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26 - Abril - 2022
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Las presidenciales de 1969, celebradas todavía entre los rescoldos de la revolución de Mayo del 68, se planteaban como un momento decisivo para el futuro de Francia, tras la dimisión de Charles de Gaulle, el general que había marcado la vida política de este país desde la Segunda Guerra Mundial. Las elecciones de este domingo, en las que el presidente centrista Emmanuel Macron ha derrotado a la ultraderechista Marine Le Pen, también se presentaban como un momento decisivo para el devenir de Francia y de toda Europa. Era una victoria prevista, pero que no estaba cantada. Ambos comicios no solo han estado unidos por ese sentimiento de momento decisivo, sino por la baja movilización.

Según el recuento del Ministerio del Interior, la abstención alcanzó el 28%, 2,6 puntos más que en las elecciones de 2017, cuando se situó en el 25,4%. Se ha producido además una desmovilización entre las dos vueltas, con un descenso de casi dos puntos con respecto a la votación de hace dos semanas (26,3%). Es, además, la segunda vez consecutiva en que la abstención aumenta entre las dos rondas, pese a que en ambas ocasiones los franceses han tenido que elegir entre un político centrista y una dirigente ultraderechista, que ponía en peligro el sistema republicano.

La histórica abstención en esta segunda vuelta se explica “por una profunda frustración democrática”, explicó este domingo al diario Libération el director de estudios políticos del instituto de sondeos Viavoice, Stewart Chau. “Este dato deja claro que los electores no han percibido lo que estaba en juego en estas elecciones”, agregó Chau, quien también sostiene que demuestra “el debilitamiento del frente republicano”, un concepto que entró a formar parte de la vida política francesa cuando el ultraderechista Jean-Marie Le Pen pasó sorpresivamente a la segunda vuelta y todas las fuerzas democráticas se movilizaron a favor de Jacques Chirac, que arrasó finalmente.

“Este voto democrático frente a un candidato de extrema derecha parece haberse esfumado. En el periodo comprendido entre las dos vueltas, según nuestras cifras, solo el 27% de los franceses consideraba justificada la existencia de un frente republicano. Se trata de un colapso histórico”, prosiguió Chau. Entre los dos turnos de 2002, en medio de la conmoción nacional, tres de millones de franceses que se habían abstenido en la primera vuelta acudieron a votar en la segunda. Nada parecido ha ocurrido en esta ocasión, como tampoco en 2017.

El récord en los últimos 50 años se mantiene, en cualquier caso, en 1969, con una abstención del 31,3%. En aquellas elecciones logró la victoria el gaullista Georges Pompidou frente al conservador Alain Poher. El comunista Jacques Duclos había quedado en tercer lugar en la primera vuelta y, como en esta ocasión había hecho el izquierdista Jean-Luc Mélenchon, no dio su apoyo a ningún candidato. Aunque el líder de Francia Insumisa llamó a no votar a Marine Le Pen tras la votación del pasado día 10, no pidió el voto para Macron. Mélenchon ya apuesta por lo que llama la tercera vuelta, las elecciones legislativas previstas en junio, y esta desmovilización podría ser un indicio de que mantendrá su tirón electoral. El ganador de estos comicios, que se celebran también a dos vueltas, condicionará el segundo quinquenio presidencial de Macron.

Mélenchon buscará el apoyo de los ecologistas para las legislativas.

Aunque en la segunda vuelta todavía se trata de estimaciones, Le Monde analizó a fondo la abstención en la primera vuelta con resultados definitivos sobre la mesa: la participación fue bastante elevada en las ciudades pequeñas y en las grandes metrópolis, mientras que en las ciudades de tamaño medio la abstención fue más elevada. Según un estudio de Ipsos-Sopra Steria, entre los jóvenes de 25-34 años, la abstención fue especialmente elevada en la primera vuelta (46%). Entre los obreros también fue bastante significativa (33%), mientras que los jubilados, que han estado en el centro de la campaña electoral que ha tenido en la pérdida de poder adquisitivo uno de sus grandes temas, la movilización fue especialmente alta: un 81% acudieron a votar. En la primera vuelta, en una comuna de cada cinco, la abstención logró la victoria simbólica.

Exfuncionario público y especialista en inversión bancaria, Emmanuel Macron fue empleado y asociado del banco francés Rothschild & Cie y ejerció posteriormente de asesor económico del presidente de la República François Hollande (2012). En 2014 fue nombrado ministro de Economía, Recuperación Productiva y Asuntos Digitales. En abril de 2016 lanzó el movimiento político ¡En Marcha!. En agosto siguiente dimitió como ministro de Economía para dedicarse al proyecto político de centro, sin descartar convertirse en candidato en las elecciones presidenciales de Francia de 2017 si Hollande desistía. Dejó el cargo siendo el ministro mejor valorado del Gobierno y el político de la izquierda preferido de los franceses. Alejándose de los postulados socialistas, Macron declaró en agosto «La honestidad me obliga a decirles que no soy socialista». En 2015 ya había explicado que había sido militante del Partido Socialista pero ya no lo era.

El expresidente francés François Hollande se pronunció sobre la guerra en Ucrania en varias ocasiones.

En 2006, conoció a François Hollande a través de Jean-Pierre Jouyet y se comprometió a su lado como asesor a partir de 2010. En las elecciones presidenciales de 2007 formó parte del grupo de los Gracques, compuesto por antiguos altos funcionarios y empresarios socialistas que reclamaban una alianza entre Ségolène Royal y François Bayrou. En estas fechas intentó ser elegido candidato a las elecciones legislativas del Partido Socialista en Picardía pero los socialistas de esta región le rechazan. Su fracaso sumado a la victoria de Sarkozy en las elecciones presidenciales de 2007 le animan a dar un nuevo vuelco a su carrera. En 2010 rechazó la propuesta planteada por Antoine Gosset-Grainville y validada por el Palacio del Elíseo de convertirse en director adjunto del gabinete del primer ministro François Fillion.

Macron fue nombrado secretario general adjunto de la Presidencia el 15 de mayo de 2012, en tándem con Nicolas Revel y a las órdenes del nuevo secretario general Pierre-René Lemas. Ya entonces el ala izquierda del Partido Socialista francés criticó su designación junto al presidente. «Es un error potenciar a esa clase de colaboradores», comentó la senadora Marie-Noëlle Lienemann. Macron tenía la confianza de las empresas y en sus dos años en el Elíseo fue el encargado de mantener el nexo del presidente con los grandes patronos. Su estrecha colaboración con el presidente socialista dio un giro a la política económica de Hollande cuestionada por el ala izquierdista del socialismo francés. El 26 de agosto de 2014 fue nombrado ministro de Economía, Recuperación Productiva y Asuntos Digitales del segundo gobierno de Manuel Valls sustituyendo a Arnaud Montebourg, una decisión especialmente criticada por parte de algunos parlamentarios socialistas opuestos a las medidas reformistas de Hollande inspiradas por Macron. «Queremos preservar el modelo social francés. No haremos una política en detrimento de los asalariados, pero hay que reconocer la necesidad de tener un motor en la economía, y ese motor es la empresa» explicó Macron en una entrevista, sintetizando las reformas de Hollande. En agosto de 2016 dimitió como ministro para dedicarse de lleno al movimiento político que acababa de crear: ¡En Marcha!, del centro político.

Nota de prensa, Mayo 2022:

El partido de Macron, La República en Marcha, cambia de nombre a Renacimiento.

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