miescher es un ácido desoxirribonucleico (ADN) formado por cuatro bases nitrogenadas (citosina (C), timina (T), adenina (A) y guanina (G), el azúcar desoxirribosa y un grupo fosfato, y que, en su estructura básica, el nucleótido está compuesto por un azúcar unido a la base y al fosfato. Sin embargo, Levene pensaba que la cadena era corta y que las bases se repetían en un orden fijo. En 1937 William Astbury produjo el primer patrón de difracción de rayos X que mostraba que el ADN tenía una estructura regular.

Los médicos forenses pueden utilizar el ADN presente en la sangre, el semen, la piel, la saliva o el pelo en la escena de un crimen, para identificar al responsable. Esta técnica se denomina huella genética, o también "perfil de ADN". Al realizar la huella genética, se compara la longitud de secciones altamente variables de ADN repetitivo, como los microsatélites, entre personas diferentes. Este método es frecuentemente muy fiable para identificar a un criminal. Sin embargo, la identificación puede complicarse si la escena está contaminada con ADN de personas diferentes. La técnica de la huella genética fue desarrollada en 1984 por el genetista británico sir Alec Jeffreys, y fue utilizada por primera vez en medicina forense para condenar a Colin Pitchfork por los asesinatos de Narborough en 1983 y de Enderby en 1986. Se puede requerir a las personas acusadas de ciertos tipos de crímenes que proporcionen una muestra de ADN para introducirlos en una base de datos. Esto ha facilitado la labor de los investigadores en la resolución de casos antiguos, donde solo se obtuvo una muestra de ADN de la escena del crimen, en algunos casos permitiendo exonerar a un convicto. La huella genética también puede utilizarse para identificar víctimas de accidentes en masa, o para realizar pruebas de consanguinidad (prueba de paternidad).

A lo largo del tiempo, el ADN almacena mutaciones que se heredan y, por tanto, contiene información histórica, de manera que comparando secuencias de ADN, los genetistas pueden inferir la historia evolutiva de los organismos, su filogenia. La investigación filogenética es una herramienta fundamental en biología evolutiva. Si se comparan las secuencias de ADN dentro de una especie, los genetistas de poblaciones pueden conocer la historia de poblaciones particulares. Esto se puede utilizar en una amplia variedad de estudios, desde ecología hasta antropología, como ilustra el análisis de ADN llevado a cabo para identificar las Diez Tribus Perdidas de Israel. Por otro lado, el ADN también se utiliza para estudiar relaciones familiares recientes. Igualmente en paleontología (en la paleogenética) el ADN en algunos casos también se puede utilizar para estudiar a especies extintas (ADN fósil).

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