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14 - Agosto - 2019
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Hace 50 años, soldados británicos se desplegaban por primera vez en Irlanda del Norte, después de tres días de violentos disturbios en el bastión católico de Londonderry. La operación "Banner", inicialmente diseñada como una intervención limitada, duró 38 años, convirtiéndose en la operación más larga en la historia del ejército británico. Londonderry, única ciudad de Irlanda del norte de mayoría católica, ya había sido escenario de disturbios en octubre de 1968, tras la represión de la policía de una manifestación en favor de los derechos civiles. El 12 de agosto de 1969, la ira estalló de nuevo con ocasión de una tradicional marcha protestante organizada cerca de gueto católico del Bogside. Durante tres días y dos noches, se produjeron violentos enfrentamientos entre la policía, apoyada por activistas protestantes, y los católicos, principalmente jóvenes, refugiados detrás de barricadas. La agitación se extendió a otras siete ciudades, entre ellas la capital de provincia, Belfast, donde los primeros muertos fueron reportados el 15 de agosto. Superado, el gobierno de Irlanda del Norte lanzó, el 14 de agosto, un pedido de ayuda al primer ministro británico, Harold Wilson. El mismo día, 300 soldados británico llegaron a Londonderry. En el momento más fuerte de su presencia, cerca de 30.000 fueron desplegados en Ulster.

Soldados arrestan a un hombre durante el toque de queda en julio de 1970.

En un primer momento, los católicos de Londonderry reservan una "acogida calurosa a los soldados británicos" y celebraron "cantando y bailando" el retiro de la policía, acusada de estar del lado de los protestantes, según testimonios de periodistas de la AFP en el lugar hace medio siglo. Pero la opinión pública cambió rápidamente y el ejército británico fue a su vez acusado de parcialidad en favor de los protestantes. El año de 1970 vio la aparición del IRA "provisional", nacido de las cenizas del antiguo Ejército Republicano Irlandés, cuya guerrilla había conducido en 1921 a la partición de la isla en una república independiente al sur y una provincia del Reino Unido en el norte. La organización clandestina lanzó una campaña de atentados contra las fuerzas de la Corona, matando a un primer soldado en febrero de 1971. En el campo unionista, las milicias de extremistas protestantes responden.

Típica estampa en Ulster.

El domingo 30 de enero de 1972, paracaidistas británicos dispararon contra una manifestación pacífica de católicos en Londonderry, dejando 14 muertos. Tres días después de ese "Domingo sangriento", la embajada británica en Dublín fue reducida a cenizas por una multitud enardecida. El 24 de marzo, el gobierno británico suspendió las instituciones de Ulster e impuso su administración directa. En 1974, el IRA extiende sus ataques mortíferos a Gran Bretaña. Los atentados en los bares de Guilford, Woolwich y Birmingham dejaron una treintena de muertos. El 27 de agosto de 1979, la organización golpea por primera vez a la familia real: Lord Mountbatten, primo de la reina Isabel II y último virrey de las Indias, fue asesinado por una bomba colocada en un barco en el noroeste de Irlanda. El mismo día, 18 soldados británicos murieron en Ulster.

El 10 de abril de 1998, después de años de difíciles negociaciones, Londres, Dublín y los dirigentes leales y separatistas nord-irlandeses firmaron en Belfast un acuerdo de paz apoyado por el IRA. El acuerdo del "Viernes Santo" puso fin a un conflicto que dejó más de 3.500 muertos. En 2005, el IRA ordenó el desmantelamiento de su arsenal, y Reino Unido redujo progresivamente el número de sus soldados. La operación Banner finalizó oficialmente el 31 de julio de 2007.

El acto de conmemoración, organizado por la Asociación de veteranos de Irlanda del Norte, contempló un desfile militar y una ceremonia religiosa. Las autoridades desplegaron a decenas de agentes y perros policías para garantizar la seguridad del acto. Este sábado se cumplen 50 años del despliegue de 300 soldados británicos a Irlanda del Norte, por primera vez en la historia de este territorio británico en el norte de la isla de Irlanda, después de tres días de disturbios en el feudo católico de Londonderry. La operación "Banner", planeada inicialmente como una corta intervención, duraría 38 años, lo que la convertiría en la acción más longeva en la historia del ejército británico, con el balance de 722 soldados muertos. En los años más conflictivos, llegaron a haber 30.000 soldados británicos en territorio norirlandés.

Nota de prensa, Abril 2021:

“Un día el Reino Unido cometerá un error de bulto que dará pie a la reunificación de la isla”, dijo ­Eamon de Valera, considerado el padre de la patria irlandesa, el equivalente de George Washington, Benjamin Franklin o Thomas Jefferson en Estados Unidos. ¿Habrá sido el Brexit ese error?

El pavor de la comunidad unionista y protestante a que los seis condados del Norte se integren en la República es el factor X detrás de los disturbios de la provincia, que anoche volvieron a repetirse y han sido calificados como “los más graves en más de una década”, con medio centenar de policías heridos, coches y autobuses quemados. Después de varios noches de batallas campales entre jóvenes lealistas y las fuerzas del orden, lo inevitable ha ocurrido por fin y los nacionalistas se han sumado al lanzamiento de piedras y cócteles molotov.

En la Asamblea de Stormont (Parlamento norirlandés), reunida con carácter de emergencia, todos los partidos hicieron un llamamiento a la calma, al igual que los gobiernos de Londres y Dublín, custodios de la paz en el Ulster. Pero las esperanzas de que la violencia se desvanezca a corto plazo son escasas. Los unionistas, dentro de una campaña de desobediencia civil, han convocado para los próximos meses desfiles extraoficiales, no regulados por el comité que los autoriza, y que siempre son una fuente de tensión porque provocan a los católicos pasando por delante de sus casas encapuchados o vestidos de naranja (el color protestante, en homenaje al rey Guillermo de Orange), haciendo sonar sus gaitas y tambores.

La policía corta una de las calles de Belfast mientras un autobús quema a lo lejos, una imagen que nos devuelve a los tiempos de los troubles

La madrugada del día 1 cambió el tono de los disturbios. Desde un lado y otro del “muro de la paz” de Lanark Way (un mamotreto de acero que separa el barrio unionista de Shankill del republicano de Springfield Road), seiscientos jóvenes de ambos bandos arrojaron cócteles molotov y todo tipo de explosivos, en una guerra tripartita entre ellos y la policía que acabó con un fotógrafo del Belfast Telegraph herido leve y el secuestro de un autobús al que los vándalos prendieron fuego. A nadie le sorprendería que esta sea la tónica de los próximos meses.

La maldición del Ulster ha alcanzado por fin a las nuevas generaciones de la provincia, adolescentes y jóvenes de hasta treinta años que no vivieron los troubles , una guerra civil encubierta que duró tres décadas, nacieron después de los acuerdos del Viernes Santo y ahora están siendo azuzados por sus mayores (padres, tíos, abuelos...) a incorporarse a “la lucha”. Sobre todo los más próximos a grupos paramilitares lealistas, que acusan a Londres de querer cancelar su identidad británica y quedarse de brazos cruzados mientras los católicos avanzan hacia la mayoría demográfica y, eventualmente, la reunificación. Quieren que sus descendientes estén condenados a la misma vida de odio y violencia que tuvieron ellos. Entre las causas de los disturbios figuran el disgusto de los protestantes con el Brexit y la creación de una frontera en el mar de Irlanda, y los retrasos en la llegada de paquetes y mercancías desde el resto de Gran Bretaña. Pero la más importate es la sensación de que su predominio y los tiempos en que podían discriminar tranquilamente a los nacionalistas han pasado a la historia.

Que ahora la balanza se inclina en todo caso del lado contrario, una comisión les dice cuándo y cómo pueden desfilar, un católico es jefe de la policía, organiza redadas contra los paramilitares lealistas implicados en el tráfico de droga y otras actividades criminales, y en cambio hace la vista gorda cuando los dirigentes del Sinn Féin acuden a un funeral sin guardar la distancia social. Un siglo después de la fundación de Irlanda del Norte, se sienten ciudadanos de segunda clase, el resto de británicos son indiferentes a su fortuna y el mundo que conocían se viene abajo, como el de Scarlett O’Hara en Lo que el viento se llevó.

El Ulster vive los mayores disturbios en una decada.

Los disturbios volvieron por séptima noche consecutiva la madrugada del 9 a las calles de Belfast y la policía se vio obligada a usar cañones de agua para dispersar a militantes unionistas congregados en Sprinfield Road, cerca de donde los produjeron los altercados del miércoles. Desde Washington, el presidente Joe Biden expresó - a través de su portavoz Jen Psaki- su "preocupación por la violencia en Irlanda del Norte" y expresó su apoyo a "la seguridad, la prosperidad y la paz" ante las crecientes tensiones entre unionistas y republicanos.

Los "muros de la paz" de Belfast han sido escenario de los mayores enfrentamientos entre unionistas y republicanos de los últimos años, con 55 policías heridos en los disturbios que duran ya una semana. La situación alcanzó el clímax en la noche del miércoles. 600 simpatizantes de ambos bandos protagonizaron los disturbios, y un grupo de enmascarados secuestró un autobús sin viajeros y lo lanzó envuelto en llamas por la emblemática Shankill Road, en una incendiaria secuela del conflicto del Ulster. La noche de fuego acabó con el lanzamiento de cócteles Molotov en el cruce de Lanark Way y la agresión contra un fotógrafo de 'The Belfast Telegraph'. La capital de Irlanda del Norte vivió la noche más intensa de enfrentamientos en las calles, tras las protestas iniciadas por la decisión de la fiscalía de no actuar contra los 1.500 asistentes al funeral del ex miembro del IRA Bobby Storey, en violación de las restricciones de la pandemia.

"La escala de la violencia que estamos viendo no se había producido en Belfast en muchos años", admitió el subcomisario jefe Jonathan Roberts. "Todo apunta a que ha habido organizaciones paramilitares en la planificación de los disturbios". Varios grupos unionistas vinculados a las milicias paramilitares anunciaron de hecho su "renuncia" al apoyo del Acuerdo de Paz en Irlanda del Norte a principios de marzo y en una carta dirigida al "premier" Boris Johnson. El así llamado "Consejo de Comunidades Lealistas" (LCC) representa a milicias aún activas como el Ulster Voluntary Force (UVF), Ulster Defense Association (UDA) o Red Hand Commando (RHC), que han encontrado un nuevo enemigo en el Protocolo de Irlanda contenido en el acuerdo del Brexit.

Boris Johnson optó por el Brexit, ahora vemos una de las consecuencias.

El malestar creado desde enero, con la implantación de controles aduaneros entre Irlanda del Norte y el resto del Reino Unido por el Brexit, ha contribuido también a una escalada de la tensión y ha sacado a la calle a los grupos paramilitares unionistas. El "premier" Boris Johnson y el "taoiseach" irlandés Micheál Martin pidieron al unísono "el fin de la violencia" e hicieron una llamada conjunta al "diálogo". La ministra principal Arlene Foster, criticada por haber alimentado la ira unionista con su oposición al Protocolo de Irlanda y con las críticas a la policía por su doble rasero, hizo finalmente un llamamiento a la población y convocó una reunión de urgencia de su gabinete y de la Asamblea de Stormont este jueves. "No hay justificación para la violencia", escribió en twitter Foster, líder del Partido Democrático Unionista (DUP). "Lo que estamos viendo no representa al unionismo. Estas protestas son una humillación para Irlanda de Norte y solo sirven para desviar la atención sobre los auténticos violadores de la ley de Sinn Fein".

"La violencia, los ataques a la policía y la manipulación de los jóvenes deben parar", proclamó la líder local de Sinn Fein y viceministra principal Michelle ONeill. Los acuerdos de paz del Viernes Santo obligan a unionistas y republicanos a formar gobiernos de unidad, pero las tensiones entre las dos líderes han ido a más desde que la propia ONeill decidió sumarse al controvertido funeral por el ex militante del IRA. La chispa que provocó las protestas fue precisamente la decisión de la fiscalía de no emprender acciones legales contra los 24 miembros de Sinn Fein que asistieron al multitudinario funeral de Bobby Storey, que congregó a 1.500 personas el 30 de junio del 2020 en pleno confinamiento. Los disturbios arrancaron hace una semana en Belfast y en Derry y se propagaron por localidades como Newtownabbey y Carrickfergus. La policía actuó como muro de contención entre las facciones unionistas y republicanas, y más de 40 agentes tuvieron que ser asistidos por heridas de diversa consideración durante el fin de semana. En contraste, solo hubo una decena de detenidos (entre ellos, un menor de 13 años).

Belfast (del irlandés Béal Feirste que significa El vado arenoso en la desembocadura del río) es una ciudad del Reino Unido, capital y ciudad más grande de Irlanda del Norte y la segunda de toda la isla de Irlanda, después de Dublín.

El comisario-jefe de la policía de Irlanda del Norte, Simon Byrne, se ha convertido también en blanco de las críticas por la incapacidad para contener los disturbios. La ministra principal Arlene Foster se había negado a hablar con él hasta el jueves, cuando compareció ante los representantes de todos los partidos políticos en el pleno de urgencia de la Asamblea de Stormont. "Creíamos que esas escenas habían quedado confinadas a la historia; es necesaria la calma en los dos lados antes de se produzca una tragedia", podía leerse en la cuenta de twitter de la Federación de Policía local, en referencia a las imágenes del autobús incendiado (el conductor logró escapar a tiempo) y de los enfrentamientos entre las dos facciones a pedradas y con cócteles Molotov.

"Estoy profundamente preocupado por las escenas de violencia en Irlanda del Norte, especialmente por los ataques a la policía, a un conductor de autobús y a un periodista", declaró Boris Johnnson. "La manera de resolver las diferencias es a través del diálogo, y no a través de la violencia y la delincuencia". Johnson envió a Belfast a su ministro para Irlanda del Norte Brandon Lewis, que se reunió con Arlene Foster y Michelle ONeill este jueves por la tarde. El primer ministro irlandés Micheál Martin hizo una llamada desde Dublín a "la calma y el entendimiento" entre las fuerzas políticas del norte.

El líder de la oposición laborista, Keir Starmer, pidió entre tanto a Johnson que tome personalmente cartas en el asunto y convoque una reunión urgente con todos los partidos. Starmer aseguró que no hay justificación de la violencia, pero reconoció que "hay preocupaciones en Irlanda del Norte sobre el Brexit y sobre las promesas incumplidas por el primer ministro".

"El Brexit lleva alimentando las tensiones desde hace meses", declaró por su parte Naomi Long, secretaria de Justica en Irlanda del Norte y líder del moderado Partido de la Alianza, que acusó a Johnson de haber sido "deshonesto" con el impacto de la salida de la UE. "El Brexit ha sido impulsado por miembros del Gobierno más interesados en su propio ascenso que en la decepción que podían causar en Irlanda del Norte". Naomi Long, nacida en 1971, en pleno fragor del conflicto que se cobró más de 3.000 víctimas, admitió su alarma y frustración ante las escenas vividas esta semana: "Lo más deprimente ha sido ver a niños de 12 o 13 años participando en los disturbios. Están siendo incitados al enfrentamiento violento por los adultos, y eso equivale a abuso de menores".

10 películas sobre el IRA y el conflicto de Irlanda del norte:

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