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29 - Octubre - 2021
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La discusión sobre el protocolo de Irlanda del Norte sigue abierta. Y a ello se ha sumado la guerra pesquera desatada en las últimas horas entre Reino Unido y Francia por las licencias de pesca que concede o no concede Londres. Este viernes se han reunido en Londres el ministro británico para el Brexit, David Frost, y el vicepresidente de la Comisión Europea Maros Sefcovic como colofón a una semana de negociaciones entre la UE y el Gobierno británico en la capital inglesa. “Las conversaciones se han llevado a cabo con un espíritu constructivo", ha afirmado un portavoz británico tras la reunión: "Pero las distancias entre nosotros siguen siendo sustanciales. Como hemos señalado anteriormente, las propuestas de la UE [para relajar los controles aduaneros a las mercancías que pasan de Gran Bretaña a la isla de Irlanda] representan un paso adelante positivo, pero no agilizan los movimientos de mercancías entre Gran Bretaña e Irlanda del Norte en la medida necesaria para una solución duradera. Tampoco se han comprometido todavía con los cambios necesarios en otras áreas, como la política de subvenciones, el IVA y la gobernanza del Protocolo, incluido el papel del Tribunal de Justicia de la UE".

El papel del Tribunal de Justicia, supervisor de la ley europea, que se aplica en este caso en Irlanda del Norte mientras sea parte del mercado único para facilitar que no haya frontera con la República de Irlanda, es innegociable para Bruselas y, al mismo tiempo, inasumible para Boris Johnson, quien lo firmó de su puño y letra. “Nuestra posición sigue siendo que serán necesarios cambios sustanciales en el Protocolo si queremos encontrar una solución sostenible que funcione en el mejor interés de Irlanda del Norte y apoye el Acuerdo de Belfast (Viernes Santo)", dicen fuentes de Downing Street: “Lord Frost y el vicepresidente Sefcovic, y sus equipos, se reunirán nuevamente en Bruselas la semana que viene". Fuentes de la Comisión Europea han explicado que "el vicepresidente Sefcovic recordó que las propuestas a medida presentadas no tienen precedentes y tienen un gran alcance. Abordan las preocupaciones planteadas por la gente y las empresas de Irlanda del Norte. Además, pidió al Gobierno británico que se comprometiera de manera constructiva con estas propuestas".

El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, en una visita al mercado de pescado de Grimsby, el 9 de diciembre de 2019.

"Es fundamental encontrar un terreno común entre las respectivas posiciones de la UE y el Reino Unido", prosigue el portavoz comunitario: "Le debemos al pueblo de Irlanda del Norte encontrar soluciones estables lo antes posible. La Comisión no escatimará esfuerzos en este empeño".

Las discusiones sobre el protocolo de Irlanda del Norte continuarán la próxima semana. El Sefcovic y Frost se reunirán en Bruselas el próximo viernes 5 de noviembre. Por si fuera poco, en la reunión se ha atravesado la guerra pesquera desatada entre Reino Unido y Francia. Según fuentes comunitarias, "el vicepresidente Sefcovic alentó al Reino Unido a intensificar las conversaciones con la Comisión Europea y Francia para resolver el problema de las licencias de pesca pendientes. Todos los buques franceses que tengan derecho a una licencia deberían recibir una".

Downing Street, por su parte, han explicado: "Frost también ha expresado al vicepresidente Sefcovic nuestras preocupaciones sobre las medidas injustificadas anunciadas por Francia a principios de esta semana para interrumpir la pesca del Reino Unido y el comercio en general, amenazar el suministro de energía y bloquear una mayor cooperación entre el Reino Unido y la UE, por ejemplo en el programa de investigación Horizon. Frost dejó en claro que, si estas acciones se implementan según lo planeado el 2 de noviembre, pondrían a la Unión Europea en incumplimiento del Acuerdo de Comercio y Cooperación (TCA, el acuerdo firmado en la Nochebuena pasada para regular el postBrexit). En consecuencia, el Gobierno está considerando la posibilidad, en esas circunstancias, de iniciar procedimientos de resolución de conflictos en el marco del TCA, y de otras respuestas prácticas, incluida la implementación de controles de la actividad pesquera de la UE en aguas territoriales del Reino Unido, dentro de los términos del TCA".

La Ley de Pesca del Reino Unido revoca los derechos de los buques de la UE.

Es decir Reino Unido acusa a la UE de saltarse el acuerdo del postBrexit mientras se está saltando el acuerdo del Brexit. Y amenaza con acudir al sistema de resolución de conflictos –arbitraje– si Francia mantiene sus planes de tomar medidas comerciales contra Londres si no concede las licencias de pesca a barcos franceses que París entiende le corresponden en virtud del acuerdo del postBrexit.

Reino Unido y Francia han desatado la guerra de la pesca por las cuotas que, según París, no concede Londres a los pesqueros franceses en un nuevo acto de incumplimiento de los acuerdos sobre derechos de pesca. Así, como respuesta, Francia anunció durante el miércoles que había detenido a un arrastrero británico que había estado pescando frente a sus costas sin licencia, y emitió una advertencia a otro. En paralelo, el Gobierno británico había advertido a su vez que tomaría represalias si Francia introduce controles adicionales en los barcos y camiones que llegan desde Reino Unido. "La cifra del 98% de las licencias concedidas por el Reino Unido a europeos es falsa", ha dicho este jueves la ministra del Mar francesa, Annick Girardin: "Sólo son el 90,3%. Evidentemente, los 10 puntos que faltan son los que corresponden a los franceses. Han pasado 9 meses desde que los pescadores franceses ya no pueden trabajar. Es una violación de lo firmado por parte de los británicos. Basta".

Los puertos afectados por mayores controles pueden ser anunciados a principios de la próxima semana, según un funcionario diplomático francés citado por Politico, que descartó que se fueran a aplicar al enlace ferroviario Eurostar entre los dos países. En una declaración difundida el jueves por la noche por el ministro de Asuntos Europeos francés, Clement Beaune, París también amenazaba con interrumpir el suministro de energía del Reino Unido si Boris Johnson no aborda las denuncias francesas sobre las licencias de pesca. Beaune anunciaba "una segunda serie de medidas". El Gobierno de Boris Johnson replicó: "Las amenazas de Francia son decepcionantes y desproporcionadas, y no son lo que esperaríamos de un aliado y socio cercano. Las amenazas no parecen ser compatibles con el Acuerdo de Comercio y Cooperación (el TCA firmado entre Londres y la UE) y el derecho internacional y, si se llevan a cabo, recibirán una respuesta adecuada y calibrada".

El ministro británico para el Brexit, David Frost, quien este viernes se ha reunido con Sefcovic, tuiteó el miércoles que era "muy decepcionante que Francia haya sentido la necesidad de hacer amenazas". Frost dijo que no había habido "ninguna comunicación formal" del Gobierno francés sobre el asunto y que buscaban "una aclaración urgente".

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La pesca no alcanza el 0,1% del PIB del Reino Unido. Tampoco supone un sector tan esencial como otros para la Unión Europea y, sin embargo, se ha convertido en uno de los grandes puntos de discordia en las negociaciones para lograr un acuerdo comercial para la era pos-Brexit. La clave de su peso específico no es estrictamente productiva ni estratégica. Se trata en realidad de un “símbolo romántico” de la soberanía nacional, como lo define un diplomático de alto rango en Bruselas, y también de un sector en el que Londres cuenta con un as en la manga. “Es el único punto en el que los británicos parten con posición de ventaja: porque nosotros queremos algo de ellos”, en palabras de un eurodiputado alemán que sigue las discusiones. “Por eso lo dejan para el final. Para torturar al presidente francés, Emmanuel Macron, y que acabe cediendo en algún otro punto”.

A finales de 2020 y con el pulso entre los equipos negociadores de ambas orillas del Canal de la Mancha casi en un punto de saturación, y con un posible acuerdo a la vista, lo que estaba en juego era el acceso a las aguas británicas, un copioso caladero que representa cerca del 15% del total de la pesca europea y del que salieron entre 2012 y 2016 una media anual de 1.285 millones de toneladas de pescado, según un extenso estudio encargado por la Comisión de Pesca de la Eurocámara en 2019, con motivo del Brexit. La UE de los 27 se llevó la mayor parte (un 57%) frente a los pescadores británicos (un 43%). Y esto es lo que Boris Johnson, con su retórica nacionalista, lleva años prometiendo recuperar.

El 1 de enero el Brexit se consumó, al concluir el período transitorio pactado, el Reino Unido abandonó la Política Pesquera Común, que define el acceso de los barcos europeos a la llamada Zona Económica Exclusiva de este país, la cual se extiende 200 millas náuticas (unos 370 kilómetros) desde la costa británica. La UE aspiraba, al principio de la negociación, a que se mantuviera un acuerdo similar al sistema de cuotas que regía hasta ahora. Londres buscaba, al contrario, recuperar el control e implantar un régimen parecido al noruego, que negocia de año en año las capturas de las flotas de la UE en sus aguas. La diferencia es que con Noruega se pacta la pesca de media docena de especies; en los mares británicos se haría para casi un centenar.

El pastel a repartir supone unos 650 millones de euros en forma de caballas, arenques, lenguados, cigalas y merluzas (los pescados más atrapados, en este orden, por parte de la flota europea). Lo que trascendoó de la discusión esos últimos días: Michel Barnier, el negociador jefe del lado europeo, habría propuesto recortar (es decir, devolver al Reino Unido) entre un 15% y un 18% los derechos de pesca de los Veintisiete en aguas británicas, según informó RTE, la televisión pública irlandesa, una cifra que habría sido tildada por Londres como “irrisoria”. Mientras tanto, David Frost, que lideraba el diálogo por parte del Reino Unido, estaría tratando de retener hasta un 80% de la pesca en sus aguas. Y, como suele suceder con las negociaciones en Europa, todo puede acabar en algún punto intermedio: un pacto provisional aceptable para ambas partes y un horizonte gradual de reducción de la presencia europea. “Boris Johnson no necesita una victoria económica, sino decirle a sus votantes que habrá menos barcos europeos en aguas británicas y más pescado para los pescadores del Reino Unido y Escocia”, aseguraba entonces Pierre Karleskind, presidente de la Comisión de Pesca del Parlamento Europeo, y eurodiputado de La República en Marcha, el partido del presidente galo. La pesca, prosigue, sería una de “las pocas cosas tangibles” que un político puede ofrecer a sus ciudadanos. Y este argumento vale para Londres, y también para París, la capital del país más afectado.

Francia suma cerca del 30% del valor generado por la flota europea en aguas británicas, según otro informe sobre el Brexit redactado en 2017 para la Eurocámara, y le siguen Países Bajos, Irlanda y Dinamarca. En términos globales, no supone un gran porcentaje para el total del sector francés, pero en algunos puertos de los departamentos de Norte y de Bretaña, esa zona costera que casi abraza a la isla vecina, podría llevarse por delante un 50% de los empleos, asegura Karleskind. A Macron le queda algo más de un año para acudir a las urnas y pesa el fantasma de unos nuevos chalecos amarillos formados por curtidos lobos de mar. “¿Querrías a los pescadores franceses marchando hacia París? Son un grupo de tipos duros”, reconoce un diplomático al tanto de las negociaciones. Francia se ha convertido en uno de los huesos más duros de roer para Londres. La postura gala se mantiene en que es preferible que no haya acuerdo antes que un mal acuerdo. Y repite que se trata de una negociación comercial global, de la que la pesca solo es una mínima parte inseparable del conjunto. En octubre de 2020, cuando Johnson amenazó a Bruselas con levantarse de la mesa, Macron replicó que la idea de que el acuerdo tropieza por la pesca es “un argumento táctico del Reino Unido”. Hay otras cuestiones clave, como el acceso de los británicos al mercado energético europeo, hoy interconectado y otro jugoso pedazo del pastel. “El acceso al mercado único de la energía tiene un valor económico para los británicos de entre 750 millones y 2.500 millones de euros. Sería un mal negocio”, dijo Macron.

De hecho, un mal acuerdo comercial sería también nefasto para Londres: la UE representa el destino de dos tercios de sus exportaciones pesqueras, y Francia es su principal cliente. Este comercio podría enfrentarse a aranceles de hasta un 24%, según el informe de la Eurocámara. El Reino Unido también perdería el derecho a faenar en aguas europeas, un problema menor, pero que suma 87 millones de euros. Y, sobre todo, se arriesgaría a la temida reacción de Bélgica: cuenta con una de las flotas más pequeñas de la UE, pero es la más dependiente de las aguas británicas, de donde obtiene hasta el 50% de sus capturas. Y en caso de ruptura brutal podría invocar un tratado de 1666, por el cual el rey Carlos II de Inglaterra le agradeció a la ciudad de Brujas, entonces territorio español, el refugio prestado durante su huida del régimen de Oliver Cromwell.

Carlos II fue rey de Inglaterra, Escocia e Irlanda desde el 29 de mayo de 1660 hasta su muerte, en 1685. Su padre, Carlos I, fue ejecutado en 1649 tras la Guerra Civil Inglesa; la monarquía fue entonces abolida y el país se convirtió en una república bajo la tiranía de Oliver Cromwell, el «Lord Protector».

Recuperado el trono, Carlos II le regaló a la villa flamenca el “derecho de acceso eterno” de 50 barcos pesqueros a las aguas inglesas. El tratado, invocado varias veces en la historia, lo puso sobre la mesa el embajador de Bélgica ante la UE en una discusión sobre el Brexit. Ya en el pasado los juristas británicos aconsejaron a su Gobierno no litigar sobre este tratado, según recogía el diario La libre, porque corrían el riesgo de perder.

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