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1 - Septiembre - 2019
>>>> Destacado > Orbis

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Dos profesores de la Universidad de Stanford han creado Orbis, un atlas multimedia del antiguo Imperio romano que permite calcular las distancias entre diversas poblaciones, y saber el tiempo que tardaríamos en llegar si pudiéramos trasladarnos miles de años atrás.

Walter Scheidel, profesor de Cultura Clásica, y Elijah Meeks, especialista en Humanidades, dos profesores de la Universidad de Stanford, se plantearon crear una plataforma que recrease fielmente el modo en que los antiguos romanos percibían el tiempo y las distancias, y calcular al detalle, como si de un Google maps de la antigüedad se tratara, cómo sería un viaje de la época.

Orbis, que es como han llamado a este atlas multimedia, está ambientado en el año 200 de nuestra era, el momento en que el poder de Roma se hallaba en su máximo apogeo y el Imperio había alcanzado su mayor extensión territorial, que abarcaba tres continentes. La plataforma, que recrea digitalmente y de forma interactiva el sistema de transporte romano, contiene los datos de 751 lugares, casi todos ciudades y villas, pero también 268 puertos, los principales ríos navegables y numerosas rutas marítimas. Las vías que recorrían el Imperio en esa época abarcaban 85.000 kilómetros, un total de seis millones de kilómetros cuadrados.

Clicka en la imagen.

Así, el usuario que quiera realizar la simulación de un trayecto como si viviera en la antigua Roma sólo tiene que acceder a Orbis, poner un origen y un destino y pulsar "calcular ruta". El programa ofrece el camino más corto y la duración del viaje. Además, el usuario puede elegir estación del año para tener en cuenta la meteorología y escoger diferentes opciones para viajar por carretera (a pie, marcha militar, a caballo, en carro...), y también puede viajar en barco tanto por mar como por río. Más opciones son elegir el camino más corto, el más rápido, e incluso el más barato.

También se puede escoger la cantidad de bienes que se quieren transportar. Para calcular los precios de estos productos, los autores de Orbis se basaron el edicto sobre precios máximos del emperador Diocleciano, promulgado en el año 301 d.C., y que da información sobre el coste de la mayoría de bienes del Imperio romano.

Walter Scheidel se inspiró para crear Orbis en un mapa interactivo del metro de Londres. En él, en lugar de la distancia a recorrer, se representaba el tiempo real del trayecto. Un poco después, Elijah Meeks se incorporó al proyecto. Ambos añadieron a su plataforma asimismo datos de latitud y longitud del Proyecto Pleiades, un diccionario geográfico online de lugares antiguos, y también incorporaron las redes de vías del Atlas Barrington de Grecia y Roma.

Así que, si nos apetece convertirnos en romanos por un rato, este verano hacemos las maletas y buscamos un trayecto que nos convenga entre dos rincones del Imperio. ¿Qué tal de Tarraco a Corduba? El camino más corto son 1.442 kilómetros y sólo nos llevará 14 días... También podemos optar por ir a la capital del Imperio, pero mejor por tierra si nos marea viajar en barco (en esa época no eran como los grandes transatlánticos actuales). Aunque si decidimos ir a pie, posiblemente no lleguemos allí hasta la celebración de las Saturnales ...

El Imperio romano (en latín: Imperium Romanum, Senatus Populusque Romanus o Res publica populi romani) fue el tercer periodo de civilización romana en la Antigüedad clásica, posterior a la República romana y caracterizado por una forma de gobierno autocrática. El nacimiento del Imperio viene precedido por la expansión de su capital, Roma, que extendió su control en torno al mar Mediterráneo.

Bajo la etapa imperial los dominios de Roma siguieron aumentando hasta llegar a su máxima extensión durante el reinado de Trajano, momento en que abarcaba desde el océano Atlántico al oeste hasta las orillas del mar Caspio, el mar Rojo y el golfo Pérsico al este, y desde el desierto del Sahara al sur hasta las tierras boscosas a orillas de los ríos Rin y Danubio y la frontera con Caledonia al norte. Su superficie máxima estimada sería de unos 6,5 millones de km².

El término es la traducción de la expresión latina «Imperium Romanum», que significa literalmente «El dominio de los romanos». Polibio fue uno de los primeros hombres en documentar la expansión de Roma aún como República.

Durante los casi tres siglos anteriores al gobierno del primer emperador, César Augusto, Roma había adquirido mediante numerosos conflictos bélicos grandes extensiones de territorio que fueron divididas en provincias gobernadas directamente por propretores y procónsules, elegidos anualmente por sorteo entre los senadores que habían sido pretores o cónsules el año anterior. Durante la etapa republicana de Roma su principal competidora fue la ciudad púnica de Cartago, cuya expansión por la cuenca sur y oeste del Mediterráneo occidental rivalizaba con la de Roma y que tras las tres guerras púnicas se convirtió en la primera gran víctima de la República.

Las guerras púnicas llevaron a Roma a salir de sus fronteras naturales en la península itálica y a adquirir poco a poco nuevos dominios que debía administrar, como Sicilia, Cerdeña, Córcega, Hispania, Iliria, etc. Los dominios de Roma se hicieron tan extensos que pronto fueron difícilmente gobernables por un Senado incapaz de moverse de la capital ni de tomar decisiones con rapidez.

Asimismo, un ejército creciente reveló la importancia que tenía poseer la autoridad sobre las tropas para obtener réditos políticos. Así fue como surgieron personajes ambiciosos cuyo objetivo principal era el poder. Este fue el caso de Julio César, quien no solo amplió los dominios de Roma conquistando la Galia, sino que desafió la autoridad del Senado romano.

El Imperio romano como sistema político surgió tras las guerras civiles que siguieron a la muerte de Julio César, en los momentos finales de la República romana. Tras la guerra civil que lo enfrentó a Pompeyo y al Senado, César se había erigido en mandatario absoluto de Roma y se había hecho nombrar Dictator perpetuus (dictador vitalicio). Tal osadía no agradó a los miembros más conservadores del Senado romano, que conspiraron contra él y lo asesinaron durante los Idus de marzo dentro del propio Senado, lo que suponía el restablecimiento de la República, cuyo retorno, sin embargo, sería efímero. El precedente no pasó desapercibido para el joven hijo adoptivo de César, Octavio, quien se convirtió años más tarde en el primer emperador de Roma, tras derrotar en el campo de batalla, primero a los asesinos de César, y más tarde a su antiguo aliado, Marco Antonio, unido a la reina Cleopatra VII de Egipto en una ambiciosa alianza para conquistar Roma. A su regreso triunfal de Egipto, convertido desde ese momento en provincia romana, la implantación del sistema político imperial sobre los dominios de Roma deviene imparable, aún manteniendo las formas republicanas.

Augusto aseguró el poder imperial con importantes reformas y una unidad política y cultural (civilización grecorromana) centrada en los países mediterráneos, que mantendrían su vigencia hasta la llegada de Diocleciano, quien trató de salvar un Imperio que caía hacia el abismo. Fue este último quien, por primera vez, dividió el vasto Imperio para facilitar su gestión. El Imperio se volvió a unir y a separar en diversas ocasiones siguiendo el ritmo de guerras civiles, usurpadores y repartos entre herederos al trono hasta que, a la muerte de Teodosio I el Grande en el año 395, quedó definitivamente dividido.

En el inmenso territorio del Imperio Romano se fundaron muchas de las grandes e importantes ciudades de la actual Europa Occidental, el norte de África, Anatolia o el levante europeo. Ejemplos son: París (Lutecia), Estambul (Constantinopla), Vienna (Vindobona), Barcelona (Barcino), Zaragoza (Caesaraugusta), Mérida (Emerita Augusta), Milán (Mediolanum), Londres, (Londinium), Colchester (Camulodunum) o Lyon (Lugdunum) entre otros.

Finalmente en 476 el hérulo Odoacro depuso al último emperador de Occidente, Rómulo Augústulo. El Senado envió las insignias imperiales a Constantinopla, la capital de Oriente, formalizándose así la capitulación del Imperio de Occidente. El Imperio romano oriental proseguiría casi un milenio en pie como el Imperio romano (aunque usualmente se use el moderno nombre historiográfico de Imperio bizantino), hasta que en 1453 Constantinopla cayó bajo el poder del Imperio otomano.

El legado de Roma fue inmenso; tanto es así que varios fueron los intentos de restauración del Imperio, al menos en su denominación. Destaca el intento de recuperar occidente de Justiniano I, por medio de sus generales Narsés y Belisario, el de Carlomagno con el Imperio Carolingio o el del Sacro Imperio Romano Germánico, sucesor de este último, pero ninguno llegó jamás a reunificar todos los territorios del Mediterráneo como una vez lograra la Roma de tiempos clásicos.

Con el colapso del Imperio romano de Occidente finaliza oficialmente la Edad Antigua dando inicio la Edad Media.

A principios del siglo v, las tribus germánicas, empujadas hacia el oeste por la presión de los pueblos hunos, procedentes de las estepas asiáticas, penetraron en el Imperio romano. Las fronteras cedieron por falta de soldados que las defendiesen y el ejército no pudo impedir que Roma fuese saqueada por visigodos y vándalos. Cada uno de estos pueblos se instaló en una región del imperio donde fundaron reinos independientes. Uno de los más importantes fue el que derivaría a la postre en el Sacro Imperio Romano Germánico. El emperador ya no controlaba el Imperio, de tal manera que en el año 476 Odoacro, rey de los hérulos, destituyó a Rómulo Augústulo, un niño de quince años que fue el último emperador romano de Occidente y envió las insignias imperiales a Zenón, emperador romano de Oriente.

A lo largo de los siglos que suceden a la caída del Imperio romano de Occidente, muchas civilizaciones de la edad media y más tarde, de la edad moderna, se proponen restaurar el Imperio Romano a su antigua gloria. El intento más antiguo y el que más se acercó fue el del Imperio bizantino, por decisión de Justiniano I, en el siglo vi utilizó a sus mejores generales (Narsés y Belisario) para devolver la antigua gloria del Imperio.

Tres siglos más tarde, un rey Franco, Carlomagno, hijo de Pipino el Breve, fundó la dinastía Carolingia, convirtiendo el reino Franco en el Imperio carolingio. Carlomagno se hizo con el poder de la mayoría de territorios en Europa Central, convirtiéndose en la principal potencia de Europa en ese momento. Más tarde, se firmó el tratado de Verdún (843), que repartía el imperio entre los tres nietos de Carlomagno, los reinos sucesores fueron la Francia Occidental (Francia Occidentalis), que se convertiría en el reino de Francia, Francia Media y Francia Oriental (Francia Orientalis), que se convertiría en el Sacro Imperio Romano. A pesar de que fuera muy extenso, no se asemejaba en tamaño ni siquiera al Imperio de Occidente en su apogeo territorial.

Un reino sucesor del Imperio carolingio se hizo con mucho territorio en Europa, fue entonces cuando fue rebautizado como Sacro Imperio Romano. Este Imperio no fue tan extenso como su antecesor, el Imperio carolingio, pero fue mucho más duradero, llegando hasta la Edad Contemporánea.

Una típica legión romana (cuyo emblema era un águila plateada) consistía en diez cohortes (con su respectivo estandarte) cada una de ellas con cinco o seis centurias de ochenta hombres subdivididas en diez contubernios (unidad básica de ocho legionarios que compartían tienda), contando pues cada legión cinco o seis mil hombres de infantería, divididos en cincuenta o sesenta centurias.

Contaba también con las guerrillas regulares auxiliares y de caballería (alae) con ciento veinte hombres de caballería. El emperador y en su nombre el gobernador provincial designaban a los legatus legionis, lugartenientes de la legión con funciones de pretor, y a sus asistentes los tribunos militares y los centuriones. Junto a los legados de la legión estaban los benefiaciarii (encargados de misiones de confianza), los strato (escuderos), los comentarienses (archiveros), los cornicularii (contadores) y los actuario (escribientes). Los tribunos militares se dividían en laticlavii (afectos a la administración) y angusticlavii (misiones propiamente militares). Los centuriones eran los oficiales básicos de infantería (la centuria de 80 hombres) y de caballería (la turma de 30 hombres).

Cada centuria y turma tenía un suboficial llamado optio (equivalente a sargento), que también ejercía funciones administrativas. Los decuriones eran suboficiales que en la infantería mandaban una decuria (nueve hombres) y en la caballería de las unidades auxiliares mandaba un escuadrón o turma (30 jinetes). Otros suboficiales eran el tesserarius (equivalente a un sargento), el signifer o vexillarius (portaestandartes), el aquilifer (el portador del águila legionaria), el campiductor (instructor) y el pecunarius (furriel).

La Armada romana (en latín classis, literalmente flota) comprendió las fuerzas navales del antiguo Estado romano. A pesar de jugar un papel decisivo en la expansión romana por el Mediterráneo, la armada nunca tuvo el prestigio de las legiones romanas. A lo largo de su historia los romanos fueron un pueblo esencialmente terrestre, y dejaron los temas náuticos en manos de pueblos más familiarizados con ellos, como los griegos y los egipcios, para construir barcos y mandarlos. Parcialmente debido a esto, la armada nunca fue totalmente abrazada por el Estado romano, y se consideraba «no romana». En la Antigüedad, las armadas y las flotas comerciales no tenían la autonomía logística que en la actualidad. A diferencia de las fuerzas navales modernas, la armada romana, incluso en su apogeo, no existió de forma autónoma, sino que operó como un adjunto del Ejército romano. En el transcurso de la primera guerra púnica la armada fue expandida masivamente y jugó un papel vital en la victoria romana y en la ascensión de la República romana a la hegemonía en el Mediterráneo.

Durante la primera mitad del siglo II a. C. Roma destruyó Cartago y subyugó los reinos helenísticos del este del Mediterráneo, logrando el dominio completo de todas las orillas del mar interior, que ellos llamaron Mare Nostrum. Las flotas romanas volvieron a tener un papel preponderante en el siglo I a. C. en las guerras contras los piratas y en las guerras civiles que provocaron la caída de la República, cuyas campañas se extendieron a lo largo del Mediterráneo. En el 31 a. C. la batalla de Accio puso fin a las guerras civiles con la victoria final de Augusto y el establecimiento del Imperio romano. Durante el período imperial el Mediterráneo fue un pacífico «lago romano» por la ausencia de un rival marítimo, y la armada quedó reducida mayormente a patrullaje y tareas de transporte.

Las ciudades romanas eran el centro de la cultura, la política y la economía de la época. Base del sistema judicial, administrativo y fiscal eran también muy importantes para el comercio y a su vez albergaban diferentes acontecimientos culturales. Es importante destacar que Roma fue, a diferencia de otros, un imperio fundamentalmente urbano. Las ciudades romanas estaban comunicadas por amplias calzadas que permitían el rápido desplazamiento de los ejércitos y las caravanas de mercaderes, así como los correos.

Las ciudades nuevas se fundaban partiendo siempre de una estructura básica de red ortogonal con dos calles principales, el cardo y el decumano que se cruzaban en el centro económico y social de la ciudad, el foro, alrededor del cual se erigían templos, monumentos y edificios públicos. También en él se disponían la mayoría de las tiendas y puestos comerciales convirtiendo el foro en punto de paso obligado para todo aquel que visitase la ciudad. Así mismo un cuidado sistema de alcantarillado garantizaba una buena salubridad e higiene de la ciudad romana.

Curiosamente, este riguroso ordenamiento urbanístico, ejemplo del orden romano, nunca se aplicó en la propia Roma, ciudad que surgió mucho antes que el imperio y que ya tenía una estructura un tanto desordenada. El advenimiento del auge del poder imperial motivó su rápido crecimiento con la llegada de multitud de nuevos inmigrantes a la ciudad en busca de fortuna. Roma nunca fue capaz de digerir bien su grandeza acentuándose más aún el caos y la desorganización.

Anfiteatro de Tarraco (hoy Tarragona).

La capital construía hacia lo alto, el escaso espacio propició la especulación inmobiliaria y muchas veces se construyó mal y deprisa siendo frecuentes los derrumbes por bloques de pisos de mala calidad. Famosos eran también los atascos de carros en las intrincadas callejuelas romanas. La fortuna sin embargo quiso que la capital imperial se incendiara el año 64 d. C., durante el mandato de Nerón. La reconstrucción de los diferentes barrios se realizó conforme a un plan maestro diseñado a base de calles rectas y anchas y grandes parques lo que permitió aumentar muchísimo las condiciones higiénicas de la ciudad.

Ahora un nuevo estudio sostiene que los antiguos ingenieros y arquitectos romanos conocían la ciencia de la invisibilidad estructural, y que estaban en condiciones de lograr que sus edificios fueran «invisibles» a los efectos de las ondas destructivas.

El estado de conservación del Coliseo es impresionante.

La invisibilidad no es ciencia ficción. Los romanos disponían de la tecnología para crear capas invisibles en torno a los monumentos, utilizando para ello metamateriales, según un estudio liderado por Stéphane Brûlé y los ingenieros civiles de la empresa Ménard de Lyon, junto con investigadores del Instituto Fresnel de Marsella. Se denomina metamaterial, en sentido amplio, al material artificial con propiedades electromagnéticas inusuales, capaz de influenciar las ondas, ya sean electromagnéticas o de otro tipo, como desviar la luz en torno a un objeto usando un especial modelo. Brûlé se encontraba de vacaciones contemplando los restos arqueológicos de la ciudad de Autun, en el centro de Francia, cuando vio una fotografía aérea que mostraba los cimientos de un teatro galo-romano enterrados bajo un campo justo al lado de la carretera. Al contemplar la estructura semicircular que formaban, pensó que tenía una extraña semejanza con la mitad de una de las mencionadas capas de invisibilidad.

Así lo confirmó una foto de un estudio arqueológico más detallada que superpusieron a una capa de invisibilidad de 20 centímetros de diámetro construida por Brûlé y sus colegas del Instituto Fresnel: los pilares del teatro y los elementos de la capa estaban casi completamente alineados. Ulteriores investigaciones sobre el Coliseo de Roma, el más grande anfiteatro del mundo, y otras construcciones presentaban el mismo esquema, lo que hace suponer que fuera una elección deliberada de los constructores romanos, para desviar las ondas sísmicas. Si al descubrimiento se le da finalmente validez científica, podría ser aplicado en los edificios de ciudades con riesgo sísmico.

¿Cuales fueron las causas más importantes de la caída del Imperio romano?

1- Declive en valores y moral: Incluso durante la Pax Romana (período estable y relativamente pacífico), existieron más de 30.000 prostitutas en Roma. Los emperadores como Calígula y Nerón son históricamente famosos por sus derroches de dinero en lujosas fiestas, donde los invitados comían y bebían vino y licores hasta enfermarse. El entretenimiento popular más famoso durante esta época era ver los combates de los gladiadores del coliseo romano.

2- Salud pública y enfermedades: En el Imperio romano hubo muchos problemas ambientales y de salud pública. Solo quienes eran más acaudalados contaban con agua que llegaba hasta sus casas a través de tuberías de plomo. Anteriormente a eso, los acueductos incluso purificaban el agua, pero finalmente se pensó que las tuberías de plomo eran mejores. Debido al envenenamiento del agua, la tasa de muerte era muy elevada en los ciudadanos de mayor status. Pero el envenenamiento por plomo no solo causaba la muerte, sino también infertilidad, pérdida de memoria y una reducción importantes de las habilidades cognitivas, además de otros síntomas que se expandieron en la nobleza romana. La clase dirigente se volvió menos inteligente, otra de las causas de la caída el Imperio. Además de esto, la continua interacción de la gente con el coliseo, donde el contacto con cuerpos muertos y la sangre eran frecuentes, esparcían una gran cantidad de enfermedades. Los más afectados eran la personas que vivían en las calles, contagiándose de una gran cantidad de enfermedades. También, el consumo de alcohol era importante, lo que generaba otro problema significativo de salud pública.

3- Pobre desarrollo tecnológico: Otro factor que contribuyó a la caída del Imperio romano fue que durante los últimos 400 años del imperio, los logros científicos de los romanos solo se limitaron a la ingeniería y a la organización de servicios públicos. Los romanos llegaron a construir caminos maravillosos, puentes y acueductos, además de establecer también el primer sistema de medicina en beneficio de los pobres. El problema es que confiaban demasiado en la labor de los humanos y los animales, por lo que se quedaron atrás en la invención de mucha maquinaria que podría haber realizado las mismas tareas de forma mucho más eficiente, como la producción de materias primas. Los romanos llegaron al punto de no ser capaces de proveer suficientes bienes para toda su creciente población, mientras que paralelamente ya no conquistaban otras civilizaciones para absorber su tecnología. De esto modo, comenzaron a perder territorios que no podían mantener con sus legiones.

4- Inflación: La economía romana sufrió inflación (aumento excesivo de precios) justo después del reinado del emperador Marco Aurelio. Cuando las conquistas del Imperio romano se detuvieron, el flujo de oro de los nuevos territorios hacia Roma comenzó a disminuir. Además de esto, los romanos habían gastado mucho oro para pagar por sus lujosos bienes, por lo tanto había menos oro para poder usar en las monedas. De esto modo, mientras la cantidad de oro usado en las monedas iba disminuyendo, las monedas se convertían en algo menos valioso. Para poder sostener esta pérdida de valor, los mercaderes elevaron los precios de los bienes que estaban vendiendo. Debido a esta medida, muchas personas dejaron de usar monedas y comenzaron a realizar trueques por las cosas que necesitaban. Eventualmente, los salarios empezaron a ser pagados en comida y ropa y los impuestos a ser recolectados en forma de frutas y vegetales.

5- Decadencia urbana: Los romanos acaudalados vivían en “domus”, o casas con paredes de mármol, pisos hechos de azulejos de múltiples colores y ventanas cerradas por pequeños vidrios. Pero la mayoría de los romanos no eran ricos. La población común vivía en casas pequeñas y malolientes, como departamentos de seis o más pisos que eran conocidos como islas. Cada isla cubría una manzana completa. Al principio había más de 44.000 departamentos dentro de los muros de la ciudad de Roma. Los departamentos del primer piso no eran ocupados por los pobres, ya que el arriendo era más caro. Pero mientras más alta fuera la escalera endeble que tenían que subir, más barato era el arriendo. Los departamentos altos que arrendaban los más pobres estaban sucios, sin ventilación, atiborrados de gente, peligrosos y demasiado calurosos. Sin embargo, si las personas no tenían dinero para pagar estas rentas, debían vivir en las calles, infestadas de crímenes y enfermedades. Todos estos hechos provocaron que las ciudades comenzaran a decaer.

6- Un Imperio dividido: El Imperio romano estaba dividido no solo geográficamente, sino también culturalmente. Había un imperio latino y un imperio griego, donde el griego había sobrevivido solamente porque tenía más población, un mejor ejército, más dinero y un liderazgo más efectivo. Para el siglo III, la ciudad de Roma ya no era el centro del Imperio romano, que se había extendido de las Islas Británicas hasta los ríos Tigris y Éufrates en Egipto, África. El inmenso territorio presentó un problema que necesitaba una solución rápida, y esta llegó durante el reinado del emperador Diocleciano. Él decidió dividir el imperio en dos, dejando a la capital en Roma y otra al este de Nicomedia. Luego, la capital oriental sería movida a Constantinopla- antigua ciudad de Bizancio- por el emperador Constantino. Cada una de las capitales tenía su propio emperador. Por otra parte, el Senado, que desde siempre funcionó por su capacidad de aconsejar al emperador, comenzó a ser mayormente ignorado y el poder a centrarse en una milicia más fuerte. Roma dejó de ser el centro del Imperio romano -algunos emperadores ni siquiera la conocieron- y el centro cultural, económico y político del Imperio comenzó a ser Constantinopla o la Nova Roma. Además de esto, existían las competencias entre los mismos miembros de posiciones de poder y las aspiraciones de los comandantes de los ejércitos de convertirse en emperadores. En la Antigua Roma, los romanos se mantenían unidos por una creencia en común, algo en lo que creían y a lo que servían. Durante sus últimos años, los emperadores tenían temor de ser derrocados por sus comandantes de ejército y los asesinaban, como fue el caso del gran general Flavio Estilicón, quien murió por órdenes del emperador Valente. Si el mismo Imperio romano mataba a sus generales, luego no tenían quien los protegiera

7- Invasiones de bárbaros: Roma recibió a los bárbaros, término que se utilizó para todo tipo de extranjeros y grupos que llegaron al Imperio romano. Estos sirvieron como proveedores de impuestos o soldados para la milicia, incluso algunos de ellos alcanzaron puestos de poder. Sin embargo, Roma comenzó a perder territorios a manos de los bárbaros- vándalos y godos-, en especial en África del Norte, que nunca logró ser recuperado. A pesar de esto, los historiadores concuerdan que una cultura tan fuerte como la romana no iba a caer tan fácilmente en relación a la cultura de los bárbaros, que no poseían ningún conocimiento en cuanto a política, economía o temas sociales. Es por esto que no fue la cultura lo que hizo caer al Imperio romano, sino las debilidades que el mismo sistema tenía en su interior, incluyendo ciudades decadentes (tanto en términos materiales como morales), falta de impuestos, sobrepoblación, liderazgo inadecuado y lo más importante, una defensa que no era capaz de resistir los asedios de los invasores. Un ejemplo de esto fue la caída del último emperador romano, Rómulo Augústulo, a manos de Odoacro, quien había sido comandante del Ejército Romano. Ingresando a la ciudad sin encontrar oposición, Odoacro destronó fácilmente al joven emperador de tan solo 16 años. Al tomar la ciudad, Odoacro se convirtió en el líder de lo único que quedaba del poderoso oeste del Imperio romano, la península de Italia. Para este momento, Roma ya había perdido el control de Britania, España, Galia y por supuesto el Norte de África.

8- Demasiado gasto militar: Mantener a una armada que defendiera las fronteras del Imperio romano de los constantes ataques de los bárbaros era un gasto permanente para el gobierno. Los fondos destinados en mantener la milicia dejaba muy pocos recursos para otras actividades vitales, como brindar albergues públicos, mantener caminos de calidad y mejorar los acueductos. Los romanos – frustrados por estas decadentes condiciones de vida- perdieron el deseo de defender su Imperio. Por esto, el ejército tuvo que comenzar a contratar soldados extranjeros, reclutados de otros países o sacados de las hordas y muchedumbres. Un ejército así no solo era muy poco fiable y además tremendamente caro. Por esto los emperadores se vieron obligados a aumentar los impuestos frecuentemente y esto nuevamente llevó a la economía a la inflación.

9- Cristianismo y disminución de la virtud cívica: El famoso historiador Edward Gibbon explica que fue la adopción del cristianismo lo que hizo que los romanos se volvieran “blandos”. De ser una República brutal y testaruda, con una férrea resistencia a los invasores, se convirtieron en una población más interesada en la vida después de la muerte, que vivir en el presente. Esta es una teoría más bien ideológica, ya que el cristianismo también sirvió como cohesión para el Imperio romano al momento de dividirse en Roma y Constantinopla.

10- Corrupción política: Roma es famosa por algunos emperadores cuestionables, entre ellos Nerón y Calígula, por mencionar algunos. Siempre el escoger un nuevo emperador era una dificultad y el Imperio romano nunca determinó claramente (a diferencia de los griegos) cómo debía escogerse un nuevo regente. La elección siempre era un debate entre el emperador antiguo, el Senado, la Guardia Pretoriana (el ejército privado del emperador) y el ejército común. Eventualmente, la Guardia Pretoriana comenzó a tener todo el poder para elegir el nuevo emperador, quien posteriormente los recompensaba. Esto comenzó a generar problemas como en el año 186, cuando la Guardia estranguló al nuevo emperador. Entonces la práctica de vender el trono al mejor postor se hizo una institución. El Imperio romano tuvo 37 emperadores que fueron asesinados a lo largo de 25 años.

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