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14 - Octubre - 2025
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La Agencia Espacial Europea (ESA) ha revelado, a partir de los datos obtenidos por su misión Swarm, que la anomalía del Atlántico Sur sigue expandiéndose y mostrando un progresivo debilitamiento del campo magnético terrestre. Este fenómeno, que preocupa a la comunidad científica, ha aumentado su extensión hasta cubrir un área cercana a la mitad del continente europeo. El campo magnético de la Tierra es una barrera esencial que protege al planeta de la radiación solar y de las partículas cargadas procedentes del espacio. Su alteración en esta región, situada entre Sudamérica y África, supone un riesgo potencial para los satélites y sistemas tecnológicos que orbitan sobre ella, ya que quedan más expuestos a la radiación y pueden sufrir fallos o daños en sus componentes.

Los resultados del estudio, publicados en la revista Physics of the Earth and Planetary Interiors, confirman que la anomalía del Atlántico Sur no solo ha crecido desde 2014, sino que su debilitamiento se ha acelerado en el área situada al suroeste de África desde 2020. “La anomalía del Atlántico Sur no se comporta como una sola estructura”, afirmó Chris Finlay, profesor de Geomagnetismo en la Universidad Técnica de Dinamarca. “Su evolución varía dependiendo de la zona: hacia África la pérdida del campo es más intensa que cerca de Sudamérica”.

Este comportamiento irregular está vinculado a los denominados parches de flujo inverso, zonas donde las líneas del campo magnético se hunden en el núcleo terrestre en lugar de emerger hacia la superficie. Según los datos obtenidos por Swarm, uno de estos parches se desplaza hacia el oeste, bajo el continente africano, lo que contribuye a la pérdida de intensidad magnética en esa región del planeta.

La región de campo magnético terrestre débil sobre el Atlántico Sur, llamada Anomalía del Atlántico Sur, mostró una expansión considerable desde 2014 según los análisis recientes realizados con datos de la misión Swarm de la Agencia Espacial Europea.

La constelación Swarm, lanzada en 2013, está formada por tres satélites idénticos que miden con precisión las señales magnéticas generadas por el núcleo, manto, corteza y océanos, además de las procedentes de la ionosfera y la magnetosfera. Gracias a esta misión, la ESA cuenta con el registro más prolongado de mediciones continuas del campo magnético terrestre, lo que permite estudiar con gran detalle su evolución a lo largo del tiempo.

Los datos recopilados también indican que, mientras el campo magnético se ha fortalecido sobre Siberia, ha perdido fuerza en Canadá, desplazando el polo magnético norte hacia Asia. Este desplazamiento refleja la complejidad del magnetismo terrestre, generado por los movimientos del hierro fundido en el núcleo externo, situado a unos 3.000 kilómetros bajo la superficie. La directora de la misión, Anja Strømme, destacó la importancia de esta observación prolongada: “Gracias a más de una década de datos, podemos comprender mejor la dinámica del campo magnético y sus variaciones”. La ESA confía en prolongar las mediciones hasta 2030, coincidiendo con un nuevo mínimo solar que permitirá recopilar información aún más precisa sobre el comportamiento del campo.

La misión Swarm de la ESA documenta cambios en el campo magnético en Canadá, Siberia y el Atlántico Sur.

Este fenómeno afecta la seguridad de satélites y la navegación global, a la vez que se manifestaron cambios notables en las regiones de campo magnético fuerte de Canadá y Siberia, de acuerdo con resultados publicados por el equipo liderado por Chris Finlay en la revista Physics of the Earth and Planetary Interiors. Los científicos documentaron que la superficie de la Anomalía del Atlántico Sur, donde la intensidad del campo magnético cae por debajo de los 26.000 nanoteslas (nT), aumentó un 0,9% de la superficie terrestre entre 2014 y 2025. La intensidad mínima en esta región disminuyó 336 nT, desde 22.430 nT a 22.094 nT, según el estudio de Finlay y colaboradores. El debilitamiento resultó desigual: la zona al suroeste de África tuvo un descenso acelerado desde 2020, mientras que la región cercana a Sudamérica también evidencia una expansión del área de campo débil, aunque menos intensa.

La Anomalía del Atlántico Sur, identificada en el siglo XIX, representa un desafío para la seguridad espacial. Los satélites expuestos a esta región reciben dosis elevadas de radiación, lo que puede provocar fallos en sistemas electrónicos, daños en componentes críticos e incluso apagones temporales, según la ESA. Por ello, la evolución de la anomalía resulta de gran interés tanto para la comunidad científica como para los ingenieros responsables de infraestructuras tecnológicas en órbita baja.

El análisis de los datos de Swarm señala también transformaciones en las regiones de campo magnético fuerte del hemisferio norte. En Canadá, el área donde la intensidad supera los 57.000 nT descendió un 0,65% de la superficie terrestre, con una disminución máxima de 801 nT (de 58.832 nT a 58.031 nT). En contraste, en Siberia la región de campo fuerte aumentó un 0,42% y la intensidad máxima creció 260 nT, alcanzando los 61.619 nT en 2025. Este desplazamiento se conectó con el movimiento del polo magnético norte hacia Siberia en los últimos años, un fenómeno con impacto directo en los sistemas de navegación, tal como subraya el artículo.

La expansión de la Anomalía del Atlántico Sur incrementa los riesgos de radiación para satélites en órbita baja.

La dinámica registrada en estas zonas responde a procesos complejos en el límite entre el núcleo externo líquido y el manto terrestre. El campo magnético terrestre se genera por el movimiento del hierro fundido a 3.000 kilómetros de profundidad, que actúa como un gran conductor en rotación y produce corrientes eléctricas responsables del campo magnético global. Sin embargo, los mecanismos exactos resultan más complejos. Según Finlay, “la Anomalía del Atlántico Sur no es un bloque uniforme; evoluciona de manera diferente hacia África y cerca de Sudamérica. Hay algo particular en esta región que causa un debilitamiento más intenso del campo”. El equipo identificó patrones inusuales, denominados parches de flujo inverso, donde las líneas del campo magnético, en vez de salir del núcleo, regresan hacia él. Los datos de Swarm permitieron detectar uno de estos parches desplazado hacia el oeste bajo África, lo que contribuye al debilitamiento observado.

Estos cambios en el campo magnético repercuten directamente en la seguridad espacial y la navegación. Los modelos globales de navegación, empleados tanto en la aviación como en la navegación marítima y terrestre, dependen de mediciones precisas del campo magnético. A su vez, la expansión de la Anomalía del Atlántico Sur incrementa los riesgos para los satélites, que pueden sufrir daños debido a la mayor exposición a la radiación. La ESA resalta que la misión Swarm desempeñó un papel clave en la monitorización de estos riesgos y en la profundización de la comprensión sobre los peligros asociados al clima espacial. La misión Swarm, lanzada en 2013 como parte del programa FutureEO de la ESA, incluye tres satélites idénticos que proporcionaron la serie de datos más extensa y precisa del campo magnético terrestre desde el espacio. Esta continuidad ofreció a los científicos la posibilidad de observar la evolución del campo magnético con un nivel de detalle inédito. Anja Stromme, responsable de la misión Swarm en la ESA, afirmó: “Es realmente maravilloso poder ver el panorama completo de nuestra Tierra dinámica gracias a la larga serie temporal de Swarm”.

El debilitamiento del campo magnético terrestre se relaciona con procesos complejos en el núcleo externo y el manto.

Pásate por Orión H2-34fr.

El estudio recalca que la misión Swarm resultó esencial para documentar los cambios en el campo magnético generados en el núcleo terrestre durante la última década. La extensión de la vida útil de los satélites, especialmente Swarm Bravo, se considera crucial para seguir obteniendo información científica relevante, dado que los procesos internos del núcleo evolucionan a escalas de tiempo largas, y persisten aún numerosas incógnitas. Con los satélites de la misión Swarm en buen estado y aportando datos de alta calidad, la comunidad científica confía en que la serie de observaciones continúe más allá de 2030. Esto permitiría explotar futuros periodos de mínima actividad solar para obtener perspectivas inéditas sobre el funcionamiento interno de nuestro planeta y los riesgos asociados a la variabilidad del campo magnético terrestre.

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