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8 - Agosto - 2023
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Hay veces en las que Sus Majestades de Oriente no dan en el clavo; cosas de repartir millones de presentes en una sola noche, y sin Amazon. Las navidades de 1943 trajeron al Gobierno de los Estados Unidos la resurrección de un calambre en la columna vertebral que no habían sentido desde hacía décadas: el temor al viejo colonialismo iniciado por la Monarquía Hispánica quinientos años atrás. En pleno diciembre, con la Segunda Guerra Mundial en su punto más álgido y los Aliados orquestando el Desembarco de Normandía, el FBI elaboró un informe en el que esgrimía que Francisco Franco y la Falange habían movido sus hilos en América con dos objetivos: extender sus tentáculos por el (ya no tan) Nuevo Mundo y recuperar los territorios perdidos del Imperio español. El documento no se hizo público; tampoco era cuestión de soliviantar a la sociedad e iniciar una caza de brujas contra el fantasma de un franquismo que había hecho esfuerzos por mantenerse neutral en la Segunda Guerra Mundial. Bastante tenían ya con Adolf Hitler y el ejército alemán al otro lado del Atlántico. El contenido, sin embargo, era para alarmarse. Para empezar, el 'bureau' recopilaba las actividades del partido fundado por José Antonio Primo de Rivera y ofrecía consejos a sus agentes para que se mantuviesen alejados de sus engaños. Y, a continuación, confirmaba que la Falange había hecho todo lo posible desde 1939 para ganar adeptos en el territorio americano –norte, centro y sur– con el fin de derribar el estado de las barras y las estrellas.

Pocos han sido los expertos que han arrojado luz sobre 'Totalitarian activities. Spanish Falange in the western hemisphere today', el documento que el mismísimo Edgar Hoover, director del servicio de inteligencia norteamericano, rubricó como autor en 1943. Pero vaya si existen. Uno de los que más ha estudiado el informe ha sido el profesor de la Universidad Nacional de General Sarmiento Daniel Lvovich. En su ensayo, 'El águila y el haz de flechas', sostiene que las conclusiones del FBI fueron muy exageradas, pero que nos permiten dibujar las actividades de la Falange Exterior, las delegaciones del partido en el extranjero, y el miedo que suscitaban en los potenciales enemigos de España.

Desfile de la Victoria tras finalizar la Guerra Civil. En la imagen, Franco en la tribuna presidencial.

«El texto se basó en la información aportada por la red desplegada por el FBI a lo largo del continente, así como por otras fuentes diplomáticas, y demostraba con claridad la vocación de conocer en profundidad la acción de los agentes del partido y del Estado español en el nuevo continente», desvela Lvovich.

Aunque no todo eran malas noticias. En el prólogo, los autores dejaban claro que los diferentes núcleos fascistas que se habían afincado en América habían sido disueltos y sus sedes clausuradas. Por ello, y tal y como quedaba escrito, el objetivo no era más que «presentar brevemente los antecedentes de la Falange Española, su programa, sus principales métodos de operación en el Hemisferio Occidental y la historia de sus actividades en Norte y Sudamérica». No andaba desencaminado el FBI. Según el informe, la maquinaria diplomática de la Falange había arrancado en 1937; el mismo año en el que Franco fusionó el partido con la Comunión Tradicionalista. A lo largo de ese período, y hasta 1941, el grupo impulsó el alumbramiento de una larga lista de diarios propagandísticos por toda Latinoamérica. Los nombres se cuentan por decenas: 'Arriba España', 'Occidenti', 'La Discusión', 'Amanecer', 'Nueva España', 'Unidad'... La mayoría de ellos se desintegraron cuando el grupo perdió parte de su poder en la península, pero algunos continuaron su andadura al calor de las embajadas hispanas en el extranjero. Otro tanto sucedió con varias radios alumbradas al otro lado del charco y destinadas a difundir las máximas de Primo de Rivera a través de las ondas.

Primer saludo entre Franco y Hitler en su entrevista en Hendaya.

La mayor parte de las actividades subversivas no arrancó, según el FBI, hasta que los panzer de Hitler atravesaron Polonia en septiembre de 1939. Hoover era partidario de que fue entonces cuando el Tercer Reich se valió de Falange Exterior para lograr sus propios fines. Para empezar, el norteamericano estaba convencidos de que Alemania e Italia habían usado la valija diplomática española –la correspondencia secreta y confidencial de las embajadas– para distribuir «materiales secretos» en Latinoamérica sin que las autoridades locales pudieran oponerse de forma alguna. Desconocían el contenido, pero podría incluir desde armas a información sobre posibles objetivos claves para el ejército germano.

Pero no era eso lo que más inquietaba al FBI. Tras seguir la pista a varios indicios, cual migas de pan, el 'bureau' había descubierto que Ramón Serrano Suñer –exministro de Relaciones Exteriores y Secretario General de Falange– había facilitado la partida de espías hacia Latinoamérica. Y no con una mano delante y otra detrás, sino proveyéndoles de pasaportes españoles. «Excepto en Argentina, donde los países del Eje conservaban en 1943 sus embajadas, las misiones diplomáticas españolas en América representaban los intereses del Eje, y el FBI sospechaba que también habían asumido las tareas de espionaje y propaganda alemana, trabajando bajo la dirección del Instituto Iberoamericano de Berlín», desvela el autor en su ensayo. Para los Estados Unidos, el cerebro último de todo este entramado era el antiguo embajador de Alemania en España, Von Faupel. Tras ser trasladado al Instituto Iberoamericano de Berlín debido a algunas diferencias con el mando nazi, este controvertido personaje se habría dedicado a entrenar y despachar hacia tierras atlánticas agentes germanos con unas órdenes muy claras: «Estimular los disturbios lo más posible, por vías que incluyeran los golpes de estado y la incitación a los conflictos fronterizos, y promover las disputas internas». La tarea, siempre controvertida, la habría llevado a cabo con la ayuda de Falange Exterior y el entramado diplomático español. Todo en condicional, eso sí.

El director del FBI, J. Edgar Hoover.

Hoover puso la guinda del pastel con una extravagante teoría. Era partidario de que, desde la época del diplomático Francisco Gómez-Jordana Sousa, la Falange anhelaba destruir la influencia de Estados Unidos en Latinoamérica y sentar las bases para la recuperación de los días en los que España nunca se ponía el sol. Y así lo dejó sobre blanco en el informe: «El falangismo es a España lo que el nazismo es a Alemania y lo que el fascismo fue para Italia. El general Francisco Franco y los falangistas tienen sueños de conquista mundial que ahora se desvanecen rápidamente mientras las perspectivas de una victoria del Eje hacen lo propio. La ambición de la Falange era reconquistar para España su perdido imperio de ultramar».

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