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3 de Mayo de 2025

No existe una edad en que no pasemos miedo. Siempre está la fragilidad, ya seamos padres o hijos, a la hora de reconstruir cuando ni siquiera sabemos dónde poner los cimientos. Pero hay un momento específico, el de zambullirnos por primera vez en el mundo, en que estamos expuestos y desnudos, y el mundo no debería herirnos. Por eso, Lucia, que una noche de hace treinta años se salvó por casualidad, observa ahora asustada el silencio de su hija. Aquella noche en el Diente del Lobo estaban todos. Los pastores, los propietarios del camping, los cazadores, los carabineros. Todos, excepto las chicas que desaparecieron. Con su escritura vibrante y profunda, capaz de hacernos sentir el peso de una mirada y el sonido de una pregunta sin respuesta, Donatella Di Pietrantonio aborda en esta novela una tensión del todo nueva.

Ganadora del Premio Strega. La nueva novela de la autora de La Retornada. La escritora italiana más aclamada. Más de 350.000 ejemplares vendidos en Italia.

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En la larga historia de la literatura occidental, hay libros que cambian el curso de la narrativa, aunque su fama no se traduzca en lecturas masivas. Ese es el caso de La vida y opiniones del caballero Tristram Shandy (The Life and Opinions of Tristram Shandy, Gentleman), escrita por Laurence Sterne a mediados del siglo XVIII. Una obra excéntrica, divertida, profundamente innovadora y, a día de hoy, injustamente olvidada por el gran público. Sin embargo, muchos críticos la consideran la precursora de la novela moderna, por su estilo fragmentado, autorreflexivo y su estructura poco convencional.

Publicada en nueve volúmenes entre 1759 y 1767, Tristram Shandy rompió con las normas narrativas de su época. Mientras el resto de novelistas del siglo XVIII se centraban en contar historias lineales, con principio, nudo y desenlace, Sterne optó por hacer todo lo contrario: rompió la cronología, interrumpió la trama constantemente y convirtió a su narrador en el verdadero protagonista, no tanto por lo que cuenta, sino por cómo lo cuenta. Desde las primeras páginas, el lector se da cuenta de que está ante algo radicalmente distinto. Tristram intenta relatar su propia vida, pero se desvía sin cesar. Su nacimiento se retrasa durante cientos de páginas y, cuando por fin ocurre, se convierte en otra excusa para hablar de teorías médicas, anécdotas familiares y reflexiones filosóficas.

La obra está plagada de digresiones, notas al pie exageradas, capítulos que aparecen en desorden, páginas en blanco, dibujos y símbolos tipográficos inusuales. Sterne incluso invita al lector a arrancar páginas o las deja en negro como gesto de duelo. Estas estrategias, revolucionarias en su momento, anticipan los recursos que siglos más tarde usarían autores como James Joyce, Virginia Woolf o Italo Calvino.

Además, Tristram Shandy es una obra profundamente humorística. Su ironía sutil, sus personajes excéntricos —como el tío Toby, obsesionado con las batallas militares, o el señor Walter Shandy, amante de teorías absurdas— y su constante juego con el lector lo convierten en uno de los textos más cómicos del siglo XVIII. Todo ello sin dejar de ser un comentario agudo sobre la condición humana, el lenguaje, el conocimiento y la memoria. Aunque pocos lo han leído, muchos escritores lo han admirado. Virginia Woolf lo describió como “el primer novelista verdaderamente moderno”. James Joyce se inspiró en su estilo para Finnegans Wake, y Laurence Sterne es citado frecuentemente como una figura clave para entender la posmodernidad literaria. La novela rompió con la idea de que el narrador debía ser invisible y neutral: Tristram no solo es el centro de atención, sino que dialoga con el lector, bromea, exagera y miente. Autores contemporáneos como David Foster Wallace o Javier Marías han reconocido en Sterne a un precursor. Incluso en el cine, el espíritu de Tristram Shandy ha sido reivindicado: en 2005, Michael Winterbottom dirigió A Cock and Bull Story, una adaptación libre y metanarrativa sobre el intento de rodar la novela.

Pese a su importancia histórica, Tristram Shandy no es un libro fácil. Su lenguaje, su estructura caótica y su falta de acción han hecho que muchos lectores lo abandonen antes de la mitad. Sin embargo, quienes perseveran encuentran en él una experiencia literaria única, tan experimental como divertida, tan absurda como profunda. En una época donde abundan las narrativas sencillas y directas, revisitar a Laurence Sterne es una invitación a pensar la novela desde sus límites. Y es que, dos siglos y medio después, Tristram Shandy sigue desafiando las reglas. Tal vez por eso, más que una reliquia del pasado, es un libro del futuro.

En pleno siglo XXI, cuando se habla de literatura innovadora, posmoderna o que rompe las reglas narrativas, muchos miran hacia autores anglosajones del siglo XX. Pero pocos recuerdan que un español ya lo había hecho —y con maestría— mucho antes. Su nombre: Miguel de Unamuno. Su obra: ‘Niebla’. Y aunque fue publicada en 1914, lo que hizo con ella fue tan rompedor que aún hoy resulta difícil encasillarla. ¿Una novela filosófica? ¿Una broma literaria? ¿Una tragedia disfrazada de comedia? ‘Niebla’ no es simplemente una novela: es un desafío directo a la forma de contar historias. Y no, no es una exageración. Unamuno inventó su propio género y lo llamó nivola, porque no se parecía a nada que hubiera leído antes. Su intención era clara: subvertir las reglas del juego literario desde dentro.

En apariencia, la historia es sencilla. Augusto Pérez, un joven adinerado, pasea por las calles de Salamanca cuando se enamora a primera vista de una mujer llamada Eugenia. Lo que empieza como una típica historia romántica pronto se convierte en algo completamente distinto: una meditación sobre la libertad, la identidad, el amor, y la mismísima naturaleza de la realidad. Pero lo que hace que ‘Niebla’ destaque no es su argumento, sino cómo está contada. Unamuno juega con el lector, rompe la cuarta pared, y lleva la metaficción a un nivel insólito. ¿El momento cumbre? Cuando el propio protagonista acude a hablar con el autor del libro —sí, con Miguel de Unamuno en persona— para exigirle una explicación sobre su destino. En otras palabras: el personaje se rebela contra su creador.

Mucho antes de que Charlie Kaufman escribiera Adaptation, o de que Pirandello declarara que sus personajes buscaban autor, Unamuno ya había escrito una historia donde el personaje sabe que es ficticio y lucha contra ello. Esta ruptura de los límites entre ficción y realidad fue revolucionaria. Lo más sorprendente es que lo hizo desde Salamanca, en una España marcada por la crisis del 98 y el desconcierto existencial. Unamuno no solo reflexionaba sobre el alma de España, sino también sobre el alma del ser humano, la libertad y el absurdo de la vida. El título no es casual. La niebla, que difumina las formas y hace borrosos los contornos, es una metáfora perfecta para el universo ambiguo que Unamuno construye. Nada es firme en esta novela: ni el género, ni la realidad, ni el control del autor sobre su obra. Todo se mueve entre la duda y la paradoja.

Para Unamuno, la niebla también simboliza la confusión existencial, la lucha del individuo contra un destino que no entiende. La novela no ofrece respuestas claras, pero sí una honestidad brutal sobre las preguntas más profundas de la vida. En una era saturada de información, algoritmos y narrativas planas, ‘Niebla’ sigue siendo una lectura incómoda, provocadora y necesaria. Nos recuerda que las fronteras entre realidad y ficción son más porosas de lo que creemos. Nos obliga a pensar en el libre albedrío, en quién maneja realmente los hilos de nuestra vida, y en la posibilidad —terrible y fascinante— de que seamos personajes de una historia escrita por otro. ‘Niebla’ no es un clásico solo por su valor histórico, sino por su actualidad brutal. Es el tipo de obra que hay que leer al menos una vez en la vida. Porque, como el propio Unamuno dice al final del libro: “Vosotros los lectores sois personajes de otra novela escrita por Dios.” Y tras leer ‘Niebla’, no puedes evitar preguntarte: ¿y si fuera cierto?

Perly Dunsmore ha llegado al pueblo de Harlow, Nuevo Hampshire, y ya nada será lo mismo. La novela de Joan Samson, en su primera y única obra de ficción, se publicó originalmente en el año 1976. La leyenda podría decir que fue un fracaso y casi medio siglo después fue redescubierto, casi diríase que encontrado, pero no. La obra fue un rotundo éxito de ventas, Hollywood pensó en una adaptación al cine y la publicación de Simon & Schuster fue traducida a varios idiomas. Pero, naturalmente, Joan Samson no estuvo ahí para verlo. La autora murió a los 38 años de un fulminante cáncer cerebral y ni siquiera pudo ver la obra publicada. Samson o pudo continuar con su carrera literaria, lo que sin duda contribuyó a que, por alguna razón, el incómodo subastador cayera en el olvido tras el éxito inicial… al menos hasta 2017. En esa fecha, el superventas Grady Hendrix publicó su ya famoso Paperbacks from Hell, un inventario de portadas y novelas de la abundante producción de libros de terror de los setenta y ochenta. Entre ellos estaba El subastador, la historia de un desconocido que llegaba a una pequeña localidad rural y comenzaba a subastar propiedades de sus habitantes para beneficencia.

Debido al éxito de la obra de Hendrix donde se la nombraba, la obra fue recordada y de nuevo publicada. Ahora El subastador llega a España gracias a la editorial Minotauro, la misma que también ha editado Paperbacks from Hell. Y el lector español podrá considerar la buena fama de la novela desaparecida: encontrará ecos de Stephen King y La Tiénda, claro, pero la recomendación de portada ya nos advierte de que Samson va en serio. Los nombres de Cormac McCarthy y Shirley Jackson salen a colación.

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Los grandes festivales se han convertido en un fenómeno que trasciende la propia música, cuando no contribuye directamente a su estrangulamiento. Mueven miles de millones de euros, atraen turismo, exigen subvenciones, blanquean marcas, explotan a artistas y trabajadores y saquean al público. Aun así, no hay ciudad, grande o pequeña, que no apueste por el suyo. Nando Cruz disecciona en este libro una industria que ha crecido hasta desbordarse y nos sumerge en su historia y entresijos para entender que hay detrás de ese fin de semana bucólico de confetis, pulseras, luces y conciertos.

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La epidemia de suicidios que barrió Alemania al caer el nazismo. En 1945, el Tercer Reich cayó y Adolf Hitler se suicidó en su búnker de Berlín. Pero no fue el único que decidió acabar con su vida. Con la caída del régimen nazi, miles de alemanes de a pie se ahorcaron, pegaron un tiro, envenenaron o ahogaron, siguiendo al Führer a la muerte. Muchas de estas muertes fueron provocadas por el terror ante el avance de las tropas soviéticas o por los sentimientos de culpa, pero, como sucede a menudo, la explicación no es tan sencilla. Florian Huber explora con maestría el porqué de este terrible fenómeno. Alemania no ha sido el único país en perder una guerra, pero en ningún otro lugar se respondió de manera tan cataclísmica. Otros países, como Japón, tenían una cultura del suicidio por honor, pero no así Alemania. ¿Qué llevó, pues, a familias enteras a acabar con sus vidas, incluso a matar a los niños y bebés? En esta original y brillante investigación histórica, Huber explora las raíces y consecuencias de la relación entre los alemanes y el Tercer Reich y lleva a una nueva comprensión de lo que supuso la caída del nazismo para Alemania. Prométeme que te pegarás un tiro es una explicación magnífica de uno de los episodios menos conocidos de la historia europea del siglo xx y una ventana a la psique de un pueblo que pasó en pocos años de la cima del mundo a lo más hondo del abismo.

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Desde el fin del Imperio Romano, casi mil quinientos años antes, no hay un paralelo, al menos en Europa, con la caída de la nación alemana en 1945. Alemania, industriosa e inventiva, hogar durante siglos de una cantidad desproporcionada de los más grandes pensadores, escritores, científicos y músicos de la civilización occidental, había entrado en el siglo XX unida, próspera y fuerte, admirada por casi toda la humanidad por sus notables logros. Durante la década de 1930, amargada por una guerra perdida y luego marcada por el desempleo masivo, Alemania abrazó el oscuro culto del nacionalsocialismo. En menos de una generación, sus grandes ciudades yacían en ruinas y sus industrias destrozadas y su patrimonio cultural parecían completamente irrecuperables. Los propios alemanes habían llegado a ser considerados monstruos malvados. Después de seis años de guerra, ¿Cómo iban a manejar los exhaustos vencedores el final de un horror que para la mayoría de la gente parecía sin precedentes?

En Exorcising Hitler, Frederick Taylor cuenta la historia del año cero de Alemania y lo que vino después. Al describir la campaña final de los Aliados, la persecución de la resistencia nazi, el vasto desplazamiento de pueblos en Europa central y oriental, las actitudes de los conquistadores, la competencia entre la Rusia soviética y Occidente, el hambre y la casi inanición de un pueblo antaño orgulloso, el intento inicialmente ingenuo de extirpar el nazismo de todos los aspectos de la vida alemana y el enfoque posterior, más pragmático, comenzamos a comprender que, a pesar de la destrucción casi total, una combinación de conservadurismo, iniciativa y pragmatismo en relación con los antiguos nazis posibilitó el milagro económico de la década de 1950. Y vemos cómo solo cuando la generación de los 60 (los hijos de la era nazi) comenzó a cuestionar a sus padres con creciente violencia, Alemania comenzó a despertar de su letargo.

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La joven enfermera polaca que se convirtió en amante de un jerarca nazi a cambio de salvar la vida de doce judíos.

4 de Mayo de 2025

Dos libros: Las memorias de tu memoria negra, de Donato Ndongo Bidyogo; (1987) y Ekomo, de María Nsue Angüe (1985). Claves para adentrarse en la literatura africana.

Y hoy es nada menos que el 40 aniversario de la novela Ekomo, de María Nsue Angüé. Esta novela, publicada originalmente en 1985 por la UNED y reeditada posteriormente por Sial/Pigmalión en 2007, es considerada la primera novela guineana escrita en español. La novela Ekomo se caracteriza por combinar una narrativa realista con elementos mágicos, incluyendo referencias al vudú, tótems y acontecimientos inexplicables.

Como ocurre con otras obras africanas, Ekomo es una novela exoglósica en su envoltorio y netamente endoglósica y bantú en su contenido. El libro trata de la vida en la selva subsahariana y de un viaje de sanación por el interior de la cultura fang. Y todo ello está expresado en un correcto y poético castellano, la lengua del colonizador. Por ello podemos concluir que Ekomo es una magnífica novela hispano bantú.

Fue publicada en 1985, después del nacimiento de Guinea como Estado independiente, que se constituyó como República de Guinea Ecuatorial en el año 1968. Con anterioridad se habían publicado dos novelas escritas por africanos en español: Cuando los combes luchaban, de Leoncio Evita, 1953 y Una lanza por el Boabí, de Daniel Jones Mathama, 1962, pero ambas obras fueron publicadas todavía en época colonial.

Ello significa que Ekomo, de María Nsué fue la primera novela escrita en español (o en cualquier otra lengua autóctona de Guinea Ecuatorial) en el recién creado estado de Guinea Ecuatorial. Igualmente fue, de forma absoluta, la primera novela de una africana escrita en español. Su autora, María Nsué fue una mujer rompedora, rebelde sin límites, que desafió en vida cualquier forma de dominación o restricción de su libertad.

Ekomo se caracteriza por una narración realista (y poética a la vez) con elementos mágicos. Encontramos en ella frecuentes repeticiones poéticas a modo de jaculatorias, imágenes sugerentes, adjetivos ilimitados, metáforas, personificaciones, écfrasis (descripción detallada de la selva) en una estructura envolvente y con presencia frecuente de la magia. En la novela se encuentran acontecimientos extraordinarios, aparecen zombis, yerbas mágicas, el vudú, el tótem, los hechos inexplicables, los aullidos de los perros como presagios de fuerzas extrañas, las ánimas en pugna. las apariciones, los hechizos, los fantasmas, los hombres de hierbas, los brujos, los curanderos y la historia que empieza a cuajarse en una noche tormentosa de embrujo.

22 de Mayo de 2025

"Mi padre era jardinero. Ahora es jardín". Dos frases cortas, cargadas de emoción, que cuentan toda una historia, toda una vida. Así de impactante y rotundo es el arranque de El jardinero y la muerte (Impedimenta), el nuevo libro del búlgaro Gueorgui Gospodínov (Yámbol, 1968), su texto más personal y, al mismo tiempo, el más universalmente humano. Sucintamente podríamos decir que es una crónica profunda y reflexiva sobre los últimos días de vida de su padre, sobre el duelo, la muerte y la memoria. En sus propias palabras: "Esta podría ser una novela elegiaca, una novela-memoria o una novela-jardín. Sin embargo, este libro no tiene un género obvio, debe construirlo por sí mismo. Igual que la muerte no tiene género. Tampoco la vida". Mundialmente reconocido tras ganar el Booker Internacional en 2023 por Las tempestálidas, un ensueño distópico sembrado de irónicas premoniciones que desenmascaraba la íntima y peligrosa relación que late entre nostalgia y política, hasta ese año se retrotrae el escritor para invocar los orígenes de este nuevo libro, aquel que nunca pensó escribir.

Gospodínov, dentro de la selección de cuentos y relatos.

"2023 fue un año muy peculiar. Ganar el Booker, lo que hizo muy felices a mis padres, provocó que los periodistas de Bulgaria enseguida los encontraran. Ellos vivían en un pueblo muy pequeñito y mi padre se dedicó a pasear a todos esos periodistas por su jardín enseñándoles qué árboles y flores eran mis favoritos. Así que todo el mundo pudo ver ese jardín y a mi padre unos meses antes de que falleciera", recuerda sonriendo.

Pocos meses después, los constantes dolores de su padre le llevaron a acudir a la capital para ir al hospital con su hijo."Desde que vino a Sofía para que fuéramos juntos al médico hasta el final, transcurrió exactamente un mes y durante ese tiempo yo estuve al lado de su cama, e iba apuntando pequeñas cosas como palabras suyas o algunos gestos, algunos movimientos que simplemente quería anotar sin tener en ese momento la idea de que quería escribir nada sobre el tema", explica el escritor. "Pero al final obtuve un cuaderno lleno de anotaciones y reflexiones de ese tipo. Este es el primer libro que escribo a mano, pero no hubiera podido escribirlo de otra forma". "Mi generación teme a la muerte, ha perdido el contacto con ella, pero para nuestros padres es parte de la naturaleza" Esa es en síntesis la historia de El jardinero y la muerte. Pero que nadie espere un texto de duelo canónico, lineal y sentimental. Los lectores del búlgaro saben bien que la literatura de Gospodínov habita en un espacio donde lo trivial nunca puede ser desenredado de lo excepcional, donde pasado y futuro convergen en un presente que sólo puede ser narrado desde los fragmentarios ángulos que conforman nuestro ser y donde la memoria es una cápsula del tiempo que sirve como refugio y guía.

Sofía ha acogido numerosos pueblos desde el siglo VII a. C. un microcosmos de la historia universal. Hay vestigios de arquitectura romana, bizantina, otomana, rusa, y del período socialista.

Así, por encima de todo, en estas páginas el hijo reconstruye una imagen completa y caleidoscópica de Dinyo Gospodínov, de su ironía bienhumorada y sus profundas ganas de vivir, de sus proverbiales dotes de narrador oral y de su sencillo lema ante una vida que no fue nada fácil: "Nada que temer". Una historia de vida "Sé que uno no puede hablar objetivamente de su padre, pero creo que, en cierto sentido, logro componer su imagen real, porque me ocurre algo curioso: lo recuerdo con sus distintos cuerpos", confiesa el escritor. "A sus 20 años con su chupa de cuero y el pantalón estrecho, como lo he visto en fotografías, como mi padre cuando yo tenía unos 4 años, como un anciano cuando empezó a envejecer, la primera vez que tuvo cáncer...", enumera. "Yo quería parecerme a mi padre en tres cosas: ser fuerte e impresionante como él, pues era una persona muy alta; fumar como él, por eso empecé a fumar; y narrar como él. Creo que más o menos, en distinto grado, he alcanzado las tres cosas, pues mi modo de escribir similar al modo de narrar de mi padre, donde hay muchas anécdotas orales, vívidas, y una simbiosis constante entre la ironía y la nostalgia". "Quería narrar el momento en el que la vida se apaga, se extingue. No la muerte en sí, porque la muerte no es interesante, no tiene historia" Esa mezcla constante de crudeza y humor, de ternura y aspereza, hace que este libro, trufado de anécdotas a las que el escritor recurre para rebajar la emoción, logre un equilibrio perfecto entre risa y llanto. "¿Cómo narrar algo tan terrible?, me preguntaba. Fue a través de esas historias graciosas, anécdotas familiares y narraciones populares como conseguí combinar el dolor y lo ridículo que, en el fondo, son lo que compone la vida", esgrime el escritor, para quien hablar de la muerte es, en realidad, hablar de la vida.

"En realidad esta es una historia narrada desde el punto de extinción de la vida. Para mí eso es lo importante, el momento final, el momento en el que la vida se apaga, se extingue. No la muerte en sí, porque la muerte no es interesante, no tiene historia".

El búlgaro Gueorgui Gospodínov reconocido en 2023 con el prestigioso Booker Internacional por su novela 'Time Shelter'. El galardón se otorga anualmente a la mejor obra de ficción, traducida al inglés y publicada en Reino Unido e Irlanda. La presidenta del jurado del International Booker, la escritora Leila Slimani, dentro de la selección de autores de nuestra bibliotecaria, destacó la "variedad" de las obras finalistas, y subrayó que la elección del ganador fue fácil.

Por ello, Gospodínov no centra el libro en la muerte, sino que, a pesar de que el dolor y la tristeza son inconmensurables, el escritor inmortaliza la vida y nos la transmite, como si fuera el legado de su padre, lo que esta nos enseña de la vida. "No sé en España, pero en Bulgaria todavía existe la tradición, especialmente en el mundo rural, de que los familiares moribundos terminen sus días en sus casas, no en residencias u hospitales. Existe ese deseo de despedir a la persona que se está yendo hasta la puerta, estar físicamente con ella, sujetándola de la mano", explica el escritor. "Puede parecer una tontería, algo propio del pasado, pero después de todo lo vivido aprendí que la lección más importante que nos enseñan nuestros padres es no cómo se vive, sino cómo se muere", sostiene. Y es que para el escritor, en un mundo actual donde la muerte se esconde y se rodea de un halo impersonal y aséptico, esa enseñanza es algo muy valioso. "Dar la espalda a la muerte, paradójicamente, hace que asumirla sea mucho más difícil. La gente de la generación de mis padres, que ha vivido en el campo, en contacto con animales, con plantas, con jardines, ha visto en muchas ocasiones la muerte, la conocen y han estado en contacto con ella, por lo que forma parte de lo natural, de la naturaleza", razona. "Mi generación y las siguientes tenemos más miedo a la muerte, no sabemos enfrentarla, pero ellos pueden vivirla, asumirla de forma más fácil que nosotros".

El autor es originario de Yambol, una encantadora ciudad situada en el sureste de Bulgaria, a orillas del río Tundzha. Con una rica historia que se remonta a la época romana, este destino ofrece a los visitantes una combinación perfecta de cultura, naturaleza y gastronomía.

En este sentido, El jardinero y la muerte se convierte, en virtud de los relatos sobre la vida de Dinyo, en una suerte de homenaje generacional. "Siempre he querido escribir un libro sobre los padres de nuestra época, una generación peculiar nacida a finales de la Segunda Guerra Mundial, una generación que ha atravesado toda la miseria y pobreza de los años 50", comenta Gospodínov. "Una generación que se quedó encerrada en Bulgaria debido a las fronteras del comunismo y tenía más o menos 50 años de edad cuando cayó el Muro de Berlín. Muchos de ellos intentaron empezar de nuevo otra vida y la mayoría fracasó en ese intento", apunta el escritor, que en el libro describe los intentos de su padre por montar negocios honrados en el capitalismo voraz de los 90 y cómo nada salió bien. "La memoria, que te recuerden tus hijos y nietos, es, en efecto, un antídoto contra la muerte, nuestra única forma real de inmortalidad" "Esa fue la generación de padres que fumaban de una manera muy hermosa. Sujetaban el cigarrillo de una forma muy exquisita. En cierta manera se agarraban del cigarrillo como de un ancla, y el humo era una especie de camino hacia un mundo distinto", apunta poético. Otro elemento clásico de la literatura de Gospodínov, que recordará a muchos a su célebre Física de la tristeza, es la idea de que los muertos nunca están muertos del todo mientras existan en la memoria, que viven en nosotros. "La memoria es, en efecto, un antídoto contra la muerte, nuestra única forma real de inmortalidad. Para la gente común, la inmortalidad es que te recuerde la siguiente generación, es decir, que te recuerden tus hijos. Y si también llegan a recordarte tus nietos, es lo más que puedes pedir", reflexiona. "Cuando nació mi hija, que hoy tiene casi 20 años, a mi padre le diagnosticaron cáncer y le dieron unos meses. Lo que me dijo fue: 'Realmente, lo único que me da pena es que esa niña no me va a recordar si me muero ahora'". Dos años después, con el duelo más agazapado, aunque nunca ausente, Gospodínov recuerda con cariño el proceso de escritura de El jardinero y la muerte, que, asegura, le ha acercado a su padre. "Con este libro me ocurrió algo que sólo me había pasado la primera vez que escribí algo hace ya 50 años, una experiencia que se podría tildar de exorcismo literario. De niño tuve durante meses una pesadilla recurrente en el que mis padres me abandonaban. Cuando la escribí en un relato, dejé de soñar con ella, aunque quizás justo por escribirla la recuerdo", comparte. "Después de que mi padre se fue me sentí muy abrumado, perdido. Pero tras escribir este libro, la conversación entre él y yo empezó a fluir de forma mucho más fácil y puedo convocarlo sin dolor", concluye.

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Elena Blanco, inspectora de la Brigada de Análisis de Casos (BAC) se enfrenta a su peor enemigo, una poderosa organización integrada por personalidades del mundo de la empresa, la política, la judicatura y la policía. El Clan. Enfrentarse a él es acabar muerto. Aun así, la BAC afronta el desafío. Pero cuando Elena recibe unas imágenes en las que Zárate aparece tendido sobre un charco de sangre, comete un error imperdonable.

Magnífica, brutal y enormemente adictiva, Carmen Mola se supera en el esperado desenlace de la serie Inspectora Elena Blanco.

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Dos jóvenes exaltados, Asier y Joseba, se marchan en 2011 al sur de Francia con la intención de convertirse en militantes de ETA. Esperan instrucciones en una granja de pollos, acogidos por una pareja francesa con la que apenas se entienden. Allí se enteran de que la banda ha anunciado el cese de la actividad armada. Abandonados a su suerte, sin dinero, sin experiencia ni armas, deciden continuar la lucha por su cuenta, fundando una organización propia, en la que uno asumirá el papel de jefe y disciplinado ideólogo, y el otro el de subalterno más relajado.

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Un niño. Dos países. Dos ideologías. Una emocionante y ambiciosa novela sobre la identidad y el poder arrollador de la cultura que nos muestra que, incluso en los rincones más oscuros de la Historia, la vida se abre paso.

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"¿Te gusta la oscuridad? Perfecto. A mí tambien" es cómo inicia Stephen King el epílogo de este nuevo y magnífico volumen de doce relatos que se adentran en la parte más sombría de la vida. King lleva más de medio siglo siendo un maestro literario, y estas historias sobre el destino, la mortalidad, la suerte y los múltiples pliegos de la realidad son tan ricas y absorbentes como sus novelas. El autor escribe "para sentir la emoción de dejar atrás la rutina", y en Si te gusta la oscuridad los lectores sentirán, una y otra vez, esa misma emoción.

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Faltan dos semanas para la boda de la teniente Valentina Redondo y Oliver Gordon. En plenos preparativos, los sorprende la noticia de un atentado masivo en el Templo del Agua del famoso balneario cántabro de Puente Viesgo. Las instalaciones del idílico paraíso de agua estaban ocupadas por un grupo de empresarios, y todo apunta a que la masacre ha sido perpetrada con una peligrosísima arma química. Valentina tendrá que cooperar con el ejército y con un equipo de la UCO para resolver el crimen. Pronto descubrirán que un cerebro hábil y cruel ha puesto en marcha una maquinaria infalible, ejecutando cada uno de sus movimientos con extraordinaria frialdad, en un claro desafío a la inteligencia y a las habilidades deductivas de Valentina y del propio lector. La teniente Redondo llegará a dudar de los pasos que debe seguir, porque las sospechas no tardarán en recaer sobre alguien que jamás ha visto pero que, en el fondo, siente que conoce. El peligro es un latido que no se extingue nunca.

El nuevo caso de Los libros del Puerto Escondido.

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El 16 de julio de 1945, en el desierto de Nuevo México, se detonaba en secreto la primera bomba atómica. Impactado por el poder destructivo de su creación, J. Robert Oppenheimer, director del Proyecto Manhattan, se comprometería desde entonces a luchar contra el desarrollo de la bomba de hidrógeno y contra la guerra nuclear. Sospechoso de comunista para los Estados Unidos de la era McCarthy, fue perseguido por el FBI, calumniado como espía de la Unión Soviética y obligado a dimitir de cualquier función pública. Su vida privada fue arrastrada del mismo modo hacia el esperpento; su casa fue allanada con micrófonos ocultos, y su teléfono, intervenido. No sería hasta 1963 que el presidente Kennedy lo rehabilitaría y, con ello, su figura obtendría otro cariz para los ciudadanos del mundo entero. Treinta años de entrevistas a familiares, amigos y colegas; de búsqueda en archivos del FBI; de análisis de las cintas con discursos e interrogatorios, y de hallazgos de documentos privados del físico nuclear dieron como resultado este monumental libro. Una biografía de una enorme minuciosidad que ofrece una visión íntima del científico más famoso de su generación; una de las figuras icónicas del siglo xx para quien el triunfo y la tragedia se unieron en un nudo gordiano.

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El autor de la serie de éxito internacional «Rodeados de idiotas», con más de 10 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo, nos ayuda a manejar a los narcisistas en nuestro día a día.

¿A menudo las personas narcisistas te hacen sentir miserable? ¿Estás agotado por sus constantes demandas de atención, su necesidad de control, su convicción de que siempre tienen razón (incluso cuando no la tienen) y su obstinación en hacer lo que quieren (independientemente de las consecuencias)? Ya sea en pareja, trabajo o familia, todos lidiamos diariamente con algún narcisista, y, en su nuevo libro, Thomas Erikson nos revela cómo manejarlos sin morir en el intento. Para ello es imprescindible conocer cuáles son sus motivaciones, sus estrategias de manipulación y su impacto en nuestra salud emocional. Basado en situaciones cotidianas y en su modelo de cuatro colores para identificar los diferentes tipos de personalidades que desarrolló en Rodeados de idiotas, Erikson nos brinda herramientas efectivas para detectar y enfrentar estas conductas tóxicas. Libérate del peso del narcisismo y disfruta de una vida más feliz y satisfactoria.

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23 de Mayo de 2025

Con su fascinación por la búsqueda de sentido y peculiar ritmo narrativo László Krasznahorkai (Gyula, 1954) nos adentra en los laberintos de la existencia humana en El barón Wenckheim vuelve a casa (2017), una novela que ha sido traducida a nuestra lengua por Adan Kovacsics. La trayectoria literaria del escritor húngaro –la editorial Acantilado ha publicado Melancolía de la resistencia (2001), Al Norte la montaña, al Sur el lago, al Oeste el camino, al Este el río (2005), Guerra y guerra (2009), Ha llegado Isaías (2009), Seiobo descendió a la Tierra (2015), Tango satánico (2017) y Relaciones misericordiosas (2023)– le ha hecho merecedor de los premios Kossuth (2004), el Man Booker International (2017), el Premio Austríaco de Literatura Europea (2021) y el Formentor de las Letras (2024), y lo ha consolidado como una de las voces más singulares de la literatura contemporánea.

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El pasado año, 2024, se batió el récord de españoles que viajaron a Japón: más de 182.000 personas visitaron el país. Hace dos, en 2023, Haruki Murakami recibía el Premio Princesa de Asturias de las Letras. Un lustro antes, en 2017, Kazuo Ishiguro ganaba el Nobel de Literatura. Los viernes de cenar sushi o ramen, o el amigo que te pregunta en qué plataforma puede ver Perfect Days, se combinan con mesitas de noche cada vez más plagadas de literatura nipona: en 2023, el último año con datos disponibles, el japonés fue el tercer idioma más traducido en España, sólo por detrás del inglés y el francés, siendo así uno de los idiomas que más ha crecido en la última década, en un 90%. Visto este auge, las primeras preguntas que vienen a la cabeza es cuándo ha pasado este asalto nipón a nuestras librerías y cómo ha conseguido rebasar a lenguas tan consolidadas como la italiana o la alemana.

Aunque el gusto por esta literatura ha tenido un crecimiento aparentemente progresivo, ha habido momentos puntuales con picos de interés que también las editoriales han sabido ver y aprovechar. Por ejemplo, el suicidio de Yukio Mishima en 1970 -por harakiri- y el éxito de Murakami -el superventas japonés por excelencia- fueron dos momentos clave, al menos en el inicio del fenómeno, según Marián Bango, cofundadora de la Editorial Satori, especializada en el país oriental. Ana Estevan, responsable de Ficción Internacional en Tusquets, menciona que desde su editorial ya publicaban desde los años 90 a Banana Yoshimoto. Sin embargo, ella marca el éxito de Tokio Blues, de Murakami, en torno a los 2000, como el punto en que más editoriales se subieron al carro. Sin duda, Murakami ha sido uno de los principales líderes del movimiento: "Tenemos la inmensa suerte de que tiene un especial afecto por España y Latinoamérica. Siente un gran apego, ha venido a España ya cuatro veces, dos con motivo de premios, y eso ayuda", dice, "Cuando hace algo en España o en relación a España, lo notamos en el número de ventas". "Es la primera vez que vemos un movimiento tan popular y duradero de la literatura asiática en sentido amplio" Diego Moreno, de la Editorial Nórdica, considera que el efecto imitación ha sido crucial.

Convertido en autor de culto y traducido a más de cuarenta idiomas, Murakami es, según los especialistas, un escritor inquietante, con una prosa en la que se aprecian influencias de autores como Dostoievski, Dickens, Capote o Vargas Llosa.

"En los últimos cinco o seis años muchas editoriales que no publicaban literatura japonesa de manera habitual han empezado a hacerlo". Y así han dado forma a un caso digno de estudio. "Es la primera vez que vemos un movimiento tan popular y duradero de la literatura asiática en sentido amplio, desde el manga y la novela gráfica, hasta la literatura policíaca, el thriller y la llamada healing fiction", cuenta Anik Lapointe, editora en Salamandra, le da mucha relevancia. A pesar de que los libros japoneses que se publican en España tienen temáticas absolutamente diversas, Lapointe identifica cinco factores que los conectan estilísticamente y explican su éxito. En primer lugar, ella señala la imaginación tan viva de los autores y, a veces, la introducción de un elemento mágico o fantástico. "A los hispanohablantes nos conecta con autores como Gabriel García Márquez", señala. Los autores estrella de Tusquets, Murakami y Yoshimoto, "son muy oníricos", menciona Estevan, sin atreverse, sin embargo, a poner esa etiqueta a la literatura japonesa en general. En segundo puesto, existe una sensibilidad manifiesta en sus textos: "Lo importante es lo que estoy contemplando ahora en un paisaje, lo que hace sentir la soledad en medio de la naturaleza", ejemplifica la editora de Salamandra. Otro factor es que son escritores que comparten un ritmo más lento, muy buscado a día de hoy cuando nos vemos sumergidos en un mundo de inmediatez y sobreestimulación: "Queremos encontrar un cobijo en algo que no sea ni apabullante ni agresivo, sino lo contrario".

La literatura japonesa es diversa y abarca desde obras clásicas como "El cuento de Genji" hasta novelas contemporáneas de autores como Haruki Murakami. Se caracteriza por su rico patrimonio cultural, influenciado por el contacto con China y el budismo, y por la forma en que refleja la vida y las tradiciones japonesas.

Marián Bango coincide: "Parte del encanto es que aparentemente no pasa nada, pero pasan muchas cosas". En cuarto lugar, las historias que presentan estos autores son generalmente sencillas, y en ellas predominan el intimismo y la introspección. "Son situaciones, más bien, por las que todo el mundo puede pasar», dice Lapointe. "Alguien, por ejemplo, que se encuentra solo y de pronto recuerde un amor del pasado, o que ha perdido a alguien. Estos autores logran transmitirlo de una manera sencilla, abierta, sin grandes teorías". "La literatura tiene que ser acogedora, pero también tiene que ser incómoda. Tiene que ser muchas cosas" Y, finalmente, Ana Estevan lanza un quinto factor que explica el éxito. Esta temática hace que el lector se sienta identificado: "En general los personajes no se encuentran muy bien. Y eso no está mal para un lector". En el contexto de ese entorno diario a veces desafortunado, las nuevas y más masivas propuestas de literatura japonesa encajan en un género ahora denominado healing fiction o ficción curativa, que hace referencia a esa literatura amable, cozy, ambientada en escenarios del país nipón. Curiosamente, los editores se desvinculan de esta calificación para explicar el auge: "Nosotros intentamos ir a algo literario y que aporte a la literatura y al lector de una manera más completa", dice Estevan. Marián Bango se muestra también crítica con la tendencia y la asemeja a una "producción en cadena": "Son meros productos de consumo, porque está todo troceado. La literatura también tiene que ser un poco un desafío a la persona. No tiene que ser todo fácil y sencillo, todo masticado. Al final acaba siendo lo mismo, un producto que se consume de manera acrítica e incluso también te puedes dopar y estimular con ello constantemente", menciona, aludiendo a esa moda de binge reading, o pegarse atracones de lectura.

Satori es una editorial dedicada íntegramente a Japón cuyo objetivo es dar a conocer la fascinante cultura y literatura niponas al mundo hispanohablante a través de obras publicadas por autores de reconocido prestigio, tanto occidentales como japoneses.

"La literatura tiene que ser acogedora, pero también tiene que ser incómoda. Tiene que ser muchas cosas". Twiggy Hirota, del restaurante-librería japonesa Yan Ken Pon, en Madrid, comenta que lo que describen engloba literatura japonesa pero "con mejor marketing": "Está de moda llamarlo así para vender más, pero no deja de ser su literatura en esencia". Por eso, sí hay un consenso general en torno a la sensibilidad de los autores: "En tiempos duros y complicados, esto es como un bálsamo, algo que te tranquiliza y te dice: ‘Bueno, aunque estés en una situación terrible, esto se puede superar, lo puedes vivir y no pasa nada’. Te reconcilia con lo malo que estás viviendo". "Leían manga, veían anime y ahora, al ser adultos, sigue teniendo interés por Japón y han dado ese salto a la literatura" Esos adultos atormentados son los mismos que crecieron desayunando con Dragon Ball Z y cantaban el tema de inicio de Oliver y Benji. "Leían manga, veían anime y ahora, al ser adultos, sigue teniendo interés por Japón y han dado ese salto a la literatura. Es una generación que ya no tiene miedo a no entender ciertos códigos culturales. Y ese interés que han sentido por Japón desde que eran niños y adolescentes lo siguen manteniendo en la edad adulta".

Otro ejemplo muy representativo de cómo todo el ecosistema en torno a lo japonés solo crece, es que cómics de este país han aumentado su publicación en España un 200% en los últimos años. Este crecimiento ha sido progresivo: a principios de los 2000 hubo un gran aumento, pero el mercado cayó a mediados de 2008, con la crisis. Después, en 2014, volvió a subir, y ya con la pandemia se disparó hasta el tope que hemos alcanzado ahora. Ante la pregunta de por qué monopoliza este país el éxito frente a otros países asiáticos como China o Corea del Sur, la realidad es que para un ciudadano occidental Japón es el equilibrio justo entre exótico y familiar, como aseguran los editores. "Es un país tan global y es tan abierta su cultura, tan exportada, con fenómenos como el Cool Japan, que los lectores no lo sienten tan distinto", dice Marián Bango. "En Japón impera un capitalismo, un consumismo, una serie de cuestiones que están presentes también en nuestra sociedad y son cuestiones que nos preocupan". Otras iniciativas como el Marzo Asiático, que propone leer libros de autores del continente durante ese mes, también favorecen esta difusión. Este último movimiento lo creó hace años en redes sociales la divulgadora cultural Magrat Ajostiernos, causando un auténtico despegue en la literatura. "Quien a lo mejor no ha leído nada, pero ha visto Drive My Car, de repente dice: ‘Me mola esta manera de contar de los japoneses’, y acaba cayendo".

Publicado originalmente en la revista Shonen Jump, de la editorial japonesa Shueisha, entre 1984 y 1995, Dragon Ball como manga, acabó traspasando formatos y generaciones.

Twiggy Hirota cree que los viajes y, sobre todo, las redes sociales -"Donde hay un bombardeo constante de todo lo que mola de Japón"-, han sido cruciales para incrementar el interés por su literatura. También señala la "increíble" labor de entidades como la Fundación Japón o Casa Asia: "También hacen teatro, danzas... y a veces no quedan ni entradas", comenta la trabajadora del restaurante-librería. Además, desde Nórdica destacan la dualidad entre un Japón más "feudal" -"Una cultura muy atractiva visual y literariamente"-, que sigue viviendo en cierto modo, y el país hipertecnológico en que se ha convertido desde la Segunda Guerra Mundial. "Ambas cosas generan una visión de un mundo que a un occidental le atrae mucho", dice Moreno. "A mí me fascina esta capacidad que tienen de no entregarlo todo a la tecnología, sino que al mismo tiempo tienen ritos y costumbres muy arraigadas.

Moreno confiesa que desde las editoriales también han aprendido a vender mejor estos libros, con más respeto, y quizá ello ha influido en la percepción del lector, que ha pasado a normalizarlos y verlos con más "seriedad", y no como algo para unos pocos. Comenta que han pasado de usar para las portadas los dibujos "de gancho, que podrían ser realmente de muchas partes de Asia", a otra más respetuosa con la cultura japonesa. "Intentamos entender lo que son realmente los japoneses y hacer diseños con los que también se encuentren a gusto". Otro elemento clave en la difusión de la literatura japonesa fue el crecimiento en el número de traductores del japonés al español, que permiten los llamados equipos de traducción directa. "Te puedes encontrar con los libros más famosos de la historia de Genki [una serie de libros usada para aprender japonés], por ejemplo, que están traducidos desde el inglés, y eso ha sido un hándicap muy grande durante muchos años. Eso también ha hecho que nuestro aprendizaje como lectores sea más lento", denuncia Moreno, que añade que desde Nórdica nunca traducen de lenguas secundarias, es decir, siempre directamente. Librerías consagradas -y generalistas- como La Central de Callao, en Madrid, comentan que ya mantienen desde hace años "un espacio exclusivo para Japón". Como comenta Luis de Dios, responsable de narrativa en esta librería: "No solo ha aumentado el número de publicaciones de autores japoneses sino que la demanda sigue siendo constante". "Siempre irá en crecimiento, pero no un crecimiento de tendencia. Eso son burbujas que crecen y explotan, pero la base siempre va a quedar".

Tokio, entre la tradición y la modernidad.

Además, numerosos clientes piden libros relacionados con el país, porque también los viajes están aumentando. Desde el restaurante-librería Yan Ken Pon, fundado precisamente por traductores del japonés, señalan que la tendencia actual es, principalmente, mujeres que se interesan por la literatura de autoras japonesas. un fenómeno aún «muy vivo» Lo que está claro es que al bum de la literatura japonesa no se le ve fin: "Es un fenómeno virtuoso perfecto. A la gente le interesa, los editores compramos más, miramos más, creamos mejoras, sabemos más, las agencias te lo permiten, la prensa lo reseña con más facilidad, el librero, lo mismo…", dice Diego Moreno, que ha vivido en primera persona el aumento en el interés y en la demanda. "[El crecimiento] es muy claro: en 2015 en Nórdica publicamos un libro, y en 2024 subimos hasta los cinco". Se trata de un movimiento en el que los editores coinciden al considerar que está muy vivo, por lo que solo puede analizarse desde su propia naturaleza cambiante, sin fin. "Yo creo que siempre irá en crecimiento, pero no un crecimiento de tendencia, de gran moda", pronostica Marián Bango desde Satori. "Son burbujas que crecen y explotan, pero la base siempre va a quedar".

26 de Mayo de 2025

John Kennedy Toole sabía que la novela que había escrito, La conjura de los necios, era una obra magnífica. Sin embargo, nunca llegó a verla publicada, ni pudo disfrutar del premio Pulitzer que obtuvo de manera póstuma. El escritor estadounidense, considerado por muchos un mártir de la literatura, se quitó la vida el 26 de marzo de 1969, a los 32 años. El rechazo editorial lo había sumido en una profunda depresión, y nada logró torcer ese destino trágico. Lejos de Nueva Orleans, tras dos meses de paradero desconocido, estacionó su Chevrolet Chevelle azul junto a una ruta secundaria en Biloxi, Misisipi. Conectó una manguera de jardín al caño de escape de su auto y colocó el otro extremo dentro del vehículo, por la ventanilla del conductor. Allí esperó la muerte con una carta de despedida, cuyo contenido nunca se conoció: su madre la destruyó, y lo que declaró sobre ella fueron comentarios confusos. Dijo haberse sentido “avergonzada” por el suicidio de su hijo, ocurrido varios días antes de ser descubierto. John Kennedy Toole fue enterrado en un cementerio de Nueva Orleans, su ciudad natal. A su funeral asistieron muy pocas personas.

El epígrafe que eligió para su novela fue una frase de Jonathan Swift, extraída del libro Thoughts on Various Subjects, Moral and Diverting: “Cuando en el mundo aparece un verdadero genio, puede identificársele por este signo: todos los necios se conjuran contra él”. La cita, que inspiró el título, remite también a su propia vida, marcada por un final sin el reconocimiento en vida.

El editor Walker Percy escribió el prólogo de la obra. No había mejor figura para relatar esa segunda historia, la que acompaña las andanzas de Ignatius Reilly, el extravagante personaje principal. La historia de una madre que, tras el suicidio de su hijo, intenta que se publique la novela que dejó escrita. Cualquier editor podría haber sentido lo mismo que Walker Percy cuando Thelma Toole, madre del autor, insistía en que leyera el manuscrito. “En 1976, yo daba clases en Loyola y, un buen día, empecé a recibir llamadas telefónicas de una señora desconocida. Lo que me proponía era absurdo. No se trataba de que hubiera escrito un par de capítulos y quisiera asistir a mis clases. Quería que leyera una novela escrita por su hijo (ya fallecido) a principios de la década de 1960. ¿Y por qué iba a querer yo hacer tal cosa?, le pregunté. ‘Porque es una gran novela’, me contestó”, relató Percy.

Percy contó que el voluminoso manuscrito, era apenas legible porque se trataba de una copia con papel carbónico. Lo último que deseaba el escritor, ya un especialista en esquivar aquello que no tenía ganas de hacer, era involucrarse en esta situación, teñida además por la tragedia. Tenaz, Thelma Toole, se presentó con la enorme copia en la mano y se la dejó. El escritor se sintió acorralado. “Sólo quedaba una esperanza: leer unas cuantas páginas y comprobar que era lo bastante malo como para no tener que seguir leyendo. Normalmente, puedo hacer precisamente esto. En realidad, suele bastar con el primer párrafo. Mi único temor era que esta novela concreta no fuera lo suficientemente mala o fuera lo bastante buena y tuviera que seguir leyendo”, recordaba el escritor, que antes había sido médico hasta enfermar de turberculosis. Y agregó: “En este caso, seguí leyendo. Y seguí y seguí. Primero, con la lúgubre sensación de que no era tan mala como para dejarlo; luego, con un prurito de interés; después con una emoción creciente y, por último, con incredulidad: no era posible que fuera tan buena”.

Una estatua dedicada a Ignatius Reilly, el gran personaje de John Kennedy Toole, en su ciudad natal.

Gracias a Percy, la novela de John Kennedy Toole finalmente fue publicada. Antes de eso, había sido rechazada por al menos ocho editoriales. Una de ellas fue especialmente dura y contribuyó a su depresión. Simon & Schuster fue la primera en decirle que no. Su editor, Robert Gottlieb, le aconsejó trabajar más el texto para darle “un sentido”. “Se puede mejorar”, le escribió en su última carta, “pero no se venderá”, sentenció. Viking Press también rechazó el manuscrito. Su editor, Harry Ford, fue lapidario: “No es realmente sobre nada y el personaje principal es un loco, por lo que no vale el esfuerzo”. Y agregó: “Difícilmente algún escritor cuerdo podría arriesgarse con este libro”. Toole quizá habría tenido otra suerte de haber nacido en otra época. En los años sesenta, el destino de un autor dependía de un puñado de personas que no lograron ver el valor de una obra singular: una tragicomedia ambientada en Nueva Orleans, protagonizada por un personaje glotón, repugnante y holgazán, con aires de superioridad, obsesionado con la comida y evitar cualquier responsabilidad. Ignatius Reilly dedicaba años a escribir una ideología propia, de la cual apenas había completado seis párrafos en cinco años. “El rompecabezas terminado mostraría a la gente ilustrada el desastroso curso que había seguido la historia en los últimos cuatro siglos”, escribía. En ese mundo absurdo, el personaje se enfrentaba a “la perversión de ir a trabajar”. Su madre lo empuja a conseguir empleo y cada trabajo resulta en un caos.

La perseverancia de Thelma Toole no fue en vano. Ignoró los rechazos y mantuvo su convicción de que la novela de su hijo era valiosa. Así fue como, en 1981, un año después de su publicación, La conjura de los necios obtuvo el premio Pulitzer póstumo. Luego vinieron los homenajes y reconocimientos en Nueva Orleans, su ciudad. Contra los pronósticos de los editores que descartaron la obra, el público terminó por consagrarla. El interés por la figura de Toole motivó también la publicación de su primera novela, La Biblia de Neón, escrita a los 16 años. Se conoce poco sobre su corta vida. Su madre tuvo una presencia dominante en su infancia y no le permitía jugar con otros niños. John fue un excelente alumno. Estudió en la Universidad Tulane, obtuvo una maestría en lengua inglesa en la Universidad de Columbia y fue asistente en la Universidad del Suroeste de Luisiana. En Nueva York trabajó como docente y, mientras intentaba avanzar con un doctorado, se alistó en el ejército de los Estados Unidos. Cuentan sus amigos de aquellos tiempos, entre 1961 y 1963, que durante ese período en Fort Buchanan, Puerto Rico vivió los mejores años de su vida. Daba clases de inglés a los reclutas puertorriqueños. Fue ascendido a sargento en menos de dos años y tuvo suficiente tranquilidad como para escribir su novela. “Desde mi punto de vista, el Ejército me ha dado cuatro cosas inestimables: tiempo, desapego, seguridad y privacidad”, escribió John Kennedy Toole, en una carta a su editor Robert Gottlieb.

Ilustración de "La conjura de los necios".

Tras esa experiencia, regresó a la casa de sus padres con la esperanza de publicar la novela y dedicar su vida a la literatura. Soñaba con dejar la casa paterna y continuar superando etapas, pero después de las devoluciones de Gottlieb, con quien intentaba publicar, nada de eso ocurrió. Se vio estancado llegando a la treintena. Según contó su madre, la última carta que recibió de Gottlieb destrozó a su hijo. Uno de sus biógrafos, Cory MacLauchlin, en su libro Una mariposa en la máquina de escribir definió La conjura de los necios como “la victoria final de una vida que acabó de forma muy trágica”. En una entrevista, relató que la primera vez que leyó la obra estaba en un café rodeado de fanáticos que leían la Biblia. La situación le provocó una carcajada sonora. “Ahora sé que a él le hubiera parecido una referencia adecuada”, confesó. El libro lo cautivó porque contenía las “preguntas básicas de la vida” de su autor. MacLuchlin entrevistó a todos los amigos y familiares que accedieron a hablar con él. Uno de los personajes más difíciles fue el de una novia de Nueva York que tuvo Kennedy Toole. Ella le prometió que le daría una carta de Toole que develaría toda la verdad sobre su vida. Pero finalmente, lo dejó con las manos vacías. El biógrafo no se desanima y espera que, algún día, cambie de parecer. En el prólogo Percy mencionó la tragedia que significó la pérdida temprana del autor “la posible gran obra que con su muerte se nos ha negado”. De consuelo sirve, que “La conjura de los necios”, es y ha sido una fuente de felicidad para muchos lectores, y cada vez que vuelve a releerse tiene la virtud de volver a sorprender. La obra fue traducida en más de 25 idiomas y se estima que lleva entre 70 y 80 ediciones. Siempre vuelve a reeditarse.

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7 de Junio de 2025

La señora Palfrey, que se acaba de quedar viuda, decide dejar su casa en el campo e instalarse en el Claremont, un sobrio y respetable hotel de Londres que tiene como huéspedes fijos a un variopinto grupo de jubilados. ¿Y a qué va a dedicarse Laura Palfrey ahora que dispone de tanto tiempo libre? Puede salir a pasear, ir a ver una exposición o esperar a que su nieto, que trabaja en el Museo Británico, vaya a visitarla. Cuando cree que en su vida ya no habrá mucho espacio para las sorpresas, conocerá a un joven escritor con el que trabará una improbable y especial amistad. Publicada originalmente en 1971, Prohibido morir aquí es seguramente la gran novela de Elizabeth Taylor, una de las más destacadas novelistas británicas del siglo xx. Esta encantadora historia sobre las excentricidades y sinsabores de la tercera edad es una inteligente indagación sobre la soledad y las posibilidades de la amistad. Sus divertidos personajes, la precisión de las observaciones sobre la vida cotidiana y un fino sentido de la ironía y de la compasión hacen de este libro una narración inolvidable.

Dos jóvenes se encuentran una tarde de septiembre en un casino alemán; no se conocen ni son presentados; pero él, Daniel Deronda, mira cómo ella, Gwendolen Harleth, juega y pierde a la ruleta. A ella su mirada le parece de «una ironía exasperante». Daniel, hijo adoptivo de un barón liberal que lo ha tratado siempre con cariño y educado impecablemente, pero nunca le ha dicho quiénes son sus padres, vive con un sentimiento de ilegitimidad pero tiene una personalidad afectuosa y sentimientos delicados: es capaz de hacer grandes gestos por los demás. Para Gwendolen, en cambio, los demás solo están para admirarla: está «decidida a ser feliz… como mínimo a no dejar pasar la vida igual que otros»; y además afirma: «Cuando apunto no puedo evitar dar en el blanco». Pero su familia no tardará en caer en la ruina y su única vía de escape será casarse con un hombre rico al que crea que pueda dominar. Deronda, por su parte, rescata de ahogarse en el Támesis a una muchacha judía que ha huido de un padre explotador y se encarga de velar por su porvenir. Las relaciones de estos personajes se entrecruzan de las formas más inesperadas, creando una tensión presidida por el desafío de llevar una vida nueva y desconocida. Daniel Deronda (1876) no solo es pionera en el tratamiento del judaísmo fuera de los estereotipos racistas sino en la exploración profunda de algunos de los aspectos más indecibles de «eso que llamamos experiencia humana»: el sometimiento, el odio, la desesperación, los errores cometidos sin conciencia de su fatalidad. Es la última gran novela de George Eliot, y sin duda una de las más complejas e innovadoras, que va mucho más allá de la cáustica sátira social.

Mary Ann Evans, George Eliot para la historia de la literatura, nació en 1819 en Chilvers Coton (Warwickshire), hija de un agente inmobiliario. A los ocho años se la consideraba ya «fuera de lo normal» por su peculiar inteligencia y brillantez; a los diecisiete confesaba su agnosticismo y su padre, que le había dado una rigurosa educación religiosa, la echó de casa. Subdirectora de la Westminster Review, el foro intelectual progresista más importante de su tiempo, fue animada a dedicarse a la literatura por el crítico George Henry Lewes, que llegaría a ser su compañero prácticamente para el resto de su vida: decidieron vivir juntos a pesar de que él estaba casado.

La principal intención de este libro es rescatar a Manuel de la Escalera (1895-1994) del olvido al que la cárcel, la transición y el tiempo han condenado. Su vida abarcó muchas facetas: escultor en la vanguardia parisina, hombre de cine en los tiempos de la república y la guerra civil, militante antifranquista en los años más duros de la dictadura, escritor de algunas de las páginas más brillantes de la literatura carcelaria, traductor incansable hasta el fin de sus días, interesado en la mística… Su apasionante biografía es la historia del siglo xx, de tantos hombres y mujeres que movidos por la sed de libertad y justicia acabaron víctimas de las convulsiones políticas y sociales de las que fueron testigos. El presente libro recorre desde su infancia acomodada en México hasta su fallecimiento en una residencia de ancianos en Santander, pasando por los veintitrés años que estuvo recluido en las cárceles del franquismo. Sin embargo, este libro pretende ser algo más que el relato de una vida, pues intenta hacer un análisis de la obra y personalidad de Escalera, por cuyo carácter consecuente, rebelde e insobornable hubo de pagar un alto precio. Además, procura también iluminar algunos aspectos de la reciente historia española a través de una figura única, poco ajustable a las coordenadas literarias, cinematográficas o de militancia política que establecen los cánones.

Esta refinada e irreverente novela, publicada por primera vez en 2002, ahora sale en España en una cuidada edición. En los locos años 1920, una pareja de jóvenes y adinerados colombianos decide hacer un viaje a la capital de Cuba con el propósito de ver a una legendaria Eleonora Duse en su regreso a las tablas y lograr –lo que sería casi un milagro— que la esquiva actriz italiana les conceda una entrevista. El periplo de Lucho Belalcázar y Wenceslao Hoyos de la conservadora, fría y enclaustrada Santa Fe de Bogotá a una Habana atrevida, sensual y cosmopolita se convierte en una aventura en la que se entremezclan la historia, el erotismo, lo sobrenatural, la poesía y un humorismo de diversos registros. Mientras los dos dandis saltan de un teatro para hombres solos a un agitado homenaje obrero a Lenin, de la escena de un sangriento crimen en el Barrio Chino a un baile de Las Mil y Una Noches, de las oficinas de la Policía Secreta a un toque de tambores para agradecerle un milagro a Babalú Ayé, la Duse, envejecida, enferma y hastiada de todo, hace un repaso, entre dramático e irónico, de su vida, sus triunfos y sus reveses.

En “Aprendices de brujos” (Ediciones Huso, 2025) el lector encontrará dos voces narrativas muy diferentes entre sí que nos conducen a través de un relato trepidante en el que hay terremotos, sórdidos burdeles, universitarios que se enfrentan a gobernantes corruptos, rivalidades entre divas teatrales, hechiceros que hacen transmigrar las almas, apolos comunistas y mensajeros del mundo astral que intentan cambiar el terrible destino de una isla.

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Con diecisiete años, Ana Teresa Fabani (1922-1949) es llevada a una estación climatérica, eufemismo de los sanatorios de montaña en los que, para cura o aislamiento, eran confinados los enfermos de tuberculosis. Allí incuba los matices de su universo literario, «pequeño mundo» donde descubre los tonos del silencio, la quietud, la soledad, el tiempo. La novela autobiográfica Mi hogar de niebla narra esa internación y, al enfrentar lo abominable, revela lo humano. Fugaz e intensa, sigue cautivándonos: los ojos de Teté siempre serán verdes. Ana Teresa Fabani nació en Concepción del Uruguay (Entre Ríos) en 1922 y falleció en Buenos Aires en 1949. El único libro publicado en vida es Nada tiene nombre (Botella al mar, 1949). Mi hogar de niebla fue publicado al año siguiente y reeditado por EDUNER, en 2018.

Tenía tuberculosis, sus libros casi se pierden para siempre y ahora hay una calle con su nombre.

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El auge del debate sobre las mujeres en el ejército, un tema que no ha sido particularmente frecuente en los últimos años, hace que la publicación de Spitfires: Las mujeres estadounidenses que volaron frente al peligro durante la Segunda Guerra Mundial sea aún más oportuna. Este libro, dinámico y entretenido, de la periodista y autora Becky Aikman cuenta la historia de las “Atta-Girls”, un grupo de mujeres estadounidenses que, tras ser rechazadas por el ejército estadounidense debido a su género, cruzaron el Atlántico para ayudar a las fuerzas británicas transportando aviones de combate, bombarderos y otras aeronaves a los pilotos masculinos de los escuadrones de primera línea.

Aquellas pilotos, intrépidas y decididas, fueron las precursoras profesionales de las mujeres que poco a poco irían derribando barreras en el ejército estadounidense en las décadas posteriores. (Pasó medio siglo antes de que la primera mujer pilotara un avión de combate en combate, y no fue hasta 2015 que, bajo la presidencia de Barack Obama, se abrieron todos los roles de combate a las mujeres). Y qué antecesoras fueron.

Nos presentan a una piloto valiente que, para no ser menos que los jóvenes pilotos de combate más destacados, dirigió su avión a 480 km/h bajo el puente ferroviario Severn de Gran Bretaña, sorteando los pilares de soporte con tan solo 21 metros de distancia entre el agua y el fondo del puente. Está la “Sirena de Chicago”, apodada así por sus “groserías de alto decibelio”, y una neoorleanista irresistiblemente encantadora y guapísima que le pidió prestado el coche a su prometido, luego se escapó de la ciudad y vendió el vehículo para pagar su viaje y realizar la prueba de vuelo necesaria para cumplir los requisitos de servicio en tiempos de guerra. “No hace falta decir”, escribe Aikman, “que el matrimonio se había roto”.

Jacqueline Cochran, directora de Pilotos del Servicio Aéreo de la Fuerza Aérea Femenina, habla con mujeres integrantes de la unidad frente a un avión AT10 en Camp Davis, Carolina del Norte, el 24 de octubre de 1943.

Las 25 mujeres piloto que lograron entrar en servicio en tiempos de guerra fueron reunidas por una figura de renombre, Jackie Cochran, quien había amasado una fortuna como fundadora de una empresa de cosméticos y se convirtió en la aviadora más célebre del mundo tras la muerte de Amelia Earhart. Ante los rumores de que Estados Unidos pronto entraría en la Segunda Guerra Mundial, Cochran, con sus buenos contactos, presionó al presidente Franklin Delano Roosevelt, a la primera dama Eleanor Roosevelt y al jefe del Cuerpo Aéreo del Ejército para que permitieran que las mujeres estadounidenses, incluidas las audaces pilotos acrobáticas que ella había reclutado, sirvieran en una fuerza aérea. “El ejército de Estados Unidos, con toda su sabiduría, se negó a aceptar mujeres piloto, por muy valientes y hábiles que fueran”, escribe Aikman. Sin inmutarse, Cochran se unió en 1941 a los británicos, que estaban siendo atacados por los nazis y estaban más que felices de incorporar a las mujeres estadounidenses a su heterogénea Air Transport Auxiliary, una organización apodada Anything to Anywhere (A cualquier parte), pero también a las Always Terrified Airwomen (Aviadoras Siempre Aterrorizadas) y a las más atractivas Atta-Girls. (Las Atta-Girls no deben confundirse con otro grupo de valientes pilotos estadounidenses conocidas como WASP, acrónimo de Women Airforce Service Pilots, Pilotas de Servicio de la Fuerza Aérea, que transportaban aviones y realizaban vuelos de prueba en Estados Unidos, un trabajo peligroso que les costó la vida a algunas).

Las Atta-Girls provenían de diversos orígenes. Dorothy Furey, la ladrona de coches de Nueva Orleans, escapó de la pobreza y la “disfunción gótica” de su infancia para convertirse en la primera mujer estadounidense autorizada a volar en la Segunda Guerra Mundial. Virginia Farr provenía de una posición social tan alta en Estados Unidos que un artículo sobre su experiencia como maestra en una escuela de vuelo antes de la guerra titulaba: “La Señorita Libro Azul, en el aire, enseñaría a volar a las niñas”. “Recién salida de la atmósfera perfumada de una escuela de perfeccionamiento para niñas”, decía, “invadió el ambiente marcadamente masculino de grasa y llaves inglesas”. Algunas eran relativamente inexpertas, otras eran profesionales. Una de las primeras mujeres en viajar a Gran Bretaña para cumplir su deber, Helen Richey, había servido como copiloto de Earhart y había establecido récords de velocidad y resistencia. Independientemente de sus antecedentes o experiencia, su servicio durante la guerra les permitió reinventarse. Furey se presentaba como miembro de la clase alta, mientras que su adinerada colega Farr transmitía una vibra más humilde y cotidiana. Las Atta-Girls eran intrépidas, no solo porque volaban en condiciones climáticas peligrosas en un país sometido a ataques constantes, sino también porque, literalmente, aprendían sobre la marcha. Una de las Atta-Girls, escribe Aikman, voló 18 nuevos tipos de aeronaves en un solo mes, incluyendo torpederos, anfibios de rescate aeronaval y cazas como el Typhoon y el Corsair, utilizados por los marines estadounidenses. En total, volaron hasta 147 modelos diferentes, dominando las complejidades de los aviones que salían de las líneas de montaje y que los pilotos masculinos experimentados jamás habían tocado. Pero es el Spitfire, que da título al libro y constituye una práctica descripción de estos pilotos pioneros, el que despierta la imaginación. “Su forma elegante y estilizada complementaba el físico de una mujer”, escribe Aikman. “El Spitfire aún se encuentra entre los logros elegantes y modernos del diseño británico, como el deportivo Aston Martin o la minifalda”. En la cultura popular, el avión adquirió la connotación de una “mujer luchadora”, escribe Aikman. Su nombre deriva de un término cariñoso para la hija del hombre que dirigía la empresa matriz de la firma que lo construyó. El ágil Spitfire monoplaza, con sus esbeltas alas curvadas hacia atrás, ocupaba un lugar especial en el corazón de los británicos, quienes le atribuían la salvación del país en la Batalla de Inglaterra. Pero esa conexión era especialmente íntima en el corazón de las mujeres piloto, escribe Aikman.

Pauline Gower, Comandante.

“El Spit cumplió con el sentido de mando definitivo que las atrajo a volar en primer lugar”, escribe Aikman, “esa sensación de libertad: libertad de la gravedad, libertad de las limitaciones de aviones más lentos y voluminosos, libertad de la monotonía de la vida en tierra. Para la mayoría de los pilotos, el Spitfire era como su avión. Era como ella”. Lejos de rehuir la acción, estos pilotos se irritaban al no poder acercarse a ella, surcando los cielos directamente desde las fábricas donde se construían los aviones, atravesando territorio amenazado por la letal Luftwaffe nazi. Cuando un aeródromo donde estaban basados ??fue atacado desde el aire por los nazis, una Atta-Girl exclamó con entusiasmo: “¡Gran emoción!”. Su servicio estaría marcado por triunfos de alto vuelo, pero también vivieron la angustia y la tragedia que la guerra trae a todos, y algunos quedarían marcados para siempre. Las Atta-Girls volaron con fuerza; algunas se estrellaron, pero insistieron en volver a la cabina. Pero, ¡vaya!, parecen un grupo divertido. Si tuvieras que estar atrapado en una zona de guerra, querrías estar con Furey y el resto. “Mantuvieron a múltiples amantes en la línea”, escribe Aikman. A veces pasaban una o dos noches locas con alguien nuevo antes de que ambos despegaran de nuevo, posiblemente para morir. Se comportaban con la misma discreción con la que pilotaban sus Spitfires, con una vigorizante sensación de velocidad y control. Años después de la guerra, Furey recordaría que «bebía champán a raudales allí y bailaba todas las noches... Porque nunca sabías si ibas a volver». Todas las historias de romances y fiestas de las Atta-Girls animan «Spitfires» y la hacen más entretenida. Pero el libro podría haber recortado un poco las abundantes historias sobre las vidas de estas pilotos. Lo entendemos. Eran salvajes.

Para cuando se disolvió la Fuerza Aérea Auxiliar de Transporte en 1945, 1246 pilotos e ingenieras de vuelo habían volado para la compañía, incluidas 168 mujeres, no solo de Estados Unidos, sino también de otros países. Cuando recibieron una despedida espectacular, Lord Beaverbrook, quien había sido clave en la fundación del grupo cuando era ministro de producción aeronáutica, agradeció a los hombres que habían participado, pero omitió mencionar a las mujeres, escribe Aikman. “La era en la que las mujeres piloto se olvidarían”, escribe Aikman, “ya ??había comenzado”. Al regresar a casa, algunas de las Atta-Girls descubrieron que su destreza como pilotos era menospreciada en un campo dominado por hombres. Pero no habían ido a una zona de guerra para demostrar un punto político. Como diría una Atta-Girl, Winnabelle Pierce: “Nunca habíamos oído hablar de la liberación femenina”. Solo querían volar y ganar una guerra.

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8 de Junio de 2025

La relación profesional y de amistad entre Toni Morrison y la escritora Toni Cade Bambara se convirtió en uno de los ejemplos más notables de colaboración editorial en el siglo XX. En el proceso de edición de la novela The Salt Eaters, Morrison y Bambara compartieron jornadas intensas en las que la autora revisaba su manuscrito en la casa de la editora, subiendo y bajando escaleras para consultar cada avance. Este episodio, relatado en el nuevo libro de Dana A. Williams, Toni at Random, ilustra la faceta menos conocida de Morrison: su papel fundamental como editora en Random House durante casi dos décadas.

La obra de Williams se centra en ese aspecto poco explorado en comparación con su celebrada carrera como novelista. El libro reconstruye los años en los que Toni Morrison trabajó en Random House, desde 1965 hasta 1983, y revela cómo su labor editorial fue decisiva para la publicación de obras de autores afroamericanos y para la representación de la vida negra en la literatura estadounidense. Según publicó The New York Times, Dana A. Williams se apoya en una amplia variedad de fuentes, incluyendo memorandos internos y correspondencia personal, conservados en la colección de la editorial en la Biblioteca de Libros Raros y Manuscritos de la Universidad de Columbia.

La “costa brava” de Madrid es un conjunto de barrios del sur de la capital (Orcasitas, Villaverde, Puente de Vallecas, Usera) donde los índices de delincuencia son superiores y la esperanza de vida inferior a la media del resto de la ciudad.

Por ellos pululan, entre colillas apagadas, bares infectos, mercadillos de ropa barata, tiendas de todo a un euro, terrazas con sillas de plástico rotas, chabolas hiperpobladas y pisos rebosantes de inquilinos desahuciados, los protagonistas de esta novela, Israel Cruz, un perdedor nato con una última misión que cumplir; Fraile, el tipo más espabilado de todo Madrid, jugando a mil bandas, siempre viviendo al filo; Santos, un policía con mil secretos y otros tantos confidentes o Rachid, uno de ellos, que sueña con hacer fortuna en el rap. Todos ellos se entremezclarán en una trama implacable, cruda, que nos habla de atracos y muerte, que nos mancha los dedos de nicotina, que nos asombra por su perfección formal, por su ironía y por su afilada agudeza para captar la realidad y que nos habla del día a día de los que se buscan la vida, los que trampean, los que piensan en el próximo palo, los que sobreviven como pueden y, cada día, afrontan la pelea con la resignación de los gallos que saben que no les queda otra que seguir luchando hasta el final. Gloria Trinidad, dotada con una prosa magistral, con un dominio del humor y una capacidad de observación única, nos ofrece una novela llamada a ser un clásico. Una obra perfecta, a la altura de los grandes maestros del género.

Ha vuelto Tres vidas, la primera novela de la autora y coleccionista de arte estadounidense Gertrude Stein, protagonista central de la historia cultural del siglo XX. Originalmente publicada en 1909, esta novela modernista que explora con un tinte irónico las promesas de emancipación que emergían en la sociedad estadounidense de aquel entonces, ahora fue reeditada por la editorial Palmeras Salvajes con Gabriela Raya.

Los personajes, atrapados en la rutina y la servidumbre, reflejan en sus actos y pensamientos el limitado reconocimiento de su situación de pobreza y sumisión. La narrativa de Stein, caracterizada por un estilo moderno, repetitivo y a menudo claustrofóbico, da voz a un deseo femenino que se expresa en un lenguaje casi cubista, en sintonía con las vanguardias artísticas de esa época.

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Desde las ventanas de su casa en Kadiköy, el barrio más moderno de Estambul, Kenizé Mourad puede ver el palacio de Topkapi, la corte otomana donde residieron sus antepasados. "De alguna forma siento que he cerrado un círculo", señala con una sonrisa ahora que, a sus 85 años, vive en la misma ciudad que su madre tuvo que abandonar de pequeña tras la caída de seis siglos de imperio otomano. Durante su infancia, Mourad desconoció parte de la historia de su familia, lo que le provocó durante años una grave crisis de identidad. "De alguna forma siempre supe quién era yo, porque en el colegio de monjas me llamaban 'princesa'", dice. Nacida en Francia en 1939, Kenizé Mourad es hija de la princesa otomana Selma -nieta del sultán Murad V- que se casó con un rajá indio. Criada con familias de diplomáticos y en un colegio de monjas, no descubrió su pasado hasta bien entrada la veintena, con la visita de unas primas turcas y una comunicación epistolar que inició con su padre en la India. Ahora retratos de fotografía y pintura de su madre, bisabuelo y familia paterna decoran el elegante salón de su casa en la orilla del Bósforo, que dan a entender una conexión fuerte con su pasado.

El Bósforo, también conocido como estrecho de Estambul, es un estrecho que separa la parte europea —englobada durante el Imperio otomano en la provincia europea de Rumelia — de la parte asiática —Anatolia — de Turquía. La soberanía sobre el estrecho ha sido motivo de discusiones y guerras a lo largo de la historia.

Sin embargo, Mourad cuenta que fue a través de su trabajo como reportera en Oriente Próximo y Asia de la mano de Nouvel Observateur, así como en su periodos investigando para sus novelas, que conoció verdaderamente sus raíces. "Todo mi trabajo y mi vida han consistido siempre en intentar conectar y explicar el mundo del otro. Para mí, el trabajo ha sido muy importante. Es una herramienta con la que he intentado acercar mis dos mundos: Francia y Oriente Próximo", señala. "Aunque por encima de todo, creo que estaba muy involucrada porque para mí era una lucha por sobrevivir, una lucha por la vida y para descubrir quién soy". Tras una etapa tortuosa en la Universidad de Sorbona en París, donde se unió a un partido trotskista, Mourad pasó por diferentes trabajos hasta iniciarse como reportera en los años 60, viviendo de primera mano conflictos que cambiaron Oriente Próximo, como la revolución iraní o la primera intifada palestina. "La revolución iraní fue fascinante, la primera revolución hecha en nombre de la religión. En aquel momento todos pensábamos que Jomeini [Ruhollah, líder fundador de la República islámica] se iría dejando paso a un Estado Democrático. Cómo cambian las cosas... Aun así, fue fascinante", recuerda. Pronto las crónicas periodísticas se le hicieron "insuficientes" y sintió la necesidad de escribir libros para, según describe, "profundizar en la psicología de la gente, en la historia, en lo más profundo de sus corazones". En 1987 publicó su primera novela, De parte de la princesa muerta, donde traza la biografía de su madre tras un minucioso trabajo de documentación sobre la historia de su familia otomana exiliada. La novela fue un gran éxito en España y se tradujo a 34 idiomas.

La escritora y reportera turco-francesa Kenizé Mourad regresa a las librerías españolas con una reedición de retratos del conflicto Israel-Palestina y una novela sobre Pakistán

"Siento que con este libro cerré el círculo más hermoso en homenaje a mi madre. Es el mejor recuerdo con el que se puede soñar porque ahora es eterno. Su historia se convirtió en un clásico en todo el mundo", sentencia. Tras este éxito le siguió El Jardín de Badalpur, una novela en la que una joven francesa huérfana intenta descubrir sus orígenes con un viaje a la India. Sus novelas tienen tanto de autobiográfico como de exhaustiva documentación, además de personajes femeninos fuertes que intentan encontrar su camino pese a sus contradicciones y ansias de libertad. "Uno siempre se deja llevar por la escritura. Por supuesto que hay mucho de mí en mi madre, también en mi abuela", admite. "También de las contradicciones de toda sociedad. La forma en que se presentan la historia y el pasado suele ser muy distorsionada. Es un tema que me interesa mucho. Por ejemplo, la familia otomana nunca fue...musulmana. O sea, claro que eran musulmanes, pero se vivía como algo cultural", describe. "La idea que tenemos de mujeres veladas, extremadamente religiosas, es algo más nuevo e importado de países como Arabia Saudí".

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Los integrantes más lucidos, y hasta los que no lo eran tanto, del mundo de la cultura intuyeron pronto que nada bueno iba a resultar del ascenso al poder de Adolf Hitler y su partido nacionalsocialista. Pero lo que no podían imaginar es lo muy rápidamente que los nazis iban a convertir en papel mojado la libertad de expresión, el tejido jurídico, incluso la estructura federal de Alemania. Ni siquiera necesitaron el mando absoluto, su entrada en un gobierno de coalición bajo un presidente constitucional fue suficiente. A golpe de decretos e intimidaciones directas, no necesitaron demasiado tiempo para conseguir el primer gran bloque de sus objetivos.

El periodista cultural Uwe Wittstock lo relata muy bien en Febrero de 1933. El invierno de la literatura, que ha traducido para la editorial Ladera Norte Berta Vias Mahou. Wittstock, que ha trabajado para medios como el Frankfurter Allgemeine, Die Welt o la Neue Rundschau, apunta en su prólogo que de los distintos colectivos afectados por el huracán nazi, el de los escritores y artistas es el que ha dejado más testimonios documentados, y por tanto permite reconstruir mejor aquel decisivo periodo inicial. “Entre la llegada al poder de Hitler y el decreto de Emergencia para la protección del Pueblo y del Estado, que suspendió todos los derechos fundamentales, transcurrieron cuatro semanas y dos días”, escribe.

Su narración arranca con una velada alegre y confiada: el Baile de la Prensa berlinés el 28 de enero de 1933, al que acuden cuantos pesan en la capital de la República: políticos, editores, actores, periodistas... Del superventas Erich Maria Remarque al aviador Ernst Udet, el director de cine Josef von Sternberg o la pintora y escritora Kadidja Wedekind. No pocos de ellos van a encontrarse allí por última vez en mucho tiempo. Al día siguiente, Hitler se dirige con sus adláteres a la residencia del presidente Hindenburg, de donde saldrá con el cargo de canciller, dirigiendo un gobierno de minoría, pero con la aquiescencia para unas próximas nuevas elecciones que sabe le darán la mayoría. Goebbels, Göring, Hess y Rohm están a su lado, y ya tiene en la calle a las unidades de las SA y las SS dispuestas a la acción.

Muy inquieto, el novelista Joseph Roth sale para París. La máquina antisemita se ha puesto en marcha. La célebre dramaturga Elke Lasker-Schüler ve suspendidos sus estrenos. Al octogenario Max Liebermann, uno de los pintores más prestigiosos, le dan ganas de vomitar contemplando los numerosos desfiles de hombres uniformados. La Academia de las Artes Prusianas que presidió va a verse sometida a una gran presión para 'limpiarla' de elementos judíos e izquierdistas, que figuras como Alfred Döblin intentan contrarrestar. Hay quemas de libros en las calles. Cada día se registran actos de violencia; los asesinatos selectivos han empezado. Thomas Mann y su familia están en el centro de esta historia. El premio Nobel de 1929 aprovecha una invitación suiza y ya no vuelve. Su hermano Heinrich busca refugio en el sur de Francia. Su hijo Klaus vive con intensidad una vida turbulenta. El artista Georg Grosz ha embarcado para América con buen criterio: muy pronto los SA se presentan a buscarle. También lo hace el director Detlef Sierk, que iniciará una nueva carrera en Hollywood bajo el nombre de Douglas Sirk. El comunista Bertolt Brecht sigue sus pasos tras recibir numerosas amenazas. El combativo periodista checo Egon Erwin Kisch es expulsado de Alemania. Los nazis colocan a sus peones en los principales puestos de la administración cultural. Un informador le cuenta al conde Kessler que los nazis planean un baño de sangre tras las elecciones del 5 de marzo, que piensan ganar. “Los asesinatos en masa comenzaron más tarde. Pero en febrero de 1933 quedó claro a quién afectaría el nazismo: quién debía temer por su vida y huir y quién dio un paso al frente para hacer carrera al amparo de los criminales”, escribe Wittstock. Democracias que parecían consolidadas pueden desmontarse de forma acelerada, nos enseña este absorbente y angustiante libro: una lección que tener en cuenta en los tiempos actuales.

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La primera novela que podemos encuadrar en el género de ciencia ficción no es moderna. Tiene cuatro siglos y está escrita en latín, el idioma de la ciencia durante el Renacimiento. Se titula In Somnium Astronomicum, aunque se la conoce mejor como Somnium. Su autor es uno de los grandes titanes de la astronomía, Johannes Kepler. La novela en sí es un relato muy corto, de apenas 30 páginas. Arranca con un narrador sin nombre que no es otro que un alter ego del propio Kepler, quien se queda dormido mientras lee un libro sobre una legendaria reina de Bohemia, experta en artes mágicas. Magia, hechicería y sortilegios se entremezclan con observaciones astronómicas reales a lo largo de toda la narración.

En su sueño, Kepler imagina la historia de Duracoto, el verdadero protagonista de la aventura. Natural de Islandia, la antigua Thule, es hijo de un padre casi siempre ausente y una madre, Fiolxhilde, que se gana la vida vendiendo hierbas medicinales. En un momento determinado, el niño rompe un saquito de hierbas que ella pretendía endosar a un marinero e, indignada, no tiene mejor ocurrencia que completar la transacción entregando a su hijo en lugar de la bolsa. El marino se lleva consigo a Duracoto y así es como llega, al cabo de unas semanas de navegación, a Dinamarca, donde su propietario, en vista de que el chico se marea en el mar, lo abandona. Sin que se explique muy bien el porqué, nuestro héroe es portador de una carta de recomendación de un obispo islandés al célebre astrónomo Tycho Brahé. Este, impresionado por la inteligencia de aquel mozalbete de 14 años, lo toma a su servicio y lo instruye en el conocimiento de los astros. Y también en otras funciones, como la confección de horóscopos, que era parte fundamental de sus obligaciones para con la corte.

Esta parte del relato es fiel reflejo de la realidad. Su padre, Heinrich Kepler, abandonó el hogar cuando él apenas tenía cinco años para enrolarse como mercenario en el ejército del Duque de Alba contra los rebeldes de los Países Bajos; su madre era realmente conocedora de las hierbas medicinales y él mismo trabajó durante un año a las órdenes de Tycho Brahé. A la muerte de su mentor, heredó las notas que este había acumulado durante años de concienzudo trabajo. Aún no se había inventado el telescopio, pero incluso sin ayuda óptica, Tycho era un extraordinario observador que disponía de los mejores y más precisos instrumentos de la época. Gracias a este caudal de información, Kepler podría deducir sus leyes que definen el movimiento planetario, complementando y mejorando así el modelo heliocéntrico de Copérnico.

Kepler sucedió a Tycho en el cargo de matemático imperial en la corte de Rodolfo II en Praga Duracoto sigue un camino distinto: Se añora de su Islandia natal y al cabo de cinco años regresa a casa donde se reencuentra con su madre. Esta, ya anciana, ha progresado mucho en sus conocimientos esotéricos y desea transmitírselos. En concreto, le desvela la existencia de un lugar llamado Levania, que solo algunos privilegiados han podido visitar gracias a la ayuda sobrenatural de ciertos demoniejos. Para conseguirlo, invoca a uno de nueve espíritus malignos que ella conoce, en el que confía “por ser el menos dañino de todos”. Este se ofrece para llevar a Duracoto hasta allí. Él y sus compañeros lo han hecho otras veces, pero siempre evitan a los humanos “o muy gordos o muy canijos”, y también a los propios alemanes, poco dados a los largos viajes. En ese sentido, prefieren a los aventureros españoles, más sufridos y acostumbrados a las privaciones que suponen sus expediciones hacia las Indias en las que “sobreviven a base de galletas, ajo, cecina y otros alimentos repugnantes”.

La isla de Levania está a cincuenta mil millas alemanas de distancia, “en las profundidades del éter”. La milla alemana eran 7.42 kilómetros, así que la cifra equivale a unos 370.000 kilómetros, justo la separación entre la Tierra y la Luna. Aquí empiezan a notarse los sólidos conocimientos de Kepler en Astronomía. Duracoto viaja a Levania empujado por las posaderas por el complaciente demonio, ayudado por un tropel de espíritus. El viaje le lleva 4 horas y no es cómodo: Lo adormecen con un narcótico para que no note el frío del espacio. Y, en cuanto a respirar, el problema se solventa poniéndole unas esponjas húmedas en las narices, un remedio que ya había sugerido Aristóteles muchos siglos atrás para quienes pretendieran escalar una montaña.

Eso sí, los demonios sólo pueden viajar por las tinieblas, así que se desplazan aprovechando la sombra que proyecta la Tierra. Nunca en la fase de plenilunio, salvo en las contadas ocasiones en que ocurre un eclipse. Esa es la razón —aclaran— por la que tales fenómenos causan tanto pavor a los hombres. Una vez en la Luna, se refugian en cuevas o aprovechan los periodos de noche para “hacer lo que más les agrade: charlar con los demonios de aquella región, hacer amistad con ellos o pasear por la sombra…” La llegada de Duracoto a su destino es violenta. Los demonios, que ya tienen experiencia en ello, se colocan frente a él para amortiguar el impacto, pero eso no evita que luego necesite un largo rato para recuperarse (más del efecto de los opiáceos que del golpe) y poder volver a caminar. A partir de este punto de la narración es cuando brillan los conocimientos de Kepler sobre astronomía y la geografía lunar. Estaba familiarizado con los accidentes del terreno que ha podido estudiar, quizás utilizando un telescopio de diseño propio, ideado en 1611, tan solo un par de años después de las revolucionarias observaciones de Galileo.

Ilustración inspirada en los alienígenas de 'Somnium'.

Kepler-Duracoto se extiende en explicar los movimientos de la Luna, su relación con las coordenadas astronómicas, la eclíptica y los puntos equinocciales, la duración de su año y sus largos días de casi un mes terrestre. Y también detalla cómo se observan desde allí las evoluciones de los cinco planetas: Venus, Mercurio, Júpiter y Saturno (Urano, Neptuno y Plutón no habían sido descubiertos todavía). Todos los datos que facilita son esencialmente correctos, como cabe esperar de un observador avezado. Kepler apunta que la Tierra —a la que denomina 'Volva'— solo es visible desde un hemisferio de Lenavia, la región llamada —lógicamente— 'Subvolva'. El otro es 'Privolva', y allí durante su larga noche de 15 o 16 días reina la más espantosa oscuridad, sin una Volva que atenúe las tinieblas.

En cambio, en Subvolva, nuestra Tierra es visible de forma permanente, como “clavada en una posición fija del firmamento”. Además, es cuatro o cinco veces mayor que la Luna que vemos nosotros y —error— contribuye a enviar luz y algo de calor a ese hemisferio. Continentes y océanos forman un espectáculo siempre cambiante a medida que el planeta gira sobre su eje. La altura de la Tierra sobre el horizonte subvolvano depende de dónde se encuentre el observador. Si está en el centro del disco lunar, el planeta aparece en el cénit; si en los polos, se ve pegado al horizonte, como un “monte ardiendo que de lejos se divisa”. Pero siempre en el mismo sitio. El Sol, en cambio, sí que sale por el este, culmina y se pone por el oeste, a lo largo de un ciclo día-noche similar al de la Tierra, aunque allí dura casi dos semanas. Tales observaciones, rigurosamente exactas, reflejan el interés de Kepler por divulgar sus conocimientos de una forma asequible. De hecho, esos detalles resultaban insólitos para su época; incluso hoy puede que alguno sorprenda a más de un lector.

Kepler y el descubrimiento de las órbitas elípticas. Además de transformar la astronomía, las leyes de Kepler sentaron las bases para la ley de la gravedad de Newton.

Kepler comenta también que la sucesión de fases por las que pasa Volva constituye un magnífico reloj para los subvolvianos. El “plenivolvio” corresponde a su media noche y el “novivolvio”, a su mediodía. Además, el cíclico cambio de las manchas ocres o azules en Volva les facilita una medida más precisa, calibrada a intervalos de 24 horas. También se extiende en explicar en detalle el mecanismo de los eclipses. El Lavania, los eclipses totales de Sol son mucho más largos que en la Tierra, debido al mayor tamaño del disco del planeta. En las dos o tres últimas páginas de su narración, Duracoto cede a especulaciones o puras fantasías. Apunta —correctamente— que existen altísimas montañas y simas profundas, pero luego se embarca en quimeras. Asegura que Lavania posee grandes lagos, sujetos a intensas mareas, consecuencia del tamaño de la Tierra y se su mayor atracción. Y que el flujo y reflujo deben ser mucho más acusados, arrastrando las aguas de un hemisferio a otro, con lo que las llanuras de Subvolva —lo que Galileo asimiló a “mares”— quedan al descubierto en las fases de luna llena.

Según él, los privolvianos no tienen nido ni albergue fijo. En el transcurso de un día lunar recorren todo el globo gracias a sus largas piernas, mayores que las de un camello. Quizás es un rasgo fisiológico consecuencia de la baja gravedad lunar. Igual que el hecho de que algunos habitantes posean alas para desplazarse o que las plantas crezcan con gran rapidez y hasta alturas desmesuradas. Ya hacia el final de la narración, da crédito a las observaciones de otros astrónomos, apuntando que la Luna está rodeada de una atmósfera que soporta nublados e incluso lluvias que refrescan el calor imperante en Subvolva. De cuando en cuando, asegura, manchas grises oscurecen algunos accidentes de la cara visible, debido, sin duda, a espesas nubes que descargan lluvias torrenciales. Y ahí es donde el autor despierta de su sueño. Kepler escribió Somnium en 1608, cuando ya tenía 37 años de edad y había publicado otras obras fundamentales para la Astronomía, como Astronomia Nova. Pero no lo mandó imprimir de inmediato, sino que con el tiempo fue añadiendo comentarios, aclaraciones y un apéndice sobre geografía lunar (y más especulaciones referentes a sus hipotéticos habitantes). En total, estos complementos más que duplican la extensión del relato original. Una edición moderna del Somnium con anotaciones pasa de las doscientas páginas.

Su madre, Katherina, llevaba una casa de huéspedes, era curandera y herborista, y más tarde fue acusada de brujería.

El libro definitivo fue publicado un par de años después de la muerte de Kepler. Pero mucho antes ya había circulado en borrador, por lo que su contenido era conocido en algunos círculos. Esto provocaría un gravísimo incidente que pudo haber tenido consecuencias trágicas. En 1615 Katharina Kepler, la madre de Johannes, fue acusada de brujería por una vecina quien afirmó que Katharina le había envenenado su bebida y la estaba sometiendo a hechizos que la hacían enfermar. Estas acusaciones se inscriben en un contexto de intensa caza de brujas, alimentada por tensiones religiosas, superstición, miedo y marginación social.

El caso concreto de Katharina Kepler, se complicaba debido a sus conocimientos sobre hierbas para preparar remedios caseros, lo cual era de dominio público y fácilmente podía asimilarse a la preparación de conjuros y bebedizos. Pero también en el relato casi autobiográfico que su propio hijo había escrito. Las similitudes con Fiolxhilde y su supuesta familiaridad con sortilegios, embrujos y ayudantes demoníacos era un argumento de peso. Sobre todo, al considerar que el juez del tribunal ya tenía en su haber a otras ocho brujas quemadas, probablemente con menos pruebas. Katharina, una viuda analfabeta de 68 años, fue encarcelada bajo durísimas condiciones (estuvo encadenada al suelo durante más un año) y sometida a repetidos interrogatorios, aunque su fuerte carácter le hizo mantener siempre su inocencia. Kepler, ya un matemático de renombre, interrumpió su trabajo y se dedicó por entero a la defensa de su madre. Contrató abogados, revisó personalmente los documentos del proceso, presentó argumentos legales y científicos y escribió cartas a las autoridades refutando las acusaciones. Entre ellas, por ejemplo, el detalle de no haber llorado durante el juicio apoyaba las sospechas de culpabilidad.

Kepler, en particular, temía que el Somnium resultase una prueba irrefutable a ojos del tribunal. Aunque no se había editado, sabía que el barbero de su patrón, el emperador Rodolfo había tenido acceso al borrador y se lo había comentado con su hermana, Ursula Reinbold, que justo era la vecina promotora de la primera acusación contra Katharina. Tal vez por eso decidió retomar el original y añadir todas las notas explicativas al final, en un intento de justificar científicamente aquellas afirmaciones que podían atribuirse a intervención diabólica. Tras seis años de batalla legar, Katharina fue absuelta. Era una conclusión rara en los procesos por brujería, que solían terminar de forma mucho peor. Sin embargo, las penurias sufridas minaron su salud y murió poco después de ser puesta en libertad.

15 de Junio de 2025

Crónicas desde el país de la gente más feliz de la Tierra es una divertida y amarga sátira política sobre la corrupción en forma de novela de misterio. En una Nigeria imaginaria, pero muy parecida a la real, un grupo de pícaros, predicadores, emprendedores y políticos se ve inmerso en una trama sobre tráfico de miembros humanos robados de un hospital. El médico que desvela ese turbio negocio se lo cuenta a su íntimo amigo, el hombre de moda en el país, que está a punto de incorporarse a un puesto importante en las Naciones Unidas. Pero alguien parece dispuesto a defender el secreto y pronto queda claro que el enemigo es poderoso, y puede estar en cualquier lado. A la vez festín narrativo, historia de intriga y denuncia mordaz de la corrupción, esta novela, la primera de Soyinka en casi cincuenta años, es también un llamamiento conmovedor a movilizarse contra el abuso de poder.

Wole Soyinka, que ganó el Premio Nobel de Literatura en 1986, se inspiró en un informe de que los nigerianos se encuentran entre las personas más felices de la Tierra y comenzó a escribir casi dos décadas después y antes de la pandemia de COVID-19. El libro fue escrito en dos sesiones de 16 días entre Dakar y Senegal. Según Soyinka, el confinamiento por la pandemia le ayudó a terminar la novela, entre otros escritos, en su complejo de Abeokuta. Crónicas, que es la tercera novela de Soyinka, fue publicada en 2021 por Bookcraft Africa, Pantheon Books y Bloomsbury Circus, casi cincuenta años desde su última novela, Season of Anomy, que se publicó en 1973. En 1967, es arrestado durante la guerra civil de Nigeria.

Pásate por Intro >> Resumen temático >> África.

«Soyinka es uno de los grandes de la actualidad.» Chimamanda Ngozi Adichie.

«Una vez que has oído una voz como la suya, no vuelves a ver las cosas del mismo modo.» Toni Morrison.

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En 2015, Milena Busquets publicó También esto pasará, una novela que destilaba el dolor de la pérdida de su madre y la reafirmación de la vida con una mezcla inconfundible de ligereza y lucidez. Diez años después, mientras se rueda su adaptación cinematográfica, la autora regresa al mundo que ha descrito y reinventado. Y ese retorno es, a la vez, un vértigo y un anhelo: «Me quiero quedar aquí –confiesa–. Y que todo vuelva a empezar». La dulce existencia es un relato atravesado por la búsqueda de la belleza y por el peso de la memoria. Los vientos y la luz dorada de Cadaqués, las mañanas en el Casino, el magnetismo de los actores y productores, el coqueteo, los restaurantes de playa, los libros de cabecera… Todo ello en un vaivén constante entre la realidad y la invención, entre lo que se vive y lo que se recuerda. Para Proust, la literatura era el arte de fijar el tiempo, de esclarecer la impresión de los recuerdos. Y eso es, precisamente, lo que hace este libro: reconstruir con la nitidez y también con la melancolía que da la distancia aquellos días en los que Milena Busquets vivía sin ser consciente de que estaba siendo feliz, días en que todo estaba por delante. Un viaje al paraíso antes de la conciencia de su pérdida.

La idea de realizar una adaptación de la novela nació cuando María Ripoll leyó la novela original cuando perdió a su madre, ya que sus temas sobre el duelo la encandilaron. El 15 de mayo de 2024, se anunció que el rodaje de la película había comenzado en Cadaqués, con Marina Salas, Carlos Cuevas, Susi Sánchez, Borja Espinosa, Sara Espígul, Andrea Trepat, Carles Francino, David Menéndez y Moisé Curia como los actores protagonistas. Además de en Cadaqués, el rodaje también filmó escenas en otras localidades de Cataluña, incluyendo Barcelona. El rodaje de la película concluyó a finales de junio de 2024 después de seis semanas.

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Una pareja inglesa recién casada, Guy y Harriet pringle, llega a Bucarest, la llamada París del Este, en el otoño de 1939, apenas unas semanas después de la invasión alemana de Polonia. En esa ciudad llena de contrastes, sumida en la incertidumbre por la guerra y la inestabilidad política, la introvertida Harriet tendrá que compartir a su marido, profesor universitario, con un amplio círculo de nuevos amigos y conocidos. Entre tanto, los habitantes de la ciudad, ya sean los privilegiados expatriados ingleses como la población local, tratan de aferrarse a una vibrante vida cotidiana mientras el caos se apodera de Rumania y del resto de Europa.

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La familia de un viejo capo de la mafia de Grenoble intenta por todos los medios que no se cumpla su última voluntad. A partir de aquí, la novela describe con humor ácido el mundo del crimen organizado en el que las mujeres han abandonado el segundo plano al que tradicionalmente han sido relegadas para enfrentarse a los obsoletos códigos de honor que no las representan. Sin por ello dejar de lado los métodos expeditivos que caracterizan a la cosa nostra.

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Inspirada en hechos reales, Luisiana, éxito de ventas en Francia y fenómeno internacional traducido a más de veinte idiomas, es una saga irresistible que aborda la conmovedora y épica historia de noventa jóvenes que en el siglo XVIII fueron enviadas desde Francia hacia Luisiana a través de un azaroso viaje. París, 1720. Marguerite Pancatelin, superiora del hospital de la Salpêtrière, se enfrenta a una terrible decisión: debe seleccionar a noventa reclusas e internas en edad fértil que habrán de embarcarse en el velero La Baleine hacia las lejanas e inhóspitas tierras de Luisiana, donde se las obligará a casarse con colonos franceses. Aunque la Salpêtrière es conocida por albergar a locos o a criminales, en realidad resguarda sobre todo a jóvenes que han desafiado las normas sociales. Entre ellas se encuentran Geneviève, rebelde y encantadora, encerrada por haber ayudado a varias chicas a abortar; Pétronille, hija de una familia aristocrática arruinada, enviada allí por su comportamiento excéntrico; y Charlotte, una huérfana de doce años que nunca ha salido del hospital. Sin voz ni voto para decidir su futuro, emprenden una fascinante aventura por tierra y mar que las llevará a descubrir la fuerza arrolladora de la naturaleza, la sabiduría ancestral de las culturas autóctonas y el sanador e inquebrantable poder de los vínculos afectivos. Dotada de una asombrosa profundidad y emoción, Luisiana es no sólo un poderoso relato sobre la amistad y la búsqueda de identidad de unas heroínas inolvidables movidas por un fabuloso deseo de amor y vida, sino también un retrato cautivador de una época y unos escenarios llenos de encanto y misterio.

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La gran escritora polaca Irena Rey, novelista genial y eminente cuyo nombre suena cada año en las apuestas para el Nobel, acaba de concluir su última obra en casi completo aislamiento. Y ha convocado como siempre a sus ocho traductores —Inglés, Alemán, Francés, Ucraniano, Serbio, Esloveno, Sueco y Español— para que acudan a reunirse con ella en su casa, situada en las lindes del bosque de Bialowiez . a, una de las últimas grandes reservas naturales de Europa. Allí trabajarán todos juntos en la que esperan sea la obra maestra que la consagre de una vez y para siempre como la gran voz de la literatura polaca, de la literatura europea, incluso: tal vez como la mejor escritora viva del mundo. Pero a los pocos días de su llegada, Irena Rey desaparece sin dejar rastro. Los ocho traductores, que profesan una devoción hilarantemente servil por su autora, se lanzan de inmediato en su búsqueda por ese antiguo refugio boscoso, con sus hongos y líquenes embriagadores: miles de especies extinguidas en otras latitudes, amenazadas por un inminente colapso medioambiental. Todo ello al tiempo que registran las exóticas pertenencias de Irena, estudian sus textos en busca de pistas y emprenden, sin instrucciones claras con que proceder, las respectivas traducciones de su ambiguo manuscrito. En el camino, sin embargo, descubrirán secretos y engaños que los obligarán a enfrentarse a sus diferencias.

Cada vez más paranoicos, inmersos en una espiral de aislamiento y obsesión, pronto se verán envueltos en una red de rivalidad y deseo que amenaza no solo su trabajo, sino el destino de su venerada autora. Combinando elementos propios del thriller, la sátira y la ficción distópica, y con el telón de fondo de un bosque primigenio amenazado por la mano del hombre y su obsesión por el artificio, la galardonada traductora Jennifer Croft salta ahora a las tablas para abordar la posibilidad de la extinción de nuestra especie a través del cuestionamiento del rol del creador como ente aislado y de la función cultural y artística de la literatura. Un debut sugerente y frenético, con ecos de innumerables autores preocupados por la traducción y la interpretación, el palimpsesto y el desdoblamiento (Pirandello, Bolaño, Sebald, Nabokov), que analiza el lado más oscuro de la creación artística, sus ambiciones y fracasos feroces.

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18 de Junio de 2025

La editorial Anagrama ha lanzado una nueva edición de Posesión, la célebre novela de A. S. Byatt que obtuvo el Premio Booker en 1990. Esta obra, considerada una de las más importantes de la literatura contemporánea, explora el deseo humano de conocimiento y la búsqueda de la belleza, combinando elementos de thriller literario, romance y novela histórica. La edición recién publicada incluye, por primera vez en español, una introducción escrita por la propia autora, lo que añade un nuevo nivel de profundidad a esta obra ya consagrada.

La trama de Posesión se centra en el descubrimiento de dos cartas inconclusas por parte de Roland Michell, un joven graduado en literatura inglesa. Estas cartas, halladas entre los libros del poeta victoriano Randolph Henry Ash, revelan una conexión desconocida entre Ash y Christabel LaMotte, una poeta de la misma época cuya obra ha sido reivindicada por movimientos feministas y lesbianas. Este hallazgo impulsa a Roland a investigar más sobre la relación entre ambos escritores, lo que podría representar un avance significativo en el estudio de la poesía victoriana y, al mismo tiempo, un cambio radical en su carrera académica.

A lo largo de la novela, Roland se une a Maud Bailey, especialista en la obra de Christabel LaMotte, para seguir un rastro de poemas, diarios y cartas que los lleva a reconstruir una historia de pasiones ocultas. Esta búsqueda no solo desentraña los secretos de los personajes victorianos, sino que también refleja las propias emociones y conflictos de los investigadores modernos. Según explicó A. S. Byatt, la inspiración para esta compleja narrativa surgió de las reflexiones sobre una biógrafa estadounidense de Samuel Taylor Coleridge, quien dedicó su vida al estudio del poeta. Byatt se preguntó si la biógrafa había “poseído” al poeta o si, por el contrario, era él quien la había poseído a ella.

La escritora A.S. Byatt.

La novela ha sido ampliamente elogiada por su ambición literaria y su capacidad para entrelazar estilos y voces de diferentes épocas. Según The New York Times Book Review, Posesión es “un tour de force que despliega todos los recursos narrativos de la literatura inglesa para que el lector los inspeccione, sin dejar de deleitarlo un solo instante”. Por su parte, Time la describe como “una novela inolvidable” gracias a su “inteligencia manifiesta, humor sutil y notable interrelación entre pasado y presente”. Los Ángeles Times apuntó que “era una obra maestra por su audacia”. Estas características han llevado a que la obra sea comparada con clásicos como El nombre de la rosa de Umberto Eco y las novelas de Stendhal y Joyce. La estructura narrativa de Posesión es uno de sus aspectos más destacados. Byatt realiza un ejercicio de recreación literaria que incluye poemas, cartas y diarios ficticios, logrando una inmersión total en el mundo victoriano. Según el crítico Juan Marín, de El País, “son las palabras, antes que los acontecimientos o el contexto, las que transmiten el cerco mortal que condiciona a los personajes”. Esta habilidad para recrear estilos y voces ha sido considerada un “deslumbrante ejercicio” por numerosos críticos.

Además de su riqueza estilística, la novela aborda temas universales como el amor, la obsesión y la búsqueda de la verdad. Según César Vidal, de El Periódico, Posesión es “una balada al ansia del hombre por saber, a la búsqueda y la persecución de la belleza y de la cultura como meta existencial”. Este enfoque ha permitido que la obra trascienda géneros y sea apreciada tanto por críticos literarios como por lectores de novelas románticas y de suspense. El impacto de Posesión en la literatura contemporánea es innegable. Desde su publicación original, ha sido traducida a múltiples idiomas y adaptada al cine en 2002.

La nueva edición de Anagrama no solo pone al alcance de los lectores una obra maestra, sino que también ofrece una oportunidad para redescubrirla con la perspectiva adicional de la introducción de Byatt. Esta edición promete consolidar aún más el lugar de Posesión como un clásico moderno que sigue fascinando a generaciones de lectores.

Y a 89 años de la muerte de G.K. Chesterton ...

El rojizo barrio Saffron Park (Parque de Azafrán) es el mítico escenario en el que tiene origen la falsa coincidencia de dos personajes centrales: el rubio Gabriel Syme y el pelirrojo Mr. Lucian Gregory. El primero declara ser “el poeta de la legalidad, un poeta del orden, y hasta un poeta de la respetabilidad”. Por el contrario, el segundo se define como el artista anárquico, convencido de que el poeta “niega todo gobierno, acaba con toda convención”. Para él, únicamente ”el desorden place al poeta".

Entre algunas de sus obras publicadas se encuentran Ortodoxia, Lo que está mal en el mundo, La inocencia del Padre Brown, Herejes, La Pequeña Historia de Inglaterra y El hombre que fue Jueves, la que nos ocupa. Al respecto de la obra de Chesterton, el prolífico escritor mexicano Alfonso Reyes (1889 - 1959), quien realizó una gran traducción de El hombre que fue Jueves, dijo: “Sus libros seguirán siendo bellos libros, su vigorosa elocuencia seguirá cautivando. Sus relámpagos bíblicos, su alegría vital, su naturaleza abundante hacen de este periodista, por momentos, un inspirado”.

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2 de Julio de 2025

Abogado especializado en derecho internacional, ensayista y reconocido escritor de no ficción, Philippe Sands explora en este apasionante relato la relación entre Augusto Pinochet y Walther Rauff, oficial de las SS alemanas que tras abandonar Europa encontró refugio en Punta Arenas, en el sur de Chile. A raíz del arresto del dictador chileno en Londres en 1998, Sands fue contratado como abogado por Human Rights Watch, y tuvo la oportunidad de participar en uno de los casos penales internacionales más importantes desde los juicios de Núremberg. Años después, mientras se documentaba para un libro, encontró una misiva escrita por un antiguo líder nazi llamado Walther Rauff. El autor de la carta, creador de las cámaras de gas ambulantes, ofrecía consejo a su viejo camarada sobre cómo escapar de las autoridades. Perseguido por crímenes contra la humanidad y genocidio, el jerarca había logrado trasladarse a Chile, donde había pasado a administrar una conservera que empaquetaba carne de cangrejo: alrededor de su figura se había forjado cierta mitología (Roberto Bolaño lo menciona en La literatura nazi en América y Nocturno de Chile, y aparece también al final de En la Patagonia de Bruce Chatwin). A Philippe Sands jamás se le ocurrió que pudiera existir alguna conexión entre Rauff y Pinochet, pero las vidas de ambos habían estado profundamente entrelazadas.

Calle Londres 38 es la historia de un viaje personal en busca de los orígenes y las consecuencias de esa relación, un camino donde la historia, la política y la literatura se entrecruzan para acabar componiendo un complejo rompecabezas en el que se mezclan también la comunidad selknam de la Patagonia, la opresión de los colonizadores europeos y una flecha que terminó en un oscuro almacén del Museo Británico. Basándose en documentos, archivos, testimonios y conversaciones, Sands trata de arrojar luz a una historia fascinante; pese a la imposibilidad de trazar un círculo completo y llegar a una verdad única, el autor busca desvelar la escalofriante realidad oculta tras las vidas de dos hombres y sus destinos, que convergen en el número 38 de la calle Londres de Santiago: una doble historia de asesinatos en masa y un inquietante vínculo entre las atrocidades del pasado y las de nuestros días. El resultado de esa exploración es un exhaustivo relato sobre la justicia y la impunidad, pero también sobre la memoria y la delicada línea que separa los hechos de la ficción, la verdad del mito.

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Esta es la historia de la destrucción de una talentosa familia judía y de la supervivencia contra todo pronóstico de dos jóvenes hermanas. Es una de las historias más conmovedoras surgidas de la Segunda Guerra Mundial. Anita y su hermana mayor, Renate, desafiaron la muerte a manos de la Gestapo y las SS durante dos años y medio cuando fueron absorbidas por la vorágine del exterminio masivo nazi. Primero fueron encarceladas como "criminales" y luego transferidas, por separado, a Auschwitz y, finalmente, a Belsen ante la llegada de los rusos. Se salvaron gracias a su excepcional coraje, determinación e ingenio, y a varios improbables golpes de suerte.

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En 2012, el futuro autor de La estela de Selkirk se tropezó en un café del puerto árabe de Acre, en Oriente Medio, con un ejemplar atrasado del New Yorker en el que figuraba un reportaje sobre el archipiélago de Juan Fernández, integrado por las islas de Más a Tierra y Más Afuera, conocidas hoy como Robinson Crusoe y Alejandro Selkirk, en el Pacífico Sur. Selkirk fue un pirata escocés que en el siglo XVIII publicó en The Spectator la crónica de los cuatro años que pasó como náufrago en Más a Tierra. Cuando Daniel Defoe la leyó se basó en ella para escribir Robinson Crusoe. Irónicamente, Selkirk jamás puso un pie en la isla que lleva su nombre ni Defoe en la que lleva el título de su novela. En 2014, Eduardo Lago desembarcó en Más a Tierra, donde el capitán de la lancha que se había comprometido a trasladarlo a Selkirk le comunicó que no podría hacerlo, debido a restricciones portuarias de última hora. Varado en la isla, Lago investigó su historia, logrando arrancar de un marinero del archipiélago la promesa de que lo trasladaría a Selkirk si regresaba. En marzo de 2015, tras dieciséis horas de travesía en mar abierto, el autor cumplió por fin su sueño de llegar a una de las islas más remotas del orbe. El viaje literario empezó entonces, cuando concibió la idea de una novela que tendría que surgir de los distintos destinos a los que viajara, como había sucedido durante sus dos estancias en Juan Fernández. A lo largo de la década siguiente, el narrador de La estela de Selkirk se trasladó a Hydra, Lisboa, Berlín, el Báltico, Goa, Macao y la Selva Negra, rescatando de cada uno de aquellos lugares las historias destinadas a dar forma al vertiginoso arco narrativo de la novela.

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¿Qué tienen en común Hipatia, Giordano Bruno, Émile Zola, Martin Luther King y Anna Politkóvskaya? Que todos ellos, cada uno con sus herramientas, lucharon contra la injusticia. Levantaron la voz y gritaron su protesta. Algunos lo pagaron con la vida. Roberto Saviano sabe de lo que habla: vive amenazado por haber denunciado a la mafia. En este libro retrata no a santos impolutos, sino a personas con sus debilidades, equivocaciones y miedos, que decidieron no callarse. Figuras históricas como la poeta rusa Anna Ajmátova, que alzó la voz contra el tirano Stalin, y Robert Capa, que con su cámara plasmó los horrores de la guerra. Periodistas que pagaron con la vida sus denuncias como Politkóvskaya, Jamal Khashoggi o Daphne Caruana Galizia. También la superviviente italiana del Holocausto Settimia Spizzichino, la monja Francesca Saverio Cabrini, el poeta chino Xu Lizhi o el consultor tecnológico Edward Snowden… Habla además de figuras históricas cuyo compromiso político marcó sus vidas y sus muertes, como Jean Seberg o Pier Paolo Pasolini, y de víctimas que provocaron revueltas y cambios, como el afroamericano George Floyd. Pero retrata también a algunos monstruos, como Joseph Goebbels o Kantano Habimana, aquel miserable locutor ruandés que con sus arengas lanzadas desde las ondas alentó el genocidio en su país. Por otra parte, analiza los abusos del nefasto periodismo de paparazzi digitales que saca a la luz intimidades para hundir carreras y prestigios, como es el caso de la ya clausurada web estadounidense Gawker, que desveló la homosexualidad de Peter Thiel y publicó el vídeo de una infidelidad de Hulk Hogan. O el caso de aquel video íntimo de la viceministra de Juventud de Costa Rica, Karina Bolaños, que alguien filtró para avergonzarla y apartarla de la política… Dice Saviano en el arranque de este estimulante libro, acompañado de ilustraciones de Alessandro Baronciani, que «las historias que voy a contarte, si sabes leerlas, podrán servirte de escudo, incluso de munición, una munición particular que da vida en lugar de quitarla. Considéralo el regalo de un amigo, de un superviviente, o una linterna (…) No es puro el corazón que siempre se esconde, se protege, se hurta al error, nunca se contamina con nada, nunca se ensucia, se mantiene siempre virgen. (…) Puro es el corazón que se la juega siempre. Tú grita que late. ¡Grítalo fuerte!»

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3 de Julio de 2025

El pasado febrero la argentina Marina Mariasch (Buenos Aires, 1973) publicó en España el ensayo autobiográfico 'Efectos Personales'. Marina es protagonista de un nuevo boom latinoamericano protagonizado por mujeres. En Efectos personales, la escritora y periodista argentina Marina Mariasch (Buenos Aires, 1973) convierte el duelo por el suicidio de su madre en un ensayo autobiográfico, tejido con la cadencia de una novela, que llega a España de la mano de la editorial De Conatus. Mariasch recuerda que hace un tiempo propuso abordar el suceso, de forma tangencial, en una columna que le ofrecieron en un importante diario en Argentina y le dijeron que era imposible. "Es un tema tabú, me dio bastante rabia porque lo que no se habla, no se resuelve".

Su relato aborda también otros temas universales, como el perdón, las terapias, los rituales de la cultura judía, la relación madre e hija o entre hermanas, el padre ausente y el silencio de algunos hombres. "Habla de ciertas tretas o estrategias que usan algunos hombres, porque no se puede generalizar, pero muchas veces, en vez de dirimir conflictos, recurren al silencio", un silencio que puede ser muy "doloroso y dañino". Sus editoras sitúan a Mariasch como parte de una nueva hornada de escritoras latinoamericanas que se han englobado en un nuevo 'boom' o fenómeno generacional, autoras como Mariana Enríquez, Claudia Piñeiro, Fernanda Melchor, Samanta Schweblin o Leila Guerriero, entre otras. Todas ellas, señalan, practican un registro personal de la escritura de la experiencia que inauguró en el panorama internacional la norteamericana Vivian Gornick, añadiendo en cada caso tintes góticos, políticos, fantásticos o periodísticos.

En un documental sobre el famoso boom latinoamericano, el de los varones, la periodista argentina Leila Guerriero, una de las grandes representantes de la crónica en nuestro país (y sin duda integrante de este fenómeno de autoras hoy reconocidas), calificó ese movimiento como un boom de testosterona.

El Boom Latinoamericano fue un fenómeno literario y editorial que surgió en América Latina entre las décadas de 1960 y 1970, caracterizado por la difusión internacional de novelas de autores latinoamericanos jóvenes. Este movimiento literario, más que una escuela o corriente, fue un hito en la historia de la literatura en español, impulsado por la calidad de las obras y la labor de editoriales europeas, especialmente españolas.

Cuando en 2017, la escritora argentina Samanta Schweblin por su obra Distancia de rescate se transformó en finalista del Booker Prize internacional, uno de los premios anglosajones más importantes, puso en el centro de la escena a la literatura latinoamericana. Desde ese entonces, con mayor énfasis medios como The New York Times o The Guardian centraron su mirada en diferentes autoras. El prestigioso galardón nominó a la también argentina Mariana Enríquez por el libro de cuentos Los peligros de fumar en la cama. Estos merecidos reconocimientos trazó un paralelismo con el ya conocido boom latinoamericano, que surgió entre los años 1960 y 1970, por su repercusión en el mercado internacional, a la vez que generó una revisión de las voces femeninas que no entraron en aquel selecto club y hoy se debate la etiqueta de nuevo boom latinoamericano femenino. La mexicana Fernanda Melchor, autora de la celebrada Temporada de huracanes no sabe si es un boom como tal, pero cree definitivamente que hoy en día existe un enorme interés por las voces femeninas, por las historias contadas por mujeres, “un interés que yo calificaría de voraz –describe-. Las editoriales quieren publicar mujeres, y los lectores quieren leerlas. Hay un interés genuino de acercamiento hacia estas voces. Pero no sé si realmente podemos hablar de un boom femenino, porque ello implicaría comparar la situación actual con un fenómeno literario ocurrido hace más de medio siglo. Si tomamos en cuenta que en la actualidad asistimos a una conjunción espectacular de escritoras provenientes de diferentes países y generaciones, produciendo obras de calidad notable y con repercusión internacional, sí, podríamos decir que se trata de un fenómeno similar. Pero también hay varias diferencias: las escritoras actuales, por ejemplo, no sólo privilegian la novela como vehículo expresivo: hay también cuentistas, ensayistas, cronistas. Y si bien sí hay una cierta conjunción política que deriva hacia el feminismo y la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, no hay como tal una unidad de miradas políticas y estéticas como sí la había en los años sesenta entre los señores del boom”.

Fernanda Melchor es una escritora y traductora mexicana, conocida en el ámbito internacional por su novela Temporada de huracanes. Su escritura retrata historias atravesadas por la violencia y sus consecuencias en la vida de las personas en México.

Los riesgos de enmarcar en una etiqueta lo que sucede en el universo literario despierta debates y análisis como el que propone la escritora ecuatoriana María Fernanda Ampuero (Pelea de gallos, Sacrificios humanos), quien no duda en que le parece “tremendamente injusto comparar lo que está pasando ahora con ese fenómeno de marketing editorial (en el que no necesariamente primaba el valor de las obras, sino otra cosa: crear una imagen de América Latina que fuera vendible) que fue el llamado boom latinoamericano. Primero, porque durante ese boom había muchas mujeres que escribían extraordinariamente bien y a las que las luminarias de ese momento, ya sabes, las mesas de novedades, las páginas enteras en suplementos literarios, la expectativa eligieron dejar en la sombra. En esa oscuridad deliberada quedaron portentos de la literatura que ya tenían una obra sólida, como Alicia Yánez Cossío, Clarice Lispector, Elena Garro, Rosario Castellano, María Luisa Bombal, Nélida Piñón y un montón de escritoras más. Lo que quiero decir es que llamar a esta generación de escritoras el nuevo boom implicaría olvidar que hubo un explícito deseo de borrar a las mujeres de aquel boom famoso. Otra cosa que me perturba de esa categorización es que pone el foco en algo equivocado, nuestro sexo, y le da al asunto un toque revanchista que nadie busca. Lo que sí creo que todas queremos es no permitir que se olvide nunca más que detrás de nosotras hubo decenas de mujeres a las que se excluyó de todos los movimientos latinoamericanos premeditadamente y sin inocencia ninguna. El que las mujeres escriban, y escriban bien, no debería generar perplejidad. Lo que sí debía haberla generado es que en un movimiento continental como el boom no se mencionara una sola escritora”.

Gabriela Cabezón Cámara, Guadalupe Nettel, Samanta Schweblin, Margarita García Robayo.

En este sentido, Denise Kripper, editora de traducciones de Latin American Literature Today, reconoce que esta es “una oportunidad valiosa justamente para poder hacer una lectura retrospectiva del boom de los años 60 y 70 y rescatar figuras de escritoras que no gozaron de la misma visibilidad que sus colegas hombres –detalla, además de destacar la importancia de las traducciones para el alcance universal de las obras-. Las autoras latinoamericanas han tenido mucha resonancia a nivel internacional, en especial en el mundo anglosajón. En el caso específico de los Estados Unidos, creo que tiene que ver con un fenómeno más amplio, podríamos decir un boom de la traducción en general. En los últimos años se han creado nuevos programas académicos, editoriales independientes y revistas de difusión dedicadas a la traducción literaria, entre las que se encuentra Latin American Literature Today, que se publica íntegramente de manera bilingüe. En este contexto, me parece fundamental destacar el rol de los traductores, y en este caso en particular de las traductoras, y el trabajo incansable que hacen abogando por la publicación y circulación de literatura latinoamericana de calidad escrita por mujeres. Es gracias a traductoras como Sarah Booker, Lisa Dillman y Megan McDowell, por ejemplo, que hemos tenido la oportunidad de compartir el trabajo de autoras como Cristina Rivera Garza, Pilar Quintana, Mariana Enríquez y tantas otras”.

Justamente, la traducción de Las aventuras de la China Iron le valió a Gabriela Cabezón Cámara ser finalista del International Booker Prize y que The New York Times ya había destacado en 2017 (año de su publicación) como uno de los mejores libros de ficción iberoamericana. “Hace poco volvió a circular una nota de la revista Gente de 1992 titulada «…Y mañana serán Borges» sobre la entonces joven literatura argentina, y de doce autores solo una era mujer –comenta la autora de la también magistral La Virgen cabeza-. Sí me doy cuenta de que, a diferencia de otros momentos históricos no muy lejanos a las mujeres, nos editan y nos leen mucho más que antes. Pero, me parece, la sorpresa que esto genera habla de una situación previa de enorme disparidad. Una situación curiosa, porque las mujeres escribimos siempre. Creo que, en este contexto de mayor paridad en el acceso a la edición, no es asombroso que muchas autoras destaquen. En este momento, hace muy poquito, está pasando que suenan fuerte muchas autoras latinoamericanas. Hay autoras enormes escribiendo y publicando. Respecto de si es un boom, sería cauta: el boom fue un fenómeno de mercado, creado por una agente de mente brillante que supo encontrar y juntar a algunos de los muchos escritores sobresalientes de su época. Y dejar a otros, tan o más sobresalientes, como Reinaldo Arenas y Elena Garro, por nombrar apenas dos, afuera. Ahora no hay una agencia o una editorial que esté armando de un modo u otro el fenómeno”. La mexicana Guadalupe Nettel celebrada por La hija única y ganadora del Premio Herralde de novela con Después del invierno, toma la posta del pensamiento de Gabriela Cabezón Cámara para marcar la diferencia con aquél boom de testosterona. “Este ha sido un fenómeno más natural.

Algunas de estas escritoras nacidas en los 70 y 80 en diferentes territorios de América Latina, como Mónica Ojeda, Fernanda Trías, Jazmina Barrera o Giovanna Rivero, rechazan frontalmente la etiqueta. Ojeda, Trías y Rivero lo hicieron públicamente en la mesa redonda No somos un boom: escritoras en el horizonte latinoamericano, celebrada hace unos años en la Feria Internacional del Libro de Guayaquil (Ecuador).

Mónica Ojeda (Guayaquil, 1988) dice tener un problema con el nombre, no con que se hable de esta nueva generación de escritoras. Afirma que llamar a su generación ‘nuevo boom’ quiere decir que son una nueva generación de lo mismo, es decir, una nueva versión de lo que pasó en los años 60. “No creo que sea correcto por varias razones: primero, el contexto no es el mismo, segundo, nuestra escritura no es la misma, tercero, las miradas político-escriturales tampoco.

Este boom femenino se ha gestado solo. Nadie se propuso hacer un fenómeno comercial con nosotras. Por un lado, se trata de un triunfo de las luchas feministas que han desmontado el prejuicio de que las mujeres no somos interesantes. Gracias a ellas y a los lectores, tanto la crítica como la academia se interesan ahora por lo que escribimos. Por otro lado, se trata de un cambio de paradigma estético. Si te fijas –puntualiza-, las novelas del siglo XX en América Latina hablaban sobre políticos, sobre militares, sobre dictaduras, sobre construcción de países y extractivismo de la naturaleza. Muchas eran novelas históricas o sagas familiares construidas alrededor de un hombre. Había una abundancia de personajes claramente patriarcales (Cortázar en eso fue una excepción). Esos eran los gustos de la época. En cambio, la literatura del siglo XXI es mucho más intimista, más volcada a la vida cotidiana, a la introspección y a las fantasías de terror, géneros que siempre han interesado a las mujeres y en el que las mujeres han sido campeonas”.

Virginia Higa, Mónica Ojeda, Dolores Reyes.

Desde Madrid, el editor de Páginas de Espuma, Juan Casamayor, considera que hoy transitamos por un camino de visibilización que “las madres y las abuelas literarias de las escritoras actuales no tuvieron, es decir, el canon del siglo XX es un canon parcial, invisibilizador, que ha silenciado una mitad de la escritura y la creación. Esas madres, esas abuelas han estado creando, escribiendo y no desde la marginalidad y la periferia, han sido escritoras que han estado perfectamente asentadas en un papel y en un rol social cultural e intelectual de su época. Me parece crucial reivindicar ese cauce continuo que ha habido entre las escritoras latinoamericanas a lo largo del siglo XX y en este primer tercio del siglo XXI”. Al igual que Nettel y siguiendo la línea de Casamayor, la ecuatoriana Mónica Ojeda se aleja del termino boom porque “no corresponde con lo que estamos viviendo hoy por hoy –sentencia la autora de Las voladoras, Nefando y Mandíbula, entre otras obras-. Me parece mucho más interesante y fructífero que hablemos de cómo se ha abierto más el campo temático, los formatos escriturales y los puntos de vista en la escritura, y de cómo ha cambiado la recepción lectora, al punto de que ya la gente no se acerca con recelo a las obras escritas por mujeres. No es una novedad que haya mujeres escribiendo obras de calidad en Latinoamérica, esto ha sido así siempre: lo que pasa es que antes la gente no se acercaba a sus trabajos, los editores no las editaban, la crítica no estudiaba sus obras, la historia de la literatura no las recogía. Me parece que, más que de un fenómeno escritural, de lo que deberíamos hablar es de un fenómeno de recepción lectora. Y eso se lo debemos mucho a los feminismos, claro”. En la cocina editorial hay coincidencia, y por eso se animan a asegurar que desde hace unos años la literatura latinoamericana se destaca no solo por la calidad de sus escritores y escritoras, también por los temas que se abordan, tal como ejemplifica Glenda Vieites, directora de la División Literaria Penguin Random House: “Desde la ficción o algunos géneros híbridos que van surgiendo naturalmente, describen inevitablemente las realidades que viven los pueblos latinos. Entonces, en un territorio donde hay pobreza, narcotráfico, femicidios, contaminación por el agronegocio y todavía se discute el aborto como si no fuera cuestión de salud pública, a la literatura como arte no le queda otra alternativa que reflejarlo. El interés creo que tiene que ver con la visibilidad que cobraron en los últimos años situaciones injustas que vivimos las mujeres a diario y estaban totalmente naturalizadas. La literatura hoy no es nada tradicional ni convencional, por suerte. Está en plena transformación, de la mano de la diversidad y de los multiformatos que nos obligan a ser cada vez más creativos”.

Vera Giaconi, Camila Fabbri, Ariana Harwicz, Fernanda Trias.

Cuando en mayo de 2019 Dolores Reyes publicó Cometierra, no imaginó el impacto de su primera novela en el mercado local y la rápida apertura al mundo en traducciones al inglés, francés, italiano, griego o turco. “Me sorprendieron mucho las traducciones de los países nórdicos –reconoce la autora-, de los que están en proceso las traducciones al sueco, al danés y al noruego. Fue maravilloso pensar que un universo tan lejano se acercara al mundo periférico que plantea mi novela, en donde una chica descubre la suerte de los cuerpos de mujeres desaparecidas comiendo la tierra que habitaron. Que las visiones la lleven desde la tierra hasta esos cuerpos que nos faltan siempre me pareció algo muy latinoamericano como para preguntarme qué es lo que leerán estos nuevos lectores tan remotos –analiza-. Si en la actualidad hay un boom latinoamericano en femenino, deseo que sea lo suficientemente fuerte para borrar los mecanismos que nos excluyeron durante años, para que ahora entremos las mujeres, las travas, las lesbianas y disidencias, autoras que abordan en su escritura un abanico que va desde ficcionalizar problemas sociales que están en carne viva hasta materiales absolutamente alejados de esos elementos identificables, la pura invención”. “Ya era hora, ¿no? –dispara sin anestesia María Fernanda Ampuero–. Las mujeres, y hasta me resulta ridículo tener que decirlo, somos la mitad de la población y escribimos desde hace cincuenta siglos, desde Enheduanna, lo que pasa es que el patriarcado lo controló todo, empezando por la voz que debía escucharse, hasta hace muy muy poco. Los movimientos globales de mujeres, tanto en el campo como en las ciudades, en las calles y en las redes sociales, han hecho sino imposible al menos muy difícil mantenernos en la sombra como ha ocurrido durante siglos. A la prensa debería avergonzarle hacer tanta alharaca de que las mujeres escriban y ganen premios porque suena primero condescendiente y luego como algo pasajero: «Vaya, hablemos de esta moda de que las mujeres escriban». Lo que se debería hacer más bien es autopreguntarse por qué durante años y años no generamos ningún interés, por qué ningún periodista cultural -¿tal vez porque todos eran hombres?- pensó jamás en hacer una reseña sobre, qué se yo, la obra de María Luisa Bombal, Armonía Somers, Amparo Dávila, Elena Garro o Ileana Espinel”.

Enheduanna fue sacerdotisa, escritora, política y música. Se le considera la primera persona escritora que firmó su obra (Exaltación de Inanna), hombre o mujer, de la humanidad. Fue también la primera persona que desarrolló una notación musical y que determinó la primitiva posición planetaria (4 planetas). Fue sacerdotisa de Innana y desarrolló normas teológicas. Su nombre es el más antiguo que se conoce en un texto escrito (tablilla). Hija del rey Sargón I de Akad, ocupó un cargo político y religioso en Ur. Su firma aparece en un disco de alabastro con el texto "Soy Enheduanna, sacerdotisa de Nana”, junto a su retrato. Escribió más de cuarenta himnos, dedicados en su mayoría a la diosa Inanna.

La periodista y escritora Gabriela Saidon (finalista en uno de los premios de la Semana Negra de Gijón de este año) considera que estamos frente a una suerte de revisionismo de género. “Siempre estuvimos, ahora nos ven –puntualiza-. Creo que no hay día en el que no salga a la luz una autora del pasado que no conocíamos. También hay que tener en cuenta que la mayoría de las personas que leen son mujeres, y si antes todas leíamos a los hombres, ahora esa movida también determina que nosotras elijamos leernos y en esto también comienzan a eliminarse, aunque falta recorrer otro largo camino, prejuicios en cuanto a identidades de género, como lesbianas o mujeres trans, por ejemplo, y no solo mujeres cis. Pero también los modos de circulación en ferias feministas o de editoriales independientes, o en redes y distintos soportes digitales que abren nuevas posibilidades, ayudan a los consumos, ofertas y demandas de mayor horizontalidad. Ya no es solo la autora de renombre, sino una especie de vuelta al fogón o al aquelarre donde nos alegramos por nosotras, pero también cuando publican las otras” Y a este aquelarre se suma Camila Sosa Villada, la cordobesa que con Las malas logró el Premio Sor Juana Inés de la Cruz. “Diré que sí, que es un boom, que en todo el mundo se lee literatura escrita por mujeres y travestis que escriben en el peor de los contextos, que existen nuevos nombres, que tienen tetas o sueñan con tenerlas. Premiadas, distinguidas, siempre en boca de los galardones más prestigiosos, los eventos más importantes y así. Diré también que en las librerías algunos nombres brillan y atraen curiosidad, porque no solo se presta atención a lo que escriben las mujeres y las travestis, también a cómo se las edita, entrevista, en fin, cómo miran a esas escritoras. Algo de lo terrible y feroz de ser latinas hizo algo en la escritura, una especie de tajo en las páginas, que por otra parte es absolutamente merecido –reflexiona la actriz y escritora transgénero-. Mira, como yo soy un poco ignorante respecto de convencionalismos y la sustancia que está por fuera del mero hecho de contar, te digo lo que yo sí puedo entender: no es lo mismo escribir desde un rincón, entre que sobrevivís y te enfermás, entre que el mundo es peligroso por los hombres, no es lo mismo escribir desde un cuerpo donde la literatura se gestó a la par del miedo, del conocimiento de un riesgo. Ser travesti o ser mujer y escritora lleva enganchado un riesgo que los hombres no conocen. Salvo los homosexuales, pensaba en [Pedro] Lemebel, claro, ese peligro, compartido entre mujeres, travestis y maricas que se ponen a escribir. Imaginate todo el mundo que hay en esas miradas, que lo ven desde atrás, desde afuera, por entre las ramas, desde el aislamiento. Ese es el mundo que se escribe y que pareciera haber sido ignorado por todos los que leen. Y ahora lo descubren al alcance de una librería”.

María Moreno, Katya Adaui, Gabriela Saidon.

Lo que no puede ignorarse es que acompañado por campañas de marketing, por premios y traducciones podemos decir que “también es un fenómeno de ventas –enfatiza Paola Lucantis, editora de Tusquets Argentina–. No quisiera usar la etiqueta ni de boom ni de femenino. La primera, porque sería algo excepcional y transitorio, y la segunda, porque no creo que exista una literatura que pueda ampararse bajo el paraguas de lo femenino. Y porque no sé qué sería lo femenino. El trabajo de las autoras se viene dando hace muchos años. La calidad es la misma, se mantiene y crece. Lo que cambia es la visibilidad. Sí creo que está acompañado de un fenómeno de ventas. Porque quizás haya que pensar que, en paralelo a la visibilidad de muchas escritoras, aparecen también muchas lectoras. Y lectores, por supuesto. Es un buen momento para la literatura latinoamericana, que coincide con un contexto histórico, social, reivindicativo y de transformación sobre muchas desigualdades. Esto incluye la visibilización de las mujeres en todos los ámbitos y el mercado editorial no está exento”. Desde su trabajo diario, Nicole Witt, la agente literaria de la alemana MertinWitt, confirma que la literatura escrita por mujeres es la más buscada en estos momentos. “Lo afirmo desde nuestras conversaciones con scouts, co-agentes, traductores y editores nacionales e internacionales. ¿Por qué? El papel de la mujer ha cambiado radicalmente desde la época del boom protagonizado por García Márquez, Vargas Llosa y Cortázar: la mujer está mucho más presente en la sociedad y en la conciencia de todos nosotros. No en vano se están fundando cada vez más editoriales o sellos por mujeres exclusivamente dedicados a publicar obras de autoras, en las últimas semanas tuvimos dos ejemplos en Francia (Dalva) y en Alemania (Ecco)”.

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Maribel Luque, directora literaria de la agencia Carmen Balcells, considera que este boom no es exclusivamente latinoamericano. “Al lado de autoras como Schweblin, Enríquez, Brenda Lozano, Ojeda o Melchor, nos encontramos con voces españolas no menos potentes como las de Sara Mesa, Andrea Abreu, Elena Medel, Txani Rodríguez, Eva Baltasar, Irene Solà o Maria Climent. Diría que podemos hablar de un boom femenino, feminista, no adscripto territorialmente sino en expansión por todo el mundo y la literatura se hace eco de eso en todos los idiomas. Y, por supuesto, las editoriales dan cabida a todas estas escritoras en sus catálogos porque la sociedad está reclamando cada vez más esta presencia femenina”. A la hora de pensar acerca de este nuevo interés del mercado editorial, la colombiana Margarita García Robayo, autora de Tiempo muerto y Cosas peores supone que “tiene que ver con esa corrección política tan de moda en los últimos años: hay que tener una lista de escritoras para sentar una postura, para no quedarse afuera. No me parece un crimen, pero como toda lista sí me parece una simplificación –sentencia-. Las escritoras latinoamericanas contemporáneas no se autogeneraron como esporas, vienen de distintas y abundantes tradiciones. Quiero decir que el nuevo interés es bienvenido, claro, pero no deja de incomodarme que sea tan nuevo”.

Uno de los puntos llamativos y que sostiene Denise Kripper es que a la crítica “todavía le cuesta aproximarse a estas obras sin interrogarlas desde la condición de mujer de sus autoras”. Lo que bien lleva a que Gabriela Cabezón Cámara pregunté: “¿Por qué? ¿Por qué tanta sorpresa, tanta mesa-debate, tanto conversatorio sobre esta cuestión de que las mujeres también escribimos y también somos leídas? Pero la sorpresa que despierta que haya interés por lo que escribimos las mujeres, me parece, habla de un estado anterior de las cosas muy curioso: evidentemente, se suponía que las mujeres no éramos parte, o éramos una parte ínfima, de la institución literatura. Hay una cuestión histórica, un acceso menos difícil a mundos que antes nos estaban vedados: sí, las mujeres escribimos. Me parece que va siendo tiempo de sorprenderse menos y empezar a aceptar que la buena literatura no depende del género de su autor/a/e”. La crítica cultural y escritora argentina María Moreno destaca en este análisis las “alianzas de mujeres y trans que incluye tanto escritoras como editoras, académicas como activistas, que han aprovechado las nuevas tecnologías para mantener el continuum literario y, por supuesto, sus lectoras. Ya no se podía ignorar lo que era bien visible. Gran parte de las propuestas más audaces y disruptivas en el campo literario estaban escritas por mujeres y trans. Basta leer la vuelta de tuerca al Martín Fierro que hace Cabezón Cámara o el realismo mágico trans de Camila Sosa Villada –ejemplifica-. Importan también unas militancias feministas que utilizan en sus movilizaciones la performance y la literatura, la existencia de una crítica como la que se despliega en Historia feminista de la literatura argentina, editado por Laura Arnés, Nora Domínguez y María José Punte.

María Cristina Forero, conocida por su seudónimo María Moreno, es una escritora, periodista y crítica cultural argentina.

Esta literatura femenina que funcionaba como una especie de categoría comercial, “solo dejaba en evidencia la profundidad del prejuicio con el que tenían que lidiar las mujeres que escribían y del que todos, en mayor o menor medida, participábamos –profundiza Maximiliano Papandrea, director de la Editorial Sigilo-. Hoy los editores somos menos miopes”. El movimiento feminista permitió que las editoriales mostrarán mayor interés, de eso no hay duda y en este punto se detiene Tamara Tenenbaum (El fin del amor y Todas nuestras maldiciones): “Sobre todo en esto de salir a buscar esas voces, que ya estaban, lo que generó también más interés de los medios para reseñar, y en la literatura institucionalizada que son los festivales. Igual, creo que vale la pena decir que los lectores acompañan. Hoy en los rankings de ventas vas a ver más a mujeres que a varones, que funcionen o no funcionen, que se lean y reseñen, tiene que ver con su calidad. Si no hay algo auténtico, no se logra”. Como si se tratara de una gran bola de nieve, la escritora Virginia Higa (Los sorrentinos) destaca que claramente estamos frente a “un fenómeno que también involucra a las editoriales, en muchos casos las pequeñas y medianas, que publican primeras obras de autoras. Una bola de nieve de efecto positivo que hay que celebrar”. Y que la uruguaya Vera Giaconi (Seres queridos) abraza como un gran futuro para las chicas que hoy están empezando a escribir “porque está lleno de nombres, rescatados y nuevos, y de gran compañía. En eso quizá pueda rescatar el concepto de boom para hablar de este nuevo escenario, como si fuera un estallido que derrumbó viejos espacios para ampliar territorio”. Mirada que comparte la peruana Katya Adaui (en julio publicará Geografía de la oscuridad) al decir: “Tuvimos que desprejuiciarnos nosotras también de algo que habíamos interiorizado: solo ellos publicaban. Aún sigue siendo muy difícil que los libros viajen, pero entre autoras y editoras hay una red solidaria. Decimos sus nombres, las buscamos, las leemos y recomendamos”.

Ariana Harwicz es una escritora argentina. Sus novelas Matate, amor, La débil mental y Precoz le valieron reconocimiento por igual de crítica y público y visibilidad internacional. La primera de ellas es adaptada al cine por Lynne Ramsay y cuenta con la actuación de Jennifer Lawrence.

Como todo boom, Ariana Harwicz (Matate, amor, La débil mental y Degenerado) reconoce los efectos positivos, pero también los negativos que conlleva toda moda. “Hablar de boom latinoamericano femenino tiene el peso de ser una etiqueta, encerrada en una entidad que termina limitándola. Y con eso hay que tener cuidado”. Es hora de dejar de ver esta situación “como un fenómeno anómalo –afirma Camila Fabbri, elegida este año como una de las mejores narradoras en español sub 35 por la revista inglesa Granta-. Seguir mirando el llamado boom con ojos de infrecuente, extraño o singular es lo que nos sigue condicionando”. El nuevo interés no es filantrópico, según Lucantis. “Está estimulado por la repercusión que estas escritoras tienen en los y las lectoras que han sabido conquistar. Se venden sus libros. Hay un negocio. El mercado editorial también debe hacer un mea culpa y ampliar su mirada. En algunos casos será por conveniencia y en otros por convicción. Lo cierto es que las escritoras latinoamericanas se merecen cada una de esas traducciones y premios. Y si les toca ser las voceras de una estética y un momento político latinoamericano, bienvenido. Si el éxito de las mujeres fuera natural en el imaginario de la sociedad, nunca hablaríamos de ello. Y etiquetarlo o señalarlo, lo hace marginal y emergente por su excepcionalidad. Sería más justo pensar en qué lugar y por quiénes quedaron relegadas algunas autoras, y también autores y sus literaturas, en un mercado que es parte de un mundo y de un sistema con múltiples capas de desigualdad. No solo entre hombres y mujeres”.

5 de Agosto de 2025

Imagina que al abrir este libro te encuentras, en lugar de capítulos, dos relojes cuyas agujas avanzan en sincronía inversa: el primero nos muestra una carrera contrarreloj para rescatar a María Flor, una mujer portuguesa secuestrada en la ciudad india de Amritsar por unos individuos de identidad desconocida. El segundo refleja la historia de otra mujer secuestrada, Madina, y el porqué es tan relevante como para que todo el gobierno chino vaya tras ella. Así arranca La mujer del Dragón Rojo, un thriller vertiginoso en el que José Rodrigues dos Santos, comparado en su país con Dan Brown y Arturo Pérez-Reverte, teje con suma habilidad dos impulsos narrativos que laten al unísono hasta explotar al final.

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Aunque no son las más populares para bajar a la playa, si has elegido este verano adentrarte en el universo de las grandes novelas de la literatura, y estás inmerso en el mundo de Guermantes de Proust, los problemas de Hans Castorp en La Montaña mágica, del que nuestra bibliotecaria ofrece un monográfico, o estás sintiendo verdadera devoción por Faulkner, podrías estar haciendo performative reading. Más aún si sueles leer un libro de 900 páginas en los largos trayectos de metro o autobús hasta el trabajo o cualquier otro lugar público donde hay ojos y cámaras cercanos.

Como su propio nombre en inglés indica (pocas veces se traducen estos términos), el performative reading es, justamente, fingir que lees con la idea de que los demás sepan que estás leyendo y no por el propio disfrute de la lectura. El fenómeno tiene sus raíces en 2021, aunque eso de capitalizar la intelectualidad no es nada nuevo. Señala The Times que aquel año pandémico se produjo un boom de clubs de lectura liderados por famosos (Dua Lipa es un buen ejemplo), que ayudaron a convertir los libros en accesorios y tendencias, como sucedió con el famosísimo Tan poca vida, de Hanya Yanagihara.

Hace diez años, muchas tote bags llevaban impresas una famosa frase de John Waters que decía que si vas a casa de alguien y no tiene libros "no te lo tires". El mes pasado, Hailey Bieber (mujer de Justin Bieber) se burló de su imagen considerada particularmente insulsa en un satírico TikTok de Vogue, donde mencionó llevar nada menos que La crítica de la razón pura de Kant y también a Nietzsche ("Me encanta, es probablemente la cuarta o quinta vez que lo leo"). Porque si algo caracteriza a la performative reading es, justamente, la complejidad de las obras elegidas. Leer Los juegos del hambre en el metro no se considera un acto subversivo o intelectual. Llevar La broma infinita es otra cosa.

Leer es una actividad común y placentera para muchos. Ofrece una excelente manera de aprovechar el tiempo de viaje y desconectar del entorno.

Por supuesto, buena parte de la culpa la tienen las redes sociales, como es habitual. No hace mucho se pusieron de moda las cuentas de Twitter e Instagram que mostraban fotografías de gente (u hombres atractivos, como el caso de @HotDudesReading) leyendo en parques o en el transporte público. En nuestro país concretamente, la cuenta de Twitter (X) "gente leyendo" acumula más de diez mil seguidores. Suele subir fotos hechas a escondidas de personas enfrascadas en libros particularmente sesudos, con una breve descripción.

Como señala el mismo artículo de The Times, para algunos miembros de la Generación Z los libros se han convertido en un símbolo no de inteligencia, sino de atractivo. Un accesorio para llevar con un buen conjunto y un bolso de mano. "La lectura performativa está en todas partes", señala. "Desde los creativos tatuados que fuman mientras contemplan las Meditaciones de Marco Aurelio en una playa de Ibiza —probablemente uno de los libros peor entendidos y más utilizados en los tiempos modernos— hasta el hombre soltero que lee, o al menos aparenta leer, literatura feminista con la esperanza de que las chicas guapas le escriban por privado" —es inevitable acordarse del futbolista Héctor Bellerín—.

Era 2011 y Reinier Gerritsen, un fotógrafo holandés, empezó a observar un cambio en el metro de Nueva York. Era sutil, pero poco a poco, los smartphones y los e-book estaban haciéndose dominantes en el ambiente. Armado con su cámara, comenzó a retratar lo que veía como una especie en vías de extinción.

En resumen, en un mundo ultracompetitivo como el actual, parece que el leer libros se hace menos por el placer propio y más por el placer de contarles a los demás lo que has leído, o "como una afirmación petulante del propio gusto", de hecho, suelen ser habituales los vídeos en redes sociales en los que la gente da trucos para poder leer más libros en menos tiempo. En problema es que, a muchas personas parece interesarles solo cuántos libros pueden leer rápidamente y no cuánto conocimiento pueden adquirir, retener o aplicar en el futuro.

"Es un momento aterrador para quienes aprecian la palabra escrita", opinaba al respecto la periodista Alaina Demopoulos, hace poco, en un artículo publicado en The Guardian. "Los profesores universitarios nos dicen que los estudiantes ya no pueden leer libros completos, que a los padres de la generación Z no les gusta leerles a sus hijos, que los teléfonos inteligentes arruinaron nuestra capacidad de concentrarnos en algo que dure más de 30 segundos, y que la basura de la IA dominará el sector editorial. No seas tonto". "Desde mi punto de vista, hay diferentes factores que explican el auge del performative reading", cuenta a este periódico la psicóloga sanitaria Sara Montejano. "Uno de ellos es que los libros por sí mismos son objetos que relacionamos con personas cultivadas, curiosas, inteligentes, con buena conversación, en definitiva son signos de estatus. Conforman una identidad atractiva por lo que mucha gente quiere transmitir esa imagen. Antes este "postureo" se hacía a través de las estanterías de las casas, quiero decir, que la forma de proyectar esta imagen se producía cuando alguien venía a casa y veía estanterías copadas de libros. Actualmente son las redes sociales las que posibilitan la proyección de esta imagen más allá de tu círculo próximo. Muchos influencers están haciendo este tipo de contenido para dar una imagen de sí mismos más profunda y crear una imagen de marca más "seria", más allá de los contenidos habituales que pueden parecer más superficiales".

Pásate por Ser humano >> Narcisismo.

"Otro comportamiento que está relacionado es que, en general, nos gusta compartir aquellas cosas que nos han impactado, que han movilizado nuestras emociones, ya sea porque nos ha divertido, porque nos hemos sentido identificados o porque nos ha enseñado algo. Es por esto que hay muchos vídeos en redes sociales, en los que se comparten reseñas de libros o selecciones personales de libros que la persona considera que merece la pena leer y por tanto lo comparte en sus redes sociales, tanto es así que se han creado comunidades tanto en Instagram (Bookstagram) como en TikTok (Booktok), especificamente sobre este tema. Esto tampoco es nuevo, siempre se ha compartido con los amigos aquellos libros que nos han gustado. Creo además que durante la pandemia desarrollamos el hábito de la lectura. Leer en general es una actividad que "engancha" por lo que decíamos antes, que es capaz de movilizar las emociones, te traslada a otros mundos, te enseña cosas. Y como actividad cotidiana, mucha gente la comparte como comparte tantas otras actividades de su vida diaria. Las editoriales han visto el potencial de este comportamiento y están haciendo portadas muy visuales, que son obras de arte instagrameables, y esto al final funciona como publicidad para sus libros".

Montejano asegura que en las consultas se ven cada vez más jóvenes angustiados y estresados por dar una imagen perfecta que cubra las expectativas de los demás para ganar su aprobación. "No obstante, la percepción que tienen los demás de nosotros siempre ha sido una fuente de preocupación para el ser humano. El que los demás nos aprueben y nos vean como miembros de pleno derecho del grupo, forma parte de las necesidades sociales básicas". "Entonces quizás diría que más que preocupados, estamos ocupados en como se nos percibe, invertimos mucho tiempo en crear nuestra imagen en redes sociales y esto hace que muchas veces el objetivo principal de lo que hacemos no sea disfrutarlo, sino crear contenido para las redes, por ejemplo lo vemos en los conciertos donde la gente muchas veces invierte tiempo en grabar para luego publicar, que en disfrutar de la experiencia. Es natural preguntarse si las redes sociales son un problema: está claro que son una fuente de exposición personal y una vía de aprobación. El verdadero problema creo que reside en el momento en que buscamos la aprobación de personas que son irrelevantes en nuestra vida pero pueden marcar una diferencia sustancial en cómo nos sentimos con nosotros mismos".

6 de Agosto de 2025

En 1722, el pescador Philip Ashton fue capturado por la tripulación del infame Edward Low, uno de los piratas más despiadados de su tiempo. Durante meses, Ashton convivió con hombres a los que describió con absoluto desprecio: groseros, sacrílegos, sumidos en borracheras interminables, obscenidades y un ciclo constante de violencia que solo se interrumpía cuando el sueño los vencía. Cada amanecer era el inicio de una nueva jornada de excesos, y Ashton, prisionero de ese mundo, no podía más que observarlos con repulsión, intentando preservar lo poco que quedaba de su dignidad.

Edward Low era temido incluso entre piratas. No solo saqueaba, también mutilaba y torturaba por simple diversión. Para Ashton, convivir con esa banda fue como descender a un infierno flotante, una comunidad sin reglas, sin piedad, sin alma. Pero un día, mientras los piratas se encontraban en una isla para abastecerse de agua y leña, Ashton vio su oportunidad. Corrió desesperadamente entre la espesura y logró escapar, dejando atrás el bullicio de los hombres de Low. Por primera vez en mucho tiempo, estaba libre… pero también completamente solo. La isla se convirtió en su prisión natural. Vivió casi dos años escondido, sobreviviendo a base de cocos, tortugas, frutos silvestres y el agua de lluvia que lograba recoger. No tenía armas ni herramientas, apenas sus manos y la voluntad de seguir con vida. Su barba creció, su cuerpo se endureció y sus pensamientos oscilaron entre la desesperanza y la fe. En 1724, exhausto pero aún vivo, Ashton fue rescatado por un barco que recaló en la isla.

Regresó a Massachusetts con una historia increíble: había sobrevivido al cautiverio de los piratas y a la soledad extrema en una isla desierta. Más tarde escribió sus memorias, y en ellas no solo describió los horrores vividos, sino también la firmeza de un hombre que, aun enfrentado al caos y la barbarie, se negó a perder su humanidad.

7 de Agosto de 2025

Cuatro increibles escritoras latinoamericanas.

Del rencuentro con su hermana, que vuelve a vivir al país con sus hijas, brotan para la protagonista los recuerdos dolorosos de una infancia rota tras el asesinato de sus padres. La locura a veces, la maldad otras, por momentos la fría y simple desaprensión organizan el pasado de ambas. Sin embargo, y contra sus propios pronósticos, la convivencia entre las cuatro promete la forma de una nueva familia y el alivio del amor. En esta esperada novela debut, Albertina Carri -figura ineludible del cine más original e irreverente de Latinoamérica- vuelve a su escenario preferido: el campo. A través de un relato descarnado, plagado de detalles crueles y luminosos, eróticos y escalofriantes. Con un enorme poder dramático, aprovecha el aparente vacío de la pampa para que la pregunta por el sentido de la vida encarne en imágenes memorables y que en los animales, la noche y la soledad aparezcan las respuestas.

El día que el hombre llega a la Luna, D empieza a trabajar como vendedor viajero de productos de Kramp: clavos, serruchos, martillos, picaportes y mirillas. Comienza también entonces la educación paralela de su hija, M. Convertida en ayudante y cómplice, se salta las clases a espaldas de su madre para acompañar a D en sus viajes, descubriendo un precoz sentido comercial y un talento inesperado para la picaresca mientras recorren los pequeños pueblos del sur chileno, un territorio plagado de fantasmas. María José Ferrada (Chile, 1977) es periodista y escritora. Sus libros infantiles han sido publicados en ocho países. "Kramp", su primera novela, ha sido la primera obra en ser galardonada con los tres reconocimientos literarios chilenos de mayor prestigio: el Premio a la Mejor Novela del Círculo de Críticos de Arte, el Premio a las Mejores Obras del Ministerio de Cultura (categoría novela) y el Premio Municipal de Literatura de Santiago.

Recopilación privada; ajuste de cuentas con una madre desesperada y desesperante; desmontaje de una vida que va de la simbiosis al enfrentamiento, de la huida de la casa familiar a la clandestinidad revolucionaria, de la migración al descubrimiento de sí a través de la escritura, El corazón del daño es un dispositivo literario abierto y complejo que busca, en palabras de su autora, ser fielmente "un censo de escenas ilegibles". Con una narrativa directa y voluptuosa a la vez, Negroni recurre a la nota íntima, la observación sagaz, la apostilla urbana, la crónica política, la balada del exilio y al canto lúgubre del duelo para escribir "un pequeño libro de mi puño y cuerpo, seguramente errado en su tristeza".

Tras cuatro mudanzas, un fracaso sentimental y la muerte de su padre, la protagonista de «La ciudad invencible», una mujer de unos treinta años que comienza a ser consciente del paso del tiempo y del fracaso de las expectativas que se había forjado hasta entonces, llega a Buenos Aires. Allí se abrirá ante ella una nueva etapa en la que deberá rendir cuentas de su pasado, enfrentarse a la desazón de su presente y orientarse de nuevo hacia la promesa del futuro.

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