La España en la que se estrenó Mar adentro era
muy diferente a la actual. En ella, la eutanasia aún era un
tabú siniestro de legalización impensable. Esta regulación
estuvo un paso más cerca cuando Alejandro Amenábar llevó a
la pantalla grande la historia de Ramón Sampedro, que había
muerto 6 años antes. Meses más tarde, Mar adentro ascendería
un peldaño más en la conversación pública al alzarse con el
Oscar a mejor película de habla no inglesa. Revestida de vitalismo,
Mar adentro recrea los años de angustiosa espera de Ramón
Sampedro, quien queda postrado en cama tras un accidente.
Encarnado por Javier Bardem en uno de sus mejores papeles,
el Sampedro de Amenábar puso en contacto a nuestro país con
la realidad de la eutanasia. Curiosamente, Mar adentro coincidió
en los Oscar con otra película que también aborda este tema,
Million Dollar Baby, la gran triunfadora de la gala de 2004.
Hoy, dos décadas después, España es uno de los nueve países
en que la eutanasia activa es legal. La muerte digna es uno
de los derechos recientemente conquistados y Mar adentro colaboró,
de forma insoslayable, en esta tarea al suavizar la percepción
social existente en torno a la eutanasia.

Tras décadas de carrera, no vamos a descubrir
a Javier Bardem. Su filmografía está cuajada de trabajos excepcionales
en los que se mimetiza con personajes de los que, a priori,
lo separaba abismo. Ramón Sampedro fue uno de los grandes
desafíos de Bardem: en primer lugar, debía aprender a desarrollar
su interpretación desde la quietud casi absoluta. Como preparación,
Bardem leyó Cartas desde el infierno, testimonio escrito de
Sampedro, y se sometió a largas sesiones de maquillaje que
lo sumían en un estatismo conveniente para el rodaje. Su cambio
de aspecto fue tal que Amenábar, meses antes del estreno,
difundió una fotografía de Javier Bardem caracterizado como
Sampedro para que los espectadores se acostumbrasen a su nuevo
rostro y prestasen atención a la película.

A esto, cabe sumar el acento gallego con el
que Bardem debió familiarizarse a toda prisa (entrenador de
vocalización mediante) y que, a diferencia de lo que suele
ser habitual, ni el regionalista más severo fue capaz de impugnar.
Como resultado, Bardem ganó un Goya y fue nominado a un Globo
de Oro.

La biografía de Ramón Sampedro era tan atrayente
para un director de cine que parecía impensable que, seis
años después de su muerte, ninguno la hubiese adaptado. Amenábar,
de hecho, no fue el primero: antes que él, Roberto Bodegas
(Matar al Nani) la llevó a la pequeña pantalla en forma de
telefilme. Su título era Condenado a vivir, la protagonizaba
Ernesto Chao y el parecido entre las carátulas de Bodegas
(en 2001) y la de Amenábar dio mucho que hablar.

En retrospectiva, hay muchas lecturas sobre
Mar adentro que parecen inconcebibles en la actualidad. La
primera, ya comentada, es que la eutanasia se antojase tan
lejana en 2004. La segunda, que Belén Rueda pudiera intervenir
en una película como esta. Aunque, 20 años más tarde, Rueda
es una de las actrices más cotizadas del cine español, cuando
se supo que coprotagonizaría Mar adentro, muchos arquearon
una ceja. Belén Rueda venía, por entonces, de la televisión,
con Los Serrano y Periodistas como grandes cartas de presentación.
¿Estaba lista para una película sobre un asunto tan delicado?
Los Goya asintieron: le otorgaron el premio a mejor actriz
revelación en lo que sería el comienzo de una filmografía
envidiable. Y eso que ella misma, al recibir la noticia de
que Amenábar la quería en Mar adentro, colgó el teléfono,
pensando que se trataba de una broma.
21 años después, el récord de Mar adentro sigue
intacto: la película de Amenábar aterrizó en la gala de 2004
con 15 candidaturas al Goya y se fue a casa con 14 cabezones.
Sólo una leyenda del cine español como Gil Parrondo (director
artístico con dos Oscar en su haber) fue capaz de hacerle
frente a la hegemonía de Mar adentro: su trabajo en la formidable
Tiovivo c.1950 (de Garci) fue el único gol en contra que recibió
el largometraje protagonizado por Javier Bardem.

Lola Dueñas interpreta a Rosa en Mar adentro,
amiga de Ramón Sampedro y la persona que lo ayudó a morir
al suministrarle cianuro. En realidad, este personaje se llamaba
Ramona, y si el nombre no se repite en la película no es por
la posible redundancia con el del protagonista de Mar adentro.
La familia de Sampedro se opuso a que, en el metraje, apareciese
como tal la persona responsable de la muerte de Ramón. Además,
Ramona aún no había admitido su participación en el fallecimiento,
lo que haría un año después del estreno de la película, cuando
el caso había prescrito.

Un cineasta español de origen chileno subía
al escenario del Dolby Theatre de Los Ángeles para recibir
un Oscar. Un mes antes, en Madrid, su película, Mar adentro,
había hecho historia en la 19ª edición de los Premios Goya.
Se había convertido en la película más galardonada de los
premios españoles (14 de los 15 a los que estaba nominada).
A día de hoy todavía puede fardar de semejante logro. Alejandro
Amenábar no era ningún desconocido. Con su debut, Tesis (1996),
se consagró como el niño prodigio del cine español con apenas
24 años. Enseguida llegó la ambiciosa Abre los ojos (1997),
adaptada después a mayor gloria de Tom Cruise (Vanilla Sky),
y el debut en Hollywood con Los otros (2001), un terrorífico
suspense para lucimiento de Nicole Kidman. La cuarta, Mar
adentro, fue la película de su consagración, que puso de acuerdo
a crítica y público y le valió el anhelado premio de la Academia
que había perseguido en años anteriores con el aval de sus
valedores norteamericanos. Protagonizada por un Javier Bardem,
miméticamente caracterizado como el enfermo terminal y activista
por la eutanasia Ramón Sampedro, la de Mar adentro supuso
la decimonovena nominación española a los Oscar y la cuarta
película nacional en llevarse una estatuilla.
La elección como presentadora del premio de
Gwyneth Paltrow, una actriz muy vinculada a España desde su
época de estudiante de intercambio en Talavera de la Reina,
era el mejor presagio. Cuando subió al escenario a recoger
la estatuilla, un emocionado Amenábar se lo dedicó a Ramón
Sampedro, el hombre en torno al que orbita la película y que
"a pesar de su deseo de muerte, desprendía mucha vida a su
alrededor. Un tercio de este premio le pertenece, allá dónde
esté". Su vida, al final, fue de película. Entre el público,
Penélope Cruz y Antonio Banderas aplaudían a rabiar.
Era un marino gallego. Un día de temporal, Sampedro
saltó al agua desde una roca en una playa de A Coruña. El
accidente, casi mortal, le fracturó la séptima vértebra cervical,
dejándolo tetrapléjico. Meses después asumiría la imposibilidad
de "volver atrás", refugiándose en los cuidados de su familia,
languideciendo en una cama en la casa de sus padres. Tenía
veinticinco años. Otros veinticinco después iniciaría su lucha
por morir dignamente: fue el primer ciudadano español que
solicitó formalmente el suicidio asistido. La eutanasia era
un tabú, una ofensa moral que no tenía cabida casi ni como
debate. Autoridades españolas y europeas vetaron su deseo.
Por ello, Sampedro supo que tendría que hacerlo de manera
clandestina. Once personas le ayudaron en su cometido: uno
compraría el cianuro, otro lo analizaría, un tercero mediría
la cantidad necesaria, el cuarto lo movería de sitio, el quinto
lo recogería, el sexto prepararía la mezcla, el séptimo lo
vertería en un vaso, el octavo colocaría una pajita, el noveno
lo pondría a su alcance, el décimo recogería su carta de despedida
y el undécimo lo grabaría. Murió el 12 de enero de 1998 y
su muerte apareció en televisión dos meses más tarde.

Busto homenaje a Sampedro en la playa de Las
Furnas.
Pásate por Ser humano >> Activistas
>> España.
La policía judicial detuvo a la persona más
cercana a Sampedro, Ramona Maneiro, una vecina de la localidad
a la que imputaron por posible delito de cooperación al suicidio.
Sin embargo, fue puesta en libertad por falta de pruebas.
Una vez prescrito el delito, Ramona admitió haberle facilitado
el veneno y haber grabado el vídeo con las últimas palabras
de Ramón. La familia del fallecido jamás se lo perdonó: ella
era "una asesina".
Amenábar puso sobre los hombros de Javier Bardem
el peso dramático de la película. Su actuación fue tan brillante
que muchos consideraron un robo que no estuviera nominada
en los premios estadounidenses. Si lo estuvo la labor de maquillaje,
que aspiró a la estatuilla dorada. Y es que Bardem estaba
casi irreconocible. Alejado del sex symbol machirulo de Jamón,
Jamón (1992), en Mar adentro está envejecido, calvo y con
un ajustado jersey blanco que resalta su papada. Encogido
en el cuerpo de aquel que no puede salir de la cama. Fue tal
el trabajo de caracterización que el propio director se dedicó
a difundir imágenes de la transformación del actor tres meses
antes de su estreno. Quería que la gente se acostumbrara,
sólo así prestarían atención a su actuación. La película barrió
en todas las categorías actorales de los Premios Goya, incluida
la de una por entonces asociada a la televisión Belén Rueda,
que se alzó con el premio a Mejor Actriz Revelación.

Alejandro Amenábar, Lola Dueñas, Fernando Bovaira,
Tamar Novas y Belén Rueda visitan la Academia de Cine para
conmemorar las dos décadas del estreno de la película.

Años más tarde recordaba que cuando la llamaron
para confirmarle que había sido elegida para el papel, colgó
el teléfono. Pensaba que la estaban vacilando. Bardem se alzó
con el Goya a Mejor Actor y Lola Dueñas con el de Mejor Actriz
por su interpretación de Rosa, basada en Ramona Maneiro. Amenábar,
cómo no, se fue a casa como el Mejor Director del cine español.
Años antes ya se había hecho con el premio a la dirección
novel por Tesis (1996), la cinta de terror que asusta a cualquier
veinteañero: entregar un trabajo final en la Complu. Luego
revolucionaría las clases de filosofía de los institutos españoles
con Ágora (2009) y se acercaría a uno de los episodios más
controvertidos de la Guerra Civil en Mientras dure la guerra
(2020). Incluso dirigirá un vídeo de Nancys Rubias. Aquel
Mar adentro sigue siendo el momento cumbre de su carrera.
Y fue clave para introducir el debate de la eutanasia en la
sociedad española. En marzo de 2021, una ley orgánica reguló
su aplicación.
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