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23 - Febrero - 2023
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Lanzada a finales de 2014, la misión Hayabusa 2 de la Agencia de Exploración Aeroespacial Japonesa (JAXA) pasó la mayor parte de 2018 y 2019 estudiando Ryugu. La composición de este asteroide, rico en carbono, hacía pensar a los científicos que allí podían encontrar restos de agua y materia orgánica. En febrero de 2019, la sonda disparó un proyectil de un metal llamado tántalo sobre el suelo del asteroide, que impactó a 300 metros por segundo. Las partículas desprendidas del suelo fueron recogidas por un instrumento especial que, en diciembre de ese mismo año, envió a la Tierra una muestra de 5,4 gramos (con fragmentos de roca de 10 mm) que llegarían a la atmósfera un año después.

Este jueves un número especial de Science detalla los análisis realizados en esas muestras, con dos nuevos estudios que describen la composición y estructura de moléculas orgánicas, además de una revisión de tres estudios ya publicados el verano pasado. En el primer artículo inédito en Science, los científicos detallan que las muestras de Ryugu contienen fragmentos de roca en los que predominan minerales similares a la arcilla, como la serpentina y la saponita, así como carbonatos, sulfuros y magnetita. Las muestras de Ryugu datan de las primeras etapas del Sistema Solar, hace unos 4.565 millones de años, cuando un fluido templado y rico en agua se filtró a través del asteroide, convirtiendo los componentes primordiales del Sistema Solar en los minerales que ahora se encuentran en su interior.

Ryugu es un asteroide que forma parte de los asteroides Apolo, descubierto el 10 de mayo de 1999 por el equipo del Lincoln Near-Earth Asteroid Research desde el Laboratorio Lincoln en Socorro, Nuevo México. Designado provisionalmente como 1999 JU3. Fue nombrado Ryugu en homenaje al palacio submarino Ryugu-jo de Ryujin, el dios dragón del mar según cuenta una leyenda japonesa, sobre un pescador que fue recompensado con una visita al palacio y trajo una caja con un secreto. La sonda espacial Hayabusa 2 ha visitado este asteroide, llegando a orbitario en julio de 2018, y trajo de vuelta una cápsula con muestras de su superficie el 5 de diciembre de 2020.

Los trabajos publicados permiten reconstruir la historia astroquímica de Ryugu. Los autores explican que algunas de las moléculas orgánicas identificadas se formaron en el medio interestelar (conjunto de materia y energía que existe en el espacio) y que son anteriores a la formación Sistema Solar. Dos millones de años después de que comenzara a formarse nuestro sistema planetario, parte del material de la región exterior colapsó por efecto de la gravedad para formar un objeto sólido (planetesimal), identificado como el cuerpo parental de Ryugu. Tres millones de años más tarde, la desintegración de elementos radiactivos elevó su temperatura interna lo suficiente como para fundir el agua congelada, que reaccionó con la roca durante millones de años, hasta que la temperatura volvió a descender. Esas interacciones modificaron la geología y formaron moléculas orgánicas adicionales en el cuerpo celeste. Alrededor de mil millones de años después, un impacto en ese cuerpo parental expulsó material al espacio; parte de esos fragmentos se acumularon bajo la gravedad para formar Ryugu. Hace sólo unos cinco millones de años, las perturbaciones gravitatorias provocaron la migración del asteroide a su actual órbita cercana a la Tierra.

El asteroide Ryugu y el origen de la vida.

En cuanto al segundo estudio, liderado por Hikaru Yabuta, catedrática en la Universidad de Hiroshima, los investigadores analizaron las moléculas orgánicas solubles extraídas de las muestras de Ryugu e identificaron aminoácidos, amino alifáticos, ácidos carboxílicos e hidrocarburos aromáticos policíclicos. Las moléculas identificadas compartían propiedades con los restos orgánicos encontrados en meteoritos carbonáceos caídos en la Tierra. De acuerdo con los autores, los hallazgos demuestran que este tipo de moléculas orgánicas pueden sobrevivir en la superficie de los asteroides carbonáceos, a pesar de la dureza de las condiciones en el espacio. "Resulta sorprendente que moléculas prebióticas como los aminoácidos y el ácido acético puedan sobrevivir en condiciones tan severas, su presencia sugiere que los granos de la superficie superior pueden proteger a las moléculas orgánicas", explica Hiroshi Naraoka, investigador de la Universidad de Kyushu (Japón). "Estas moléculas pueden ser transportadas por todo el Sistema Solar, dispersándose potencialmente como partículas de polvo interplanetario tras ser expulsadas de la capa superior del asteroide por impactos u otras causas. La humanidad podría incluso utilizar esas moléculas orgánicas como recurso en el futuro".

Hikaru Yabuta, catedrática en la Universidad de Hiroshima.

Además, los análisis subrayan el valor de las misiones espaciales. "Los pequeños asteroides son material sobrante de la formación del Sistema Solar. Sus muestras pueden proporcionar información sobre los procesos que tuvieron lugar durante ese periodo", escribe Christopher D. K. Herd, de la Universidad de Alberta (Canadá) en un comentario en el mismo número. "Estas misiones están revolucionando el conocimiento científico de los cuerpos planetarios de los que se han obtenido las muestras y señalan el camino para otras misiones, como OSIRIS-REx -que está regresando con muestras del asteroide carbonáceo Bennu- o el esfuerzo internacional para conseguir traer muestras de Marte".

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