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31 - Marzo - 2020
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Ha muerto a los 99 años Rafael Gómez Nieto, el último superviviente de ‘La Nueve’, la legendaria compañía del Ejército francés cuyos 160 hombres, de los que 146 eran republicanos españoles, fueron los primeros en desfilar por las calles del París liberado de las nazis en 1944. Gómez Nieto, residente en Estrasburgo, ha fallecido tras dar positivo por coronavirus, según ha confirmado su hijo al diario Ideal.

La noche del 24 de agosto de 1944 los aliados liberaron París del yugo nazi. Los primeros combatientes que entraron a pie en la capital de Francia pertenecían a ‘La Nueve’, una compañía formada por 160 hombres. De ellos, 146 eran republicanos españoles que habían luchado contra Franco en la Guerra Civil.

Sin embargo, su reconocimiento oficial no llegó hasta el 60 aniversario de la liberación de París, en agosto de 2004. "Liberaron París, pero no solo París. La liberación de esta ciudad fue celebrada en el mundo entero como la victoria de la libertad. Aunque todavía quedaba por combatir para acabar con el nazismo, se cuenta que incluso en Buenos Aires sonaron también las campanas ese día, cuando entraron en París", señaló en su día la alcaldesa de París, Anne Hidalgo.

Gómez Nieto nació en Adra, Almería, en 1921. Vivió en Cádiz, Madrid, Badalona… De allí fue reclutado en las levas de la llamada ‘Quinta del Biberón’, cuando el Gobierno republicano intentaba a la desesperada engrosar su número de efectivos, llegando a llamar a filas a niños de 14 años. Este combatiente participó en la batalla del Ebro. Luego se refugió en Francia, donde estuvo en un campo de confinamiento. Logró huir con su padre a Argelia y allí fue reclutado por el Ejército francés. Hizo campaña contra los nazis en Gran Bretaña y desembarcó en Francia en 1944 a las órdenes del general estadounidense George Patton.

Pocos meses después, fue de los primeros soldados aliados en entrar en París.

Al parecer, llevaba días ingresado en un centro sanitario de Estrasburgo. “No se ha podido recuperar, tenía los pulmones infectados y se ha ido esta noche”, ha declarado su hijo en el citado medio.

Rafael Gómez, en un acto de homenaje.

«La Nueve» fue el nombre asignado popularmente a la 9.ª Compañía del Regimiento de marcha del Chad, integrado en la 2.ª División Blindada de la Francia Libre, también conocida como División Leclerc. Se trató de una compañía bastante destacada al estar formada casi íntegramente por unos 150 republicanos españoles bajo mando francés, aunque en la División Leclerc también estaban enrolados y dispersos otros soldados de origen español en diversas compañías.

El 24 de junio de 1940, el III Reich vencía a Francia y le imponía el Armisticio tras una campaña de 40 días. Mientras tanto los puertos del África Occidental Francesa en Marruecos, Argelia y Senegal eran un caos, pues miles de refugiados se amontonaban en los muelles. Entre estos había muchísimos exiliados republicanos españoles de la Guerra Civil Española que habían huido de España debido al triunfo del general, convertido en dictador, Francisco Franco.

La Francia de Vichy no ocultaba su desconfianza y rechazo hacia los republicanos españoles mayoritariamente izquierdistas y, aunque no procedió a deportarlos masivamente hacia España, les obligó a elegir entre prestar trabajos forzados en la metrópoli, enrolarse en la Legión Extranjera Francesa o ser repatriados voluntariamente. Por motivos evidentes, la mayoría de los veteranos de la Guerra Civil Española eligió la primera alternativa, pues tenían buenas razones para rechazar la última ante la posibilidad de ser sometidos a consejo de guerra, y tal vez condenados a muerte. Tras los desembarcos aliados en el norte de África del 8 de noviembre de 1942, las autoridades de la Francia Libre instaladas en Argelia crearon inmediatamente el Corps Franc d'Afrique, un cuerpo regular destinado a combatientes no franceses y que estaba formado en gran parte por españoles. Así pues la Legión Extranjera del Protectorado Francés pasó de obedecer órdenes del Gobierno de Vichy a depender de la Francia Libre del general Charles de Gaulle, reanudando su lucha contra el fascismo bajo otra bandera. Los españoles entraron en combate en este frente contra los restos del Afrika Korps, compuesto por tropas alemanas e italianas, en diciembre de 1942 en Túnez. Durante la primera mitad de 1943, los republicanos españoles lucharon con ardor en los riscos y desiertos arenosos de Túnez. Finalmente, el 7 de mayo de ese año conquistaron la ciudad portuaria de Bizerta, siendo esta su última actuación en África.

La División Leclerc blindada había nacido en mayo de 1943 bajo el mando del general Philippe Leclerc de Hauteclocque en el Chad centroafricano, actuando en apoyo a la Francia Libre. Estaba compuesta por 16 000 hombres, de los cuales a inicios de 1943 unos 2 000 eran españoles. Después de que la Francia Libre tomara el control del Norte de África, los republicanos españoles integrados en las tropas francesas tuvieron la opción de escoger entre la División Leclerc (ya veterana de la Francia Libre) o las fuerzas del general Henri Giraud, (formadas por numerosos leales a Vichy que recientemente habían cambiado de bando). Ante esta situación, la gran mayoría de los españoles escogió la unidad de Leclerc. Si bien muchos soldados españoles pensaban que esta fuerza podría ser más tarde el núcleo de un renacido ejército republicano español, tal esperanza nunca se concretó y continuaron sirviendo como tropa extranjera firmemente adscrita a la Francia Libre (jamás como unidad autónoma de esta). No obstante, se les permitió bordar en sus uniformes franceses la bandera tricolor republicana.

La División Leclerc se denominó oficialmente «2ª División Blindada» y su 9ª Comp,añía fue más conocida como «La Nueve» o «La Novena», con el capitán francés Raymond Dronne al mando. La mayor parte de los españoles allí integrados eran socialistas, anarquistas, del POUM catalán o apolíticos hostiles a Franco, con unos escasos comunistas, mientras que otros simplemente llegaban como desertores de campos de concentración marroquíes y argelinos.

La semana de la nueve, en 2017:

- El salón de actos del Centro Cultural Príncipe de Asturias (calle de los Hermanos García Noblejas, 14) acogió, hasta el 30 de abril, la exposición fotográfica La Nueve. La historia silenciada, que hizo un recorrido por la historia de esta unidad y los hombres que la formaron. La muestra recogió imágenes de la salida de España, la creación del escuadrón, su lucha, sus victorias y su final. También se podieron ver uniformes y objetos originales relacionados con esta compañía junto a material didáctico que ilustró la parte más desconocida del bando republicano español en el siglo XX. El 21 de abril, a las 19.00, se presenta el documental La Nueve. Los olvidados de la historia, presentado por su director y guionista Alberto Marquardt, que narra la historia de estos republicanos españoles y su participación en esta compañía de la División Leclerc.

- El sábado 22 se proyectó la película ¿Arde París?, de René Clément, basada en la novela homónica de Larry Collins y Dominique Lapierre, que narra la liberación de París de las tropas nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Después se celebró un coloquio presentado y moderado por la Asociación Histórico Cultural Cosacos de La Nueve. El acto central de homenaje a este escuadrón tuvo lugar dos días antes en la inauguración del Jardín de los Combatientes de La Nueve. Contó con la presencia de la entonces alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena; su homóloga de París, Anne Hidalgo; la concejala presidenta de Ciudad Lineal, Yolanda Rodríguez; el único miembro vivo entonces de La Nueve, Rafael Gómez, y diversos familiares de los combatientes.

En septiembre de 1943, la División Leclerc fue transferida a Rabat en Marruecos, donde se la dotó de armamento procedente de los Estados Unidos: 160 tanques M4 Sherman, 280 semiorugas M3 blindados y M8 Greyhound, camiones Dodge, GMC, Brockway, Diamond y también muchos Jeeps. Algunos de los nombres españoles que les dieron a los tanques fueron muy curiosos. Componían la unidad de mando un Jeep con el nombre de «MORT AUX CONS» y el semioruga «LES COSAQUES». A la 1.ª Sección de Combate, pertenecían: DON QUICHOTTE, CAP SERRAT, LES PINGOÜINS, MADRID, GUERNICA (remolcando un cañón de 57 mm). A la 2.ª Sección de Combate: RESISTENCE, TERUEL, ESPAÑA CAÑI (luego LIBERATION), NOUS VOILA y EBRO (remolcando un cañón de 57 mm). La 3.ª Sección de Combate: TUNISIE 43, BRUNETE, ALMIRANTE BUIZA, GUADALAJARA y SANTANDER (remolcando un cañón de 57 mm). Junto a estos vehículos, rodaban unos cuantos camiones encargados del suministro y abastecimiento de La Nueve. Veteranos anarquistas intentaron nombrar a un carro de combate como su fallecido líder Buenaventura Durruti, pero los franceses no lo permitieron, por lo que le pusieron Les Pingouins. En los tanques manejados por los españoles se permitió también pintar la bandera de la Segunda República Española.

La División Leclerc, con la 9.ª Compañía, se trasladó de Marruecos a Gran Bretaña. El 6 de junio de 1944 se llevó a cabo el Desembarco de Normandia, y aunque participaron algunos españoles dispersos en otras unidades aliadas, la 9.ª Compañía se quedó en suelo británico. Finalmente el 4 de agosto la 9.ª Compañía desembarcó en la playa de Utah (playa de la Madelaine), al norte de la bahía de Carentan en Normandía. La División Leclerc, contando con «La Nueve», se encuadró dentro del III Ejército estadounidense liderado por el célebre general George Patton. Las primeros enfrentamientos ligeros que tuvieron los republicanos españoles contra la Wehrmacht, se desarrollaron en sitios como Rennes, Le Mans, Château-Gontier y un papel muy destacable junto a los soldados estadounidenses en Alençon. El 7 de agosto la 9.ª Compañía sufrió su primer muerto en combate, el español Andrés García. El 12 de agosto los Aliados quedaron sorprendidos ante la experiencia bélica de la 9.ª Compañía, cuando los españoles capturaron a 129 prisioneros alemanes en Eccouché. El 16 de agosto la División Leclerc fue atacada por las divisiones de las Waffen-SS Leibstandarte SS Adolf Hitler y Das Reich, las 9.ª y 116.ª Divisiones Panzer y la 3.ª División de Paracaidistas. La batalla fue muy cruenta: El 16 murió en combate Constant Pujol abatido por la ráfaga de la metralleta de un oficial alemán, por lo que su compañero Joan Castells le vengó disparando con su pistola al alemán hasta matarlo. Al día siguiente, el 17, cayó Roberto Helios; los días 18 y 19 el II Ejército británico de Bernard Montgomery llegó a la zona y lanzó un contraataque salvando a los soldados españoles de una masacre. Los españoles celebraron una misa en la iglesia de Eccouché en honor de los caídos.

Entrada de un vehículo de La Nueve durante la Liberación de París.

La ciudad de París se sublevó contra los alemanes el 20 de agosto de 1944 y Charles de Gaulle insistió ante el mando supremo aliado para que tropas de la Francia Libre acudieran a liberar la capital francesa antes que la Wehrmacht decidiera luchar en las calles y destruyera estructuras urbanas fundamentales (puentes sobre el río Sena, redes de agua, edificios públicos) conforme lo había ya ordenado Adolf Hitler. Primeramente el mando estadounidense, dirigido por Dwight D. Eisenhower, prefería atacar masivamente a las tropas germanas que se concentraban al norte de París y retardar la conquista de dicha ciudad. Pese a ello, De Gaulle ordenó a sus tropas aprovechar la revuelta de la Resistencia Francesa con el fin de tomar París y para ello fue elegida la División Leclerc. Precisamente en esta ocasión la 9.ª Compañía española, unidad de reconocimiento de la División Leclerc, es la primera unidad aliada en penetrar en la urbe.

El primer blindado que llegó a la plaza del ayuntamiento de París fue el «Guadalajara», con tripulación exclusivamente extremeña. Los primeros disparos que las fuerzas aliadas efectuaron se hicieron desde el blindado «Ebro», mandado por el capitán canario Campos y conducido por el catalán Bullosa. En las cercanías del Arco del Triunfo patrullaban Alfredo Piñero y Francisco Izquierdo, que se quedó mudo cuando una muchacha, tras los besos y abrazos de rigor exclamó: «¡Eres el primer soldado francés al que beso», a lo que este contestó «Somos rojos españoles». Anécdota parecida le ocurrió al locutor que entrevistó a los recién llegados y recibió un castizo «Pardon mesier mais ye suis español». Por lo demás la dotación que llegó al ayuntamiento de París el 22 de agosto fue la de los half-track: Madrid, Jarama, Ebro, Teruel, Guernica, Belchite, Guadalajara, Brunete y Don Quijote, junto con un tanque tripulado por 4 franceses: el «Romilly». Este era el destacamento, que, con toda justicia, llamaron «los liberadores de París».

A las 21:22 horas de la noche del 24 de agosto de 1944, la 9.ª Compañía irrumpió en el centro de París por la Porte d'Italie. Al entrar en la plaza del Ayuntamiento, el semioruga español «Ebro» efectuó los primeros disparos contra un nutrido conjunto de fusileros y ametralladoras alemanas. Después los civiles que salieron a la calle cantando La Marsellesa, para su sorpresa constataban que los primeros soldados liberadores eran todos españoles. El jefe francés de la 9.ª Compañía, Raymond Dronne, se dirigió hacia la comandancia del general alemán Dietrich von Choltitz para requerir la rendición.

Una mujer sirve vino a soldados aliados durante la liberación de Francia. CARL MYDANS GETY.

Mientras se esperaba la capitulación final, los españoles tomaron al asalto la Cámara de los Diputados, el Hôtel Majestic y la Plaza de la Concordia tras sufrir un muerto. A las 3:30 horas de la tarde del 25 de agosto, la guarnición alemana de París se rindió y fueron los soldados españoles quienes recibieron como prisionero a Von Choltilz, mientras otras unidades francesas también entraban en la capital. El general estadounidense Eisenhower remitió entonces parte de sus tropas para colaborar con los franceses. Al día siguiente, el 26 de agosto, las tropas aliadas entraron triunfantes en París. Los españoles desfilaron frente a la Catedral de Notre Dame y posteriormente escoltaron al general Charles de Gaulle por los Campos Elíseos. Los soldados españoles de la División Leclerc desfilaron llevando en sus estandartes los colores de la Segunda República Española; las posteriores protestas del régimen franquista fueron ignoradas por el gobierno francés.

Tras la Liberación de París la guerra prosiguió. La 9.ª Compañía abandonó la capital francesa el 8 de septiembre para volver al frente. El día 12 los españoles obtuvieron un señalado éxito cuando hicieron prisioneros a 300 soldados alemanes al tomar la ciudad de Andelot. El 15 cruzaron el río Mosela y establecieron una cabeza de puente tras las líneas alemanas, donde tuvieron un enfrentamiento con heridos en Châtel-sur-Moselle. El mando militar dirigido por Charles De Gaulle reconoció la importancia de la 9.ª Compañía dentro del Ejército francés, y el 26 de septiembre él en persona repartió las principales condecoraciones en la ciudad de Nancy. La Medalla Militar y la Croix de Guerre fueron entregadas al capitán francés Raymond Dronne, al subteniente canario Miguel Campos, al sargento catalán Fermín Pujol y al cabo gallego Cariño López. La batalla por la recuperación de Alsacia comenzó en noviembre; allí los alemanes destruyeron con un proyectil un tanque español donde iba el alférez Federico Moreno, aunque por suerte no hubo bajas. El 23 de noviembre la 9.ª Compañía española tomó la capital alsaciana de Estrasburgo, siendo esta la última gran ciudad francesa perdida por las tropas alemanas. Cuando la 9.ª Compañía cruzó el río Rin y se internó en suelo alemán, los españoles quedaron estancados por el frío invierno de -22 °C en el camino boscoso hacia Múnich. A lo largo de ese tiempo sufrieron unas 50 bajas por congelación y las bombas. Cuando se acabó el invierno la 9.ª Compañía se puso en marcha de nuevo. La actuación más importante en esta etapa de la 9.ª Compañía fue el 5 de mayo de 1945 al participar en la toma del Nido del Águila, el refugio final de Adolf Hitler en Berchtesgaden.

Muy cerca de la localidad bávara de Berchtesgaden, el sanguinario régimen nacionalsocialista tuvo uno de sus más importantes centros de poder. A escasos quilómetros, el encantador pueblecito de Obersalzberg fue escogido por los jerarcas nazis para establecer sus residencias de descanso. De todo ese complejo no queda nada en nuestros días, ya que fue bombardeado y los restos fueron deliberadamente demolidos para evitar santuarios neonazis. Sin embargo, un edificio que perteneció al Führer ha llegado hasta nuestros días y se puede visitar. Hablamos del célebre Nido del Águila, un lugar impactante por su pasado y por su entorno natural.

Adolf Hitler llegó a Obersalzberg en 1923, como fugitivo tras el fallido golpe de estado conocido como el Putsch de Múnich y quedó deslumbrado por el grandioso paisaje. En 1927 -parece ser que desfalcando fondos del Partido Nazi– adquirió la casa Wachenfeld, rebautizada como Berghof. Esta típica casa alpina fue transformada a partir de 1934 gracias a la fortuna que acumuló Hitler, y llegó a tener 30 habitaciones. El gran salón de reuniones tenía una enorme ventana orientada a la mítica montaña Untersberg, que marcaba la antigua frontera con su Austria natal (desde 1938 anexionada al Imperio Alemán). Las vistas eran realmente impresionantes.

Al sol que más calienta llegaron todos los jerarcas nazis y se instalaron en Obersalzberg, a la par que sus antiguos habitantes eran invitados a marcharse mediante compra o directamente expropiación. Albert Speer, Martin Bormann o Hermann Göring, entre otros, tuvieron aquí su residencia. Y en el Berghof el Führer recibió a reyes, presidentes o embajadores para impresionarlos e intimidarlos, mientras Eva Braun se entretenía grabando películas que hoy tienen un gran valor documental.

Todo el territorio circundante fue declarado zona militar y rodeado por fuertes medidas de seguridad. Siempre estuvo en el punto de mira de los altos mandos aliados, pero curiosamente no fue bombardeado hasta abril de 1945. La razón, muy simple: no se quería matar accidentalmente a Hitler y convertirlo en un mártir para los suyos en plena guerra. Lo que no fue destruido entonces fue demolido en la posguerra, igual que ocurrió con todos los cuarteles generales del Führer, de los que no queda prácticamente nada, con la excepción del famoso Nido del Águila.

El nombre oficial del lugar es Casa Kehlstein (Kehlsteinhaus), pues está situado sobre la montaña del mismo nombre. El sobrenombre con el que es más conocida se lo dio un diplomático francés tras haberla visitado, impresionado por su emplazamiento y por la parafernalia nazi (cuyo símbolo es precisamente un águila). La casa fue un regalo del Partido Nazi a Adolf Hitler por su quincuagésimo cumpleaños, en 1939. Proyectada por su lugarteniente Bormann y construida en sólo 13 meses, costó 30 millones de marcos (unos 150 millones de euros actuales) contando los accesos.

La Casa Kehlstein no fue alcanzada por los bombardeos porque era un objetivo difícil por su pequeñez y los aliados prefirieron concentrarse en el pueblo de Obersalzberg. Tras la guerra se salvó de la destrucción porque, aun habiendo pertenecido al Führer, apenas se la relaciona con él, pues tenía aversión a las alturas y se cuenta que apenas estuvo en ella unas diez veces (y brevemente). Quien sí gustaba de ella era Eva Braun, que la usaba para tomar el sol y celebró allí el banquete de boda de su hermana.

Sus accesos fueron una maravilla de la ingeniería de la época y hoy permanecen igual que entonces. Se comienza la ascensión (previo pago) en Obersalzberg, obligatoriamente en las lanzaderas oficiales organizadas con precisión germánica. Si se prefiere la caminata a pie, son dos horas hacia arriba … La estrecha carretera, de espectaculares vistas, tiene 6,5 kilómetros y una sola curva. Por este motivo es conveniente sentarse en el mismo lado del autobús tanto en la subida como en la bajada, de modo que disfrutemos de las vistas en ambos tramos.

En el recorrido una grabación nos explicará la historia del Nido del Águila. Al terminar la carretera nos encontramos un túnel de 124 metros excavado en la roca viva que termina en un ascensor que realiza la ascensión de otros 124 metros hasta la superficie. Ambos son impactantes y cargados de la monumentalidad pretenciosa típica del nazismo. El ascensor, cuya construcción se cobró la vida de 12 obreros, está recubierto de bronce pulido, espejos venecianos y cuero.

El Nido del Águila no está en la cima del Kehlstein, de 1885 metros, sino en una loma rocosa un poco más abajo, a 1834 metros. La casa en sí, que conserva la estructura original, hoy es un restaurante y pertenece al estado de Baviera. El salón principal es el bar y tienda de recuerdos y su chimenea de mármol fue un regalo de Benito Mussolini. Se han eliminado casi todas las referencias a su pasado nazi, excepto una galería fotográfica que muestra su historia.

Pero lo realmente grandioso son los paisajes que se abren ante nuestros ojos en todas direcciones. Desde allí los adjetivos se quedan pequeños. Y mejor aún si subimos unos cuantos metros por el camino que sube hacia la cumbre, pues podremos incluir el propio Nido del Águila en nuestra foto. Nos rodea el macizo de Berchtesgaden y hacia abajo podemos ver toda la región. Eso sí, el tiempo puede jugarnos una mala pasada, como siempre en los Alpes, pues cualquier día podemos encontrar niebla.

Berchtesgaden, un idílico rincón de los Alpes bávaros.

Para volver a la lanzadera podemos usar el ascensor y el túnel o podemos bajar a pie por el camino de la ladera de la montaña. Es cómodo, de gran belleza y nos tomará unos 20 o 30 minutos. La región de Berchtesgaden es una lengua de tierra alemana rodeada completamente por Austria. En ella no podemos dejar de visitar la preciosa localidad que le da nombre así como el lago del Rey (Königssee), para muchos el más impresionante de los Alpes.

Es el típico lago glaciar alpino: profundo, estrecho y alargado, flanqueado por impresionantes paredes rocosas verticales y frondosos bosques. El paseo en barco, espectacular, dura unas dos horas y parte del pueblecito lleno de tiendas de recuerdos y restaurantes que ha crecido en su orilla. Se pueden realizar excursiones a la región en un día desde Salzburgo (está al lado mismo), Múnich o Innsbruck.

La Segunda Guerra Mundial terminó en Europa el 8 de mayo de 1945 tras la rendición incondicional de Alemania. Hasta ese momento la 9.ª Compañía había sufrido 35 muertos y 97 heridos; solo 16 españoles seguían en activo al momento de llegar la paz, aunque muchos otros continuaban prestando servicio en otras unidades del Ejército francés. Tras la guerra, varios veteranos españoles quedaron en el Ejército francés, otros prefirieron desmovilizarse y permanecer como civiles en Francia. Amargamente, sus triunfos de combate no sirvieron para que pudieran volver a España ni ayudaron a la caída del régimen dictatorial de Francisco Franco, como muchos de ellos proyectaban. Ante ello, los veteranos españoles continuaron como exiliados políticos durante muchos años más. Los méritos de la 9.ª Compañía española fueron reconocidos por los historiadores especializados, pero gran parte de la historiografía francesa prácticamente ignoró su gran importancia en el episodio concreto de la Liberación de París (tratándola como un evento exclusivamente francés).

Los historiadores españoles estudiaron a la 9.ª Compañía ampliamente solo después de la caída del franquismo, cuando se reconoció a esta unidad por su destreza y valor. Hubo que esperar a agosto del 2004 para que la ciudad de París realizara un homenaje adecuado a los españoles de la División Leclerc que tanto habían contribuido con su liberación sesenta años antes. Para tal efecto se desveló una placa conmemorativa junto al río Sena en el Quai Henri IV.

El 25 de agosto de 2012, durante la celebración del 68 aniversario de la Liberación de París, una bandera republicana participó en dicho acto a modo de reconocimiento del papel de La Nueve en la liberación de la ciudad, siendo reconocido este hecho en el discurso del Presidente de la República francesa, François Hollande. Desde marzo de 2015, el jardín del Ayuntamiento de París se llama oficialmente Jardin des Combattants-de-la-Nueve («Jardín de los combatientes de Nueve»). Se planeaba una ceremonia en presencia del rey y la reina de España, Felipe VI y Letizia, así como de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo. Sin embargo, el accidente del vuelo 9525 de Germanwings, donde murieron 51 españoles, acortó la visita de los Reyes. La ceremonia de inauguración se pospone hasta el 3 de junio de 2015. Ahora, cada 24 de agosto, se celebra una ceremonia oficial en el jardín, con motivo de las celebraciones de la Liberación de París.

A finales de 2016, la alcaldesa de Madrid Manuela Carmena designa también un jardín municipal «Jardín de los luchadores de La Nueve». Fue inaugurado en abril de 2017 por las alcaldesas de Madrid y París, Manuela Carmena y Anne Hidalgo. El 14 de abril de 2016, la ciudad de París inaugura oficialmente la placa conmemorativa en memoria al luchador de la Nueve Manuel Lozano, el día de la proclamación de la República española y el aniversario del nacimiento de este activista de la Confederación Nacional del Trabajo de Francia. La ceremonia tuvo lugar en el XIX distrito de la capital (43 rue des Bois). La 33 rue des Vignoles, sede de la Confederación Nacional del Trabajo en París y lugar simbólico de memoria de los luchadores de la Nueve, ahora es parte del patrimonio protegido de la capital.

La Spanish Company Number One fue una unidad de voluntarios españoles, exiliados partidarios del bando republicano durante la Guerra Civil Española, que sirvió en el Ejército británico durante la Segunda Guerra Mundial. Algunos españoles, combatientes de la Legión extranjera francesa y miembros de la 185ª Compañía de trabajadores extranjeros, fueron evacuados al Reino Unido desde Dunquerque en 1940. Muchos de ellos se negaron a ponerse a las órdenes de Charles de Gaulle y, por consiguiente, fueron encuadrados en el Ejército británico. Como el reglamento del Ejército británico prohibía el uso en combate de extranjeros, fueron adscritos al Royal Pioneer Corps, constituyéndose con ellos la 1ª Compañía Española (Spanish Company Number One en inglés), que fue destinada a labores de construcción de carreteras, fortificaciones, etc. a lo largo de la guerra. Aunque no desembarcó con las tropas aliadas el Día D, participó en ulteriores operaciones de la batalla de Normandía.

La 250.ª División de Infantería, llamada oficialmente en España División Española de Voluntarios y en Alemania 250 Infanterie-Division, más conocida como la División Azul o Blaue Division en alemán, fue una unidad de voluntarios españoles que formó una división de infantería para luchar contra la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial. Se enmarcó dentro del Heer, ejército de la Alemania nazi. Entre 1941 y 1943, cerca de 50 000 soldados españoles y algunos portugueses participaron en diversas batallas fundamentalmente relacionadas con el sitio de Leningrado. También formaron parte de la división 146 mujeres, de la llamada Sección Femenina, quienes viajaron como enfermeras en el recién creado Cuerpo de Damas Auxiliares de Sanidad Militar bajo la dirección de María de las Mercedes Milá Nolla.

Reemplazos para la División Azul. Voluntarios españoles marchan hacia sus destinos.

Solo pasaban unos minutos de las nueve de la noche cuando el 24 de agosto de 1944 los primeros soldados de la Francia Libre entraron en el París ocupado por los nazis. Fue La Nueve, como se conocía a la novena compañía de la División Leclerc, la que irrumpió en el centro de la capital francesa. Era un escuadrón formado por 146 españoles, entre los que estaban el subteniente canario Miguel Campos, el sargento catalán Fermín Pujol o el cabo gallego Cariño López, hombres a los que Charles de Gaulle entregaría después la Medalla Militar y la Croix de Guerre en reconocimiento de su ayuda y valentía. Para el historietista Paco Roca, que acercó en 2013 las hazañas de este grupo de republicanos en la novela gráfica Los surcos del azar, lo más relevante es que “fueron unos demócratas que no se rindieron nunca”.

La Nueve no solo fue, en un acto sobre todo simbólico, la primera compañía que llegó al París ocupado y colaboracionista con tanques con nombres como Ebro, Don Quijote o Guernica casi dos días antes de que lo hicieran las demás tropas de la Francia Libre, sino que su periplo continuó hasta Alemania. Los hombres exiliados que habían combatido primero a las tropas sublevadas de Franco en 1936 llegaron a participar en 1945 en la toma del Nido del Águila, el chalé que Adolf Hitler tenía en los Alpes Bávaros. En los meses anteriores, alrededor de medio centenar de miembros del escuadrón había perecido por el invierno duro y frío, con temperaturas que llegaron a alcanzar los menos 22 grados. El 25 de agosto de 2012, casi siete décadas después de la liberación de París, una bandera republicana ondeó a modo de reconocimiento de La Nueve en la capital francesa en un acto presidido por el presidente francés, Françoise Hollande.

Rafael Gómez, el último de La Nueve: "No hagáis guerras, solo las ganan los ricos" De la mítica IX Compañía de la División Leclerc que liberó a París de los nazis solo quedaba él a mediados de 2019. Se proponia brindar por sus compañeros hasta los 100 años.

"En la guerra no sirve mucho hacerse el valiente. Es más normal ir cagado de miedo. Sobre todo si sales de patrulla a pie", contaba desde su casa de Estrasburgo.

A sus 98 años, el cabo conductor de semiblindados de la IX Compañía de la División Leclerc Rafael Gómez Nieto aún recordaba detalles de la mañana en que desembarcó en Normandía. Su barcaza de vientre plano aplastaba las olas. La playa de Saint Mere Église, Utah Beach para los mapas del ejército aliado, esperaba enfrente. Él ya agarraba el volante de su half track ‘Don Quichote’. Meneados por el mar, los nueve ocupantes de aquel vehículo artillado con ruedas y orugas empezaron a cantar ‘La cucaracha’. Por ser el 8 de agosto de 1944, y ya estar la playa tomada por los norteamericanos, a Rafael y a sus compañeros de La Nueve no les recibió la lluvia de balas que acribilló a quienes les precedieron en el atraque. A aquellos 160 hombres, de los que 140 eran republicanos españoles forjados en una guerra civil, los tiros les aguardaban carretera adelante, en el camino a París.

A Rafael Gómez le pilló en su casa de Estrasburgo el reconocimiento que le hizo el Gobierno de España a su mítica unidad. No pudo ir a la conmemoración celebrada en la capital francesa y ver a la ministra de Justicia, Dolores Delgado, porque se había esguinzado un pie. La lesión le tenia contrariado, porque le impedia su paseo cotidiano de casa al mercado. Junto a sí guardaba su gorro cuartelero, fotos, papeles, un acento almeriense que aliña con palabras en francés, y recuerdos intermitentes de su trayectoria desde julio de 1938, cuando lo movilizaron en Badalona, donde vivía. En su memoria, mordida por la ancianidad, hay nueve meses de guerra civil con 17 años de edad, el paso de Port Bou con los derrotados, el campo de concentración, la vida en Orán y su alistamiento en el Batallón de Marcha del Chad, de los Cuerpos Francos de África, fiera unidad colonial del ejército de la Francia libre, el país en el que se quedó a vivir. En 2019 se cumplian ochenta años del inicio de aquella II guerra mundial en la que él y sus compañeros se convirtieron en héroes.

-¿Cuál es su principal recuerdo de la guerra?

-El principal recuerdo que te queda de una guerra es el miedo. Y también que todo lo haces corriendo: corres aquí, corres allá… Yo desembarqué corriendo. En la playa habían muerto antes (junio de 1944) muchos soldados, muchos, sobre todo los que iban a pie, en sus ‘peniches’, porque cuando bajaba la puerta de la lancha iban muy juntos y no tenían defensa. Pero yo eso no lo ví. Vivimos muchos golpes duros después, en Europa; más que en África. En África llevé el half track Guernica (Así escribían su nombre en el morro), fui chófer cuatro meses del teniente Granell (Amado Granell fue el primero en poner pie en el ayuntamiento liberado de París). Luego me darían el Don Quichote. Primero nos pusieron un uniforme inglés, luego otro americano, y al final uno francés. A los coches le poníamos en el capó la estrella americana, para que nuestra aviación los viera bien, pero los alemanes también ponían la estrella…

- ¿Y qué siente hoy por aquellos alemanes que tuvo enfrente?

- Pues no siento nada. Vivo en la frontera, y vamos a menudo mis hijas y yo a pasear a Alemania. Pas mal; la guerre est finie longtemps. La guerra es muy mala, muy mala. La guerra es mala siempre. Es mala en España; es mala en Argelia; es mala en Túnez; es mala en Europa; es mala para ti y también lo es para tu enemigo.

- Ha visto usted muchos muertos, pero también muchos hombres valientes …

- Mire, en la guerra no hay que ser valiente. En la guerra hay que ir normal, como todo el mundo. No hay que hacerse el valiente, porque no sirve de mucho. Es más normal ir cagado de miedo. Sobre todo cuando avanzas a pie, buscando patrullas, mirando si te sale uno por aquí o por allá.

- De ustedes, tras la toma de Berchtesgaden, ya solo quedaban 16. Sentiría mucha pena según iban cayendo sus compañeros …

- La verdad es que en esos momentos no sientes pena. Mueren tantos cada día que al final lo acabas comentando como si nada con el compañero: ‘¿Has visto? Fulano cayó esta tarde…’ Sin más. C’est tout.

- Demasiados hombres jóvenes muertos.

- Oui. Jóvenes, viejos, niños, mujeres… de todo. La guerra mata a todo el mundo.

- Es usted el último miembro de La Nueve que queda vivo. ¿Quién era su mejor amigo en la compañía?

- En mi coche éramos cuatro españoles. Y me acuerdo de todos por igual. Y también del ayudante jefe Moreno, y del sargento Zubieta, uno que le llamaban El Chato, y que cantaba: "Ya se cayó el arbolito / donde dormía el pavo real..." Cuando entras en combate todos son tus amigos. Y cuando te quedas solo, no hay amigos a la vista. Yo no pude subir en Berchtesgaden (el nido del águila, el refugio de montaña de Hitler en cuya conquista participó La Nueve). Mis amigos subieron todos, y yo me tuve que quedar abajo guardando el coche, porque era el chófer. Yo no olvido a mis compañeros. Todos los años vamos a un pueblo en el que murieron muchos (Grussenheim, al sur de Estrasburgo, en la frontera con Alemania, donde La Nueve fue diezmada), entre ellos D’Alain, que antes había estado en las Brigadas Internacionales en España. Está enterrado allí. El alcalde nos invita a un vaso cada año por todos ellos. Lo prometió. Y yo bebo un vaso a su salud. En enero cumpliré 99 años, y pienso ir allí a brindar por lo menos hasta que tenga 100.

- ¿Qué le viene a la cabeza si se acuerda usted del día de la liberación de París, cuando los blindados de su compañía fueron los primeros en entrar en la ciudad?

- Recuerdo que mantuve el coche bajo unos árboles. Había que atravesar la ciudad corriendo. Llevaba acoplado un cañón antitanque, pero yo no lo atendía; lo manejaba un gallego al que llamábamos Cariño. Y recuerdo que, después de aquello, nos fuimos a un campo en las afueras, y que pasamos allí tres noches. Estábamos contentos. Y al campamento vinieron muchas chicas a saludarnos. Eran tantas que el capitán Dronne, que luego llegó a general, se enfadó, y nos dijo: “A ver si en este campamento va a haber más mujeres que soldados”.

Rafael Gómez, abajo a la derecha, con compañeros de La Nueve.

- ¿Echa usted de menos Adra (Almería), su tierra?

- Poco. Nací allí, pero de niño viví en Cádiz once años. Mi padre era carabinero y estaba destinado en el puerto. Y después lo destinaron a Barcelona, y allí nos quedamos hasta el fin de la guerra civil.

- ¿Por qué se alistó usted? ¿Era de algún partido?

- Yo no tenía ideas políticas. He luchado por lealtad, no por política. Nunca he tenido nada político. Sí soy cristiano. Estoy bautizado, como mis hijos. Pero no rezo: si voy a la iglesia, me quedo allí callado. En combate tampoco rezaba; te da poco tiempo a pensar. Estás pendiente de que no te caiga una bomba y no saltes por los aires. Yo vivía en Badalona y tenía 17 años cuando me movilizó la República. Fui en la última quinta, la del Biberón. Pasé la frontera andando, y me llevaron a Barcarés.

- ¿Cómo era la vida en el campo de concentración?

- Allí, en la playa, ayudaba a construir barracas para dormir. Nos daban de desayuno muy poco pan, una barra para cada 20, y unas sardinas. Y de beber, agua jabonosa. Esperábamos a que se quitaran las pompas para beberla. No había otra agua.

- ¿Cómo salió de allí?

- Una día me vino a ver mi padre, que estaba en otro campo, en Argelés. Me dijo que su hermano estaba en Argelia, y que se lo llevaban para allá, y que yo a lo mejor podría ir también. Y salí con papeles falsos, como hermano de mi padre. Y ya cuando estaba en Argelia, me presenté voluntario. No sé, me dio un golpe de cabeza, y me fui al Bureau d’Engagement. Pedían chóferes, y mi destino fue chófer en la Tunicia.

- ¿Ha sido Francia agradecida con ustedes, los de La Nueve?

- Al principio no decían que éramos españoles. Decían que éramos franceses... hasta que la periodista Evelyn Mesquida contó nuestra historia. En el tercer regimiento éramos tres compañías, la IX, la X y la XI. Y en La Nueve casi nadie hablaba francés. Muchos venían de la Legión.

- Eran gente dura.

- Por eso nos metían en un batallón de primera línea. Siempre nos metían delante.

- Al menos les darían buen rancho …

- Raciones americanas. Las preparaba un cocinero… Bouboú se llamaba. Se enfadaba cuando alguna vez teníamos que salir corriendo y dejar la comida.

- ¿Era buen cocinero?

- Bueno, hacía lo que podía.

- Estas cosas, ¿se las cuenta a sus nietos?

- Uy, no me hable de nietos (ríe) Tengo tantos que a veces no llevo suficiente en el bolsillo para darles propina. A los nietos yo no les cuento nada de la guerra. A los jóvenes de hoy ya no les interesa. Oui: solo les gusta la música y la fiesta.

Rafael Gómez, abajo, con sus compañeros del half track Don Quichote. Arriba, con quepis, el sargento ayudante jefe Moreno.

-¿No tiene un mensaje para los jóvenes?

-No hagáis guerras. La guerra es mala para todo el mundo. Las guerras solo las ganan los ricos.

- El Gobierno español ya lleva un par de agostos haciéndoles un reconocimiento. Llega un poco tarde …

- Bueno, la verdad es que ya de La Nueve no hay ninguno; solo quedo yo. Cuando me muera, me da igual si me entierran aquí o en España, pero que sea con Florence. Que me metan al ‘crematoire’ y lleven mis cenizas con mi mujer. Era de origen español, ¿sabe? Se apellidaba López. La conocí en el baile, en Estrasburgo. Yo era muy buen bailarín. Florence y yo íbamos mucho al baile. Vaya, no he tenido mala vida …

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