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10 - Octubre - 2020
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«Espero poder inspirar a otras jóvenes en este campo. Es un ámbito muy placentero si te apasiona la ciencia: aquí hay mucho que hacer», afirma Andrea Ghez momentos después de recibir la llamada que le comunicaba que había ganado el Premio Nobel de Física 2020 por su hallazgo junto con Reinhard Genzel del agujero supermasivo del centro de nuestra galaxia. Una situación «peculiar», ya que en 220 ediciones, tan solo cuatro mujeres han recibido esta distinción en Física.

Una historia que no ha sido muy cómplice con el género femenino, si bien no ha habido que esperar demasiado para volver a escuchar un nombre de mujer entre los premiados por la Academia: el último lo consiguió Donna Strickland en 2018, gracias a su método para generar los pulsos de láser más cortos e intensos creados por la humanidad (y que se utilizan en operaciones de oftalmología, entre otras aplicaciones). Sin embargo hay que remontarse bastante más para encontrar a la segunda galardonada con el Nobel de Física: en 1963 lo recibía Maria Goeppert-Mayer por proponer el modelo de capas nuclear. Y, antes que ellas dos, el capítulo donde una física era reconocida con este premio solo se había producido una vez más: allá por 1903, cuando Marie Curie fue premiada por sus hallazgos sobre la radiación. En números totales, Ghez es la mujer número 53 en conseguir un Nobel y la 18 en ser premiada en la categoría de ciencias.

Andrea Mia Ghez nació en Nueva York, el 16 de junio de 1965. Se licenció en Físicas en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) en 1987 e hizo su doctorado en el Instituto de Tecnología de California (Caltech) en 1992. Durante casi treinta años, Ghez ha liderado un equipo de astrónomos que han cartografiado con precisión el centro de nuestra Vía Láctea, con equipos cada vez más refinados, intentando escudriñar esa «maraña» de polvo estelar que fue indescifrable durante mucho tiempo. De forma paralela, su compañero Reinhard Genzel -del Instituto Max Planck de Física Extraterrestre en Garching (Alemania) y la Universidad de California, Berkeley (EE.UU)- hacía lo mismo. Y ambos equipos llegaban a la misma conclusión: existe un objeto invisible y extremadamente pesado en el centro de la Vía Láctea que hace girar a las estrellas de forma vertiginosa. La mejor evidencia que tenemos de que un agujero negro supermasivo domina nuestro centro estelar.

«¿Qué es lo que sentiste la primera vez que viste aquello?», le preguntaba un periodista nada más empezar la rueda de prensa tras conocer los nombres de los galardones del Nobel en Física 2020. «Duda», respondía Ghez por teléfono mientras se podía adivinar una sonrisa al otro lado del cable. «No sabemos qué hay dentro de un agujero negro y eso es lo que los hace tan fascinantes», continuaba la física, que aunque sigue muy activa en el campo de la investigación (a principios de este año su equipo hallaba unos nuevos extraños objetos desconocidos en la misma zona), dice sentirse más comoda en su faceta de docente en la Universidad de California (UCLA).

«Es muy importante convencer a la generación más joven de que su capacidad de cuestionar y pensar es crucial para el futuro del mundo». Es decir, que «duden» siempre, incluso aunque estén ante un hallazgo tan importante que en el futuro pueda suponer un Premio Nobel.

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Andrea Mia Ghez (Nueva York, 16 de junio de 1965) es una astrónoma estadounidense, profesora en el Departamento de Física y Astronomía de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Obtuvo la licenciatura en física del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) en 1987 y el doctorado en el Instituto Tecnológico de California (Caltech) en 1992. Detectó las condiciones notablemente tormentosas en un plasma caliente que fue arrastrado hacia el agujero negro que reside en el centro de la Vía Láctea, a 26.000 años luz de distancia. Esta detección del plasma caliente es la primera en una longitud de onda infrarroja, donde se emite la mayor parte de la energía del plasma perturbado, y se realizó usando el Telescopio Keck II. Fue elegida miembro de la Academia Nacional de Ciencias y de la Academia Estadounidense de Artes y Ciencias. Recibió varios premios y distinciones, incluidos el Gold Shield Alumnae de la UCLA, el Amelia Earhart Award, el Maria Goeppert-Mayer Award, el Premio Annie J. Cannon, el Premio Packard, el Premio Newton Lacy Pierce, el Premio Sackler, el Escudo de Oro a la Excelencia Académica, el Premio Crafoord y la Medalla de la Lectura Bakeriana.

El observatorio W. M. Keck dispone de los telescopios Keck I y Keck II que están en el tercer puesto entre los telescopios ópticos más grandes del mundo después del Gran Telescopio Sudafricano y del Gran Telescopio Canarias.

En el 2004, la revista Discover la incluyó en la lista de los veinte científicos de los Estados Unidos que han demostrado un alto grado de comprensión en sus respectivos campos. En octubre del 2020, recibió el Premio Nobel de Física, «por el descubrimiento de un objeto compacto supermasivo en el centro de la galaxia», reconocimiento que compartió con Reinhard Genzel y Roger Penrose. Sus investigaciones han abierto nuevos caminos en el estudio de objetos compactos y supermasivos. Es la cuarta mujer que gana el Premio Nobel de Física, en más de 200 galardones.

Nacida en Nueva York, pero criada en Chicago, Ghez primero quiso ser bailarina. Los alunizajes la inspiraron en ser la primera mujer astronauta y su madre la apoyó. Su único modelo de rol femenino fue su profesora de química en la escuela. Comenzó el colegio con especialización en matemáticas, pero cambió a física. En el 2004, Ghez fue elegida por la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. Ha colaborado en una lista notable de medios de comunicación y en documentales producidos por The Learning Channel, BBC y The History Channel. En el 2006 tuvo una aparición en la serie de divulgación científica estadounidense Nova.

En octubre del 2020, se anunció que ella y Reinhard Genzel obtuvieron el Premio Nobel de Física "por el descubrimiento de un objeto supermasivo en el centro de nuestra galaxia". Asimismo lo recibió Roger Penrose "por el descubrimiento de que la formación de agujeros negros es una predicción robusta de la teoría general de la relatividad". Con ello Andrea Ghez se convirtió en la cuarta mujer que obtiene este galardón.

Un agujero negro supermasivo es un agujero negro con una masa del orden de millones o decenas de miles de millones de masas solares. Estudios científicos sugieren fuertemente que la Vía Láctea tiene un agujero negro supermasivo en el centro galáctico, llamado Sagitario A*. Se cree que muchas, si no todas las galaxias, albergan un agujero negro supermasivo en su centro. De hecho, una de las teorías más extendidas en los últimos tiempos es la de suponer que todas las galaxias elípticas y espirales poseen en su centro un agujero negro supermasivo, el cual generaría la gravedad suficiente para mantenerla unida.

Primera imagen real de la historia de un agujero negro supermasivo ubicado en el centro de la galaxia M87 presentado el 10 de abril de 2019 por el consorcio internacional Telescopio del Horizonte de Sucesos.

Reinhard Genzel estudia astronomía infrarroja y submilimétrica. Él y su grupo están activos en el desarrollo de instrumentos terrestres y espaciales para la astronomía usándolos para rastrear los movimientos de las estrellas en el centro de la Vía Láctea, alrededor de Sagitario A*, y mostrar que estaban orbitando un objeto muy masivo, ahora conocido por ser un agujero negro. Genzel también participa activamente en estudios de formación y evolución de galaxias. En julio de 2018, Reinhard Genzel y su equipo informaron que una estrella S2 en órbita alrededor de Sgr A* se había registrado a 7.650 km/s o 2,55% de la velocidad de la luz que conducía a la aproximación al pericentro en mayo de 2018 a aproximadamente 120 UA ˜ 1.400 radios de Schwarzschild de Sgr A*. Esto les permitió probar el corrimiento al rojo predicho por la relatividad general a velocidades relativistas, encontrando una confirmación adicional de la teoría.

Roger Penrose, OM, FRS, es un físico matemático británico y profesor emérito de Matemáticas de la Universidad de Oxford. Es reconocido por su trabajo en física matemática, en particular por sus contribuciones a la teoría de la relatividad general y a la cosmología. Pero el hito histórico de Ghez a robado toda la atención mediática.

"La física podría ayudarnos a entender la conciencia".

Es aficionada a la natación, misma que realiza en el Club de Natación Masters, actividad que practica para tomar un descanso de la ciencia.

Usando la alta resolución en el infrarrojo del telescopio Keck, Ghez y sus colegas han sido capaces de observar el centro oscuro de nuestra galaxia, descubriendo que hay muchas estrellas orbitando elípticamente el agujero negro central. Desde 1995, el objeto SO-2 ha hecho casi una órbita elíptica completa, aunque serán necesarias varias décadas más para completar las órbitas de alguna de estas estrellas. En octubre de 2012 una segunda estrella en órbita alrededor del centro galáctico, SO-102, fue identificada por su equipo de la UCLA. La investigación actual de Ghez implica el uso de técnicas de alta resolución espacial en imágenes, como la óptica adaptativa y los Telescopios Keck, para estudiar las regiones de la formación estelar y el agujero negro supermasivo en el centro de la Vía Láctea conocido como Sagitario A*. Usa la cinemática de las estrellas cerca del centro de la galaxia como una prueba para investigar esta región. La alta resolución de los telescopios Keck le dan una mejora significativa en el primer gran estudio de las galaxias centrales cinemáticas por el grupo Reinhard Genzel.

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Marie Curie (1903), Maria Goeppert-Mayer (1963) y Donna Strickland (2018) marcaron el camino y ahora la física estadounidense Andrea Mia Ghez ha recibido el premio Nobel de física por el hallazgo de un objeto gigantesco en el centro de la Vía Láctea, un agujero negro capaz de generar el movimiento de las estrellas. Se trata de la última mujer galardonada con esta condecoración, continuando la estela de las escasas mujeres que lo habían logrado previamente.

Andrea Mia Ghez se ha convertido en la cuarta mujer en la historia en ser galardonada con el premio Nobel de Física. Y es que, junto a su compañero Reinhard Genzel ha conseguido hallar un objeto compacto de naturaleza masiva en el mismo centro de nuestra galaxia, un descubrimiento espectacular premiado por la Academia con la máxima distinción en lo que a la Física se refiere. Desde muy niña, esta neoyorkina quedó fascinada por las aproximaciones humanas al espacio y soñaba, como tantas otras, con ser astronauta y poder viajar hacia lo desconocido. No lo consiguió, pero como contrapartida se ha convertido en una de las astrofísicas más reputadas del globo. El camino no ha sido corto. Cursó sus estudios en el célebre Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y se doctoró cinco años más tarde.

Desde entonces, ha dedicado casi treinta años de su vida profesional, además de impartir clases en la Universidad de California, a cartografiar de la forma más precisa posible nuestra galaxia. Tras décadas de trabajo, la convergencia de su equipo con el de Genzel ha resultado fundamental para corroborar la presencia de un ente gigantesco en el centro de la Vía Láctea. Un agujero negro descomunal con un peso tal que puede desencadenar el movimiento de las estrellas.

Ghez es el último eslabón de una larga lista de brillantes mujeres físicas. Aunque en su caso su trabajo ha sido convenientemente premiado, lo cierto es que antes que ella solo tres mujeres más habían recibido el Nobel de esta disciplina. La más reciente fue la canadiense Donna Strickland, que obtuvo esta distinción tan solo hace dos años, en 2018, por su trabajo para generar pulsos ópticos láser de alta intensidad y muy cortos, una aplicación que se ha implementado en oftalmología.

¿Por qué la Premio Nobel de Física no tenía un perfil en la Wikipedia? Donna Strickland, la tercera mujer en recibir el Premio Nobel de Física en la historia y la primera en 55 años, ejemplificaba la invisibilización que sufren muchas mujeres en distintos ámbitos y en especial en la ciencia.

Para encontrar a la siguiente mujer de la lista debemos retrotraernos en el tiempo mucho más atrás. Concretamente, al año 1963, cuando la polaca nacionalizada francesa María Goeppert-Mayer se hizo con este Nobel merced a su análisis de la estructura de capas nuclear. En su caso, llama la atención que una física de su talento experimentara problemas para encontrar a un empleo acorde a su dimensión profesional.

La pionera en este campo fue la legendaria Marie Curie, un auténtico genio que, además de recibir el Nobel de física en 1903, se haría posteriormente con el de Química, algo que solo ha sucedido en tres ocasiones más, todas ellas con protagonista masculino. Curie contó con el respaldo de su marido y, de esta forma, pudo salvar, en la medida de lo posible, los convencionalismos sociales de la época, dedicándose al estudio de la radiación.

El 10 de diciembre de 1911, Marie Curie recibía el premio Nobel de química por “los servicios para el desarrollo de la química mediante el descubrimiento de los elementos radio y polonio”. Fue la primera mujer en recibir un premio Nobel y la primera persona en recibir dos (ella, Pierre Curie y Henri Becquerel habían compartido el premio de física de 1903 por su trabajo sobre la radiación). El impacto de Marie en el mundo científico, y en el papel de las mujeres en él, fue de tal magnitud que uno de los cuatro objetivos del Año Internacional de la Química 2011 (IYC2011) fue celebrar el centenario de su premio. Con esta entrada Experientia docet le rendía homenaje e inauguraba la serie Químicos Modernos que con motivo del IYC2011 dedicó a los grandes personajes, muchos desconocidos, de la química del último siglo y medio.

María Goeppert-Mayer, la mujer que llegó al corazón del átomo.

A lo largo de la historia de los premios Nobel, únicamente 54 mujeres han conseguido el galardón, o lo que es lo mismo, el 5% de los premiados. Un bagaje muy escaso para una distinción que se lleva concediendo ininterrumpidamente desde el año 1900. Como se ha mencionado, la aportación de Marie Curie es especialmente destacada pues, además de haberlo recibido en dos disciplinas, fue madre de otra mujer premiada, Irène Joliot-Curie, premio Nobel de Química. El mérito de Curie es doble teniendo en cuenta que, en el contexto de los Nobel, el que fuera su campo de estudio ha sido tradicionalmente un coto casi exclusivo de los hombres. Y es que, en el contexto de las ciencias naturales, solo 21 mujeres – ahora 22 contando a Ghez – han recibido un Nobel.

Marie Curie: una energía inagotable.

Cure, la primera y única mujer en recibir dos Nobel, en física y en química. Sin embargo, menos se habla de lo increíblemente difícil que resultó semejante tarea. Y es que Marie no estaba nominada al premio, realmente. La Real Academia de las Ciencias de Suecia, a pesar de saber fehacientemente que los descubrimientos sobre el radio se debían por igual a su marido Pierre, a Marie y a Henri Becquerel, se negaban a reconocerlo en público.

El segundo plano al que ha sido condenado el género femenino en los Nobel no oculta la brillantez de las mujeres galardonadas. La controvertida madre Teresa de Calcuta, la poeta Gabriela Mistral, la activista Rigoberta Menchu o la economista Esther Duflo son solo algunas de las mujeres que han visto reconocido su trabajo con un Nobel mostrando a las claras el dominio de sus disciplinas. El año 2009 ha sido, hasta la fecha, el momento en que más féminas se alzaron con un premio de este calado. En concreto, lo recibieron Elizabeth Blackburn, Elinor Ostrom, Herta Müller, Ada E. Yonath y Carol W. Greider. Sea como fuere, además de los argumentos que apuntan a la preponderancia de los hombres en los diversos campos del conocimiento hasta hace apenas unas décadas, tenemos que buscar los motivos de esta tremenda descompensación de género en los premios en la composición de los comités electores, compuestos en su inmensa mayoría por hombres pese a los avances que se han constatado en los últimos años en este sentido. Habrá que ver si en los próximos años se equipara o se invierte la tendencia.

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