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26 - Septiembre - 2022
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Por estos días (el 26 de septiembre) se conmemora la semana de prevención del embarazo en la adolescencia en América Latina, una realidad que da cuenta de uno de los mayores indicadores de la desigualdad existente en un país. Para las Naciones Unidas, el embarazo adolescente constituye una “fábrica de pobres”, pues replica la desigualdad en las niñas y mujeres, atentando contra sus derechos a una vida digna, en una manifiesta violencia de género. Las niñas madres aumentan anualmente en el mundo, y si bien en Chile las tasas de embarazo adolescente han disminuido en el tiempo, sigue preocupando la ocurrencia del segundo embarazo en la misma etapa evolutiva.

Datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), entregados en 2021, señalan que la tasa específica de fecundidad en Chile corresponde a 23,2 nacimientos por cada 1.000 jóvenes entre los 15 y 19 años, cifra que da cuenta de una sostenida disminución con respecto a años anteriores. De este modo, si en 2010 se contabilizó un total de 39.010 embarazos adolescentes, en 2018 la cifra disminuyó a 14.640. Si bien, estos datos van de la mano con una tendencia a nivel país de la disminución de la tasa de fecundidad general en las mujeres, se considera que la tasa de embarazo adolescente se ha mantenido relativamente estable en los últimos años. Para las adolescentes, existen aún importantes desigualdades de acuerdo a los distintos territorios, nivel educacional y socioeconómico.

Es altamente preocupante que, del total de adolescentes embarazadas en el año 2017 (17.369), cerca de 472 tenían menos de 15 años; y lo que es más grave, 5 de ellas eran madres por segunda vez. De estos embarazos, según la experiencia de los programas CEPIJ de Corporación Opción, muchos han surgido en contextos de violencia o abuso sexual. Dichas experiencias vitales para las adolescentes, revisten diversos problemas en distintas dimensiones, conllevando un importante impacto biopsicosocial. Como lo señala la Sociedad Chilena de Obstetricia y Ginecología Infantil y de la Adolescencia (SOGIA), el embarazo adolescente implica problemas de autoimagen corporal, en el derecho de identidad, definición de roles, lo cual en su forma agravada se vincula a tasas de mortalidad infantil más altas que en los demás grupos etarios, deserción escolar temprana y en general perpetuación del círculo de pobreza.

Por tanto, aparece como relevante, en estos tiempos en que las violencias de género hacia las niñas y adolescentes se visualizan cada día más, continuar con los esfuerzos para que la maternidad constituya una elección y no una imposición. El Estado debe velar por sus derechos a la salud sexual y reproductiva de calidad, así como a una Educación Sexual Integral y Temprana, para todos y todas, lo cual, en el concierto internacional de los expertos, es una de las principales maneras de efectiva prevención.

OPCIÓN es un Corporación privada, sin fines de lucro que protege y defiende los derechos de los niños, niñas y adolescentes y promueve el ejercicio de su ciudadanía, a través de atención directa en centros especializados y el diseño de propuestas innovadoras en el ámbito de las políticas públicas.

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Cuando una niña o mujer adolescente queda embarazada, su vida cambia por completo, al igual que la vida de su familia y las personas a su alrededor. Está comprobado, además, que estas mujeres se encuentran con grandes barreras sociales y educativas. Ahora bien, tanto en América Latina como en el resto del mundo, los embarazos adolescentes suceden en mayor medida por dos factores: la falta de acceso a educación sexual de calidad y la falta de servicios de prevención y anticoncepción. En otras palabras, estos embarazos son una consecuencia de falta de información, limitado acceso a anticonceptivos y violencia sexual y de género. Además, a estos factores hay que agregarle las capas sociales que conllevan un embarazo adolescente, que se mueven alrededor del estigma social y el desconocimiento alrededor del tema. Por otro lado, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el embarazo adolescente disrumpe en la educación de las mujeres y en otras oportunidades de vida, a su misma vez esto hace que estas entren en un círculo vicioso de pobreza. Los cuerpos de las mujeres adolescentes no están desarrollados para pasar por un proceso de embarazo y parto sin que esto traiga consecuencias a largo plazo. De hecho, en este tipo de embarazos existe un mayor riesgo de ruptura del útero y otros órganos del cuerpo y por tanto, incrementa el riesgo de muerte tanto para la mamá, como para el bebé.

Igualmente, cuanto más joven es la mamá, hay una mayor probabilidad de que el bebé tenga malnutrición, trastornos en el desarrollo, malformaciones y un 50 por ciento más de probabilidades de morir en las primeras semanas de vida. En cuanto a la mamá, existe riesgos de preeclampsia, una alta mortalidad, mayor probabilidad de contraer enfermedades de transmisión sexual y una falta de atención médica por desconocimiento del embarazo. Actualmente, la mayoría de nacimientos de mamás adolescentes se dan en Asia Oriental, seguido de África Occidental y América Latina. Sin embargo, existen bases de datos limitadas para entender este fenómeno alrededor del mundo, lo que también hace más difícil la creación por parte de los gobiernos de acciones concretas para mitigar los embarazos.

Latinoamérica tiene la segunda tasa más alta de embarazos en el mundo, con alrededor de 18 por ciento de los nacimientos correspondientes a menores de 20 años. En cifras, cada año un millón y medio de mujeres adolescentes entre 15 y 19 años tienen bebés en la región. Aunque en el mundo entero los números de embarazos adolescentes están cayendo, en la región de América Latina se mantienen estables. De hecho, algunos embarazos en niñas menores de 14 años son planeados, pues es una alternativa a un desempleo en el futuro, así lo encontró la ONG Save the Children. Además, encontraron que en la región, las madres jóvenes tienen más probabilidad de ser solteras después de tener a sus hijos. Por otro lado, la mitad de las mamás adolescentes en la región se dedican a tareas domésticas, pues ellas suelen abandonar el colegio, un fenómeno que sucede especialmente en familias de menores recursos. A su misma vez, tienen tres veces menos oportunidades de obtener un título universitario que el resto de las mujeres. La región, además, presenta la segunda tasa de fecundidad más alta entre mujeres de 15 a 19 años del mundo, adicionalmente, el Fondo de Naciones Unidas para la Población (UNFPA), encontró que en muchos países está prohibido entregar métodos anticonceptivos a los adolescentes, una de las razones detrás de las altas tasas de embarazo.

La primera acción que deben tener los tomadores de decisión de la mano con el sector salud, es apostar por una buena salud sexual y reproductiva para adolescentes. Entonces, los programas deben ser diseñados para que esta población, de manera educativa, apueste por la planificación mientras están en el tránsito de convertirse en personas sexualmente activas. Por ejemplo, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) recomiendan ampliamente el uso de anticonceptivos que estén aprobados por la FDA, pero especialmente aquellos de largo plazo que son reversibles, como los dispositivos intrauterinos e implantes. Esto, en lo posible, debe ir acompañado de la discusión de las metas reproductivas de los adolescentes con un profesional de la salud, para poder suplir las necesidades de cada persona. También es importante empoderar a las mujeres jóvenes y una de las herramientas más poderosas para hacerlo es a través de la educación, pues está demostrado que asegurar un espacio para niñas y mujeres en colegios y universidades, reduce los índices de fertilidad, retrasa la edad de matrimonio y primer embarazo, genera una mayor participación de ellas en el mercado laboral y una mayor representación en general. Igualmente, el empoderamiento de las niñas tiene efectos a largo plazo en los países con mejores economías y sociedades más equitativas. Por cada dólar que se gasta en programas educativos, se reciben cinco dólares a la economía.

Sin embargo, no es de olvidar que a pesar de los esfuerzos hechos hasta la actualidad, aún existen muchas inequidades de género en el mundo que impulsan el embarazo adolescente. Por otro lado, la comunidad científica de Frontiers encontró que los sistemas de salud que organizan programas de educación sexual y anticoncepción, deben entrenar al personal médico para que mejoren su conciencia, actitudes y habilidades para entender de una mejor manera las necesidades de los adolescentes. Esto debe ir acompañado de facilidades médicas que sean más amigables con esta población, por ejemplo, centros de salud que promuevan la confidencialidad entre médico y paciente, horarios que estén por fuera de los horarios educativos y reducción de tarifas que los adolescentes puedan pagar en caso de que sus padres o tutores no lo apoyen. Por último, los gobiernos deben impulsar leyes que prevengan que una mujer menor de 18 años pueda contraer matrimonio, pues 30 por ciento de las mujeres en países de desarrollo se casan antes de esta edad. Es importante también crear conciencia sobre el sexo consensuado entre adolescentes, porque muchas niñas y mujeres son presionada a tener sexo por amigos y familiares. En conclusión, las cifras de embarazo adolescente en América Latina son aún muy altas y demuestran una falta de atención por parte de los gobiernos para tomar acciones concretas. Sin embargo, se ha demostrado que estos embarazos son prevenibles y pueden descender a niveles bajos si los tomadores de decisiones, de la mano de los profesionales de la salud, crean proyectos y metas conjuntas con ayuda de la ciencia que atiendan a esta población.

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