El arquitecto burkinés Francis Kéré (Gando,
Burkina Faso, 1965) se ha convertido hoy en el primer ganador
africano del Premio Pritzker, considerado como el Nobel de
Arquitectura. El jurado ha definido su arquitectura como una
“fuente de continua y duradera felicidad y alegría”.
Kéré es pionero de la arquitectura sostenible
en zonas de extrema escasez. “En un mundo en crisis, en medio
de cambios de valores y generaciones, nos recuerda lo que
ha sido, y sin duda seguirá siendo, una piedra angular de
la práctica arquitectónica: un sentido de comunidad y calidad
narrativa que él mismo es capaz de contar con compasión y
orgullo”, señala el fallo del jurado.
“Espero cambiar el paradigma, empujar a la
gente a soñar y arriesgarse. No porque seas rico debes desperdiciar
material. No porque seas pobre que no debas intentar crear
calidad”, dice Kéré en declaraciones difundidas por The Hyatt
Foundation, la entidad convocante de un premio que hasta ahora
ha distinguido sobre todo a arquitectos europeos, americanos
y japoneses pero que en los últimos años ha dejado un poco
de lado la arquitectura estrella para poner el foco en otro
tipo de arquitectura más social y adaptada a las necesidades
reales de la gente.
“Todos merecen calidad, todos merecen lujo y
todos merecen comodidad”, continúa el galardonado. “Estamos
interrelacionados y las preocupaciones sobre el clima, la
democracia y la escasez son preocupaciones para todos nosotros”.

Kéré pone la arquitectura al servicio del empoderamiento
y la transformación de comunidades. Comprometido con la justicia
social, el autor trabaja en países marginados cargados de
limitaciones y adversidades, y graves carencias en infraestructuras.
Ha construido escuelas, instalaciones de salud, viviendas
profesionales, edificios civiles y espacios públicos.
“Francis Kéré es un pionero de la arquitectura
sostenible para la tierra y sus habitantes, en tierras de
extrema escasez. Es a la vez arquitecto y servidor, mejorando
las vidas y experiencias de innumerables ciudadanos en una
región del mundo a veces olvidada”, comenta Pritzker. “A través
de edificios que demuestran belleza, modestia, audacia e invención,
y por la integridad de su arquitectura y gesto, Kéré representa
dignamente la misión de este premio”.
En Gando, su localidad natal, Kéré puso en práctica
su ideología construyendo una escuela primaria en 2001 con
escasos recursos, diseñando unas instalaciones que pudieran
combatir el calor extremo y la mala iluminación y satisficiera
las necesidades sociales de la comunidad. Gracias a este proyecto,
el número de estudiantes de la escuela pasó de 120 a 700.
La obra de Kéré abarca desde modestas infraestructuras
como la mencionada hasta la Asamblea Nacional de Burkina Faso
en Uagadugú, un encargo que aún no ha sido construido y que
sustituirá al anterior edificio, destruido durante la revolución
que experimentó el país en 2014. Su proyecto es una pirámide
escalonada y de celosía, con un salón de actos para 127 miembros
de la asamblea y una zona común exterior que fomentará los
encuentros informales. También ha diseñado la futura Asamblea
Nacional del país vecino Benín.

Imagen virtual de la Asamblea Nacional de Burkina
Faso.
Muchas de las obras de Kéré están en otros países
de África, en países como Malí, Togo, Kenia, Mozambique, Togo
y Sudán, pero también ha diseñado estructuras en Dinamarca,
Alemania, Italia, Suiza, Reino Unido y Estados Unidos, donde,
a través de su trabajo, ha difundido elementos propios de
la cultura africana. Por ejemplo, la tradición de reunirse
bajo un gran árbol sagrado para reunirse, conversar, celebrar
o contar historias tuvo su reflejo en las estructuras que
diseñó para el conocido festival de Coachella (California)
que con formas geométricas y coloridas emulaban la forma de
un baobab hueco.

'Sarbalé Ke', obra de Kéré en el festival Coachella.
18
- Mayo - 2025 |
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Kofi Nyarko
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Kofi Nyarko (54 años, Nyankomasi, Ghana) tenía
siete años cuando su familia descubrió unas manchas en su
rostro. No les dieron mayor importancia. Con el tiempo, estas
lesiones se extendieron por otras partes de su cuerpo. Ni
él ni nadie de su entorno lo sabían aún, pero estas marcas
eran uno de los primeros síntomas de lepra, una enfermedad
cuya incubación dura entre tres y cinco años y que llevaba
tiempo desarrollándose en silencio dentro de su organismo.
No fue hasta años después, cuando Nyarko tenía 13 y ya arrastraba
secuelas físicas, que un vendedor ambulante que pasaba por
su aldea lo vio, reconoció las deformidades en sus manos y
pies y lo llevó al Hospital General de Lepra de Ankaful, un
centro especializado en esta dolencia. “Ese día fue la primera
vez que vi a alguien sin dedos, con ambas piernas amputadas.
Me quedé totalmente impactado”, recuerda ahora, más de 40
años después, en una entrevista con EL PAÍS en Bilbao, donde
viajó para asistir a los Premios de la Fundación Anesvad 2025,
entregados la pasada semana. Hoy, Nyarko es el presidente
de IDEA Ghana (red de personas afectadas por la lepra), director
de un colegio para niños con necesidades especiales y un reconocido
activista en Ghana contra el estigma y el desconocimiento
que aún rodea a esta enfermedad incluida dentro de la lista
de Enfermedades Tropicales Desatendidas (ETD) de la Organización
Mundial de la Salud (OMS) y que en 2023 registró oficialmente
107.000 nuevos afectados.

Kofi Nyarko, presidente de IDEA Ghana, organización
que trabaja para reducir el estigma relacionado con la lepra,
en una fotografía tomada el 8 de mayo en Bilbao.
Después del diagnóstico, Nyarko se trasladó
a un centro de atención infantil gestionado por misioneros,
donde recibió tratamiento con antibióticos. También fue sometido
a varias intervenciones quirúrgicas para corregir las deformaciones
en los pies provocadas por la lepra y tuvo que aprender a
caminar nuevamente. Hoy, como activista, incide en la importancia
del diagnóstico temprano. “Si te diagnostican a tiempo, te
curas sin discapacidades. Y si no, te curas igualmente, pero
las discapacidades ya no se pueden revertir”, explica. La
lepra es una enfermedad que tiene cura desde hace 40 años,
un tratamiento gratuito que puede prevenir sus secuelas si
se inicia a tiempo. Además, una vez que el enfermo comienza
a tratarse, deja de ser contagioso. La también llamada enfermedad
de Hansen, en honor a su descubridor, se transmite a través
de gotitas microscópicas expulsadas por nariz y boca. Sin
embargo, hace falta convivir mucho tiempo con un enfermo en
ambientes poco higiénicos, con mala alimentación y hacinamiento
para contagiarse. Una vez recuperado, Nyarko continuó sus
estudios y empezó a ir a los campamentos segregados donde
vivían personas con lepra y supervivientes. “Mucha gente pensaba
que, cuando tenías lepra, lo único que podías hacer era ir
a la calle a pedir limosna. Cuando escuché esas historias
de algunos de los ancianos de las colonias, me dije a mí mismo
que tenía que cambiar esa percepción”, recuerda. Poco a poco,
y usándose a sí mismo como ejemplo de que “la lepra no es
el fin de tu vida, y que puedes continuar con ella después
del tratamiento”, Nyarko empezó a generar conciencia sobre
esta dolencia, rodeada aún hoy de desconocimiento. “Me di
cuenta de que, especialmente en África, muchos creen que la
lepra es cuando alguien ha perdido los dedos de las manos,
de los pies o cosas por el estilo, algo totalmente incorrecto.
Puedes ver a alguien sin dedos, pero que lleve curado muchos
años. Otras personas piensan que no tiene cura. Y algunos
creen que no la causa una bacteria, sino un espíritu maligno”,
se lamenta.

En Ghana, las zonas rurales se caracterizan
por una alta dependencia de la agricultura, un alto porcentaje
de pobreza y una población que está disminuyendo en comparación
con las áreas urbanas. La agricultura de subsistencia es común,
con pequeños agricultores que enfrentan dificultades para
lograr cosechas satisfactorias debido a la degradación de
la tierra y los efectos del cambio climático.
Durante sus visitas a las comunidades para personas
con lepra, Nyarko fue recopilando, a lo largo de los años,
los nombres y lugares de origen de sus habitantes. Pronto
se dio cuenta de que muchos llevaban décadas viviendo en aislamiento,
marcados por el estigma y el abandono. Al activista le marcó
especialmente el testimonio de una mujer que residía en uno
de estos campamentos. “Me dijo: ‘Kofi, lo más triste de todo
es que, cuando alguien muere aquí, todos quedamos destrozados.
Hay un gran cementerio. Nosotros mismos preparamos el ataúd,
colocamos a la persona dentro, rezamos por ella… y luego la
enterramos”, rememora el activista. “No se permitía enviar
al fallecido de regreso a sus pueblos. Tenías que enterrarlo
en la colonia”, aclara Nyarko. Una vez que Nyarko lograba
establecer un vínculo de confianza con los habitantes del
asentamiento, les hacía una pregunta clave: después de tantos
años, si tuvieras la oportunidad, ¿volverías a casa?. “Por
qué no, Kofi. Pero, tal vez, si vuelvo, me enfrente a discriminación”,
recuerda que le respondían. “Entonces les decía que ellos
no volverían primero, que iría yo antes a la comunidad y empezaría
a educarlos”. Nyarko cogía su bicicleta y a veces pedaleaba
durante tres horas para llegar a las comunidades de origen
de los supervivientes de lepra. Allí hablaba con los habitantes,
con el jefe de la aldea. Indagaba para saber si aún tenían
familiares. Les contaba que uno de los suyos vivía desde hacía
mucho tiempo en uno de esos campamentos segregados. Les hablaba
de la posibilidad de su regreso, de la necesidad de acogerlo
de nuevo. Desde entonces y gracias a este trabajo de sensibilización
y educación, más de 860 personas han podido reintegrarse en
sus comunidades de origen o establecerse en aldeas cercanas.

El Brugia Malawi es el gusano responsable de
causar la elefantiasis, una enfermedad que se caracteriza
por el agrandamiento excesivo y anormal de algunas partes
del cuerpo. En 2007 se descifró el mapa genético del
gusano que provoca la enfermedad.
Otra de las labores que lleva a cabo el activista
e IDEA Ghana, la organización que preside, es la de sensibilización
y concienciación sobre esta enfermedad, tanto en colegios
o en iglesias, como en comunidades rurales. “En todo el continente,
en muchos lugares, las estrategias se enfocan en las ciudades.
Pero la mayoría de problemas no están allí, sino en las zonas
rurales. A veces los coches no pueden llegar, o hay que caminar
cinco o seis kilómetros. Pero son esas áreas en las que hay
que trabajar”, detalla. “Vamos allí, hacemos actividades de
concienciación y también exámenes de la piel. Si encontramos
personas sospechosas de úlcera de buruli, elefantiasis o lepra,
los referimos a profesionales sanitarios”, explica. También
menciona un proyecto de carteles con imágenes para un diagnóstico
visual, que colocan en farmacias, clínicas, paradas de autobús
o en aldeas. “A veces, alguien ve la imagen, compara su propia
mancha y dice: no es esta, pero alguien de mi comunidad sí
que tiene algo así. Y entonces nos llaman por teléfono y referimos
a esa persona al hospital más cercano”. Para Nyarko, la situación
respecto a la lepra ha cambiado mucho desde que él era un
niño. Sin embargo, aún hoy en Ghana se diagnostican unos 230
casos anuales de esta enfermedad, según registros oficiales
de la OMS de 2023. A la pregunta de si cree que es posible
alcanzar la cero lepra en su país para 2030 (la erradicación
de esta enfermedad es una de las metas recogidas en los Objetivos
de Desarrollo Sostenible), el activista se muestra esperanzado.
“Especialmente en Ghana, de la forma en la que estamos trabajando,
si seguimos así, podemos alcanzar esa meta. Hemos llegado
a un punto en el que, gracias a la labor de concienciación,
la gente está atenta a los síntomas”, relata. Sin embargo,
el activista teme que los recientes recortes de financiación
de los principales donantes afecten a la lucha contra esta
y otras ETD: “[Las organizaciones] tenemos trabajo sin terminar.
Si la financiación se detiene… será un problema muy serio
a nivel global. Mucha gente sigue sufriendo úlcera de Buruli,
elefantiasis u otras enfermedades. ¿De dónde van a sacar los
medicamentos? ¿De dónde saldrán los fondos para seguir con
la concienciación? La gente comenzará a morir. Tenemos que
pensarlo dos veces. Si no, será un desastre”.
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