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20 - Octubre - 2023
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“Escribí esta novela en el verano de 1960”, explicó Leonardo Sciascia en 1972, al presentar una edición de Il giorno della civetta, en español El día de la lechuza, en la colección Lecturas para la escuela secundaria de la editorial Einaudi. “Entonces el Gobierno no sólo se desinteresaba del fenómeno de la mafia, sino que explícitamente lo negaba”, agregó. “La sesión de la Cámara de los Diputados, representada en estas páginas, con la respuesta del Gobierno a una interpelación sobre el orden público en Sicilia, es sustancialmente cierta. Y parece increíble, teniendo en cuenta que tres años después se ponía en funcionamiento una comisión parlamentaria de investigación sobre la mafia”. Han pasado 63 años desde la publicación de la primera novela de Sciascia: el 9 de octubre de 1960 en la revista Mondo Nuovo, aunque el libro en sí fue publicado por Einaudi en 1961. Es, por tanto, el verdadero comienzo de una asombrosa carrera literaria de un autor que en ese momento tenía 39 años, y que hasta entonces había escrito solo poemas, cuentos, ensayos y un boceto de autobiografía.

La poderosa Mafia siciliana, con intereses en la construcción, muestra sus mecanismos para ejercer y mantener el poder. Un honesto capitán de carabineros se enfrentará a ella, pese a los peligros que ello conlleva. Crudo drama siciliano que muestra sin tapujos los bajos fondos de la mafia. Con una estructura de cine policial, "El día de la lechuza" se incluye dentro de los parámetros del cine-denuncia italiano, un género propio de los años 60 y 70 en el país transalpino. Es de destacar la presencia de una bella Claudia Cardinale en sus mejores momentos y de un efectivo Franco Nero, en este filme que parte de una novela de Leonardo Sciascia.

Técnicamente no es el primer thriller italiano. Aparte de una novela de Francesco Mastriani publicada en 1852 titulada Il mio cadavere y algunos otros ejemplos del siglo XIX que sin embargo son más novela negra que ficción detectivesca, en la década de 1930 Augusto De Angelis había creado un comisario De Vincenzi que, sin embargo, por un motivo específico como es la restricción impuesta por el régimen fascista por la cual sólo podía declarar culpables a los extranjeros, acabó casi olvidado. De Vincenzi recuperó cierta popularidad en 1974 y 1977, gracias a dos series de televisión para la televisión pública italiana (RAI) en las que Paolo Stoppa interpretaba al detective. Por la misma razón de la prohibición del régimen fascista de mostrar culpables a italianos, en 1940 Giorgio Scerbanenco había creado un detective, Arthur Jelling, que actuaba en Estados Unidos, mientras que en 1957 Quer pasticciaccio brutto de Via Merulana de Carlo Emilio Gadda, en español, está en efecto imbuido de humores populares romanos, pero claramente con un interés que va más por el experimentalismo del lenguaje y de la trama que por el mecanismo policial. También de esta novela se hizo una película con un famoso tema musical, y una serie de televisión.

Francesco Clemente Giuseppe Sparanero, más conocido por su nombre artístico Franco Nero. En 1968 ganó el Premio David de Donatello. Interpretó varios papeles cinematográficos desde 1962, pero fue su aparición en 1966, en el film del género spaghetti western, Django, del director Sergio Corbucci, el que lo lanzó a la fama.

El día del la lechuza es la primera novela policíaca italiana en la que un detective italiano investiga un crimen italiano con una intención que es una denuncia civil precisa. En la novela se afirma con contundencia la existencia de una forma de delincuencia organizada de la que hasta ese momento se solía afirmar que era sólo “una invención de los periódicos” o “de los continentales” (que es como los sicilianos y también los sardos suelen llamar a los italianos de la península).

“En aquel momento existían investigaciones y estudios suficientes sobre la mafia como para dar al Gobierno y a la opinión pública nacional la información más precisa”, recordó Sciascia. “Aún no publicada, aunque conocida por sus conclusiones, la investigación parlamentaria sobre las condiciones económicas y sociales de Sicilia (1875) y otra paralela, realizada por propia iniciativa por dos jóvenes estudiosos, Leopoldo Franchetti y Sydney Sonnino (quien luego iba a llegar, en 1906 y en 1910, a presidir el Consejo de Ministros); los escritos de Napoleone Colajanni; el ensayo de un exfuncionario de la Seguridad Pública, Giuseppe Alongi, titulado Maffia; las memorias del exprefecto Cesare Mori, que en los años del fascismo fue enviado a Sicilia para reprimir, con plenos poderes, toda manifestación mafiosa”. Sin embargo, según el minucioso examen del propio Sciascia, “en cuanto a obras literarias, novelas, relatos, teatro, que acceden e informan a un público más vasto mejor que el ensayo y la investigación, había solamente dos: una popular, y era muy conocida, que representaba a un mundo de pequeños mafiosos de barrio —ladrones tiránicos y violentos, aunque no carentes de sentimiento y susceptibles de redención— que se llamaba I mafiusi di la Vicarìa (comedia en dialecto de Giuseppe Rizzotto y Gaspare Mosca, donde la Vicaria era la cárcel de Palermo, entonces tan famosa como hoy la de Ucciardone); la otra, Mafia, escrita para el teatro, en italiano, por Giovanni Alfredo Cesareo (profesor en la Universidad de Palermo, poeta y traductor de Shakespeare), que representaba a una burguesía que asumía la mafia casi como una ideología y la practicaba como regla de vida, de las relaciones sociales, de la política”. Atención a Shakespeare. Ese título sobre el ave de rapiña nocturna, que tanto parece aludir a proverbios o rituales locales, está tomado de un verso del Enrique VI. “Como la lechuza, cuando de día aparece”.

Sciascia en una de las pocas imágenes que se conocen de su estancia en Barcelona en 1982. La Barcelona de Leonardo Sciascia.

“Ambas obras”, recordó Sciascia, “cada una en su nivel, eran una apología no de la mafia como asociación para delinquir (que en ese sentido se negaba que existiese), sino de lo que el mayor estudioso de las tradiciones populares sicilianas, Giuseppe Pitre, llamaba «el sentir mafioso», es decir, de una visión de la vida, de una regla de comportamiento, de un modo de realizar la justicia, de administrarla, fuera de la ley y de los órganos del Estado. Pero la mafia era, y es, otra cosa: un «sistema» que en Sicilia contiene y mueve los intereses económicos y de poder de una clase que, de modo aproximado, podemos llamar burguesa; y que no surge y se desarrolla en el «vacío» del Estado (o sea cuando el Estado, con sus leyes y funciones, es débil o falta) sino «dentro» del Estado. La mafia, en suma, no es sino una burguesía parasitaria, una burguesía que no emprende sino que solamente explota”. Y aquí Sciascia anuncia la distinción entre “sociedades extractivas” y “sociedades inclusivas”, que es la base del famoso análisis sobre “por qué los países fracasan” formulado en 2012 por Daron Acemoglu.

En resumen, la mafia siciliana como un caso particular de un modelo más general de élites dominantes que bloquean el desarrollo precisamente porque están interesadas principalmente en “extraer” recursos de las empresas, en lugar de hacerlas despegar. Precisamente porque el problema va más allá de la contingencia del partido que ese momento gobierna, Sciascia en su libro se cuida de no concentrar responsabilidades en una parte política en particular, sino de relatar la realidad en toda su complejidad. “Son los comunistas los que inventan que hay algo que se llama la mafia”, es la tesis que los “malos” de la historia intentan repetir. Pero Sciascia aclara que Salvatore Colasberna, el presidente de una pequeña empresa constructora cuyo asesinato da inicio a la historia, es en realidad un socialista, mientras que el capitán Bellodi, un detective implacable, es un emiliano de Parma ex-partisano y de familia republicana. El personaje está basado en el comandante de los Carabinieri (policía militarizada) de Agrigento Renano Candida, que había sido partisano, y que llegó a general. Había escrito un ensayo sobre la mafia que Sciascia había publicado y reseñado en 1957, de donde surge la amistad entre los dos y la información de primera mano que subyace en la novela.

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Excelentísimos cadáveres (título original: Cadaveri eccellenti) es una película franco-italiana dirigida por Francesco Rosi y estrenada en 1976. Es adaptación de la novela titulada Il Contesto de Leonardo Sciascia, que fue publicada en 1971. La cinta está incluida entre los 100 film italiani da salvare, una lista de 100 películas italianas creada por el Festival Internacional de Cine de Venecia de 2008 en colaboración con Cinecittà y con el apoyo del Ministerio de Cultura italiano, con el objetivo de reunir "las cien películas que han cambiado la memoria colectiva del país entre 1942 y 1978".

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Bellodi-Candida en el libro explica claramente que para golpear a la mafia hay que imitar el método que se usó en Estados Unidos con Al Capone, o sea, comprobar el flujo de dinero e impuestos. En resumen, el método que luego convertirá al juez Giovanni Falcone en el enemigo más mortífero de la mafia, que lo asesinará en 1992 en el atentado que pasó a la historia como la Masacre de Capaci. El mafioso que habla con un político que tiene que ser demócrata cristiano protesta. “¿Se ha escuchado alguna vez a un esbirro hablar así a un hombre de bien? Es un comunista, sólo los comunistas hablan así”. Pero el demócrata cristiano responde: “Por desgracia, no solamente los comunistas, también en nuestro partido los hay que hablan así… Si supieses la batalla que debemos mantener día tras día, hora tras hora…”. “Lo sé, pero yo lo tengo claro: también ellos son comunistas”. “No son comunistas”. Para encubrir el primer crimen, otros dos ocurren, y en cierto momento el capitán arresta al padrino Don Mariano Arena. El propio Don Mariano le da al capitán un discurso destinado a permanecer en la memoria colectiva.

La traducción de ciertos términos es complicada, por lo que quizás sea útil dejar el original en italiano antes de proponer la traducción de Juan Ramón Azaola, que hemos utilizado hasta ahora. “Io ho una certa pratica del mondo; e quella che diciamo l’umanità, e ci riempiamo la bocca a dire umanità, bella parola piena di vento, la divido in cinque categorie: gli uomini, i mezz’uomini, gli ominicchi, i (con rispetto parlando) pigliainculo e i quaquaraquà… Pochissimi gli uomini; i mezz’uomini pochi, ché mi contenterei l’umanità si fermasse ai mezz’uomini… E invece no, scende ancor più giù, agli ominicchi: che sono come i bambini che si credono grandi, scimmie che fanno le stesse mosse dei grandi…E ancora più giù: i pigliainculo, che vanno diventando un esercito… E infine i quaquaraquà: che dovrebbero vivere come le anatre nelle pozzanghere, ché la loro vita non ha più senso e più espressione di quella delle anatre…”. Así fue traducido por Azaola: “Yo —prosiguió don Mariano— tengo una cierta práctica del mundo; y lo que llamamos humanidad, y se nos llena la boca al decir humanidad, hermosa palabra llena de viento, la divido en cinco categorías: los hombres, los mediohombres, los hombrecillos, los, hablando con respeto, tomaporculo y los cuacuacuá… Hombres hay poquísimos; mediohombres, pocos, pues ya me daría yo por contento si la humanidad se agotara con los mediohombres… Pero no, sigue descendiendo hasta los hombrecillos, que son como los niños que se creen mayores, monos que hacen los mismos gestos que los mayores… Y, todavía más abajo, los tomaporculo, que se están convirtiendo en un ejército… Y por fin los cuacuacuá, que deberían vivir como los patos en las charcas, pues su vida no tiene mayor sentido ni mayor expresión que la de los patos…”. “Usted, aunque me clave sobre estos papeles como a un Cristo, usted es un hombre…”, explica el padrino. Porque el capitán respeta las reglas y garantías, y no tortura a los presos como le sucedió al propio Don Mariano durante el fascismo en la época del prefecto Mori.

El spaghetti western, conocido también como western europeo o eurowestern, es un subgénero particular del western creado y desarrollado por directores italianos, que estuvo de moda en los años 1960 y 1970 y que se caracteriza por tener producciones europeas, en contraste con las películas tradicionales del género que se filmaban en los Estados Unidos. Pásate por la sección ad hoc.

Y aquí el discurso de Sciascia se vuelve aún más complejo. Por un lado, de hecho, admite que muchos en Sicilia todavía recuerdan favorablemente el fascismo debido a su enérgica acción contra la mafia. Por otro lado, sin embargo, reivindica las razones de lo que en italiano se llama “garantismo”: el más escrupuloso respeto a las garantías jurídicas de los incriminados. Incluso en la lucha contra un flagelo como el de la mafia: de hecho, en italiano la palabra “garantismo” nació precisamente en la polémica con esa sensibilidad y práctica generalizada según la cual a la hora de luchar contra la mafia, el terrorismo o la corrupción, tal vez con alguna “garantía”, también se podía hacer la vista gorda. Son los mismos motivos que llevarán a Sciascia convertirse en diputado del Partido Radical, después de haber sido concejal del Partido Comunista Italiano que en la lucha contra los “flagelos” antes mencionados tendía a proponer un rigorismo jacobino. Poco antes de su muerte, en nombre de estos principios, Leonardo Sciascia atacará a los que llama “los profesionales antimafia”. En primer lugar el alcalde de Palermo Leoluca Orlando. Por este motivo, se lanzará contra él la infame etiqueta “quaquaraquà”, que El día de la lechuza había popularizado.

“El capitán sintió la angustia en la que la ley le obligaba a moverse; al igual que sus suboficiales, anheló disponer de un excepcional poder, una excepcional libertad de acción; un codicioso anhelo que siempre había condenado en sus brigadas. Una excepcional suspensión de las garantías constitucionales en Sicilia durante algunos meses y el mal quedaría extirpado para siempre. Pero le vinieron a la memoria las represiones de Mori, el fascismo, y recuperó la mesura de sus propias ideas, de sus propios sentimientos. No obstante, su cólera persistía, una cólera de hombre del norte que abarcaba a Sicilia entera: esa región que en la dictadura fascista había sido la única en Italia que había conseguido alguna libertad, la libertad que reside en la seguridad de vida y de bienes”. “«Y ésta es quizá la razón por la que en Sicilia», pensaba el capitán, «hay tantos fascistas: no es que ellos hayan visto el fascismo solamente como una payasada y nosotros, desde el ocho de septiembre, lo hayamos sufrido como una tragedia, no es sólo eso; es que en el estado en el que se encontraban les bastaba con una sola libertad, y con las otras no sabían ni qué hacer.»”

Claudia Giuseppina Rose Cardinale, más conocida como Claudia Cardinale, es una actriz italiana nacida en la capital de Túnez cuando ese país aún era un protectorado francés. Sus padres eran oriundos de la isla de Sicilia.

En el libro, Bellodi será trasladado después al norte, donde leerá en los periódicos enviados por un carabiniere de Sicilia, que el castillo probatorio fue desmantelado gracias a una coartada de hierro construida por personajes muy respetuosos: el trabajo, por supuesto, de políticos interesados en proteger su posición. El libro Il Giorno della Civettaen 1968 se convertirá en una película dirigida por Damiano Damiani y con un elenco internacional de primer orden. Franco Nero hace Bellodi, Don Mariano es el gran actor de personajes de Hollywood, Lee J. Cobb, la viuda Rosa es Claudia Cardinale, el delator Parrinieddu es el francés Serge Reggiani, el principal Pizzuco es el israelí Nehemiah Persoff, el asesino Zecchinetta es el director y guionista Tano Cimarosa. La trama se amplía y complica, en cierto punto en señal de respeto. Don Mariano salva al capitán del atentado que algunos de sus “picciotti” (soldados de la mafia) le habían preparado, sin avisarle. Se censura la famosa frase, convirtiendo a los “pigliainculo” en “ruffiani”. La versión española de la película traduce en “rufianes”, dejando después el término original “quaquaraquà”. Por otro lado, al final con solo observar al nuevo capitán en el balcón, Don Mariano concluye: “Es un quaquaraquà”. La complejidad política también se simplifica mostrando simplemente a Don Mariano entrando en una sede de la Democracia Cristiana. Y el garantista Bellodi, de quien no se dice que fue partisano, adquiere métodos más enérgicos en la pantalla, no precisamente como un escrupuloso observador de los procedimientos.

¿Podemos plantear la hipótesis de que el choque entre Sciascia y Orlando se vea ensombrecido por las diferencias entre el Bellodi de papel y el Bellodi de celuloide? Eso sí, Damiani es el director que más sabe sobre la mafia. Rodará una larga saga sobre ella, titulada La Piovra. Y revisando hoy Il Giorno della Civetta de Damiani, es difícil no pensar también en el comisario Montalbano. Al igual que el Bellodi de papel, el personaje de Andrea Camilleri está con el corazón a la izquierda, o en todo caso del lado de los débiles contra los matones. Al igual que el Bellodi de celuloide, y también como ese Maigret del que Camilleri se había ocupado de la transposición en la televisión italiana, tiene métodos de duro “derechista”, por lo que las garantías jurídicas no son importantes. Lo que probablemente a Sciascia no le hubiera gustado demasiado.

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