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18 - Mayo - 2020
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El Etna, el volcán activo más grande de Europa, ha entrado en erupción en la mañana de este domingo, con una visible columna de humo que se divisa a varias kilómetros de distancia. Según explican los medios locales, también se ha detectado una intensa emisión de ceniza en ciertas zonas, pero sin lava en las laderas. Apenas unas horas después de la erupción, el instituto de geofísica y vulcanología italiano, el INGV, ha comunicado que la actividad ha disminuido notablemente en el volcán de Sicilia. Así, los técnicos apuntan que a las 06:30 de la mañana se detectaron variaciones en la zona que apuntaban a una erupción, que ha emitido cenizas sobre el Valle del Bove. Las condiciones climáticas están impidiendo un mayor seguimiento de la actividad, que se está controlando gracias a la red de monitoreo, explicó el INGV. El pasado mes de marzo también se reportó una breve erupción del volcán. Con frecuentes erupciones, conocidas desde hace al menos 2.700 años, la última gran erupción de este volcán se remonta a diciembre de 2018. Antes de la erupción de este domingo se registraron algunos temblores volcánicos, sin mayor gravedad.

El Etna, en Sicilia, expulsa lava durante una enorme erupción en 2013.

El monte Etna, en el límite noreste de Sicilia, es un volcán hiperactivo capaz de producir tanto flujos de lava incandescente como explosivos espectáculos pirotécnicos rodeados de rayos. También se está desplazando hacia el mar Jónico y un nuevo estudio aporta pruebas del porqué. Se ha sabido durante bastante tiempo que el Etna se mueve. Pero no lo hace rápido: de media, su migración ocurre mucho más lentamente que el ritmo de crecimiento de las uñas humanas. Pero los geólogos buscan la causa exacta del movimiento del volcán, ya que está vinculado al riesgo de que el sufra un derrumbamiento catastrófico.

Casi un millón de personas viven en las laderas del Etna y millones más residen en las costas del mar Jónico. Si parte del volcán cerca de la costa se vuelve inestable y se desprende en el agua, podría generar tsunamis que devastarían las orillas del Mediterráneo oriental. «Un derrumbamiento masivo sería un desastre en una zona vasta y densamente poblada», afirma Boris Behncke, vulcanólogo del Observatorio Etna del Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología de Italia, que no participó en el último estudio.

Para su nuevo estudio, publicado en Science Advances, un equipo liderado por Morelia Urlaub del Centro Helmholtz de Investigación Oceánica en Kiel, Alemania, dispuso varios transpondedores submarinos en torno a las faldas sudorientales del Etna, la parte móvil de la montaña, según sospechan. Estos transpondedores contenían sensores de presión que detectaban los movimientos más leves de las faldas mar adentro. Los dispositivos también registraron sus posiciones respecto al resto, por eso el equipo pudo detectar el movimiento de la falda en comparación con las partes más estables del terreno. Según el equipo, sus resultados demuestran que la gravedad es la fuerza principal que provoca el movimiento de esta parte del volcán. El magma que sube dentro del volcán también está implicado, pero el equipo cree que ejerce un efecto general menor sobre la ladera marina del Etna.

Los nuevos resultados «nos transportan al emocionante reino del seguimiento submarino en el Etna por primera vez», afirma el vulcanólogo John Murray, de la Open University de Reino Unido, que no participó en la nueva investigación. Murray dirigió un estudio anterior que también supervisó el deslizamiento del Etna y explica que los nuevos datos se ajustan a las observaciones de su equipo, ya que «las fuerzas magmáticas son menos importantes que la expansión gravitacional en el desplazamiento externo del Etna». Hasta hace poco, muchos expertos pensaban que las inyecciones de magma a poca profundidad dentro del feroz volcán eran las principales impulsoras de su desplazamiento. De hecho, durante algunas erupciones del Etna, dispositivos de rastreo han registrado movimientos de varios metros. Esto tendría sentido: el magma ascendente puede inflar partes de la montaña, añadiendo más peso en algunas secciones y provocando la aparición de debilidades estructurales.

Pero la falda sudoriental del Etna tiende a deslizarse por brotes y no todo ese movimiento está vinculado a la roca fundida de su interior. Durante las labores de supervisión más recientes, entre abril de 2016 y julio de 2017, se detectó un importante movimiento en torno a mediados de mayo de 2017, cuando la falda del volcán se desplazó hacia el mar entre 2,5 y 5 centímetros. Esta actividad coincidió con el movimiento de una falla local durante ocho días. El equipo está de acuerdo en que el magma sí está implicado, ya que otras aceleraciones de la falda coinciden a la perfección con intrusiones inequívocas de nuevo material fundido. Pero el hecho de que deformaciones tan gigantescas tengan lugar lejos de la cumbre, dominada por el magma, sugiere que dicha gravedad es la estrella del espectáculo, una idea que comparten otros grupos de investigadores.

Si parte del volcán cerca de la costa se vuelve inestable y se desprende en el agua, podría generar tsunamis que devastarían las orillas del Mediterráneo oriental.

En abril de 2018, el equipo de Murray informó de su trabajo empleando cientos de kits GPS tierra adentro para evaluar el movimiento del Etna. Sus datos indicaron que entre 2001 y 2012 el Etna se desplazó hacia el mar Jónico en dirección sureste a un ritmo de unos 14 milímetros al año. Estos investigadores también sospechan que la gravedad es la fuerza impulsora que empuja al Etna sobre una capa de sedimentos sueltos.

El estudio de abril sugería que todo el volcán se estaba desplazando, pero el nuevo estudio solo investigó la falda sudoriental. Aun así, con ambos estudios en mente, «parece que el consenso cambia hacia un deslizamiento provocado por la gravedad como mecanismo dominante» de los movimientos del Etna. Las interpretaciones del nuevo estudio son bastante razonables, aunque añade que se trata de una situación compleja y es probable que la contribución de los tirones gravitacionales y los movimientos magmáticos varíen con el tiempo. Ambos factores están vinculados, y los movimientos de la falda provocados por la gravedad permiten que sucedan las intrusiones de magma. Es complicado afirmar algo definitivo, a no ser que los métodos empleados por los autores se apliquen durante un periodo mucho más largo que cubra un área mucho más grande.

También está la cuestión de si el movimiento de la falda sudoriental podría provocar un derrumbamiento catastrófico. Los datos indican que es una posibilidad, aunque señalan que todavía no cuentan con información suficiente como para afirmarlo con seguridad. Los geólogos necesitan décadas de datos de seguimiento antes de determinar la diferencia entre un deslizamiento normal y otro rápido. Actualmente, no existen señales de un derrumbamiento inminente en las laderas del Etna, pero la falta de datos sobre incidentes similares implica que no hay forma de determinar cuándo podría ocurrir un derrumbe. No es de extrañar que el Etna sea uno de los volcanes más supervisados del planeta.

Surge en la espléndida Sicilia, cerca del estrecho de Messina, el Etna, el volcán activo más alto de Europa y uno de los más grandes de todo el mundo, entró a formar parte de la World Heritage List de la UNESCO en junio de 2013. Es un laboratorio natural científico terrestre de las zonas volcánicas y su intensa actividad se observa y se narra desde los tiempos de la Antigüedad. Se escribe de ella, de hecho, desde hace unos 2.700 años y es por esto que para la UNESCO representa “un record de documentación en el campo de los volcanes”.

“Los cráteres, las cenizas, los ríos de lava, las grutas hechas de lava y las depresiones de los valles del Bove, hacen del Etna un destino privilegiado y un importante centro de investigación internacional con una larga historia de influencias en la ciencia de la vulcanología, la geología y las demás disciplinas científicas de la tierra” además, “su notoriedad, su importancia científica y sus valores culturales y pedagógicos son de importancia mundial”. Estas son las innovaciones que han llevado a la Unesco a hacer del volcán siciliano un patrimonio mundial. Siglos y siglos de erupciones han modificado el paisaje circundante, transformando la flora y la fauna mediterránea típica de Sicilia en un evocador ambiente casi lunar. Un ambiente tutelado bajo la forma de parque natural, el Parque Natural del Etna, instituido en 1987.

El parque y el mismo volcán se pueden visitar gracias a numerosos senderos naturales, abiertos a todos. Además el volcán presenta varias bocas dispersas a diferentes alturas, producidas como consecuencia de las distintas erupciones en el tiempo; de fácil acceso para los visitantes y los investigadores y a las que llegan las excursiones. Además de los estudiosos que lo conocen y lo estudian desde hace años, el Etna es un destino interesante también para los turistas que tienen un motivo adicional para visitar Sicilia y la bellísima provincia de Catania, en la que surge el volcán. Un vínculo indisoluble une Catania y el Etna: el volcán domina desde lo alto y redibuja el panorama y el paisaje. Un paisaje vasto y variado que va desde la franja costera que se asoma a las aguas del Jonico, hasta los vastos campos sembrados de cítricos y viñedos, desde los densos bosques de castaños y robles hasta la naturaleza más yerma y casi lunar a medida que nos acercamos a la cima del Etna desde la que se disfruta de un espectacular panorama de Sicilia, hasta la isla de Malta.

De noche, cuando el volcán está en erupción, la vista del Etna es todo un espectáculo: el impresionante río de lava que discurre lentamente a lo largo de las paredes del monte y los chorros que saltan iluminando el cielo son un espectáculo único que no hay que perderse. Símbolo de Sicilia, el Etna es una etapa fundamental para todos aquellos que visitan esta magnífica tierra y, en invierno, cuando la nieve cubre todo el paisaje, se convierte en un apreciadísimo destino para los amantes del esquí.

Dentro de la zona protegida del Parque de Etna, no hay que perderse el Valle del Bove (depresión volcánica), una enorme cuenca en el lado oriental del volcán cuyas paredes, de 1000 metros de altura, aparecen incididas por profundos cañones y la Gruta del Gelo, una notable cavidad volcánica en la que se ha formado un glaciar perenne. Interesante es la Garganta de la Alcantara, formada a lo largo de siglos por la acción erosiva de las frías aguas del río del mismo nombre que se puede recorrer en fila india atados unos a otros. Además de la bellísima ciudad de Catania, que surge en la costa a los pies del Etna, son muchos los lugares interesantes que hay que visitar y que no se encuentran distantes más de 100 km del volcán: desde la maravillosa Taormina, hasta los cercanos lugares Unesco de Piazza Armerina, Val di Noto, Siracusa y Pantalica.

El Etna es un volcán activo en la costa este de Sicilia, entre las provincias de Mesina y Catania. Tiene alrededor de 3322 metros de altura, aunque esta varía debido a las constantes erupciones. La montaña es hoy en día 21,6 metros menor que en 1865. Es el volcán activo con mayor altura de la placa Euroasiática, el segundo en referencia a la Europa política después del Teide y la montaña más alta de Italia al sur de los Alpes. El Etna cubre un área de 1190 km2, con una circunferencia basal de 140 kilómetros.

Hasta inicios del siglo XX, por lo menos, era frecuente que la población siciliana llamara Gibellu a este célebre volcán; tal denominación local deriva de la presencia árabe en el lugar durante la Edad Media. En efecto, Gibellu o Gibello deriva de la palabra árabe yébel (monte, montaña). Aún hoy, se llama en Sicilia Gibello o Mongibelo a la montaña, quedando la denominación Etna para el cono volcánico.

En la mitología griega, el Etna era el volcán en cuyo interior se situaban las fraguas de Hefesto, que trabajaba en compañía de cíclopes y gigantes. El monstruoso Tifón yacía debajo de esta montaña, lo que causaba frecuentes terremotos y erupciones de humo y lava. Su nombre derivaba de la ninfa Etna, hija del gigante Briareo y de Cimopolia, o de Urano y Gea, que se convirtió en la deidad de este famoso volcán. Por ello, fue la juez que resolvió la disputa sobre la posesión de Sicilia entre Deméter y Hefesto. Uniéndose con este último fue madre de los pálicos, los dos dioses de sendos géiseres famosos en la isla. Haciendo abstracción de la mitología, el nombre deriva de la palabra cananea (o del fenicio) attanu (arder) y luego de la griega aithos (con el mismo significado de arder).

Durante la ocupación árabe de Sicilia en la Edad Media, el Etna fue llamado Yébel Uhamat (Montaña de fuego), pasando a ser llamado durante siglos por gran parte de los italianos con la palabra mixta (románica-arábiga): Mongibello. El Etna es uno de los volcanes más activos del mundo y está casi en constante erupción. Aunque en ocasiones puede ser muy destructivo, no está contemplado como un volcán particularmente peligroso, y miles de personas viven en sus alrededores e incluso en sus faldas. La fertilidad de la tierra volcánica hace que la agricultura extensiva, con viñas y huertos, se extienda a lo largo de las laderas de la montaña. Debido a la reciente actividad volcánica y a su población, el Etna ha sido designado como uno de los 16 Volcanes de la Década por las Naciones Unidas.

En junio de 2013 el Etna fue declarado Patrimonio de la Humanidad por resolución del Comité de la UNESCO.

La actividad volcánica del Etna comenzó hace aproximadamente medio millón de años cuando la humanidad apenas estaba dando sus primeros pasos, con erupciones bajo la superficie marina, costa afuera de Sicilia. El vulcanismo empezó hace 300.000 años hacia el suroeste de la cumbre actual, antes de que la actividad se moviera hacia el centro actual hace unos 170.000 años. Las erupciones de ese momento comenzaron a construir el edificio volcánico principal, formando un estratovolcán en erupciones efusivas y eruptivas alternadas. Desde hace 35.000 a 15.000 años el Etna experimentó algunas erupciones altamente explosivas, generando algunos flujos piroclásticos importantes que dejaron extensos depósitos de ignimbrita. La ceniza de estas erupciones se ha encontrado en lugares tan alejados como Roma, a 800 km al norte.

Sabemos por el registro geológico, que otros volcanes se han derrumbado catastróficamente y han causado deslizamientos de tierra realmente grandes, muy grandes, y si estos deslizamientos de tierra ingresan al mar, pueden causar un tsunami.. La posibilidad de que eso suceda en el Etna aún no se puede cuantificar. Las observaciones científicas de la montaña se remontan solo a unas pocas décadas y toda la historia del Etna abarca 500.000 años. Se necesita más monitoreo para detectar si hay algún cambio en la forma en que se está moviendo la pendiente y para estimar su riesgo de colapso.

Las erupciones del Etna no son todas iguales. Algunas ocurren en la cumbre, donde hoy día hay cuatro cráteres distintos: el Cráter Noreste, la Vorágine, la Bocca Nuova y el Cráter Sureste. Otras suceden en los flancos, donde existen más de 200 ventilaciones, variando su tamaño desde pequeños hoyos en el suelo a grandes cráteres de cientos de metros de diámetro. Las erupciones en la cumbre pueden ser muy explosivas y extremadamente espectaculares, aunque rara vez amenazan las zonas habitadas alrededor del volcán. Por el contrario, las erupciones en los flancos pueden ocurrir incluso a unos pocos cientos de metros de altitud, bien en las cercanías o en las mismas áreas pobladas. Numerosos pueblos y pequeñas ciudades se encuentran cerca o sobre los conos de antiguas erupciones laterales. Desde el año 1600 d. C. ha habido al menos 60 erupciones laterales e incontables erupciones en la cumbre. Casi la mitad de éstas ha ocurrido desde el comienzo del siglo XX y el 3er milenio ha visto cuatro erupciones laterales, hasta ahora: en 2001, 2002-2003, 2004-2005, 2008 y 2019. La primera erupción conocida del Etna es la registrada por Diodoro Sículo. El poeta romano Virgilio dio lo que probablemente sea una descripción de primera mano en la Eneida.

Durante los últimos 2000 años la actividad del Etna ha sido por lo general efusiva, con ocasionales erupciones explosivas en su cumbre. La más destructiva durante este período ha ocurrido entre marzo y julio de 1669 cuando, según se estima, se emitieron 830.000.000 de m³ de lava y obligó a abandonar la extensamente destruida villa de Nicolosi. El 11 de marzo, se abrió una fisura de 9 km de largo en el flanco sur de la montaña, extendiéndose desde la cota de 2.800 m hasta la de 1.200 m más abajo. La actividad migró cuesta abajo de forma continua y el ventiladero mayor finalmente se abrió cerca de la villa de Nicolosi. El cono de ceniza acumulado en el ventiladero en erupción se conoce con el nombre de Monti Rossi (Montes rojos) y es todavía un hito prominente del terreno. Nicolosi fue rápidamente enterrada por flujos de lava y dos pequeñas localidades cercanas fueron también destruidas durante el primer día de erupción. Ésta fue extremadamente voluminosa y otras cuatro localidades fueron destruidas en los tres días siguientes por flujos de lava orientados hacia el sur. Después de aniquilar dos poblados de considerable tamaño a fines de marzo, la lava alcanzó las afueras de Catania a principios de abril.

Pasadas las 11.30 de la mañana del 17 de Marzo de 2017, a 2.700 metros de altura, el cráter rugió un segundo y escupió violentamente toneladas de lava y sedimentos acumulados en la superficie. El Etna, el volcán más grande de Europa, entró en erupción por tercera vez en menos de tres semanas, expulsando lava fundida a una altura de cerca de 200 metros. Diez personas -dos de ellos, vulcánologos que trabajaban en la zona- resultaron heridas de carácter leve a causa del fenómeno. Solo seis de los heridos requirieron ser trasladados a un hospital. Pese a la espectacularidad del proceso, el estado de erupción del Etna, uno de los volcanes más activos del mundo, no tuvo ninguna característica especial en su patrón de actividad. De hecho, los últimos episodios, registrados en diciembre de 2016 y en mayo de 2015, fueron mucho más violentos que el de esa mañana. Pero esta vez la explosión se produjo cuando la nieve depositada sobre la superficie del cráter formó una suerte de tapadera que terminó saliendo despedida.

Stefano Branca, vulcánologo miembro del Instituto de Geología y Vulcanología deItalia (INGV), se encontraba en la zona en el momento de la erupción. En conversación telefónica explica a EL PAÍS la causa de la espectacular explosión. "No es nada particular. La última fue el 27 de febrero y este el segundo tiempo de aquello. Pero esta vez, ha encontrado una zona donde había nieve, se ha evaporado a toda prisa y se ha creado un vapor que ha generado la explosión. Es como cuando haces la pasta y cierras con la tapa la olla. En este caso la ha hecho saltar", explicó Branca.

El fenómeno se conoce como explosión freática y se produce cuando una masa lávica de alta temperatura entra en contacto con un objeto más frío como el agua o la nieve. En este caso, la explosión hizo saltar los bloques de lava y terreno pedregoso que cubría el cráter desde la última erupción. "Dura un segundo, pero si estás cerca, te puede lastimar", continúa Branca. La lava de la erupción procede de un cráter de la zona sureste de la montaña siciliana, de 3.000 metros de altitud. La erupción, grabada por el INGV, no amenazó las zonas residenciales ni se esperó que interfiriera en el tráfico aéreo

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