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1 - Octubre - 2020
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Muere Hilari Raguer, el monje que quería que la Iglesia pidiera perdón por la Guerra Civil. Antifranquista, republicano e independentista, formó parte de la comunidad de Montserrat durante 65 años a la vez que recorría los archivos vaticanos. Nacido en Madrid en 1928, Raguer, uno de los mayores expertos en España en el papel de la Iglesia católica durante la Guerra Civil y el franquismo, deja un legado en forma de libros, artículos y publicaciones sobre memoria histórica, espiritualidad, catalanismo y antifranquismo. Conversador incombustible, de memoria prodigiosa incluso en sus últimos años y con gran sentido del humor e ironía, las convicciones religiosas de Raguer le hicieron ingresar en el monasterio de Montserrat en 1954 y ordenarse sacerdote en 1960. Unos años antes, mientras hacía el servicio militar, Raguer fue detenido tras descubrirse una carta que iba a enviar al sindicato de estudiantes belgas para evitar que entablara relaciones con el sindicato de estudiantes franquista. Pasó siete meses preso en Montjuic, lo que le ayudo a descubrir su vocación religiosa, aunque finalmente evitó el consejo de guerra.

Compaginó la vida monacal con sus estudios, licendiándose primero en Derecho en la Universidad de Barcelona y después en Ciencias Políticas en la Sorbonne de París. En Francia empezó a investigar sobre el cristianismo político durante la Guerra Civil y en particular sobre Unió Democràtica y uno de sus líderes, Manuel Carrasco i Formiguera, representantes del republicanismo y catalanismo católicos y doblemente perseguidos, primero por su religión y después por su lealtad a la II República y a la Generalitat.

Las investigaciones culminarían en la tesis ’La Unió Democràtica de Catalunya i el seu temps’ (1931-39), no publicada hasta 1976, siendo una de las primeras tesis defendidas en catalán tras la dictadura. Además de Carrasco y Formiguera, otro personaje que centró su interés fue el general Batet, a quienes dedicó los libros 'Divendres de passió. Vida i mort de Manuel Carrasco i Formiguera' (1984), 'El general Batet' (1994) o 'Carrasco i Formiguera. Un cristiano nacionalista' (1890-1938) (2002).

Habitual de los archivos vaticanos, Raguer también investigó sobre el papel de la Iglesia en la Guerra Civil. Crítico con la línea oficial de la jerarquía católica, defendía sin ambages que la Iglesia debía pedir perdón por su apoyo a los sublevados y se oponía a la campaña de beatificaciones impulsada por la Conferencia Episcopal. "La Iglesia no ha asumido la responsabilidad de su silencio ante la represión franquista", defendió Raguer en una entrevista con elDiario.es en 2017.

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Para este monje e historiador, la persecución religiosa de la Guerra Civil no se produjo por la condición de católicos de los sacerdotes, sino porque formaban parte de una institución, la Iglesia, que tradicionalmente se identificaba con las derechas y estaba muy unida a los ricos y a los poderosos. Su obra de cabecera en este capítulo es 'La pólvora y el incienso' (2001). Uno de sus últimos descubrimientos fue el intento del secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pacelli, más tarde el Papa Pío XII, de evitar la publicación de la carta colectiva de los obispos dando su apoyo a Franco en 1937. Abiertamente independentista en el plano político –lo que le valió reproches por parte de la jerarquía eclesiástica–, Raguer formó parte de la junta del Memorial Democràtic de la Generalitat y de la comisión de expertos sobre el futuro del Valle de los Caídos que creó el gobierno de Zapatero en 2011. También recibió la Creu de Sant Jordi en 2014 y la medalla de honor de la Universitat de Barcelona en 2016.

Partidario de ir más allá que de la mera retirada de Franco del Valle de los Caídos, que finalmente se efectuó el año pasado, no escondió su decepción con los vocales –Miguel Herrero de Miñón, Feliciano Barrios y Pedro González-Trevijano– que realizaron votos particulares contra la propuesta de sacar al dictador del templo, al considerar que habían roto el pacto entre los expertos tras cesiones de ambos lados. La biografía de Raguer quedaría incompleta si no se recordara su destierro de Montserrat de principios de este siglo tras denunciar internamente las prácticas homosexuales de algunos monjes. Tras unos meses desterrado en el monasterio de El Miracle, cerca de Solsona, volvió a la montaña.

La muerte de Raguer se suma a los recientes decesos de Pere Casaldàgia y el 'pare' Manel, tres sacerdotes catalanes muy diferentes a la par que excepcionales, representantes de una Iglesia abierta y por ello a veces enfrentada a la jerarquía.

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Bautizado como Ernest, adoptó el nombre de Hilari al profesar. Nació en Madrid, donde su padre, empleado de Fomento de Construcciones y Contratas, trabajaba. Al año su familia retornó a Barcelona. Durante la Guerra Civil, permaneció con su familia en la ciudad, ocultando su condición de católicos por miedo a los anarquistas. Se licenció en Derecho en la Universidad de Barcelona, donde participó en el grupo de oposición antifranquista Torres i Bages, de orientación democristiana y catalanista, en el que coincidió con otros antifranquistas como Jordi Pujol o Joan Reventós. En 1951 fue detenido, durante la huelga de tranvías de Barcelona, permaneciendo siete meses preso en el castillo de Montjuich por "ultraje a la nación española y al sentimiento de su unidad", al ser oficial de milicias.

Según sus propias declaraciones, en la cárcel descubrió su vocación sacerdotal. Gracias a las gestiones de un tío suyo, sacerdote, pudo evitarse que fuera sometido a un consejo de guerra sumarísimo, pero tras su salida de la cárcel debió permanecer dos años en arresto domiciliario. En 1954 ingresó en el monasterio de Montserrat, siendo ordenado sacerdote en 1960. Estudió Sociología en el Instituto Católico de París y ese mismo año, elaboró una memoria para la facultad de Derecho de la Sorbona sobre la Unió Democràtica de Catalunya, que posteriormente sería la base para su tesis doctoral, publicada en 1976 (La Unió Democràtica de Catalunya i el seu temps (1931-39)). Posteriormente estudió Teología en el Pontificio Ateneo Anselmiano de Roma. En 1966 fundó la revista Documents d'Església. Ha destacado en tareas de divulgación bíblica y litúrgica y también en estudios sobre la historia política de Cataluña en el siglo XX, el papel de la Iglesia católica en la Guerra Civil Española y la biografía de católicos catalanes represaliados por el franquismo, como el general Domingo Batet o el diputado de UDC Manuel Carrasco Formiguera.

En 1999 se encargó con Agustí Colomines de la evaluación del archivo de la Generalidad de Cataluña en el exilio, depositado en el Archivo del Nacionalismo de la Fundación Sabino Arana y devuelto al Archivo Nacional de Cataluña. Colaborador asiduo con La Vanguardia. Desde 2001, con motivo de la elección de abad, en las que Raguer era una de las figuras más significadas del sector "catalanista" de los monjes, enfrentada al nuevo abad, Josep María Soler, Raguer abandonó el monasterio y se fue a vivir con la comunidad benedictina del santuario del Miracle, junto a Solsona. En julio de 2008 fue nombrado, a propuesta de CiU, miembro de la junta de gobierno de Memorial Democrático de Cataluña. El 23 de abril de 2014 le fue entregada la Cruz de Sant Jordi por la Generalidad de Cataluña. Formó parte de la Comisión de Expertos sobre el futuro del Valle de los Caídos (2011).

El 1 de octubre de 2020, la Abadía de Montserrat anunció su fallecimiento.

Hilari Raguer se definó como antifranquista, demócrata, nacionalista catalán e independentista, y ha sido identificado como uno de los religiosos más significados de la tendencia catalanista del monasterio de Montserrat. Con respecto a la Iglesia Católica y la Guerra Civil, ha mantenido opiniones que contrastan con la visión predominante en la Iglesia católica en España. Así, ha negado la condición de mártires a los religiosos católicos asesinados durante la Guerra Civil en la retaguardia republicana, al considerar que no fueron asesinados por su fe cristiana sino por la asociación de la Iglesia con la derecha política, por lo que sus asesinatos serían de naturaleza política y no religiosa, y ha criticado la actitud de la Iglesia española por no pedir perdón por su "complicidad y su silencio" con la represión franquista, o por su apoyo al franquismo. Al respecto ha acusado al episcopado español de mantener una "ideología franquista". Ha apoyado también la Ley de Memoria Histórica. También ha negado enérgicamente el carácter de "cruzada" a la Guerra Civil, término usado por la jerarquía católica española de la época pero evitado por el Vaticano. Hilari Raguer era también uno de los máximos defensores de la tesis de que Manuel Irurita, arzobispo de Barcelona, sobrevivió a la Guerra Civil y no fue asesinado, como habitualmente se sostiene, en diciembre de 1936.

El 9 de abril del año 1938, en el contexto de la Guerra Civil española (1936-1939) un pelotón paramilitar del bando franquista fusilaba, en Burgos, al político demócrata cristiano Manuel Carrasco i Formiguera. Nacido en Barcelona el año 1890, doctorado en Derecho Mercantil, había sido docente de la red de escuelas técnicas de la Mancomunitat, concejal del Ayuntamiento de Barcelona (1920-1922) por la Lliga Regionalista, fundador del partido catalanista Acció Catalana (1922), creador del semanario nacionalista El Estevet (1922), diputado en las Cortes republicanas (1931-1933) por Acció Catalana, conseller de Sanitat de la Generalitat del primer gobierno Macià (1931) y líder de la Unió Democràtica de Catalunya (1932-1938).

Al estallar la Guerra Civil española (1936) el acoso que sufrió a manos de elementos incontrolados anarquistas y comunistas lo obligó a marcharse con su familia a Guipúzcoa (1937), desde donde colaboraría activamente con el gobierno vasco del lehendakari Aguirre. Poco después se producía la caída de Guipúzcoa en manos del bando franquista y Carrasco i Formiguera se desplazaría primero a Barcelona, y acosado de nuevo, a Vizcaya. Durante el trayecto, el barco donde viajaba —también con su familia— fue interceptado por la marina de guerra franquista. Carrasco i Formiguera sería detenido, trasladado a Burgos, encarcelado, maltratado, juzgado sin garantías procesales y condenado a muerte (28 de agosto de 1937) por un tribunal militar del bando franquista.

Las múltiples gestiones diplomáticas que llevó a cabo el Vaticano, dirigidas a evitar el cumplimiento de la sentencia, sólo consiguieron demorar la ejecución. Carrasco i Formiguera estuvo en el corredor de la muerte durante ocho meses. Según las investigaciones llevadas a cabo por los profesores Solé i Sabaté y Villarroya i Font (de la Universitat de Barcelona), sería finalmente el general Franco quien ordenaría personalmente la ejecución, como reacción a las protestas de varios gobiernos europeos (el del Vaticano incluido) por los brutales bombardeos —perpetrados por la aviación del régimen fascista italiano aliado del bando franquista— contra la población civil de Barcelona de los días 16, 17 y 18 de marzo anteriores, que habían causado cerca de 1.000 muertos y más de 2.000 heridos.

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