www.juezyverdugo.es --- contacto@juezyverdugo.es

 

31 - Agosto - 2019
>>>> Destacado

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Ni dispersa ni destruida. La memoria perdida de la fotógrafa Kati Horna (Budapest, 1912-Ciudad de México, 2000) ha sido descubierta por una investigadora española en 48 cajas de madera que contenían los archivos de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT). El sindicato anarquista los sacó de Barcelona en abril de 1939 y tras un largo viaje —con paradas en París y en las ciudades inglesas de Harrogate y Oxford— llegaron en 1947 a su destino: el Instituto Internacional de Historia Social (IIHS), en Ámsterdam. En las cajas reposan más de 500 negativos tomados entre 1937 y 1938 por la fotógrafa, que llegó a España durante la Guerra Civil para ponerse a las órdenes del servicio de propaganda exterior de los anarquistas y anarcosindicalistas de la CNT y de la Federación Anarquista Ibérica (FAI). Se trata de un hallazgo extraordinario que completa la historia que cuentan los 250 negativos que Horna vendió por dos millones de pesetas en 1983 al Estado español y que se conservan en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca.

Esa parte fue salvada por la autora en “una pequeña caja de hojalata”, que se llevó al exilio con su compañero de entonces, el artista José Horna, quien sería arrestado y confinado en un campo de concentración en Francia. Una vez liberado, ambos huyeron de la invasión nazi a México, donde ella desarrolló una carrera como fotógrafa y artista surrealista. El resto de imágenes se perdió. Hasta ahora.

Grupo de milicianos en las cercanías del bosque Carrascal, en marzo 1937.

Sobre el azaroso viaje del conjunto hasta recalar en Ámsterdam, Henk Wals, director general del IIHS, explica que los materiales no fueron enviados directamente, porque temían que la contienda llegara a Holanda, aunque los Países Bajos declararon su neutralidad al principio de la Segunda Guerra Mundial, lo que no impidió su invasión por los nazis en 1940. La institución fue creada en 1936 para proteger las colecciones de archivos en peligro, ante el surgimiento de regímenes autoritarios en Europa. “El catastrófico fin de la República española fue precisamente el tipo de situación que los fundadores tenían en mente”, comenta Wals. Las cajas de madera permanecieron cerradas en el IIHS más de tres décadas, hasta que la muerte de Franco libró de la clandestinidad a la CNT. Entonces se abrieron, se organizó el material, se efectuaron inventarios y se publicaron. Todo quedó ordenado salvo el archivo fotográfico de las Oficinas de Propaganda Exterior de la CNT-FAI. Fue apartado, a la espera de ser clasificado. Así se mantuvo hasta 2016, cuando la historiadora del Arte Almudena Rubio, investigadora del centro, empezó a organizar primero las copias y luego los negativos.

Carnet de la Oficina de Propaganda Exterior de Kati Horna (Catalina Partos) de 1937 que la acredita como fotógrafa de la CNT-FAI. Fue hallado con los negativos.

Todavía sigue con el inventario fotográfico de los fondos de la Guerra Civil: más de 6.000 negativos de celuloide y más de 200 en placas de cristal en buen estado de conservación. Una comparación numérica con otros grandes fondos visuales de referencia de la contienda da una idea de la magnitud del hallazgo: el archivo de la Delegación de Propaganda de Madrid, custodiado por el Ministerio de Cultura, cuenta con 3.051 imágenes, mientras que la famosa maleta mexicana, de Robert Capa, Gerda Taro y David Chim Seymour, hallada en 2007, contenía 4.500 negativos.

Kati Horna, en el estudio de József Pécsi en Budapest, en un retrato atribuido a Robert Capa.

En la web del Ministerio de Cultura todavía puede leerse: “La mayor parte de la serie fotográfica realizada por Kati Horna durante la Guerra Civil probablemente esté dispersa o destruida”. “Los nuevos negativos identificados complementan a la colección de Salamanca, no se repiten”, explica Rubio. “Hasta el momento se la identifica como fotógrafa y artista, pero fue contratada por los anarquistas en 1937. No trabajó nunca para la República. Lo hizo para la CNT-FAI y no se pueden entender sus fotos sin tener en cuenta su militancia política”, subraya.

El hallazgo abre el encuadre de los años españoles de Horna, considerada hasta el momento como la retratista de retaguardia y de la cotidianidad femenina, cuyo icono es una mujer dando el pecho a su hijo, en la casa de la maternidad de Vélez Rubio (Almería). La foto fue la portada del número 12 de la revista anarquista Umbral e ilustraba un reportaje titulado La maternidad bajo el signo de la Revolución. Almudena Rubio indica que la mujer está presente en los negativos de Salamanca, porque esas fotografías respondían a las necesidades editoriales de Umbral, tomadas en centros de refugiados.

Un grupo de transeúntes acompañan a un muñeco que caricaturiza a Franco, en 1937 en la Plaza de Catalunya de Barcelona.

Las nuevas imágenes tampoco muestran un especial interés por las mujeres. “Retrata constantemente a aldeanos y aldeanas, a niños y a niñas. En mi opinión, Horna iba más allá: buscaba la expresión, el relato”, añade Rubio, que no era partidaria de ese enfoque feminista incluso antes de su investigación. “Los negativos de Ámsterdam no nos desvelan a una nueva Horna, aunque sí encontramos series desconocidas hasta ahora, como los funerales de los anarquistas Berneri y Barbieri”, destaca.

Los negativos descubiertos recogen su trabajo en Barcelona desde su llegada a los 24 años en enero de 1937 hasta su traslado a Valencia en julio. No era una fotógrafa profesional aunque había recibido formación. Se convirtió en la reportera oficial de los anarquistas y de su agencia, Spanish Photo Agency, gracias a la cual publicó en la revista británica Weekly Illustrated.

Tras siete meses trabajando para las oficinas de propaganda publicó España? Un libro de imágenes sobre cuentos y calumnias fascistas: el álbum de propaganda antifascista. Recorrió con su Rolleiflex los frentes de Aragón, Valencia, Xàtiva, Gandia, Silla, Vélez Rubio, Alcázar de San Juan, Barcelona y Madrid. Retrató a varios dirigentes de la FAI, a la célebre anarquista Emma Goldman o a los milicianos de la División Ascaso cerca del bosque Carrascal.

Funeral de los anarquistas Berneri y Barbieri, asesinados durante los incidentes de Barcelona en mayo de 1937.

“Su trabajo estaba al servicio de una ideología y cumplía con una labor de propaganda que fue cambiando según evolucionó la guerra. Trabajaba día y noche”. Sus imágenes también se emplearon para responder a una campaña de difamación lanzada por Franco contra los antifascistas. “Es una fotógrafa militante, no una artista”, insiste Rubio.

La nueva Kati Horna mantiene un dramatismo narrativo único, sin la inmediatez propia de las fotos de guerra. Frente a las imágenes tomadas por Capa, Taro o Seymour —en la acción de la primera línea—, Horna persiguió la vida paralela que se desarrollaba en las trincheras, en la que la muerte no se narraba en directo. Prefirió la cualidad de lo auténtico (unos milicianos afeitándose) a la noticia. Buscaba otra relación con el hecho retratado, prefería implicarse.

Milicianos de la División Ascaso toman el almuerzo, en el frente de Aragón en 1937, obra de la fotógrafa Margaret Michaelis.

Katalin Deutsch (su auténtico nombre) no veía su cámara como un obstáculo. Formaba parte de ella. Su vida y sus fotos resultan inseparables. Una mujer unida a su visión y soberana de un destino que le llevó al barrio de la Roma, en Ciudad de México. Allí desarrolló hasta su muerte una carrera con doble vertiente: como colaboradora de diversas publicaciones, para las que realizaba reportajes gráficos y retratos de protagonistas de la escena cultural mexicana, y como creadora surrealista vinculada con artistas como Remedios Varo o Leonora Carrington. Su amigo de esos años, el editor José Luis Díaz, definió así a aquella hija de un banquero húngaro: “Aristócrata por herencia, anarquista por convicción, seductora por naturaleza y vagabunda por vocación, es una combinación que lleva implícita la nostalgia de lo perdido y el asombro de lo encontrado”.

Tres niños delante de un palacio convertido en escuela, en 1937.

Junto al trabajo de Horna, Rubio ha identificado también el de Margaret Michaelis (Dziedzice, Polonia, 1902-Melbourne, Australia, 1985), otra fotógrafa judía que puso su cámara “al servicio de la revolución social de la CNT-FAI”, según la conservadora. “El caso de Michaelis es diferente. Su relación con la CNT-FAI es una incógnita. Margaret estaba asentada en Barcelona desde 1933 y tenía su propio estudio. Era conocida. Formaba parte de los círculos anarcosindicalistas y, en mi opinión, confiaron en ella para acompañar a la mismísima Emma Goldman en sus visitas a la retaguardia catalana, Aragón y Valencia durante 1936”, apunta la experta, que continúa con la identificación de cientos de negativos.

Mujer dando el pecho a su hijo en Vélez Rubio (Almería) en 1937.

La heredera y custodia de la obra de Kati Horna es su hija, Ana María Norah Horna y Fernández, quien ha escrito en los catálogos de las exposiciones dedicadas a la autora en los últimos años en Ciudad de México, París o Nueva York, como parte de una labor de revalorización de su obra que ha incluido también la publicación de varias monografías y una biografía —Kati Horna: constelaciones de sentido (Sans Soleil), de Lisa Pelizzon—. EL PAÍS trató sin éxito de ponerse en contacto con la hija de la artista. “La amarga experiencia de la Guerra Civil española dejó una profunda huella en mi madre”, se lee en uno de sus textos. “Después de experimentar personalmente la distancia insuperable entre la teoría y la práctica en tiempos de guerra, mi madre mantuvo una postura profundamente crítica hacia todos los tipos de dogmatismo”. Otros especialistas consideran que Horna fue fiel a sus ideas hasta el fin de sus días.

La fotógrafa Kati Horna (Budapest, 1912 - Ciudad de México, 2000) sobrevivió a la mala suerte en una Europa en la que las biografías se escribían en el último minuto. Para cuando escapó del continente con 27 años, camino de México, había estudiado con Bertolt Brecht y en la Bauhaus, abrazado el anarquismo, fotografiado una guerra, liberado a su pareja de un campo de concentración y huido de los nazis. El hallazgo en Ámsterdam de más de 500 negativos de su trabajo en la zona anarquista durante la Guerra Civil española, perdidos desde el final de la contienda, permite el rescate de una vida plagada de peripecias. A ese esclarecimiento colabora su hija, Ana María Norah Horna y Fernández, administradora de un archivo de más de 19.000 documentos relacionados con la vida y obra de sus padres, que hace memoria en una conversación telefónica desde México. La fotógrafa había conocido al pintor y escultor José Horna en 1938, en la revista anarquista Umbral, y meses después estaba liberándolo de un campo de concentración de refugiados en los Pirineos, donde había sido confinado tras ser arrestado cuando cruzaba la frontera con Francia. El pasaporte húngaro de ella jugó esta vez a su favor.

Se hizo con material de esquí para subir a las pistas que había junto al lugar de confinamiento de los republicanos. “La gente le advertía de que fuera con cuidado, que aquella zona estaba llena de refugiados españoles”, recuerda desde su casa mexicana Norah Horna, de 68 años. Al llegar a su destino, Kati se alojó en un hotel frente al campo y consiguió un salvoconducto para ir a visitar a su compañero. Vestía ropa elegante prestada por sus amigos, quienes también le cedieron para la pantomima a un bebé y una limusina que les sirvió para escapar disfrazados.

Una vez en París, todo se complicó cuando la policía descubrió a José. Tenían 15 días para desaparecer de la ciudad. El pintor arregló sus papeles para salir con destino a Nueva York, pero esta vez el pasaporte húngaro impidió a Kati seguir los pasos de él. Acudieron juntos a la embajada mexicana, donde ella se hizo pasar por Catalina Fernández, nacida en Martos (Jaén). Narciso Bassols, el embajador que obró el milagro de la marcha y salvación de tantos republicanos españoles a México, dio el visto bueno al nuevo pasaporte y a la nueva vida de Kati Horna. La siguiente parada de su aventura fue la isla neoyorquina de Ellis, lugar emblemático de la gran historia de las migraciones del siglo XX, donde los candidatos eran examinados antes de su ingreso en Estados Unidos.

Autorretrato de Kati y José Horna, en la Ciudad Universitaria de México, hacia 1950. Imagen del archivo de la fotógrafa. ANA MARÍA NORAH HORNA Y FERNÁNDEZ

La pareja llegó con la esperanza de que les ayudara, como había prometido, el fotógrafo Robert Capa, que también fue testigo en la Guerra Civil española. Norah Horna cuenta que Capa, también húngaro, y su madre tenían amistad desde la infancia. “Hay mucho mito sobre la relación entre ambos. Yo creo que no tuvieron ningún amorío, había una gran amistad y un punto de vista muy distinto de estar en la vida. Mi mamá contaba que llegaba con Capa al elegante hotel donde residía en la guerra de España y le pedía fruta para sus compañeros”, cuenta. De Ellis partieron para Veracruz tras conseguir un poco de dinero para dos billetes de barco. “Llegaron el 31 de octubre de 1939, cumpleaños de mi padre”, señala Norah. Su vida en México, en la colonia de Roma de la capital, fue apacible y fecunda en lo artístico. Allí conocieron y frecuentaron a personalidades del movimiento surrealista como Remedios Varo o Leonora Carrington. Ella, además, desarrolló su trabajo como colaboradora de diversas publicaciones, para las que realizaba reportajes gráficos y retratos de protagonistas de la escena cultural mexicana. “Lo hallado en Ámsterdam es una parte importante del trabajo de mi mamá, pero solo es una parte”, apunta Norah. Tampoco cree en el vínculo ideológico que el hallazgo parece reforzar. “Mi madre no fue una militante anarquista”, asegura en contra de lo que argumenta la historiadora del arte Almudena Rubio, responsable del descubrimiento en los archivos de la CNT-FAI, el sindicato anarquista que los sacó de Barcelona en 1939. En Alemania fue Katalin Deutsch. En México, Catalina Partos. Por un momento, se hizo pasar por Catalina Fernández, y para la historia de la fotografía siempre será Kati Horna. ¿Cuántos nombres necesitó para su mera supervivencia? “Tuve muchos líos de papeles incluso para enterrarla”, recuerda Norah Horna. Cuando piensa en su madre, piensa en la maestra que dedicó más de dos décadas a enseñar fotografía como la unión de técnica y humanidad. “Con sus imágenes reencuentra sus pérdidas. Era una mujer europea, pero muy bien hallada en México. No se amargó por la guerra. En España aprendió los grandes valores: la bondad, la ética, la honestidad, la compasión y el compromiso. La guerra la humanizó, no la amargó”.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------

NUBE DE

ETIQUETAS

LIBRERÍA

RELACIONADA

NOVEDADES EDITORIALES