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15 - Marzo - 2021
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170 menores. Víctimas de 27 sacerdotes, 16 de los cuales continúan siéndolo porque en la justicia canónica, como en la civil, los delitos de abusos a menores siguen prescribiendo, y muchos curas violadores –la mayoría– mueren sin responder de sus delitos, de sus pecados. Estas son las cifras, actualizadas, de la pederastia en la Legión de Cristo, la congregación fundada por el que probablemente haya sido el mayor depredador de menores en la historia de la Iglesia católica, Marcial Maciel Degollado. El informe, que actualiza el presentado el pasado año, reconoce que los pederastas de la Legión de Cristo tuvieron en nuestro país uno de sus rincones preferidos. Así, la congregación admite que al menos seis de los 27 curas abusadores que albergó en su seno (más de la mitad siguen dentro de la orden) operaron en nuestro país, fundamentalmente en los seminarios de Salamanca y Ontaneda. El pequeño pueblo cántabro fue el escenario favorito de Maciel. Pese al ejercicio de transparencia, poco más sabemos: ni los nombres de los abusadores (salvo el de Maciel), ni el número de sus víctimas en España. Sólo tras reiteradas preguntas, una portavoz de la Legión apunta a que al menos hubo una veintena de abusados en nuestro país.

Sí se sabe que al menos fueron 170 los menores abusados en la congregación, en su gran mayoría niños y adolescentes de entre 11 a 16 años. Son seis casos más de los que se reflejaban en el informe anterior. "En 2020 han surgido seis denuncias por presuntos abusos a menores acusando a sacerdotes no incluidos en el Informe 1941-2019. Estas denuncias se refieren a presuntos hechos sucedidos entre 1970 y 2013, recalca el informe, que asegura no haber recibido ninguna denuncia contra miembros de su congregación desde 2016. ¿Y qué pasó con los españoles? En una comunicación a los legionarios, su director territorial, Javier Cereceda, admite los abusos "en nuestro noviciado de Salamanca o en alguno de los dos seminarios menores que tuvimos en España, especialmente en el de Ontaneda (Cantabria)", donde se produjeron la mayor parte de las violaciones. En especial, las de Marcial Maciel. "Sufrimos con su dolor y deseamos su sanación. Expreso nuestra firme determinación para ponernos a su servicio en la escucha y en cuantas acciones encaminadas a la sanación y a la reparación sean necesarias", apunta Cereceda, que admite, por primera vez, que se pagarán indemnizaciones. Aunque no sabemos cuántas ni a quiénes, porque el informe no lo dice. Pero, ¿cuántos menores fueron abusados en España, durante cuánto tiempo, por quiénes? Poco, o nada, sabemos. Sólo que los abusadores en nuestro país fueron seis, y que todos ellos actuaron "varias veces". No sabemos sus nombres, ni el número total de víctimas, pues al ser casos prescritos, les ampara la ley de Protección de Datos, justifican en la orden. El único nombre que se aporta es el del fundador, Marcial Maciel Degollado. Dos de los seis curas abusadores ya han fallecido, y sobre tres están aún activos procesos canónicos. Ninguno de ellos está en España. No tienen ministerio público y siguen sus respectivos planes de seguridad en los lugares donde residen. Salvo el de Maciel, "se publican con el nombre codificado por razones legales, aunque la Congregación en otros países ha procedido a la publicación con el nombre y apellidos completos, nombre y siglas de apellidos o siglas de nombre y apellidos dado que los marcos legales sí lo permiten".

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A nivel global se constata que los informes llegan tarde, muy tarde. Así, de los 27 sacerdotes abusadores, tres fallecieron sin ser juzgados civilmente, mientras que solo dos han sido condenados por la vía penal. "Los demás, hasta ahora no han sido procesados por diversos motivos, como la situación legal en los diferentes países o los plazos de prescripción", admite el informe. Sólo dos de los 27 depredadores fueron condenados por los tribunales. En cuanto a la justicia canónica, dos de los 27 sacerdotes fallecieron sin ser juzgados, 16 fueron sancionados, ocho están actualmente en un procedimiento canónico y uno recibió la dispensa del ministerio sin juicio. "Se ha solicitado a la Santa Sede considerar el levantamiento de la prescripción de ocho de estos casos para que puedan ser juzgados", señala el informe, que indica que "todos los casos de los 16 sacerdotes que han cometido abuso y siguen en la Congregación de los Legionarios de Cristo han sido presentados a la Congregación para la Doctrina de la Fe". Porque más de la mitad de los ellos continúan siendo miembros de la Legión. La congregación asegura que desde 2016 no se ha recibido denuncia alguna, y que "se ha llevado a cabo un proceso de reparación y reconciliación con unas 50 de estas víctimas, con la intención de abrir el mismo proceso a todas las víctimas que lo deseen". Preguntados por este diario, la congregación no ha sabido decir cuántas víctimas españolas se han acogido a este derecho, ni cuántos supervivientes en el mundo han sido indemnizados económicamente.

El fundador de los Legionarios de Cristo fue pederasta, tuvo hijos con varias mujeres y plagió el libro de cabecera del grupo. Tantos 'pecados' ensombrecen la beatificación de Juan Pablo II, su gran protector.

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Marcial Maciel soñaba con ser proclamado santo universal... y acabará en los infiernos más profundos de su iglesia. Los últimos descubrimientos sobre la doble y exagerada vida del famoso fundador de los Legionarios de Cristo y del grupo sacerdotal Regnum Christi no dejan lugar a dudas, y eso que aún no ha concluido la investigación ordenada hace un año por Benedicto XVI. Lo que ya se sabe es demoledor. El líder de uno de los más exitosos movimientos del nuevo catolicismo no sólo fue notorio pederasta y drogadicto. También tuvo hijos -al menos cuatro, quizá seis- con varias mujeres, plagió descaradamente el libro de cabecera legionario, titulado El salterio de mis días, e impuso a toda la organización un cuarto voto de silencio para guarecerse de denuncias. Uno de sus antiguos colaboradores le acusa incluso de haber envenenado a su tío abuelo, el obispo Guízar, que avaló la exitosa carrera eclesiástica del ambicioso sobrino en el convulso México de los años treinta del siglo pasado.

"¡Cuánta suciedad hay en la Iglesia!" Este clamor le valió un pontificado al entonces cardenal Joseph Ratzinger. Lo pronunció en un vía crucis en abril de 2005, a punto de reunirse el cónclave para elegir al sucesor de Juan Pablo II. El todopoderoso prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex santo Oficio de la Inquisición) sabía de qué hablaba. Los cardenales electores, también. Sobre la mesa del Papa anterior, Karol Wojtyla, se habían acumulado acusaciones de pederastia contra miles de sacerdotes, y también quejas por el encubrimiento de esos delitos por algunos jerarcas en Estados Unidos, Irlanda, Italia, Austria e, incluso, España. El alemán Ratzinger aparecía como el único de los reunidos con información y autoridad suficientes para atajar tal estado de cosas. El propio Juan Pablo II no se libraba de las críticas. Por citar sólo el caso del fundador de los Legionarios, a la mesa de trabajo del Papa polaco habían llegado durante años cientos de denuncias sobre las andanzas y desviaciones del sacerdote Maciel. El Pontífice las despreció. Maciel era uno de sus preferidos.

Juan Pablo II, de nombre secular Karol Józef Wojtyla, fue el papa 264 de la Iglesia católica y soberano de la Ciudad del Vaticano desde el 16 de octubre de 1978 hasta su muerte en 2005. Fue canonizado en 2014, durante el pontificado de Francisco.

Llenaba plazas y estadios de fútbol en los viajes del líder católico por el mundo, junto al otro movimiento de moda, el Camino Neocatecumenal del español Kiko Argüello. Aquella protección contra toda lógica amenaza ahora con ensombrecer la anunciada beatificación de Juan Pablo II, a poco que funcione la famosa y vieja figura -desaparecida como tal- del abogado del diablo en todo proceso de canonización. Cuando el todavía cardenal Ratzinger clamó contra la "suciedad" interna en su iglesia, los cardenales se convencieron de que era el hombre a elegir. Dos días más tarde lo hicieron Papa, el 19 de abril de 2005. Fue entonces cuando se empezó a cavar la tumba del hasta entonces intocable fundador de los Legionarios. Una de las primeras medidas anticorrupción del pontífice Benedicto XVI, en mayo de 2006, le alcanzó donde más dolía. Maciel debía abandonar Roma apresuradamente, y retirarse a su México natal. También debía dejar el poder en manos de alguno de sus colaboradores. La decisión del Vaticano parecía humillante -Maciel era obligado a llevar "una vida reservada de oración y penitencia, renunciando a cualquier forma de ministerio público", se le ordenaba-, pero no acalló el escándalo.

En Veracruz, el 3 de enero de 1941, Maciel —con casi 21 años de edad— fundó los Misioneros del Sagrado Corazón y la Virgen de los Dolores, congregación que pasaría a denominarse Legión de Cristo, y diez años después (en 1951) el movimiento de apostolado Regnum Christi. Recibió el orden sacerdotal el 26 de noviembre de 1944 en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, México. Dos años más tarde se trasladó a España con el primer grupo de jóvenes que cursarían sus estudios humanísticos en la Universidad Pontificia de Comillas, de donde también serían expulsados.

Demasiado poco castigo para documentadas acusaciones de abusos sexuales en varios países. Como disculpa, Roma apeló a la edad avanzada del encausado, casi nonagenario. Maciel moriría poco más tarde, en enero de 2008, en Cotija (Michoacán, México). Asunto zanjado, suspiraron sus antiguos amigos en el Vaticano. Se equivocaban de punta a cabo. Además del clamor dolorido de las víctimas, que pusieron el grito en el cielo por la benevolencia de Benedicto XVI, ahora entraban en escena autoproclamados hijos y mujeres de Maciel reclamando atención y derechos. Todo empezó en Madrid, adonde Maciel venía con frecuencia, a veces discretamente. Al fin y al cabo, fue aquí donde fue recibido con los brazos abiertos en 1941, nada más fundar en México el movimiento de los Legionarios de Cristo, con apenas 20 años de edad. El ministro de Asuntos Exteriores de entonces, el democristiano Alberto Martín-Artajo, fue el encargado de introducirlo en la nacionalcatólica sociedad franquista. Hoy, los Legionarios cuentan en España con una Universidad -la Francisco de Vitoria, en Madrid-, varios seminarios y cientos de colegios, entre otras muchas propiedades. Los primeros rumores sobre la doble vida de Maciel provocaron un revuelo morboso entre algunos legionarios, abrumados, sobre todo, por las acusaciones de pederastia, que hasta Roma avalaba oficialmente. Si su adorado fundador conoció mujer y tenía una hija, eso espantaba, según ellos, las sospechas del horrendo pecado de pedofilia. Así que lo que debía ser gestionado en sumo secreto, pronto fue un clamor público, filtrado desde dentro.

Maciel no sólo tuvo aventuras amorosas, sino que en Madrid vivía una hija suya, con nombre, apellidos y un número de portal concreto en unos lujosos apartamentos de la calle de Los Madroños. La chica, ya madura -la madre murió hace años-, se llama Norma Hilda y ha pactado silencio a cambio de una pensión vitalicia. En 2011 se casó con un ex Legionario de Cristo.

Quien selló el acuerdo y se ocupó de que la rocambolesca historia acabase ahí fue el mismísimo secretario de Estado vaticano, cardenal Tarcisio Bertone, durante una visita semioficial a España. Ocurrió en los primeros días de febrero del año pasado. El dinero no fue un obstáculo. Hace décadas que en ambientes hostiles el grupo del Maciel es conocido, con ironía, como los Millonarios de Cristo. Animado por el éxito del apaño maquinado en Madrid, Benedicto XVI tomó otra decisión, con la esperanza de difuminar el escándalo. Ordenó que la investigación se extendiese a toda la organización. El argumento de la medida era inatacable: si el fundador legionario había llevado una vida de crápula, ¿cómo es que nadie de su entorno lo advirtió y denunció? Para encontrar respuestas, el Papa nombró a cinco "visitadores", todos ellos obispos: Ricardo Blázquez, de Bilbao (España); Giuseppe Versaldi, de Alessandria (Italia); Ricardo Watty, de Tebladpic (México); Ricardo Ezzati, de Concepción (Chile), y Charles Joseph Chaput, de Denver (EE UU). Watty inspeccionaría en México y Centroamérica; Chaput, los centros legionarios de Estados Unidos y Canadá; Versaldi, los de Italia, Israel, Corea y Filipinas; Ezzati, los de Suramérica, y Blázquez, los de Europa, con la excepción de Italia. Para facilitarles el trabajo, el Papa, único que puede atar y desatar esas cosas en la confesión católica, derogó el cuarto voto de la Constitución legionaria, que obliga a los seguidores de Maciel a confesarse sólo con sus superiores y a guardar secreto de los conflictos internos.

Ricardo Watty Urquidi fue un obispo católico mexicano perteneciente a los Misioneros del Espíritu Santo.

En un principio, la inspección ordenada por el Papa fue tomada por el sucesor de Maciel al mando de la Legión y del Regnum Christi, el también mexicano Álvaro Corcuera, como un gesto de confianza. El propio cardenal secretario de Estado, Bertone, había dado pie al equívoco en la carta en la que comunicó públicamente la decisión papal. "La visita apostólica es de fundamental importancia y merece la pena consagrarse a ella con amplitud de miras y limpio corazón. [Los legionarios] Siempre podrán contar con la ayuda de la Santa Sede para, a través de la verdad y la transparencia, en un clima de diálogo fraterno, superar las dificultades existentes", decía la carta del cardenal al sacerdote Corcuera. Lo que no podían prever entonces ambas partes es el aluvión de noticias sobre la vida secreta de Maciel, ahora sin control posible. Para colmo, había entrado en acción un abogado de prestigio, anunciando acciones judiciales civiles, que siempre sacan de quicio a la Santa Sede. El letrado se llama José Bonilla. Uno de sus hijos fue sometido a abusos sexuales a la edad de tres años en un colegio de los Legionarios y le ganó a la Iglesia católica un juicio penal por esos hechos. Ahora representa a tres de los autoproclamados hijos de Maciel, con nombres propios y en busca de reconocimiento legal y compensaciones económicas. Se trata de tres varones, hermanos entre sí, de nacionalidad mexicana.

El letrado asegura que Maciel habría tenido tres hijos más, incluida la española Norma Hilda, cuya existencia ya ha reconocido oficialmente la Legión. Otro hijo viviría en Londres, y una sexta hija se mató en un accidente de tráfico cuando iba a recoger a su padre a un aeropuerto de París. Norma Hilda, por cierto, cursó su carrera en la Universidad Francisco de Vitoria, en Madrid, propiedad legionaria. Los obispos visitadores que llevan casi un año investigando en las instituciones y centros de los Legionarios de Cristo y del Regnum Christi no sueltan prenda de sus averiguaciones. Tampoco desmienten noticia alguna, y eso que se publican a diario, sobre todo en la prensa latinoamericana. Reconocen, en cambio, que los cinco prelados han sido convocados a Roma de urgencia para presentar a Benedicto XVI un primer informe de lo actuado. José Martínez de Velasco, redactor jefe de la agencia Efe y el primero que desveló los escándalos de la Legión -publicó en 2002 el libro Los Legionarios de Cristo, el nuevo ejército del Papa, y dos años más tarde, Los documentos secretos de los Legionarios de Cristo-, sostiene que la investigación está "prácticamente concluida", pese a que son muchas las personas que han solicitado ser recibidos para dar su testimonio o desahogarse. Martínez de Velasco afirma, además, que las acusaciones de pederastia contra Maciel prácticamente no se han investigado porque estaban suficientemente contrastadas. Las primeras denuncias sobre abusos sexuales en centros de la Legión llegaron al Vaticano en la década de los años cincuenta del siglo pasado, durante el pontificado de Pío XII, paternal protector también del sacerdote mexicano.

José Martínez de Velasco, fallecido en 2020.

Éste había llegado a Roma avalado por su parentesco con un tío abuelo suyo, Rafael Guízar, obispo de Veracruz y en proceso de canonización por Benedicto XVI como uno de los héroes de la persecución y guerra de los Cristeros en el México revolucionario de los años treinta del siglo XX. Sin embargo, un libro publicado en México con el título El Legionario, escrito por Alejandro Espinosa, sostiene que el obispo Guízar murió envenenado con cianuro por el propio Maciel. "Guízar acogió a su sobrino en su seminario clandestino, pero la buena relación entre ambos duró hasta que el obispo descubrió que el joven Maciel le estaba pervirtiendo su seminario con relaciones sexuales con otros estudiantes. El día en que el obispo murió había tenido una discusión muy fuerte con Maciel", sostiene. Apoyado con información de algunos testigos del suceso y con confesiones que el mismo Maciel le hizo cuando tenía con él una relación muy cercana, Espinosa armó esta hipótesis. "La muerte de monseñor Guízar no quedó esclarecida. Y cuando años después exhumaron su cadáver, se le halló incorrupto y con el pelo rojizo, tal y como deja el cianuro a los cuerpos. Pero la gente se fue por el lado del milagro", sostiene este ex legionario, él mismo sometido a abusos cuando estudiaba en el seminario que la Legión posee en Ontaneda (Cantabria). Hoy vive retirado en el campo mexicano, con estrecheces económicas y, aún, amenazado por antiguos correligionarios.

En cambio, el postulador en México de la causa de canonización de Guízar, el sacerdote Rafael González Hernández, tacha de absurda la historia. "Monseñor Guízar murió en 1938 a causa de una insuficiencia cardiaca y de un ataque de diabetes. Tenía 60 años y ya era un anciano decrépito y acabadísimo, pues gastó su vida al servicio de los fieles. Efectivamente, 12 años después de su muerte, en 1950, sus restos fueron exhumados y se encontraron incorruptos", afirma. Lo cierto es que, con informaciones de acá y de allá, más lo que le han aportado ya los visitadores, el Papa tiene datos suficientes sobre la situación de la Legión de Cristo y sobre las acusaciones contra el fundador y algunos de sus colaboradores. La decisión que adopte se conocerá el próximo marzo. Según Martínez de Velasco, el Vaticano se debate entre tres opciones: disolver la congregación, proceder a su refundación o designar un comisario pontificio que conduzca a la Legión hasta un Capítulo General de renovación total. Desde la disolución de los jesuitas en 1773 por Clemente XIV, forzado por los reyes de Francia, España, Portugal y de las dos Sicilias -por motivos de poder, por tanto-, la Iglesia católica no se había enfrentado a un caso igual, esta vez por sucios escándalos sexuales y financieros. Benedicto XVI, él mismo acusado de no haber actuado con diligencia cuando estaba al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, se enfrenta al peor momento de su pontificado, sobre todo si la investigación interna confirma una culposa pasividad de Juan Pablo II por amistad personal con Maciel.

Los días de gloria de Marcial Maciel, y los de los Legionarios -unos 70.000, de los que 800 son sacerdotes-, estaban contados cuando un grupo de ex seminaristas de la organización se unió para denunciar ante la opinión pública al fundador y a sus protectores en el Vaticano. Unos, en Ontaneda (Cantabria), y otros, en seminarios de México, todos sufrieron abusos sexuales de su padre confesor. Fueron sacerdotes la mayoría. Tardaron en "contactarse", pero al final fueron "atando datos", dicen, hasta llenar de credibilidad una denuncia, que llegó ante Ratzinger cuando todavía no habían explotado los escándalos de pederastia en la iglesia de EE UU. He aquí la identidad de algunos de los denunciantes: además de Alejandro Espinosa, los hermanos Fernando y José Antonio Pérez Olvera, Samuel Barrales, Arturo Jurado, Juan José Vaca, José Barba y Félix Alarcón. La gota que colmó el vaso de su paciencia fue una frase de Juan Pablo II, amigo y protector de Maciel. El fundador de los Legionarios de Cristo es "un guía eficaz de la juventud", dijo el Papa polaco, de visita en México. Era en 1994. Con este sorprendente piropo del distraído Pontífice, el fundador legionario, que iba para los altares según el polaco, empezó su caída a los infiernos de la Iglesia romana.

En 2019, 41 años de la primera visita de San Juan Pablo II a México.

El proceso contra Maciel, según lo plantearon los ocho ex legionarios y su abogada, la austriaca Martha Wegan, tenía dos planos: el de los abusos sexuales y la adicción a la morfina del fundador, y el que éste dominara la conciencia de sus víctimas mediante la dirección espiritual. Es decir, además de los delitos sexuales, que en 1998 podrían estar prescritos, Maciel había absuelto a sus muchachos en confesión. La figura de la absolución del cómplice, uno de los mayores delitos en la Iglesia católica, no prescribe, y su examen queda reservado a la Congregación para la Doctrina de la Fe. La demanda contra Maciel se presentó en Roma en octubre de 1998 con este título: Absolutionis complicis. Arturo Jurado et alii versus Rev. Marcial Maciel Degollado. Las desviaciones del fundador legionario ya fueron investigadas entre 1956 y 1959, sin resultado conocido. Durante ese tiempo, Maciel fue suspendido como superior general y expulsado de Roma. El cardenal Alfredo Ottaviani, entonces gran inquisidor, encargó al claretiano vasco y futuro cardenal Arcadio Larraona que dirigiese la investigación. Éste envió a sus visitadores al seminario de Ontaneda, pero no resolvió nada.

Elena Sada, Monterrey (1964), pasó de ser un mirlo blanco a un ave negra cuando después de 20 años escapó, no sin ayuda terapéutica, del Regnum Christi, la rama femenina de los Legionarios de Cristo que lideraba el perverso, pedófilo y extorsionista padre Marcial Maciel a quien el Vaticano "castigó" con una jubilación por sus desmanes bisexuales con menores. Sada, profesora e investigadora de la Universidad Estatal de Connecticut en Nueva York, se dedicó durante dos décadas a captar jóvenes para la organización y lanzó 'Ave Negra' (Madre Editorial) para relatar el lavado de cerebro que sufrió del impostor que trastornó su vida.

–¿Cómo recuerda a Marcial Maciel al que conoció ya durante su infancia cuando entró en Regnum Christi (RC) de la mano de su devota familia?

–Como me lo presentaron mis padres, como un supuesto santo. A través de otro sacerdote, llegó a mi casa y a la primera que captó fue a mi madre. Logró la confianza con reservas de mi padre y también de mis otros seis hermanos, aunque yo fui la única que me consagré. Mi padre falleció, a mi madre la he perdonado y mis hermanos ya están fuera de la orden.

–¿Cuándo se dio cuenta de que Maciel era realmente un ave negra?

–Cuando el Vaticano hizo pública su sanción y lo jubilaron. Maciel dijo que era una prueba de Dios. Después de salir de la orden tuve acceso a los periódicos que nos prohibían y fue cuando confirmé todas mis sospechas.

–¿Que hizo usted cuando comenzó a tomar conciencia de lo que allí se cocía?

–Cuando se me cayeron las vendas respecto a Maciel, busqué explicaciones y encontré varios escritos que explican su patología. Luego me enteré que habían puesto al cardenal De Paolis para reformar el grupo, pero no hizo nada. La madre de una víctima de Milán grabó a De Paolis justificando una extorsión y pidiendo a los miembros que mintieran a la policía. Cuando el ahora Director General llamó trasgresión de límites a un abuso sexual cometido contra una niña de 12 años me caí del guindo.

–¿Cómo convencía usted a las jóvenes que reclutaba para RC?

–Les presentaba la orden como yo la veía, una obra eficacísima de evangelización, con un fundador santo y total apoyo del Papa.

–¿Les ha pedido perdón?

–Por supuesto. No he recibido de ellas ni un solo reproche.

–Hábleme por favor del proceso de reclutamiento.

–A todos los miembros, incluyendo a los no consagrados, una vez a la semana nos juntaban y teníamos que decir en voz alta si habíamos cumplido con la meta de captación que tenía cada uno. Maciel llamaba parásitos a quienes no conseguían atraer a nuevos miembros.

–¿Es que no se daba usted cuenta del uso de drogas y de las prácticas de pedofilia y extorsión que la rodeaban?

–No. Entré muy joven y era muy ingenua. Recuerdo que en una ocasión fuimos a caminar por la sierra. Al llegar a un pequeño hostal nos informaron que Maciel tenía que descansar porque le molestaba la espalda, y cuando se unió de nuevo al grupo estaba como ido. Nunca le vi drogándose, pero lo hacía, pues fue hospitalizado con sobredosis de morfina en dos ocasiones. Una de ellas en Roma en los años 50.

–¿Le invitó en alguna ocasión a participar en sus orgias?

–A mí, no, pero sí a otros compañeros y a seminaristas que callaron durante años porque había una relación de codependencia con el abusador. Te hacían creer que eras un elegido de Dios.

–¿Cómo les convencían de semejante aberración?

–Maciel, como muchos narcisistas abusivos, nos explicaba el privilegio que era para nosotros estar con él y servirlo incluso con el sexo. El mentía a los niños y les decía que la Santa Sede le había dado permiso para aprovecharse de miembros de la orden.

–¿Qué técnicas de manipulación mental empleaba Maciel?

–Separaba a las personas entre posibles bienhechores y el resto, perdedores, parásitos. Se volcaba en los primeros. A la familia Oriol, de España, por ejemplo, la cultivó al detalle. Cuatro de sus miembros fueron consagrados en la orden y los padres donaron su casa. Luego se fueron y nunca les han devuelto la vivienda.

–¿Cómo hablaba de las mujeres?

–Era un misógino. Decía que eran histéricas, sensuales y peligrosas. Además, era un absoluto racista y un enemigo de los obesos.

Hablamos de narcisismo en >> Ser humano.

–¿De qué forma mostraba su xenofobia?

–Nos decía que, para aceptar a alguien de piel oscura o a un gordo tenía que valer mucho o tener una fortuna.

–¿Cómo evolucionó su pensamiento a medida que descubría el fraude de los Legionarios de Cristo?

–Es sumamente difícil librarte de un lavado de cerebro. Me llevó diez años poder pensar con libertad.

–¿Es su libro la reacción contra aquella pesadilla?

–El libro empieza con esa escena en la que me levanto de la cama aun de noche y decido marcharme. Fue un momento de luz y fortaleza en el que opto por la vida. Sentía que moría lentamente.

–¿Lo llegó a comentar con sus compañeros?

–No cuando estaba dentro. No podíamos. Si lo hablaba con alguien, ellos abrían un proceso de intimidación para acusarte de infiel y desleal.

–¿Cree usted que llegaron al Vaticano pruebas suficientes que no fueron atendidas de los desmanes de los Legionarios de Cristo?

–Sí. Tuvieron muchas pruebas, incluidas las que recibió Ratzinger, pero fueron archivadas o desaparecieron. El cardenal Sodano detuvo varias investigaciones Al morir Juan Pablo II, y ser elegido Benedicto, este abrió la investigación y al año ordenó el supuesto castigo. La iglesia da prioridad a salvaguardar la reputación de la Legión.

– Después de una experiencia tan traumática como la que relata en el libro, ¿teme que le queden secuelas de por vida?

–Quedan secuelas de por vida, pero no necesariamente te dominan. Aprendes a vivir con ellas, como quien aprende a vivir con una cicatriz, el recuerdo de una herida que ha sanado.

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