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20 - Agosto - 2020
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Desde el año 1969 hasta 1972, el programa Apolo de la NASA estuvo en activo, permitiendo que un total de 12 personas hayan llegado a caminar alguna vez sobre la superficie de la Luna. En aquellas misiones, no solo se analizó su superficie y se tomaron muestras para poder estudiarlas en la Tierra, sino que también se instalaron una serie de elementos con los que tratar de llevar a cabo mediciones desde nuestro planeta, entre los que destacan varios sismómetros y tres reflectores láser, que fueron completados por otros dos instalados posteriormente en las expediciones soviéticas.

Pero algo los ha hecho dejar de funcionar correctamente. La idea era muy sencilla: una vez instalados los reflectores lunares, desde la Tierra se mandarían señales láser de manera periódica con el objetivo de poder medir de manera precisa la distancia entre nuestro planeta y nuestro satélite, atendiendo a la velocidad de la luz y al tiempo que el láser tardaba en llegar y en regresar. Durante 50 años, se han estado llevando a cabo este tipo de pruebas, pero ha surgido un problema: con el tiempo, la cantidad de luz devuelta se ha atenuado hasta un 10% y no se sabe por qué.

El gran Andrew McCarthy volvió a la carga con una alucinante fotografía de la primera Luna llena del otoño en 2019. Para quienes no recuerden el trabajo de McCarthy, sólo basta mencionar que es un especialista en fotografiar la Luna y quien ya nos mostró una foto de 81 megapíxeles, una donde se ven los "colores ocultos" del satélite y hasta una de 400 megapíxeles. Su más reciente trabajo es igual de espectacular que los anteriores, aunque ahora "sólo" nos la presente en 110 megapixeles, y es que se trata de un espléndido trabajo que recoge no sólo la Luna llena, sino también algunas nubes que había durante esa noche de captura, lo que hace que tenga un aspecto especial y no se trate una imagen más de la Luna.

Según explica McCarthy, para esta imagen necesitó tomar aproximadamente 48.000 fotografías de 16 megapíxeles cada una, esto con el objetivo de posteriormente combinarlas para compensar la distorsión de la atmósfera.

A diferencia de anteriores trabajos, donde había usado varias cámaras, aquí usó dos telescopios y una cámara, concretamente un Celestron EdgeHD 800, una cámara ZWO ASI de 1600mm y un refractor cuádruple Meade de 70mm. McCarthy menciona que el refractor se utilizó para capturar el arco lunar, las estrellas y las nubes, mientras que el Celestron se utilizó para los detalles de la superficie lunar. En total obtuvo más de 1,5 TB de datos en imágenes. El siguiente paso fue combinar todo.

La cámara se encargó de capturar 15 imágenes por segundo, y todo este proceso de captura representó aproximadamente una hora. Mientras que para el trabajo de procesado, que es automatizado, requirió toda una noche. Según explica, lo más complicado fue alinear, unir y mezclar cada una de las fotos, un trabajo que hizo de forma manual en Photoshop, y con el que dio vida a la imagen completa de 110 megapíxeles que pueden ver aquí en su resolución original. Tal es la calidad de la imagen real, que se pueden apreciar los cráteres y sus siluetas justo en las orillas de la Luna. Sin duda un trabajo fantástico de Andrew McCarthy. Por cierto, para aquellos que deseen la imagen original en PNG, la pueden adquirir en la web de McCarthy por 30 dólares o bien, comprarla en formato wallpaper para su smartphone por sólo dos dólares.

Estas mediciones son realmente valiosas para los expertos. No en vano, así es como hemos conseguido saber que la Luna se aleja de la Tierra unos 3,8 centímetros de media por año, que la Luna cuenta con un núcleo fluido -en base a su giro- y que también tiene material sólido dentro de ese núcleo que nos permite entender cómo funciona su campo magnético. Por ello, no estar obteniendo datos del todo fiables empieza a suponer un problema para los científicos, ante lo que han buscado una solución: un orbitador lunar. Fue en el año 2009 cuando el Lunar Reconnaissance Orbiter (LRO) de la NASA llegó a la órbita de la Luna. Y uno de los elementos con los que contaba era con un reflector, aproximadamente del tamaño de un libro de bolsillo, al que poder volver a mandar señales láser. Desde entonces, los expertos han estado enviando señales con el objetivo de conseguir una mucho más pura que la que se estaba obteniendo de los cinco reflectores instalados en la Luna y, con ello, poder entender qué es lo que está dificultando la recepción de aquellos primitivos elementos instalados en la superficie lunar.

Una década después, los científicos han anunciado que por fin han recibido la primera señal procedente del reflector LRO. Ahora, gracias a ello, los científicos podrán comparar los resultados tanto de esta señal como de las que obtienen de los reflectores de la superficie lunar, lo que puede ayudar a determinar por qué aquellos que se instalaron en los primeros años 70 han perdido parte de su eficacia. La principal teoría tiene que ver con el polvo lunar, pero la ausencia de atmósfera implica que no existe viento para levantar ese polvo. ¿Qué ocurre entonces?

Imagen de la Luna donde se ven las huellas que dejaron las misiones Apolo.

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Los expertos de la NASA creen que, efectivamente, la principal razón de que estos reflectores de superficie hayan perdido su eficacia está relacionada con ese polvo lunar. ¿De qué manera? Muy sencillo: el bombardeo de micrometeoritos es el que provoca que, tras sus impactos en la superficie, estas pequeñas partículas se desplacen, hasta llegar a adherirse a estos pequeños rectángulos de medición. Poder entender comparativamente las diferencias entre la nueva señal y las anteriores también permitirá saber a qué cantidad de impactos por parte de meteoritos está expuesta la superficie lunar.

Según la última investigación, publicada en 'Earth, Planets and Space', fue el 4 de septiembre de 2018 cuando la estación de medición láser de Grasse (Francia) consiguió la primer la señal rebotada procedente del LRO. Posteriormente, el 23 y el 24 de agosto de 2019 también se logró que esta señal llegase, aunque en este caso con truco, pues se giró la nave para orientar al respecto hacia la Tierra. Ahora, los estudios siguen su curso para determinar las diferencias entre estas mediciones y, así, poder entender mejor nuevas características de nuestro preciado satélite.

"Este experimento proporciona un nuevo método para verificar las teorías de la acumulación de polvo durante décadas en la superficie lunar. También mostró que el uso de matrices similares a bordo de futuros módulos de aterrizaje y orbitadores lunares puede respaldar los objetivos de la ciencia lunar, eligiendo sitios de aterrizaje cerca de los polos lunares, que tendrían una mejor sensibilidad a la orientación lunar", aseguraron los expertos en su artículo.

Un nuevo estudio, usando modelos matemáticos, del Centro Aeroespacial Alemán revela que la Luna se formó hace 4.425 millones de años, siendo 85 millones de años más joven de lo que se pensaba. Los investigadores sostienen en su trabajo, publicado en la revista científica 'Science Advances' que las muestras de roca lunar recogidas en las misiones Apolo no son lo suficientemente antiguas para verificar la cifra comúnmente aceptada de 4.510 millones de años.

De acuerdo con la hipótesis más aceptada, la Luna se formó a partir de los escombros de una colisión entre la Tierra y un planeta más pequeño llamado Theia, arrojando roca fundida que posteriormente se solidificó en un cuerpo entero que comenzó a orbitar la Tierra.

Eso significa que la roca que compone el satélite de la Tierra vino de nuestro planeta y puede ser usada para datarla, con modelos matemáticos sofisticados. La investigación también sugiere que la Luna se constituyó cuando la Tierra estaba casi completamente formada.

"Los resultados de nuestro último modelado sugieren que la joven Tierra fue golpeada por un protoplaneta unos 140 millones de años después del nacimiento del Sistema Solar hace 4.567 millones de años", explica el geofísico Maxime Maurice, del Centro Aeroespacial Alemán. "Según nuestros cálculos, esto ocurrió hace 4.425 millones de años, con una incertidumbre de 25 millones de años, y nació la Luna". Según publica Science Alert, los modelos dirigidos por Maurice y sus colegas estudiaron dos escalas de tiempo: la edad de la Tierra cuando Theia la golpeó y el tiempo que tardó el masivo océano de magma de la Luna en enfriarse después de haber empezado a solidificarse.

Ese segundo proceso tardó alrededor de 200 millones de años, según los modelos de los científicos. Las simulaciones basadas en cómo los minerales de silicato de la Luna pueden haber evolucionado con el tiempo llevaron a los investigadores a su última edad lunar de 4.425 millones de años. El análisis muestra unos factores que deben tenerse en cuenta, cómo el hecho de que los agujeros perforados en la superficie lunar pudieron haber afectado la velocidad a la que la Luna se enfrió y la posible profundidad del océano de magma original.

"Al comparar la composición medida de las rocas de la Luna con la composición pronosticada del océano de magma de nuestro modelo, pudimos rastrear la evolución del océano hasta su punto de partida, el momento en que se formó la Luna", añade la geofísica Sabrina Schwinger, también del Centro Aeroespacial Alemán.

Y en otro orden ... Científicos chinos han identificado qué es una peculiar sustancia gelatinosa que fue descubierta en el lado lejano de la Luna el año pasado. Según el análisis de las imágenes y la comparación con las muestras de las misiones Apolo aquí en la Tierra, es exactamente lo que se esperaría encontrar en la Luna: roca. Exactamente, se trata de roca que se derritió, probablemente en el calor del impacto de un meteorito, para formar una masa verde oscura, brillante y vidriosa.

"El rover Chang'e-4 descubrió una brecha de derretimiento de impacto verde oscuro y brillante en un cráter durante su travesía en el suelo del cráter Von Kármán dentro de la cuenca del Polo Sur Aitken (SPA) en el extremo lunar", escriben los investigadores en su trabajo. "Se formó por la soldadura, cementación y aglutinación por impacto del regolito (polvo y grava de los escombros) y la brecha lunar".

La brillante sustancia fue hallada por primera vez por el robot lunar chino Yutu-2 a finales de julio de 2019. Fue descrito como "gelatinoso", que es un descriptor inusual para algo que se encuentra en la Luna, dado que el paisaje lunar es un lugar muy seco y polvoriento.

Yutu-2.

Las imágenes que se publicaron más tarde revelaron que se trataba de algo brillante, pero muy probablemente no húmedo. Usando un espectrómetro visible e infrarrojo cercano (VNIS) y otra serie de tecnología, Sheng Gou, de la Academia China de Ciencias, y sus colegas pudieron descomponer la luz reflejada en la sustancia y determinar su composición química, además de la del regolito circundante.

De acuerdo con este análisis, el regolito está compuesto predominantemente de plagioclasas (alrededor del 45 por ciento), piroxeno (7 por ciento) y olivina (6 por ciento), materiales bastante normales en la Luna.

La sustancia vidriosa, no obstante, fue un poco más difícil de analizar, posiblemente debido a la poca luz. Sólo pudieron distinguir las plagioclasas, en una abundancia de alrededor del 38 por ciento. Esto no difería demasiado del regolito circundante, lo que sugiere que la composición podía ser similar. Los investigadores también pudieron determinar que el material es de color verde oscuro, y mide aproximadamente 52 por 16 centímetros.

La sustancia es muy similar a dos muestras recuperadas por las misiones Apolo 15 y 17, la muestra lunar 15466 y la muestra lunar 70019, respectivamente. Ambas muestras, recuperadas de los cráteres de impacto, se clasifican como brechas, un tipo de roca formada por trozos de roca cementados por un material más fino. En ambos casos, los trozos son regolitos lunares, y el cemento es vidrio negro. Los investigadores concluyen que la sustancia se creó probablemente durante el impacto de un meteorito. Cuando el meteorito impactó, derritió parte del regolito, que se mezcló con el regolito sin derretir para formar una brecha. Según señalan los investigadores, cuentan con ciertas limitaciones, como el hecho de que la luz era pobre y que Yutu-2 se trasladó del lugar a finales de agosto del año pasado, por lo que es poco probable que se obtenga un segundo conjunto de imágenes.

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