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8 - Septiembre- 2020
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La crisis climática nos está brindando estos días desde California algunas estampas que certifican hasta qué punto nos dirigimos hacia los peores modelos proyectados por los científicos que evalúan y advierten los efectos del calentamiento global. El gobernador del estado y exalcalde de San Francisco, el demócrata Gavin Newson, ampliaba la declaración del estado de emergencia este domingo en mitad del espectacular dispositivo de rescate organizado por la Guardia Nacional una vez que los medios de extinción se veían superados por la virulencia y la velocidad de propagación de las llamas.

Ningún guionista de Hollywood podría haber imaginado una imagen más apocalíptica que la de los potentes helicópteros de combate del ejército estadounidense evacuando a los más de doscientos ciudadanos rescatados de la línea de fuego y que, apiñados en el interior de las aeronaves, con la ropa chamuscada y la mirada perdida, eran la viva imagen del espanto. Un espanto que no ha hecho más que empezar pues la tradicional “temporada de incendios” (horrible concepto) suele darse en aquella parte de Estados Unidos entre octubre y noviembre. Y es que el clima californiano está calentándose a un ritmo muy superior al del resto del país.

Tras batir el record de altas temperaturas desde que se tienen registros hace unas semanas, con casi 55 ºC marcados en el Parque Nacional del Valle de la Muerte, al sur del estado, los termómetros están batiendo ahora marcas día tras día en los condados del norte, incluida la ciudad de Los Ángeles donde, rodeada por los incendios y con una atmósfera irrespirable, este pasado fin de semana se alcanzaron los 46 ºC. Con casi un millón de hectáreas arrasadas por el fuego, miles de viviendas calcinadas, interminables cortes eléctricos y poblaciones enteras evacuadas, el estado más poblado y más rico de Estados Unidos (considerada la quinta economía del mundo) sufre la peor oleada de incendios de su historia y se enfrenta al que, en palabras de su propio gobernador es “el peor enemigo para nuestra población y la mayor amenaza a nuestra economía: el cambio climático”.

Shaver Lake, en Fresno, uno de los fuegos en una zona de gran riqueza.

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Paisajes devastados, pérdida masiva de biodiversidad, ecosistemas forestales destruidos, miles de desplazados, ciudades, urbanizaciones y pueblos enteros en llamas, gigantescas nubes de cenizas ennegreciendo el cielo y desplazándose hasta México para caer sobre Tijuana… El impactante video grabado por Jeremy Remington, una de las más de doscientas personas evacuadas en la zona del embalse de Mammoth Pool (Fresno), al sur del Parque Nacional del Yosemite, muestra la tragedia que se está viviendo estos días en California donde la población se enfrenta a un auténtico Armagedón climático.

A la vista de las imágenes que nos llegan desde allí, las palabras de Sir David Attenborough, el popular divulgador ambiental de la BBC que a sus 94 años sigue alertándonos del grave riesgo al que nos enfrentamos como especie, parecen más una profecía que un advertencia: “Si no tomamos medidas drásticas y urgentes -declaraba en uno de sus últimos discursos para la ONU- el colapso de nuestra civilización y la extinción de gran parte del mundo que hemos conocido está en el horizonte... el tiempo se acaba”. Aún así el actual presidente norteamericano, Donald Trump, sigue haciendo ostentación de su negacionismo en los mitines de campaña, mientras el candidato demócrata Joe Biden, para quien el cambio climático es “el mayor enemigo de América” anuncia que con él en la Casa Blanca Estados Unidos regresará al Acuerdo de París y alcanzará una economía neutra en carbono antes de 2050. Esperemos que la razón climática se imponga en el resultado de estas trascendentales elecciones para California y el resto del mundo.

Los incendios forestales provocan graves daños en los ecosistemas naturales y daños económicos y sociales. Pueden provocar la pérdida de biodiversidad y de los hábitats para numerosas especies, suponer pérdida de bienes e incluso de vidas humanas, generar gastos o pérdidas económicas por el fin de las actividades que se estaban haciendo allí, etc. Los incendios forestales no comienzan solo por una ignición. Se necesita material seco que ayude a propagarse y combustible para que la ignición se convierta en una llama capaz de arrasar con todo a su paso. Hoy en día, la mayoría de los incendios forestales se deben a causas humanas. Esto es bastante preocupante ya que el ser humano depende de los recursos naturales para poder sustentarse.

Tenemos que tener en cuenta varios aspectos a la hora de analizar el incremento de incendios forestales. Una de ellas es el cambio climático. Con el cambio en las condiciones climatológicas, cada vez existe más sequedad, por lo que las circunstancias para que se propaguen los incendios son mayores. El aumento global de las temperaturas y la mayor frecuencia e intensidad de las sequías está provocando que el fuego llegue a espacios verdes, donde por su humedad y umbría, nunca había podido entrar.

Otra de las razones que encontramos por las que aumentan los incendios forestales es un medio rural abandonado y cargado de combustible. El ser humano se ha desplazado hacia las grandes ciudades y ha abandonado el ámbito rural. Esto provoca que los ecosistemas naturales estén desequilibrados con una carente e insuficiente gestión que conlleva a que se puedan dar grandes incendios forestales. Esto es debido a la acumulación de grandes cantidades de vegetación matorral seca junto a viviendas ocupadas por la población.

Cuando vemos que los incendios forestales no hacen más que aumentar cada año, tenemos varias opciones frente a esta situación. La primera es aceptar que los incendios forestales van a suceder cada año con más frecuencia e intensidad y que van a provocar graves consecuencias sociales, económicas y ambientales. Preparar presupuestos y a todo el personal que se pueda y combatir de esta forma los incendios.

Sin embargo, existe otra opción mucho más viable tanto económica y social, como ambientalmente. Se trata de que las administraciones públicas tomen conciencia de este problema ambiental y comiencen a poner en práctica medidas para solucionarlo. Las medidas son preventivas durante los meses de otoño e invierno que es cuando no hay incendios forestales. Claro, que en un contexto de crisis económica, en lo primero que se recorta es en el ámbito de medioambiente. Hay que recordar que el medioambiente aporta valiosos servicios ambientales (agua, oxígeno, suelo, biodiversidad, etc.) de los que depende toda la población y que están en riesgo por la carencia de medios para la gestión de los ecosistemas naturales.

Principalmente tenemos dos tipos de incendios forestales. Los de origen natural y los que son causados por los seres humanos. Los de causa natural se pueden dar por la caída de un rayo en una zona con mucha hierba seca, por la orografía del terreno, actividad volcánica, por el clima extremo o por características de la vegetación natural. Sin embargo, son casi nulos los incendios naturales que se generan. Los que sí son importantes son los provocados por el ser humano. Éstos se pueden producir por negligencias con el uso del fuego para barbacoas u otras actividades, accidentes, incendios intencionados, exceso de carga de combustible en el territorio, deficiencias en los medios y dispositivos de prevención y extinción, ocupación y urbanización de las zonas rurales, falta de información, sensibilización y participación social, reducción de los nacientes de agua, etc.

Cuando un incendio tiene lugar, provoca graves daños. Entre ellos nos encontramos con la destrucción de los hábitats de muchas especies, la deforestación (con las consecuencias que tiene a su vez este problema), la pérdida de biodiversidad, la destrucción y degradación de recursos naturales, contaminación de aguas, aumento de las emisiones de CO2 a la atmósfera con la contribución al aumento del efecto invernadero, incremento del riesgo de erosión y pérdida de suelo, desertificación, pérdida de bienes materiales e incluso de vidas humanas. Son muchas las consecuencias que tienen los incendios forestales. Es por ello que se deberían de realizar tareas de gestión y prevención para evitar estos daños.

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