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19 - Septiembre - 2021
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Que el Sol morirá en unos 5.000 millones de años es algo en que los científicos concuerdan. Lo que no se sabía es qué ocurrirá cuando eso suceda, hasta ahora. Un equipo internacional de astrónomos de la Universidad de Mánchester (Reino Unido) logró predecir en 2018 qué ocurrirá cuando la vida de la estrella central en nuestro sistema planetario se extinga. Lo que descubrieron es que el Sol se transformará en un anillo luminoso de gas y polvo interestelar, conocido como nebulosa planetaria.

La nebulosa planetaria es en lo que termina transformándose el 90% de las estrellas vivas y marca la transición de una gigante roja hasta convertirse en una enana blanca.

"Cuando una estrella muere, expulsa al espacio una masa de gas y polvo, conocida como envoltura, que puede llegar a la mitad de su masa total. Esto deja expuesto al núcleo de la estrella, que en este punto se está quedando sin combustible, apagándose y finalmente muriendo", explicó Albert Zijlstra, uno de los autores del estudio publicado en Nature Astronomy.

"Es sólo entonces cuando el núcleo caliente hace que la envoltura expulsada brille durante unos 10.000 años, un breve período en astronomía", precisó el científico. Esto es lo que hace que las nebulosas planetarias sean visibles y "algunas son tan brillantes que se pueden ver desde distancias de decenas de millones de años luz", afirmó. Hasta la realización de este estudio, los científicos no estaban seguros de si el Sol tendría el mismo destino.

La nebulosa planetaria es en lo que termina transformándose del 90% de las estrellas vivas.

Para descifrar qué sucederá al sol, el equipo de astrónomos desarrolló un nuevo modelo de datos que predice la luminosidad de la envoltura eyectada para estrellas de diferentes masas y edades. Este nuevo modelo echa luz a una vieja contradicción entre lo que sugerían los datos acumulados y los modelos científicos predictivos.

"Los datos decían que se podían obtener nebulosas planetarias brillantes a partir de estrellas de poca masa como el Sol. Los modelos decían que eso no era posible, nada por debajo de dos veces la masa del Sol daría una nebulosa planetaria suficientemente brillante como para ser vista", indicó Zijlstra. Ahora se sabe que tras la expulsión de la envoltura, las estrellas se calientan tres veces más de lo que se creía. Esto hace que una estrella de baja masa como el Sol también pueda formar una nebulosa planetaria brillante. Los científicos descubrieron que el Sol es la estrella de menor masa que aún es capaz de generar una nebulosa planetaria visible, aunque más débil. "Esto es un gran resultado. No sólo tenemos ahora una manera de medir la presencia de estrellas de edades de unos miles de millones de año en galaxias distantes, sino que también hemos descubierto lo que el Sol hará cuando muera", resumió Zijlstra.

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Y unos meses antes un nuevo descubrimiento dejó sorprendidos a los científicos. El núcleo del Sol rotaba casi cuatro veces más rápido que la superficie de esta estrella. Este hallazgo sorprendió a los científicos. La idea de que el núcleo solar puede rotar más rápido que la superficie había sido motivo de especulación durante más de dos décadas, pero el fenómeno nunca había sido medido. "La explicación más factible es que la rotación del núcleo es un vestigio del período en que se formó el Sol, hace unos 4.600 millones de años", señaló Roger Ulrich, profesor emérito de la Universidad de California en Los Ángeles (EE.UU.) y uno de los autores del nuevo estudio publicado en la revista Astronomy and Astrophysics. Ulrich ha estudiado el interior del Sol durante más de 40 años.

El hallazgo se basó en datos aportados por instrumentos en la sonda SoHo de la NASA y la Agencia Espacial Europea.

"Es muy emocionante pensar que hemos descubierto una reliquia de la formación del Sol", señaló el científico. La rotación del núcleo solar puede dar pistas del proceso de formación de nuestra estrella. Luego del nacimiento del Sol, el viento solar probablemente hizo más lenta la rotación de la parte externa del Sol, según Ulrich. La rotación también puede tener un impacto en las manchas solares, según el experto. Las manchas solares son áreas del Sol con una temperatura más baja que sus alrededores y gran actividad magnética. Una sola mancha puede llegar a tener un diámetro similar al de la Tierra.

Los investigadores analizaron ondas acústicas en la superficie de la atmósfera solar, algunas de las cuales penetran el núcleo e interactúan con otras ondas. Midiendo las ondas acústicas, los científicos determinaron con precisión el tiempo que tarda una de esas ondas en viajar de ida y vuelta desde la superficie al centro del Sol. Los cálculos se basaron en datos de 16 años de observaciones con un instrumento denominado GOLF, Global Oscillations at Low Frequency u Oscilaciones Globales en Frecuencias Bajas. El instrumento se encuentra a su vez en una sonda especial llamada SoHO, Solar and Heliospheric Observatory, Observatorio Solar y Heliosférico, un proyecto conjunto de la NASA y la Agencia Espacial Europea.

El núcleo también se diferencia de la superficie en otro sentido. La temperatura del núcleo es de cerca de 27 millones de grados Fahrenheit, o 15 millones de grados centígrados. La superficie del sol es de unos 10.000 grados Fahrenheit, o 5.500 grados centígrados. Ulrich trabajó analizando datos con el equipo de investigadores a cargo de GOLF durante 15 años. La sonda SoHO fue lanzada el 2 de diciembre de 1995 para estudiar el núcleo del Sol, la atmósfera solar o corona y los vientos solares. La sonda sigue operativa.

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El Sol (del latín sol, solis, «dios Sol invictus» o «sol», Helios en la mitología griega, a su vez de la raíz protoindoeuropea sauel-, «brillar») es una estrella de tipo-G de la secuencia principal y clase de luminosidad V que se encuentra en el centro del sistema solar y constituye la mayor fuente de radiación electromagnética de este sistema planetario.

Es una esfera casi perfecta de plasma, con un movimiento convectivo interno que genera un campo magnético a través de un proceso de dinamo. Cerca de tres cuartas partes de la masa del Sol constan de hidrógeno; el resto es principalmente helio, con cantidades mucho más pequeñas de elementos, incluyendo el oxígeno, carbono, neón y hierro. Se formó hace aproximadamente 4600 millones de años a partir del colapso gravitacional de la materia dentro de una región de una gran nube molecular. La mayor parte de esta materia se acumuló en el centro, mientras que el resto se aplanó en un disco en órbita que se convirtió en el sistema solar. La masa central se volvió cada vez más densa y caliente, dando lugar con el tiempo al inicio de la fusión nuclear en su núcleo.

Se cree que casi todas las estrellas se forman por este proceso. El Sol es más o menos de edad intermedia y no ha cambiado drásticamente desde hace más de cuatro mil millones de años, y seguirá siendo bastante estable durante otros cinco mil millones de años más. Sin embargo, después de que la fusión del hidrógeno en su núcleo se haya detenido, el Sol sufrirá cambios importantes y se convertirá en una gigante roja. Se estima que el Sol se volverá lo suficientemente grande como para engullir las órbitas actuales de Mercurio, Venus y posiblemente la Tierra.

La Tierra y otros cuerpos (incluidos otros planetas, asteroides, meteoroides, cometas y polvo) orbitan alrededor del Sol. Por sí solo, representa alrededor del 99,86% de la masa del sistema solar. La distancia media del Sol a la Tierra fue definida exactamente por la Unión Astronómica Internacional en 149 597 870 700 metros (aproximadamente 150 millones de kilómetros). Su luz recorre esta distancia en 8 minutos y 20 segundos. La energía del Sol, en forma de luz solar, sustenta a casi todas las formas de vida en la Tierra a través de la fotosíntesis, y determina el clima de la Tierra y la meteorología. Es la estrella del sistema planetario en el que se encuentra la Tierra; por lo tanto, es el astro con mayor brillo aparente. Su visibilidad en el cielo local determina, respectivamente, el día y la noche en diferentes regiones de diferentes planetas.

Fotografía de la luz visible del Sol con un filtro solar en 2013.

En la Tierra, la energía radiada por el Sol es aprovechada por los seres fotosintéticos que constituyen la base de la cadena trófica, siendo así la principal fuente de energía de la vida. También aporta la energía que mantiene en funcionamiento los procesos climáticos. El Sol es una estrella que se encuentra en la fase denominada secuencia principal, con un tipo espectral G2 y clase de luminosidad V, por tanto, también es denominada como enana amarilla. Se formó hace entre 4567,9 y 4570,1 millones de años y permanecerá en la secuencia principal aproximadamente 5000 millones de años más. El Sol, junto con todos los cuerpos celestes que orbitan a su alrededor, incluida la Tierra, forman el sistema solar. A pesar de ser una estrella enana, es la única cuya forma se puede apreciar a simple vista, con un diámetro angular de 32'35" de arco en el perihelio y 31'31" en el afelio, lo que da un diámetro medio de 32'03". La combinación de tamaños y distancias del Sol y la Luna son tales que se ven, aproximadamente, con el mismo tamaño aparente en el cielo. Esto permite una amplia gama de eclipses solares distintos (totales, anulares o parciales). El vasto efecto del Sol sobre la Tierra ha sido reconocido desde tiempos prehistóricos y el astro ha sido considerado por algunas culturas como una deidad. El movimiento de la Tierra alrededor del Sol es la base del calendario solar, el cual es el calendario predominante en uso hoy en día. La disciplina científica que se encarga del estudio del Sol en su totalidad es la física solar.

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