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22 - Octubre - 2020
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El papa Francisco, en plena división ideológica en la Iglesia católica, sorprendió ayer con unas declaraciones en las que apoya la creación de leyes que amparen la unión civil entre personas del mismo sexo. Las palabras del Papa emergen del documental Francesco, estrenado el miércoles en el Festival de Cine de Roma y dirigido por el ruso Evgeny Afineevsky. “Los homosexuales tienen derecho a estar en una familia. Son hijos de Dios y tienen derecho a una familia. Lo que tenemos que hacer es crear una ley de uniones civiles. Así están cubiertos legalmente. Yo apoyé eso”, señala el Pontífice en la película. Una toma de posición que, en ningún caso, tiene que ver con apoyar el matrimonio homosexual ni en la renuncia a la convicción de que los actos sexuales llevados a cabo entre personas del mismo sexo son pecado.

La mirada sobre este asunto no completamente nueva en Jorge Mario Bergoglio. Y a eso, probablemente, se referiría el propio Pontífice en el documental cuando señala: “Yo lo apoyé”. Su biógrafo, Austen Ivereigh, recuerda que cuando el Papa era arzobispo de Buenos Aires se opuso a la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, pero se mostró a favor de una ley que regulase las uniones en una votación celebrada en el seno de la Conferencia Episcopal Argentina (que perdió). “Lo hizo porque cree que deben respetarse los derechos básicos como poder heredar, visitar al otro en el hospital… Es una cuestión de justicia civil. Esa fue su posición matizada, pero perdió el voto con los otros obispos”, recuerda al teléfono el autor de El gran reformador, la biografía de referencia sobre Francisco.

Es la primera vez, sin embargo, que Francisco muestra un apoyo tan nítido y directo a este tipo de uniones desde que fue nombrado Papa en 2013. Además, la referencia explícita a la “familia” profundiza más en un concepto hasta ahora tabú para la Iglesia en relación con la convivencia entre personas homosexuales. La cita puede generar dudas, pero no está en la agenda del Vaticano aprobar, en ningún caso, la adopción de hijos en las parejas homosexuales.

Las leyes de unión civil entre personas del mismo sexo ya existen en la mayoría de países europeos. Pero Francisco pide que se promuevan refiriéndose, se supone, a los lugares donde todavía no existen. La nacionalidad rusa de su entrevistador, además, hace suponer que el Papa piensa en lugares donde los homosexuales son perseguidos.

La posición de Francisco sobre la integración de los homosexuales en la Iglesia ha sido siempre algo ambigua, pero mucho más avanzada que la de sus predecesores. La primera vez que habló de ello como Pontífice fue en un el vuelo de vuelta de su viaje a Brasil en 2013. Entonces dijo: “Si una persona es gay y busca a Dios y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?”. Explicó también que dicha orientación sexual no era un pecado, aunque matizó que sí lo eran los actos.

Más adelante, además, en unas polémicas declaraciones, aconsejó llevar a los niños homosexuales al psicólogo. “Todo el mundo tiene derecho a tener un crío, venga como venga. Comprendo que genere dolor si es homosexual, pero nunca se echa del hogar a alguien porque tenga tendencia homosexual. Cuando la persona es muy pequeña y muestra síntomas raros, puede ir a un psicólogo para que vea a qué se debe eso”, señaló en una entrevista en La Sexta, un canal de televisión de España.

La posición oficial del Vaticano respecto a las uniones civiles entre personas del mismo sexo seguía siendo la que se estableció en 2003 durante el pontificado de Juan Pablo II. Entonces, la Congregación para la Doctrina de la Fe, que dirigía el futuro papa Joseph Ratzinger, publicó un documento bajo el título “Las consideraciones en lo concerniente a las propuestas de dar reconocimiento legal a las uniones entre personas homosexuales”. “La Iglesia enseña que el respeto por las personas homosexuales no puede conducir de ninguna manera a la aprobación de la conducta homosexual o en el reconocimiento legal de las uniones homosexuales”.

La declaración, que llega en un momento de profunda división ideológica, sorprende por el formato en que se produce. Lucetta Scaraffia, historiadora y experta en asuntos sociales y de la mujer en la Iglesia cree que “es parte de su proceso de apertura”. “Es algo importante. Hay que recordar todos los partidos católicos que han hecho una guerra contra esto. Supongo que creará problemas dentro de la Iglesia y en el mundo político. Quizá hacía falta hacerlo de forma más detallada y transitoria, es como si faltase un pasaje hasta llegar aquí”, opina. Un método, sin embargo, habitual en este papado.

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El Papa Francisco comparó a finales de 2019 con el dictador alemán Adolf Hitler a los políticos que arengan contra los judíos, los gitanos o los homosexuales, durante una audiencia con los asistentes al XX Congreso Mundial de penalistas. En un extenso discurso, el pontífice denunció y expresó su preocupación por los "episodios de odio" que actualmente se registran en la sociedad, que atribuyó a poderes políticos a los cuales no citó expresamente.

"Se registran episodios por desgracia no aislados, ciertamente necesarios de un análisis profundo, en los que encuentra desahogo el malestar social de los jóvenes y de los adultos", alertó el Papa ante los miembros de la Asociación Internacional de Derecho Penal.

En este sentido, explicó que "no es raro que a veces reaparezcan emblemas y acciones típicas del nazismo".

"Os confieso que, cuando escucho algún discurso de algún responsable del orden o de Gobierno, me vienen a la mente los discursos de Hitler", señaló Bergoglio. En su opinión, "son acciones típicas que, con sus persecuciones contra los judíos, los gitanos o las personas de orientación homosexual, representan el modelo negativo por excelencia de la cultura del descarte y del odio". "Así se hacía en aquella época y actualmente renacen estas cosas", advirtió.

El pontífice llamó a estar vigilantes "en el ámbito civil y eclesiástico para evitar cada posible compromiso -que se presupone involuntario- con estas degeneraciones".

Unos meses antes, un obispo proclamó que "los gays existen porque las embarazadas tienen sexo anal".

El obispo de Morphou Neophytos, en Chipre, generó una enorme polvareda al viralizarse unas palabras más que polémicas. En ellas, el sacerdote ortodoxo afirmaba que las personas homosexuales se “contagian” durante el embarazo: "Es un problema, que generalmente se transmite por los padres al niño". Pero no conforme con eso, explicó cómo sería ese contagio: “La transferencia de la homosexualidad ocurre cuando una pareja tiene relaciones sexuales ‘no naturales’ cuando la mujer está embarazada”. Es decir, que si una mujer embarazada practica el sexo anal, el bebé adquiere inmediatamente la condición de gay.

ACCEPT es un grupo LGTBI chipriota que ha denunciado las palabras del obispo, aunque han llegado incluso a bromar con ellas, preguntándose “cómo se crean entonces las lesbianas”. Sin embargo, más allá de bromas, aseguran su condición sexual provoca que sufran constantemente ataques homofóbicos en Chipre. Hace algunas semanas, una encuesta del periódico Parikiaki, un diario para la comunidad griega que vive en Inglaterra, revelaba que tres de cada cuatro personas LGTBI calificaban de “discriminatoria y poco acogedora” a la comunidad chipriota. Pero entre las personas heterosexuales, ese porcentaje era también del 53 por ciento, es decir, de más de la mitad.

Lo planteó como arzobispo y dos veces más como Francisco, pero no ha logrado hasta esta semana trasladar la cuestión de las relaciones entre personas del mismo sexo al ámbito civil.

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No fue una casualidad, ni se le escapó. Francisco lo dijo -y sabía lo que decía porque lo ha explicado públicamente al menos en otras dos ocasiones-, en una entrevista a la cadena de televisión mexicana Televisa emitida en 2019: “Son hijos de Dios. Tienen derecho a una familia. No se puede echar de la familia a nadie ni hacerle la vida imposible por esto. Lo que debemos crear es una ley sobre las uniones civiles. De este modo los homosexuales tendrían una cobertura legal”.

Lo dijo, pero no fue emitido, fue censurado. ¿Por quién? Por el propio Vaticano, según los analistas conocedores de los intríngulis de la Santa Sede consultados por La Vanguardia. Estas mismas fuentes no saben responder por qué esta parte de la entrevista no vio la luz, cuando no era algo nuevo, y la ve ahora en el documental Francesco, del realizador ruso Evgeni Afineevsky, que fue presentado el pasado miércoles en el Vaticano. Quizá lo fue por algo tan simple como una deficiente política comunicativa de la Santa Sede.

Sea como fuere, el Pontífice bendice las uniones civiles de gais y lesbianas, pero no el matrimonio entre personas del mismo sexo, como ya hiciera Jorge Mario Bergoglio como arzobispo de Buenos Aires en 2010, tres años antes de ser elegido Papa, pero no fue secundado por sus compañeros de episcopado. No hay, pues, cambio de doctrina en el magisterio de la Iglesia Católica. Quienes consuman el acto sexual con otra persona del mismo sexo, pecan.

La unión entre personas del mismo sexo se ha ido normalizando en los últimos años, como revela esta foto de un desfile de modelos nupciales del 2014.

Lo que hace Bergoglio, ahora como papa Francisco, es abogar por que la sociedad reconozca los derechos de los gais a unirse civilmente. Y traslada la cuestión de las relaciones de lesbianas y gais a la esfera civil. Así, en cierto modo, “impide que la Iglesia reconozca las relaciones entre personas del mismo sexo”, explica Lisa Fullam, profesora de teología en la Universidad de Santa Clara, en la revista National Catholic Reporter.

En esta línea, el cardenal Vincent Nichols, arzobispo de Westminster y presidente de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales, adoptó una posición similar antes de la introducción en el Reino Unido de una ley de matrimonio entre personas del mismo sexo en 2011. El cardenal Nichols defendió en su lugar las uniones civiles, que ofrecen a las parejas homosexuales “protección y disposición legal”. Ahora bien, Francisco es el primer Papa que adopta públicamente esta postura, aunque a título declarativo y sin marchamo de documento pontificio o vaticano, como el de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que en 2003 sostenía que había que oponerse al reconocimiento legal de las uniones homosexuales “porque oscurecen ciertos valores básicos y devalúan la institución del matrimonio”. Francisco trata a los homosexuales con “respeto, compasión y sensibilidad”, como manda el Catecismo de la Iglesia Católica. Lo dejó claro en julio de 2013, en el vuelo de regreso a Roma desde Brasil, donde sostuvo un encuentro de ochenta minutos con los periodistas que cubrían su viaje. Le preguntaron por el supuesto lobby gay del Vaticano.

“Yo no he encontrado a nadie con un documento de identidad que diga soy gay. Creo que cuando uno se encuentra con una persona así debe de distinguir entre el hecho de ser gay y el hecho de hacer lobby, porque ningún lobby es bueno”, replicó. Y añadió para que se grabara a cincel en su historial: “Si una persona es gay, busca a Dios, y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?”. La posición adoptada por el Papa en el documental Francesco, tampoco es nueva. Ya la había expresado en sendas entrevistas publicadas. “Llamemos a esto uniones de hecho, no bromeemos con la verdad”, respondió al ser preguntado en 2017 por la posibilidad de que dos parejas del mismo sexo contrajeran matrimonio. También habló sobre las uniones civiles en una entrevista de 2014 con el periódico italiano Corriere della Sera, en la que reconoció que los estados que aprobaron leyes de unión civil lo estaban haciendo principalmente para brindar derechos legales a las parejas del mismo sexo.

¿Y su referencia a la familia? ¿Pueden crear una familia? ¿Tienen derecho a formar una familia? El Papa dice que tienen derecho a una familia. Y que no se puede echar de la familia a nadie ni a hacerle la vida imposible por esto. Ambiguo para algunos, claro para otros. “Quizá Francisco no sepa que esta frase se utiliza de modo habitual para pedir el reconocimiento del derecho a la progenitoriedad, es decir, a conseguir tener hijos por diferentes medios”, ha escrito en La Vanguardia la historiadora Lucetta Scaraffia. Su apertura, sostiene Scaraffia, no cree que llegue a este punto, porque iría en contra de una moral bioética que se ha pronunciado siempre contraria a la fecundación asistida, la inseminación heteróloga o los vientres de alquiler. Los analistas consultados por La Vanguardia consideran que Francisco se refiere más al hecho de que los gais y lesbianas tienen derecho a ser miembros de la familia humana y de construir sus relaciones en comunidad, sin estigmas.

Como le ocurrió a Andrea Rubera, un romano homosexual que tiene tres hijos con su pareja y escribió al Papa para explicarle que quería enviarlos a la parroquia, pero que temía que fueran discriminados. Francisco le llamó días después y le animó. “Lleve a sus hijos a la iglesia, sea transparente sobre su familia, va a ser bueno para ellos aunque no todos estarán de acuerdo con una familia de este tipo. Hicimos exactamente lo que nos dijo”, explica Rubera en el documental, donde valora el cambio de actitud del Pontífice. También lo alaba el chileno Juan Carlos Cruz, víctima y activista contra los abusos sexuales, quien asistió a la presentación del documental el pasado miércoles en Roma. “Cuando conocí al papa Francisco me dijo que sentía mucho lo sucedido. Juan, es Dios quien te hizo gay y, en todo caso, te ama. Dios te ama y el Papa también te ama”, cuenta este ciudadano chileno en Francesco.

Sea como fuera, la declaración del Pontífice ha levantado ampollas en el sector conservador de la Iglesia, especialmente en Estados Unidos, donde sirve para cerrar filas en torno al presidente y candidato a la reelección, Donald Trump. También ha representado un apoyo a las comunidades homosexuales que son perseguidas legalmente en algunos países africanos con el apoyo de algunos obispos. O, más cerca de nosotros, en Polonia, la tierra de Juan Pablo II, donde proliferan las localidades que pretenden acabar con la ideología gay. Porque Francisco, en su misericordia, antepone la persona a su condición sexual.

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La Iglesia Mormona anunció en abril de 2019, durante la Conferencia Anual General, que, a partir de ahora, las parejas LGTB podrán bautizar a sus hijos e hijas en la institución. La medida se dio a conocer por el propio presidente, Dallin Oaks, en el evento llevado a cabo en Salt Lake City. La también conocida como la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, consideraba que, al contraer matrimonio con una persona del mismo sexo, el integrante de la Iglesia incurría en apostasía.

«Si bien aún consideramos que ese tipo de matrimonios son una seria transgresión, no serán tratados como apostasía por propósitos de disciplina de la Iglesia«, señalaron en la declaración emitida.

Dallin Oaks, presidente de la Iglesia Mormona durante la conferencia del pasado año.

Por aquellos días Brunéi anunció la entrada en vigor de un nuevo código penal muy duro basado en la sharia, la ley islámica, que provocó una condena internacional. El código prevé unas estrictas leyes contra la comunidad LGTB que castigan el sexo entre hombres con la lapidación hasta la muerte. "Cuando éramos pequeños, nos enseñaban que las piedras [para lapidar] no tenían que ser demasiado grandes para que la persona no muriera tan rápido. Si lo piensas, es terrible", dijo a la BBC Shahiran, que emigró a Reino Unido para evitar la presión.

Protestas en Londres por las nuevas leyes de Brunéi en contra de los homosexuales.

Con su nuevo código penal, Brunéi se une al grupo formado por Irán, Arabia Saudita, Yemen, Sudán, Mauritania y partes de Nigeria y Somalia, países en los que también se prevé la pena de muerte para castigar las relaciones homosexuales, según datos de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transgénero e Intergénero (ILGA, por sus siglas en inglés).

Detrás de la aprobación de estas estrictas penas se encuentra el sultán Hassanal Bolkiah, uno de los pocos monarcas absolutistas que quedan en el mundo. La comunidad gay de Brunéi expresó conmoción y temor ante los "castigos medievales". Amnistía Internacional instó a Brunéi a que "detenga de inmediato" la implementación de las nuevas penas.

En 2017, al celebrar los 50 años de su ascenso al trono, el sultán fue trasladado en una carroza tirada por 50 cortesanos.

Desde febrero de este año las parejas lesbianas y parejas gays pueden casarse en Irlanda del Norte, pero solo podían, como en la mayoría de países que se ha aprobado el matrimonio igualitario, hacerlo por la vía civil. Pero desde septiembre ha dado un paso aún más allá en lo que a igualdad de derechos se refiere, y gays y lesbianas pueden casarse también por la iglesia si así lo desean, lo que sigue la línea de Escocia, Inglaterra y Gales. El reverendo Chris Hudson, ministro de la Iglesia All Souls en Belfast, miembro de la Iglesia no suscrita de Irlanda, dio la bienvenida al cambio de ley. “Esta es una gran noticia para las parejas que desean celebrar su matrimonio en la iglesia, abrazados por la familia, los amigos y el amor de Dios. Ya he estado hablando con varias parejas que han estado esperando este día para que finalmente puedan tener la boda por la iglesia que tanto han deseado».

Un estudio elaborado por investigadores de la Universidad de Estocolmo y del Centro para la Prevención del Suicidio de Dinamarca ha analizado el número relativo de suicidios entre 1989 y 2002 y entre 2003 y 2016 dando como resultado que los suicidios entre personas LGTB cayeron un 42% entre los dos periodos, frente al 28% de bajada en grupos heterosexuales. Las fechas no son arbitrarias. Pese a su tardía incorporación al club de los países donde el matrimonio igualitario era legal (2012), Dinamarca aprobó la primera ley que dotaba de cierto amparo legal a las parejas LGBT en 1989. Por su parte, en 2003, Suecia extendió la normativa de parejas de hecho al colectivo LGTB, aunque la Ley de matrimonio llegó en 2009. Tan solo tuvieron que pasar treinta años para que los gobiernos ampliaran la base de derechos LGBT. A corto plazo, esto tiene consecuencias en la forma en la que el colectivo LGBT se observa a sí mismo, y por tanto en su salud mental. La tasa de suicidios entre personas homosexuales o trans es mucho mayor a la de heterosexuales y cisgénero. Si a esto sumamos el efecto «salvador» del matrimonio, ya que los solteros se suicidan mucho más, el resultado, en Suecia y Dinamarca, es muy simple: menos suicidios. El estudio advierte, de cualquier modo, que queda trabajo por hacer. La tasa de suicidios dentro de los matrimonios homosexuales sigue superando con mucho a la de las parejas heterosexuales. Un estudio del 2018 basado en 35 investigaciones de diez países diferentes observó que los jóvenes LGTB trataban de suicidarse tres veces más que sus iguales heterosexuales. Ante este problema la solución parece bastante sencilla: educar y legislar.

Pásate por destacado >> junio 2019.

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