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3 de Mayo de 2025

En la larga historia de la literatura occidental, hay libros que cambian el curso de la narrativa, aunque su fama no se traduzca en lecturas masivas. Ese es el caso de La vida y opiniones del caballero Tristram Shandy (The Life and Opinions of Tristram Shandy, Gentleman), escrita por Laurence Sterne a mediados del siglo XVIII. Una obra excéntrica, divertida, profundamente innovadora y, a día de hoy, injustamente olvidada por el gran público. Sin embargo, muchos críticos la consideran la precursora de la novela moderna, por su estilo fragmentado, autorreflexivo y su estructura poco convencional.

Publicada en nueve volúmenes entre 1759 y 1767, Tristram Shandy rompió con las normas narrativas de su época. Mientras el resto de novelistas del siglo XVIII se centraban en contar historias lineales, con principio, nudo y desenlace, Sterne optó por hacer todo lo contrario: rompió la cronología, interrumpió la trama constantemente y convirtió a su narrador en el verdadero protagonista, no tanto por lo que cuenta, sino por cómo lo cuenta. Desde las primeras páginas, el lector se da cuenta de que está ante algo radicalmente distinto. Tristram intenta relatar su propia vida, pero se desvía sin cesar. Su nacimiento se retrasa durante cientos de páginas y, cuando por fin ocurre, se convierte en otra excusa para hablar de teorías médicas, anécdotas familiares y reflexiones filosóficas.

La obra está plagada de digresiones, notas al pie exageradas, capítulos que aparecen en desorden, páginas en blanco, dibujos y símbolos tipográficos inusuales. Sterne incluso invita al lector a arrancar páginas o las deja en negro como gesto de duelo. Estas estrategias, revolucionarias en su momento, anticipan los recursos que siglos más tarde usarían autores como James Joyce, Virginia Woolf o Italo Calvino.

Además, Tristram Shandy es una obra profundamente humorística. Su ironía sutil, sus personajes excéntricos —como el tío Toby, obsesionado con las batallas militares, o el señor Walter Shandy, amante de teorías absurdas— y su constante juego con el lector lo convierten en uno de los textos más cómicos del siglo XVIII. Todo ello sin dejar de ser un comentario agudo sobre la condición humana, el lenguaje, el conocimiento y la memoria. Aunque pocos lo han leído, muchos escritores lo han admirado. Virginia Woolf lo describió como “el primer novelista verdaderamente moderno”. James Joyce se inspiró en su estilo para Finnegans Wake, y Laurence Sterne es citado frecuentemente como una figura clave para entender la posmodernidad literaria. La novela rompió con la idea de que el narrador debía ser invisible y neutral: Tristram no solo es el centro de atención, sino que dialoga con el lector, bromea, exagera y miente. Autores contemporáneos como David Foster Wallace o Javier Marías han reconocido en Sterne a un precursor. Incluso en el cine, el espíritu de Tristram Shandy ha sido reivindicado: en 2005, Michael Winterbottom dirigió A Cock and Bull Story, una adaptación libre y metanarrativa sobre el intento de rodar la novela.

Pese a su importancia histórica, Tristram Shandy no es un libro fácil. Su lenguaje, su estructura caótica y su falta de acción han hecho que muchos lectores lo abandonen antes de la mitad. Sin embargo, quienes perseveran encuentran en él una experiencia literaria única, tan experimental como divertida, tan absurda como profunda. En una época donde abundan las narrativas sencillas y directas, revisitar a Laurence Sterne es una invitación a pensar la novela desde sus límites. Y es que, dos siglos y medio después, Tristram Shandy sigue desafiando las reglas. Tal vez por eso, más que una reliquia del pasado, es un libro del futuro.

En pleno siglo XXI, cuando se habla de literatura innovadora, posmoderna o que rompe las reglas narrativas, muchos miran hacia autores anglosajones del siglo XX. Pero pocos recuerdan que un español ya lo había hecho —y con maestría— mucho antes. Su nombre: Miguel de Unamuno. Su obra: ‘Niebla’. Y aunque fue publicada en 1914, lo que hizo con ella fue tan rompedor que aún hoy resulta difícil encasillarla. ¿Una novela filosófica? ¿Una broma literaria? ¿Una tragedia disfrazada de comedia? ‘Niebla’ no es simplemente una novela: es un desafío directo a la forma de contar historias. Y no, no es una exageración. Unamuno inventó su propio género y lo llamó nivola, porque no se parecía a nada que hubiera leído antes. Su intención era clara: subvertir las reglas del juego literario desde dentro.

En apariencia, la historia es sencilla. Augusto Pérez, un joven adinerado, pasea por las calles de Salamanca cuando se enamora a primera vista de una mujer llamada Eugenia. Lo que empieza como una típica historia romántica pronto se convierte en algo completamente distinto: una meditación sobre la libertad, la identidad, el amor, y la mismísima naturaleza de la realidad. Pero lo que hace que ‘Niebla’ destaque no es su argumento, sino cómo está contada. Unamuno juega con el lector, rompe la cuarta pared, y lleva la metaficción a un nivel insólito. ¿El momento cumbre? Cuando el propio protagonista acude a hablar con el autor del libro —sí, con Miguel de Unamuno en persona— para exigirle una explicación sobre su destino. En otras palabras: el personaje se rebela contra su creador.

Mucho antes de que Charlie Kaufman escribiera Adaptation, o de que Pirandello declarara que sus personajes buscaban autor, Unamuno ya había escrito una historia donde el personaje sabe que es ficticio y lucha contra ello. Esta ruptura de los límites entre ficción y realidad fue revolucionaria. Lo más sorprendente es que lo hizo desde Salamanca, en una España marcada por la crisis del 98 y el desconcierto existencial. Unamuno no solo reflexionaba sobre el alma de España, sino también sobre el alma del ser humano, la libertad y el absurdo de la vida. El título no es casual. La niebla, que difumina las formas y hace borrosos los contornos, es una metáfora perfecta para el universo ambiguo que Unamuno construye. Nada es firme en esta novela: ni el género, ni la realidad, ni el control del autor sobre su obra. Todo se mueve entre la duda y la paradoja.

Para Unamuno, la niebla también simboliza la confusión existencial, la lucha del individuo contra un destino que no entiende. La novela no ofrece respuestas claras, pero sí una honestidad brutal sobre las preguntas más profundas de la vida. En una era saturada de información, algoritmos y narrativas planas, ‘Niebla’ sigue siendo una lectura incómoda, provocadora y necesaria. Nos recuerda que las fronteras entre realidad y ficción son más porosas de lo que creemos. Nos obliga a pensar en el libre albedrío, en quién maneja realmente los hilos de nuestra vida, y en la posibilidad —terrible y fascinante— de que seamos personajes de una historia escrita por otro. ‘Niebla’ no es un clásico solo por su valor histórico, sino por su actualidad brutal. Es el tipo de obra que hay que leer al menos una vez en la vida. Porque, como el propio Unamuno dice al final del libro: “Vosotros los lectores sois personajes de otra novela escrita por Dios.” Y tras leer ‘Niebla’, no puedes evitar preguntarte: ¿y si fuera cierto?

Perly Dunsmore ha llegado al pueblo de Harlow, Nuevo Hampshire, y ya nada será lo mismo. La novela de Joan Samson, en su primera y única obra de ficción, se publicó originalmente en el año 1976. La leyenda podría decir que fue un fracaso y casi medio siglo después fue redescubierto, casi diríase que encontrado, pero no. La obra fue un rotundo éxito de ventas, Hollywood pensó en una adaptación al cine y la publicación de Simon & Schuster fue traducida a varios idiomas. Pero, naturalmente, Joan Samson no estuvo ahí para verlo. La autora murió a los 38 años de un fulminante cáncer cerebral y ni siquiera pudo ver la obra publicada. Samson o pudo continuar con su carrera literaria, lo que sin duda contribuyó a que, por alguna razón, el incómodo subastador cayera en el olvido tras el éxito inicial… al menos hasta 2017. En esa fecha, el superventas Grady Hendrix publicó su ya famoso Paperbacks from Hell, un inventario de portadas y novelas de la abundante producción de libros de terror de los setenta y ochenta. Entre ellos estaba El subastador, la historia de un desconocido que llegaba a una pequeña localidad rural y comenzaba a subastar propiedades de sus habitantes para beneficencia.

Debido al éxito de la obra de Hendrix donde se la nombraba, la obra fue recordada y de nuevo publicada. Ahora El subastador llega a España gracias a la editorial Minotauro, la misma que también ha editado Paperbacks from Hell. Y el lector español podrá considerar la buena fama de la novela desaparecida: encontrará ecos de Stephen King y La Tiénda, claro, pero la recomendación de portada ya nos advierte de que Samson va en serio. Los nombres de Cormac McCarthy y Shirley Jackson salen a colación.

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Los grandes festivales se han convertido en un fenómeno que trasciende la propia música, cuando no contribuye directamente a su estrangulamiento. Mueven miles de millones de euros, atraen turismo, exigen subvenciones, blanquean marcas, explotan a artistas y trabajadores y saquean al público. Aun así, no hay ciudad, grande o pequeña, que no apueste por el suyo. Nando Cruz disecciona en este libro una industria que ha crecido hasta desbordarse y nos sumerge en su historia y entresijos para entender que hay detrás de ese fin de semana bucólico de confetis, pulseras, luces y conciertos.

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La epidemia de suicidios que barrió Alemania al caer el nazismo. En 1945, el Tercer Reich cayó y Adolf Hitler se suicidó en su búnker de Berlín. Pero no fue el único que decidió acabar con su vida. Con la caída del régimen nazi, miles de alemanes de a pie se ahorcaron, pegaron un tiro, envenenaron o ahogaron, siguiendo al Führer a la muerte. Muchas de estas muertes fueron provocadas por el terror ante el avance de las tropas soviéticas o por los sentimientos de culpa, pero, como sucede a menudo, la explicación no es tan sencilla. Florian Huber explora con maestría el porqué de este terrible fenómeno. Alemania no ha sido el único país en perder una guerra, pero en ningún otro lugar se respondió de manera tan cataclísmica. Otros países, como Japón, tenían una cultura del suicidio por honor, pero no así Alemania. ¿Qué llevó, pues, a familias enteras a acabar con sus vidas, incluso a matar a los niños y bebés? En esta original y brillante investigación histórica, Huber explora las raíces y consecuencias de la relación entre los alemanes y el Tercer Reich y lleva a una nueva comprensión de lo que supuso la caída del nazismo para Alemania. Prométeme que te pegarás un tiro es una explicación magnífica de uno de los episodios menos conocidos de la historia europea del siglo xx y una ventana a la psique de un pueblo que pasó en pocos años de la cima del mundo a lo más hondo del abismo.

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Desde el fin del Imperio Romano, casi mil quinientos años antes, no hay un paralelo, al menos en Europa, con la caída de la nación alemana en 1945. Alemania, industriosa e inventiva, hogar durante siglos de una cantidad desproporcionada de los más grandes pensadores, escritores, científicos y músicos de la civilización occidental, había entrado en el siglo XX unida, próspera y fuerte, admirada por casi toda la humanidad por sus notables logros. Durante la década de 1930, amargada por una guerra perdida y luego marcada por el desempleo masivo, Alemania abrazó el oscuro culto del nacionalsocialismo. En menos de una generación, sus grandes ciudades yacían en ruinas y sus industrias destrozadas y su patrimonio cultural parecían completamente irrecuperables. Los propios alemanes habían llegado a ser considerados monstruos malvados. Después de seis años de guerra, ¿Cómo iban a manejar los exhaustos vencedores el final de un horror que para la mayoría de la gente parecía sin precedentes?

En Exorcising Hitler, Frederick Taylor cuenta la historia del año cero de Alemania y lo que vino después. Al describir la campaña final de los Aliados, la persecución de la resistencia nazi, el vasto desplazamiento de pueblos en Europa central y oriental, las actitudes de los conquistadores, la competencia entre la Rusia soviética y Occidente, el hambre y la casi inanición de un pueblo antaño orgulloso, el intento inicialmente ingenuo de extirpar el nazismo de todos los aspectos de la vida alemana y el enfoque posterior, más pragmático, comenzamos a comprender que, a pesar de la destrucción casi total, una combinación de conservadurismo, iniciativa y pragmatismo en relación con los antiguos nazis posibilitó el milagro económico de la década de 1950. Y vemos cómo solo cuando la generación de los 60 (los hijos de la era nazi) comenzó a cuestionar a sus padres con creciente violencia, Alemania comenzó a despertar de su letargo.

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La joven enfermera polaca que se convirtió en amante de un jerarca nazi a cambio de salvar la vida de doce judíos.

22 de Mayo de 2025

"Mi padre era jardinero. Ahora es jardín". Dos frases cortas, cargadas de emoción, que cuentan toda una historia, toda una vida. Así de impactante y rotundo es el arranque de El jardinero y la muerte (Impedimenta), el nuevo libro del búlgaro Gueorgui Gospodínov (Yámbol, 1968), su texto más personal y, al mismo tiempo, el más universalmente humano. Sucintamente podríamos decir que es una crónica profunda y reflexiva sobre los últimos días de vida de su padre, sobre el duelo, la muerte y la memoria. En sus propias palabras: "Esta podría ser una novela elegiaca, una novela-memoria o una novela-jardín. Sin embargo, este libro no tiene un género obvio, debe construirlo por sí mismo. Igual que la muerte no tiene género. Tampoco la vida". Mundialmente reconocido tras ganar el Booker Internacional en 2023 por Las tempestálidas, un ensueño distópico sembrado de irónicas premoniciones que desenmascaraba la íntima y peligrosa relación que late entre nostalgia y política, hasta ese año se retrotrae el escritor para invocar los orígenes de este nuevo libro, aquel que nunca pensó escribir.

Gospodínov, dentro de la selección de cuentos y relatos.

"2023 fue un año muy peculiar. Ganar el Booker, lo que hizo muy felices a mis padres, provocó que los periodistas de Bulgaria enseguida los encontraran. Ellos vivían en un pueblo muy pequeñito y mi padre se dedicó a pasear a todos esos periodistas por su jardín enseñándoles qué árboles y flores eran mis favoritos. Así que todo el mundo pudo ver ese jardín y a mi padre unos meses antes de que falleciera", recuerda sonriendo.

Pocos meses después, los constantes dolores de su padre le llevaron a acudir a la capital para ir al hospital con su hijo."Desde que vino a Sofía para que fuéramos juntos al médico hasta el final, transcurrió exactamente un mes y durante ese tiempo yo estuve al lado de su cama, e iba apuntando pequeñas cosas como palabras suyas o algunos gestos, algunos movimientos que simplemente quería anotar sin tener en ese momento la idea de que quería escribir nada sobre el tema", explica el escritor. "Pero al final obtuve un cuaderno lleno de anotaciones y reflexiones de ese tipo. Este es el primer libro que escribo a mano, pero no hubiera podido escribirlo de otra forma". "Mi generación teme a la muerte, ha perdido el contacto con ella, pero para nuestros padres es parte de la naturaleza" Esa es en síntesis la historia de El jardinero y la muerte. Pero que nadie espere un texto de duelo canónico, lineal y sentimental. Los lectores del búlgaro saben bien que la literatura de Gospodínov habita en un espacio donde lo trivial nunca puede ser desenredado de lo excepcional, donde pasado y futuro convergen en un presente que sólo puede ser narrado desde los fragmentarios ángulos que conforman nuestro ser y donde la memoria es una cápsula del tiempo que sirve como refugio y guía.

Sofía ha acogido numerosos pueblos desde el siglo VII a. C. un microcosmos de la historia universal. Hay vestigios de arquitectura romana, bizantina, otomana, rusa, y del período socialista.

Así, por encima de todo, en estas páginas el hijo reconstruye una imagen completa y caleidoscópica de Dinyo Gospodínov, de su ironía bienhumorada y sus profundas ganas de vivir, de sus proverbiales dotes de narrador oral y de su sencillo lema ante una vida que no fue nada fácil: "Nada que temer". Una historia de vida "Sé que uno no puede hablar objetivamente de su padre, pero creo que, en cierto sentido, logro componer su imagen real, porque me ocurre algo curioso: lo recuerdo con sus distintos cuerpos", confiesa el escritor. "A sus 20 años con su chupa de cuero y el pantalón estrecho, como lo he visto en fotografías, como mi padre cuando yo tenía unos 4 años, como un anciano cuando empezó a envejecer, la primera vez que tuvo cáncer...", enumera. "Yo quería parecerme a mi padre en tres cosas: ser fuerte e impresionante como él, pues era una persona muy alta; fumar como él, por eso empecé a fumar; y narrar como él. Creo que más o menos, en distinto grado, he alcanzado las tres cosas, pues mi modo de escribir similar al modo de narrar de mi padre, donde hay muchas anécdotas orales, vívidas, y una simbiosis constante entre la ironía y la nostalgia". "Quería narrar el momento en el que la vida se apaga, se extingue. No la muerte en sí, porque la muerte no es interesante, no tiene historia" Esa mezcla constante de crudeza y humor, de ternura y aspereza, hace que este libro, trufado de anécdotas a las que el escritor recurre para rebajar la emoción, logre un equilibrio perfecto entre risa y llanto. "¿Cómo narrar algo tan terrible?, me preguntaba. Fue a través de esas historias graciosas, anécdotas familiares y narraciones populares como conseguí combinar el dolor y lo ridículo que, en el fondo, son lo que compone la vida", esgrime el escritor, para quien hablar de la muerte es, en realidad, hablar de la vida.

"En realidad esta es una historia narrada desde el punto de extinción de la vida. Para mí eso es lo importante, el momento final, el momento en el que la vida se apaga, se extingue. No la muerte en sí, porque la muerte no es interesante, no tiene historia".

El búlgaro Gueorgui Gospodínov reconocido en 2023 con el prestigioso Booker Internacional por su novela 'Time Shelter'. El galardón se otorga anualmente a la mejor obra de ficción, traducida al inglés y publicada en Reino Unido e Irlanda. La presidenta del jurado del International Booker, la escritora Leila Slimani, dentro de la selección de autores de nuestra bibliotecaria, destacó la "variedad" de las obras finalistas, y subrayó que la elección del ganador fue fácil.

Por ello, Gospodínov no centra el libro en la muerte, sino que, a pesar de que el dolor y la tristeza son inconmensurables, el escritor inmortaliza la vida y nos la transmite, como si fuera el legado de su padre, lo que esta nos enseña de la vida. "No sé en España, pero en Bulgaria todavía existe la tradición, especialmente en el mundo rural, de que los familiares moribundos terminen sus días en sus casas, no en residencias u hospitales. Existe ese deseo de despedir a la persona que se está yendo hasta la puerta, estar físicamente con ella, sujetándola de la mano", explica el escritor. "Puede parecer una tontería, algo propio del pasado, pero después de todo lo vivido aprendí que la lección más importante que nos enseñan nuestros padres es no cómo se vive, sino cómo se muere", sostiene. Y es que para el escritor, en un mundo actual donde la muerte se esconde y se rodea de un halo impersonal y aséptico, esa enseñanza es algo muy valioso. "Dar la espalda a la muerte, paradójicamente, hace que asumirla sea mucho más difícil. La gente de la generación de mis padres, que ha vivido en el campo, en contacto con animales, con plantas, con jardines, ha visto en muchas ocasiones la muerte, la conocen y han estado en contacto con ella, por lo que forma parte de lo natural, de la naturaleza", razona. "Mi generación y las siguientes tenemos más miedo a la muerte, no sabemos enfrentarla, pero ellos pueden vivirla, asumirla de forma más fácil que nosotros".

El autor es originario de Yambol, una encantadora ciudad situada en el sureste de Bulgaria, a orillas del río Tundzha. Con una rica historia que se remonta a la época romana, este destino ofrece a los visitantes una combinación perfecta de cultura, naturaleza y gastronomía.

En este sentido, El jardinero y la muerte se convierte, en virtud de los relatos sobre la vida de Dinyo, en una suerte de homenaje generacional. "Siempre he querido escribir un libro sobre los padres de nuestra época, una generación peculiar nacida a finales de la Segunda Guerra Mundial, una generación que ha atravesado toda la miseria y pobreza de los años 50", comenta Gospodínov. "Una generación que se quedó encerrada en Bulgaria debido a las fronteras del comunismo y tenía más o menos 50 años de edad cuando cayó el Muro de Berlín. Muchos de ellos intentaron empezar de nuevo otra vida y la mayoría fracasó en ese intento", apunta el escritor, que en el libro describe los intentos de su padre por montar negocios honrados en el capitalismo voraz de los 90 y cómo nada salió bien. "La memoria, que te recuerden tus hijos y nietos, es, en efecto, un antídoto contra la muerte, nuestra única forma real de inmortalidad" "Esa fue la generación de padres que fumaban de una manera muy hermosa. Sujetaban el cigarrillo de una forma muy exquisita. En cierta manera se agarraban del cigarrillo como de un ancla, y el humo era una especie de camino hacia un mundo distinto", apunta poético. Otro elemento clásico de la literatura de Gospodínov, que recordará a muchos a su célebre Física de la tristeza, es la idea de que los muertos nunca están muertos del todo mientras existan en la memoria, que viven en nosotros. "La memoria es, en efecto, un antídoto contra la muerte, nuestra única forma real de inmortalidad. Para la gente común, la inmortalidad es que te recuerde la siguiente generación, es decir, que te recuerden tus hijos. Y si también llegan a recordarte tus nietos, es lo más que puedes pedir", reflexiona. "Cuando nació mi hija, que hoy tiene casi 20 años, a mi padre le diagnosticaron cáncer y le dieron unos meses. Lo que me dijo fue: 'Realmente, lo único que me da pena es que esa niña no me va a recordar si me muero ahora'". Dos años después, con el duelo más agazapado, aunque nunca ausente, Gospodínov recuerda con cariño el proceso de escritura de El jardinero y la muerte, que, asegura, le ha acercado a su padre. "Con este libro me ocurrió algo que sólo me había pasado la primera vez que escribí algo hace ya 50 años, una experiencia que se podría tildar de exorcismo literario. De niño tuve durante meses una pesadilla recurrente en el que mis padres me abandonaban. Cuando la escribí en un relato, dejé de soñar con ella, aunque quizás justo por escribirla la recuerdo", comparte. "Después de que mi padre se fue me sentí muy abrumado, perdido. Pero tras escribir este libro, la conversación entre él y yo empezó a fluir de forma mucho más fácil y puedo convocarlo sin dolor", concluye.

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Elena Blanco, inspectora de la Brigada de Análisis de Casos (BAC) se enfrenta a su peor enemigo, una poderosa organización integrada por personalidades del mundo de la empresa, la política, la judicatura y la policía. El Clan. Enfrentarse a él es acabar muerto. Aun así, la BAC afronta el desafío. Pero cuando Elena recibe unas imágenes en las que Zárate aparece tendido sobre un charco de sangre, comete un error imperdonable.

Magnífica, brutal y enormemente adictiva, Carmen Mola se supera en el esperado desenlace de la serie Inspectora Elena Blanco.

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Dos jóvenes exaltados, Asier y Joseba, se marchan en 2011 al sur de Francia con la intención de convertirse en militantes de ETA. Esperan instrucciones en una granja de pollos, acogidos por una pareja francesa con la que apenas se entienden. Allí se enteran de que la banda ha anunciado el cese de la actividad armada. Abandonados a su suerte, sin dinero, sin experiencia ni armas, deciden continuar la lucha por su cuenta, fundando una organización propia, en la que uno asumirá el papel de jefe y disciplinado ideólogo, y el otro el de subalterno más relajado.

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Un niño. Dos países. Dos ideologías. Una emocionante y ambiciosa novela sobre la identidad y el poder arrollador de la cultura que nos muestra que, incluso en los rincones más oscuros de la Historia, la vida se abre paso.

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"¿Te gusta la oscuridad? Perfecto. A mí tambien" es cómo inicia Stephen King el epílogo de este nuevo y magnífico volumen de doce relatos que se adentran en la parte más sombría de la vida. King lleva más de medio siglo siendo un maestro literario, y estas historias sobre el destino, la mortalidad, la suerte y los múltiples pliegos de la realidad son tan ricas y absorbentes como sus novelas. El autor escribe "para sentir la emoción de dejar atrás la rutina", y en Si te gusta la oscuridad los lectores sentirán, una y otra vez, esa misma emoción.

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Faltan dos semanas para la boda de la teniente Valentina Redondo y Oliver Gordon. En plenos preparativos, los sorprende la noticia de un atentado masivo en el Templo del Agua del famoso balneario cántabro de Puente Viesgo. Las instalaciones del idílico paraíso de agua estaban ocupadas por un grupo de empresarios, y todo apunta a que la masacre ha sido perpetrada con una peligrosísima arma química. Valentina tendrá que cooperar con el ejército y con un equipo de la UCO para resolver el crimen. Pronto descubrirán que un cerebro hábil y cruel ha puesto en marcha una maquinaria infalible, ejecutando cada uno de sus movimientos con extraordinaria frialdad, en un claro desafío a la inteligencia y a las habilidades deductivas de Valentina y del propio lector. La teniente Redondo llegará a dudar de los pasos que debe seguir, porque las sospechas no tardarán en recaer sobre alguien que jamás ha visto pero que, en el fondo, siente que conoce. El peligro es un latido que no se extingue nunca.

El nuevo caso de Los libros del Puerto Escondido.

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El 16 de julio de 1945, en el desierto de Nuevo México, se detonaba en secreto la primera bomba atómica. Impactado por el poder destructivo de su creación, J. Robert Oppenheimer, director del Proyecto Manhattan, se comprometería desde entonces a luchar contra el desarrollo de la bomba de hidrógeno y contra la guerra nuclear. Sospechoso de comunista para los Estados Unidos de la era McCarthy, fue perseguido por el FBI, calumniado como espía de la Unión Soviética y obligado a dimitir de cualquier función pública. Su vida privada fue arrastrada del mismo modo hacia el esperpento; su casa fue allanada con micrófonos ocultos, y su teléfono, intervenido. No sería hasta 1963 que el presidente Kennedy lo rehabilitaría y, con ello, su figura obtendría otro cariz para los ciudadanos del mundo entero. Treinta años de entrevistas a familiares, amigos y colegas; de búsqueda en archivos del FBI; de análisis de las cintas con discursos e interrogatorios, y de hallazgos de documentos privados del físico nuclear dieron como resultado este monumental libro. Una biografía de una enorme minuciosidad que ofrece una visión íntima del científico más famoso de su generación; una de las figuras icónicas del siglo xx para quien el triunfo y la tragedia se unieron en un nudo gordiano.

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El autor de la serie de éxito internacional «Rodeados de idiotas», con más de 10 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo, nos ayuda a manejar a los narcisistas en nuestro día a día.

¿A menudo las personas narcisistas te hacen sentir miserable? ¿Estás agotado por sus constantes demandas de atención, su necesidad de control, su convicción de que siempre tienen razón (incluso cuando no la tienen) y su obstinación en hacer lo que quieren (independientemente de las consecuencias)? Ya sea en pareja, trabajo o familia, todos lidiamos diariamente con algún narcisista, y, en su nuevo libro, Thomas Erikson nos revela cómo manejarlos sin morir en el intento. Para ello es imprescindible conocer cuáles son sus motivaciones, sus estrategias de manipulación y su impacto en nuestra salud emocional. Basado en situaciones cotidianas y en su modelo de cuatro colores para identificar los diferentes tipos de personalidades que desarrolló en Rodeados de idiotas, Erikson nos brinda herramientas efectivas para detectar y enfrentar estas conductas tóxicas. Libérate del peso del narcisismo y disfruta de una vida más feliz y satisfactoria.

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23 de Mayo de 2025

Con su fascinación por la búsqueda de sentido y peculiar ritmo narrativo László Krasznahorkai (Gyula, 1954) nos adentra en los laberintos de la existencia humana en El barón Wenckheim vuelve a casa (2017), una novela que ha sido traducida a nuestra lengua por Adan Kovacsics. La trayectoria literaria del escritor húngaro –la editorial Acantilado ha publicado Melancolía de la resistencia (2001), Al Norte la montaña, al Sur el lago, al Oeste el camino, al Este el río (2005), Guerra y guerra (2009), Ha llegado Isaías (2009), Seiobo descendió a la Tierra (2015), Tango satánico (2017) y Relaciones misericordiosas (2023)– le ha hecho merecedor de los premios Kossuth (2004), el Man Booker International (2017), el Premio Austríaco de Literatura Europea (2021) y el Formentor de las Letras (2024), y lo ha consolidado como una de las voces más singulares de la literatura contemporánea.

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El pasado año, 2024, se batió el récord de españoles que viajaron a Japón: más de 182.000 personas visitaron el país. Hace dos, en 2023, Haruki Murakami recibía el Premio Princesa de Asturias de las Letras. Un lustro antes, en 2017, Kazuo Ishiguro ganaba el Nobel de Literatura. Los viernes de cenar sushi o ramen, o el amigo que te pregunta en qué plataforma puede ver Perfect Days, se combinan con mesitas de noche cada vez más plagadas de literatura nipona: en 2023, el último año con datos disponibles, el japonés fue el tercer idioma más traducido en España, sólo por detrás del inglés y el francés, siendo así uno de los idiomas que más ha crecido en la última década, en un 90%. Visto este auge, las primeras preguntas que vienen a la cabeza es cuándo ha pasado este asalto nipón a nuestras librerías y cómo ha conseguido rebasar a lenguas tan consolidadas como la italiana o la alemana.

Aunque el gusto por esta literatura ha tenido un crecimiento aparentemente progresivo, ha habido momentos puntuales con picos de interés que también las editoriales han sabido ver y aprovechar. Por ejemplo, el suicidio de Yukio Mishima en 1970 -por harakiri- y el éxito de Murakami -el superventas japonés por excelencia- fueron dos momentos clave, al menos en el inicio del fenómeno, según Marián Bango, cofundadora de la Editorial Satori, especializada en el país oriental. Ana Estevan, responsable de Ficción Internacional en Tusquets, menciona que desde su editorial ya publicaban desde los años 90 a Banana Yoshimoto. Sin embargo, ella marca el éxito de Tokio Blues, de Murakami, en torno a los 2000, como el punto en que más editoriales se subieron al carro. Sin duda, Murakami ha sido uno de los principales líderes del movimiento: "Tenemos la inmensa suerte de que tiene un especial afecto por España y Latinoamérica. Siente un gran apego, ha venido a España ya cuatro veces, dos con motivo de premios, y eso ayuda", dice, "Cuando hace algo en España o en relación a España, lo notamos en el número de ventas". "Es la primera vez que vemos un movimiento tan popular y duradero de la literatura asiática en sentido amplio" Diego Moreno, de la Editorial Nórdica, considera que el efecto imitación ha sido crucial.

Convertido en autor de culto y traducido a más de cuarenta idiomas, Murakami es, según los especialistas, un escritor inquietante, con una prosa en la que se aprecian influencias de autores como Dostoievski, Dickens, Capote o Vargas Llosa.

"En los últimos cinco o seis años muchas editoriales que no publicaban literatura japonesa de manera habitual han empezado a hacerlo". Y así han dado forma a un caso digno de estudio. "Es la primera vez que vemos un movimiento tan popular y duradero de la literatura asiática en sentido amplio, desde el manga y la novela gráfica, hasta la literatura policíaca, el thriller y la llamada healing fiction", cuenta Anik Lapointe, editora en Salamandra, le da mucha relevancia. A pesar de que los libros japoneses que se publican en España tienen temáticas absolutamente diversas, Lapointe identifica cinco factores que los conectan estilísticamente y explican su éxito. En primer lugar, ella señala la imaginación tan viva de los autores y, a veces, la introducción de un elemento mágico o fantástico. "A los hispanohablantes nos conecta con autores como Gabriel García Márquez", señala. Los autores estrella de Tusquets, Murakami y Yoshimoto, "son muy oníricos", menciona Estevan, sin atreverse, sin embargo, a poner esa etiqueta a la literatura japonesa en general. En segundo puesto, existe una sensibilidad manifiesta en sus textos: "Lo importante es lo que estoy contemplando ahora en un paisaje, lo que hace sentir la soledad en medio de la naturaleza", ejemplifica la editora de Salamandra. Otro factor es que son escritores que comparten un ritmo más lento, muy buscado a día de hoy cuando nos vemos sumergidos en un mundo de inmediatez y sobreestimulación: "Queremos encontrar un cobijo en algo que no sea ni apabullante ni agresivo, sino lo contrario".

La literatura japonesa es diversa y abarca desde obras clásicas como "El cuento de Genji" hasta novelas contemporáneas de autores como Haruki Murakami. Se caracteriza por su rico patrimonio cultural, influenciado por el contacto con China y el budismo, y por la forma en que refleja la vida y las tradiciones japonesas.

Marián Bango coincide: "Parte del encanto es que aparentemente no pasa nada, pero pasan muchas cosas". En cuarto lugar, las historias que presentan estos autores son generalmente sencillas, y en ellas predominan el intimismo y la introspección. "Son situaciones, más bien, por las que todo el mundo puede pasar», dice Lapointe. "Alguien, por ejemplo, que se encuentra solo y de pronto recuerde un amor del pasado, o que ha perdido a alguien. Estos autores logran transmitirlo de una manera sencilla, abierta, sin grandes teorías". "La literatura tiene que ser acogedora, pero también tiene que ser incómoda. Tiene que ser muchas cosas" Y, finalmente, Ana Estevan lanza un quinto factor que explica el éxito. Esta temática hace que el lector se sienta identificado: "En general los personajes no se encuentran muy bien. Y eso no está mal para un lector". En el contexto de ese entorno diario a veces desafortunado, las nuevas y más masivas propuestas de literatura japonesa encajan en un género ahora denominado healing fiction o ficción curativa, que hace referencia a esa literatura amable, cozy, ambientada en escenarios del país nipón. Curiosamente, los editores se desvinculan de esta calificación para explicar el auge: "Nosotros intentamos ir a algo literario y que aporte a la literatura y al lector de una manera más completa", dice Estevan. Marián Bango se muestra también crítica con la tendencia y la asemeja a una "producción en cadena": "Son meros productos de consumo, porque está todo troceado. La literatura también tiene que ser un poco un desafío a la persona. No tiene que ser todo fácil y sencillo, todo masticado. Al final acaba siendo lo mismo, un producto que se consume de manera acrítica e incluso también te puedes dopar y estimular con ello constantemente", menciona, aludiendo a esa moda de binge reading, o pegarse atracones de lectura.

Satori es una editorial dedicada íntegramente a Japón cuyo objetivo es dar a conocer la fascinante cultura y literatura niponas al mundo hispanohablante a través de obras publicadas por autores de reconocido prestigio, tanto occidentales como japoneses.

"La literatura tiene que ser acogedora, pero también tiene que ser incómoda. Tiene que ser muchas cosas". Twiggy Hirota, del restaurante-librería japonesa Yan Ken Pon, en Madrid, comenta que lo que describen engloba literatura japonesa pero "con mejor marketing": "Está de moda llamarlo así para vender más, pero no deja de ser su literatura en esencia". Por eso, sí hay un consenso general en torno a la sensibilidad de los autores: "En tiempos duros y complicados, esto es como un bálsamo, algo que te tranquiliza y te dice: ‘Bueno, aunque estés en una situación terrible, esto se puede superar, lo puedes vivir y no pasa nada’. Te reconcilia con lo malo que estás viviendo". "Leían manga, veían anime y ahora, al ser adultos, sigue teniendo interés por Japón y han dado ese salto a la literatura" Esos adultos atormentados son los mismos que crecieron desayunando con Dragon Ball Z y cantaban el tema de inicio de Oliver y Benji. "Leían manga, veían anime y ahora, al ser adultos, sigue teniendo interés por Japón y han dado ese salto a la literatura. Es una generación que ya no tiene miedo a no entender ciertos códigos culturales. Y ese interés que han sentido por Japón desde que eran niños y adolescentes lo siguen manteniendo en la edad adulta".

Otro ejemplo muy representativo de cómo todo el ecosistema en torno a lo japonés solo crece, es que cómics de este país han aumentado su publicación en España un 200% en los últimos años. Este crecimiento ha sido progresivo: a principios de los 2000 hubo un gran aumento, pero el mercado cayó a mediados de 2008, con la crisis. Después, en 2014, volvió a subir, y ya con la pandemia se disparó hasta el tope que hemos alcanzado ahora. Ante la pregunta de por qué monopoliza este país el éxito frente a otros países asiáticos como China o Corea del Sur, la realidad es que para un ciudadano occidental Japón es el equilibrio justo entre exótico y familiar, como aseguran los editores. "Es un país tan global y es tan abierta su cultura, tan exportada, con fenómenos como el Cool Japan, que los lectores no lo sienten tan distinto", dice Marián Bango. "En Japón impera un capitalismo, un consumismo, una serie de cuestiones que están presentes también en nuestra sociedad y son cuestiones que nos preocupan". Otras iniciativas como el Marzo Asiático, que propone leer libros de autores del continente durante ese mes, también favorecen esta difusión. Este último movimiento lo creó hace años en redes sociales la divulgadora cultural Magrat Ajostiernos, causando un auténtico despegue en la literatura. "Quien a lo mejor no ha leído nada, pero ha visto Drive My Car, de repente dice: ‘Me mola esta manera de contar de los japoneses’, y acaba cayendo".

Publicado originalmente en la revista Shonen Jump, de la editorial japonesa Shueisha, entre 1984 y 1995, Dragon Ball como manga, acabó traspasando formatos y generaciones.

Twiggy Hirota cree que los viajes y, sobre todo, las redes sociales -"Donde hay un bombardeo constante de todo lo que mola de Japón"-, han sido cruciales para incrementar el interés por su literatura. También señala la "increíble" labor de entidades como la Fundación Japón o Casa Asia: "También hacen teatro, danzas... y a veces no quedan ni entradas", comenta la trabajadora del restaurante-librería. Además, desde Nórdica destacan la dualidad entre un Japón más "feudal" -"Una cultura muy atractiva visual y literariamente"-, que sigue viviendo en cierto modo, y el país hipertecnológico en que se ha convertido desde la Segunda Guerra Mundial. "Ambas cosas generan una visión de un mundo que a un occidental le atrae mucho", dice Moreno. "A mí me fascina esta capacidad que tienen de no entregarlo todo a la tecnología, sino que al mismo tiempo tienen ritos y costumbres muy arraigadas.

Moreno confiesa que desde las editoriales también han aprendido a vender mejor estos libros, con más respeto, y quizá ello ha influido en la percepción del lector, que ha pasado a normalizarlos y verlos con más "seriedad", y no como algo para unos pocos. Comenta que han pasado de usar para las portadas los dibujos "de gancho, que podrían ser realmente de muchas partes de Asia", a otra más respetuosa con la cultura japonesa. "Intentamos entender lo que son realmente los japoneses y hacer diseños con los que también se encuentren a gusto". Otro elemento clave en la difusión de la literatura japonesa fue el crecimiento en el número de traductores del japonés al español, que permiten los llamados equipos de traducción directa. "Te puedes encontrar con los libros más famosos de la historia de Genki [una serie de libros usada para aprender japonés], por ejemplo, que están traducidos desde el inglés, y eso ha sido un hándicap muy grande durante muchos años. Eso también ha hecho que nuestro aprendizaje como lectores sea más lento", denuncia Moreno, que añade que desde Nórdica nunca traducen de lenguas secundarias, es decir, siempre directamente. Librerías consagradas -y generalistas- como La Central de Callao, en Madrid, comentan que ya mantienen desde hace años "un espacio exclusivo para Japón". Como comenta Luis de Dios, responsable de narrativa en esta librería: "No solo ha aumentado el número de publicaciones de autores japoneses sino que la demanda sigue siendo constante". "Siempre irá en crecimiento, pero no un crecimiento de tendencia. Eso son burbujas que crecen y explotan, pero la base siempre va a quedar".

Tokio, entre la tradición y la modernidad.

Además, numerosos clientes piden libros relacionados con el país, porque también los viajes están aumentando. Desde el restaurante-librería Yan Ken Pon, fundado precisamente por traductores del japonés, señalan que la tendencia actual es, principalmente, mujeres que se interesan por la literatura de autoras japonesas. un fenómeno aún «muy vivo» Lo que está claro es que al bum de la literatura japonesa no se le ve fin: "Es un fenómeno virtuoso perfecto. A la gente le interesa, los editores compramos más, miramos más, creamos mejoras, sabemos más, las agencias te lo permiten, la prensa lo reseña con más facilidad, el librero, lo mismo…", dice Diego Moreno, que ha vivido en primera persona el aumento en el interés y en la demanda. "[El crecimiento] es muy claro: en 2015 en Nórdica publicamos un libro, y en 2024 subimos hasta los cinco". Se trata de un movimiento en el que los editores coinciden al considerar que está muy vivo, por lo que solo puede analizarse desde su propia naturaleza cambiante, sin fin. "Yo creo que siempre irá en crecimiento, pero no un crecimiento de tendencia, de gran moda", pronostica Marián Bango desde Satori. "Son burbujas que crecen y explotan, pero la base siempre va a quedar".

26 de Mayo de 2025

John Kennedy Toole sabía que la novela que había escrito, La conjura de los necios, era una obra magnífica. Sin embargo, nunca llegó a verla publicada, ni pudo disfrutar del premio Pulitzer que obtuvo de manera póstuma. El escritor estadounidense, considerado por muchos un mártir de la literatura, se quitó la vida el 26 de marzo de 1969, a los 32 años. El rechazo editorial lo había sumido en una profunda depresión, y nada logró torcer ese destino trágico. Lejos de Nueva Orleans, tras dos meses de paradero desconocido, estacionó su Chevrolet Chevelle azul junto a una ruta secundaria en Biloxi, Misisipi. Conectó una manguera de jardín al caño de escape de su auto y colocó el otro extremo dentro del vehículo, por la ventanilla del conductor. Allí esperó la muerte con una carta de despedida, cuyo contenido nunca se conoció: su madre la destruyó, y lo que declaró sobre ella fueron comentarios confusos. Dijo haberse sentido “avergonzada” por el suicidio de su hijo, ocurrido varios días antes de ser descubierto. John Kennedy Toole fue enterrado en un cementerio de Nueva Orleans, su ciudad natal. A su funeral asistieron muy pocas personas.

El epígrafe que eligió para su novela fue una frase de Jonathan Swift, extraída del libro Thoughts on Various Subjects, Moral and Diverting: “Cuando en el mundo aparece un verdadero genio, puede identificársele por este signo: todos los necios se conjuran contra él”. La cita, que inspiró el título, remite también a su propia vida, marcada por un final sin el reconocimiento en vida.

El editor Walker Percy escribió el prólogo de la obra. No había mejor figura para relatar esa segunda historia, la que acompaña las andanzas de Ignatius Reilly, el extravagante personaje principal. La historia de una madre que, tras el suicidio de su hijo, intenta que se publique la novela que dejó escrita. Cualquier editor podría haber sentido lo mismo que Walker Percy cuando Thelma Toole, madre del autor, insistía en que leyera el manuscrito. “En 1976, yo daba clases en Loyola y, un buen día, empecé a recibir llamadas telefónicas de una señora desconocida. Lo que me proponía era absurdo. No se trataba de que hubiera escrito un par de capítulos y quisiera asistir a mis clases. Quería que leyera una novela escrita por su hijo (ya fallecido) a principios de la década de 1960. ¿Y por qué iba a querer yo hacer tal cosa?, le pregunté. ‘Porque es una gran novela’, me contestó”, relató Percy.

Percy contó que el voluminoso manuscrito, era apenas legible porque se trataba de una copia con papel carbónico. Lo último que deseaba el escritor, ya un especialista en esquivar aquello que no tenía ganas de hacer, era involucrarse en esta situación, teñida además por la tragedia. Tenaz, Thelma Toole, se presentó con la enorme copia en la mano y se la dejó. El escritor se sintió acorralado. “Sólo quedaba una esperanza: leer unas cuantas páginas y comprobar que era lo bastante malo como para no tener que seguir leyendo. Normalmente, puedo hacer precisamente esto. En realidad, suele bastar con el primer párrafo. Mi único temor era que esta novela concreta no fuera lo suficientemente mala o fuera lo bastante buena y tuviera que seguir leyendo”, recordaba el escritor, que antes había sido médico hasta enfermar de turberculosis. Y agregó: “En este caso, seguí leyendo. Y seguí y seguí. Primero, con la lúgubre sensación de que no era tan mala como para dejarlo; luego, con un prurito de interés; después con una emoción creciente y, por último, con incredulidad: no era posible que fuera tan buena”.

Una estatua dedicada a Ignatius Reilly, el gran personaje de John Kennedy Toole, en su ciudad natal.

Gracias a Percy, la novela de John Kennedy Toole finalmente fue publicada. Antes de eso, había sido rechazada por al menos ocho editoriales. Una de ellas fue especialmente dura y contribuyó a su depresión. Simon & Schuster fue la primera en decirle que no. Su editor, Robert Gottlieb, le aconsejó trabajar más el texto para darle “un sentido”. “Se puede mejorar”, le escribió en su última carta, “pero no se venderá”, sentenció. Viking Press también rechazó el manuscrito. Su editor, Harry Ford, fue lapidario: “No es realmente sobre nada y el personaje principal es un loco, por lo que no vale el esfuerzo”. Y agregó: “Difícilmente algún escritor cuerdo podría arriesgarse con este libro”. Toole quizá habría tenido otra suerte de haber nacido en otra época. En los años sesenta, el destino de un autor dependía de un puñado de personas que no lograron ver el valor de una obra singular: una tragicomedia ambientada en Nueva Orleans, protagonizada por un personaje glotón, repugnante y holgazán, con aires de superioridad, obsesionado con la comida y evitar cualquier responsabilidad. Ignatius Reilly dedicaba años a escribir una ideología propia, de la cual apenas había completado seis párrafos en cinco años. “El rompecabezas terminado mostraría a la gente ilustrada el desastroso curso que había seguido la historia en los últimos cuatro siglos”, escribía. En ese mundo absurdo, el personaje se enfrentaba a “la perversión de ir a trabajar”. Su madre lo empuja a conseguir empleo y cada trabajo resulta en un caos.

La perseverancia de Thelma Toole no fue en vano. Ignoró los rechazos y mantuvo su convicción de que la novela de su hijo era valiosa. Así fue como, en 1981, un año después de su publicación, La conjura de los necios obtuvo el premio Pulitzer póstumo. Luego vinieron los homenajes y reconocimientos en Nueva Orleans, su ciudad. Contra los pronósticos de los editores que descartaron la obra, el público terminó por consagrarla. El interés por la figura de Toole motivó también la publicación de su primera novela, La Biblia de Neón, escrita a los 16 años. Se conoce poco sobre su corta vida. Su madre tuvo una presencia dominante en su infancia y no le permitía jugar con otros niños. John fue un excelente alumno. Estudió en la Universidad Tulane, obtuvo una maestría en lengua inglesa en la Universidad de Columbia y fue asistente en la Universidad del Suroeste de Luisiana. En Nueva York trabajó como docente y, mientras intentaba avanzar con un doctorado, se alistó en el ejército de los Estados Unidos. Cuentan sus amigos de aquellos tiempos, entre 1961 y 1963, que durante ese período en Fort Buchanan, Puerto Rico vivió los mejores años de su vida. Daba clases de inglés a los reclutas puertorriqueños. Fue ascendido a sargento en menos de dos años y tuvo suficiente tranquilidad como para escribir su novela. “Desde mi punto de vista, el Ejército me ha dado cuatro cosas inestimables: tiempo, desapego, seguridad y privacidad”, escribió John Kennedy Toole, en una carta a su editor Robert Gottlieb.

Ilustración de "La conjura de los necios".

Tras esa experiencia, regresó a la casa de sus padres con la esperanza de publicar la novela y dedicar su vida a la literatura. Soñaba con dejar la casa paterna y continuar superando etapas, pero después de las devoluciones de Gottlieb, con quien intentaba publicar, nada de eso ocurrió. Se vio estancado llegando a la treintena. Según contó su madre, la última carta que recibió de Gottlieb destrozó a su hijo. Uno de sus biógrafos, Cory MacLauchlin, en su libro Una mariposa en la máquina de escribir definió La conjura de los necios como “la victoria final de una vida que acabó de forma muy trágica”. En una entrevista, relató que la primera vez que leyó la obra estaba en un café rodeado de fanáticos que leían la Biblia. La situación le provocó una carcajada sonora. “Ahora sé que a él le hubiera parecido una referencia adecuada”, confesó. El libro lo cautivó porque contenía las “preguntas básicas de la vida” de su autor. MacLuchlin entrevistó a todos los amigos y familiares que accedieron a hablar con él. Uno de los personajes más difíciles fue el de una novia de Nueva York que tuvo Kennedy Toole. Ella le prometió que le daría una carta de Toole que develaría toda la verdad sobre su vida. Pero finalmente, lo dejó con las manos vacías. El biógrafo no se desanima y espera que, algún día, cambie de parecer. En el prólogo Percy mencionó la tragedia que significó la pérdida temprana del autor “la posible gran obra que con su muerte se nos ha negado”. De consuelo sirve, que “La conjura de los necios”, es y ha sido una fuente de felicidad para muchos lectores, y cada vez que vuelve a releerse tiene la virtud de volver a sorprender. La obra fue traducida en más de 25 idiomas y se estima que lleva entre 70 y 80 ediciones. Siempre vuelve a reeditarse.

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7 de Junio de 2025

La señora Palfrey, que se acaba de quedar viuda, decide dejar su casa en el campo e instalarse en el Claremont, un sobrio y respetable hotel de Londres que tiene como huéspedes fijos a un variopinto grupo de jubilados. ¿Y a qué va a dedicarse Laura Palfrey ahora que dispone de tanto tiempo libre? Puede salir a pasear, ir a ver una exposición o esperar a que su nieto, que trabaja en el Museo Británico, vaya a visitarla. Cuando cree que en su vida ya no habrá mucho espacio para las sorpresas, conocerá a un joven escritor con el que trabará una improbable y especial amistad. Publicada originalmente en 1971, Prohibido morir aquí es seguramente la gran novela de Elizabeth Taylor, una de las más destacadas novelistas británicas del siglo xx. Esta encantadora historia sobre las excentricidades y sinsabores de la tercera edad es una inteligente indagación sobre la soledad y las posibilidades de la amistad. Sus divertidos personajes, la precisión de las observaciones sobre la vida cotidiana y un fino sentido de la ironía y de la compasión hacen de este libro una narración inolvidable.

Dos jóvenes se encuentran una tarde de septiembre en un casino alemán; no se conocen ni son presentados; pero él, Daniel Deronda, mira cómo ella, Gwendolen Harleth, juega y pierde a la ruleta. A ella su mirada le parece de «una ironía exasperante». Daniel, hijo adoptivo de un barón liberal que lo ha tratado siempre con cariño y educado impecablemente, pero nunca le ha dicho quiénes son sus padres, vive con un sentimiento de ilegitimidad pero tiene una personalidad afectuosa y sentimientos delicados: es capaz de hacer grandes gestos por los demás. Para Gwendolen, en cambio, los demás solo están para admirarla: está «decidida a ser feliz… como mínimo a no dejar pasar la vida igual que otros»; y además afirma: «Cuando apunto no puedo evitar dar en el blanco». Pero su familia no tardará en caer en la ruina y su única vía de escape será casarse con un hombre rico al que crea que pueda dominar. Deronda, por su parte, rescata de ahogarse en el Támesis a una muchacha judía que ha huido de un padre explotador y se encarga de velar por su porvenir. Las relaciones de estos personajes se entrecruzan de las formas más inesperadas, creando una tensión presidida por el desafío de llevar una vida nueva y desconocida. Daniel Deronda (1876) no solo es pionera en el tratamiento del judaísmo fuera de los estereotipos racistas sino en la exploración profunda de algunos de los aspectos más indecibles de «eso que llamamos experiencia humana»: el sometimiento, el odio, la desesperación, los errores cometidos sin conciencia de su fatalidad. Es la última gran novela de George Eliot, y sin duda una de las más complejas e innovadoras, que va mucho más allá de la cáustica sátira social.

Mary Ann Evans, George Eliot para la historia de la literatura, nació en 1819 en Chilvers Coton (Warwickshire), hija de un agente inmobiliario. A los ocho años se la consideraba ya «fuera de lo normal» por su peculiar inteligencia y brillantez; a los diecisiete confesaba su agnosticismo y su padre, que le había dado una rigurosa educación religiosa, la echó de casa. Subdirectora de la Westminster Review, el foro intelectual progresista más importante de su tiempo, fue animada a dedicarse a la literatura por el crítico George Henry Lewes, que llegaría a ser su compañero prácticamente para el resto de su vida: decidieron vivir juntos a pesar de que él estaba casado.

La principal intención de este libro es rescatar a Manuel de la Escalera (1895-1994) del olvido al que la cárcel, la transición y el tiempo han condenado. Su vida abarcó muchas facetas: escultor en la vanguardia parisina, hombre de cine en los tiempos de la república y la guerra civil, militante antifranquista en los años más duros de la dictadura, escritor de algunas de las páginas más brillantes de la literatura carcelaria, traductor incansable hasta el fin de sus días, interesado en la mística… Su apasionante biografía es la historia del siglo xx, de tantos hombres y mujeres que movidos por la sed de libertad y justicia acabaron víctimas de las convulsiones políticas y sociales de las que fueron testigos. El presente libro recorre desde su infancia acomodada en México hasta su fallecimiento en una residencia de ancianos en Santander, pasando por los veintitrés años que estuvo recluido en las cárceles del franquismo. Sin embargo, este libro pretende ser algo más que el relato de una vida, pues intenta hacer un análisis de la obra y personalidad de Escalera, por cuyo carácter consecuente, rebelde e insobornable hubo de pagar un alto precio. Además, procura también iluminar algunos aspectos de la reciente historia española a través de una figura única, poco ajustable a las coordenadas literarias, cinematográficas o de militancia política que establecen los cánones.

Esta refinada e irreverente novela, publicada por primera vez en 2002, ahora sale en España en una cuidada edición. En los locos años 1920, una pareja de jóvenes y adinerados colombianos decide hacer un viaje a la capital de Cuba con el propósito de ver a una legendaria Eleonora Duse en su regreso a las tablas y lograr –lo que sería casi un milagro— que la esquiva actriz italiana les conceda una entrevista. El periplo de Lucho Belalcázar y Wenceslao Hoyos de la conservadora, fría y enclaustrada Santa Fe de Bogotá a una Habana atrevida, sensual y cosmopolita se convierte en una aventura en la que se entremezclan la historia, el erotismo, lo sobrenatural, la poesía y un humorismo de diversos registros. Mientras los dos dandis saltan de un teatro para hombres solos a un agitado homenaje obrero a Lenin, de la escena de un sangriento crimen en el Barrio Chino a un baile de Las Mil y Una Noches, de las oficinas de la Policía Secreta a un toque de tambores para agradecerle un milagro a Babalú Ayé, la Duse, envejecida, enferma y hastiada de todo, hace un repaso, entre dramático e irónico, de su vida, sus triunfos y sus reveses.

En “Aprendices de brujos” (Ediciones Huso, 2025) el lector encontrará dos voces narrativas muy diferentes entre sí que nos conducen a través de un relato trepidante en el que hay terremotos, sórdidos burdeles, universitarios que se enfrentan a gobernantes corruptos, rivalidades entre divas teatrales, hechiceros que hacen transmigrar las almas, apolos comunistas y mensajeros del mundo astral que intentan cambiar el terrible destino de una isla.

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Con diecisiete años, Ana Teresa Fabani (1922-1949) es llevada a una estación climatérica, eufemismo de los sanatorios de montaña en los que, para cura o aislamiento, eran confinados los enfermos de tuberculosis. Allí incuba los matices de su universo literario, «pequeño mundo» donde descubre los tonos del silencio, la quietud, la soledad, el tiempo. La novela autobiográfica Mi hogar de niebla narra esa internación y, al enfrentar lo abominable, revela lo humano. Fugaz e intensa, sigue cautivándonos: los ojos de Teté siempre serán verdes. Ana Teresa Fabani nació en Concepción del Uruguay (Entre Ríos) en 1922 y falleció en Buenos Aires en 1949. El único libro publicado en vida es Nada tiene nombre (Botella al mar, 1949). Mi hogar de niebla fue publicado al año siguiente y reeditado por EDUNER, en 2018.

Tenía tuberculosis, sus libros casi se pierden para siempre y ahora hay una calle con su nombre.

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El auge del debate sobre las mujeres en el ejército, un tema que no ha sido particularmente frecuente en los últimos años, hace que la publicación de Spitfires: Las mujeres estadounidenses que volaron frente al peligro durante la Segunda Guerra Mundial sea aún más oportuna. Este libro, dinámico y entretenido, de la periodista y autora Becky Aikman cuenta la historia de las “Atta-Girls”, un grupo de mujeres estadounidenses que, tras ser rechazadas por el ejército estadounidense debido a su género, cruzaron el Atlántico para ayudar a las fuerzas británicas transportando aviones de combate, bombarderos y otras aeronaves a los pilotos masculinos de los escuadrones de primera línea.

Aquellas pilotos, intrépidas y decididas, fueron las precursoras profesionales de las mujeres que poco a poco irían derribando barreras en el ejército estadounidense en las décadas posteriores. (Pasó medio siglo antes de que la primera mujer pilotara un avión de combate en combate, y no fue hasta 2015 que, bajo la presidencia de Barack Obama, se abrieron todos los roles de combate a las mujeres). Y qué antecesoras fueron.

Nos presentan a una piloto valiente que, para no ser menos que los jóvenes pilotos de combate más destacados, dirigió su avión a 480 km/h bajo el puente ferroviario Severn de Gran Bretaña, sorteando los pilares de soporte con tan solo 21 metros de distancia entre el agua y el fondo del puente. Está la “Sirena de Chicago”, apodada así por sus “groserías de alto decibelio”, y una neoorleanista irresistiblemente encantadora y guapísima que le pidió prestado el coche a su prometido, luego se escapó de la ciudad y vendió el vehículo para pagar su viaje y realizar la prueba de vuelo necesaria para cumplir los requisitos de servicio en tiempos de guerra. “No hace falta decir”, escribe Aikman, “que el matrimonio se había roto”.

Jacqueline Cochran, directora de Pilotos del Servicio Aéreo de la Fuerza Aérea Femenina, habla con mujeres integrantes de la unidad frente a un avión AT10 en Camp Davis, Carolina del Norte, el 24 de octubre de 1943.

Las 25 mujeres piloto que lograron entrar en servicio en tiempos de guerra fueron reunidas por una figura de renombre, Jackie Cochran, quien había amasado una fortuna como fundadora de una empresa de cosméticos y se convirtió en la aviadora más célebre del mundo tras la muerte de Amelia Earhart. Ante los rumores de que Estados Unidos pronto entraría en la Segunda Guerra Mundial, Cochran, con sus buenos contactos, presionó al presidente Franklin Delano Roosevelt, a la primera dama Eleanor Roosevelt y al jefe del Cuerpo Aéreo del Ejército para que permitieran que las mujeres estadounidenses, incluidas las audaces pilotos acrobáticas que ella había reclutado, sirvieran en una fuerza aérea. “El ejército de Estados Unidos, con toda su sabiduría, se negó a aceptar mujeres piloto, por muy valientes y hábiles que fueran”, escribe Aikman. Sin inmutarse, Cochran se unió en 1941 a los británicos, que estaban siendo atacados por los nazis y estaban más que felices de incorporar a las mujeres estadounidenses a su heterogénea Air Transport Auxiliary, una organización apodada Anything to Anywhere (A cualquier parte), pero también a las Always Terrified Airwomen (Aviadoras Siempre Aterrorizadas) y a las más atractivas Atta-Girls. (Las Atta-Girls no deben confundirse con otro grupo de valientes pilotos estadounidenses conocidas como WASP, acrónimo de Women Airforce Service Pilots, Pilotas de Servicio de la Fuerza Aérea, que transportaban aviones y realizaban vuelos de prueba en Estados Unidos, un trabajo peligroso que les costó la vida a algunas).

Las Atta-Girls provenían de diversos orígenes. Dorothy Furey, la ladrona de coches de Nueva Orleans, escapó de la pobreza y la “disfunción gótica” de su infancia para convertirse en la primera mujer estadounidense autorizada a volar en la Segunda Guerra Mundial. Virginia Farr provenía de una posición social tan alta en Estados Unidos que un artículo sobre su experiencia como maestra en una escuela de vuelo antes de la guerra titulaba: “La Señorita Libro Azul, en el aire, enseñaría a volar a las niñas”. “Recién salida de la atmósfera perfumada de una escuela de perfeccionamiento para niñas”, decía, “invadió el ambiente marcadamente masculino de grasa y llaves inglesas”. Algunas eran relativamente inexpertas, otras eran profesionales. Una de las primeras mujeres en viajar a Gran Bretaña para cumplir su deber, Helen Richey, había servido como copiloto de Earhart y había establecido récords de velocidad y resistencia. Independientemente de sus antecedentes o experiencia, su servicio durante la guerra les permitió reinventarse. Furey se presentaba como miembro de la clase alta, mientras que su adinerada colega Farr transmitía una vibra más humilde y cotidiana. Las Atta-Girls eran intrépidas, no solo porque volaban en condiciones climáticas peligrosas en un país sometido a ataques constantes, sino también porque, literalmente, aprendían sobre la marcha. Una de las Atta-Girls, escribe Aikman, voló 18 nuevos tipos de aeronaves en un solo mes, incluyendo torpederos, anfibios de rescate aeronaval y cazas como el Typhoon y el Corsair, utilizados por los marines estadounidenses. En total, volaron hasta 147 modelos diferentes, dominando las complejidades de los aviones que salían de las líneas de montaje y que los pilotos masculinos experimentados jamás habían tocado. Pero es el Spitfire, que da título al libro y constituye una práctica descripción de estos pilotos pioneros, el que despierta la imaginación. “Su forma elegante y estilizada complementaba el físico de una mujer”, escribe Aikman. “El Spitfire aún se encuentra entre los logros elegantes y modernos del diseño británico, como el deportivo Aston Martin o la minifalda”. En la cultura popular, el avión adquirió la connotación de una “mujer luchadora”, escribe Aikman. Su nombre deriva de un término cariñoso para la hija del hombre que dirigía la empresa matriz de la firma que lo construyó. El ágil Spitfire monoplaza, con sus esbeltas alas curvadas hacia atrás, ocupaba un lugar especial en el corazón de los británicos, quienes le atribuían la salvación del país en la Batalla de Inglaterra. Pero esa conexión era especialmente íntima en el corazón de las mujeres piloto, escribe Aikman.

Pauline Gower, Comandante.

“El Spit cumplió con el sentido de mando definitivo que las atrajo a volar en primer lugar”, escribe Aikman, “esa sensación de libertad: libertad de la gravedad, libertad de las limitaciones de aviones más lentos y voluminosos, libertad de la monotonía de la vida en tierra. Para la mayoría de los pilotos, el Spitfire era como su avión. Era como ella”. Lejos de rehuir la acción, estos pilotos se irritaban al no poder acercarse a ella, surcando los cielos directamente desde las fábricas donde se construían los aviones, atravesando territorio amenazado por la letal Luftwaffe nazi. Cuando un aeródromo donde estaban basados ??fue atacado desde el aire por los nazis, una Atta-Girl exclamó con entusiasmo: “¡Gran emoción!”. Su servicio estaría marcado por triunfos de alto vuelo, pero también vivieron la angustia y la tragedia que la guerra trae a todos, y algunos quedarían marcados para siempre. Las Atta-Girls volaron con fuerza; algunas se estrellaron, pero insistieron en volver a la cabina. Pero, ¡vaya!, parecen un grupo divertido. Si tuvieras que estar atrapado en una zona de guerra, querrías estar con Furey y el resto. “Mantuvieron a múltiples amantes en la línea”, escribe Aikman. A veces pasaban una o dos noches locas con alguien nuevo antes de que ambos despegaran de nuevo, posiblemente para morir. Se comportaban con la misma discreción con la que pilotaban sus Spitfires, con una vigorizante sensación de velocidad y control. Años después de la guerra, Furey recordaría que «bebía champán a raudales allí y bailaba todas las noches... Porque nunca sabías si ibas a volver». Todas las historias de romances y fiestas de las Atta-Girls animan «Spitfires» y la hacen más entretenida. Pero el libro podría haber recortado un poco las abundantes historias sobre las vidas de estas pilotos. Lo entendemos. Eran salvajes.

Para cuando se disolvió la Fuerza Aérea Auxiliar de Transporte en 1945, 1246 pilotos e ingenieras de vuelo habían volado para la compañía, incluidas 168 mujeres, no solo de Estados Unidos, sino también de otros países. Cuando recibieron una despedida espectacular, Lord Beaverbrook, quien había sido clave en la fundación del grupo cuando era ministro de producción aeronáutica, agradeció a los hombres que habían participado, pero omitió mencionar a las mujeres, escribe Aikman. “La era en la que las mujeres piloto se olvidarían”, escribe Aikman, “ya ??había comenzado”. Al regresar a casa, algunas de las Atta-Girls descubrieron que su destreza como pilotos era menospreciada en un campo dominado por hombres. Pero no habían ido a una zona de guerra para demostrar un punto político. Como diría una Atta-Girl, Winnabelle Pierce: “Nunca habíamos oído hablar de la liberación femenina”. Solo querían volar y ganar una guerra.

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8 de Junio de 2025

La “costa brava” de Madrid es un conjunto de barrios del sur de la capital (Orcasitas, Villaverde, Puente de Vallecas, Usera) donde los índices de delincuencia son superiores y la esperanza de vida inferior a la media del resto de la ciudad.

Por ellos pululan, entre colillas apagadas, bares infectos, mercadillos de ropa barata, tiendas de todo a un euro, terrazas con sillas de plástico rotas, chabolas hiperpobladas y pisos rebosantes de inquilinos desahuciados, los protagonistas de esta novela, Israel Cruz, un perdedor nato con una última misión que cumplir; Fraile, el tipo más espabilado de todo Madrid, jugando a mil bandas, siempre viviendo al filo; Santos, un policía con mil secretos y otros tantos confidentes o Rachid, uno de ellos, que sueña con hacer fortuna en el rap. Todos ellos se entremezclarán en una trama implacable, cruda, que nos habla de atracos y muerte, que nos mancha los dedos de nicotina, que nos asombra por su perfección formal, por su ironía y por su afilada agudeza para captar la realidad y que nos habla del día a día de los que se buscan la vida, los que trampean, los que piensan en el próximo palo, los que sobreviven como pueden y, cada día, afrontan la pelea con la resignación de los gallos que saben que no les queda otra que seguir luchando hasta el final. Gloria Trinidad, dotada con una prosa magistral, con un dominio del humor y una capacidad de observación única, nos ofrece una novela llamada a ser un clásico. Una obra perfecta, a la altura de los grandes maestros del género.

Ha vuelto Tres vidas, la primera novela de la autora y coleccionista de arte estadounidense Gertrude Stein, protagonista central de la historia cultural del siglo XX. Originalmente publicada en 1909, esta novela modernista que explora con un tinte irónico las promesas de emancipación que emergían en la sociedad estadounidense de aquel entonces, ahora fue reeditada por la editorial Palmeras Salvajes con Gabriela Raya.

Los personajes, atrapados en la rutina y la servidumbre, reflejan en sus actos y pensamientos el limitado reconocimiento de su situación de pobreza y sumisión. La narrativa de Stein, caracterizada por un estilo moderno, repetitivo y a menudo claustrofóbico, da voz a un deseo femenino que se expresa en un lenguaje casi cubista, en sintonía con las vanguardias artísticas de esa época.

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Desde las ventanas de su casa en Kadiköy, el barrio más moderno de Estambul, Kenizé Mourad puede ver el palacio de Topkapi, la corte otomana donde residieron sus antepasados. "De alguna forma siento que he cerrado un círculo", señala con una sonrisa ahora que, a sus 85 años, vive en la misma ciudad que su madre tuvo que abandonar de pequeña tras la caída de seis siglos de imperio otomano. Durante su infancia, Mourad desconoció parte de la historia de su familia, lo que le provocó durante años una grave crisis de identidad. "De alguna forma siempre supe quién era yo, porque en el colegio de monjas me llamaban 'princesa'", dice. Nacida en Francia en 1939, Kenizé Mourad es hija de la princesa otomana Selma -nieta del sultán Murad V- que se casó con un rajá indio. Criada con familias de diplomáticos y en un colegio de monjas, no descubrió su pasado hasta bien entrada la veintena, con la visita de unas primas turcas y una comunicación epistolar que inició con su padre en la India. Ahora retratos de fotografía y pintura de su madre, bisabuelo y familia paterna decoran el elegante salón de su casa en la orilla del Bósforo, que dan a entender una conexión fuerte con su pasado.

El Bósforo, también conocido como estrecho de Estambul, es un estrecho que separa la parte europea —englobada durante el Imperio otomano en la provincia europea de Rumelia — de la parte asiática —Anatolia — de Turquía. La soberanía sobre el estrecho ha sido motivo de discusiones y guerras a lo largo de la historia.

Sin embargo, Mourad cuenta que fue a través de su trabajo como reportera en Oriente Próximo y Asia de la mano de Nouvel Observateur, así como en su periodos investigando para sus novelas, que conoció verdaderamente sus raíces. "Todo mi trabajo y mi vida han consistido siempre en intentar conectar y explicar el mundo del otro. Para mí, el trabajo ha sido muy importante. Es una herramienta con la que he intentado acercar mis dos mundos: Francia y Oriente Próximo", señala. "Aunque por encima de todo, creo que estaba muy involucrada porque para mí era una lucha por sobrevivir, una lucha por la vida y para descubrir quién soy". Tras una etapa tortuosa en la Universidad de Sorbona en París, donde se unió a un partido trotskista, Mourad pasó por diferentes trabajos hasta iniciarse como reportera en los años 60, viviendo de primera mano conflictos que cambiaron Oriente Próximo, como la revolución iraní o la primera intifada palestina. "La revolución iraní fue fascinante, la primera revolución hecha en nombre de la religión. En aquel momento todos pensábamos que Jomeini [Ruhollah, líder fundador de la República islámica] se iría dejando paso a un Estado Democrático. Cómo cambian las cosas... Aun así, fue fascinante", recuerda. Pronto las crónicas periodísticas se le hicieron "insuficientes" y sintió la necesidad de escribir libros para, según describe, "profundizar en la psicología de la gente, en la historia, en lo más profundo de sus corazones". En 1987 publicó su primera novela, De parte de la princesa muerta, donde traza la biografía de su madre tras un minucioso trabajo de documentación sobre la historia de su familia otomana exiliada. La novela fue un gran éxito en España y se tradujo a 34 idiomas.

La escritora y reportera turco-francesa Kenizé Mourad regresa a las librerías españolas con una reedición de retratos del conflicto Israel-Palestina y una novela sobre Pakistán

"Siento que con este libro cerré el círculo más hermoso en homenaje a mi madre. Es el mejor recuerdo con el que se puede soñar porque ahora es eterno. Su historia se convirtió en un clásico en todo el mundo", sentencia. Tras este éxito le siguió El Jardín de Badalpur, una novela en la que una joven francesa huérfana intenta descubrir sus orígenes con un viaje a la India. Sus novelas tienen tanto de autobiográfico como de exhaustiva documentación, además de personajes femeninos fuertes que intentan encontrar su camino pese a sus contradicciones y ansias de libertad. "Uno siempre se deja llevar por la escritura. Por supuesto que hay mucho de mí en mi madre, también en mi abuela", admite. "También de las contradicciones de toda sociedad. La forma en que se presentan la historia y el pasado suele ser muy distorsionada. Es un tema que me interesa mucho. Por ejemplo, la familia otomana nunca fue...musulmana. O sea, claro que eran musulmanes, pero se vivía como algo cultural", describe. "La idea que tenemos de mujeres veladas, extremadamente religiosas, es algo más nuevo e importado de países como Arabia Saudí".

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Los integrantes más lucidos, y hasta los que no lo eran tanto, del mundo de la cultura intuyeron pronto que nada bueno iba a resultar del ascenso al poder de Adolf Hitler y su partido nacionalsocialista. Pero lo que no podían imaginar es lo muy rápidamente que los nazis iban a convertir en papel mojado la libertad de expresión, el tejido jurídico, incluso la estructura federal de Alemania. Ni siquiera necesitaron el mando absoluto, su entrada en un gobierno de coalición bajo un presidente constitucional fue suficiente. A golpe de decretos e intimidaciones directas, no necesitaron demasiado tiempo para conseguir el primer gran bloque de sus objetivos.

El periodista cultural Uwe Wittstock lo relata muy bien en Febrero de 1933. El invierno de la literatura, que ha traducido para la editorial Ladera Norte Berta Vias Mahou. Wittstock, que ha trabajado para medios como el Frankfurter Allgemeine, Die Welt o la Neue Rundschau, apunta en su prólogo que de los distintos colectivos afectados por el huracán nazi, el de los escritores y artistas es el que ha dejado más testimonios documentados, y por tanto permite reconstruir mejor aquel decisivo periodo inicial. “Entre la llegada al poder de Hitler y el decreto de Emergencia para la protección del Pueblo y del Estado, que suspendió todos los derechos fundamentales, transcurrieron cuatro semanas y dos días”, escribe.

Su narración arranca con una velada alegre y confiada: el Baile de la Prensa berlinés el 28 de enero de 1933, al que acuden cuantos pesan en la capital de la República: políticos, editores, actores, periodistas... Del superventas Erich Maria Remarque al aviador Ernst Udet, el director de cine Josef von Sternberg o la pintora y escritora Kadidja Wedekind. No pocos de ellos van a encontrarse allí por última vez en mucho tiempo. Al día siguiente, Hitler se dirige con sus adláteres a la residencia del presidente Hindenburg, de donde saldrá con el cargo de canciller, dirigiendo un gobierno de minoría, pero con la aquiescencia para unas próximas nuevas elecciones que sabe le darán la mayoría. Goebbels, Göring, Hess y Rohm están a su lado, y ya tiene en la calle a las unidades de las SA y las SS dispuestas a la acción.

Muy inquieto, el novelista Joseph Roth sale para París. La máquina antisemita se ha puesto en marcha. La célebre dramaturga Elke Lasker-Schüler ve suspendidos sus estrenos. Al octogenario Max Liebermann, uno de los pintores más prestigiosos, le dan ganas de vomitar contemplando los numerosos desfiles de hombres uniformados. La Academia de las Artes Prusianas que presidió va a verse sometida a una gran presión para 'limpiarla' de elementos judíos e izquierdistas, que figuras como Alfred Döblin intentan contrarrestar. Hay quemas de libros en las calles. Cada día se registran actos de violencia; los asesinatos selectivos han empezado. Thomas Mann y su familia están en el centro de esta historia. El premio Nobel de 1929 aprovecha una invitación suiza y ya no vuelve. Su hermano Heinrich busca refugio en el sur de Francia. Su hijo Klaus vive con intensidad una vida turbulenta. El artista Georg Grosz ha embarcado para América con buen criterio: muy pronto los SA se presentan a buscarle. También lo hace el director Detlef Sierk, que iniciará una nueva carrera en Hollywood bajo el nombre de Douglas Sirk. El comunista Bertolt Brecht sigue sus pasos tras recibir numerosas amenazas. El combativo periodista checo Egon Erwin Kisch es expulsado de Alemania. Los nazis colocan a sus peones en los principales puestos de la administración cultural. Un informador le cuenta al conde Kessler que los nazis planean un baño de sangre tras las elecciones del 5 de marzo, que piensan ganar. “Los asesinatos en masa comenzaron más tarde. Pero en febrero de 1933 quedó claro a quién afectaría el nazismo: quién debía temer por su vida y huir y quién dio un paso al frente para hacer carrera al amparo de los criminales”, escribe Wittstock. Democracias que parecían consolidadas pueden desmontarse de forma acelerada, nos enseña este absorbente y angustiante libro: una lección que tener en cuenta en los tiempos actuales.

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La primera novela que podemos encuadrar en el género de ciencia ficción no es moderna. Tiene cuatro siglos y está escrita en latín, el idioma de la ciencia durante el Renacimiento. Se titula In Somnium Astronomicum, aunque se la conoce mejor como Somnium. Su autor es uno de los grandes titanes de la astronomía, Johannes Kepler. La novela en sí es un relato muy corto, de apenas 30 páginas. Arranca con un narrador sin nombre que no es otro que un alter ego del propio Kepler, quien se queda dormido mientras lee un libro sobre una legendaria reina de Bohemia, experta en artes mágicas. Magia, hechicería y sortilegios se entremezclan con observaciones astronómicas reales a lo largo de toda la narración.

En su sueño, Kepler imagina la historia de Duracoto, el verdadero protagonista de la aventura. Natural de Islandia, la antigua Thule, es hijo de un padre casi siempre ausente y una madre, Fiolxhilde, que se gana la vida vendiendo hierbas medicinales. En un momento determinado, el niño rompe un saquito de hierbas que ella pretendía endosar a un marinero e, indignada, no tiene mejor ocurrencia que completar la transacción entregando a su hijo en lugar de la bolsa. El marino se lleva consigo a Duracoto y así es como llega, al cabo de unas semanas de navegación, a Dinamarca, donde su propietario, en vista de que el chico se marea en el mar, lo abandona. Sin que se explique muy bien el porqué, nuestro héroe es portador de una carta de recomendación de un obispo islandés al célebre astrónomo Tycho Brahé. Este, impresionado por la inteligencia de aquel mozalbete de 14 años, lo toma a su servicio y lo instruye en el conocimiento de los astros. Y también en otras funciones, como la confección de horóscopos, que era parte fundamental de sus obligaciones para con la corte.

Esta parte del relato es fiel reflejo de la realidad. Su padre, Heinrich Kepler, abandonó el hogar cuando él apenas tenía cinco años para enrolarse como mercenario en el ejército del Duque de Alba contra los rebeldes de los Países Bajos; su madre era realmente conocedora de las hierbas medicinales y él mismo trabajó durante un año a las órdenes de Tycho Brahé. A la muerte de su mentor, heredó las notas que este había acumulado durante años de concienzudo trabajo. Aún no se había inventado el telescopio, pero incluso sin ayuda óptica, Tycho era un extraordinario observador que disponía de los mejores y más precisos instrumentos de la época. Gracias a este caudal de información, Kepler podría deducir sus leyes que definen el movimiento planetario, complementando y mejorando así el modelo heliocéntrico de Copérnico.

Kepler sucedió a Tycho en el cargo de matemático imperial en la corte de Rodolfo II en Praga Duracoto sigue un camino distinto: Se añora de su Islandia natal y al cabo de cinco años regresa a casa donde se reencuentra con su madre. Esta, ya anciana, ha progresado mucho en sus conocimientos esotéricos y desea transmitírselos. En concreto, le desvela la existencia de un lugar llamado Levania, que solo algunos privilegiados han podido visitar gracias a la ayuda sobrenatural de ciertos demoniejos. Para conseguirlo, invoca a uno de nueve espíritus malignos que ella conoce, en el que confía “por ser el menos dañino de todos”. Este se ofrece para llevar a Duracoto hasta allí. Él y sus compañeros lo han hecho otras veces, pero siempre evitan a los humanos “o muy gordos o muy canijos”, y también a los propios alemanes, poco dados a los largos viajes. En ese sentido, prefieren a los aventureros españoles, más sufridos y acostumbrados a las privaciones que suponen sus expediciones hacia las Indias en las que “sobreviven a base de galletas, ajo, cecina y otros alimentos repugnantes”.

La isla de Levania está a cincuenta mil millas alemanas de distancia, “en las profundidades del éter”. La milla alemana eran 7.42 kilómetros, así que la cifra equivale a unos 370.000 kilómetros, justo la separación entre la Tierra y la Luna. Aquí empiezan a notarse los sólidos conocimientos de Kepler en Astronomía. Duracoto viaja a Levania empujado por las posaderas por el complaciente demonio, ayudado por un tropel de espíritus. El viaje le lleva 4 horas y no es cómodo: Lo adormecen con un narcótico para que no note el frío del espacio. Y, en cuanto a respirar, el problema se solventa poniéndole unas esponjas húmedas en las narices, un remedio que ya había sugerido Aristóteles muchos siglos atrás para quienes pretendieran escalar una montaña.

Eso sí, los demonios sólo pueden viajar por las tinieblas, así que se desplazan aprovechando la sombra que proyecta la Tierra. Nunca en la fase de plenilunio, salvo en las contadas ocasiones en que ocurre un eclipse. Esa es la razón —aclaran— por la que tales fenómenos causan tanto pavor a los hombres. Una vez en la Luna, se refugian en cuevas o aprovechan los periodos de noche para “hacer lo que más les agrade: charlar con los demonios de aquella región, hacer amistad con ellos o pasear por la sombra…” La llegada de Duracoto a su destino es violenta. Los demonios, que ya tienen experiencia en ello, se colocan frente a él para amortiguar el impacto, pero eso no evita que luego necesite un largo rato para recuperarse (más del efecto de los opiáceos que del golpe) y poder volver a caminar. A partir de este punto de la narración es cuando brillan los conocimientos de Kepler sobre astronomía y la geografía lunar. Estaba familiarizado con los accidentes del terreno que ha podido estudiar, quizás utilizando un telescopio de diseño propio, ideado en 1611, tan solo un par de años después de las revolucionarias observaciones de Galileo.

Ilustración inspirada en los alienígenas de 'Somnium'.

Kepler-Duracoto se extiende en explicar los movimientos de la Luna, su relación con las coordenadas astronómicas, la eclíptica y los puntos equinocciales, la duración de su año y sus largos días de casi un mes terrestre. Y también detalla cómo se observan desde allí las evoluciones de los cinco planetas: Venus, Mercurio, Júpiter y Saturno (Urano, Neptuno y Plutón no habían sido descubiertos todavía). Todos los datos que facilita son esencialmente correctos, como cabe esperar de un observador avezado. Kepler apunta que la Tierra —a la que denomina 'Volva'— solo es visible desde un hemisferio de Lenavia, la región llamada —lógicamente— 'Subvolva'. El otro es 'Privolva', y allí durante su larga noche de 15 o 16 días reina la más espantosa oscuridad, sin una Volva que atenúe las tinieblas.

En cambio, en Subvolva, nuestra Tierra es visible de forma permanente, como “clavada en una posición fija del firmamento”. Además, es cuatro o cinco veces mayor que la Luna que vemos nosotros y —error— contribuye a enviar luz y algo de calor a ese hemisferio. Continentes y océanos forman un espectáculo siempre cambiante a medida que el planeta gira sobre su eje. La altura de la Tierra sobre el horizonte subvolvano depende de dónde se encuentre el observador. Si está en el centro del disco lunar, el planeta aparece en el cénit; si en los polos, se ve pegado al horizonte, como un “monte ardiendo que de lejos se divisa”. Pero siempre en el mismo sitio. El Sol, en cambio, sí que sale por el este, culmina y se pone por el oeste, a lo largo de un ciclo día-noche similar al de la Tierra, aunque allí dura casi dos semanas. Tales observaciones, rigurosamente exactas, reflejan el interés de Kepler por divulgar sus conocimientos de una forma asequible. De hecho, esos detalles resultaban insólitos para su época; incluso hoy puede que alguno sorprenda a más de un lector.

Kepler y el descubrimiento de las órbitas elípticas. Además de transformar la astronomía, las leyes de Kepler sentaron las bases para la ley de la gravedad de Newton.

Kepler comenta también que la sucesión de fases por las que pasa Volva constituye un magnífico reloj para los subvolvianos. El “plenivolvio” corresponde a su media noche y el “novivolvio”, a su mediodía. Además, el cíclico cambio de las manchas ocres o azules en Volva les facilita una medida más precisa, calibrada a intervalos de 24 horas. También se extiende en explicar en detalle el mecanismo de los eclipses. El Lavania, los eclipses totales de Sol son mucho más largos que en la Tierra, debido al mayor tamaño del disco del planeta. En las dos o tres últimas páginas de su narración, Duracoto cede a especulaciones o puras fantasías. Apunta —correctamente— que existen altísimas montañas y simas profundas, pero luego se embarca en quimeras. Asegura que Lavania posee grandes lagos, sujetos a intensas mareas, consecuencia del tamaño de la Tierra y se su mayor atracción. Y que el flujo y reflujo deben ser mucho más acusados, arrastrando las aguas de un hemisferio a otro, con lo que las llanuras de Subvolva —lo que Galileo asimiló a “mares”— quedan al descubierto en las fases de luna llena.

Según él, los privolvianos no tienen nido ni albergue fijo. En el transcurso de un día lunar recorren todo el globo gracias a sus largas piernas, mayores que las de un camello. Quizás es un rasgo fisiológico consecuencia de la baja gravedad lunar. Igual que el hecho de que algunos habitantes posean alas para desplazarse o que las plantas crezcan con gran rapidez y hasta alturas desmesuradas. Ya hacia el final de la narración, da crédito a las observaciones de otros astrónomos, apuntando que la Luna está rodeada de una atmósfera que soporta nublados e incluso lluvias que refrescan el calor imperante en Subvolva. De cuando en cuando, asegura, manchas grises oscurecen algunos accidentes de la cara visible, debido, sin duda, a espesas nubes que descargan lluvias torrenciales. Y ahí es donde el autor despierta de su sueño. Kepler escribió Somnium en 1608, cuando ya tenía 37 años de edad y había publicado otras obras fundamentales para la Astronomía, como Astronomia Nova. Pero no lo mandó imprimir de inmediato, sino que con el tiempo fue añadiendo comentarios, aclaraciones y un apéndice sobre geografía lunar (y más especulaciones referentes a sus hipotéticos habitantes). En total, estos complementos más que duplican la extensión del relato original. Una edición moderna del Somnium con anotaciones pasa de las doscientas páginas.

Su madre, Katherina, llevaba una casa de huéspedes, era curandera y herborista, y más tarde fue acusada de brujería.

El libro definitivo fue publicado un par de años después de la muerte de Kepler. Pero mucho antes ya había circulado en borrador, por lo que su contenido era conocido en algunos círculos. Esto provocaría un gravísimo incidente que pudo haber tenido consecuencias trágicas. En 1615 Katharina Kepler, la madre de Johannes, fue acusada de brujería por una vecina quien afirmó que Katharina le había envenenado su bebida y la estaba sometiendo a hechizos que la hacían enfermar. Estas acusaciones se inscriben en un contexto de intensa caza de brujas, alimentada por tensiones religiosas, superstición, miedo y marginación social.

El caso concreto de Katharina Kepler, se complicaba debido a sus conocimientos sobre hierbas para preparar remedios caseros, lo cual era de dominio público y fácilmente podía asimilarse a la preparación de conjuros y bebedizos. Pero también en el relato casi autobiográfico que su propio hijo había escrito. Las similitudes con Fiolxhilde y su supuesta familiaridad con sortilegios, embrujos y ayudantes demoníacos era un argumento de peso. Sobre todo, al considerar que el juez del tribunal ya tenía en su haber a otras ocho brujas quemadas, probablemente con menos pruebas. Katharina, una viuda analfabeta de 68 años, fue encarcelada bajo durísimas condiciones (estuvo encadenada al suelo durante más un año) y sometida a repetidos interrogatorios, aunque su fuerte carácter le hizo mantener siempre su inocencia. Kepler, ya un matemático de renombre, interrumpió su trabajo y se dedicó por entero a la defensa de su madre. Contrató abogados, revisó personalmente los documentos del proceso, presentó argumentos legales y científicos y escribió cartas a las autoridades refutando las acusaciones. Entre ellas, por ejemplo, el detalle de no haber llorado durante el juicio apoyaba las sospechas de culpabilidad.

Kepler, en particular, temía que el Somnium resultase una prueba irrefutable a ojos del tribunal. Aunque no se había editado, sabía que el barbero de su patrón, el emperador Rodolfo había tenido acceso al borrador y se lo había comentado con su hermana, Ursula Reinbold, que justo era la vecina promotora de la primera acusación contra Katharina. Tal vez por eso decidió retomar el original y añadir todas las notas explicativas al final, en un intento de justificar científicamente aquellas afirmaciones que podían atribuirse a intervención diabólica. Tras seis años de batalla legar, Katharina fue absuelta. Era una conclusión rara en los procesos por brujería, que solían terminar de forma mucho peor. Sin embargo, las penurias sufridas minaron su salud y murió poco después de ser puesta en libertad.

15 de Junio de 2025

Crónicas desde el país de la gente más feliz de la Tierra es una divertida y amarga sátira política sobre la corrupción en forma de novela de misterio. En una Nigeria imaginaria, pero muy parecida a la real, un grupo de pícaros, predicadores, emprendedores y políticos se ve inmerso en una trama sobre tráfico de miembros humanos robados de un hospital. El médico que desvela ese turbio negocio se lo cuenta a su íntimo amigo, el hombre de moda en el país, que está a punto de incorporarse a un puesto importante en las Naciones Unidas. Pero alguien parece dispuesto a defender el secreto y pronto queda claro que el enemigo es poderoso, y puede estar en cualquier lado. A la vez festín narrativo, historia de intriga y denuncia mordaz de la corrupción, esta novela, la primera de Soyinka en casi cincuenta años, es también un llamamiento conmovedor a movilizarse contra el abuso de poder.

Wole Soyinka, que ganó el Premio Nobel de Literatura en 1986, se inspiró en un informe de que los nigerianos se encuentran entre las personas más felices de la Tierra y comenzó a escribir casi dos décadas después y antes de la pandemia de COVID-19. El libro fue escrito en dos sesiones de 16 días entre Dakar y Senegal. Según Soyinka, el confinamiento por la pandemia le ayudó a terminar la novela, entre otros escritos, en su complejo de Abeokuta. Crónicas, que es la tercera novela de Soyinka, fue publicada en 2021 por Bookcraft Africa, Pantheon Books y Bloomsbury Circus, casi cincuenta años desde su última novela, Season of Anomy, que se publicó en 1973. En 1967, es arrestado durante la guerra civil de Nigeria.

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«Soyinka es uno de los grandes de la actualidad.» Chimamanda Ngozi Adichie.

«Una vez que has oído una voz como la suya, no vuelves a ver las cosas del mismo modo.» Toni Morrison.

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En 2015, Milena Busquets publicó También esto pasará, una novela que destilaba el dolor de la pérdida de su madre y la reafirmación de la vida con una mezcla inconfundible de ligereza y lucidez. Diez años después, mientras se rueda su adaptación cinematográfica, la autora regresa al mundo que ha descrito y reinventado. Y ese retorno es, a la vez, un vértigo y un anhelo: «Me quiero quedar aquí –confiesa–. Y que todo vuelva a empezar». La dulce existencia es un relato atravesado por la búsqueda de la belleza y por el peso de la memoria. Los vientos y la luz dorada de Cadaqués, las mañanas en el Casino, el magnetismo de los actores y productores, el coqueteo, los restaurantes de playa, los libros de cabecera… Todo ello en un vaivén constante entre la realidad y la invención, entre lo que se vive y lo que se recuerda. Para Proust, la literatura era el arte de fijar el tiempo, de esclarecer la impresión de los recuerdos. Y eso es, precisamente, lo que hace este libro: reconstruir con la nitidez y también con la melancolía que da la distancia aquellos días en los que Milena Busquets vivía sin ser consciente de que estaba siendo feliz, días en que todo estaba por delante. Un viaje al paraíso antes de la conciencia de su pérdida.

La idea de realizar una adaptación de la novela nació cuando María Ripoll leyó la novela original cuando perdió a su madre, ya que sus temas sobre el duelo la encandilaron. El 15 de mayo de 2024, se anunció que el rodaje de la película había comenzado en Cadaqués, con Marina Salas, Carlos Cuevas, Susi Sánchez, Borja Espinosa, Sara Espígul, Andrea Trepat, Carles Francino, David Menéndez y Moisé Curia como los actores protagonistas. Además de en Cadaqués, el rodaje también filmó escenas en otras localidades de Cataluña, incluyendo Barcelona. El rodaje de la película concluyó a finales de junio de 2024 después de seis semanas.

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Una pareja inglesa recién casada, Guy y Harriet pringle, llega a Bucarest, la llamada París del Este, en el otoño de 1939, apenas unas semanas después de la invasión alemana de Polonia. En esa ciudad llena de contrastes, sumida en la incertidumbre por la guerra y la inestabilidad política, la introvertida Harriet tendrá que compartir a su marido, profesor universitario, con un amplio círculo de nuevos amigos y conocidos. Entre tanto, los habitantes de la ciudad, ya sean los privilegiados expatriados ingleses como la población local, tratan de aferrarse a una vibrante vida cotidiana mientras el caos se apodera de Rumania y del resto de Europa.

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La familia de un viejo capo de la mafia de Grenoble intenta por todos los medios que no se cumpla su última voluntad. A partir de aquí, la novela describe con humor ácido el mundo del crimen organizado en el que las mujeres han abandonado el segundo plano al que tradicionalmente han sido relegadas para enfrentarse a los obsoletos códigos de honor que no las representan. Sin por ello dejar de lado los métodos expeditivos que caracterizan a la cosa nostra.

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