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15 - Septiembre - 2020
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Cada año, por esta misma época, comienza a vislumbrarse lo que será la temporada de huracanes y tormentas tropicales que afectarán principalmente a Norteamérica y el Caribe. Y como si no faltara otra cosa por apuntar en este 2020, por segunda vez en la historia este lunes se detectaron cinco ciclones tropicales simultáneamente activos en el océano Atlántico.

La última vez que se presentó un fenómeno similar fue en 1971, cuando se registró el mismo número de tormentas tropicales en el Atlántico en un mismo momento. De acuerdo al Centro de Nacional de Huracanes de EE.UU. (NHC, por sus siglas en inglés) las formaciones son el huracán Paulette, el huracán Sally, las tormentas tropicales Teddy y Vicky y la depresión tropical Rene (que ya se debilitó y no entra dentro del registro). Mientras el huracán Paulette estaba pasando por las Bahamas, Sally ingresó este miércoles en territorio estadounidense, en Alabama, como tormenta de categoría 2.

Por qué es insólito que haya 5 ciclones tropicales en el Atlántico al mismo tiempo Pero, ¿por qué se presenta este inusual fenómeno? ¿Y es un anuncio de lo que ocurrirá con la temporada de huracanes en el futuro?

"Hay que tener algo claro: no hay una sola respuesta a este fenómeno. Lo que vemos aquí es la suma de muchos factores que coinciden para producir estas cinco tormentas tropicales al mismo tiempo", le dijo a BBC Mundo el meteorólogo de British Weather Services, Jim Dale. Dale, quien escribió el libro "Weather or Not", señala que la causa de este incidente no es únicamente el calentamiento global. "Este fenómeno también se presentó en 1971, cuando el calentamiento global apenas estaba siendo notado, así que hay que tener siempre en cuenta los otros elementos que hacen parte de la formación de los huracanes", agrega. "Igual este año ha sido tan inusual con tantas tormentas tropicales, que ya se están acabando los nombres de la lista para nombrar estas formaciones. Solo queda uno: Wilfred", anotó.

Según señalan los científicos, en la formación de los ciclones tropicales -que de acuerdo a su avance se van transformando en huracanes o en tormentas tropicales- juegan varios factores. "El calentamiento del agua, las zonas de baja presión en aguas cálidas, la dirección de los vientos, la absorción de vientos cálidos y fríos que le otorgan velocidad, entre otros", señala Dale.

Desde 1971 no se registraban cinco ciclones tropicales activos al mismo tiempo.

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Para el meteorólogo, este año se pueden encontrar dos fenómenos que pueden haber influenciado el alto número de ciclones tropicales. "La influencia de 'La Niña', la corriente en el Pacífico y, por supuesto, el aumento de las temperaturas del océano, que afectó algunas zonas del océano Atlántico, especialmente en la costa Occidental de África donde se originan la mayoría de estos ciclones, pudieron incidir en este fenómeno histórico", señala. Dale también apunta que el factor del calentamiento global seguramente incidirá en el número de huracanes y tormentas tropicales que afectarán esta zona del planeta en el futuro. "Por ejemplo: ahora estamos viendo cómo los incendios forestales arrasan con miles de hectáreas. Aunque los incendios de este tipo los conocemos desde hace más de 100 años, lo cierto es que ahora son mucho más agresivos por la sequía y el aumento de las temperaturas", explica Dale. "Con los huracanes pasa algo similar: los conocemos desde siempre, pero los efectos climáticos que la Tierra ha sufrido en los últimos años van a causar que se presenten con mayor frecuencia y en situaciones inusuales como la que estamos viendo".

Los modelos predecían que los cinco ciclones se dirigían en diferentes direcciones tanto hacia EE.UU. como hacia el este en el Atlántico. De acuerdo al NHC, el paso del huracán Paulette por Bahamas "puede poner en peligro la vida de las personas".

Las autoridades de EE.UU. se preparaban para la llegada del huracán Sally.

"Las marejadas producidas por Paulette están afectando parte de las Islas de Sotavento, las Antillas Mayores, las Bahamas y Estados Unidos. Estas marejadas podrían causar olas que pongan en peligro la vida de quienes habitan estas zonas", explicó el NHC en un comunicado. A esta advertencia se sumaba el huracán Sally, que ingresó a a EE.UU. por la costa sur y que el NHC llamó a observar con cuidado no sólo en su recorrido sino sobre todo en el efecto de los vientos en las zonas por donde pase. Sin embargo, el NHC señaló que las tormentas tropicales Teddy y Vicky y la depresión tropical Rene, que ya se debilitó, en su estado actual no representan un peligro para esta región del planeta. "Hay que tener en cuenta que tradicionalmente las temporadas de huracanes traen tres huracanes mayores. Apenas vamos en septiembre y ya contamos al menos ocho huracanes", señala Dale. "Es una situación para monitorear e investigar, para así poder prevenir con mayor rigor los daños que causan estos fenómenos", agrega el meteorólogo.

Las personas que viven en las zonas de la costa de sur de EE.UU. preparaban sus casas para la llegada del huracán Sally.

Cada año, entre los meses de junio y noviembre, azotan la zona del Caribe, el Golfo de México y la costa este de Estados Unidos, en algunas ocasiones arrasando con edificios y poblaciones. Sus homólogos son los tifones, que afectan al noroeste del océano Pacífico, y los ciclones, que lo hacen al sur del Pacífico y el océano Índico. Todos son ciclones tropicales, pero el nombre "huracán" se usa exclusivamente para los del Atlántico norte y del noreste del Pacífico. Pero, ¿cómo se forman y por qué suelen afectar a esta zona del mundo?

El mecanismo más común de formación de huracanes en el Atlántico — que provoca más del 60% de estos fenómenos — es una onda tropical. La onda empieza como una perturbación atmosférica que crea un área de relativa baja presión. Suele generarse en África Oriental a partir de mediados de julio. Si encuentra las condiciones adecuadas para mantenerse o desarrollarse, esta área de baja presión empieza a moverse de este a oeste, con la ayuda de los vientos alisios.

Cuando llega al océano Atlántico, la onda tropical puede ser el germen de un huracán, pero para que este se forme necesita fuentes de energía, como el calor y el viento adecuado. En concreto, es necesario que la superficie del agua esté por encima de los 27ºC y que haya una capa espesa de agua caliente en el océano.

También tiene que haber, por un lado, vientos con un giro horizontal para que la tormenta se concentre. Por el otro, vientos que mantengan su fuerza y velocidad constante a medida que suben desde la superficie del océano. Si hay cortante de viento, o variaciones del viento con la altura, esto puede interrumpir el flujo de calor y humedad que hace que el huracán se forme. Además, tiene que haber una concentración de nubes cargadas de agua y una humedad relativa alta presente en la atmósfera.

Todo esto tiene que ocurrir en las latitudes adecuadas, en general entre los paralelos 10° y 30° del hemisferio norte, ya que aquí el efecto de la rotación de la Tierra hace que los vientos puedan converger y ascender alrededor del área de baja presión. Cuando la onda tropical encuentra todos estos ingredientes, se crea un área de unos 50-100 km, donde empiezan a interactuar. "El movimiento de la onda tropical funciona como el disparador de esa tormenta", explica a BBC Mundo Jorge Zavala Hidalgo, coordinador general del Servicio Meteorológico Nacional de México.

Y es esta tormenta la que hace de catalizador: empieza el baile de calor, aire y agua. El área de baja presión hace que el aire húmedo y caliente que viene del océano suba y se enfríe, lo que alimenta las nubes. La condensación de este aire libera calor y provoca que la presión sobre la superficie del océano baje aún más, lo que atrae más humedad del océano, engrosando la tormenta. Los vientos convergen y ascienden dentro de este área de baja presión, girando en dirección contraria a las agujas del reloj — por influencia de la rotación de la Tierra — y dando a los huracanes esa imagen tan característica.

A medida que la tormenta se hace más poderosa, el ojo del huracán — el área central de hasta 10 km — permanece relativamente tranquilo. A su alrededor se levanta la pared del ojo, compuesta de nubes densas donde se localizan los vientos más intensos. Más allá, están las bandas nubosas en forma de espiral, donde hay más lluvias. La velocidad de los vientos es la que determina en qué momento podemos llamar a este fenómeno "huracán": en su nacimiento es una depresión tropical, cuando aumenta de fuerza pasa a ser una tormenta tropical y se convierte en huracán cuando pasa de los 118 km por hora.

A partir de ahí, se suelen clasificar en cinco categorías según la velocidad sostenida del viento. En el Atlántico, se usa la escala de vientos Saffir-Simpson para medir su poder destructivo. Tal es su fuerza que los vientos de un huracán podrían producir la misma energía que casi la mitad de la capacidad de generación eléctrica del mundo entero, según la Administración Nacional de Océanos y de la Atmósfera de Estados Unidos (NOOA, por sus siglas en inglés).

Sin embargo, no es el viento sino la marejada y las inundaciones que provoca la lluvia que descarga el huracán las que generalmente causan la mayor destrucción y pérdida de vidas. En Estados Unidos, por ejemplo, la marejada provocada por ciclones tropicales en el Atlántico fue responsable de casi la mitad de muertes entre 1963 y 2012, según datos de la Sociedad Americana de Meteorología (AMS, por sus siglas en inglés). Además de estos factores, la destrucción causada por un huracán va a depender de otras circunstancias, como la velocidad a la que pasa, la geografía del territorio y la infraestructura de la zona afectada.

"Amanda" y "Cristóbal" no llegaron a ser huracanes pero dejaron lluvias extraordinarias y mucha destrucción en México y Guatemala en mayo de 2020.

"No necesariamente el daño o el peligro asociado a un ciclón tropical corresponde a su categoría. Por ejemplo, el ciclón de mayor categoría no tiene por qué tener asociada más precipitación", dice Jorge Zavala Hidalgo a BBC Mundo.

¿Por qué no hay huracanes en Sudamérica?

Los huracanes se forman por la acumulación de tormentas eléctricas que se desplazan sobre aguas oceánicas cálidas. Cuando el aire cálido de la tormenta y de la superficie oceánica se combinan, empiezan a elevarse en forma de remolinos que se desplazan hacia el oeste.

Y este es un fenómeno que, en el Atlántico, ocurre en el hemisferio norte y no en el sur. ¿Por qué? "La razón principal es la ausencia de núcleos de lluvias y tormentas como existe en el hemisferio norte, una banda nubosa que rodea en forma fragmentada todo el planeta y que se denomina Zona de Convergencia Intertropical. De esa zona es que surgen las 'semillas' de huracán", explica John Morales, director de Meteorología de la cadena de televisión estadounidense NBC en Miami. Esta característica se suma a que "la temperatura del mar en el Atlántico sur es en promedio más fría y que hay vientos desfavorables en altura", aclara el meteorólogo a BBC Mundo.

"Los vientos en la alta troposfera (alrededor de 10 km de altura) son unos 32 km/h más veloces que los vientos en la superficie del océano. Y esta diferencia, o corte, destruye las tormentas antes de que se intensifiquen demasiado", explica por su parte el portal de ciencia de la agencia espacial estadounidense NASA. Por estas condiciones se hace de muy difícil y hasta casi imposible que se formen huracanes. Sin embargo, nunca digas nunca jamás.

El huracán María en septiembre de 2017 devastó Puerto Rico. No por escaso es menos destructor.

En 2004, ocurrió una situación particular. Se formó un huracán frente a la costa sur de Brasil y tocó tierra en la frontera entre los estados de Río Grande do Sul y Santa Catarina. El fenómeno natural generó controversia entre meteorólogos de Estados Unidos y Brasil ya que fue el primero que se formó en esa zona desde que se tiene registro, según confirman numerosos estudios.

Se trató de un huracán categoría 1, con vientos de entre 120 y 150 km por hora, según un estimado confirmado por el satélite QuikScat de la NASA.

El huracán Irma de septiembre de 2017 también golpeó fuerte a los cayos de Florida.

Y como no son usuales este tipo de fenómenos en el Atlántico sur, el huracán no tenía hombre, al menos oficialmente. Sin embargo, más tarde los brasileños le pusieron Catarina, por su proximidad con el estado de Santa Catarina, en el sureste de Brasil. El fenómeno provocó la muerte de al menos tres personas, causó importantes inundaciones con decenas de miles de evacuados y produjo significativas pérdidas económicas.

Uno de los factores que explica que esta parte del mundo sea propensa a los huracanes es que el océano Atlántico, en las latitudes tropicales, tiene la temperatura adecuada para su formación durante más meses al año. Otro es el movimiento de las grandes corrientes de vientos que empujan a los huracanes. Los vientos alisios — las corrientes de vientos globales en el trópico — van de este a oeste llevándolos hacia las costas del Caribe, el Golfo de México y el sur de Estados Unidos. El recorrido de estos vientos también está influenciado por la rotación de la Tierra — el llamado efecto Coriolis — que hace que tiendan a desviarse hacia el norte.

Los huracanes que se formaron en el Atlántico norte durante el 2019 siguieron distintos recorridos según las corrientes globales de viento u otros fenómenos - como los anticiclones - que encontraban en su camino.

En el Atlántico, mientras los huracanes avanzan se desvían levemente hacia el norte; y al superar aproximadamente los 30°N, suelen encontrase con los vientos del oeste, otra de las grandes corrientes globales, que hacen que se curven hacia el este. En su camino van a toparse con el anticiclón de Bermudas-Azores que va a determinar si se dirigen hacia el Golfo de México o hacia Estados Unidos. Los anticiclones son regiones de alta presión atmosférica con aire más seco, menos nubes y vientos que giran en la dirección de las agujas del reloj en el hemisferio norte. El anticiclón de Bermudas actúa como un obstáculo y si los huracanes quieren avanzar tienen que bordearlo. Por este motivo, el tamaño y la posición del anticiclón puede determinar hacia dónde va un ciclón tropical.

Si es débil y está más posicionado hacia el este, los huracanes lo rodean y siguen hacia el norte, alejándose del Caribe. Por lo contrario, si es más fuerte y se encuentra al suroeste, un ciclón tropical puede dirigirse hacia el Golfo de México o hacia Florida. La posición del anticiclón cambia según el año, las estaciones y puede variar en cuestión de días. "A causa de esas variaciones, un huracán puede seguir una trayectoria muy distinta hoy que otro que pasa tres o cinco días después", explica Jorge Zavala Hidalgo, del Servicio Meteorológico Nacional de México. Siguiendo la misma lógica, los anticiclones y otras masas de aire son responsables de que un huracán se recurve hacia el oeste, como pasó en 2012 con el huracán Sandy, por ejemplo.

En su camino hacia el norte, el huracán Sandy (2012) se curvó azotando las costas de Nueva York y Nueva Inglaterra, en Estados Unidos.

Después de tocar tierra en Cuba, Sandy empezó a desplazarse hacia el noreste, pero un anticiclón en Groenlandia y un frente frío bloquearon su camino. Eso provocó que Sandy retrocediera hacia la costa este de Estados Unidos, causando destrucción en Nueva York y Nueva Jersey. En el Pacífico Este, a pesar de que es una zona más activa que el Atlántico Norte, tocan tierra menos huracanes. "Lo que sucede es que esas tormentas suelen dirigirse hacia el oeste o noroeste. Algunas pueden retroceder hacia las costas de México si los vientos son los adecuados, pero la mayoría se dirigen a latitudes más altas, encuentran aguas más frías y desaparecen", dice a BBC Mundo Gary M. Barnes, profesor retirado de la Universidad de Hawái, Estados Unidos.

Si bien la parte norte del Atlántico puede ofrecer las condiciones ideales para la formación de huracanes, no ocurre lo mismo bajo la línea del Ecuador. "El Atlántico Sur es más tranquilo porque no hay onda tropical — es un fenómeno más común en el hemisferio norte — y hay más variaciones en la velocidad y en la dirección del viento, algo que inhibe la formación de huracanes", explica Barnes.

Además, los ciclones tropicales normalmente no se forman si no están al menos a unos 500 kilómetros del Ecuador, ya que el efecto Coriolis es demasiado débil para hacer que los vientos giren y formen un huracán.

Aunque es un fenómeno que pasa con poquísima frecuencia en Sudamérica, sí se han registrado huracanes en las costas del sur de Brasil. En 2004, el ciclón tropical Catarina dejó 11 muertos y más de 30.000 personas desplazadas.

El efecto Coriolis es demasiado débil en la línea del Ecuador para que los vientos giren y formen huracanes.

"El cambio climático provoca que la temperatura de la superficie del océano y la capa gruesa sean más calientes y eso es un problema. Tenemos teorías que dicen que si el océano es más cálido eso puede traducirse en tormentas más fuertes e intensas.", dice el meteorólogo Gary M. Barnes. Hay indicaciones de que las áreas en que un ciclón encuentra condiciones para mantenerse y sobrevivir se están extendiendo con el paso del tiempo, según Jorge Hidalgo, coordinador del Servicio Meteorológico Nacional de México.

"Quizás el número de ciclones no aumente pero la distribución de categorías puede cambiar. Es decir, que haya más huracanes de categoría mayor y menos de categoría menor", añade Zavala. Los científicos coinciden, ,sin embargo, en que es muy pronto para medir el impacto del cambio climático en la formación y avance de los huracanes. "Es probable que las tormentas se intensifiquen muy poco a poco, pero vamos a necesitar muchísima data para probar que el calentamiento global va a provocar huracanes más fuertes. En 25 años puede que tengamos evidencias", concluye Barnes.

Las cámaras situadas en el exterior de la Estación Espacial Internacional (EEI) captaron imágenes del huracán Dorian a su paso por Bahamas a finales de 2019, desde una altitud desde unos 418 kilómetros de altura. Considerado de categoría 5, la máxima, de acuerdo a la escala Saffir Simpson, causó daños catastróficos en el archipiélago caribeño. Dorian, que llegó a Bahamas, continuó por las Islas Ábaco, mientras se acercaba a la isla de Gran Bahama.

Las cámaras de la EEI ya captaron al huracán Dorian mientras cruzaba el Atlántico el pasado 31 de agosto.

Usar nombres propios en lugar de números o términos técnicos tiene el objetivo de evitar confusión y facilitar la divulgación de alertas. El listado de nombres para los ciclones tropicales del Atlántico fue creado en 1953 por el Centro Nacional de Huracanes de EE.UU. (NHC, por sus siglas en inglés) y se ha utilizado como estándar para las listas de otras regiones del mundo. Dichas listas son mantenidas y actualizadas por la Organización Meteorológica Mundial (OMM), agencia de Naciones Unidas con sede en Ginebra, Suiza.

De este modo, los huracanes se organizan cada año en orden alfabético -a excepción de las letras Q, U, X Y y Z-, alternando nombres masculinos y femeninos. Y los nombres de estos son diferentes para cada región. Hasta septiembre de 2017 hubo cuatro en el Atlántico: Frankly, Gert, Harvey e Irma. Las listas -elaboradas con nombres en inglés, español y francés- se reciclan cada seis años. Así, por ejemplo, la lista que se utilizó en 2010 sirvió también para 2017. Los comités regionales de la OMM se reúnen anualmente para decidir cuáles nombres de tormentas del año anterior deben ser "congelados" por haber causado un impacto particularmente devastador. Un ejemplo es Katrina, el huracán que dejó más de 2.000 muertos en Nueva Orleans (EE.UU.) en 2005, cuyo nombre no se ha reutilizado. En 2011 apareció Katia en sustitución.

Koji Kuroiwa, jefe del programa de ciclones tropicales de la OMM, le explicó a la BBC que la práctica de ponerle nombre femenino a los huracanes se extendió entre los meteorólogos del ejército estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial. "Preferían escoger nombres de sus amantes, esposas o madres. En aquella época, la mayoría recibía nombre de mujer". El hábito se convirtió en norma en 1953, pero se añadieron también nombres masculinos durante la década de 1970, para evitar el desequilibrio de género.

El huracán Harvey causó grandes inundaciones en Texas en agosto de 2017.

En 2014, un estudio de la Universidad de Illinois (EE.UU.) afirmó que los huracanes con nombres de mujer mataban a más personas que aquellos con nombre masculino. ¿La razón? Que los llamados como mujeres se toman menos "en serio" y por ello hay menos preparación para enfrentarlos, según la investigación. Los científicos analizaron las cifras de muertes causadas por huracanes en EE.UU. durante más de seis décadas, concluyendo que las tormentas con nombre de mujer mataron a casi el doble de personas. Tras conocerse estas conclusiones, desde el Centro Nacional de Huracanes de EE.UU. subrayaron que las personas deberían poner el foco en la amenaza que supone cada tormenta, independientemente de si llama Sam o Samantha.

Matthew, en 2016, causó los mayores destrozos en Haití.

Durante la era victoriana en Gran Bretaña, las tormentas se nombraban al azar. Una tempestad en el océano Atlántico que destruyó el mástil de un barco llamado Antje en 1842 terminó llamándose huracán Antje. En la región Caribe, por ejemplo, los huracanes se nombraban en honor a los santos católicos. Por eso un huracán que golpeó Puerto Rico en julio de 1825 recibió el nombre de "Santa Ana".

En la actualidad, los nombres cambian de acuerdo con la región donde ocurren los ciclones. En el oeste del océano Pacífico, por ejemplo, también se utilizan nombres de flores, animales, personajes históricos y mitológicos y alimentos, como Kulap ("rosa" en tailandés), según le dijo a la BBC Julian Heming, científico de previsiones tropicales del servicio meteorológico británico Met Office. En el caso de que más de 21 huracanes se formen en el Atlántico en una misma temporada y agoten las letras latinas, las tormentas adicionales se nombrarán a partir del alfabeto griego.

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Cuando el ojo de un gran huracán como Dorian toca tierra, los que viven dentro de la zona que cubre el centro de la tormenta ven regresar la calma. Generalmente, cesan los vientos y las lluvias, el cielo se despeja e incluso, sale el sol o se ven las estrellas si ya se hizo de noche. En Bahamas, luego de horas de vientos feroces, marejadas bíblicas y lluvias intensas, muchos de los habitantes de las islas Ábaco y Gran Bahama creyeron que Dorian se alejaba. En las redes sociales comenzaron a circular videos de personas que salían de sus casas a filmar los desastres que el huracán había dejado. A tal punto llegó que el Centro Nacional de Huracanes (NHC, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos usó sus redes sociales e incluso sus boletines para llamar a precaución y pedirles a los fotógrafos aficionados que tomaran refugio. "IMPORTANTE: Hemos visto videos en las Ábacos de personas que se aventuran en el ojo de Dorian. Todos deben refugiarse de inmediato ya que los vientos aumentarán rápida e impredeciblemente después de que pase el ojo", escribió el NHC en Twitter.

En efecto, pocas horas después volvieron las lluvias y los vientos con una fuerza peor de la que habían experimentado hasta entonces. Y por más de 24 horas siguió diluviando en Bahamas y, según medios y autoridades, la devastación es considerable. Pero, ¿cómo se explica la calma que vivieron muchos por varias horas antes de que volviera la tempestad?

Para comprender la calma en el ojo de los huracanes es preciso entender la propia estructura de estas tormentas. Los huracanes se forman a partir de centros de bajas presiones atmosféricas en aguas cálidas alrededor de los cuales comienzan a circular fuertes corrientes de aire. Cuando el agua del océano se calienta, el aire se eleva y forma remolinos para rellenar la baja presión que esto crea. Esto hace que se succione el aire hacia adentro y hacia arriba, lo cual refuerza la baja presión en el centro. Así, cuando la velocidad del viento aumenta a 128 km/h, se crea una especie de "vacío" que los meteorólogos llaman "ojo", dado que tiene una forma casi circular.

El mecanismo exacto que genera el centro es todavía un tema de controversia y sujeto a varias teorías. Para ilustrarlo con un ejemplo cotidiano, es como una una secadora de ropa: a medida que gira, en el centro se crea un vacío. Algo parecido pasa en los huracanes, donde varias fuerzas, entre ellas la centrífuga, hacen que el centro sea un lugar despejado.

También pasa que en el ojo, dada la presencia de alta temperatura y aire caliente, el agua evaporada es arrastrada rápidamente hacia arriba, lo que origina un aire seco, incapaz de condensarse y por ende, generalmente no genera nubes. En la actualidad, la presencia de satélites y radares permite seguir el ojo de los huracanes en todo momento. Y los aviones de reconocimiento generalmente entran a ellos para tomar datos (su presión es uno de los principales indicadores de aumento de la intensidad).

La proverbial calma en el ojo de los huracanes ha dado título desde libros hasta canciones. Así se llama un tema de Soda Stereo y películas (con mayor o menor presupuesto), que de una forma u otra, también anuncian que lo peor está por venir. Sin embargo, la causa de que después del ojo generalmente venga la parte más intensa de la tormenta hay que buscarla en la física. Para que tengas una idea, fíjate hacia dónde rota el agua cuando se va por el desagüe de tu ducha o fregadero.

En condiciones físicas ideales (en la que otras fuerzas mayores o condiciones ambientales no lo impidan), si vives en el hemisferio norte, siempre rotará en el sentido contrario a las manecillas del reloj y si vives en el sur, pasará lo contrario. La causa detrás de esto fue descubierta en el siglo XIX y se le conoce como efecto Coriolis y es resultado del movimiento de la Tierra sobre su eje. Esta fuerza es la que hace que los huracanes en el hemisferio norte giren en contra de las manecillas del reloj. Según explica la NOAA, a esto se debe que la mayor intensidad de sus vientos se acumule del lado derecho, debido al propio efecto de Coriolis, que contribuye a la generación de remolinos de viento en ese lado.

Helen Hunt y Bill Paxton en el cúlmen de Twister.

"Un huracán con vientos sostenidos de 145 km/h, mientras se encuentra estacionario, va a generar vientos hasta 160 km/h en el lado derecho y solamente de 130 km/h en el lado izquierdo si comenzará a moverse (en cualquier dirección)", señala la NOAA. Pero hay otro elemento que hace que después del ojo vengan también lluvias y vientos de gran intensidad. Y es que el centro de los huracanes está delimitado por una estructura de nubes de tormenta.

Son los llamados cumulonimbos, unas nubes de gran desarrollo vertical, que son una pesadilla para los pilotos. Estas nubes forman lo que se denomina pared del ojo, que tiene los vientos más fuertes a nivel de la superficie en el ciclón tropical. Por eso, generalmente los meteorólogos sugieren tomar resguardo cuando pasa el ojo, porque de forma repentina pueden llegar esta pared de tormentas y comenzar la verdadera pesadilla.

La pesadilla duró casi un día: por más de 18 horas, el huracán Dorian no se movió de Bahamas. Los que siguen los pronósticos del Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos no daban crédito entre un boletín y otro: el huracán se mantuvo estacionario con una fuerza nunca antes vista por allí, lluvias, vientos y destrucción. Aunque estaba previsto que ralentizara su desplazamiento e incluso se detuviera, muy pocos esperaban que su parada sobre Bahamas fuera a durar tanto. 48 horas se mantuvo casi sobre el mismo lugar hasta el amanecer de un martes, cuando comenzó a desplazarse al noroeste a la velocidad de una tortuga: 2 km/h que subieron después a 7 km/h. En redes sociales, muchos habitantes de Bahamas se cuestionaban cuánto terminaría el vendaval, que comenzó a azotar las islas también a paso muy lento desde la tarde del domingo.

El caso de Dorian, sin embargo, no fue una excepción: Harvey también se detuvo al entrar en Texas en 2017 y, el año pasado, Florence se ensañó por horas con las Carolinas luego de tocar tierra en el este de Estados Unidos. De hecho, un estudio de la agencia espacial de EE.UU. (NASA) y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) de EE.UU. señala que de los 66 ciclones que se detuvieron o ralentizaron su movimiento en los últimos 70 años, casi la mitad lo hizo en las últimas tres décadas. Es, de acuerdo con los expertos, una tendencia inquietante.

La investigación, publicada en junio en la revista Nature, indica, de hecho, que desde mediados del siglo XX los ciclones tropicales se han hecho más propensos a "detenerse" cerca de la costa y pasar muchas horas sobre dichas regiones. De acuerdo con sus resultados, en el periodo comprendido entre 1944 y 2017, la velocidad promedio de los huracanes ha disminuido 17%, entre los 15,4 km/h y 18,5 km/h. "Harvey en 2017, Florence en 2018 y ahora Dorian, en 2019, son excelentes ejemplos de esta situación, pero la tendencia se remonta a varias décadas", explica a BBC Mundo Tim Hall, investigador principal del Instituto Goddard de la NASA y autor principal del estudio.

El huracán Dorian se mantuvo durante más de 18 horas estacionario sobre Bahamas.

El hecho de que un huracán se detenga sobre un área implica que la devastación sobre esa zona será exponencialmente mayor, dado que la fuerza de sus vientos y lluvias las impactarán por más tiempo. Harvey, por ejemplo, arrojó más de 1.500 mm de lluvia sobre Houston luego de detenerse allí durante días. Y ahora Dorian ha castigado a Bahamas con marejadas de seis metros y lluvias torrenciales por más de 48 horas.

De acuerdo con Hall, para cada caso de tormentas que se han detenido o ralentizado su paso durante el último medio siglo, existe una causa particular, que se vincula con el debilitamiento o colapso de los patrones de viento a gran escala. Sin embargo, señala, se cree que es esta situación es provocada por una desaceleración general de la circulación atmosférica (vientos globales), tanto en los trópicos, donde se forman los huracanes, como en las latitudes medias, hacia donde se desplazan en su rumbo a los polos. De hecho, una de las principales causas que hizo a Dorian permanecer por casi un día detenido sobre Bahamas fue precisamente la calma de los vientos en la atmósfera superior. "Los detalles de cada caso difieren, por supuesto. Pero las probabilidades de que tales eventos ocurran están aumentando", indica el experto en huracanes de la NASA.

Los huracanes no se desplazan por sí solos: son movidos por las corrientes de vientos globales, que están influidas por los gradientes de presión de la atmósfera. Para que tengas una idea de cómo funciona, imagina que un huracán es como un barco de papel que soltamos en un río crecido: las corrientes lo llevaran de un lado a otro y si se encuentra alguna barrera en su camino, se detendrá hasta que las corrientes lo lleven hacia otro rumbo.

Entonces, si esos vientos se ralentizan o cambian de dirección, afecta la rapidez con la que los huracanes avanzan y dónde terminan. Ahora, por ejemplo, las corrientes de aire 5.500 metros de altura son tan débiles que dejaron a Dorian a merced de un sistema de altas presiones (o anticiclón) en la zona de Bermudas. Solo cuando ese anticiclón comenzó a retirarse lentamente también comenzó Dorian a moverse hacia el noroeste.

En otra investigación de la NOAA en 2018, el investigador James P. Kossin también encontró que el aumento en los estancamientos de los ciclones tropicales es una tendencia no solo en el Atlántico. Su estudio fue un paso más allá: consideró que dichos patrones eran "generalmente consistentes con los cambios esperados en la circulación atmosférica forzados por las emisiones antropogénicas". Ahora que un ciclón de gran intensidad vuelve a repetir un comportamiento similar que el que han tenido otros en los últimos años, muchos medios y expertos no han dudado en señalar que podría estar condicionado por la misma causa: el cambio climático.

Casi ningún académico duda de la influencia que ya está teniendo el calentamiento global sobre los ciclones tropicales. De acuerdo con el meteorólogo Philip Klotzbach, de la Universidad Estatal de Colorado (EE.UU.), no existe evidencia de que el cambio climático esté produciendo más huracanes, pero sí de que está generando las condiciones para que se hagan cada vez más destructivos. Dorian, por ejemplo, es el quinto huracán de categoría 5 que se forma en el Atlántico en solo cuatro años, un récord nunca antes alcanzado desde que se tiene registro. "Una atmósfera más cálida puede retener más humedad y, por lo tanto, traer más lluvia. Además, con el aumento del nivel del mar, la marejada ciclónica penetrará más tierra adentro, dado que el nivel del mar de fondo es más alto", señala.

Hall, por su parte, señala que hay un consenso en la comunidad científica de que los océanos más cálidos -principal alimento de los huracanes- están conduciendo a una mayor intensidad de los ciclones (aunque no a su frecuencia). De acuerdo con la investigación de la NOAA y la NASA, la frecuencia de tormentas tropicales intensas se ha multiplicado desde 1980 y el riesgo de huracanes con vientos de más de 250 km/h se ha triplicado desde entonces.

De acuerdo con los expertos consultados por BBC Mundo, la influencia de un clima más cálido en las rutas de huracanes (incluido su estancamiento) es mucho menos segura. "Una sospecha es que un clima más cálido conduce a una reducción de los vientos sobre los trópicos. Esto se ha visto en estudios de modelación climática, pero es una señal muy difícil de obtener directamente de las observaciones", señala Hall. "Si esto fuera correcto, la velocidad reducida del viento tropical ralentizaría la propagación de huracanes y generaría mayores probabilidades de estancamiento. Pero quedan muchos detalles por resolver aquí", señala.

La velocidad reducida del viento tropical ralentizaría la propagación de huracanes y generaría mayores probabilidades de estancamiento.

Klotzbach explica a BBC Mundo que un análisis preliminar que realizó sobre la velocidad de las tormentas en el Atlántico no indica una mayor lentitud de los vientos alisios que las arrastran. "En consecuencia, las tormentas que se mueven de este a oeste en el Atlántico tropical se mueven aproximadamente a la misma velocidad ahora que hace 30-40 años", explica a BBC Mundo. Sin embargo, de acuerdo con el especialista, parece que las tormentas que se mueven de oeste a este en el Atlántico en latitudes más altas sí se están desacelerando. "Esto tiene sentido, ya que la corriente de chorro impacta las tormentas que se mueven en latitudes más altas", agrega.

Klotzbach coincide en que determinar cómo la desaceleración de los huracanes está conectada con el calentamiento global es todavía un tema de debate. "El argumento que se propone es que con el cambio climático, la corriente en chorro se debilita, ya que los polos se calientan más rápido que los trópicos", señala. Sin embargo, la mayoría de las investigaciones han investigado encontrado ese proceso manifestarse en los meses de calor. "Y la corriente en chorro es normalmente más débil en el hemisferio de verano, dado que las latitudes medias se calientan en relación con los trópicos en esa época del año", señala el profesor de la Universidad de Colorado. Hall, por su parte, señala que más allá de las incertidumbres sobre las causas que están generando estos estancamientos, ya son una realidad y sus efectos ya se están haciendo sentir por todo el mundo.

Al ascender en latitud, las tormentas sufren el impacto de los vientos de las corrientes altas de la atmósfera.

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