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La Agencia Espacial Europea (ESA) ha revelado,
a partir de los datos obtenidos por su misión Swarm, que la
anomalía del Atlántico Sur sigue expandiéndose y mostrando
un progresivo debilitamiento del campo magnético terrestre.
Este fenómeno, que preocupa a la comunidad científica, ha
aumentado su extensión hasta cubrir un área cercana a la mitad
del continente europeo. El campo magnético de la Tierra es
una barrera esencial que protege al planeta de la radiación
solar y de las partículas cargadas procedentes del espacio.
Su alteración en esta región, situada entre Sudamérica y África,
supone un riesgo potencial para los satélites y sistemas tecnológicos
que orbitan sobre ella, ya que quedan más expuestos a la radiación
y pueden sufrir fallos o daños en sus componentes.
Los resultados del estudio, publicados en la
revista Physics of the Earth and Planetary Interiors, confirman
que la anomalía del Atlántico Sur no solo ha crecido desde
2014, sino que su debilitamiento se ha acelerado en el área
situada al suroeste de África desde 2020. “La anomalía del
Atlántico Sur no se comporta como una sola estructura”, afirmó
Chris Finlay, profesor de Geomagnetismo en la Universidad
Técnica de Dinamarca. “Su evolución varía dependiendo de la
zona: hacia África la pérdida del campo es más intensa que
cerca de Sudamérica”.
Este comportamiento irregular está vinculado
a los denominados parches de flujo inverso, zonas donde las
líneas del campo magnético se hunden en el núcleo terrestre
en lugar de emerger hacia la superficie. Según los datos obtenidos
por Swarm, uno de estos parches se desplaza hacia el oeste,
bajo el continente africano, lo que contribuye a la pérdida
de intensidad magnética en esa región del planeta.

La región de campo magnético terrestre débil
sobre el Atlántico Sur, llamada Anomalía del Atlántico Sur,
mostró una expansión considerable desde 2014 según los análisis
recientes realizados con datos de la misión Swarm de la Agencia
Espacial Europea.
La constelación Swarm, lanzada en 2013, está
formada por tres satélites idénticos que miden con precisión
las señales magnéticas generadas por el núcleo, manto, corteza
y océanos, además de las procedentes de la ionosfera y la
magnetosfera. Gracias a esta misión, la ESA cuenta con el
registro más prolongado de mediciones continuas del campo
magnético terrestre, lo que permite estudiar con gran detalle
su evolución a lo largo del tiempo.
Los datos recopilados también indican que, mientras
el campo magnético se ha fortalecido sobre Siberia, ha perdido
fuerza en Canadá, desplazando el polo magnético norte hacia
Asia. Este desplazamiento refleja la complejidad del magnetismo
terrestre, generado por los movimientos del hierro fundido
en el núcleo externo, situado a unos 3.000 kilómetros bajo
la superficie. La directora de la misión, Anja Strømme, destacó
la importancia de esta observación prolongada: “Gracias a
más de una década de datos, podemos comprender mejor la dinámica
del campo magnético y sus variaciones”. La ESA confía en prolongar
las mediciones hasta 2030, coincidiendo con un nuevo mínimo
solar que permitirá recopilar información aún más precisa
sobre el comportamiento del campo.

La misión Swarm de la ESA documenta cambios
en el campo magnético en Canadá, Siberia y el Atlántico Sur.
Este fenómeno afecta la seguridad de satélites
y la navegación global, a la vez que se manifestaron cambios
notables en las regiones de campo magnético fuerte de Canadá
y Siberia, de acuerdo con resultados publicados por el equipo
liderado por Chris Finlay en la revista Physics of the Earth
and Planetary Interiors. Los científicos documentaron que
la superficie de la Anomalía del Atlántico Sur, donde la intensidad
del campo magnético cae por debajo de los 26.000 nanoteslas
(nT), aumentó un 0,9% de la superficie terrestre entre 2014
y 2025. La intensidad mínima en esta región disminuyó 336
nT, desde 22.430 nT a 22.094 nT, según el estudio de Finlay
y colaboradores. El debilitamiento resultó desigual: la zona
al suroeste de África tuvo un descenso acelerado desde 2020,
mientras que la región cercana a Sudamérica también evidencia
una expansión del área de campo débil, aunque menos intensa.
La Anomalía del Atlántico Sur, identificada
en el siglo XIX, representa un desafío para la seguridad espacial.
Los satélites expuestos a esta región reciben dosis elevadas
de radiación, lo que puede provocar fallos en sistemas electrónicos,
daños en componentes críticos e incluso apagones temporales,
según la ESA. Por ello, la evolución de la anomalía resulta
de gran interés tanto para la comunidad científica como para
los ingenieros responsables de infraestructuras tecnológicas
en órbita baja.
El análisis de los datos de Swarm señala también
transformaciones en las regiones de campo magnético fuerte
del hemisferio norte. En Canadá, el área donde la intensidad
supera los 57.000 nT descendió un 0,65% de la superficie terrestre,
con una disminución máxima de 801 nT (de 58.832 nT a 58.031
nT). En contraste, en Siberia la región de campo fuerte aumentó
un 0,42% y la intensidad máxima creció 260 nT, alcanzando
los 61.619 nT en 2025. Este desplazamiento se conectó con
el movimiento del polo magnético norte hacia Siberia en los
últimos años, un fenómeno con impacto directo en los sistemas
de navegación, tal como subraya el artículo.

La expansión de la Anomalía del Atlántico Sur
incrementa los riesgos de radiación para satélites en órbita
baja.
La dinámica registrada en estas zonas responde
a procesos complejos en el límite entre el núcleo externo
líquido y el manto terrestre. El campo magnético terrestre
se genera por el movimiento del hierro fundido a 3.000 kilómetros
de profundidad, que actúa como un gran conductor en rotación
y produce corrientes eléctricas responsables del campo magnético
global. Sin embargo, los mecanismos exactos resultan más complejos.
Según Finlay, “la Anomalía del Atlántico Sur no es un bloque
uniforme; evoluciona de manera diferente hacia África y cerca
de Sudamérica. Hay algo particular en esta región que causa
un debilitamiento más intenso del campo”. El equipo identificó
patrones inusuales, denominados parches de flujo inverso,
donde las líneas del campo magnético, en vez de salir del
núcleo, regresan hacia él. Los datos de Swarm permitieron
detectar uno de estos parches desplazado hacia el oeste bajo
África, lo que contribuye al debilitamiento observado.
Estos cambios en el campo magnético repercuten
directamente en la seguridad espacial y la navegación. Los
modelos globales de navegación, empleados tanto en la aviación
como en la navegación marítima y terrestre, dependen de mediciones
precisas del campo magnético. A su vez, la expansión de la
Anomalía del Atlántico Sur incrementa los riesgos para los
satélites, que pueden sufrir daños debido a la mayor exposición
a la radiación. La ESA resalta que la misión Swarm desempeñó
un papel clave en la monitorización de estos riesgos y en
la profundización de la comprensión sobre los peligros asociados
al clima espacial. La misión Swarm, lanzada en 2013 como parte
del programa FutureEO de la ESA, incluye tres satélites idénticos
que proporcionaron la serie de datos más extensa y precisa
del campo magnético terrestre desde el espacio. Esta continuidad
ofreció a los científicos la posibilidad de observar la evolución
del campo magnético con un nivel de detalle inédito. Anja
Stromme, responsable de la misión Swarm en la ESA, afirmó:
“Es realmente maravilloso poder ver el panorama completo de
nuestra Tierra dinámica gracias a la larga serie temporal
de Swarm”.

El debilitamiento del campo magnético terrestre
se relaciona con procesos complejos en el núcleo externo y
el manto.
Pásate por Orión
H2-34fr.
El estudio recalca que la misión Swarm resultó
esencial para documentar los cambios en el campo magnético
generados en el núcleo terrestre durante la última década.
La extensión de la vida útil de los satélites, especialmente
Swarm Bravo, se considera crucial para seguir obteniendo información
científica relevante, dado que los procesos internos del núcleo
evolucionan a escalas de tiempo largas, y persisten aún numerosas
incógnitas. Con los satélites de la misión Swarm en buen estado
y aportando datos de alta calidad, la comunidad científica
confía en que la serie de observaciones continúe más allá
de 2030. Esto permitiría explotar futuros periodos de mínima
actividad solar para obtener perspectivas inéditas sobre el
funcionamiento interno de nuestro planeta y los riesgos asociados
a la variabilidad del campo magnético terrestre.

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