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11 - Diciembre - 2020
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Cada vez que se inicia una tertulia o debate, los nostálgicos del franquismo, para justificar la importancia del dictador en la Historia de España, suelen recurrir reiteradamente al supuesto legado impagable que dejó a los españoles de futuras generaciones. Así, los defensores de Franco -generalmente sin aportar ni un solo dato ni fecha, quizá porque hacerlo dejaría en evidencia sus falsos argumentos históricos-, acostumbran a decir que logros como la puesta en marcha de la Seguridad Social, el establecimiento de las Magistraturas de Trabajo, la instauración de las vacaciones pagadas, la industrialización, la fundación de Iberia y Telefónica, las ayudas a las familias numerosas y hasta la importación del capitalismo en España se los debemos al dictador.

La panoplia de falacias puede ser desmontada rápidamente, ya que una simple consulta a los libros de historia basta para confirmar que tales “hitos” en realidad no son más que “mitos”. Es decir, las mentiras del fascismo que conformaron, eso sí, el gran legado del general durante 40 años de terror y represión. La Seguridad Social, se creó en 1883 a través de la Comisión de Reformas Sociales; el embrión de los tribunales laborales se remonta a la ley de Jurados Mixtos de 7 de mayo de 1931, con la Segunda República, siendo ministro de Trabajo Largo Caballero; las vacaciones pagadas se aprobaron en 1918 para militares, maestros y empleados públicos (en 1931, con la ley de contratos de trabajo, se consolidó para todos los trabajadores); la escasa industria española, aunque floreciente en el País Vasco y Cataluña, nació en el siglo XIX; y Telefónica se fundó en 1924, mientras Iberia echó a volar en 1927.

Pero quizá, por encima de todas las patrañas franquistas para justificar la gran obra de un hombre que en realidad pasará a la historia por haber desencadenado una guerra civil que costó un millón de muertos al país, destaca especialmente una: que Franco llenó España de pantanos para acabar para siempre con la pertinaz sequía. No hay más que echar un vistazo a los titulares de los periódicos de 2019 para comprobar que tampoco aquella obra faraónica sirvió para acabar con un problema endémico que seguimos padeciendo pese a que media España está plagada de presas de hormigón. Hoy sabemos que la falta de lluvia y la desertización tiene que ver sobre todo con el ciclo de cambio climático, aunque Aznar, fiel albacea de la herencia política de Franco, siga negándolo tan pertinazmente como la sequía.

Llenar España de embalses no evitó la nefasta sequía, pero es que además tampoco ese megaproyecto se puede atribuir en su origen a la audacia franquista. En efecto, a principios del siglo XX se puso en marcha el primer intento de planificación hídrica con el Plan General de Canales de Riego y Pantanos de Rafael Gasset (1902), también conocido como “Plan Gasset”. Si bien es cierto que hoy se cuestiona la utilidad de aquella iniciativa, se considera el germen de la primera planificación hídrica a nivel nacional. Más tarde, ya en la Segunda República, las obras continuaron con el Plan Nacional de Obras Hidráulicas de 1933, impulsado por el entonces ministro del ramo Indalecio Prieto.

Imagen actual y antigua del campanario de la iglesia románica de Sant Romà de Sau.

Tras el final de la guerra, en 1939, la España seca no solo estaba acuciada por la sequía sino devastada por cientos de batallas. De ahí que Franco decidió crear el Instituto Nacional de Colonización, un organismo dependiente del Ministerio de Agricultura para reactivar el destruido sector agrícola. A través del Plan de Transformación y Colonización aprobado por el Gobierno franquista en 1952 se trató de dotar a la agricultura de un sistema mejorado de electrificación, riego, proceso de fabricación y transformación y comercialización de productos agrarios. Fue ahí cuando la construcción de presas adquirió la máxima importancia. Pero la política hidráulica de construcción de embalses en España, acertada o errática, fue consecuencia de un desarrollo programado a través de los tiempos y con diferentes regímenes y gobiernos, tanto democráticos como autoritarios. Todas las generaciones trataron de aportar su piedra a los embalses, aunque la propaganda franquista y el NO-DO, hábiles como siempre en sus estrategias goebelsianas de manipulación, supieron apuntarse el tanto hasta calar en las mentes de los españoles la imagen que ha quedado para siempre: la de Franco omnipresente subido a la torreta de una central hidroeléctrica y admirando su obra como gran hacedor de agua y único salvador contra la sequía.

Fue Indalecio Prieto quien en un discurso en Alicante dijo aquello de que la política hidráulica “no debía ser ni de un partido, ni de un Gobierno, ni de un régimen; la política del agua debe ser de Estado, al margen de los vaivenes electorales”. Sin embargo Franco, como otras muchas cosas, supo patrimonializar a mayor gloria de su persona una obra que, sin duda, fue logro de todos a lo largo de la historia.

“Nos dolía España por su sequedad y por su miseria (...) y todo ese dolor de España se redime con estas grandes obras hidráulicas nacionales”, defendió el dictador Francisco Franco en la inauguración de uno de estos pantanos. Ello ha situado a España como uno de los países con mayor ratio de embalses por kilómetros cuadrado.

Y, también, un país que tiene más de 500 municipios bajo el agua, según datos de Ecologistas en Acción.

Uno de ellos es Sant Romà de Sau, pequeño municipio del centro de Catalunya que quedó anegado en 1962 con la inauguración del pantano de Sau –tras más de dos décadas de construcción que multiplicó su población por la inmigración del resto del Estado. Sin embargo, el rastro del antiguo núcleo de Sant Romà ha llegado a hoy a través de su histórica iglesia del siglo XI. Tanto es así, que cuando el nivel de agua del pantano se reduce, surge en la superficie el campanario románico del viejo templo.

La iglesia románica de Sant Romà de Sau a la vista de todos.

Los naturalistas destacan que la construcción del pantano tuvo graves consecuencias medioambientales, con las esclusas como gran barrera que impide la migración de los peces o los problemas de contaminación, que el año 1989 llegaron a provocar la muerte de miles de peces.

Próximo al pantano de Sau entre barrancos y despeñaderos se encuentran varias poblaciones de ensueño, Tavertet, una auténtica maravilla es este pueblecito colgante con preciosas casitas de piedra engalanadas con enredaderas y olorosos jazmines, que desde lo alto de los contrafuertes rocosos de Sau se refleja en las tranquilas aguas del embalse, donde aún es posible encontrar un museo donde se refleja la vida de los campesinos hace más de un siglo, Savassona y su enigmática “piedra de los sacrificios” cuyos signos aún no han podido ser descifrados pero que tienen que ver con antiguos cultos primitivos de la región.

Uno de los monasterios más hermosos de la zona es el de Sant Pere Casseres que ocupa una especie de península que se adentra en el pantano, cenobio benedictino que ha conservado hasta hace poco los restos momificados de un niño que la tradición popular atribuye al hijo de los vizcondes de Cardona. Los restos momificados del niños fueron veneradas durante muchos años por los habitantes de la zona que le atribuían poderes sobrenaturales. Durante los periodos de sequía se realizaba una procesión que llevaba la urna con los restos del niño hasta el Ter para que se solucionara el problema.

La construcción de un embalse para la producción de energía eléctrica también ahogó bajo el agua el viejo pueblo de Portomarín, en Lugo. Un pequeño núcleo con raíces romanas que creció a la vera del río Miño hasta que, a pesar de ser considerado Conjunto Histórico y Artístico, sucumbió a la construcción de una presa en 1963.

La entrada al pueblo de Portomarín es, sin duda, una de las imágenes que quedan grabadas para siempre en la retina de los peregrinos del Camino de Santiago. A poco más de 22 kilómetros de Sarria y en pleno corazón de la ruta del Camino Francés, se levanta un pueblo que esconde un tesoro: su antigua ciudad sumergida en el río Miño. Su puente de origen romano nos da la bienvenida y en el horizonte en línea recta contemplamos la postal perfecta que describe a la villa. Llueva o brille el sol, la imagen es inolvidable con el río Miño bajo nuestros pies dándonos paso y cobijando bajo sus aguas las ruinas de la antigua ciudad.

Tras la construcción del embalse de Belesar, en el año 1962, la villa se trasladó al lugar que ocupa en la actualidad dejando las calles, construcciones y edificaciones sumergidas en las aguas del Río Miño. Sólo al final del verano ya entrado el otoño, cuando se produce el descenso del caudal del Río, la antigua ciudad se deja contemplar ofreciendo una estampa que llama la atención de los que desconocen la historia. Es muy conocida la historia del traslado de una de las construcciones seña de identidad del pueblo, la Iglesia de San Nicolás, hoy situada en el centro del pueblo, presidiendo la plaza entorno a la que gira la vida de los vecinos de Portomarín. Cada una de sus piezas fue numerada y trasladada hasta su actual emplazamiento manteniendo su misma estructura y peculiar construcción con aspecto de fortaleza. Se trata de una de las construcciones románicas más destacada no sólo de Lugo sino también de toda Galicia.

La bajada de las aguas en 2017 permitió distinguir la estructura en forma de uve de un caneiro que los vecinos del viejo Portomarín utilizaban para pescar anguilas.

La fuerte bajada de nivel del embalse de Belesar aquel año volvió a sacar a la luz los vestigios del antiguo Portomarín, sepultado por las aguas desde 1963. Los peregrinos del Camino Francés y otros visitantes que pasaron por la localidad esos días tuvieron ocasión de contemplar las huellas del antiguo modo de vida que caracterizó durante siglos a esta población que en tiempos estuvo repartida entre las dos márgenes del Miño. Entre los elementos que quedaron al descubierto destacaron los restos de los antiguos caneiros o pesqueiras, las construcciones tradicionales que durante mucho tiempo se utilizaron para la pesca de la anguila, que fue la principal fuente de ingresos para muchos vecinos del antiguo Portomarín.

Los caneiros son una especie de canales en forma de uve, formados por dos muros construidos en su mayor parte con lajas de pizarra. En el punto de convergencia de estos muros se encuentra una construcción triangular llamada pía, que solía albergar una caseta donde se refugiaba el pescador durante la noche. De la pía salen dos estrechos canales en los que se colocaban redes de gran tamaño, amarradas a arcos elaborados con madera de laurel. La construcción y la reparación de estas estructuras se llevaba a cabo en los períodos de estiaje. Con las crecidas del otoño llegaba la temporada de pesca.

El descenso de las aguas también puso al descubierto otros restos en los antiguos barrios de San Xoán -también llamado San Nicolao- y San Pedro, situados respectivamente en la margen derecha e izquierda del Miño. El Ayuntamiento de Portomarín instaló una serie de paneles informativos con textos y antiguas fotografías que permiten hacerse una idea de cómo era la villa antes de su anegamiento.

En el primero de los mencionados barrios se encontraba el paseo del Malecón, zona de paseo y esparcimiento de los antiguos vecinos de Portomarín. Por esta orilla, justo al borde el río, pasaba la carretera comarcal sobre un sólido muro de contención que se pudo ver esos días. En esta margen, un panel informativo señala el lugar donde se encontraba originalmente la capilla de As Neves, una de las construcciones históricas del viejo Portomarín que se salvó de las aguas al ser trasladada piedra a piedra hasta su nuevo emplazamiento, a la entrada de la actual villa. Lo mismo ocurrió con la monumental iglesia de San Xoán, que daba su nombre al barrio. Algunos historiadores suponen que fue construida por un grupo de discípulos del célebre maestro Mateo que se instaló en estas tierras cuando terminó la construcción del Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago, entre 1210 y 1230. En las cercanías de la primitva ubicación de la iglesia se hallaba un palco de música que se mantuvo en su lugar original y fue tragado por el embalse.

En el nuevo Portomarín se encuentra también la iglesia de San Pedro, que fue igualmente trasladada de lugar. En los terrenos del barrio al que dio nombre, en la margen izquierda del río, pudieron contemplarse esos días los restos de diversas viviendas y molinos. También salieron a la luz los vestigios de dos viejos puentes que quedaron sepultados en el lodo que se fue depositando en el fondo del embalse.

Entre las orillas se tendía el viejo puente que quedó sumergido por el embalse y que ahora reaparece al pie del nuevo, de unas dimensiones lógicamente mucho mayores. Mucho más antiguo es el puente primitivo -de probable origen romano- que en el año 1112 fue destruido por orden de la reina Urraca, según diversos testimonios históricos, para impedir el paso de las tropas de su marido Alfonso el Batallador. El puente sería reconstruido posteriormente por mandato de la misma reina y durante siglos fue uno de los principales pasos del curso medio del Miño. Hoy solo queda de él una parte de uno de sus arcos en el centro del cauce. Cuando volvieron a subir las aguas del embalse, este singular monumento desapareció otra vez de la vista.

Un caso parecido al de la malagueña villa de Peñarrubia. A principios de los años 70, sus más de 1.800 habitantes se vieron obligados a desalojar sus viviendas por la expropiación forzosa que supuso la construcción del embalse de Teba. Sus casas fueron derruidas, calles y vías ferroviarias inundadas y sólo quedaron en pie el cuartel policial, el colegio y la iglesia. De hecho, el campanario fue visible por encima del nivel del pantano durante varios años, hasta que se derribó por motivos de seguridad. Como en los anteriores casos, las sequías han recuperado su memoria y los restos del antiguo pueblo de Peñarrubia han emergido con el periódico descenso de las aguas del río Guadalteba.

Vista general de las ruinas de la iglesia de Peñarrubia, estamos en 1996.

El antiguo pueblo de Mansilla de la Sierra fue durante muchos años la localidad más importante de la zona, pero debido al plan hidrográfico vio como sus casas y sus puentes quedaban ocultos bajo las aguas del embalse. Anegado bajo el embalse, se intentó reconstruir el pueblo en su actual ubicación, para lo cual se trasladaron algunas edificaciones piedra a piedra, como su antiguo puente, así como diferentes objetos, como los que había en el interior de su Iglesia Parroquial. El resto se esconde bajo las aguas, aunque es frecuente que entre los meses de septiembre y octubre, en que éstas suelen sufrir un espectacular descenso, podamos contemplar lo que queda de la antigua Mansilla de la Sierra. El mejor lugar para observar el antiguo pueblo de Mansilla es desde el mirador que se encuentra situado junto a la Ermita de Santa Catalina. Un precioso templo románico del siglo XII que luce coqueto frente a las aguas verdosas del embalse.

Cuando, siendo todavía una mocosa, la pequeña Ana María llegó a casa de sus abuelos, en la pintoresca localidad de Mansilla de la Sierra, no podía ni imaginar que aquellas vivencias de niñez serían la columna vertebral de un excelso bagaje literario que, ochenta años después, le valdrían el Premio Cervantes. Contaba Ana María Matute cuatro años cuando, gravemente enferma, sus padres la llevaron a vivir con unos familiares a un recoleto pueblo de montaña, en la por aquel entonces aún provincia de Logroño. Los paisajes y sus gentes influyeron tan profundamente en la escritora barcelonesa que todos ellos quedaron impresos con letras de oro en su obra antología 'Historias de la Artámila'. Aunque Matute abandonaría posteriormente La Rioja buscando estudios más elevados, siguió ligada a Mansilla hasta que las aguas del pantano anegaron el viejo núcleo urbano en 1960. Y ahí está la oportuna fotografía que muestra a Ana María Matute disfrutando de las fiestas de la Cruz de septiembre, posiblemente a mediados de los años 40, en plena posguerra. La instantánea nos llega a través del investigador Óscar Robres y es fruto del trabajo de campo y recopilación llevado a cabo durante décadas por el fotógrafo riojano Luis Cárcamo.

La prestigiosa escritora es la chica de blanco que da la espalda a la cámara y que baila con un mozo, también con camisa clara. A la izquierda, casi en la esquina, está su hermana Conchita, bailando también con una amiga. La orquesta anima la verbena, elevada sobre un rudimentario quiosco de madera que, poco después, sería sustituido por otro de piedra. Aunque no le duró mucho la alegría, porque la llegada del pantano obligó a los vecinos a dejar sus casas de toda la vida y a instalarse en el nuevo pueblo. Junto a la escalera, un garrafón con vino servía como refresco de músicos y de mozos.

La imagen, captada desde alguna de las casas que se asomaban a la plaza, enseña igualmente a los niños, en primer plano, algunos bailando, otros planeando travesuras y el más pequeño, sentado en el suelo, con una rabieta tal que ni el abuelo puede consolarlo. Mientras, al fondo a la derecha, junto a un carromato aparcado, la cámara indiscreta («chicholeta» -¡qué palabra más bonita!-, dicen los de Villar de Arnedo) descubre a un paisano orinando en la esquina del muro. De hecho, por aquel entonces, las aguas menores se hacían en la cuadra o en plena calle y las mayores, en la era, a campo abierto. El antiguo Mansilla era una joya arquitectónica, con sus calles empedradas, los puentes que unían las márgenes de los ríos Gatón, Najerilla y Cambrones, los restos de la iglesia (en la esquina superior izquierda) o el pilón sobre el que están apoyadas dos muchachas. Recordar que en 1900 la localidad contaba con 600 habitantes, más de 10.000 cabezas de ganado, era cabeza de comarca en la sierra y gozaba de servicio de farmacia, médico, cuartel de la Guardia Civil, Juzgado de Paz, y la Casa de las Islas, donde habitualmente se reunían los alcaldes de las villas.

Ana María Matute tenía un fuerte vínculo con La Rioja, en especial con Mansilla de la Sierra, localidad en la que pasó largas temporadas en diferentes momentos de su vida. De hecho, la Premio Cervantes 2010 dedicó su discurso de ingreso en la Real Academia de Española, titulado 'En el bosque', al paisaje de la sierra riojana que alentó durante la infancia la creatividad y la imaginación de la escritora. Matute, con la letra K, se convirtió en la tercera mujer en ocupar un asiento en la RAE.

Cuando siendo todavía una mocosa, la pequeña Ana María llegó a casa de sus abuelos, en la pintoresca localidad de Mansilla de la Sierra no podía ni imaginar que aquellas vivencias de niñez serían la columna vertebral de un excelso bagaje literario que, ochenta años después, le valdrían el Premio Cervantes. Contaba Ana María Matute cuatro años cuando, gravemente enferma, sus padres la llevaron a vivir con unos familiares a un recoleto pueblo de montaña, en la por aquel entonces aún provincia de Logroño.

Los paisajes y sus gentes influyeron tan profundamente en la escritora barcelonesa que todos ellos quedaron impresos con letras de oro en su obra antología "Historias de la Artámila". Aunque Matute abandonaría posteriormente La Rioja buscando estudios más elevados, siguió ligada a Mansilla hasta que las aguas del pantano anegaron el viejo núcleo urbano en 1960.

Además, la escritora Ana María Matute, hizo unas declaraciones tras ganar el Premio Nacional de las Letras Españolas en las que explicaba que se encontraba recuperándose de una operación de fractura de fémur, que le había tenido «cuatro meses muy fastidiada». Confesó que este premio le había infundido «más fuerza, el estímulo necesario» para seguir escribiendo su próxima novela, 'Paraíso inhabitado': «El premio ha llegado en el mejor momento, justo cuando empezaba a salir de la convalecencia; en este caso ha sido la mejor medicina», añadió. En esta ocasión, la autora volvía a tirar de sus recuerdos, aunque la obra no era autobiográfica, para tejer un telón de fondo histórico en una época de España que ella vivió en el pueblo riojano de Mansilla de La Sierra, localidad natal de su madre; su última visita a La Rioja había tenido lugar lugar hacía año y medio (el año 2005) con motivo del funeral de su hermana.

El pueblo de Rozas de Valdearroyo, en Cantabria, tuvo que ver como parte de sus casas, sus campos y su industria quedaban anegados por las aguas del Embalse del Ebro, su historia dio un giro radical, sus habitantes menguaron y su aspecto cambió para siempre. El agua se tragó muchas de las ilusiones de sus habitantes, pero dejó una superviviente que hoy se eleva sobre las aguas recordando el pasado: la torre de la antigua iglesia.

La torre de la antigua iglesia de Villanueva está en perfecto estado de conservación y para poder acceder a ella se ha construido una pasarela de madera que permite subir a lo alto del campanario y disfruta de las vistas del pantano, siempre y cuando el nivel del agua no sea muy elevado y cubra la pasarela. La pasarela tiene 54 metros y nos llevará hasta el interior de lo que muchos llaman “La Catedral de los Peces“. Una vez dentro veremos una escalera de caracol que nos lleva hasta lo más alto, este es el mejor sitio para realizar fotos de la península de Lastra. El lugar está acondicionado y es buen estado de conservación pero no está de más tomar precauciones cuando subamos a lo alto del campanario, sobretodo, si vamos con niños pequeños.

Para llegar a este punto del pantano tendremos que ir en coche, dejando atrás el municipio de Reinosa y recorreremos la carretera que bordea el margen sur del embalse hasta llegar al núcleo de Villanueva en el municipio de Las Rozas de Valdearroyo. Debemos tomar un desvío que sale a mano izquierda y que atraviesa el puente del tren hasta encontrar una zona de aparcamiento donde dejaremos nuestro coche. Continuaremos el camino a pie por un sendero con una longitud de unos 300 metros, no está asfaltado por lo que es aconsejable ir con calzado adecuado.

Otro de los valores singulares de este lugar es que está situado en una zona de gran importancia ecológica, declarada Refugio Nacional de Aves Acuáticas en 1983, Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) en el año 2000, Lugar de Importancia Comunitaria (LIC) e incluido en la Red de Espacios Naturales Protegidos de Cantabria por sus valores ornitológicos y naturales. Si nos gusta la ornitología es un buen lugar para poder disfrutar de diferentes tipos de aves, no olvides meter en la mochila los prismáticos. A los niños les parecerá muy divertido subir a lo alto de una torre que está sumergida bajo las aguas de un pantano.

Gascas de Alarcón es una antigua localidad española en la provincia de Cuenca. Quedó anegada por la construcción del Pantano de Alarcón, que se inició en 1946 por iniciativa de los regantes valencianos para regular el curso del río Júcar, terminándose las obras en 1970. El pueblo había sido ya abandonado antes de 1951. Se pueden ver sus restos cuando baja el nivel del agua: el trazado de las calles y los muros, y un muro de piedra con un arco, resto de una casa particular. En su término nacía el arroyo de Gascas, tributario del Júcar, que ahora también está bajo el nivel del pantano. Gascas era un pueblo ribereño, uno de los pocos de la provincia con huertas de regadío. Su economía se basaba en la explotación de las huertas situadas en la ribera del arroyo de Gascas y del río Júcar, estos proveían de agua a los terrenos con un estricto sistema de turnos de riego para cada parcela. Los productos de la huerta (hortalizas y frutas) se vendían luego en los demás pueblos de la provincia.

Gascas se erigía sobre la ribera izquierda del Júcar y debía su nombre al hecho de haber sido fundado por gascones, caballeros y soldados que acompañaron a Alfonso VIII de Castilla en la campaña de conquista de Cuenca. Alfonso, casado con Leonor de Plantagenet, hija de Enrique II de Inglaterra y de Leonor de Aquitania, había recibido el condado de Gascuña en dote, y al planear la campaña, llevó soldados gascones. En la recién conquistada ciudad de Cuenca, instaló durante un tiempo su corte y como recompensa por su ayuda, dio tierras a algunos de estos gascones, que se asentaron en las tierras de Gascas y fundaron el pueblo. En su territorio se encontraron lápidas con inscripciones romanas. En 1770 nació en la localidad José Ángel Álvarez López (1770-1855), experto calígrafo nombrado bibliotecario particular por Carlos IV, cargo con el que continuó bajo Fernando VII. Alabada por sus huertas, era una villa con unas cien casas y unos 350 habitantes, ayuntamiento, cárcel y escuela de primeras letras.

La iglesia dependía de la parroquia de Alarcón y producía hortalizas y legumbres, trigo, cebada, vino y patatas y muy poco ganado. En el último censo efectuado, en 1930, habla de 104 casas, con 231 habitantes varones y 209 mujeres. Entre 1946 y 1950, el pueblo fue despoblándose, a medida que el nivel de las aguas se acercaba al pueblo. El término municipal que quedó sin anegar pasó al de Olmedilla de Alarcón.

Desde 2010, el primer sábado de agosto tiene lugar en Olmedilla de Alarcón una fiesta en homenaje a los gasqueños y sus descendientes. La inauguración de un monolito en aquel año, en el punto de la orilla del pantano más cercano al pueblo, originó un encuentro que, desde entonces, se viene repitiendo por iniciativa del ayuntamiento de Olmedilla, donde se instalaron algunos de los gasqueños cuando marcharon del pueblo.

La localidad, sobre 1950.

El Embalse de Vega de la Tera es un pequeño aprovechamiento hidroeléctrico situado en el curso del río Tera. Durante la construcción de su presa se cometieron fallos que provocaron que el 9 de enero de 1959 se rompiera un sector de más de 150 metros de longitud. Durante el incidente, se escaparon unos 8 millones de metros cúbicos de agua embalsada, teniendo unos resultados catastróficos. El pueblo de Ribadelago, situado a apenas 8 kilómetros río abajo, quedó inundado y arrasado en pocos minutos, llevándose la vida de 144 personas, de los 532 habitantes del momento. De esta forma, se convirtió en la segunda mayor tragedia en España en cuanto a víctimas mortales por la rotura de un embalse. La primera fue en el Pantano de Puentes, Murcia, en el siglo XVII. Siguiendo la costumbre del régimen de la época, se construyó un nuevo pueblo a un kilómetro del antiguo, donde se realojó a los supervivientes de la catástrofe.

El contrafuerte del embalse de Vega de Tera todavía permanece destruido. (ICAL)

El Ayuntamiento de Galende, una localidad cercana, levantó en 2009 un monumento para conmemorar los 50 años de la tragedia. Se trata de una escultura realizada en bronce por el escultor zamorano Ricardo Flecha. La obra representa a una madre sanabresa de la época que protege con su toquilla a un niño. A los pies se puede ver una losa con los nombres de los fallecidos.

Es recordado por ser uno de los desastres por rotura de presa más devastadores de la historia de España y por el importante movimiento solidario, junto al de Valencia, de apoyo a las víctimas a nivel nacional e internacional.

Los equipos de rescate trabajan en Ribadelago tras la rotura de la presa de Vega de Tera, en 1959. (EFE)

"Las gentes que pueden abandonan sus hogares desnudas, semidesnudas y sin pertenencias; y aterrorizadas huyen de la muerte buscando el campanario, los tejados, las copas de los árboles y la altura de los peñascos que, por suerte, abundan por doquier en Ribadelago. En uno y otro barrio los supervivientes se desgañitan gritando a los demás que se salven; al tiempo que sienten cómo se derrumban o desaparecen tras de sí, o en torno suyo, viviendas y edificios. Son momentos críticos, angustiosos, en los que la desesperación humana se entremezcla con los espeluznantes bramidos y balidos de cientos de animales que permanecen atrapados en las cuadras sin ninguna salvación". Así narra José Antonio García Díez en su libro 'Tragedia de Vega de Tera' los 15 minutos más angustiosos que haya vivido un pueblo en España desde la Guerra Civil. En ese tiempo, un torrente de ocho millones de m³ de agua engulló la pequeña aldea de Ribadelago y se llevó pendiente abajo la vida de 144 personas. Todo comenzó con un estruendo enorme. Eran las 00:24 del 9 de enero de 1959. La presa de Vega de Tera, en la comarca de Sanabria (Zamora), acababa de reventar.

Tras la explosión, los habitantes de Ribadelago que todavía seguían despiertos empezaron a oír un murmullo que con el paso de los minutos se volvió más insistente. De pronto, las bombillas dejaron de funcionar y todo quedó a oscuras. Algunos pensaron que el siseo era fruto de las ráfagas de viento helado que llevaban todo el día azotando el pueblo. Pero salieron a la calle y los árboles no se movían. Otros sentían el suelo vibrar bajo sus pies, pero no tenían recuerdo jamás de un terremoto. "¡La presa se ha roto! ¡La presa se ha roto!", empezaron a gritar los vecinos cuando el agua se comenzó a acumular tras el puente sobre el río Tera. Durante cinco minutos, ejerció de tapón debido a los árboles y cascotes atrancados. Cinco minutos. Ese fue el tiempo que el destino concedió a los habitantes de Ribadelago para salvar sus vidas.

Cuando el puente finalmente cedió, el agua tomó las calles. Primero a la altura de los tobillos, luego hasta las rodillas, pronto a la altura de los tejados. Muchos ancianos se negaron a moverse, resignados, pues no tenían fuerzas para correr. Las madres agarraban a sus hijos y buscaban refugio en la enorme roca donde se elevaba el campanario. Otros muchos se quedaron en sus casas, paralizados por la furia del agua, incapaces de movilizar en apenas unos minutos a toda la familia. Los que tuvieron la suerte de vivir en las zonas elevadas, sobrevivieron. Los que no, fallecieron. Cinco metros de altura decidían si uno moría o vivía. Quienes quedaron atrapados en mitad de la calle se esfumaron para siempre. Casi todos los 144 fallecidos fueron arrastrados junto a casas, árboles y ganado por la pendiente del río Tera hasta el lago de Sanabria, 500 metros más abajo. Allí yacen todavía 116 cadáveres, bajo el lodo, en el fondo del lago.

Vecinos transitan los escombros del lago Sanabria con una barca. (EFE)

"Cuando llegamos, nos encontramos un panorama desolador. Era el mes enero, el agua estaba helada. Hace 50 años no poseíamos los trajes que existen ahora, algunos incluso eran peligrosos", recordó años atrás el jefe del equipo de submarinistas enviado a rescatar cuerpos del lago, nada menos que el escritor, periodista y profesor de submarinismo Alberto Vázquez Figueroa. Lo narró, notablemente emocionado, en el documental 'Catástrofe de Ribadelago, 1959-2009'. "¿Cómo sacar eso cuerpos de ahí? Tanteando. No se veía ni a un metro. De pronto pasaba una trucha y nos daba un susto terrible. Tocábamos algo y podía ser un animal o un ser humano. Fueron la sensación más trágica y los momentos más trágicos de mi vida, a pesar de que luego he estado en siete u ocho guerras, terremotos… Veías los rostros de las familias cuando salíamos, esperando. No sacábamos nada o sacábamos algo irreconocible. Abajo había cables, carretas, y te enredabas con todo ello y corrías peligro de quedarte enredado. Era espeluznante".

"Nuestros hermanos resucitarán e irán al lugar que Jesús les ha reservado junto al Padre", dice el párroco de Ribadelago Nuevo, el poblado que fue construido junto a las ruinas para albergar a los supervivientes. Son las 13:00 del 9 de enero de 2019 y en la iglesia se celebra la tradicional misa de recuerdo a las víctimas, que este año alcanza su 60 aniversario. Este es el momento de mayor recogimiento del año en el pueblo, y también el día en que sus gentes, en especial los supervivientes de la tragedia, se animan a hablar de un asunto que les lleva torturando toda la vida.

Homenaje a las víctimas frente a la escultura en su honor por el 60 aniversario. (D. B.)

Seis décadas han pasado, pero en los bancos de la iglesia las personas sollozan. José Antonio Fernández perdió a nueve familiares. Abuelos, tíos y primos desaparecieron con las aguas. Sus padres y él, entonces solo un niño de cinco años de edad, se salvaron por algo tan trivial como la ubicación de su hogar. "La catástrofe hundió a mis padres, lo hemos pasado muy mal. Es algo que todos los supervivientes llevaremos con nosotros mientra vivamos", dice emocionado.

La rotura de la presa de Vega de Tera es el episodio más negro de la España de los pantanos de Franco. Solo dos años antes, el dictador había bendecido el embalse y la central hidroeléctrica que gestionaba la empresa Moncabril. El NODO dedicó uno de sus noticieros a elogiar las enormes turbinas y el gran beneficio que ese pantano iba a suponer para la producción eléctrica nacional, muy mermada todavía en aquellos años de miseria previos al desarrollismo.

"Tenían prisa por empezar a producir kilovatios. Todos sabían que la presa no estaba terminada, que tenía fisuras, pero aun así la colmaron de agua. Aquello fue un disparate", dice Avelino Puente, que contaba entonces 14 años y perdió a su hermana en el suceso. "El encargado de la obra, un tal Sousa, era un borracho. Le daba todo igual. '¡Que nadie pare!', decía cuando le avisaban de que la presa perdía. Hicieron los contrafuertes con cemento y mampostería barata, aún se pueden ver los materiales si uno se acerca al punto donde reventó. Esto es un crimen por el que nadie ha pagado las consecuencias", suspira.

Los supervivientes de la catástrofe de Ribadelago se vieron abocados a un futuro de miseria. (TVE)

La Audiencia de Zamora juzgó a los directivos de la hidroeléctrica Moncabril y les condenó a un año de cárcel menor por imprudencia temeraria, por lo que ninguno entró en prisión. Los ingenieros fueron indultados. El régimen quiso sepultar el episodio en el baúl del olvido, no sin antes exprimir hasta la última gota de propaganda positiva posible. Y aunque parezca mentira, la hubo. Durante los días y semanas siguientes a la catástrofe, que finalmente fue atribuida a las copiosas lluvias de aquella primera semana de 1959, el NODO celebró el "afecto sincero y gran amistad que une en estos momentos presentes a España y Norteamérica" al calor de los camiones de ayuda humanitaria y ambulancias que la embajada de Estados Unidos envió en los días posteriores a la tragedia a Ribadelago. Leche en polvo, mantas, comida deshidratada, personal sanitario, tiendas de campaña… Estados Unidos se tomó aquel episodio como lo que en realidad era: una catástrofe humanitaria en un país subdesarrollado.

Una mujer observa desde lo alto los destrozos de Ribadelago con su hijo en brazos. (Heptener)

Franco nunca pisó Ribadelago para ofrecer sus condolencias. Tampoco lo hizo Juan Carlos I en sus años como jefe de Estado, ni lo ha hecho todavía Felipe VI. Eso sí, el dictador quiso ofrecer su magnanimidad bautizando al nuevo poblado, construido 500 metros más arriba en un emplazamiento más seguro, con el nombre de Ribadelago de Franco. Así se llamó hasta septiembre de 2018, cuando por cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica fue denominado Ribadelago Nuevo. "Lo del lugar seguro fue una mentira más. Hicieron el pueblo en el lugar más barato posible y con los materiales de peor calidad que pudieron. Nos habían prometido que iban a donarnos las casas, pero al final tuvimos que pagarlas. Muchas familias ni las querían. Al poco tiempo regresaron a sus terrenos en Ribadelago antiguo, que es donde querían estar", explica César, otro de los pocos supervivientes.

La leche en polvo americana siguió llegando por años al pueblo arrasado. Porque si la recóndita comarca de Sanabria ya era pobre en plena posguerra antes de la rotura de la presa, después era llanamente un pozo de miseria. Solo aquellos que tenían algo de ganado y lo habían podido salvar de las aguas pudieron tirar adelante. La agricultura fue imposible durante varios años debido a las toneladas de lodo acumulado.

Quienes mejor sobrevivían eran la veintena de familias que dependían de la hidroeléctrica Moncabril, que siguió funcionando en lo alto del cerro. Manoli Alonso nació en diciembre de 1959, hija de un operario de la hidroeléctrica y fruto del singular 'baby boom' que vivió Ribadelago en 1959 y 1960, con más de 30 nacimientos. "Teníamos la suerte de tener un sueldo fijo, el de mi padre, pero aun así yo recuerdo criarme con leche en polvo que nos donaban. Fueron años de mucha miseria, pero también de ayudarnos todos en lo que podíamos. El pueblo se unió tras la catástrofe, al menos en los primeros años".

Una niña come de una lata de conservas el día siguiente de la catástrofe de Ribadelago. (EFE)

Pero tras esos años llegaron el mal ambiente, las miradas, las envidias a quienes lograban sacar la cabeza del pozo. "Aquí se repartió mucho dinero en donaciones y ese dinero no llegó a Ribadelago. O se quedó en unas pocas manos. Podríamos hablar mucho de eso, pero es mejor no remover, es mejor…", se corta Avelino, que quiere desahogarse pero echa el freno. "A río revuelto, ganancia de pescadores. Se cometieron muchos abusos, para empezar, intentaron regatear las indemnizaciones con las familias más pobres", suelta Ventura Puente, uno de los pocos que nunca emigraron. Unas familias fueron agraciadas con casas grandes y de buenos materiales, otras con casas peores. Unos prosperaron con los años por medios que nadie conocía, otros nunca llegaron a recibir indemnizaciones por sus muertos. Un pago que se hizo como si fuera ganado: 90.000 pesetas por hombre fallecido, 60.000 por mujer y 25.000 por cada niño.

Las rencillas convirtieron Ribadelago en un lugar doblemente maldito, solo aliviado por la diáspora de familias que ante un porvenir lleno de miseria y miradas torvas decidieron emigrar, principalmente al País Vasco y Madrid. Antes de la rotura de la presa, Ribadelago era un pueblo de 532 habitantes y cierta esperanza en el futuro. Tras la rotura, se convirtió en un cementerio de almas en pena. Con el paso de las décadas, el despegue del turismo en la comarca de Sanabria, convertida hoy en parque natural, ha dado algo de oxígeno a estas escarpadas gargantas, origen de multitud de leyendas y supersticiones. Hoy, los turistas se detienen curiosos ante la estatua de bronce de una madre con su pequeño que honra a los bravos supervivientes sobre una placa con los 144 nombres de los fallecidos, pero nada más.

En 2009, en la conmemoración del 50 aniversario de la tragedia, Ribadelago pareció Hollywood. Políticos engalanados y promesas lanzadas al viento que hoy se saben incumplidas. José Manuel Prieto, alcalde de Galende, la cabecera municipal, así lo recordó ayer frente a los 60 supervivientes y descendientes congregados para la efeméride: "Primero iban a hacer aquella obra faraónica de medio millón de euros que nos ilusionó a todos para acoger el Museo de la Memoria. Después se acordó de 160.000 euros. Y muy buenas palabras, pero nos han dado con todas las puertas en las narices. Quiero dejar claro el desencanto de este pueblo. La sociedad y las instituciones tienen una deuda con Ribadelago y seguiremos luchando para hacer justicia".

Es posible que las ayudas al desarrollo de Ribadelago lleguen, si es que llegan, demasiado tarde. En Ribadelago Nuevo hay 85 habitantes censados y tres menores de edad. En el Ribadelago antiguo, 30 censados y un único niño. El 90% de sus gentes son jubilados. En las callejuelas del pueblo antiguo, junto a la roca del campanario que salvó varias docenas de vidas, una de las pocas vecinas mueve la cabeza. "Aquí ya solo acudimos a funerales, ni me acuerdo del último bautizo. En 10 años, se nos muere el pueblo".

En el corazón del Valle de Tena, enmarcado por los Pirineos y bañado por el pantano de Lanuza se encuentra el pueblo que le da nombre. Un pequeño municipio, que apenas superaba el centenar de habitantes, y que el siglo pasado fue expropiado para la construcción de un embalse. Como ocurrió en otros pueblos pirenaicos, su casco urbano iba a quedar sumergido bajo las aguas del pantano. Sin embargo, la de Lanuza no es una historia al uso, ya que muchas de sus casas se salvaron de la inundación y sus antiguos propietarios, tras años de trabajo e inversiones, han logrado resucitarlo. Uno de los principales atractivos histórico, cultural y también artístico es la Iglesia del Salvador, una Ermita del siglo XIX construida sobre un templo románico más antiguo, que corona la constelación de casas que forman el pueblo. La iglesia conserva un relicario del año 1557 que contiene los restos mortales de Santa Quiteria.

Era la década de los 60 y en el pueblo vivían unos 200 vecinos. Sus vidas dieron un giro de 180 grados cuando se anunció la construcción del embalse de Lanuza para regular el río Gállego, con una cota 1.286 metros. El pueblo iba a ser anegado y por tanto tenía que ser expropiado. Poco a poco, los vecinos fueron abandonando sus casas, dejando atrás el pueblo que les vio nacer y crecer. Todos sus recuerdos y su pasado se quedaban en Lanuza. Fue el 21 de enero de 1978 cuando los últimos vecinos abandonaron sus casas, sus calles se quedaron vacías y se marchaban de la que había sido su casa, pero lo hacían con la idea de regresar más pronto que tarde. Sallent de Gállego, Sabiñánigo, Jaca o Huesca fueron los destinos elegidos por la mayoría. Lo que hoy vemos de Lanuza son los restos rehabilitados en los 90 de la población que no se resignó al olvido.

La tarea de los antiguos vecinos continúa activa. El pueblo de Lanuza de hoy, encaramado sobre la ladera, sigue recuperándose. También se recuperan las tradiciones de Lanuza: «la representación del Palotiau, un baile masculino entre pastoril y guerrero en el que los danzantes hacen chocar entre sí cayados de madera».

Cada verano se celebra en Lanuza el Festival Internacional de las Culturas Pirineos Sur. Durante dos semanas, el pueblo levanta un escenario flotante sobre el pantano, un graderío sobre la ladera y se organizan conciertos, talleres, pasacalles y exposiciones.

El tren del Valle de Tena nos ofrece la posibilidad de conocer el maravilloso paisaje del Valle de Tena de una forma diferente. Un plan apto para toda la familia que hará las delicias de los más pequeños. Durante el trayecto, un relato explicativo nos adentrará en la historia, tradiciones y las curiosas leyendas del Valle. Tiene una duración de 2,5 horas, con salida desde Tramacastilla.

Mequinenza, situado en el extremo oriental de la provincia de Zaragoza en la confluencia de los ríos Ebro, Segre y Cinca, era y es un pueblo vertebrado por el río. Su cultura y su trabajo ha estado siempre ligado a las aguas, las mismas que inundaron la localidad en los años 50. La construcción del mar de Aragón supuso la desaparición de la mayor parte de su pueblo viejo o ‘lo poble’. Como consecuencia, Mequinenza tuvo que renacer y los vecinos tuvieron que construir sus casas tierras arriba, bajo el castillo de la localidad.

A finales de la década de los cincuenta y principios de los sesenta se construyeron varios embalses en el curso del río Ebro para el aprovechamiento hidrológico de sus aguas. Esto conllevó que la antigua Mequinenza quedó sepultada bajo las aguas del río que le había visto crecer durante milenios. Los mequinenzanos abandonaron todos sus recuerdos y tuvieron que luchar para trasladarse a una nueva población: la nueva Mequinenza. Aunque las aguas del embalse no inundaron el pueblo por completo, sí negaron gran parte de sus terrenos más fértiles y una parte importante de la población. Finalmente se consiguió una indemnización para los vecinos y se derribó el pueblo por completo a excepción del edificio de las antiguas escuelas denominado Grupo Escolar “María Quintana”

Fue un momento dramático para muchos de sus vecinos, que además de tener que dejar atrás sus recuerdos y presenciar cómo desaparecían para siempre las casas en que habían nacido, habían visto como con el paso de los años también se derrumbaba una economía basada en la industria, la minería del carbón y la manufactura textil, apoyada por la navegación fluvial por el Ebro con el Camino de Sirga.

Mequinenza renació de nuevo debido a la tenacidad y el esfuerzo de sus habitantes a orillas del río Segre. La nueva población es mucho más moderna y turística, y se ha convertido en un referente mundial del turismo deportivo, recibiendo visitantes de todo el mundo. También destaca por su naturaleza, con una de las grandes con influencias fluviales de la Península Ibérica y por su oferta cultural diversa y variada. Curiosamente, las calles de la nueva Mequinenza no tienen nombres propios porque el proyecto de la nueva población se hizo de manera apresurada. Las calles se pasaron a denominarse “Calle A”, “Calle B” y “Calle C” sucesivamente, nombres que aún perduran hoy a la nueva población.

El embalse de la Cuerda del Pozo se encuentra en la zona Norte de Soria. Está a poca distancia de la Sierra de Cebollera, que pertenece a La Rioja pero delimita con Soria. Bajo sus aguas se sumerge el pueblo de La Muedra, que emerge cada vez que llega la sequía. El embalse de la Cuerda del Pozo es un paraje ideal para la práctica de deportes acuáticos en el corazón de la provincia soriana, especialmente en una zona que se conoce como Playa Pita. Se podría decir que este gran pantano es la playa oficial de Soria.

Allí se pueden practicar numerosos deportes, siendo los acuáticos, como el windsurf, la vela o la pesca, los más apropiados. Incluso se pueden alquilar pedalos, pequeños barcos con tobogán incorporado y propulsados a pedal. Es una actividad ideal para familias con niños, puesto que se necesita gran trabajo en equipo y mucha coordinación para su buen manejo. Lo sorprendente es que las aguas de este lugar esconden un pueblito, La Muedra, que fue anegado por la construcción del pantano en 1941. Es por eso que este embalse de la Cuerda del Pozo es conocido, en realidad, como el embalse de La Muedra. El cementerio, situado a un nivel superior, aún permanece abandonado.

Fue en 1923 cuando se aprobó la construcción de un pantano en la cabecera del río Duero. El 9 de septiembre de 1941, 18 años después, se inauguró la presa de La Cuerda del Pozo. El embalse tapó el pueblo de La Muedra, nombre por el que muchos conocen el dique regulador de la cuenca alta. Pedro Pérez de los Cobos fue quien proyectó la obra; las empresas Granero y Córdoba fueron las encargadas de que se llevase a cabo su construcción. La Muedra es un pequeño pueblo con 341 habitantes y unos 90 hogares en 1931. Se ubica entre Vinuesa y El Royo. Sus habitantes emigraron en su mayoría a la localidad visontina -de Vinuesa-, a cinco kilómetros de la población. Algunas familias, sin embargo, se trasladaron a Molinos de Duero, a Salduero o a El Royo.

Uno de los aspectos más llamativos de Vinuesa es el enorme atractivo que presenta la combinación de elementos artísticos con un marco natural inigualable. Un buen ejemplo de esta singularidad es el denominado Puente Romano, pues es así como se le conoce habitualmente aunque también se le llama de San Mateo. Está situado al Sur del casco urbano, sobre el río Duero, paralelo al puente actual que cruza el embalse de la Cuerda del Pozo. Es precisamente este embalse el que determina la visión de tan espectacular elemento ya que desde que se construyó en 1941, permaneció bajo las aguas quedando sumergido en ellas durante buena parte del año. Tan sólo los meses de verano y, en especial, en los años más secos, se puede tener una perspectiva global de su estructura.

Pero es esta circunstancia la principal amenaza del puente ya que al estar sumergido, las piedras pierden su presión y comienzan a descolocarse de manera que cada año aumenta su deterioro. Además, y dada la calidad de su construcción, parcialmente se ha visto expoliado desde antiguo desmantelando parte de los sillares que lo conformaban. A pesar de todo hoy en día podemos disfrutar de los restos de lo que en su día fue un majestuoso puente de siete arcos. Además de su estado de conservación, otro problema que presenta es el de su atribución cronológica, si bien todo el mundo se refiere a él y es conocido como romano. Esta circunstancia, aunque difícil de demostrar, no ha sido descartada por los investigadores que lo han estudiado, de manera que coinciden, en su mayoría, en afirmar este origen tan antiguo. Su naturaleza romana estaría en relación con los restos de una calzada perteneciente a este periodo, que formaría parte de un ramal interior de la vía 27 del Itinerario de Antonino que unía las localidades de Astorga con Zaragoza y que atraviesa de Oeste a Este la provincia de Soria. Este ramal partiría de Visontium (Vinuesa) en dirección a Uxama (Osma) pasando por Molinos de Duero, en cuyo término se conserva una piedra tallada a modo de miliario en el que se explica que el Magistrado Duovir Lucio Lucrecio Denso fue quien la hizo construir. Por estos motivos cabe pensar su origen romano, sin embargo los restos que hoy en día podemos observar son principalmente medievales.

Se puede apreciar una excelente fábrica de sillar en la que han desaparecido los pretiles y el recubrimiento superior, quedando al descubierto en algunos tramos las losas de su banda de rodadura, así como la propia estructura de las bóvedas. Éstas son de dos tipos, las más cercanas al pueblo, de cañón con arcos de medio punto, mientras que el resto son ojivales propiciadas por arcos apuntados de clara tipología medieval. Completan el conjunto tajamares triangulares hacia el Suroeste compensados por contrafuertes hacia el otro lado. Pero la belleza de este enclave radica, además del propio puente, en su entorno, dominado por la grandeza del embalse en combinación con el pinar y desde donde tendremos una preciosa vista de Vinuesa.

Soria es una de las provincias más curiosas de Castilla y León. Además de La Muedra, esconde rincones maravillosos para disfrutar un fin de semana o un puente largo. El propio pueblo de Salduero, cuanto menos acogedor con su pequeña piscina natural y la amabilidad de sus habitantes. Si eres de los que les gustan las pequeñas rutas de entre media hora y una hora -aproximadamente-, tienes tres opciones desde Salduero. La primera es subir al Pico del Águila, desde el cual se ven fenomenal las puestas y las salidas de sol. La segunda, seguir el curso del río hasta llegar al puente romano, la entrada al pueblo de Vinuesa. La tercera opción es Playa Pita, que se encuentra a cinco minutos en coche de Salduero.

El río Razón, afluente del Duero, es pródigo en bellos paisajes. Ofrece, escondido entre árboles y matorrales, un precioso salto de agua. Comúnmente, se le llama “Pozas”. Es el lugar perfecto para una escapada al aire libre. Además, es un lugar tranquilo y apacible durante todo el año, menos en julio, que se llena de familias que huyen del sofocante calor de verano. Esto se debe a que en este mes tienen lugar varios campamentos. En otoño, las hayas y los robles que lo protegen provocan un atractivo estallido de color.

Urbión, Vinuesa.

La cima ampara el nacimiento del río Duero y lo protege de los fuertes vientos. No se puede acceder a ella en coche, pero hay varios refugios a pocos kilómetros. También está cerca la Laguna Negra, resultado de los ciclos glaciares de Urbión. Esta belleza de paisaje esconde el mito de que no tiene fondo. Está muy bien acondicionada para andar, si las circunstancias meteorológicas lo permiten. No importa en qué época del año ir, es preciosa tanto cuando el agua refleja el verde de la naturaleza en verano, como cuando la nieve cubre toda la superficie de blanco. Sería una pena desperdiciar la oportunidad de conocerla.

La Lista Roja del Patrimonio es una iniciativa de la Asociación Hispania Nostra, nacida en noviembre de 2007, con el fin dar a conocer y proteger aquella parte de nuestro Patrimonio cultural y natural que se encuentra en abandono y en peligro. Recoge aquellos elementos del Patrimonio Histórico español que se encuentren sometidos a riesgo de desaparición, destrucción o alteración esencial de sus valores. Los criterios de inclusión en la lista se basan, pues, en la importancia histórica y arquitectónica del elemento patrimonial en cuestión, en el estado en que encuentra y en el riesgo que recaiga sobre él, considerando no sólo sus valores objetivos sino, principalmente, los subjetivos que la sociedad le otorgue, de conformidad con el significado más actual de Patrimonio. La Lista Roja se elabora bajo supervisión de una comisión científica integrada por especialistas en la materia. La información que utiliza Hispania Nostra en la elaboración de las fichas proviene de fuentes propias y, en su caso, de terceras personas o entidades independientes.

Castillo de los Condes de Saldaña.

Hispania Nostra entiende que el conocimiento del Patrimonio cultural y natural debe ser facilitado y abierto a la sociedad y no sólo quedar circunscrito al ámbito de estudiosos, técnicos, políticos y otros profesionales de la materia. Por esta razón, no obstante ser elaborada con el mayor rigor por especialistas, la Lista Roja no debe considerarse como un inventario o un trabajo académico, sino como una llamada a la sociedad civil para que conozca, se sensibilice y actúe sobre los elementos patrimoniales en riesgo incluidos en la misma. Las fichas de la Lista Roja, redactadas de una forma inteligible y sencilla, incluyen una breve descripción de cada elemento patrimonial, de su historia, de su estado actual reflejado también en fotografías, de sus riesgos y de su protección legal si la hay.

Desde su creación en noviembre de 2007 hasta hoy, han sido retirados e incorporados a la lista verde más de 150 bienes.

La Lista Roja del Patrimonio se actualiza periódicamente. Se solicita la colaboración de asociaciones, entidades y personas interesadas en la defensa del Patrimonio mediante la cumplimentación de la ficha de información y su envío a Hispania Nostra. Ruegan asimismo que informen de cualquier modificación sobrevenida en los elementos patrimoniales incluidos en la Lista Roja y, en su caso, de la consolidación o restauración de dichos elementos. Agradecen la inestimable colaboración de cuantos envían fichas de información y de los autores de las fotografías que utilizan, así como de los medios en general que son parte muy importante en la difusión del Patrimonio y en la sensibilización de la sociedad civil sobre los problemas que le afectan.

El antiguo pueblo de El Vado estaba situado junto al río Jarama. Era un lugar de obligado paso por la trashumancia castellana y tuvo su mayor esplendor en el siglo XIII. La primera expropiación le vino de la mano de la Cuenca Hidrográfica del Tajo por la inminente realización del Embalse del Vado y la segunda por el antiguo Instituto de Conservación de la Naturaleza para la repoblación forestal. Hoy del antiguo pueblo tan solo queda en pie la Iglesia de Nuestra Señora de la Blanca.

La Iglesia de Nuestra Señor de la Blanca es el único edificio que no quedó cubierto por las aguas del pantano. Está situada en lo alto de una colina en una zona denominada La Cerca de los Olivos y desde su posición debió tener unas impresionantes vistas del pueblo y del río Jarama, actualmente las vistas también son espectaculares por lo que en la mochila no debe faltar la cámara de fotos. Se puede llegar al embalse por la A 1 tomando el desvío en el kilómetro 50 hacia Torrelaguna y luego siguiendo hacia Tamajón. También se puede llegar por la A 2 cogiendo la salida de Guadalajara hacia Yunquera de Henares y después a Tamajón. Una vez que se llegue a Tamajón, por una u otra carretera, hay que desviarse hacia Majaelrayo y a unos 6 kilómetros tomar la senda de la izquierda que da paso a una pista de servicio del Canal de Isabel II.

Son muchas las rutas de senderismo, sencillas y aptas para toda la familia, que se pueden realizar en el pantano El Vado:

- La presa y la torre del Agua: un sendero sencillo de 20 minutos de ida y otros 20 minutos de vuelta. Se camina por el puente que está considerado como una falsa presa hasta llegar al túnel que nos llevará a la presa de verdad. Al final hay una vereda que nos lleva hasta la mitad del pantano desde donde se pueden ver la estación de vagonetas desde donde se hacían llegar los bloques de piedra de Tamajón hasta la obra de la presa.

- El arroyo de las hoces: tiempo estimado una hora entre ida y vuelta. Frente al monolito sale una pista forestal, después de andar un poquito veremos a la izquierda el camino de servicio del Centro de control del Canal del Sobre y unos raíles por donde circulaban las vagonetas. Seguiremos el curso del arroyo hasta una represa con una pequeña cascada y un abrevadero.

- La casa de la barca: cogiendo la carretera en dirección a Retiendas veremos junto al cauce un casa de pizarra en ruinas con barbacoa, corrales e incluso una barca.

La Isabela comienza en la carretera de Sacedón-Buendía CM-2000, a 6 km. de Sacedón, era un antiguo balneario, luego psiquiátrico, que quedó sumergido con la construcción del pantano de Buendía en el año 1952. A día de hoy las ruinas están totalmente descubiertas, quedando muchas zonas sin tocar el agua y pudiendo pasear entre sus ruinas. Sitio curioso para visitar por su entorno bonito, fueron utilizados por la gente desde la más remota antigüedad, eran unos manantiales de aguas minerales con utilizaciones medicinales. En el siglo XVIII, por los avatares del tiempo, las guerras y otros accidentes, quedaron arruinadas y destruidas la hospedería y el palacio, pero se mantuvo su fama y la gente seguía acudiendo al sitio para beneficiarse de los efectos saludables de sus aguas termales, por este motivo convivieron en este lugar tres unidades distintas; un balneario, un palacio, un Real Sitio y Nueva Población con el nombre “La Isabela” en recuerdo a Isabel de Braganza segunda esposa de Fernando VII, a la que se la debe la iniciativa del “Real Sitio” y “Nueva Población”.

Cada uno de estos tres elementos tiene origen independiente, pero están relacionados en el tiempo y su evolución fue diferente. Los hechos políticos del reinado de Isabel II también tuvieron la repercusión en La Isabela y las dificultades económicas para las posibles reparaciones y la poca utilización del Balneario por el momento. A pesar de la economía “La Isabela” seguía funcionando gracias a las aguas termales ya que acudía toda la burguesía de la época en busca de salud y bienestar, con el tiempo el balneario deja de utilizarse y los Reyes empiezan a trasladarse a la zona norte de España.

El 6 de enero de 1494 fue oficialmente fundada la villa de la Isabela, nombre en honor de la reina Isabel, con una misa oficiada por fray Bernardo Buil y sus frailes. La primera ciudad del Nuevo Mundo.

El dolmen de Guadalperal, también conocido como el tesoro de Guadalperal y como el Stonehenge español por su parecido al crómlech de Stonehenge, es un monumento megalítico que data de entre el III y el II milenio a.C. que está situado en la localidad cacereña de El Gordo, aunque el municipio más cercano es Peraleda de la Mata, en la comarca del Campo Arañuelo en el este de Extremadura en España. Se encuentra bajo las aguas del embalse de Valdecañas en el río Tajo y solamente es visible cuando el nivel de las aguas lo permite.

Consta de 150 (otras fuentes señalan 140) piedras de granito, ortostatos, puestas en disposición vertical que conforman una cámara ovoide de cinco metros de diámetro que estuvo formada por 13 fragmentos de pared, de los que faltan cuatro. precedida por un pasillo de acceso de unos 21 metros de largo y 1,3 a 1,4 metros de ancho. Al final del pasillo, justo a la entrada de la cámara, se encuentra un menhir de unos dos metros de alto que tiene esculpidas una serpiente y varias cazoletas, se estima que dichas figuras servirían como protección del lugar. Recientes estudios indican que la supuesta serpiente podría tratarse de una representación del curso del río Tajo, ya que presenta muchas similitudes en un estudio sobre plano de sus meandros. La cámara, del tipo anta, tipo de construcción común en el oeste de la península Ibérica, está formada por 140 piedras y estuvo recubierta por un túmulo de tierra y grava. La rodea otro anillo circular que servía para contener el túmulo superior, posiblemente por la inclinación del terreno en el que está asentado. Según las últimas investigaciones, el menhir tallado con un grabado alargado y ondulado, con forma similar a una serpiente, se estima que se puede corresponder con una representación del río Tajo a su paso por la zona.

El monumento se halló en 1926, en el transcurso de la campaña de investigación y excavaciones que entre 1925 y 1927 dirigió el arqueólogo alemán Hugo Obermaier, capellán de la casa de Alba, y a su muerte sería el matrimonio alemán Georg y Vera Leisner, el encargado de recopilar la documentación dispersa entre la Universidad de Friburgo y la finca de los Alba y realizando una publicación científica sobre el mismo. Se estima que pudo haber sido un templo solar, así como un enclave de enterramientos. Los restos romanos encontrados en el lugar, una moneda, fragmentos de cerámica y una piedra de moler indican que en esa época fue removido seguramente para su saqueo. En una escombrera cercana se hallaron 11 hachas, cerámicas, cuchillos de pedernal y un punzón de cobre. También se encontró un asentamiento de la época de la construcción que se estima pudiera ser de los constructores del sepulcro. En él había hogares, manchas de carbón y cenizas, mucha cerámica, molinos y piedras para afilar hachas entre otros objetos.

En 1963 con la construcción de la presa de Valdecañas en el río Tajo, su embalse inundó el monumento quedando oculto bajo las aguas, solo es visible cuando estas están bajas. En la última década, en verano, debido a la sequía ha sido posible ver el dolmen en varias ocasiones parcialmente. El hecho de estar sumergido la mayor parte del tiempo ha deteriorado el monumento erosionando las piedras y perjudicando los grabados de las mismas. Durante los estudios realizados por Hugo Obermaier se hicieron reproducciones de los grabados hallados que fueron publicadas en 1960 por los arqueólogos alemanes Georg y Vera Leisner. La asociación Raíces de Peraleda está solicitando su recuperación ante el deterioro apreciado. En 2019, tras una nueva sequía que permitió observar los daños en el monumento se pusieron en marcha acciones para su conservación y declaración como Bien de Interés Cultural.

En Agosto de 2019 salia a flote y en Octubre el agua volvia a su lugar.

Todos los habitantes de Peraleda de la Mata (Cáceres) habían escuchado hablar del conjunto de "piedras antiguas" ubicado a orillas del Tajo, a unos cinco kilómetros de sus casas. En el ideario popular del pueblo enraizó la creencia de que aquello era algo único, y por eso lo bautizaron como el tesoro de Guadalperal. Sin embargo, ningún habitante de la zona pudo —o se atrevió— a estudiar aquellos extraños pedruscos verticales. Tuvo que venir un extranjero para resolver el misterio. Entre 1925 y 1927, el prehistoriador y geólogo alemán Hugo Obermaier dirigió una serie de excavaciones que revelaron las singularidades y el origen del yacimiento: aquellas piedras eran un monumento megalítico levantado al menos 4.000 años atrás, un tesoro mucho más grande y relevante de lo jamás imaginado. Pero tras esta campaña, el sitio arqueológico fue cayendo en el olvido; y con la construcción del embalse de Valdecañas en 1963, en pleno franquismo, quedó sumergido bajo el agua.

El monumento megalítico de Guadalperal, que en tiempos fue un dolmen con sus correspondientes menhires, ha asomado la cabeza en algunas temporadas de sequía pronunciada, pero el Verano de 2019 ha registrado una situación "totalmente inusual": ha emergido a la superficie en su totalidad a consecuencia del desembalse de agua a Portugal. Las imágenes retratan un complejo impresionante de unas 140 piedras que, lamentablemente, presentan signos de deterioro. Ante esta "oportunidad única", la Asociación Cultural Raíces de Peraleda lanzó la voz de alarma para rescatar los vestigios históricos y recolocarlos en un nuevo emplazamiento.

"En todas estas décadas bajo el agua, las piedras se han empezado a deteriorar: el granito está más poroso, han aparecido grietas y otras piezas se han caído al suelo", comentó Ángel Castaño, el presidente de la asociación. Se puso en contacto con la Junta de Extremadura, con quien mantuvo una reunión para abordar el problema. La solución que propuso, retirar todas las piedras del cauce del Tajo y reconstruir el monumento a orillas del embalse, como se hizo en su día con los restos de los dos templos romanos de Augustóbriga, también conocida como Talavera la Vieja. Puedes ver este y otros restos romanos en la sección de destacados, Junio 2019.

El origen del monumento megalítico se remonta a algún momento comprendido entre el milenio III y II a.C., durante la Edad del Bronce, aunque fue alterándose a lo largo de los siglos. Al principio, según los expertos, se erigió un círculo de piedras que harían la función de templo solar, un crómlech como el de Stonehenge aunque de tamaño más reducido. Después, los siguientes pobladores añadieron más menhires y cubrieron el conjunto con lajas horizontales para crear un dolmen.

El dolmen quedó sumergido en 1963, cuando se construyó el embalse de Valdecañas.

Además, se concibió un corredor de acceso de 21 metros culminado en la entrada con un menhir con símbolos esculpidos y una serpiente, que supuestamente sería la encargada de custodiar la entrada a la cámara y de proteger sus tesoros. Más tarde se construyó una muralla con guijarros alrededor del dolmen para crear una suerte de enterramiento colectivo. Obermaier, el arqueólogo alemán, se encontró ajuares y otros objetos durante sus excavaciones realizadas en el siglo XX y se los llevó a Múnich para exponerlos en un museo. El yacimiento, no obstante, ya había sido saqueado por los romanos.

"Se cree que el dolmen de Guadalperal tenía la función de centro comercial y cultural de la zona", explica Ángel Castaño. "Pero también pudo tener otro cometido importante: proteger el paso de la Vega de Alarza". El centenar de piedras milenarias, algunas de las cuales tienen una altura de dos metros, buscan ahora una segunda vida fuera del agua. A la luz del día recuerdan a un pequeño Stonehenge subacuático más humilde: el monumento monolítico británico tiene un diámetro de 35 metros por los 26m de la estructura del español.

Pero hay poco margen de maniobra. "Nosotros nos movemos para salvar el patrimonio, y ahora es el momento", asegura el presidente de la Asociación Cultural Raíces de Peraleda. "Queremos poner en valor este monumento para promover el turismo, por lo que habría que recolocarlo sin separarlo de su contexto. Hasta este momento no ha habido interés por parte de las autoridades ni de nadie, pero ahora que está de moda la España Vaciada, este tipo de iniciativas constituyen atractivos".

El Ministerio decidió dejarlo en el embalse y colocó unos simples ladrillos para protegerlo, aunque se comprometió a ponerlo en valor.

La sequía de 2017 sacó a la superficie en el embalse de Aguilar del Campoo, en Palencia, la antigua iglesia de Santa Eugenia de Cenera de Zalima, un edificio románico del finales del XII y principios del XIII, perteneciente a una localidad que quedó sumergida en los años 60 por las aguas. “Lo curioso es que no se ve habitualmente porque las aguas no bajan tanto”, dijo Carmen Molinos, directora de comunicación de la Fundación Santa María la Real del Patrimonio Histórico, que se encarga del estudio, restauración y difusión del patrimonio románico y que han publicado la Enciclopedia del románico en la Península Ibérica. Para esta fundación trabaja el historiador César del Valle, que reconoció que tuvo algo de hallazgo. “No es un hallazgo espectacular, pero es un hallazgo. Documentalmente no sabíamos que existiesen capiteles románicos. Son sencillos, de hacia el siglo XIII. No los teníamos recogidos y ahora ya sí”.

Capiteles romanicos de la antigua iglesia de Cenera de Zalima en el embalse de Aguilar, en Palencia.

El historiador de la fundación también recordó que varios pueblos de la zona de Aguilar desaparecieron por la construcción del embalse. “Fueron Quintanilla de la Berzosa, de la que tenemos registrado una casa e iglesia, Villanueva del Río Pisuerga, con un puente medieval y una iglesia románica que se llevó a Palencia, Frontada y Cenera de Zalima”.

José María Pérez Peridis, dibujante y humorista, es arquitecto y uno de los mayores expertos en románico de España. Comentó cómo estas localidades sufrieron las consecuencias del desarrollo industrial de los embalses. “Todos los pueblos de por allí tienen iglesias románicas. Es una de las mayores concentraciones de románico del mundo. El pueblo de Cenera de Zalima se desalojó por los años 60. Fue una inundación en toda regla. Quedaron por la zona del pantano unas seis u ocho iglesias románicas Mucha piedra de la iglesia de Cenera de Zalima se la llevaron para reconstruir otros edificios de la zona”.

La antigua iglesia de Cenera de Zalima en el pantano de Aguilar de Campoo, Palencia.

De esta iglesia se rescató una portada románica que fue instalada en una de las dependencias del castillo de Monzón de Campos. “Una portada que es muy bonita”, apunta Peridis. Antes de la construcción del embalse, en 1963, se conservaba aún de la primitiva fábrica la espadaña y un conjunto de canecillos de proa de nave.

A mediados Riaño cobró fama mundial. La resistencia de sus vecinos a dejar sus hogares supuso un grave conflicto con el gobierno. Todo concluyó con desalojos forzosos, presencia militar y hasta el suicidio de un vecino. Un contexto dramático que se saldó a favor del gobierno in extremis. La presa que permitió abrir el embalse se terminó un día antes de que una normativa a nivel europeo impidiera ese tipo de pantanos.

La denominación administrativaa históricamente reúne a dos poblaciones geográficamente diferentes y conocidas hoy en la zona como el viejo Riaño — antiguo pueblo milenario con padrones de vecindad desde el año 1752, demolido completamente por el Estado español en julio de 1987— y el actual Nuevo Riaño, urbanizado a partir de 1980 en el paraje de Valcayo, para acoger a vecinos afectados por las expropiaciones habidas con la puesta en marcha del embalse de Riaño.

Hasta los años 1990 se encuentra dentro de la Reserva Nacional de Caza de Riaño. Posteriormente, pasó a integrarse en el denominado Parque Regional de los Picos de Europa, y desde 2016, Parque Regional de la Montaña de Riaño y Manpodre. Se trata de la única reserva cantábrica poblada por seis especies cinegéticas de caza mayor: Ciervo, Corzo, Rebeco, Cabra Montés, Jabalí y Lobo. El corzo se cazaba antiguamente en ganchos y batidas en toda época, sin importar el sexo. A partir de 1970 se comenzó a cazar a rececho con buenos resultados, que han ido mejorando con los años. El ciervo (venado) es una especie introducida en el siglo XVIII en la reserva con gran éxito. Se caza al rececho desde 1970. La cabra montés (Capra pyrenaica victoriae) se introdujo en la reserva en los años 1990, también con gran éxito. El rebeco, cazado tradicionalmente en batidas, se caza a rececho desde 1970. El jabalí es muy abundante en Riaño y se caza en batidas organizadas por cuadrillas de cazadores. El lobo ibérico ancestral habitante de estas montañas, aún se sigue cazando. El lobo y el oso pardo, que habitan esta zona desde hace milenios, también fueron cazados legalmente hasta finales de la década de 1960. Actualmente, son los mejores exponentes de la gran calidad que atesoran los montes de la Montaña de Riaño pero también cada vez más amenazados por la caza y la perdida de su hábitat. Debido a su atracción para un público naturalista cada vez más amplio, son foco de una nueva actividad más sostenible en auge consistente en su observación en el medio natural donde viven.

La reserva de Riaño está formada por terrenos pertenecientes a los términos municipales de Acebedo, Boca de Huérgano, Burón, Oseja de Sajambre, Posada de Valdeón y Riaño. La reserva está atravesada de suroeste a noroeste por la carretera N-621, que desde la localidad de Mansilla de las Mulas se dirige a través de Riaño hacia Cantabria por el puerto de San Glorio. De esta vía, a la altura del núcleo del Nuevo Riaño, sale la N-625, que se dirige hacia el noroeste a la localidad asturiana de Cangas de Onís. Además de las dos carreteras citadas, existen dos comarcales: la CL-635, que entra en la reserva desde Asturias por el puerto de Tarna y la LE-215 que, desde Boca de Huérgano, se dirige a la localidad palentina de Guardo.

El cierre de la presa de Riaño se produjo el 31 de diciembre de 1987; cuando era conocida la circunstancia legal, de que a partir del 1 de enero de 1988 entraba en vigor la nueva directiva europea que prohibía la construcción de embalses como el de Riaño por motivos medioambientales; directiva relacionada con la protección de valles y pueblos de alta montaña en los territorios de la Comunidad Europea. De hecho, si el embalse no hubiera estado listo a las 00:00 horas del 1 de enero de 1988, el Gobierno hubiera estado obligado por decreto europeo a reconstruir todas las casas y pueblos derribados, a restaurar el entorno a su estado anterior, a anular las expropiaciones con efecto retroactivo y a desistir definitivamente de la construcción de la presa.

Los regantes de Riaño pidieron disculpas 31 años después del pantano y lamentaron que la gente "se tuviera que ir".

"Somos agua de Riaño. Sabemos el problema de las personas que se tuvieron que ir, la lucha de la gente del capilote y el caldero; nosotros no lo cerramos ni construimos (el pantano de) Riaño pero pedimos disculpas por el daño que se hizo en su momento y les manifestamos nuestro respeto". Estas frases no las pronunció cualquiera. Salieron de la boca, y del corazón, de los agricultores que en 2019, 31 años después del traumático cierre de la presa y del inicio de cientos de tragedias personales con el fin de la vieja localidad montañesa, aprovechan aguas abajo el riego con el agua de un pantano que marcó un antes y un después en la historia reciente de la provincia leonesa.

Primeras aguas en el pantano de Riaño en 1987.

Un pacto con Portugal obligó a Aceredo a pasar a la lista de pueblos sumergidos. El embalse de Lindoso estuvo planeado desde la década de 1960, pero hasta 1992 no pasó a ser efectivo. Entonces, los habitantes de esta población de Ourense tuvieron que dejar sus casas. Con todo, hace unos años se dio un gran descenso en el nivel de las aguas y las ruinas de Aceredo surgieron de nuevo a la superficie.

Manuel Salgado, uno de los lugareños, contó en 2012 que la aparición de las viviendas había generado también una «gran pena» entre las familias y los antiguos propietarios, por volver a ver las casas en las que muchos de ellos residieron durante una buena parte de su infancia «tantos años después».No en vano aseguró que desde la construcción de la presa nunca se había visto una estampa similar a la actual, «con las casas prácticamente a ras de la superficie», y terrenos casi secos. «Había bajado el caudal alguna vez pero nunca estuvo tan bajo» como en la actualidad. En la provincia orensana varios son los pueblos que hace años quedaron anegados por las aguas de los embalses, tal y como ocurrió en las localidades de Vilariño de Conso y Viana do Bolo, pese a las protestas vecinales.

En el caso de Aceredo, Manuel Salgado recuerdó que hubo también muchas protestas de los vecinos, quienes llegaron incluso a encerrarse en el ayuntamiento, con motivo de la construcción del embalse de Lindoso, «al tener que quedarse sin sus casas y sus terrenos». No obstante, consideró que al final «no fue un mal negocio», ya que «dio trabajo a mucha gente» y «dejó dinero» en el pueblo. «Entonces, se hablaba mucho del embalse, se comentaba que iba a ser la ruina, pero pienso que al final fue una suerte para el pueblo, porque dejó dinero», apostilló. Dos décadas más tarde de esas movilizaciones, la salida a flote del pueblo generó gran expectación en la localidad. Decenas de turistas y curiosos, atraídos por la reaparición de las casas, se acercaron hasta la zona con el fin de contemplar de primera mano el que denominan «antiguo Aceredo».

El desalojo de Mediano para ejecutar el embalse homónimo fue conflictivo. Era 1969 y algunos de los vecinos no habían accedido a las ofertas de la administración franquista. De esta forma, comprobaron que se había comenzado a anegar la zona con ellos dentro y tuvieron que irse casi con lo puesto. Medio siglo después, la torre de la iglesia permanece todavía en pie en este importante pantano de la cuenca del Ebro. Tal estructura es uno de los pocos recuerdos del pueblo que quedan, ya que gran parte del resto de estructuras se destruyeron en ejercicios militares. Su conservación es motivo de preocupación para los vecinos del lugar. Debido a ello se han realizado, y se siguen promoviendo, acciones para que no caiga.

Iglesia de Mediano al descubierto por el bajo nivel de las aguas.

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Nota de prensa, Diciembre 2021:

El día 8 de de enero del año 1992 no es un día más para los vecinos de Aceredo, en el municipio de Lobios (Ourense). Aquel día, hace ya casi 30 años, se cerraron las compuertas del embalse de Lindoso, en Portugal. Esto dejó a su pueblo anegado por el agua. Cubierto por el agua desde entonces, solo se deja ver en dos momentos: cuando llueve poco o cuando la empresa Energías de Portugal (a cargo de su explotación) abre las compuertas del embalse más de lo habitual. La historia de este pueblo que emerge bajo las aguas viene de lejos, de cuatro décadas antes de que finalmente se completara el proceso con el cierre del embalse. En los años cincuenta, los dictadores António de Oliveira Salazar y Francicso Franco acordaron la construcción de este embalse de Lindoso. Cuarenta años más tarde, Aceredo quedó sumergido bajo las aguas del río Limia.

No fue, sin embargo, el único pueblo que fue anegado por el agua: también sufrieron el mismo destino O Bao, Buscalque, A Reloeira y Lantemil. Sin embargo, Aceredo es el único que emerge cuando desciende el nivel del agua, dejando ver lo que un día fue la vida allí, con sus viviendas todavía en buen estado de conservación. Ahora, cada vez que se deja ver, son muchos los turistas que se desplazan para contemplar los restos de lo que un día fue un municipio habitado. "Es brutal la cantidad de gente que se desplaza, sobre todo en fin de semana, para ver Aceredo", asegura la alcaldesa del concello de Lobios, María del Carmen Yáñez, a La Voz de Galicia. "Es verdad que hay una parte nostálgica, sobre todo para los vecinos que tuvieron que dejar sus casas, pero ahora mismo es todo un reclamo". Desde el mes de octubre el nivel del agua no ha dejado de bajar, y los vecinos de la zona aseguran no haber visto la zona tan seca como ahora.

Con el embalse al 20 %, se puede ver partes de las casas destruidas de las que apenas se mantienen los muros en pie. Asimismo, reaparecen carros oxidados, árboles muertos y algunos enseres que flotan en el estanque.

Pero a pesar de este atractivo turístico actual, la medida entonces causó mucha polémica entre los vecinos, llegándose a organizar concentraciones y huelgas de hambre. "Mucha gente se resistía a vender, pero pronto la empresa había adquirido ya el 51% de los terrenos", afirma Francisco Villalonga, uno de los vecinos del entonces pueblo de Aceredo, a Nius. "Algunos vecinos se marchaba con el agua entrando ya en sus casas. Una de las aldeas se inundó con los animales y los enseres todavía dentro de las viviendas. Recuerdo en plena noche ayudando a la gente a sacar sus cosas, y los animales ahogados", explica el vecino recordando lo que ocurrió hace ya casi 30 años.

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Un 'cementerio marino' emerge en el valle leonés de Vegamián, al borde de la cordillera Cantábrica.

El programa Crónicas rescata en Los días en celuloide, con guión de Juantxo Vidal, imágenes del fondo documental de la televisión pública que en su proceso de digitalización dan testimonio y retratan la España desde los años 50, cuando nació la televisión en el Paseo de La Habana. Entre estas joyas del celuloide aparecieron un reportaje realizado en los pueblos de Vegamián y Utrera poco antes de la inundación y unas imágenes de la primera vez que fue vaciado el embalse, en pleno invierno, a principios de los años 70.

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Granadilla es un pueblo que pertenece a la provincia de Cáceres, en la comunidad extremeña. Es otra de las localidades de nuestra geografía que tuvo que cambiar el rumbo de su historia debido a la construcción de un embalse, en este caso el conocido como Embalse de Gabriel y Galán. En la década de los 60, y debido a la construcción del citado embalse, los vecinos de Granadilla tuvieron que abandonar sus hogares y buscar nuevos emplazamientos en los que echar raíces. Sin embargo, este pueblo, a diferencia de la mayor parte de localidades en su misma situación, no quedó sumergido bajo las aguas, que no llegaron hasta él, aunque sí quedó aislado, con sus fértiles tierras de cultivo anegadas y, por tanto, sin futuro. La consecuencia es fácil de deducir: el pueblo quedó abandonado y fue deteriorándose con el paso del tiempo. Sin embargo, puede afirmarse que, en el año 1985, la suerte de este pueblo cambió al ser declarado Conjunto Histórico-Artístico. Al cabo de 4 años la localidad fue incluida en el Programa Interministerial de Pueblos Abandonados, entrando el antiguo municipio en una fase de recuperación de su castillo, sus edificios y casas. Ello ha salvado a Granadilla del olvido y del abandono, y quienes en ella nacieron pueden actualmente pasear por sus calles y plazas, sintiendo sin duda la nostalgia de lo que el pueblo fue en otros tiempos.

Por acuerdo del Consejo de Ministros franquista, de 24 de junio de 1955, se decretó la expropiación de la mayor parte del término municipal de Granadilla (incluyendo el casco urbano) a causa de la construcción del embalse de Gabriel y Galán. Granadilla vio muy pronto el relevo de su párroco y al que había sido su médico titular durante años, Daniel García de la Cruz y Jiménez. El 15 de junio de 1960, con motivo del pago de las indemnizaciones correspondientes, el representante del Gobierno notificó a los vecinos que, a partir de esa fecha, las fincas y el pueblo se consideraban legalmente ocupadas por la Administración del Estado y que sobre ellas no podrían reclamar derecho alguno. El éxodo masivo continuó a principios de los años sesenta, según iba creciendo el nivel del pantano. Sus últimos moradores se fueron definitivamente en 1964. El embalse inundó las fértiles tierras de la Vega Baja, de modo que los medios de vida de la población desaparecieron. El pueblo no se inundó, pero se vio aislado en una península con una sola vía de difícil acceso por el norte, ya que por entonces todas las carreteras también quedaron inundadas. Parte de los vecinos se instalaron en Alagón del Río, un pueblo nuevo de colonización cercano a Plasencia, mientras otros emigraron a los nuevos núcleos industriales. En los años siguientes, el pueblo quedó totalmente abandonado. En 1965, el gobierno de Franco disolvió formalmente el municipio, repartiéndose su territorio entre los municipios limítrofes de Mohedas y Zarza de Granadilla. La capitalidad del partido se trasladó a Hervás.

El entorno de Granadilla fue repoblado de pinos y eucaliptos (siguiendo la nefasta política medioambiental del franquismo), que le confiere verdor a la zona pero que constituye un sistema natural alóctono. A pesar de ello, esta solución se llevó a cabo para sujetar el pelado terreno de entonces ante el nivel definitivo de las aguas (cota 390), y así evitar la anegación del pantano por las arenas de las escorrentías. También existen dehesas, matorral mediterráneo, y algunas zonas con cobertura de olivares y otros cultivos de secano. Los ecosistemas característicos son: zonas húmedas, dehesas, bosques de coníferas y campos de cultivo.

Ya nadie vive allí. Al igual que Chernóbil (aunque por causas muy diferentes), Granadilla también es un pueblo fantasma. El municipio, situado en el norte de la provincia cacereña, se comenzó a perder para siempre el 24 de junio de 1955. Actualmente el pueblo cuenta con unas 50 edificaciones recuperadas, utilizadas por el programa educativo del Ministerio de Educación y Formación Profesional.

Se dice que alrededor de 500 pueblos fantasma yacen bajo las aguas de embalses y pantanos en España. Muchos de ellos fueron literalmente tragados al construir -o derrumbarse- alguna de estas obras faraónicas levantadas, en su mayoría, en la época del Franquismo.

Otros por la erosión natural o el aumento del cauce del río más cercano. Y aunque ya no aparecen en los mapas, es imposible borrarlos de la memoria y de la vista, gracias a los homenajes que les rinden sus antiguos habitantes, o a las sequías, que se encargan de devolverlos a su lugar original y mostrar lo poco o mucho que queda de ellos. No es magia. Es historia sumergida.

Pásate por La bibliotecaria >> Noviembre 2021 >> 4 de Noviembre.

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Nota de prensa, 10 de enero de 2022:

Pueblo medieval de Italia resurge 70 años después de haber quedado sumergido.

Nota de prensa, 10 de diciembre de 2020:

El (re)descubrimiento el verano del año pasado del dolmen de Guadalperal, un monumento megalítico erigido en torno al 4000 a.C. en lo que hoy en día es el embalse de Valdecañas, en la provincia de Cáceres, fue un verdadero acontecimiento mediático reseñado en los periódicos y televisiones de todo el mundo. Por su valor histórico y su excepcionalidad, la Dirección General de Bellas Artes creó un grupo de trabajo para garantizar su conservación. Tras unas rápidas labores de reconocimiento y estabilización de los ortostatos, el conocido como Stonehenge español volvió a quedar sumergido.

A pesar de las limitaciones provocadas por la pandemia, los expertos del Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE), la Universidad Complutense de Madrid y el Museo Nacional de Arqueología Subacuática (ARQVA) han seguido recabando datos para la mejor comprensión y el control del yacimiento. La semana pasada finalizó la primera campaña de prospecciones subacuáticas, en la que los investigadores, a bordo de una zódiac, han sondado con un sistema de multihaz y un sonar de barrido lateral más de 12 millas náuticas (23 kilómetros lineales) para recrear tridimensionalmente el fondo del pantano. Esto nos permite analizar varias cuestiones: la preservación de los yacimientos, su estado, las posibles afecciones que pueden presentarse en un futuro, cómo funcionan los sedimentos, si ha habido un desplazamiento de rocas y la forma en que eso puede afectar a los sitios arqueológicos", explicó Enrique Cerrillo, profesor de Prehistoria en la UCM y uno de los directores de las investigaciones. A falta de procesar e interpretar los datos, hay optimismo moderado respecto a la salud del dolmen: "Tenemos controlada una situación que hace un año parecía incontrolable. Si se registra alguna alteración lo vamos a saber".

El sonar es como si hicieras una fotografía aérea y el multihaz sería más como una ecografía o una resonancia que se ve en tres dimensiones", aclara Rocío Castillo Belinchón, arqueóloga subacuática del ARQVA, que también ha intervenido en esta primera campaña y considera estos primeros resultados como "muy prometedores". La segunda tecnología, por ejemplo, se ha utilizado para investigar pecios como el de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes, hundida del sur de la costa de Portugal. El esquema de trabajo de los científicos, que se han valido de los medios técnicos del Instituto Hidrográfico de la Marina del Ministerio de Defensa y han contado con la colaboración de la Junta de Extremadura y de la Confederación Hidrográfica del Tajo, consiste en obtener modelos tridimensionales en alta definición del conjunto megalítico y su entorno para monitorizar su evolución y hacer un seguimiento periódico. En septiembre de 2019, cuando el yacimiento todavía estaba en seco, utilizaron escáner láser y drones. Esos datos, comparados ahora con los recogidos con el sondador multihaz, desvelarán si los más de cien menhires se han movido o si el pantano aporta sedimentos que protegen el monumento o lo erosionan.

"En esta campaña se ha registrado una doble novedad: los compañeros del Instituto Hidrográfico de la Marina nos han dicho que nunca habían hecho una batimetría ni utilizado la teledetección para documentar un yacimiento en un embalse de España", destaca Rocío Castillo, la especialista del Museo Nacional de Arqueología Subacuática. Hasta el momento no se han realizado inmersiones en el pantano ni están previstas, pero no se descartan si llegado el caso son necesarias.

Aunque el dolmen alcanzó fama universal el pasado verano —el Ministerio de Cultura y Deporte ya ha abierto un proceso para declarar el sitio arqueológico Bien de Interés Cultural—, la comunidad académica lo tenía más que fichado. "Para la gente esto es como una novedad que ha aparecido ahora, pero llevamos fotografiando el dolmen desde 2012 y existe un registro anterior", apunta Enrique Cerrillo, experto en Prehistoria Reciente de la Península Ibérica y con más de una década de experiencia en el estudio de estos monumentos sumergidos. Y apunta un riesgo explícito de esa fama: "Realmente el movimiento de piedras es nulo, afectan más las visitas, con las que se han llegado a partir piedras". El tesoro de Guadalperal, como también se lo conoce, fue excavado entre 1925 y 1927 por el prehistoriador y geólogo alemán Hugo Obermaier. Como en aquel momento no existían las dataciones por carbono-14, se ofreció una cronología aproximada en base a los hallazgos de restos cerámicos. Esas fechas se han podido precisar algo más gracias a las investigaciones recientes en otros dólmenes próximos —algunos también están sumergidos—. El Stonehenge español, según estos paralelismos, se construyó hace unos 6.000 años y probablemente sobre un poblado más antiguo. En 1963 quedó bajo el agua tras la construcción del embalse de Valdecañas.

Los trabajos de este grupo, que reúne a algunos de los mayores especialistas españoles en arqueología megalítica, no se circunscriben exclusivamente al monumento que ha sido noticia a nivel mundial. "Guadalperal no era un unicum, estaba rodeado por más de una decena de dólmenes semejantes que estamos reconociendo. Estudiándolos por fuera, su distribución, dónde se ubicaban, el tamaño que tenían... también nos ayuda a comprender Guadalperal", explica el doctor por la Universidad de Extremadura. Una de las especificidades de este monumento monolítico, añade, es que fue uno de los primeros de su 'familia' que se estudiaron en España con metodología arqueológica. Sin embargo y paradójicamente, se conoce mucha menos información sobre el conjunto de Guadalperal que de otros aledaños o similares.

Ángel Castaño, presidente de la asociación cultural Raíces de Peralêda y principal impulsor de la puesta en valor del dolmen, se muestra satisfecho con los nuevos estudios: "Nos parece un reconocimiento de su importancia y de que las autoridades se lo han tomado en serio, ojalá sirva no sólo para conocer más datos de él sino para avanzar en su conservación". Y añade: "También nos parece muy conveniente el hecho de que quieran prestar atención a toda la cuenca del embalse, pues esta zona encierra uno de los puntos arqueológicos más importantes de la Península y hasta ahora no ha merecido la atención de casi nadie. Esperamos, no obstante, que el hecho de ampliar el radio de actuación a todo un extenso conjunto del patrimonio no termine por convertir los necesarios objetivos concretos en deseos generales más etéreos".

Y es que los investigadores están catalogando cualquier tipo de elemento arqueológico que haya en la zona, como la antigua ciudad romana de Agustóbriga, también sumergida en el pantano, que corre "más peligro" de pérdida. Un sitio muy interesante porque tuvo una primera ocupación durante la I Edad del Hierro, luego se superpuso el asentamiento romano y sobre este se instaló la localidad de Talavera la Vieja. "Lo poco que se conocían eran monumentos aislados, cosas muy puntuales, pero hay infinidad de estructuras romanas en ese entorno y nos interesa saber en qué estado están", revela Enrique Cerrillo, y cierra con una ambiciosa conclusión: "Guadalperal ha sido una excusa para hacer otras cosas más".

Perfil de Twitter de Enrique Cerrillo.

Nota de prensa, Marzo de 2022:

"Cuando en 1984 desahuciaron a mi abuela María yo tenía ocho años. Desde 1978 ella pasaba temporadas en Jánovas, y eso nos permitió a mi hermana Maite y a mí disfrutar de los primeros veranos de nuestra infancia en aquel idílico pueblo". Tras la expropiación, la familia se trasladó a Barcelona, aunque "mi abuela volvía siempre que podía a Jánovas, donde seguían los Garcés, Emilio y Francisca, que vivían allí de forma permanente y a los que queríamos como si fueran también nuestros abuelos". Así relata Eva Muñoz Buisán su relación con el pueblo en Jánovas: agua y población, editado por el Instituto de Estudios Altoaragoneses.

Nota de prensa, Agosto de 2022:

El trimestre comprendido entre mayo y julio de 2022 ha sido el más seco en el conjunto de España desde que hay registros, que comenzaron hace 57 años, según datos facilitados por la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) que confirman que excepto marzo y abril con lo transcurrido hasta ahora, el año 2022 está siendo muy seco.

Pásate por JyV >> Fotografía >> Agosto 2022.

Nota de prensa, Noviembre de 2022:

En el invierno del 2008 al 2009, las compuertas de La Breña se dejaron abiertas para siempre. Poco a poco, el agua comenzó a sumergir este antiguo embalse, construido en los años treinta del siglo XX cerca de la desembocadura del río Guadiato en el Guadalquivir, en Almodóvar del Río. En la histórica temporada de lluvia del 2010, el agua cubrió por completo la antigua Breña, que se sumergió. A apenas 100 metros se levantaba una enorme mole de hormigón capaz de retener diez veces más agua y, por tanto, de garantizar el regadío de todo el Bajo Guadalquivir.

En este otoño de 2022, la antigua Breña ha emergido de manera notable. Un 20% de la antigua presa es completamente visible. Pero aún así, y sin tener en cuenta el embalse actual, estaría al 80% de su capacidad. Y esta es una de las grandes evidencias de que aunque muy notable la sequía en la zona al menos no es dramática.

En el invierno de 2008, La Breña estaba al 30% de su capacidad. Entonces, apenas retenía unos 30 hectómetros cúbicos de agua. La sequía de los años anteriores había menguado su reserva, mientras el Ministerio de Medio Ambiente construía el segundo embalse. Su llenado, que iba a superar los 800 hectómetros cúbicos de agua, no se esperaba al menos hasta una década después. Pero ocurrió antes. En el año 2013 comenzó a aliviar agua. Pero desde entonces, esa imagen histórica no se ha vuelto a repetir.

La Breña II es un embalse que se construyó exclusivamente para aprovechar el gran cauce del río Guadiato, con sus escorrentías en Sierra Morena, para almacenar agua suficiente para todo el regadío del Bajo Guadalquivir, principalmente en la zona de Palma del Río y en la provincia de Sevilla. Además, se construyó una estación de bombeo para aprovechar también el cauce del Guadalquivir. El río grande de Andalucía suele alcanzar grandes caudales en periodos intensos de lluvias. Para aprovecharlos, esa estación bombearía agua al interior de La Breña II, lo que haría que fuese posible llenarla de una manera muy rápida. Nunca se ha llegado a activar la estación.

Hoy día no es fácil llegar a tocar agua en La Breña. Hay que bajar una fuerte pendiente en la ladera descubierta que ha dejado la sequía. El embarcadero y la playa de Almodóvar del Río está cada vez más lejos del centro construido para aprovechar deportivamente las aguas. Las embarcaciones también han bajado a una profundidad que da vértigo cuando se observa en el horizonte la enorme mole de hormigón de La Breña II y sus 119 metros de altura. La sequía ha emergido también la antigua carretera que alcanzaba a La Breña I y que la circulaba. También es imposible llegar legalmente a la zona. Los caminos están cortados al tránsito por vallas y medidas de protección para evitar desgracias. Pero observarla desde las alturas rememora recuerdos de las obras y de años y décadas de protestas de los agricultores, que fueron los que más lucharon por la construcción de un embalse que, de persistir la situación, no podrá regar esta campaña sus campos.

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Aprovechando el descenso del caudal del Río Guadiana en 2017 para acabar con el Camalote, especie invasora que se trataba de erradicar se pudo hacer un paseo por el cauce seco, visitanto alguno de los cerca de 11 Molinos Harineros que existen (y que llegan a un total de 16 si añadirmos los que se encuentran en el Río Albarregas y en las cercanías de Aljucén). Son de los Siglos XVI a XVIII y el grano era destinado al ejército en la gran mayoría de los casos.

Molino II de Mérida.

Molino III de Mérida.

Predomina el emplazamiento de los molinos en la orilla derecha. Sin duda este hecho está motivado por la situación en esta orilla de los nucleos poblacionales como es el caso de Mérida.

Calzada Romana.

Por otra parte destacar la reutilización de material constructivo anterior, teniendo en cuenta que nos situamos en la zona de influencia de lo que fue Emerita Augusta no es extraña la reutilización de sillares romanos en los molinos, también se dan estelas funerarias, cornisas y molduras.

Nota de prensa, Febrero 2024:

La declaración de emergencia por sequía en Cataluña ha empujado a muchos ciudadanos a viajar hasta el pantano de Sau (Barcelona) para comprobar con sus propios ojos hasta qué punto se han reducido las reservas de agua y dar fe así de la urgencia de medidas para reconducir la situación. "Es terrorífico. Hace años venía en verano de campamentos aquí e íbamos con canoas hasta el lago. Es desolador ver cómo está ahora el pantano", se lamenta, en declaraciones a EFE, Oriol, mientras mira hacia el embalse, que se encuentra al 4 % de su capacidad. La escasez de agua ha dejado ya casi completamente a la vista el antiguo pueblo de Sant Romà de Sau (Barcelona), que quedó inundado hace años al crearse el pantano. "Es muy triste. Antes, este lugar estaba lleno de agua. Me habían dicho que la escena era muy triste y he querido venir a ver si era verdad. Y me he quedado anonadado", ha explicado Carlos, que paseaba también este por los alrededores del embalse.

Guillem también narra que ha venido con toda la familia en una decisión "improvisada". "Hemos visto las noticias sobre las restricciones en la tele y los niños querían venir a ver el pantano. Es muy impactante", ha añadido. Ya hace semanas, si no meses, que el pantano de Sau, situado a poco más de una hora en coche de la capital catalana, se ha convertido en un destino de una suerte de 'turistas de la sequía', y en estos tres años de déficit de lluvia ha servido como termómetro para conocer de un solo vistazo el nivel de gravedad de la emergencia. El Govern decretó el la emergencia por sequía en Cataluña, una situación nunca antes vista en la comunidad y que comporta restricciones en piscinas, en el riego, actividades agrícolas, industriales y recreativas. La dotación máxima de agua pasa a ser de 200 litros por habitante y día. Para la entrada en emergencia, el plan de sequía establece que la capacidad de los embalses debe bajar del 16 % en la unidad afectada, umbral al que se encuentra el sistema Ter-Llobregat, el conjunto de pantanos, acuíferos, desalinizadoras y plantas de potabilización más importante de Cataluña, que abastece a seis millones de habitantes.

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